domingo, diciembre 24

El tradicional cuento navideño de Babel 2023



            Ya estamos aquí, otro año más. La Tierra ha recorrido 930 millones de kilómetros alrededor del Sol, viajando a 107.280 kilómetros por hora. Y nosotros con ella. Menudo palizón, ¿verdad? Y todo para volver al  mismo sitio que antes. A la Navidad.

            Ya he comentado muchas veces que yo, antes, odiaba la Navidad. Era un Mr Scrooge, un Grinch. Pero luego tuve hijos y ellos me enseñaron a volver a ser un niño y así poder ilusionarme de nuevo con el espumillón, las luces de colores y los árboles adornados. Y aunque los muy cabrones de mis hijos han crecido, me siguen gustando las fiestas del solsticio. De hecho, tengo un ritual navideño. Pocos días antes de Nochebuena, regreso a Chamberí, el barrio de mi niñez, y doy un paseo por los alrededores de la plaza de Los Chisperos. Se encuentra a cuatro manzanas de donde yo vivía. Enfrente estaba mi antiguo colegio. Recorro la calle Manuel Silvela, me detengo en la parroquia del Perpetuo Socorro y acabo en la plaza. Luego, voy a las Bodegas La Ardosa de la calle Santa Engracia y me zampo una ración de patatas bravas, que son las mejores de Madrid y siguen siendo exactamente iguales que cuando era niño. Lo hice anteayer, aquí tenéis la foto que lo demuestra.

 


            Por cierto, esa plaza, la de los Chisperos, es curiosa. Hasta hace nada, no tenía nombre. Bueno, sí que lo tenía, pero no había ninguna placa, su denominación no aparecía por ninguna parte. Quizá os preguntéis qué coño son los “chisperos”. Pues los herreros y sus familiares, aunque en realidad el monumento que adorna la plaza está dedicado a los autores de sainetes. Las figuras que aparecen serían los personajes típicos de ese género: un par de chulapas y otro par de chisperos.

            En fin, basta de nostalgia babosa y vamos al grano. El cuento.

            Creo que ya os he contado cómo suelo afrontar el cuento de Navidad. A finales de septiembre o principios de octubre me digo a mí mismo que debo empezar a darle vueltas al argumento del relato. Luego, me olvido por completo del asunto. Y me vuelvo a acordar a finales de noviembre. Entonces me pongo a buscar desesperadamente alguna idea. Que generalmente tarda en llegar. Cuando finalmente llega, me pongo a escribir; si el cuento es corto, no hay problema. Pero si es largo, ay amigos, entra en juego la angustia. El año pasado me pilló el toro y acabé de escribirlo durante la mañana de Nochebuena (por eso lo colgué por la tarde).

            La verdad es que no es fácil encontrar ideas originales para un relato navideño, porque es un tema más sobado que el palo de una zambomba. Además, la Navidad lleva dentro tanto azúcar que resulta casi imposible escribir una historia de buen rollo que no empalague. Quizá por eso se me ocurren muchas más ideas “gamberras” que “buenrrollistas”; el humor negro navideño es un territorio menos frecuentado y a prueba de diabéticos. No obstante, mi cuento favorito de entre todos los navideños que he escrito es “La historia del indiano”, un relato que una merodeadora tildó de “ñoño”; y quizá lo sea, aunque a mí me parece simplemente bonito.

            Este año, las cosas han ido sobre ruedas, pues encontré el argumento -casi a la primera- a mediados de noviembre. Para buscar ideas, a veces recurro a algunos truquitos. Por ejemplo, el “juego de los contrarios”. Me explicaré: Hace años, escuché a un autor que definía su último libro como lo contrario a Harry Potter. Cuando explicó el argumento me di cuenta de que no era ni remotamente lo contrario de la obra de Rowling. Entonces me pregunté: ¿Qué sería lo contrario de Harry Potter? Pues un mundo en el que todas las personas pueden hacer magia, menos el chaval protagonista que no puede hacer ni papa de magia. Desarrollé un argumento y comencé a escribirlo, aunque a las pocas páginas me cansé y lo abandoné. Pero sigo pensando que era una buena idea.

            El año pasado subí un cuento llamado “El ángel que se cayó a un agujero negro”, un relato gamberro protagonizado por un ángel disfuncional. Este año, jugando a los contrarios, me pregunté ¿qué es lo contrario a un ángel disfuncional? Pues un demonio disfuncional. Pero, claro, la disfuncionalidad de un ángel es completamente distinta a la disfuncionalidad de un demonio. Si en el primer caso todo acababa en desastre, en el segundo los acontecimientos conducen a un final feliz (aunque, si después de leerlo os paráis a pensarlo, también un poquito triste). El cuento de este año, llamado “El demonio que quiso ser bueno”, es un cuento de buen rollo, aunque su desarrollo es tirando a atípico. Los que esperabais una nueva muestra de mi habitual humor negro, mis disculpas. El año que viene os compensaré. De todas formas, sí que hay humor en el relato, aunque no oscuro.

            Como he dispuesto de suficiente tiempo para escribirlo sin prisas, me he permitido extenderme en la narración. Tiene 10.404 palabras. No lo sé a ciencia cierta, pero puede que sea el más largo que he colgado en Babel. Espero que no os resulte demasiado pesado.

            Y ya está. Solo me queda desearos lo mejor para estas fiestas. Bebed con moderación (o sin ella), comed como tigres, reíd como locos, llorad con nostalgia, jugad a ser niños, recordad a los que se fueron, disfrutad de los que siguen aquí, y f*ll*d, f*ll*d lo más posible.

            Queridos merodeadores, os deseo un feliz solsticio de invierno, una feliz Navidad, unas felicísimas fiestas.

            Aquí os dejo el cuento:

 

            EL DEMONIO QUE QUISO SER BUENO

            By César Mallorquí

 

            Había una vez un demonio llamado Pharphas. Su edad solo podía expresarse en eones, pues era uno de los ángeles primigenios que, en el amanecer de la creación, se alzaron contra Dios durante la rebelión de Lucifer, y que luego siguieron a este en su caída transformados en diablos. Eso era Pharphas, un ángel caído más.

            Sin embargo, Pharphas también era diferente al resto de los demonios. No en cuanto a su aspecto, pues era rojo, con cuernos, rabo terminado en punta de flecha y patas de carnero, como todos los demonios, pero sí en lo que a mentalidad se refiere. Pharphas se estaba replanteando sus ideas y valores (...)

 

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15 comentarios:

Juan H. dijo...

Me ha encantado, un magnífico relato, César;de como el amor produjo una revolución en el infierno y de que cuando todo cambia, todo sigue igual. El mayor lobo del ser humano el propio ser humano, basta ver un telediario,no nos hacen falta demonios salvo para justificar nuestro propio mal interior como se lleva haciendo desde hace miles de años. Como siempre magnífico, Felices Fiestas!!!
Juan H.

Anónimo dijo...

Me ha encantado el relato, César, tiene un poco de todo, romanticismo, humor, un puntito de misterio, reflexiones, mucha guasa…Me encanta el personaje de Lucifer, lo veo detrás de su mesa de despacho y me entra la risa. Me lo he leído en dos partes. La Nochebuena, de madrugada tras la cuchipanda familiar, pero me entró el sueño, estaba cansada. Continué hoy mientras desayunaba mi café con torrijas ( aquí tostadas) ya sin sueño y me has dado el desayuno, en el mejor sentido de la palabra. Muchas gracias, César, por este regalo que nos haces. Un saludo navideño de Aurora Boreal.

Elena Rius dijo...

Un divertido relato navideño, César. Muchas gracias. ¡Que tengas un feliz 2024!

Ángel dijo...

Hola César, muchas gracias por el cuento te ha quedado muy bien con su punto de tensión, amor y humor.
Espero que pases Felices Fiestas y que el 2024 sea un gran año para ti y los tuyos.

Joaquín Rodríguez dijo...

Un cuento endiabladamente bueno. Feliz Navidad y próspero 2024

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho el cuento, César. Felices fiestas y feliz entrada de año

Álvaro dijo...

Extenso, cierto, pero ha merecido la pena cada segundo de lectura. De lo mejor de los últimos años.

¡Enhorabuena y Feliz Navidad!

César dijo...

Muchas gracias por vuestros comentarios. Me alegro muchísimo de que os haya gustado el cuento, porque... en fin, a mí también me gusta. Feliz año y un abrazo tan grande como yo.

Anónimo dijo...

Como todos los años , muchas gracias por tu regalo navideño, forma parte de mis, multiples tradiciones, navideñas...y como todos los años una petición...para cuando tu libro de cuentos navideños para no leer a los niños. Que tengas un 2024 excelente. SAludos

Anónimo dijo...

Me ha encantado el relato!!. Los que tienen olor a azufre son mi debilidad, y éste desbordaba por todos lados. Una muy buena historia, y con su filosofía detrás.
Un abrazo y Feliz 2024!!!!
Mazarbul

César dijo...

Anónimo de las 12:44: Por primera vez voy a considerar hacerte caso. Creo que ya tengo suficiente material para confeccionar una antología. Lo que pasa es que en España los relatos cortos son veneno para la caja registradora de las editoriales y es difícil publicarlos. He pensado en que sea un libro ilustrado. De hecho, conozco a una excelente ilustradora a la que quizá le guste el proyecto. Pero antes de ponerse manos a la obra hay que encontrar una editorial que esté interesada en algo así. Ya veremos. Feliz año.

Mazarbul: Pues sí, no es el primer personaje diabólico en Babel, pero sí que es el primer demonio protagonista. Me alegro de que te haya gustado. Feliz año, amigo mío.

Pringoman dijo...

Gracias, el saberlo es otro regalo de navidad a mitad de enero, si finalmente lo publicas sera mi regalo estrella de Navidad, te rogaria incluyeras en el libro los preambulos de los relatos, son tan deliciosos como las propias historias. nuevamente gracias

Anónimo dijo...

Ostras, por qué los relatos cortos no triunfan en España?

César dijo...

Anónimo de las 12:48: Supongo que porque no existe una tradición de relato corto. En otros países, como Argentina o EEUU, hay muchos lugares donde publicar relatos; revistas, periódicos, antologías, etc. Pero en España no. Y eso ocurre desde hace mucho tiempo. En otros países hay maestros del relato corto (Borges, Bradbury, Cortazar, Sheckley, Hemingway, Mariana Enríquez, Lem...), pero en España, contados con los dedos de una mano. En cuanto a los lectores, muchos dicen que les cuesta cambiar de argumento y personajes cada poco. El caso es que así estamos. Personalmente, me costó mucho publicar mi última antología, "Trece monos". Qué le vamos a hacer.

Anónimo dijo...

"Entonces me pregunté: ¿Qué sería lo contrario de Harry Potter? Pues un mundo en el que todas las personas pueden hacer magia, menos el chaval protagonista que no puede hacer ni papa de magia. Desarrollé un argumento y comencé a escribirlo, aunque a las pocas páginas me cansé y lo abandoné. Pero sigo pensando que era una buena idea".

Cast a deadly spell. La famosa peli del Detective Lovecraft. Muy graciosa.