¿Puede un espectáculo deportivo provocar el orgasmo? Todos cuantos hemos presenciado el partido de baloncesto de hoy podemos afirmar que sí. La Selección Española ha ganado a la griega por 70-47, proclamándose campeona del mundo. Pero ése no es el motivo del orgasmo; lo que nos ha hecho trempar no es el resultado del encuentro, sino el propio encuentro. Porque menudo partidazo ha hecho nuestra selección, amigos míos, que increíble partidazo...
Para los que no sean demasiado duchos en esto del baloncesto, me apresuraré a aclarar que la selección griega es la vigente campeona de Europa y venía de derrotar a los gallitos yanquis; es decir, un hueso duro de roer. Además, Pau Gasol, el indiscutible crack de la Selección Española (elegido, por cierto, mejor jugador del campeonato), estaba lesionado. Pero nada de eso ha importado, porque los españoles, como si fueran un engranaje de relojería, han jugado uno de los mejores partidos de baloncesto que he visto en mucho tiempo. Tanto es así, que les ha bastado la mitad del tiempo para ganarlo. Al final del segundo cuarto, la Selección Española había acumulado veintitantos puntos de ventaja, durante el tercer cuarto se ha limitado a defender esa diferencia y el último cuarto lo ha dedicado a disfrutar de la victoria. Y todo eso lo ha conseguido con una de las principales armas del baloncesto: la defensa.
Veréis, en el fútbol, cuando uno de los equipos se cierra atrás y adopta una táctica defensiva, el partido se vuelve un coñazo. En el baloncesto, sin embargo, la defensa es todo un espectáculo, algo así como una danza; mejor dicho, una especie de contra-ballet que se ejecuta transformándose en espejo del rival. El que mejor baila, gana y hoy los españoles han sido todos Barishnikov; probablemente, la mejor defensa del mundo. Y eso es lo que ha ocurrido en esta final: los españoles han anulado a los griegos desde el inicio del juego hasta el último segundo. Valga como muestra el que a la bestia parda Papaloukas –un magnífico jugador- ni se le ha visto. El dominio español ha sido total.
Y yo he disfrutado como un mono multiorgásmico, porque, además, ésa es la clase de partidos que me gustan: nada de finales apretadas ni de sufrimiento. Ventaja abrumadora de mi equipo y a disfrutar sin sobresaltos. En fin, tan bonito que parece mentira. La única pena es no poder ver un enfrentamiento España-USA; estoy seguro de que nuestra selección habría ganado. También lamento que Argentina no le arrebatara el bronce a los fantasmones yanquis; supongo que venían muy tocados del agónico partido contra España. ¿Acaso, diréis amigos míos, le tienes manía a los baloncestistas norteamericanos? No, de ninguna manera... bueno, sí qué coño. Pero, ¿cómo no te va a caer mal un equipo lleno de jugadores vanidosos y malcriados que se creen divinos y que, cuando pierden, no tienen la mínima educación de felicitar al contrario? Ni siquiera se quedaron a la final; ayer mismo se fueron a su país, como si el campeonato de Japón no tuviera nada que ver con ellos... Aunque la verdad es que tienen razón; en Japón se jugaba al baloncesto y lo suyo es el circo. Que se jodan.
En fin; supongo que más de un visitante de este blog contemplará con desdén este post dedicado a una actividad tan poco intelectual como el deporte. Bueno..., quizá sea una tontería regocijarse por algo tan estúpido como que un equipo enceste un balón más veces que sus rivales, pero creo que en ocasiones viene bien entregarse a la alegría en estado puro, sin complicaciones, como cuando éramos niños. Además, si os fijáis en el encabezamiento de este blog, comprobaréis que está dedicado a “bla, bla, bla y, en general, la cosas inútiles”. Pues bien, pocas cosas hay tan inútiles como ver baloncesto. Ahí está la gracia.
domingo, septiembre 3
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7 comentarios:
Tal como lo cuentas parece una actividad divertida. Parece divertido hasta contemplarlo.
Muchas felicidades, el triunfo es muy merecido. ¡Qué asi siga siempre!
Y sin viagra.
Sí, los americanos son como Brasil en fútbol, que van de sobraos y luego pasa lo que pasa.
Pero se le puede contestar que en el blog de uno se escribe lo que a uno le da la gana ;-)
Yo lo vi, y eso que no soy nada aficionado, y la verdad que disfruté.
Amigo César: soy un gran amante del baloncesto. Creo sinceramente que es un deporte precioso y entretenido como pocos. Además, el deporte es cultura. Estoy convencido de ello. Inculcar a los chavales el espíritu de superación, de lucha y sacrificio, forma parte de su desarrollo personal y social. Y nada mejor que el deporte para llevar a cabo este cometido. Otra cosa es la aberración de los famosos clubes de fútbol donde lo que más prima es el dinero y el poder mediático. Ahí no veo mucho deporte.
Todo ello lo digo para justificar positivamente cualquier comentario sobre un deporte u otro. Amo el deporte en sí mismo y creo que es tan beneficioso como otras materias más "intelectuales". En mi caso, combino perfectamente la práctica del baloncesto (estoy retirado de competición pero entreno con unos cuantos carrozas para recordar buenos tiempos) con la escritura y la lectura, que son mis pasiones y aficiones de toda la vida.
A todo esto: la medalla de oro conseguida por la selección española de baloncesto ha sido una experiencia extraordinaria que no olvidaré fácilmente. La lucha y el coraje que han demostrado, tampoco. Sin duda, son el mejor equipo del mundo. Las lágrimas de Gásol confirman mis pobres palabras: el deporte conlleva una enorme grandeza interior.
Felicidades a todos.
Me pregunto: ¿Harán los medios de comunicación un poquito de caso al baloncesto a partir de ahora? Del fútbol ya estamos un poco saturados. César, eres un crack, no dejes nunca de blogear!!
Iba a deciros, amigos míos, que no pretendía justificarme..., pero supongo que sí, que estaba justificándome. Durante muchos años (desde luego, durante gran parte de la dictadura), el deporte-espectáculo -sobre todo el fútbol- ha sido sinónimo de pan y circo, una forma de desviar la atención de los problemas importantes. No estaba bien visto entre la "progresía". Imagino que eso ha dejado en mí cierta huella, así que me da un poco de vergüenza entusiasmarme con el espectáculo de un deporte. Por consiguiente, en penitencia, haré una confesión más: me chiflan las carreras de medio-fondo, sobre todo los 1500 m.
Y sí, lo reconozco, también he experimentado un ápice de venganza hacia el mundo del fútbol.
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