lunes, julio 23

Leyenda

No recuerdo cuál fue mi primer contacto con la leyenda artúrica. Quizá fueran los tebeos del Príncipe Valiente, de Hal Foster, o puede que fuera la película de Richard Thorpe, o quizá fue algo distinto que he borrado por completo de mi memoria. En cualquier caso, la leyenda me fascinó. Cuando era adolescente, leí Los hechos del Rey Arturo y sus nobles caballeros, de John Steinbeck; más tarde, en mi primera juventud (voy por la tercera), me zampé los tres tomos de La muerte de Arturo, de Thomas Mallory, una obra tan tediosa en ocasiones como fascinante en otras; luego seguí con Chrétien de Troyes y, en fin, he mantenido un constante interés por lo que se ha dado en llamar la Materia de Bretaña.

¿Por qué me interesa tanto el mito artúrico? Porque, a mi modo de ver, es la gran leyenda europea, la narración simbólica que representa las aspiraciones políticas, sociales y morales de todo un continente. Pero, además, es una leyenda bellísima y terriblemente triste, pues trata de un hombre que intenta cambiar el mundo, establecer el Edén en la tierra (Camelot), y fracasa en todos los frentes. En efecto, Arturo fracasa políticamente al no conseguir mantener Britania unida, fracasa místicamente, pues no logra encontrar el Grial, fracasa sentimentalmente a causa de la infidelidad de Ginebra y, por último, fracasa militarmente al morir a manos de Mordred. Sin embargo, Camelot existió durante un breve periodo de tiempo, apenas un latido en el curso de la historia y el mito, y ese instante contiene toda la gloria de lo sueños imposibles.

Pero hay otro motivo para mi interés: tras la leyenda, como suele suceder, se oculta una realidad. Es decir, resulta muy probable, casi segura, la existencia histórica de Arturo. Ahora bien, cuando pensamos en la leyenda artúrica no podemos evitar evocar la imagen de caballeros con armadura, castillos con torres y almenas, torneos y damas galantes. Evocamos eso, porque es el retrato que nos han legado los dos principales forjadores de la leyenda: Geoffrey de Monmouth (s. XII) y Thomas Mallory (s XV). Es decir, la conformación definitiva del mito se estableció siguiendo el modelo caballeresco medieval. Pero el Arturo auténtico no fue un caballero medieval, sino un caudillo britano-romano que vivió entre los siglos V y VI.

La primera mención escrita a Arturo la encontramos en un poema épico -llamado Gododdin y redactado alrededor del 603- que describe una de las muchas batallas entre britanos y sajones. Su autor, el bardo galés Anerin, se refiere a cierto héroe britano diciendo que su coraje era notable, “a pesar de que no era Arturo”. Es decir, si aceptamos que el Arturo histórico murió en la batalla de Camlann, tan sólo sesenta años después de su muerte ya era un referente de valor y arrojo; esto sólo tiene sentido si el personaje fue real, pues las leyendas totalmente ficticias necesitan más tiempo para asentar sus raíces. Por otro lado, a finales del siglo V el nombre “Arturo” era muy poco común; sin embargo, a finales del siglo VI había en Britania tres príncipes llamados Arturo, al igual que muchos nobles y jefes militares. Esta repentina popularización del nombre sólo puede explicarse si hubo un Arturo real que convirtió en famoso (e imitable) lo que antes era un nombre extraño. Pero, volviendo a los documentos, la primera referencia a Arturo en una crónica histórica la encontramos en la Historia Brittonum (s.IX), del historiador galés Nennius. En ella se describe a Arturo como un dux bellorum (duque o señor de la guerra) que luchó contra los sajones en doce batallas y los derrotó finalmente en la última, que tuvo lugar entre el 490 y el 517 en el Mons Badonicus (Monte Badon). Es decir, Arturo nunca fue rey, y menos rey de Britania, pues la isla, tras la marcha de los romanos, se había dividido en una serie de pequeños reinos y Britania había dejado de existir. La referencia a la batalla del Monte Badon es interesante, porque se trata de un acontecimiento histórico, pues Gildas la menciona en su De excidio Britanniae (s. VI). Además, esa batalla fue importante, pues sirvió para contener las invasiones sajonas durante unos cincuenta años. Es decir, una gran victoria que condujo a un largo periodo de paz. Material más que sobrado para tejer una leyenda. Posteriormente, los Annales cambriae (s. X) añaden una decimotercera batalla, la de Camlann (537 aprox.), en la que murieron Arturo y Medrawt (Mordred). Pero esto, posiblemente, sea más materia legendaria que histórica.

Resumiendo: En el 410, las legiones romanas abandonaron las Islas Británicas, dejando a sus habitantes celtas, los britano-romanos, a merced de sus enemigos; los pictos, los irlandeses y, sobre todo, los sajones, que habían creado numerosas colonias en la isla. Britania estaba dividida en varios reinos que competían y luchaban entre sí y esta desunión no hizo más que favorecer la invasión sajona. Pero a finales del siglo V surgió un señor de la guerra, Arturo, que, tras ser nombrado Dux Bellorum (o algo similar), unificó militarmente (ojo: sólo militarmente) a los distintos reinos y derrotó a los sajones, estableciendo un largo periodo de paz. Esto es prácticamente todo lo que podemos afirmar con cierta certeza acerca del Arturo histórico. El resto no son más que especulaciones.

Y especulaciones las hay para todos los gustos. Me encantaría comentar los posibles orígenes de Excalibur, de Camelot, de la tabla redonda, de Ginebra, del Grial, de Avalon o de Merlín, pero no quiero alargarme demasiado. Tampoco mencionaré las diversas alternativas que los estudiosos (y los fantasiosos) han propuesto acerca de la identidad de Arturo, salvo una: la que afirma que la leyenda artúrica no recoge los hechos y hazañas de un solo hombre, sino de varios. Puede, incluso, que se refiera a una estirpe. Me explicaré.

Como decía antes, “Arturo” era un nombre muy poco común. De hecho, no se trata de un verdadero nombre, sino de un apodo que puede proceder de la palabra celta “arth”, que significa oso, o bien del término romano “Artorius”. En este último caso, la etimología no es latina, sino griega, pues procede de Arktos-ouros, que significa “guardián de la Osa” (por la constelación). Dado que ambas opciones se refieren a un oso, es probable que el sobrenombre hiciera referencia a la figura que aparecía en el estandarte del personaje. También es posible que “Arthwyr”, “Arthus” o “Artorius” dejara de ser un nombre, o un apodo, para convertirse en un título, igual que ocurrió con “César” (que posteriormente dio origen a los términos “kaiser” y “zar”).

Según la teoría de la múltiple identidad, el primer Arturo fue un comandante romano llamado Lucio Artorius Casto, que luchó contra los escotos, los pictos y los sajones en la Britania de finales del siglo II. Al parecer, Lucio estuvo destinado como prefecto al frente de la VI Legion Victrix en York y, posteriormente, se le otorgó el título de dux para aplastar una rebelión. El caso es que Lucio Artorius Casto vivió trescientos años antes de la época artúrica, pero es posible que dejara descendencia en la isla, una estirpe que adoptó el nombre Artorius como patronímico. O quizá Artorius se convirtió en un título militar. Fuera como fuese, éste sería el primer referente de la leyenda artúrica. Otros personajes que posiblemente sumaron sus hechos a la leyenda fueron Aurelius Ambrosius (supuesto tío de Arturo), el caudillo militar Riothamus, el rey de Dumnonia, Arthwys, rey del norte de Britania y quizá último Dux Britannorum, Anwn Dynod, que gobernó el sur de Gales bajo el nombre de Arthun, Arthwys, rey de Gwent, cuyo padre, Meurig, era conocido como Uther Pendragon, u Owain Danwyn, rey de Powys y de Gwynedd.

En fin, quizá todos ellos influyeran en la leyenda (incluso puede que alguno fuera el verdadero Arturo), pero lo incuestionable es que sólo hubo un Arturo histórico: el señor de la guerra que derrotó a los sajones en Mons Badonicus. Porque la leyenda, por muchos añadidos posteriores que haya sufrido, se centra en ese personaje, fuera quien fuese. Según el esquema clásico establecido por Geoffrey y Mallory, Arturo unificó a los reinos britanos bajo su mandato, derrotó a los invasores, forjó un reino de paz y justicia que duró doce años y, finalmente, murió en el curso de una batalla a manos de Mordred, provocando así el fin de Camelot. En cuanto al Arturo histórico: unificó militarmente a los reinos britanos, infringió a los sajones una severa derrota en el Monte Badon y estableció un duradero periodo de paz y prosperidad para su pueblo. Pero en 556, los britanos fueron derrotados en la batalla de Deorhan, reiniciándose así la invasión sajona que acabó recluyendo a los últimos celtas de Britania en apartados rincones de Gales. Si os fijáis, ambas historias narran lo mismo; es decir, el último esplendor y la posterior decadencia y caída del pueblo britano-romano. Ésa es la realidad que late en el corazón del mito, el final de una era, una historia triste y melancólica que nos hace añorar un tiempo que quizá nunca existió. Si aceptáis un consejo, seguid las pistas que se ocultan tras la leyenda artúrica, porque es una labor fascinante. Ahora bien, tened cuidado con las fuentes, porque se han escrito muchas tontería sobre el tema. Internet, sin ir más lejos, está lleno de artículos plagados de falsedades, errores y fantasías (como, por ejemplo, el que Wikipedia dedica al tema).

Todo esto viene a cuento porque hace unas semanas leí El señor de la guerra, de Henry Treece, una novela centrada en el supuesto Arturo histórico. Que yo sepa, en la última década se han publicado en España cuatro obras de ficción sobre el mito artúrico ambientado en su tiempo real: la trilogía Crónicas de Camelot, de Jack Whyte, La última legión, de Valerio Manfredi, la trilogía Crónicas del señor de la guerra, de Bernard Cornwell y la ya citada El señor de la guerra, de Treece.

Los dos primeros títulos proponen un Arturo de origen directamente romano. No puedo hablar mucho de estas novelas porque o no las he leído del todo o no las he leído en absoluto. De la trilogía de Whyte, emecé publicó sólo las dos primeras entregas (La piedra y la espada y El fragor del acero), así que me he quedado sin saber cómo termina. En cuanto a Manfredi… bueno, la verdad es que me parece un escritor sumamente mediocre, de modo que no he leído La última legión. Por cierto, en una nota final, Manfredi da por cierto que el vencedor de la batalla de Monte Badon fue Aurelius Ambrosius, cuando eso no está ni mucho menos demostrado. Ni siquiera es seguro que Ambrosius participara en esa batalla, porque era un hombre demasiado anciano para guerrear e incluso es posible que ya hubiera muerto por esas fechas. Lo cierto es que la mayor parte de las fuentes atribuyen la victoria de Monte Badon a Arthur Pendragon, hijo de Uther y sobrino de Ambrosius. En cualquier caso, Aurelius Ambrosius fue conocido como solus romanae gentis (“el último de los romanos”), así que Manfredi, arqueólogo italiano, no hace más que arrimar el ascua a su sardina al abogar por un Arturo romano.

Las otras dos obras proponen un Arturo britano-romano, es decir: celta. Treece expone un retrato de Arturo tan curioso como, en el fondo, realista. Al principio de la novela lo presenta como… un macarra, un matón petulante que lidera en su propia tribu una banda de facinerosos. Más tarde, el personaje evoluciona hasta convertirse en un hombre tosco, inteligente, ambicioso y terriblemente cruel. Más allá de la (brillante, es cierto) descripción del personaje, El señor de la guerra intenta adaptar la leyenda artúrica (siete siglos posterior) a la realidad histórica de la Britania del siglo sexto, y ahí es donde más endeble se presenta la novela. Por ejemplo, resulta muy tonta su explicación sobre el origen de la Tabla Redonda, y muy cuestionable su propuesta de un Arturo cristiano. De hecho, las primeras referencias cristianas a Arturo, aparecidas en biografías de santos celtas, lo tachan de “rey tirano”, “enemigo de Dios” o “rex rebellus” que permanece fiel al paganismo (antes de convertirse a causa de algún milagro del santo en cuestión). Así pues, parece que el Arturo histórico no mantuvo muy buenas relaciones con la iglesia. Por último, Treece elude, curiosamente, la figura de Merlín, haciéndolo aparecer una sola vez y, además, en forma de alucinación. En conjunto, la novela se lee con facilidad y cierto agrado, pero al acabarla le queda a uno cierto regusto a insatisfacción, como si el texto se quedara sólo en la superficie de un material mucho más profundo.

Y llegamos por fin a las Crónicas del señor de la guerra. En esta trilogía, Cornwell se propone, al igual que Treece, adaptar la leyenda artúrica medieval a su contexto histórico real. La diferencia es que, donde Treece fracasa, Cornwell sale plenamente triunfante. Porque las Crónicas del señor de la guerra, amigos míos, es uno de los mejores relatos de aventuras que he leído. Podría hablaros de las brillantes descripciones de las batallas, de la irónica voz del narrador, del magistral dibujo del personaje de Merlín o de las brillantes filigranas que emplea el autor para adaptar la leyenda (por ejemplo, Lanzarote es un villano cobarde y Ginebra una devota de Isis), pero me llevaría demasiado tiempo y espacio. Sólo quiero señalar que el tema central de la trilogía, aparte del mito artúrico, es el enfrentamiento entre el paganismo y el cristianismo, y que las simpatías del autor están claramente del lado pagano. Así pues, si me permitís un consejo, corred a la librería más cercana y comprad los tres títulos que componen las Crónicas del señor de la guerra: El rey del invierno, El enemigo de Dios y Excalibur. Da igual si os interesa o no la leyenda artúrica: os encantarán. (NOTA: La trilogía está editada en bolsillo por Editorial Quinteto y por Muchnik-El Aleph).

Para ir terminando, y como estoy seguro de que alguien sacará el tema, comentemos brevemente el asunto de los caballeros sármatas que propone la película El Rey Arturo de Antoine Fuqua. En primer lugar, no hay noticias de presencia sármata en Britania a partir del siglo II; es decir, la época de Lucio Artorius Casto, tres siglos anterior a Arturo. Pero, aunque un pequeño grupo de sármatas hubiera permanecido en la isla, lo lógico es que la abandonaran cuando, en el 410, las últimas legiones partieron hacia Roma. Pero supongamos que se quedaran y, como se muestra en la película, plantaran cara a los sajones en el muro de Adriano; de ser así, ese supuesto hecho habría sucedido unos setenta u ochenta años antes de la época artúrica, de modo que no, Arturo nunca comandó a los feroces caballeros sármatas.

Por último, alguien se preguntará por qué no he citado dos obras que también se centran en el Arturo histórico o pseudo-histórico: La Trilogía de Merlín, de Mary Stewart, y Las nieblas de Avalón, de Marion Zimmer Bradley. Con respecto a las novelas de Stewart, la respuesta es sencilla: no las he leído. En cuanto a la obra de la Bradley… Bueno, un día, al saber que no me gustaba ni pijo Las nieblas de Avalón, Elia Barceló me espetó con feminista socarronería: “Así que no te interesa una visión femenina del mito artúrico, ¿eh?”. A lo cual yo contesté: “No, querida; lo que no me interesa es una visión New Age del mito artúrico”. Y todo en Las nieblas de Avalón apesta a New Age, esa corriente tan bienintencionada como cargante que ha hecho más daño a la cultura celta que los sajones, los anglos y los jutos juntos.

Y aquí acabo, amigos míos; no por haber agotado el tema, sino por temor a agotar vuestra paciencia. Sólo me queda aconsejaros una vez más que deis un paseo por la leyenda de Arturo, no sólo porque es muy hermosa, sino también porque oculta fascinantes secretos e insólitas sorpresas.

24 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad es que Arturo siempre me ha fascinado, en mi niñez, también guardo grato recuerdo de una novela, Camelot de T.H.White , ya sé que podría ser considerada infatil, pero a mí me gustó mucho. Y si de adaptaciones a la pantalla me quedo con Excalibur de Boorman.
Gracias por esta reseña que me ha aportado un montón de datos históricos sobre Arturo que desconocía, tal vez, aún después de grande, como digo yo, es un mito que fascina y atrae, en el que presenta la utopía frente a la realidad. Arturo, un héroe cansado.

Unknown dijo...

Nada de miedo a fatigarnos: por mí, bien podías haberte extendido a gusto. A ver si meto mano a la trilogía de Cornwell, con quien ando en relaciones desde que me compré el otro día el primero de los volúmenes de su -hasta hace poco- trilogía centrada en las invasiones vikingas en Gran Bretaña (con traducciones en los títulos más bien peregrinas. Por ejemplo, el segundo título lo han traducido como "Svein, el del Caballo Blanco". Mu potito y mu herposo. Sólo que en inglés el título es "The Pale Horseman", o sea, una referencia bíblica, como en la peli de Eastwood. Sigh...). No había leído nada suyo, pero lo estoy disfrutando.

Anónimo dijo...

enhorabuena por tan estupenda "plancha".

Manuel dijo...

Hay una interpretación del mito artúrico que no mencionas, aunque al final del artículo, en la reseña de los libros, lo dejas caer tangencialmente.

Se trata de la cristianización de la isla: el rey Arturo sería el último rey celta, que representa los usos y costumbres de ese pueblo, en particular la magia (Merlín y Morgana). Y también el primer rey cristiano (la búsqueda del Grial).

Es, por tanto, la personificación del conflicto de dos culturas -una en ascenso y otra en retroceso- que se daba en Britannia en esa época.

Esta interpretación es el eje argumental de la excelente novela "Esencia oscura" de Tim Powers. Recomendable.

Anónimo dijo...

Si tu post no lo has construído a base de cortar y pegar y nace sólo de tu cultura... me postro ante tí y te rindo pleitesía. A partir de ahora me siento "Little Brother"

Anjana dijo...

Pues yo estoy de acuerdo con Víctor! podrías seguir con el tema que no cansa, es más enriquece mucho! Y bueno, si te apetece otro día nos cuentas de los orígenes de Camelot, la mesa redonda, Ginebra, excalibur, etc... que me has dejado con las ganitas! ;)

Javier Albizu dijo...

A mi me encanta el mito de Arturo y compañia, pero no tanto por su posible,o no, existencia, como por el tono tragico (que le voy a hacer, me encantan las tragedias)
En otro orden de cosas, no se si habras visto la pelicula Tristan e Isolda que realizo Kevin Reynolds, cuya historia me recordo mucho al mito arturico (vamos, como que es la historia es la misma pero con otros nombres)
El el comics Camelot 3000, Mike W. Barr, su guionista, tambien metia a estos dos personajes dentro del elenco de la histria de Arturo y sus caballeros renacidos en el año 3000 para pelearse contra unos invasores extraterrestres liderados por Morgana (dicho asi la historia suena de lo mas ridicula, pero el comic es mucho mejor)
Asi que, ya que has sacado el tema, queria hacer uso y abuso de tu erudicion (y asi me ahorro el seguir mirando por ahi las historias contradictorias que se leen por la red) y preguntarte si tienen algo que ver ambas historias.

Anónimo dijo...

Las novelas de Mary Stwart me gustan mucho.Son lo mejor de la autora. Estan contadas por un Merlin que se aparta de los estereotipos. Reconstruye el transfondo historico de forma realista y luego introduce lo fantastico como un elemento que desestabiliza los esfuerzos de Merlin para introducir algo de sentido común romano entre los barbaros.
Hay un cuarto tomo tardio, con la historia de Mordred, muy flojo.

Anónimo dijo...

Por cierto que haciendo memoria,la versión mas psicotronica del mito arturico que recuerdo es Morlock Nigth de K.W.Jeter. La premisa es que al final de "La maquina del tiempo" el viajero regresa al futuro donde es capturado por los Morlocks. Estos aprenden a manejar su maquina e invanden el siglo XIX. La unica esperanza para Inglaterra es recuperar Excalibur para conseguir que regrese Arturo.

César dijo...

Juan: La versión de White es ingenua, pero deliciosa. A mí también me gusta. Y, por supuesto, la mejor adaptación cinematográfica es Excalibur, con gran diferencia sobre las demás (que en general son mediocres o malas). Y sí, tienes razón, el mito habla del fracaso de una utopía y de un héroe cansado.

Víctor: Cornwell es un autor muy irregular. Su serie de Sharpe es mediocre, como mediocres son "Stonehenge" o la trilogía de los arqueros del rey. Leí el primer tomo de la trilogía de Northumbria y no está mal, pero no es nada comparado con la "Trilogía del señor de la guerra", su obra maestra. Léela: te encantará.

Samael: ¿Plancha?...

Manolo: Estuve a punto de comentar el tema que propones, pero hubiese sido demasiado largo. En efecto, la leyenda también refleja el enfrentamiento entre paganismo y cristianismo, lo viejo y lo nuevo. Esto queda particularmente patente en la figura de Merlín. A fin de cuentas, la leyenda, tal y como la conocemos, procede de un material eminentemente pagano que fue reescrito en el medioevo en clave cristiana (el Grial, por ejemplo, es un añadido tardío). Digamos que los cimientos del mito son paganos y las torres cristianas.

Big Brother: el secreto de la cultura personal consiste en tener una nutrida biblioteca que te ayude a rellenar los huecos de la memoria. ¿Sabía todo lo que he contado en esta entrada? Sí. ¿Recorda las fechas precisas y la ortografía exacta de los nombres? Ni de coña. Pero la cultura no consiste en almacenar datos, sino en saber que esos datos existen y saber dónde buscarlos. Por otro lado, esta entrada pude provocar la falsa impresión de que soy un erudito, y nada más lejos de la realidad. Sé bastante del tema artúrico, pero si nos remontamos al periodo de la ocupación romana de Britania, por ejemplo, estoy pez. Así que puedes quedarte con el "Big", hermano.

Anjana: vale, de acuerdo, por petición popular (aunque sólo sean dos quienes lo pidan), escribiré un segundo post sobre la leyenda. Pero después del verano.

Javier: la leyenda de Tristán e Iseo es unos doscientos años posterior a la de Arturo, aunque es posible que provenga de mitos más antiguos que se han perdido. Fue escrita por primera vez en el siglo XII, por el normando Thomas y por el francés Berul.

En cuanto al parecido con la leyenda de Arturo... bueno, hay similitudes (sobre todo con Lanzarote), pero no son iguales. En cualquier caso, la leyenda de Tristán fue al principio totalmente independiente de la de Arturo, pero dado que Tritán era un ejemplo de caballero galante, pronto fue incrustada en el ciclo artúrico, comvirtiendo al chico de Iseo en caballero de la mesa redonda.

Hay quien sostiene que Tristán fue un personaje real del siglo VIII, el hijo de Conomorus, rey de Cornualles (así lo atestigua una monolito funerario cercano a Tintagel), pero la similitud de su historia con la leyenda irlandesa de Diarmuid y Grania sugiere que estamos más en un terreno mitológico que histórico.

Hay un elemento paradójico en esta leyenda. El verdadero nombre de Tristán es Drustanus, que es la versión bretona del nombre picto Drust (que significa "alboroto"). De modo que Tristán era picto, pero los pictos eran enemigos eternos de los britano romanos... Entonces, ¿cómo un picto formó parte de la tabla redonda?

Arturo Villarrubia: teniendo en cuenta tu nombre, acepataré la recomendación y leeré la "Trilogía de Merlín".

Anónimo dijo...

>teniendo en cuenta tu nombre
Si por algún motivo que no alcanzo a entender he leido todas esas cosas que mencionas y algunas más.

Juan Antonio del Pino dijo...

Brillante post.
Me he quedado con ganas de más.
Intentaré seguir tus recomendaciones de lectura sobre la trilogía del Señor de la Guerra.

Akaki dijo...

Buen post!

Anónimo dijo...

Sí, por favor, después del verano cuéntanos más cositas.

Anónimo dijo...

Acabo de enterarme que van a estrenar una peli basada, creo, en la obra que mencionas de Manfredi con Colin Firth de protagonista.

Me muero de curiosidad por ver a Colin Firth en una peli de acción. (Qué morbo)

Anónimo dijo...

Hola,
hace dos años que practico esgrima y llevo dos meses sin poder hacerlo, primero por una lesion y despues por el cierre de las instalaciones del club por verano. Con el "mono" de espada ayer me dispuse a ver "Excalibur" de Boorman que no habia vuelto a ver desde niño...quede fascinado!
Despues quise saber algo mas acerca de lo "historico" acerca de Arturo y llegue a este blog. Nunca he sido un lector apasionado pero desearia saber mas sobre el mito de "Excalibur" o de "Merlin", así que espero que despues del verano podamos tener la continuación de tan interesante "entrada".
Un cordial saludo.

Jan Serra

César dijo...

Jan Serra: en primer lugar, bienvenido a Babel, sean las razones que sean que te hayan traido aquí. Con respecto a la leyenda/realidad de Arturo, por supuesto, escribiré la segunda parte tras el verano. Hablaremos del resto de los componentes importantes de la leyenda, que básicamente son: Merlín, Ginebra, la Tabla Redonda, Camelot, el Grial y, por supuesto, Excalibur. Lo que no podré es hablar de cómo se luchaba con esas espadas, porque mis conocimientos de esgrima se reducen a cero. En cualquier caso, y aunque no seas un gran lector, te recomiendo que leas la "Trilogía del Señor de la Guerra", de Cornwell. Te gustará. Ah, y la película de Boorman es, en efecto, fascinante. Por cierto, échale un vistazo a las pinturas de la corriente prerrafaelita y verás de dónde procede la estética de la película.

Anónimo dijo...

He puesto antes un comentario en otra entrada de este blog, y me he quedado corto: este blog es verdaderamente genial.

Siempre me han fascinado las leyendas medievales, aunque mi preferida sea la del Preste Juan.

César dijo...

Juan: Vaya... gracias. :)

Manuel dijo...

Ante todo César, gracias por tu respuesta. ¡Demasiado a menudo me olvido que eres de los que siempre respondes! (Por cierto, en tu respuesta no mencionas si has leído "Esencia Oscura", de Powers, y si te gustó o no)

Este nuevo comentario es para decir que ya he visto la película, "la última legión" ;-) Durante la misma me envolvió un aire de "dejà vu" que me recordaba este artículo constantemente; por fin, hoy lo he leído y he visto la referencia al libro en el cual se basa la peli... ¡acabáramos!

Bueno, no está mal. Me gustó mucho la señora Rai... en todos los sentidos :-) aparte de guapísima hace muy bien su personaje (que es, por cierto, un cliché supermanido para tener la excusa de poner un personaje femenino interesante).

Hay también el típico mensaje de estos filmes épicos para que el espectador empatice con la trama; "Luchamos por la libertad..." y todo eso. Pero en este caso, el patriot(er)ismo que suele acompañar estas soflamas se ve un poco diluido porque no queda muy claro cuál es la nación por la cual hay que luchar (me encanta...)

César dijo...

Manolo: no he leído "Esencia oscura", pero lo tengo. De hecho, cuando leí tu comentario me entró curiosidad, así que me puse a buscar el libro. Y no lo encontré. Todavía ando buscándolo (ay, qué malas son las mudanzas para las bibliotecas demasiado nutridas).

Aún no he visto "La última legión", pero la veré. Ya te daré mi opinión, aunque puedo adelantarte que estoy de acuerdo contigo en que la señora Rai está como un queso.

Anónimo dijo...

Osea que las historias sobre arturo son buenas si son propaganas y malas si son procristianas. Joder que fuerte.

César dijo...

Anónimo de las 10:08: si eso es todo lo que has entendido después de leer la entrada, te recomiendo que la leas otra vez. En ningún lugar del texto sostengo que la calidad de las historias artúricas dependa de que sean procristianas o propaganas. De hecho, sería absurdo pensar así, porque la inmensa mayoría (casi la totalidad) de las historias artúricas que nos han llegado están ligadas a elementos cristianos.

Otra cosa es el hecho de que la destrucción del mundo artúrico y, en general, de la cultura britana, se deba, aparte de las invasiones sajonas, a la acción del cristianismo, que se ocupó de borrar todo rastro del universo pagano anterior a la conquista romana. Yo, por mi parte, prefiero la tolerancia pagana al integrismo cristiano, pero es una opinión personal que en modo alguno se aplica a la calidad literaria de ningún texto.

¿Qué fuerte?... Lo fuerte es cómo entiendes tú las cosas, amigo mío.

Anónimo dijo...

Soy devoto del Rey Arturo desde que ví Excalibur. Por eso, me parece natural que se intente encontrar al hombre en el tiempo que fue Arturo, no como leyenda, sino como hecho histórico, como alguien que efectivamente habitó entre nosotros. En esa línea me confieso devoto, como lo son los cristianos de Jesús, un señor tan legendario como Arturo. Al fin y al cabo seguimos buscando héroes a los que imitar, que representen las ideas de la JUSICIA. Todo lo que se escriba sobre la leyenda o el mito me parece bien; son como lecturas posibles o imposibles de un personaje único, y por ello no desdeño a Marion Zimmer Bradley ni el Merlín de la serie de la BBC. De todas formas, también he leído a Monmouth, Steinbeck y Malory, me falta Chretien de Troyes, y a raíz de este artículo leeré la Trilogía de Cronwell. Gracias, y sigamos buscando el grial sin descanso y sin más reconmpensa que sentirnos caballeros, sin más.