miércoles, octubre 3

En la mente del escritor 2. La idea.

Quizá la pregunta más vulgar que se le puede hacer a un escritor es: ¿De dónde sacas las ideas? Y, como es lógico, una pregunta tan tópica merece una respuesta no menos tópica: De todas partes.

Antes de proseguir, conviene aclarar un par de puntos. En esta serie de posts voy a referirme en todo momento, y salvo que diga lo contrario, al proceso que sigo para escribir una novela. Así que nada de relatos cortos: novela. En segundo lugar: ¿qué entiendo yo por “idea”? La idea es el germen de la novela, la semilla. Puede ser cualquier cosa: una imagen, un nombre, un tema, un objeto, una persona, una noticia, un sueño, una anécdota, el párrafo de un libro... Lo que sea, pero seguramente reunirá dos condiciones: 1ª, será algo todavía muy pequeño y difuso; 2ª, por las razones que sean, esa idea te interesará, te atraerá como escritor (y como ser humano, claro; a veces, los escritores parecemos humanos).

Así pues, las ideas se encuentran en todas partes. En tu familia, en tu círculo de amigos, en tu barrio, en el periódico... o se te pueden ocurrir a ti sin tener muy claro de dónde proceden (pero de algún sitio vienen, no lo dudes). De hecho, en general las ideas no se buscan: se encuentran. Ahora bien, una vez que tengo la idea, ¿qué hago con ella? Pues intentar averiguar cuál es su tamaño, alcance y posibilidades. Hay ideas que parecen muy prometedoras, muy brillantes, pero que luego resultan no ser válidas para cimentar una novela. Otras, sin embargo, son aparentemente más sosas y limitadas, pero al escarbar en ellas descubres inesperadas posibilidades. Pero lo mejor es poner un par de ejemplos.

Yo, como imagino que la mayor parte de los escritores, tengo un “cuaderno de ideas” en el que anoto, pues eso, todas las ideas que encuentro o se me ocurren. Digo “anoto” y eso no es del todo cierto, pues entre las páginas de mi cuaderno hay noticias recortadas, fotos, servilletas de papel pintarrajeadas, dibujos... hasta (me sonrojo) un trozo de papel higiénico anotado (eso sí, sin usar). Bien, ahora voy a coger el cuaderno de marras y buscaré una idea que nos sirva de muestra... Vale, ésta puede servir; la voy a reproducir tal cual la anoté en su momento: “Banco de tiempo. Un banco en donde uno puede ingresar tiempo. Existen cheques de días, horas o minutos, y se pueden solicitar créditos, préstamos e hipotecas de tiempo”.

Ahora vamos a darle unas cuantas vueltas a esta idea. De entrada, pertenece al género fantástico, eso está claro. Ahora bien, ¿cuán grande es? La idea, un banco de tiempo, abre interesantes expectativas. ¿Qué pasa cuando alguien se arruina? ¿Hay millonarios de tiempo? ¿Qué hace el banco con los beneficios? ¿Existen ladrones de tiempo?... Sí, las posibilidades son sugestivas, pero hay algo que no acaba de convencerme del todo. Eso de un “banco de tiempo” resulta un poquito... burlón, irónico quizá, en cualquier caso no del todo serio. Y puede también que un poquito artificial. Creo que el concepto no soportaría el andamiaje de una novela; al final resultaría endeble. Quizá una novela corta, o puede que una novela de humor. Porque me temo que si intentara estirar esa idea, se le saltarían los pespuntes. Me parece que es más adecuada para un cuento; en unas 40 o 50 páginas se le puede exprimir el jugo y ocultar sus defectos. Sí, un cuento.

O sea, que la idea parecía prometedora, pero no me sirve para un texto largo. Si estuviera buscando el tema básico para una novela, descartaría esta idea y probaría con otra. Vamos a hacerlo.

La siguiente idea es una palabra: Taltavull. En realidad, se trata de un apellido. Veréis, hace años vi un anuncio en el periódico (publicidad pagada) donde se decía que iba a haber una reunión de todos los que se apellidan Taltavull en no recuerdo qué local de congresos de Madrid. Por lo visto, se trata de un apellido tan antiguo como poco frecuente, pues todos los que lo ostentan están de un modo u otro emparentados, aunque dispersos por toda España. Bueno, vamos a olvidarnos del hecho real y reduzcámoslo a la simple idea: alguien organiza un congreso para reunir a todos los que tengan determinado apellido. La pregunta es: ¿por qué? ¿Por qué esa persona organiza un congreso, que es algo que es caro y laborioso? ¿Qué busca?

¿Veis?, la segunda idea parece más vaga que la primera; sin embargo, la segunda puede sustentar no una novela, sino muchas. Porque en cuanto os pongáis a responder a ese “¿por qué?” que planteo en el párrafo anterior, descubriréis que cada respuesta conduce a un argumento distinto. De entrada, la idea en sí no pertenece a ningún género, de modo que eso lo decidiremos nosotros. Además, es una idea muy amplia que puede abarcar desde una historia de amor hasta un relato de terror. Es también una idea consistente, sin grietas. Por último, es una idea poco usual y un tanto intrigante que, por sí misma, puede capturar la atención del lector. Hace años, desarrollé todo un argumento basado en esta idea; por razones que no vienen al caso, no escribí la novela, pero mientras barajaba opciones argumentales me sorprendió la cantidad de alternativas diferentes (e interesantes) que brotaban de esa peculiar reunión familiar.

Permitidme comentar otra idea “difusa”, pero sugerente. Se trata, también, de un anuncio aparecido en la prensa hace unos años. En realidad, es un simple módulo de El País (creo que la edición del País Vasco) de 6X5 cm. El texto dice así: “C.H.R.I. Centro Histórico busca documentos, fotos u objetos relacionados CON ACCIDENTE DE AVIÓN ALEMÁN ocurrido en la playa de San Sebastián el 8 de mayo de 1945. Contacto: J. de Schutter, 5, rue du Sec Arembault 59800 Lille (Francia)”. Ante todo, tengamos en cuenta unas cuantas cosas. El accidente se produjo al final de la 2ª Guerra Mundial en Europa, justo al día siguiente de la capitulación alemana. Por otro lado, la persona de contacto tiene apellido alemán, pero su dirección es francesa. Además, Lille se encuentra al norte de Francia, en la frontera con Bélgica, cerca del Paso de Calais. Vale, esos son los hechos; ahora, las preguntas: ¿qué o quién iba en ese avión? y sobre todo ¿por qué, cincuenta y tantos años después de los hechos, alguien o algo se interesa por ese accidente? Nunca he intentado desarrollar un argumento basado en esta idea, pero estoy seguro de que ahí hay una buena historia. En principio, el tema no se decanta hacia ningún género en concreto, aunque parece que se inclina hacia el thriller. Pero también podría ser una historia de amor, o bélica, o de intrigas familiares. Es una idea razonablemente amplia.

Muy bien, amigos míos, ya he elegido una idea que será la simiente de mi novela. ¿Qué hago ahora? Asegurarme de que esa idea me interesa y atrae lo suficiente para trabajar en ella. Tened en cuenta que escribir una novela lleva meses, incluso años; es decir, mucho tiempo trabajando en lo mismo. Si el tema, la idea, no me interesa lo suficiente, acabaré escribiendo a desgana y al final haré una mierda; o un texto correcto, pero sin alma. Escribir una novela requiere toda la energía que se pueda acumular y gran parte de esa energía provendrá de mi pasión por el argumento. Así que la idea debe interesarme mucho o, mejor, entusiasmarme.

A veces me equivoco, es cierto. En un par de ocasiones he desarrollado argumentos completos y luego, tras escribir las primeras páginas, he descubierto que no tenía las menores ganas de seguir. Así que dejé aparcadas ambas historias. Aparcadas, porque el hecho de que no me entusiasmaran entonces no significa necesariamente que los argumentos o las ideas fuesen malos, sino que esos no eran los momentos oportunos para escribirlos. Porque no siempre apetece escribir las mismas cosas, igual que no siempre apetece leer la misma clase de libros. Cada momento, cada circunstancia, cada estado de ánimo conduce a historias distintas. Eso conviene tenerlo en cuenta.

Bueno, ya tengo en mis manos una pequeña, rutilante y prometedora idea. ¿Cuál es el siguiente paso? Pues exprimirla para sacar de ella las historias que contiene. O, dicho de otra forma: crear un argumento. Pero de eso, fraternos merodeadores, hablaremos en la siguiente entrega
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38 comentarios:

Emilio dijo...

Banco de tiempo. Un banco en donde uno puede ingresar tiempo. Existen cheques de días, horas o minutos, y se pueden solicitar créditos, préstamos e hipotecas de tiempo...

¡Pero si esa idea es la base fundamental de una de las mejores novelas juveniles de corte fantástico de todos los tiempos!
Con lo bueno que eres, ¿cómo puede ser que no te hayas leído "Momo", de Michael Ende?

Momo va precisamente de eso y es un libro tan endemoniadamente bueno que ni aunque pudieras escribir algo mil veces mejor que "Las lágrimas de Shiva" llegarías a acercarte un poco. Y conste que te tengo por -quizás- el mejor autor que ha dado la narrativa juvenil española. Hazte una idea.

No puedo creerme que no conozcas ese libro, en serio. En Alemania está considerado, junto con "La Historia Interminable" como una obra maestra de lo tuyo. Y en este país somos legión los que nos enamoramos de la narrativa fantástica de la mano de "Momo". Así que supongo que has soltado eso del banco de tiempo tomándole prestado el ejemplo a Michael Ende por la jeta y sin mentar la cita... porque si no es el caso, me temo que te has perdido algo tan gordo tan gordo como que cuando lo leas igual te cambia cuatro puntos el chip literario.

Así las cosas, te concedo dos opciones: o me sacas de mi asombro y reconoces que la idea era simplemente un ejemplo que has pillao por banda a vuelapluma, o desenvainas ipso facto la VISA y encargas ya mismo el libro que te digo, porque (por mucho que digas eso de que los escritores no pueden leérselo todo y tal) me resulta absolutamente alucinante que no conozcas una novela de semejante calibre.

César dijo...

Amigo Emilio: pues, por mucho que te sorprenda, no conocía el argumento de "Momo". Sí el tìtulo, sí el nombre del autor, pero eso es todo. Y te voy a abochornar mucho más: intenté leer "La historia interminable"... y no pude con ella (por eso ni me planteé leer "Momo"). No digo, ojo, que esos título y ese autor sean malos; sencillamente, esa clase de fantasía no me interesa. Culpa mia, sin duda.

Por otra parte, jamás haría mío un argumento de otro autor. Me han acusado de muchas cosas, pero nunca de plagiar. Por cierto, ¿no te parece un poco excesivo el tono de tu comentario?

Anónimo dijo...

Buen comienzo César. Realmente es así, creo, como llegan las ideas. De una forma básica. Y en cuanto al post de emilio, me gustaría decir que quizá ideas básicas no haya tantas, pero el resultado final puede ser totalmente distinto dependiendo del tratamiento, personajes, etc. Es como decir: chico busca chica, chica se enamora de chico, etc... Con esa idea simple se han creado auténticas obras de arte, y no por ello son plagios. Es verdad tb que a fuerza de exprimir los temas se acaban agotando. Es como decir: monstruo se come al grupo del prota. El prota mata al monstruo. Hay cientos de historias así. Pero luego llega alguien y te hace alien. Y todo tiene otro cariz, por la ambientación, etc....
Vamos, que si hubiera prosperado esa novela basada en el tiempo no tendría porqué parecerse a la historia de Momo. Igual hubiera salido algo completamente diferente (más aún si no se ha leido). Esto me recuerda a la anecdota que contaba amenabar cuando vio el sexto sentido, que se le cayó el alma a los pies, pues Los Otros tiene una idea básica parecida: los protagonistas está muertos, pero no lo saben. Y sin embargo ambas obras son completamente diferentes.
Fijaos en la Fantasía: dragones, elfos, magos, aprendices.... más visto que el tebeo, y sin embargo hay algunas novelas que sorprenden. Y la idea básica es la misma.

Emilio dijo...

No me abochorna que no te conozcas la obra de Michael Ende, pero sí que me sorprende mucho que no te guste. Tal vez sea porque a nosotros (creo que tengo veinte años menos que tú, más o menos) nos hacían leer sus novelas en secundaria; o tal vez porque me hierve la vena cuando se trata de libros como los suyos. Yo los considero imprescindibles, ya ves.

Tampoco he pretendido culparte de nada ni creo que quepa hablar -¡relax!- de plagio en un contexto como este. Yo sólo me he quedado alucinando bellotas al ver pasar a una de mis vacas sagradas por uno de tus pensamientos peregrinos. Y eso es todo. No sé, no creo que mi tono sea para tanto.

Dicho lo cual, ¿tú estás seguro de que esa clase de fantasía no te interesa? ¡Si Ende es uno de los autores de fantasía juvenil con más éxito de toda Europa!

César dijo...

Amigo Emilio: evidentemente no se me puede acusar de plagio, porque no he escrito nada basado en esa idea y, como es natural, no lo escribiré. No sé cuántos años llevaba apuntada la idea en mi cuaderno; muchos, a jugar por su posición (estaba entre las primeras), pero el caso es que jamás la utilicé; supongo que porque no acababa de convencerme.

Michel Ende, al menos en las dos obras que hemos citado, se dirige sobre todo al público infantil. Yo sólo he escrito una novela infantil y porque me lo pidió mi hijo pequeño. Por otro lado, no leo novelas juveniles, salvo las de mis amigos. En cuanto a Ende, no sólo es que no me guste, sino que (al menos en "La historia interminable") me irrita. No soporto la narraciones donde los paises se llaman Fantasía y hay princesitas y dragones buenos. Pero eso, insisto, es cuestión mía y de ninguna manaera voy a afirmar nada negativo acerca del autor y de un libro del que sólo leí una terera parte, como mucho. Cuestión de gustos.

En cuanto a tu tono, que yo consideré un poco excesivo (aunque quizá debería haber dicho "exaltado")... ¿No lo es decir algo como esto?: "Así que supongo que has soltado eso del banco de tiempo tomándole prestado el ejemplo a Michael Ende por la jeta y sin mentar la cita". ¿Eso no es un poco excesivo y un pelin insultante? ¿No? Perdona entonces: me lo había parecido.

Por cierto, cuando dices: "Yo sólo me he quedado alucinando bellotas al ver pasar a una de mis vacas sagradas por uno de tus pensamientos peregrinos", ¿a qué te refieres: a que mis pensamientos son viajeros o a que son estúpidos?

miwok dijo...

Gracias César, esto es como un curso por correspondencia, y a mí que a veces no tengo las cosas muy claras me ayuda bastante.

Anónimo dijo...

Para completar el comentario de Mazarbul voy a citar una novela llamada "Tourmalin's Time Cheques" de F. Anstey, que trata precisamente de un banco de tiempo. La novela se publicó en 1891. ¿Ende copió a Anstey? No creo, sería una casualidad.
César: excelente entrada.

S. Ros

Emilio dijo...

César,

Ende no se dirige principalmente a los niños. El tinte apestosamente infantil de sus historias suele leerse como algo simbólico.

Por lo demás, vamos a dejar la discusión, que te noto un poco tenso.
Quizás eso sea culpa mía, pero en cualquier caso, no era mi intención importunarte. De manera que, con tu permiso, yo me apeo aquí.

Anónimo dijo...

Perdonadme que me meta en una discusión a la que no he sido invitado, pero me siento aludido en cierta forma pues mi trabajo consiste en buscar ideas y que a continuación me las rechacen de forma contundente. Emilio, no te extrañe en absoluto que haya coincidencia entre varios que buscan algo sorprendente. Momo, no es sólo la idea, que se le puede ocurrir a muchísimas personas que buscan argumentos, también es (supongo, por lo que dices, pues tampoco la he lido)su ejecución, su puesta en escina. Por otro lado, todos los que buscamos ideas, bebemos de las mismas fuentes, precisamente para "encontrar" la idea, pues como dice César, las ideas aparecen, se encuentran, aunque el proceso implique una labor de búsqueda. Esto parece extraño y opuesto en si mismo, pero, al menos es el método que vengo utilizando desde que me dedico a intentar sacar adelante mis ideas, y no sabes la cantidad de veces que me he encontrado con que ya se le había ocurrido a otra persona, sin que implique ninguna voluntad de plagio, ni indocumentación por parte de ninguno de los implicados. Fíjate, como ejemplo en otra dimensión más lejana a lo que se está diciendo aquí, la coincidencia entre Leibniz y Newton que descubrieron, o inventaron, al mismo tiempo el cálculo infinitesimal.

Anónimo dijo...

Por otro lado, y termino con mi comment, el post de César me parece muy enriquecedor, contructivo y generoso, como para fijarse en un pequeño detalle que carece de importancia dentro del contexto. Emilio, creo que te has puesto muy puntilloso con un detalle de escala molecular.

Anónimo dijo...

A mi tampoco me gustó mucho "La Historia Interminable". Se me hizo, y perdón por el chiste malo, interminable. De Momo no sé nada, salvo quizá lo que se ha comentado aquí, pero evidentemente una cosa es que dos ideas compartan idea "germinal" y otra que sean iguales.
Por eso la palabra "plagio" hay que usarla con cuidado, creo yo. Por ejemplo, en los muchos "remakes" que se hacen, aún contándose la misma historia, muchas veces no hay quien reconozca la paternidad.

Un saludo, César.

Anónimo dijo...

No creo que Michael Ende sea el mejor o un referente, prefiero los hermanos Grimm,Andersen o de leyendas y cuentos populares de todo el mundo, de donde Ende tomó muchos argumentos, y tantos otros autores lo han hecho sin hablar de plagio, eso es como decir que la literatura europea comenzó en Milan Kundera.
El que existan ideas repetitivas o argumentos similares lleva pasando desde que se escribió la Odisea, no la de Joyce claro,para mí no es plagio ni mucho menos cada uno da su visión personal de ideas similares que pueden y , de hecho crean, obras conmpletamente distintas a la par que enriquecedoras o verdaderos fiascos, porque hay de todo, pero reprochar eso a César me parece excesivo y de mal gusto.Ale el que esté libre de pecado que tire la primera piedra...

Jorge dijo...

A mí también me parece que, en efecto, el tal Emilio andaba un tanto sobrado y puntilloso en sus reproches, sin darse cuenta del efecto de sus palabras.

Por otra parte, creo que fue Eugenio d'Ors el que dijo: "El pecado original fue un plagio".

Yo, mientras, sigo enganchado a este cursillo literario "en casa de César", en la que tenemos que ser corteses y atentos como buenos invitados.

César dijo...

Amigos míos: desgraciadamente, los comentarios han ido por un camino que yo no quería. Anda, vamos a terminar con esto. Para ser justos, la palabra "plagio" la he mencionado yo primero, aunque es lo que se desprendía del comentario de Emilio. Insisto: no puede haber plagio porque no hay nada escrito; ya he tachado esa idea en mi cuaderno y a otra cosa, mariposa. Tampoco me gustaba demasiado. Por otro lado, creo que Emilio no pretendía ser ofensivo, lo que pasa es que no midió sus palabras. Dejémoslo así.

Con todo, Emilio nos ha proporcionado una buena norma a seguir: una vez que tengamos elegida la idea, asegurémosnos de que no está usada. Porque como dice Samael, todos pescamos en el mismo río y que dos pescadores obtengan truchas idénticas no es tan infrecuente.

Veréis, cuando me propuse iniciar esta serie de entradas, lo hice por tres motivos:

1º: Entre los merodeadores de Babel hay bastantes escritores que están dando los primeros pasos en el mundo de la literatura, así que pensé que mi experiencia podría ayudarles.

2º: Por otro lado, me pareció que los merodeadores no-escritores estarían también interesados en conocer los mecanismos mentales de un escritor durante el proceso de creación. Mucha gente considera la creación literaria casi como algo mágico y me gustaría demostrarles que no es así, que todo es cuestión de lógica, procedimiento y estrategia... bueno, y también de intuición y eso tan raro que es la inspiración.

3º: Para reflexionar yo mismo sobre mi trabajo, que eso siempre viene bien.

Por tanto, me encantaría que los comentarios se centraran en la literatura, en el proceso de escribir... En este caso, en las ideas. Ya sé que todavía estamos en lo más sencillo y evidente, que lo de las ideas lo sabe todo el mundo, pero quedan puntos sin comentar. Por ejemplo: ¿Se puede condensar una idea demasiado grande para la extensión que deseamos? O lo contrario: ¿se puede estirar una idea pequeña para convertirla en una novela? ¿Y la mezcla de ideas?...

Venga, animaos.

Jorge: no estás "en casa de César". Estás en tu casa, de modo que si te apetece puedes tirarme tomates.

Anónimo dijo...

Ops, me despisto un momento y mira lo que me pierdo.

Otra vez estamos con lo mismo. ¿Os acordáis de la entrada de los "supra" y los "infra"... A mí me parecía una idea muy trillada (más que el banco del tiempo), y sin embargo, Fray César me convenció de que de una misma idea pueden salir multitud de historias diferentes.

Es brillante el ejemplo de Los Otros y El Sexto Sentido. Todos están muertos y no se enteran... Pero son pelis e historias completamente diferentes.

Y apuesto a que de una idea ínfima se puede sacar una gran novela, y también de un gran idea un pequecuento.

Y bueno, de la mezcla de ideas... ¿no nacen las novelas? Con una sola... Bueno, sí, con una sola, salen cosas majas, pero ¡¡mola más con varias!!

:P

Jorge dijo...

Centrémonos, pues, en la literatura. Aguardo con gran interés el momento en que abordes lo que denominabas palabras clave: "estructura", "motor",
"dosificación de la información" y "misterio".

Yo creo que nunca seré capaz de escribir una novela clásica por varias razones: 1) por pereza (tenía razón Borges en eso de para qué escribir una novela de 300 páginas cuando puedes escribir un cuento de 8 páginas donde se resuma el argumento de esa novela no escrita y se rebata su contenido); 2) por su artificialidad; en esto tal vez coincida con quien decía que la vida no tiene argumento, historias; más bien nosotros damos sentido a la vida cuando nos la narramos a nosotros o a otros para entenderla mejor (o narramos los episodios de la vida para así dotarlos de un sentido que por sí mismos no tienen); creo que fue James Joyce quien en "Dublineses" precinde de la artificiosa estructura clásica del relato (planteamiento-nudo-desenlace) obviando el desenlace, con el resultado de unos relatos estupendos, no comparables a la opacidad calculada del "Ulises"; por último, como escribió Miguel Espinosa, las historias principian realmente por el final, ya que éste confiere sentido a toda la historia.

Ya no recuerdo a cuento de qué venía todo esto. En cualquier caso, si escribir una novela es comparable a representar un espectáculo de magia, lo importante es que el público lo pase bien y que no canten los trucos.

Anónimo dijo...

Lo de "tomar prestado un ejemplo por la jeta sin mentar la cita" tampoco es ningún crimen: lo hacen los docentes de vuestros hijos todo tiempo y vosotros bien que les pagáis por ello, porque no hay piratería alguna (sino ilustración) en tomar como modelo la idea de un genio cuando se pretende ilustrar un concepto abstracto, que es lo que parecía que había venido a hacer César, en términos didácticos.

Y menos aspavientos y rasgar de vestiduras, hostiaputa. A ver si al final vamos a tener que ir por la red cogiéndonos las pollas con papel de fumar por si alguien se nos pone susceptible... Anda que no tiene peligro lo vuestro, pedirle a la peña que salga por los blogs "midiendo las palabras". ¿Qué es esto, la boda del príncipe? ¿Hay que tener cuidado con vosotros, hacer esfuerzos para no molestaros al llamar a las cosas por su nombre? ¿Pero qué os habéis creído?

Víctor Martínez dijo...

Con el tema de Michael Ende, yo creo que resulta determinante la edad a la que leíste sus libros para que te guste o no. Yo leí La Historia Interminable con 12 años más o menos, e inmediatamente después, Momo. Jamás he vuelto a releerlos, pero en aquel entonces marcaron para mí "un antes y un después" en el sentido de que me hicieron reflexionar bastante. En el caso de la "Historia..." yo hasta entonces no había leído ningún ejercicio metalingüístico y aquel juego de doble realidad entre la fantasía y el narrador-lector me pareció poco menos que la invención de la pólvora literaria, y de hecho dejó en mí una afición por los relatos que, de alguna manera, proponen este mismo esquema. Ahora, supongo, no me habría causado ese efecto pero a los 12 años fue brutal. Es algo así como lo que les ha pasado a los adolescentes actuales (o los de hace una década casi) con Matrix, que han flipado pensando que el juego "la realidad no es la realidad" lo habían inventado los Wakachoski Bros (o como se diga), cuando es una idea omnipresente en nuestra cultura, al menos tan antigua como Platón y el mito de la caverna... Sin ir más lejos, el propio cristianismo nos dice que vivimos en Matrix.

Pero vuelvo a Ende, que me lío. Con Momo todo aquel rollo de los hombres grises y el robo de tiempo me pareció también fascinante; de hecho lo que menos me gustó de Momo fue Momo. Por aquel entonces, a los doce años, yo me consideraba mucho más adulto y mayor que me siento ahora, y me molestó que se planteara una historia que me parecía tan interesante a través de un personaje muy de cuento de niños.

Ya digo que nunca las he releído y creo que, como a César, no me colaría ya ni con calzador una historia de emperatrices mágicas, dragones buenos y países llamados Fantasía. Cada libro, supongo, tiene su momento en tu vida, y a lo mejor este podría ser un buen tema para otro debate: ¿qué libros nos epataron porque los leímos en el momento justo en que debíamos hacerlo?

César dijo...

Anónimo: muy bien todo lo que dices en el primer párrafo, salvo por un pequeño detalle: yo no "tomé prestado un ejemplo por la jeta sin mentar la cita". Cogí una idea de mi cuaderno que creía mía y que luego ha resultado estar utilizada por al menos dos escritores: un tal Anstey (autor totalmente desconocido para mí) y Ende. Eso es todo.

En cuanto a lo de "rasgarse las vestiduras", los "aspavientos" y todas las soplapolleces que dices en el segundo párrafo, sinceramente no lo he visto por ninguna parte. Lo que he visto son unos comentarios contrarios a una opinión, pero respetuosos y educados. Algo que he echado de menos en tu comentario tipo "hostiaputa". Y punto, no me interesas anonimito.

Merodeadores: por favor, no contestéis al anónimo. Sigamos hablando de literatura.

Anónimo dijo...

Hola César, creo que, respecto a las ideas todo es posible. En mi opinión, muchas veces una idea grande es muy dificil de condensar en una novela ,ya que según se va escribiendo van saliendo nuevas tramas,más ideas, personajes etc...y al final se queda uno corto y podría dar para más novelas y por la misma razón creo que una idea pequeña se puede alargar lo suficiente para una novela porque según se va escribiendo van apareciendo nuevas cosas en el desarrollo. En definitiva creo que todo vale. a la creatividad no se le pueden cortar las alas, pero me inclino más por la idea pequeña a la que les puedes soldar nuevas ideas y construir algo sólido , siendo el germen lo primero, y conservando su esencia argumental, su idea, su entretenimiento o su mensaje.

Víctor Martínez dijo...

Y sobre la formación de las ideas, coincido con mazarbul en que hay una alta probabilidad de coincidir con otro en las ideas básicas de partida de cualquier producto creativo. El problema es que, en primera instancia, tendemos a desarrollar esas ideas de manera "lógica" -para ganar la complicidad del lector o espectador- y en ese desarrollo también podemos acabar coincidiendo.

En el ejemplo de Amenábar, él mismo podría haber desarrollado "los Otros" en la época actual y con un único personaje principal, y ahí la comparación con "El Sexto Sentido" habría sido casi inevitable.

Las ideas están ahí, en el aire, y la simultaneidad creativa es un riesgo que corre todo escritor o guionista. Aún así, ¿no os fascinan las distintas perspectivas sobre una misma idea?

Por poner un ejemplo de otro campo, actualmente en televisión hay dos series cuya idea y planteamiento es idéntica: en ambos casos la protagonista es una mujer "normal", casada con un hombre muy comprensivo, que tiene poderes paranormales y contactos con el más allá, de forma que acaba resolviendo crímenes y demás. Me refiero a "medium" y "Entre Fantasmas". Y sin embargo, una vez partidos de la misma, idéntica idea, se obtienen dos series que no pueden ser más diferentes: mientras la primera hilvana argumentos bien trabajados con un reparto de secundarios excelente, la segunda es un pastiche infumable para mayor gloria del escote de Jennifer Love Hewitt.

Y es que, en el fondo, nos gusta que nos cuenten una y otra vez las historias que nos gustan: nos gusta el origen bíblico de Superman, enviado como Moisés, pero a través del espacio infinito. Nos conmueve el drama del Doctor Bruce Banner, que es el drama del Dr. Jekyll, que es el drama del Dr. Frankenstein. Nos gusta la idea de "Galáctica, Estrella de Combate" que es la idea del Éxodo y la idea de la Tierra Prometida. Nos gustan Fray Guillermo de Baskerville y Adso de Melk porque son Sherlock Holmes y Watson.

Bueno, no sé si estoy divagando demasiado; es viernes y ésta no ha sido precisamente mi mejor semana en los últimos tiempos, pero concluiré diciendo que me parecen más flagrantes otros plagios que van más allá de la idea, que copian estructuras, estilos narrativos,... Recuerdo que una compañera me dijo que, al leer "La Casa de los Espíritus", de Isabel Allende, lo primero que pensó fue "¡Oh, qué bonito plagio de Cien Años de Soledad!". Y tenía razón.

Jorge dijo...

Una de mis novelas preferidas es "El maestro y Margarita", de Bulgakov: no consigo dar con una idea que la vertebre, sino con una suma de peripecias, por decirlo de algún modo. Por el contrario, en novelas como "Cien años de soledad" o "La metamorfosis" la idea aparece condensada en el propio título.

Anónimo dijo...

¿No os ha ocurrido alguna vez empezar a escribir sin tener la menor idea de cómo va a acabar todo? es decir, escribir sin tener ninguna idea preconcebida; no hay argumento que nos guíe por donde tenemos que ir. Es como abrirse camino por una espesa selva a machetazos sin saber si llegaremos a un muro sin salida o al borde de un maravilloso valle exhuberante de posibilidades(tanto lirismo a mi también me parece potativo, pero tengo estrés y ninguna gana de corregir). Esto no vale, supongo, para escribir una novela, pero para narraciones cortas está fenomenal, porque el primer sorprendido por el final es el propio autor. El riesgo a no encontrar ninguna forma de terminar el cuento es parte del juego.

Arcadio dijo...

¡Madre del amor hermoso! Estoy fuera unos días y la que se ha formado.
Bueno, querido César, yo creo que cualquier idea puede ser estirada por precaria o limitada que parezca en principio. Supongo que dependerá de la capacidad digresiva del autor o su perfil de escritor fantástico o imaginativo, según la división que estableció en una ocasión Coleridge. Por cierto, ¿crees que esa división puede realmente determinar cómo se enfrenta un autor a la hora de desarrollar una historia?
Dices que algunas ideas no parecen dar mucho de sí y al escarbar en ellas te das cuenta de que no estabas en lo cierto. ¿Cuando dices escarbar te refieres a realizar un desarrollo teórico previo a la escritura, o ponerte a escribir (al hilo de lo mencionado por Samael)partiendo de esa idea inicial y dejar que la escritura azarosa y la improvisación haga el resto?
A raíz de la publicación de la última novela de Javier Marías he leído (bueno, lo cierto es que ya lo sabía de antes, Marías me gusta) que su método es escribir sin planificación previa ni idea establecida de dónde irá a parar. Yo suelo utilizar ese método, no tanto por que me gusta como porque quizá no sé organizarme o carezco de paciencia para realizar un estudio pormenorizado de lo que voy a escribir. Y la verdad es que no me funciona, porque, las más de las veces, este método me aboca a un callejón sin salida.
Es bien cierto que algunos de los mejores cuentos que he escrito (si no mejores los que han tenido un reconocimiento en forma de premios, etc)han partido de una noticia leída en la prensa que antes de escribirla la he imaginado completamente desarrollada, sabiendo cómo iba a acabar y cuál era la frase exacta que le daba fin. Lo que me lleva a la evidencia que el método de desarrollar antes la idea es el que más me convendría, y sin embargo en una narración larga me resulta muy dificultoso. Amigo, ¿cuál es el secreto de pasar de escribir relato a novela sin perecer en el intento?

Por último, quisiera agradecer a Emilio que me haya aclarado de manera tan eficiente el significado de SIMBÓLICO. No sé qué hubiera hecho sin su ayuda.

Jorge dijo...

Aquí el que se está marcando una novela guapa es César, que nos tiene enganchados desde el primer capítulo, y sólo vamos por el segundo...

Anónimo dijo...

Mi padre y, por lo que sé, tambien el de César, escribió una larga novela que está considerada como una de las cumbres de la novela popular española del siglo XX. Cualquiera que la haya leído u ojeado percibirá con absoluta nitidez que la idea original está calcada de "El Zorro". Ese mismo lector se dará cuenta con idéntica nitidez de que el producto final -mejor o peor, no estoy en condiciones de juzgar objetivamente- no tiene nada que ver. Y, "El Zorro" no es, probablemente, más que una transposición en el tiempo de "La Pimpinela Escarlata". And so on.
P.S.- A mi La Historia Interminable me interesa casi tanto como "El señor de los Anillos", o sea: nada. Caiga sobre mi y mi estirpe la ira de los dioses.

Anónimo dijo...

b, naturalmente, es Big Brother. Perdón por el lapsus

Anónimo dijo...

Pienso que "estirar una idea pequeña" tiene un lìmite muy acotado porque fàcilmente se nota el "relleno" al leerlo (vg: esas descripciones detalladas de las habitaciones o lugares, que hay en los libros de Dickens; aunque las ideas de Dickens no sean pequeñas).
Lo contrario, condensar una idea grande puede ser perjudicial, porque al final se tiene la sensaciòn de que "falta algo".
Personalmente, como lector, prefiero el lenguaje preciso, econòmico (no tacaño ni pobre).
La tarea principal consistirìa en determinar desde un principio, cuàl idea corresponde a un cuento, o a un relato, o a una novela corta, o a una novela larga, o a una saga.
En algunos casos es evidente que la idea elegida no da màs que para un cuento corto; en otros, la idea germinal se desarrolla inciertamente y puede terminar en un relato de mayor extensiòn; con ciertas ideas hay una especie de zona gris que hace fluctuar la extensiòn del escrito.
Por otra parte, Borges decìa que en literatura hay solamente un puñadito de temas, y un infinidad de variaciones de ellos.
Sobre escribir cuentos recuerdo que hay varios escritores que confeccionaron decàlogos (o algo asì) de normas: Poe, Horacio Quiroga, entre otros (làstima que no los tengo a mano, pero ya los encontrarè); y quizà podrìan ser un tema para ser tratado en tu blog.

Anónimo dijo...

Buenos post sobre el tema. Yo creo que a priori no existe un tema mejor o peor para relato, novela corta, novela o saga, sólo depende de hasta donde seamos capaces - o tengamos ganas, al margen de la habilidad - de exprimirlo. Lógicamente un tema muy genérico dará supongo para algo más amplio, y uno más localizado para un relato o dos. Hace tiempo leí los relatos de Clarin, y en concreto uno - no recuerdo el nombre - era claramente la Regenta. Lo era porque luego escribió la Regenta, si no, se hubiera quedado en eso, una idea para un relato nada más. Stoker escribió el invitado de drácula, y luego escribió Drácula. Hasta que puntos esas ideas daban para más, en sí yo creo que depende del zumo que le saquemos.Pero creo que hay disparidad de opiniones entre el personal.

Arcadio dijo...

"La poesía puede ser un género intensivo, desprovisto de hojarasca, la novela no, ésta poseerá siempre digresiones, tiempos muertos, porque es extensiva, se desenvuelve en un tiempo y finge ser historia, y ello implica material informativo relacionador, conexivo, inevitable"
MARIO VARGAS LLOSA.
Yo estoy completamente de acuerdo con las palabras de Vargas Llosa. Cualquier historia puede ser narrada con las herramientas del cuento o de la novela, dependerá siempre de la destreza del autor, o, sencillamente, de sus deseos de desarrollar la historia en forma de cuento o novela, según le apetezca hacerlo.

Arcadio dijo...

Por cierto, coincido con Mazarbul, la entrada está deparando post muy enriquecedores. Viva la literatura, hostias.

César dijo...

Bueno, bueno, bueno..., cuántos temas interesantes flotando por aquí. Si seguimos así, va a parecer que este blog tiene cierta altura intelectual. O aún peor: que sirve para algo. En fin, volvamos al asunto de las ideas coincidentes. Como se ha dicho aquí, partiendo de la misma idea se pueden conseguir resultados muy distintos. Mazarbul cita el ejemplo de “El sexto sentido” y “Los otros”. Añadiré algo: unos meses antes del estreno de “El sexto sentido”, escribí un cuento llamado “El jardín prohibido”, cuya idea básica es, sí, muertos que no saben que están muertos. Cuando vi “El sexto sentido” me quedé de piedra, y cuando vi “Los otros” las pelotas se me cayeron al suelo. La historia de mi relato es distinta a las otras dos, pero la idea básica es la misma, así que nunca publiqué el cuento (aunque creo que está colgado en una web argentina). Y es una pena, porque se trata de un buen relato. Pero, siguiendo con el tema, es interesante el ejemplo que señala Víctor Eme: las series de TV “Medium” y “Entre fantasmas”. Parten de la misma idea, pero la primera es, sencillamente, brillante, mientras que la segunda es una castaña infumable (aprovecho para recomendar “Medium”, una pequeña joya) (también aprovecho para comentar que no sé quién ha decidido que Jennifer Love Hewitt está buena, porque a mí me parece un callo malayo). Pero hay muchos más ejemplos, como por ejemplo las evidentes similitudes entre “El día de los trífidos” y “Ensayo sobre la ceguera”, dos novelas que parten del mismo lugar para llegar a sitios muy diferentes. Y podemos ir más lejos todavía. Dos películas basadas en la misma novela: “Las amistades peligrosas”, de Stephen Frears, y “Valmont”, de Milos Forman. Ambos films –excelentes los dos- parten del mismo texto de Pierre Choderlos de Laclos, de modo que el argumento, los personajes y en ocasiones los diálogos son idénticos. Todo igual... pero parecen dos películas completamente distintas. ¿Por qué? Porque Frears y Forman tienen sensibilidades diferentes, de modo que enfocaron la adaptación desde puntos de vista distintos.

Y esto, amigos míos, nos conduce a una conclusión muy, pero que muy importante. De hecho, si yo tuviera algún lema como escritor (que no lo tengo), sería éste: “Importa mucho menos lo que se cuenta (argumento) que cómo se cuenta (narrativa)”.

De momento lo dejo aquí, pero hay un par de temas más que quiero comentar. Luego sigo.

César dijo...

Respecto al tamaño de las ideas y lo que pueden dar de sí... Bueno, una idea grande se puede reducir, sintetizar, pero sólo hasta cierto punto. Cuando lo rebasas, como señala Rotebor, tu texto comienza a perder algo, y cuanto más lo rebases, más pierdes. Voy a poner un ejemplo de mi cosecha. Hace tiempo, iba a presentarme a un premio de relatos de ciencia ficción y tenía una buena idea para desarrollar. El problema residía en que la extensión máxima fijada por las reglas era de 50 páginas, pero mi idea requería bastantes más. De hecho, era una idea para una novela corta de, más o menos, el doble de extensión. Vamos, que ni escribiendo con tipo 10 y a espacio y medio me salían las cuentas. Pero la idea me gustaba y no me resignaba a abandonarla, así que le di vueltas al asunto y comprendí que la única manera de reducir la historia era aplicar la elipsis a manos llenas. Por desgracia, esas elipsis tan brutales “rasgarían” el relato convirtiéndolo en una sucesión de “viñetas”... siempre y cuando contase la historia linealmente, pero no si rompía la continuidad temporal tan bruscamente como las elipsis. La historia, que está narrada en primera persona por un hombre evidentemente trastornado, comienza por el final y despliega en las dos primeras páginas todos los elementos y claves del relato, pero de forma desordenada, de tal modo que el lector no entiende nada. A partir de ahí, la narración se mueve hacia delante y hacia atrás en el tiempo. Pero sólo una de las líneas temporales se cuenta de forma ordenada; el resto parecen (sólo parecen) narrarse al azar, sin guardar ninguna relación con el eje de la historia. De hecho, durante las tres primeras partes del texto, todo parece una locura (además de lo dicho, porque el narrador está bastante loco). Pero cuando se llega al final, de repente, todo cobra sentido. Y la aparente locura se trasforma en lúcido realismo.

Hace muchos años que escribí ese cuento, así que voy a permitirme hablar de él sin complejos. Creo que tiene una estructura excelente, casi milagrosa. El truco que tuve que emplear para calzar la idea en 50 folios, además de ser eficaz, añadió interés y gancho a la trama, y tensión a la narración. Es como una pequeña obra de ingeniería, como un mecanismo de relojería de gran precisión. Por cierto, el relato se llama “La pared de hielo” y ganó el premio (César mira a cámara: sonrisa y destello de luz en un colmillo).

Sin embargo... no es un buen relato. ¿Sabéis por qué? Pues porque al tener que ocupar toda su extensión con la historia, no quedó espacio para desarrollar los personajes. Así pues, los personajes, incluyendo al narrador, no son nada, carecen de personalidad, son “nombres a los que les pasan cosas”. Todo es estructura en ese relato, todo es carpintería narrativa, pero no hay “carne”, le falta humanidad. Bueno, pues eso es lo que sucede cuando te pasas con la síntesis: pierdes partes importantes del relato.

¿Y todo lo contrario? ¿Hasta dónde se puede estirar una idea? Pues depende, claro. En principio, cuanto más difusa sea la idea germinal, más se puede ampliar. Pero hay ideas que son en sí mismas limitadas; por ejemplo, las ideas tipo “sorpresa final” suelen demandar extensiones cortas e intentar ampliarlas lo único que hace es debilitar la idea. En principio, aunque no estoy muy seguro, creo que se consiguen mejores resultados expandiendo una idea que sintetizándola, siempre y cuando se use sabiamente esa expansión. También depende de lo que pretendas conseguir, claro; si deseas relajar el ritmo, si quieres que la narración sea más detallista, si quieres añadir carne al esqueleto de la historia, te vendrá muy bien disponer de más espacio. Pero no hay que pasarse, ojo. Autoejemplarizándome de nuevo, diré que el mejor relato corto que he escrito se llama “El rebaño”, tiene treinta y tantas páginas y parte de una idea mínima. Hace mucho tiempo, en el Pirineo de Huesca, distinguí a lo lejos un rebaño de ovejas que estaba cuidado por un perro, pero no vi al pastor. Entonces se me ocurrió pensar que si de repente desapareciera el pastor, si desapareciera la humanidad entera, a lo mejor aquel perro seguiría cuidando del rebaño. Y eso, la evidente inutilidad de tal labor, se me antojó pura poesía. De modo que ésa es toda la historia: la humanidad desaparece a causa de una guerra biológica y un perro pastor sigue cuidando de su rebaño, llevándolo a pastar cada día y encerrándolo en el cercado por las noches. La cuestión es que como apenas hay historia, todo es carne, todo es humanidad. Quizá por eso de entre todos mis textos, éste sea el que más lágrimas ha hecho derramar.

Coño, que largo es esto. Sigo mañana.

Anónimo dijo...

Cèsar: este ùltimo comentario tuyo tiene una claridad absoluta y desarrolla perfectamente el punto idea/extensiòn.
Y, de paso, marcas una caracterìstica para diferenciar cuento de novela: la novela se demora debidamente en los personajes, el cuento se dedica a las circunstancias o sucesos.
Y aquì aparece una subclase: el cuento o la novela en serie; si en una serie de cuentos o de novelas sobre un personaje (o un grupo de personajes), vas presentando sus diferentes caracterìsticas, en el conjunto de los relatos aparecerà bien descripta la "carnadura" de los personajes.
Claro que no siempre el conjunto de cuentos estructurarà una novela; y hasta dirìa que casi nunca. Pero este es otro tema...
Y aquì estamos como en el famoso palacio chino, abriendo curiosamente puertas y descubriendo alhajas. Estas charlas parecen el ateneo abierto de una academia.
Gracias por compartir tu saber y experiencia.

César dijo...

Jorge, Samael & Arcadio: amigos míos, estáis planteando cuestiones de las que vamos a hablar en próximas entradas, así que permitidme no dar mi opinión ahora, porque si no esto se volvería redundante. De hecho, vosotros estáis ya escribiendo, o casi, y a mí me faltan todavía dos entradas para empezar a escribir. Paciencia.

Víctor Eme: buena idea eso de comentar los libros que nos impresionaron en su momento, porque era el momento justo. A ver si nos acordamos de hacerlo.

Jorge: es cierto que algunas novelas –algunas excelentes novelas- carecen de una idea central que las vertebre. Citas “El maestro y Margarita”, de Bulgákov, y podríamos añadir “El manuscrito encontrado en Zaragoza”, de Potocki. Ambos ejemplos demuestran que en literatura no hay reglas. No obstante, la mayor parte de las novelas, sobre todo las contemporáneas, están construidas en torno a una idea-eje.

Rotebor: Vale, en un futuro podemos hablar de la escritura de relatos cortos. Lo que pasa es que, en general, el relato no plantea grandes problemas al escritor novel. De hecho, todos hemos aprendido a escribir ejercitándonos con cuentos. Pero la novela sí que plantea numerosas dificultades técnicas.

Arcadio: aunque a mí no me gusta Vargas Llosa como escritor, su libro “Cartas a un joven novelista”, que trata sobre la técnica de escribir, me parece excelente. Lo recomiendo.

Anónimo dijo...

Sacando aparte el tema de que las novelas de Ende no me gustan (Momo nada, y La historia interminable.. pse pse...), quería darte las gracias por todo esto que estás escribiendo en tu blog. Es una ayuda muy buena.

Es cierto que las ideas aparecen, no se buscan. Mi última idea fue un nombre. Lo escuche hace un par de años en una serie de TV que nadie veía y que no pasó de la segunda temporada. Ese nombre se guardó en mi memoria... Hasta que hace unos meses, lo recordé. Y ahora estoy planeando una novela.

Yo apunto siempre todas las ideas. Generalmente nombres o apellidos raros, en ocasiones situaciones que por a o por b me llaman la atención... Creo que es la mejor forma de tener un 'baúl de las ideas'.

Un saludo!

Anónimo dijo...

a1VOwT Magnific!

Anónimo dijo...

Momo, como La Historia Interminable y tantos otros, formaba parte de la biblioteca de mi hijo. Yo misma le había regalado la mayor parte de los libros que tenía, cuidadosamente elegidos para él pero, muchos de ellos, sin haberlos leído antes de comprarlos. Abrí el relato sobre mis cuarenta años. Me gustó. Mucho. He leído cosas mejores, pero me gustó Momo.
Pego el primer fragmento que hallé en la red. Con vuestro permiso.

¿Ves, Momo?, las cosas son así: a veces tienes ante ti una calle larguísima. Te parece tan terriblemente larga que nunca crees que podrás acabarla. Y entonces te empiezas a dar prisa, cada vez más prisa. Cada vez que levantas la vista, ves que la calle no se hace más corta.
Y te esfuerzas más todavía, empiezas a tener miedo; al final estarás sin aliento. Y la calle sigue estando delante. Así no debe ser. Nunca se ha de pensar en toda la calle, ¿entiendes? Solo hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente, en la siguiente barrida. Nunca nada más que en lo siguiente.
Entonces es divertido, y eso es importante porque se hace bien la tarea. De repente, se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no sabe cómo pero no se está sin aliento. Eso es importante".