Seamos sinceros: los varones de nuestra especie, al igual que los machos de casi cualquier otra especie, somos biológicamente desechables, un producto de usar y tirar. Nuestra función (biológica) prácticamente comienza y acaba con el acto de la concepción; a partir de ese momento, es la mujer quien se ocupa de todo el proceso de fabricación, desarrollo y mantenimiento de la prole. Supongamos que sólo quedaran vivos cien mujeres y un hombre; al cabo de algo más de nueve meses (salvo que el tío sea un toro), ¿qué tenemos?: cien bebés y un hombre feliz. Pero sí sólo quedaran cien hombres y una mujer, lo que conseguiríamos es un bebé al año. Es decir, la clave para la proliferación de una especie reside en el número de hembras, no en el de machos.
Pero las cosas no son tan sencillas; los varones no nos limitamos a ser abejorros polinizadores (aunque nos encantaría), sino que asumimos una serie de roles mediante los que contribuimos al mantenimiento de la especie. Dado que poseemos mayor masa muscular que las mujeres, hemos adoptado el papel de proveedores de alimentos (aunque esto, como veremos, es relativo) y defensores. Catering y servicios de seguridad, esas son nuestras especialidades. Así pues, en los primitivos grupos humanos los hombres protegían al clan y cazaban, mientras que las mujeres se ocupaban del cuidado de la prole y de recolectar alimentos. Este modelo prehistórico de reparto de papeles se ha perpetuado durante milenios hasta hace muy poco, con la única diferencia de que los machos dejaron de cazar y se pusieron a ejercer los trabajos remunerados necesarios para mantener, no al clan, sino a la familia.
No obstante, hay dos puntos que conviene aclarar. En primer lugar, los antropólogos que han estudiado a los actuales grupos humanos de cazadores-recolectores, han descubierto que aproximadamente (cito de memoria) el 80% de las proteínas consumidas por el grupo provenían de la recolección y sólo el 20% de la caza. Pero, ojo, de la recolección se ocupaban las mujeres, los niños y los ancianos, no los varones adultos, de modo que hay que cuestionar mucho el papel del macho como proveedor de alimentos. Además, en el neolítico, con el advenimiento de la agricultura, el trabajo se distribuyó por igual entre hombres y mujeres; aunque, eso sí, la mujer siguió ocupándose en exclusiva del cuidado de la prole. En segundo lugar, hubo un momento en el pasado en que las bestias salvajes descubrieron que los humanos éramos mucho más bestias y salvajes que ellas, así que decidieron no meterse con nosotros. Entonces, ¿de qué protegían los hombres a las mujeres? Sencillo: de otros hombres. Nuestro sexo era la solución y el problema al mismo tiempo. Aunque, me apresuro a añadir, esto no era arbitrario; como hemos visto, la supervivencia de un clan (de una comunidad humana) depende del número de hembras, de modo que éstas se convierten en un bien fundamental. Así pues, no era nada raro el “robo” de mujeres. Por ejemplo, el padrino de boda cumplía antaño el papel de guardaespaldas de la novia, para evitar que fuera secuestrada.
En fin, prácticamente todas las sociedades humanas adoptaron una estructura patriarcal en la que el hombre era dominante y los papeles estaban claramente distribuidos. Hasta hace poco. En la entrada anterior comenté la revolución femenina del siglo XX, así que no voy a repetirme; la mujer comenzó a abandonar sus roles tradicionales y está ocupando nichos laborales y sociales secularmente destinados a los hombres. Esto supone una revolución social, pero también psicológica, pues poco a poco se va consolidando un modelo de mujer –libre, autosuficiente y fuerte- que hasta hace nada era inimaginable. Paralelamente, los valores sociales cambian y los modelos sexuales se cuestionan; la sociedad, poco a poco, se feminiza.
Todo lo cual, como es lógico, nos afecta de lleno a nosotros, los machos de la especie. Ellas cambian, así que nosotros debemos cambiar también, pero ¿en qué sentido? ¿Qué significa ahora ser “hombre”? A primera vista, la revolución femenina (que a fin de cuentas es una revuelta contra el macho) no ha hecho más que arrebatarnos privilegios y socavar el pedestal sobre el que se alzaba nuestro sexo. Aparentemente, los hombres hemos salido perdiendo al vernos obligados a compartir con las mujeres lo que tradicionalmente era nuestro. Pero ojo, sólo aparentemente; luego daré mi opinión al respecto.
Pero antes vamos a comentar un tema que se suscitó en la anterior entrada: ¿Son los hombres más simples que las mujeres? Mucha gente (sobre todo mujeres, claro) afirma que sí; de hecho, se trata de uno de los tópicos hembristas (equivalente femenino a machista) más extendidos: las mujeres son complejas y los hombres simples. Pero, ¿es cierto? En mi opinión, evidentemente no; hombres y mujeres somos igual de complejos, aunque la complejidad no está idénticamente repartida. Porque, reconozcámoslo, ese falso tópico parte de una realidad parcial: la sexualidad masculina es más simple que la femenina. En realidad, nuestra sexualidad, la de los machos, parte de un principio biológico sencillísimo: “si puedes follar, folla”. Punto. La mujer, por el contrario, debe elegir para aparearse al macho más adecuado (según los criterios del momento), y ese proceso de elección complica sumamente las cosas. Por lo demás, la sexualidad de la mujer es más lenta y llena de matices que la del hombre y... en fin, qué os voy a contar que no sepáis. Los hombres hacemos muchas tonterías a causa del sexo, y eso se debe a lo primario de nuestro instinto. Ahí, ellas nos ganan por goleada.
No obstante, hay algo en lo que los hombres somos mucho más complejos que las mujeres: nuestra habilidad para jugar. Pero antes de seguir, definamos “juego”. Según la RAE: Ejercicio recreativo sometido a reglas, y en el cual se gana o se pierde. Ahí está todo dicho; el juego consiste en una actividad divertida, reglamentada y, esto es muy importante, sujeta al éxito o al fracaso y, por tanto, competitiva. Pues bien, al parecer el núcleo de la agresividad humana reside en el hipotálamo, y se da la circunstancia de que los hombres tenemos más grande el hipotálamo que las mujeres, lo cual justificaría la evidencia cotidiana de que los hombres somos más agresivos que las mujeres. Así, de entrada, lo de la agresividad suena chungo, pero es un factor importantísimo para la supervivencia, de modo que no la desdeñemos alegremente. El caso es que los hombres somos más agresivos, lo que nos impele a competir; si a eso le unimos que, al no estar sujetos a las cadenas de la maternidad -lo cual nos libera de múltiples responsabilidades-, nuestra visión de la vida es más individualista y menos pragmática que la de las mujeres, ¿qué obtenemos? Jugadores natos.
De hecho, nuestra actividad reproductiva tiene matices lúdicos. Los machos damos la salida a un montón de espermatozoides que compiten –echan una carrera- para ver quién llega primero al óvulo. El clásico juego de pierde-gana. Pero hablemos en serio y echémosle un vistazo bajo esta óptica a la distribución de roles en las sociedades primitivas. Los hombres se reservaban la actividad de la caza, aunque ya hemos visto que esa práctica sólo aportaba un quinto de las proteínas necesarias para el clan. Vale, de acuerdo, un filete de mamut resulta mucho más suculento que un montón de bayas, frutas, raíces, vegetales y huevos, pero no deja de ser un lujo, un capricho; sin duda, los machos hubiesen sido mucho más productivos si, en vez de pasar días y días cazando, se hubieran dedicado a recolectar. Pero es que cazar es divertido –un juego-, mientras que recolectar es un coñazo; y prueba de ello es que la caza sigue siendo hoy una actividad recreativa por la que es necesario pagar, mientras que la recolección es un duro trabajo por el que se cobra. En cuanto a la guerra, en sus formas primitivas, era sin duda el juego por excelencia, la actividad de pierde-gana definitiva. De hecho, hoy en día muchísimos deportes, empezando por el fútbol y acabando por el ajedrez, no son más que simulacros de la actividad bélica. Eso por no hablar del tiro con arco, la esgrima, el lanzamiento de jabalina o el boxeo y todas las variedades de lucha personal, que son directamente actividades bélicas. Quizá el primero de todos los juegos consistiera precisamente en dos machos dándose de leches.
La cuestión es que esas habilidades lúdicas han ido evolucionando con el tiempo hasta el punto de que los hombres pueden convertir en juego casi cualquier actividad susceptible de ganar o perder, algo que se ve claramente en el mundo empresarial, donde la competición externa (contra otras empresas) y la interna (contra otros colegas) se acaban transformando en un juego abstracto donde lo importante es ganar o perder, no qué se gana y qué se pierde. El ejemplo más extremo de esto sería la bolsa, un puro juego de azar capaz de erigir imperios y destrozar vidas. Resumiendo, los hombres poseen una especial habilidad para jugar y para crear los juegos más sofisticados; algunos de esos juegos son terribles, otros son obras de arte; pero todos son, o pueden llegar a ser, tremendamente complejos. En eso, el hombre es más sofisticado que la mujer. De hecho, la naturaleza pragmática y realista de muchas mujeres les impide entender el sentido de los juegos masculinos, así que los consideran una muestra más de la superficialidad del hombre, cuando en realidad son complejos mecanismos de supervivencia. Me apresuro a añadir, que eso no significa que la naturaleza lúdica del hombre sea incompatible con la naturaleza pragmática de la mujer; por el contrario, lo que significa es que hombres y mujeres son socios perfectos, pues cada uno aporta habilidades y estrategias distintas, pero compatibles, para afrontar la realidad.
Hay otros aspectos en los que el hombre es más complejo que la mujer, y viceversa, pero no vale la pena seguir tratando este tema; los seres humanos somos tremendamente complicados por naturaleza y ahí no hay distinción de sexos. Pero, volviendo al principio, ¿hemos salido perdiendo los varones con la revolución femenina?
En mi opinión, todo lo contrario: hemos salido ganando, porque al liberarse la mujer, los varones nos hemos liberado de nosotros mismos. Vale, puede que haya un puñado (o muchos puñados) de tarugos que, al ser despojados de su condición de machos alfa, van por ahí como zombis sin identidad, sintiéndose castrados y preguntándose cuál es su rol de hombres. La pregunta que yo me hago es ¿por qué narices debo configurar mi identidad en base a mi sexo? ¿Por qué tengo que echar de menos el papel de patriarca si los patriarcas me aburren y ni yo mismo me creo ese papel? Antes que varón, o cualquier otra cosa, soy César, un ser humano con su propia identidad; el sexo sólo es una parte de mí, y no la más importante. Me alegro infinitamente de que las mujeres nos hayan librado a los hombres de esa carga milenaria que eran los roles tradicionales; ahora ya no tenemos que fingir fuerza cuando estamos exhaustos, no tenemos que bloquear la expresión de nuestras emociones ni que rumiar en soledad nuestras debilidades y problemas. Ahora, por fin, tenemos compañeras con las que compartirlo todo, porque no esperan que seamos Superman o el príncipe azul, sino simplemente sus iguales. A hacer puñetas los roles tradicionales; ya no son necesarios y, a fin de cuentas, ¿no es mejor que cada cual invente su propio papel en la vida?
Bueno, pues ahí está; lo que más me gusta de los hombres es su habilidad para jugar. Y precisamente por eso, porque el juego es la especialidad de nuestro sexo, estoy seguro de que más temprano que tarde los hombres inventaremos un juego en el que los nuevos roles sexuales tengan perfecta cabida. Sólo es cuestión de tiempo, imaginación y ganas de jugar.
lunes, abril 28
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
17 comentarios:
Hola César,
En primer lugar te diré que no has estado muy acertado a la hora de elegir la foto para ilustrar la entrada. Con lo riquísimos que estáis los hombres podías haber puesto otra foto en la que salieseis más favorecidos... una pena.
Y ahora aporto la parte seria de mi comentario. Sí, Cesar, a los hombres os gusta jugar. Pero hay un juego al que nunca debisteis jugar, un juego al que nos habéis arrastrado a la humanidad durante los milenios que ha durado la sociedad patriarcal: el juego de la guerra.
A veces me pregunto si esto cambiará el día que se produzca un equilibrio de poder político y económico entre sexos... o no.
Realmente tengo mis dudas, susana, de que, si las mujeres tomaran el poder, las guerras se acabarían. Me parece que es parte de nuestra naturaleza humana, más de allá de roles, aq es cierto que los hombres hemos "dignificado" el arte de la guerra. Las Tacher, Condolezzas y Golda Meyers son tan terribles como luca brasi. De hecho, en las sociedades mafiosas el rol materno es fundamental para transmitir esa forma de sentir la vida y la muerte, y que el modus operandi se transmita convenientemente.
Mazarbul
Aunque comparto buena parte de lo que dices, César, tanto en este post como en el anterior, me gustaría matizar algunas cosas.
La guerra:
Sobre lo que comenta Susana acerca del “terrible invento” de la guerra, creo que habría mucho que decir. La guerra es parte de lo que somos (básicamente monos territoriales con un comportamiento social) y está implantada en nuestro maquillaje genético: la agresividad, la desconfianza y el miedo a la tribu de al lado (lógica, por otra parte, ya que al estar cercanos, comparten nuestros mismos recursos y son, por tanto, una posible amenaza a nuestra supervivencia) es algo que está ahí desde siempre. Lo que hemos hecho es ritualizar esa agresividad. Y el motivo de esa ritualización es, curiosamente, minimizar los daños. No con el propósito de minimizarlos para la tribu de al lado, sino minimizarlos en la nuestra. Una guerra total, sin reglas, sin rituales, sin condiciones establecidas entre ambos bandos, podría llevar al exterminio de una de las dos tribus, y podría ser la nuestra. Es ese miedo el que, creo yo, el que crea el ritual de agresión al vecino que llamamos guerra. Que luego, como todo en nuestra especie, va sofisticándose hasta alcanzar unos niveles increíbles. (Y no me sorprendería que esa ritualización de la violencia para impedir la destrucción total fuera un invento femenino, más que masculino, pero eso ya sería otra historia).
Y creo que ese es el mismo motivo de la creación de la mayoría de los juegos competitivos: dar rienda suelta a nuestra agresividad de un modo que no nos cause daño, o nos cause el menor posible. Si A y B desean lo mismo, el impulso primigenio es lanzarse a la garganta del otro y machacarlo. Pero, claro, eso tiene el riesgo de que puedes ser tú y no el otro quien acabe muerto o seriamente herido. El juego se crea precisamente para evitar eso. No para evitarle daño al otro, sino para evitar un posible daño a ti mismo. Y de ahí nacen esos rituales competitivos (desde los juegos de cartas a los deportes de competición pasando por miles de cosas) que hemos ido creando.
Machos alfa:
La imagen que das del macho alfa, César, creo que está bastante sesgada, y cargas las tintas en sus connotaciones negativas. Como si macho alfa fuera inevitablemente equivalente a una fuerza agresiva, violenta y fundamentalmente violadora.
Pero un individuo alfa (ya sea macho o hembra) es algo mucho más complejo, creo yo. Una persona carismática, segura de sí misma, con unas opiniones firmes y la capacidad para influir a los demás con esas opiniones es, sin duda, un individuo alfa. Y, en mayor o menor medida, éstos existen en cualquier grupo. No tiene por qué haber necesariamente un solo individuo alfa por “tribu” (o “manada”), pero es inevitable, desde el momento en que dejamos de ser individuos aislados y pasamos a formar parte de una estructura social, que esas personalidades alfa asomen e influyan o dirijan al grupo, en cierto modo.
Supongo que cuando hablas de “macho alfa” no lo haces en ese sentido, sino en uno mucho más… no sé si llamarlo “primigenio”.
Agresividad y competitividad:
Es una de las mayores falacias que se nos ha vendido. No sé desde dónde, pero así es. Y me refiero al hecho de que la agresividad y la competitividad son características fundamentalmente masculinas.
Siento disentir. Las mujeres son tan competitivas (y en ciertos aspectos diría incluso que más) como los hombres. Y tan agresivas como ellos.
Es una competitividad y una agresividad no tan evidente como la masculina (probablemente porque no suele tomar forma a través de la violencia física), más soterrada y sutil (y más compleja, probablemente) pero que está ahí y basta con fijarse un poco para verla.
De hecho, creo que la competitividad femenina puede ser incluso más destructiva que la masculina.
Salvo casos patológicos, a un macho basta con mostrarle sumisión para que cese la violencia. El macho se conforma con la aceptación de “vasallaje”, digamos, por la otra parte. La hembra, en cambio, no ceja hasta que el enemigo ha sido totalmente destruido.
Masculinidad y feminidad:
Como siempre, los conceptos “monolíticos”, no son más que ideales. En el mundo real es fácil ver comportamientos tradicionalmente considerados como “femeninos” en el macho de la especie y viceversa. No hay compartimentos estancos, eso es evidente.
En fin. Perdón por el comentario tan largo que me ha quedado.
Antes yo también era de las que empleaban generalidades y recurrían a topicazos para hablar de los roles masculino y feminino. Hasta que me di cuenta que eso es como decir que el sistema de gobierno platónico es perfecto. Claro que es perfecto... si se aplica a instectos y animales, pero no a las personas, que en definitiva son mucho más complejas que todo eso.
Estoy de acuerdo con Rudy cuando dice que las mujeres son tan competitivas como lo pueden ser los hombres, sólo que sus herramientas (a falta de masa muscular) son distintas. Tal vez la mujer de tetas grandes, caderas anchas y rostro simétrico pueda esperar tranquilamente a que un montón de machos se peguen entre ellos y la cortejen. Pero la que no sea un símbolo de fertilidad tan claro, tendrá que "pelear" con el resto de mujeres para llamar la atención, no de cualquier hombre, sino de aquel que tenga las mejores características para asegurar su progenie.
Decir que el hombre es el creador del "arte de la guerra" es asumir (y generalizar) que todas las mujeres son mansas. Y, francamente, no me gustaría que me calificaran con ese término. Si yo estoy al mando del clan y el vecino que tiene el producto para mi supervivencia no está dispuesto a negociar conmigo, ¿condenaré a toda mi tribu a la extinción por no declarar la guerra y obtener lo que los míos necesitan? Mi respuesta es no. Y si no eres capaz de tomar esa decisión, no estás capacitado para estar en una posición de tanta responsabilidad. Tanto si eres hombre como si eres mujer. El sexo en este caso no importa.
¿Por qué siempre he tenido más amigos que amigas? Porque en mi caso, la competencia entre hembras me parecía más encarnizada de lo que podía soportar. ¿Cuales son mis mejores amigas? Aquellas con las que no he tenido que competir.
¿Son los hombres más simples que las mujeres? No. Es sólo que nuestra forma de ver las cosas y las prioridades son desde distinta perspectiva.
Y bueno, podría pasarme el día hablando de esto, pero no es plan.
Susana: Pues a mí los tipos de la foto me parecen unos buenos mozos. Desde luego, están más en forma que yo y cualquiera de mis amigos. Eso sí, abusan un poco del adorno corporal.
En cuanto a que la guerra es un producto masculino... me temo que comparto el criterio de Rudy, Mazarbul y Kundalah. Creo que se trata de una caracterísitica de nuestra especie que afecta a ambos sexos. Como dice Rudy, somos monos territorialistas y xenófobos; y, como dice otro buen amigo: somos monos malos, los peores que han existido. Lo que si hicieron los hombres es ritualizar la guerra, convertirla, según mi criterio, en un juego. Aunque, por supuesto, las guerras modernas ya nada tienen de lúdico, pues no están ritualizadas, carecen de reglas.
Rudy: Evidentemente, empleo el término "macho alfa" en un sentido irónico. En cuanto a la agresividad, creo que está científicamente demostrado que los machos de nuestra especie son más agresivos que las hembras (ver, por ejemplo, "Anatomía de la agresividad humana", de Adolf Tobeña). Lo cual, por supuesto, no significa que no sean agresivas, sino que lo son algo menos que los varones. Pero lo son, claro. Otra cosa es la competitividad; las mujeres pueden ser tan competitivas como los varones, aunque creo que de forma distinta. ¿Llegado el caso pueden ser más crueles que los hombres? Quizá; al ser más pragmáticas, y no estar sometidas a los rituales del juego, es posible que considern que un enemigo destruido es mejor que uno derrotado. En el fondo, tiene lógica.
Por último, quiero aclarar -y debería haberlo hecho antes- que cuando hablo de roles masulinos y femeninos estoy generalizando. Son tendencias, no compartimentos estancos. Hay mujeres super agresivas y hombres mansos como corderos, hay mujeres que juegan y hombres ultrapragmáticos. De lo que hablamos es de tendencias generales, y también de los papeles arquetípicos que la sociedad ha ido asignando a cada sexo. Pero no hay blancos ni negros, sino una larga escala de grises.
Kundalah: El tópico sobre los roles sexuales afecta a los valores y costumbres de una sociedad, así que no lo consideres tan desdeñable. ¿Cuántas mujeres han aceptado y aceptan sumisamente el patriarcado simplemente porque han sido educadas en esos valores? Ni se sabe.
En cuanto a la competición entre las hembras, por supuesto que existe; pero no pierdas de vista la competición entre machos, que puede ser terrible en todos los sentidos.
"...ahora ya no tenemos que fingir fuerza cuando estamos exhaustos, no tenemos que bloquear la expresión de nuestras emociones ni que rumiar en soledad nuestras debilidades y problemas."
Yo no estaría tan seguro. Creo que, en gran medida, los hombres seguimos estando obligados a ser los cazadores, los fuertes, el principio activo. Quizá ya no sea imprescindible serlo, pero aún pagamos un precio si decidimos salirnos de esos papeles tradicionales.
Dar por sentado que los roles de toda la vida han desaparecido me parece arriesgado. No hay día en que no me tope con evidencias que lo desmienten, o de que, según el lugar y la coyuntura, conviene ser moderno o tradicional, según toque.
"En realidad, nuestra sexualidad, la de los machos, parte de un principio biológico sencillísimo: “si puedes follar, folla”. Punto. La mujer, por el contrario, debe elegir para aparearse al macho más adecuado (según los criterios del momento), y ese proceso de elección complica sumamente las cosas." "Los hombres hacemos muchas tonterías a causa del sexo, y eso se debe a lo primario de nuestro instinto. Ahí, ellas nos ganan por goleada."
Lo que siempre me ha tranquilizado a mí es que los ejemplos de decisiones funestas, pero muy meditadas, de las mujeres en este campo no son precisamente escasos. Amén de que entre las jóvenes se va extendiendo cada vez más lo del "aquí te pillo, aquí te mato", y los tíos cada vez tienen menos claro cuándo "se puede follar".
El artículo, como siempre, me parece interesante y lleno de puntos válidos, pero creo que idealiza en exceso al sexo femenino. Para mí, la estupidez está bastante bien repartida entre los de Marte y las de Venus.
Concuerdo con el último comentario sobre la estupidez. En cuanto a la competitividad de las mujeres, creo que cualquier padre que tenga varias hijas/os podrá decir que las hay competitivas y los hay no competitivos, o que les interesan otros campos de competición.
Los ejemplos de mujeres que han mandado a lo largo de la historia apuntan que la guerra no es culpa de los hombres. Los ejemplos de la educación que dan las mujeres a lo largo y ancho de la humanidad demuestra que el hembrismo está mu equivocado: el principal sometedor de las mujeres es la propia mujer.
Interesante lo que dice usted, don César, de la competencia. Interesantr porque me ha recordado que hay una sociedad en la que la vida se divide en "loosers" y "winners". Y en esa competición furibunda, frustrante y profundamente estúpida participan con igual brío los chicos y las chicas. ¿Será porque en el fondo es una sociedad tan machista como la latina?
La sociedad a la que me refiero es una que no tiene altura moral para ser el referente de occidente, una sociedad a la que le ponen delante textos de su propia Declaración de Independencia (uno de los más bellos textos de la historia de la humanidad) y los encuestados afirman que se trata de "propaganda comunista".
No importa si es hombre o mujer, negro o blanco, sólo importan las reglas del juego, que están mal. Muy mal.
Y están dentro de nosotros/as.
Y no podremos echarlas afuera mientras un sólo chaval de instituto sea humillado por compañeros/as ante el silencio cómplice de otros compañeros o de profesores.
Ha ahí el origen de la violencia, machismo, hembrismo, estupidez: en la falta de educación en las familias o en las instituciones que representan a las familias varias horas al día.
Yo me referiré a la parte final, donde dices que los machos podemos dejar de fingir que somos duros como las rocas.
Bueno, esa teoría es muy bonita si quieres llenar tu vida de amistades, solo amistades. Si lo que quieres es ser un Don Juan realmente tienes que aparentar ser un macho (eso si quieres gustarle a las mujeres. A los hombres ni idea). No un machorro que ve a las mujeres como ganado, pero si un chico duro, seguro de ti mismo y difícil de intimidar.
La mujer a la hora de elegir a un hombre busca los mejores genes y seguridad para criar a su crío no un amigo fiel que la consuele en sus llantinas.
Si tu muestras tus debilidades, lloras delante de ella y le cuentas tus problemas. Lo único que conseguirás será a una amiga. ¿Quién quiere que un llorica le garantice un futuro a su hijo?
Hombres y mujeres tenemos nuestros ritos de seducción, que vienen definidos por la evolución de la especie. No querer diferenciarnos por nuestro sexo sería como no enseñarnos a hablar de pequeños, algo antinatural e improductivo.
Hace unos meses en clase hicieron unas compañeras un trabajo sobre diferencias entre hombres y mujeres. Y realmente, las mujeres ganan por goleada: en cuestiones de percepción, pueden pensar en dos cosas a la vez... en fin, lo típico y que casi todos conocemos.
Pero lo que mas me llamó la atención fue que cuando ellas están deprimidas y te cuentas sus problemas y tal, ¡no buscan una solución!. Para mi es algo como contradictorio. Si no quiero que me solventes el problema, ¿para que decir nada?.
Los hombres estamos preparados para buscar soluciones a los problemas y a comernos nuestras mierdas nosotros solitos.En cambio, las mujeres hablan sobre sus problemas, solo para desaogarse.
Yo creo que debo de ser muy hombre xD, porque mi vida es solo mía y casi nunca cuento nada de lo que pasa por la cabeza, y si algún día le comentase a alguien algo sobre mis problemas sería solo porque no encuentro solución, jamás por vicio.
Yo no me considero ni machista ni feminista, me la trae bien floja del genero que sea la persona. Si hace falta que actúe de macho alfa me da igual controlar a hombres o mujeres. Si un hombre y una mujer valen lo mismo para un trabajo, entonces que decida una moneda (cara o cruz).
Aunque hay dos diferencias claras: jamás pegaré a una mujer (bueno, quizá si es muy grande y me da mucha rabia...) y me atraen un montón. Ah, y también me pone de los nervios estar a solas con una tía que no me gusta (¡no lo soporto!), por lo demás si eres mujer poco atractiva o hombre, me comportaré según el carácter de la persona (a la hora de establecer límites).
xDDDD Ya lo tengo todo repasado, y tengo que admitirlo, y realmente no pone lo que yo quería decir. Pero bueno, ya estoy acostumbrado u_u
Este artículo me ha pillado a trasmano y no he podido comentar hasta ahora. Querría hacerlo en más ocasiones y con más profundidad, pero viene el puente...
Nada que contradecirte, César, tal y como dije en mis comentarios al artículo anterior. Remarco que has usado las ideas que dejé esbozadas cuando hablaba del "sexo prescindible" (deduzco que no por ser mías, sino porque ambos estamos convencidos de las mismas ideas), pero en mayor profundidad y con ese talento narrativo que envidio...
Sólo un apunte más para recalcar la mayor predisposición a la competencia y al juego del varón: en el deporte del ajedrez, que excluye los condicionantes físicos, sigue siendo necesario el "handicap" de sexo para que las mujeres tengan alternativa de competir, puesto que el varón es muy superior.
Sólo una mujer, Judit Polgar, desafía la abrumadora superioridad masculina en la élite. Y un pequeño grupo de ellas (formado básicamente por sus hermanas) se mantiene en una honrosa segunda fila.
Argumentar que la responsable de esta situación es la secular discriminación de la mujer en estas arenas, la justifica sólo en parte. En mi opinión tiene mucho más que ver la mayor predisposición genética del varón al juego y la competencia, cuyos detalles están tan soberbiamente glosados por César.
No se si es por lo de que a los hombres por naturaleza las gusta jugar, pero el caso es que todos jugais a lo mismo; a ser antropologos.
Es una forma de escusarse por el comportamiendo de cada uno, o es que os gusta pensar que habeis sido por decirlo asi, los reyes desde la edad de piedra.
A mi este comportamiendo me recuerda a las anorexicas que cada una tiene una teoria nutricional a medida con su forma enferma de ver la realidad.
Aunque esa ansia de buscar la verdad en lo que fuimos en la edad de piedra, es para vosotros los hombres y algunas mujeres tambien, la manera de agarrarse a un clavo ardiedo y asi no tener que comerse la cabeza, total "si desde la prehistoria se ha hecho asi, porque no se va a hacer igual", o "si es que lo llevamos en los genes". Me parece despreciable
Es que realmente lo llevamos en los genes. No nos diferenciamos solo por lo que llevamos entre las piernas.
Creo que ninguno de nosotros ha dicho que el trato que recibía la mujer hasta hace nada fuera correcto. Y casi todos los hombres que conozco están a favor de la igualdad. Ya no se estila el machismo.
Yo creo que todo esto no son mas que algunos matices sobre una nueva relación entre hombres y mujeres, el hombre se feminizará en algunos aspectos y la mujer se "machizará" aunmentando (lo ha hecho) tanto el folla que folla (en el sentido que se ha indicado antes) como la agresividad y competitividad en la que estamos inmersos.
En definitiva, pienso, aunque no sé si nosotros lo veremos, irá aumentando la tendencia hacia la homegeneización en los roles sexuales. Si os tomais un momento de reflexión vereis como es así.
Totalmente de acuerdo con Aurora. Esa especie de coartada antropológica que se ha ido desarrollando en los últimos años me parece, desde mi absoluta ignorancia científica del tema, un bonito tema para tertulias de amigos y poco más. Algo así como pasar del antropomorfismo de los animales de Walt Disney a una suerte de animalomorfismo de los seres humanos. Tal vez en nuestros genes arrastremos características de los primates (o de la ameba primigenia, ¿porqué no?) pero lo que se supone que tenemos entre las cejas y el sombrero me parece mucho más decisivo a la hora de generar patrones de comportamiento.
El seguimiento de la linea de razonamiento contraria nos conduciría a considerar el comportamiento del hijo de puta austríaco del que tanto se está hablando estos días como un simple caso de "macho alfa". ¿O no?
Peerdón por las repeticiones de mi anterior comentario. Consecuencias de no releer antes de "colgar"
Abuelo Igor: Sí, tenéis razón Éremos y tú cuando señaláis que en las relaciones eróticas (el cortejo), los roles macho-hembra se mantienen inmutables en gran medida, y también es cierto que esos roles todavía están muy presentes en la sociedad. Pero si comparáis el modelo de macho de hace, no sé, 50 ó 60 años con el actual, comprobaréis que el moderno macho es mucho más "emotivo" que el antiguo. Se ha producido un cambio y el cambio se sigue produciendo.
En cuanto a las "funestas" decisiones que muchas veces toman las mujeres en materia sentimental... bueno, yo he dicho que su sistema de elección es más complejo, no más eficaz.
Y, por supuesto, la estupidez es la cualidad humana más democráticamente repartida.
Ah, una cosa: como te empeñes en seguir llamándome de usted, no te responderé ;)
Éremos: Eso de que las mujeres pueden hacer dos cosas a la vez no acaba de convencerme. Es decir, pueden hacer dos cosas a la vez, es cierto, pero ¿las hacen bien?
Yo, por mi parte, soy incapaz de realizar dos actividades simultáneas, como por ejemplo pensar y mascar chicle.
Manolo: es probable que en la supremacía masculina del ajedrez intervenga el factor "juego", pero también hay una explicación biológica. Verás, se realizó un experimento para ver, mediante un escaner cerebral, qué áreas del cerebro se activaban cuando una persona juega al ajedrez y se descubrió algo muy curioso: las partes del cerebro que más se activaban no eran las usualmente atribuidas al pensamiento lógico, sino las áreas relacionadas con la percepción espacial. En el fondo, no es muy sorprendente, porque toda persona que juegue al ajedrez sabe que una partida no es más que una intrincada red espacial donde diversas fuerzas interactuan.
El caso es que las mujeres tienen más desarrolladas las áreas verbales que los hombres, pero lo hombres tenemos más desarrolladas las espaciales, lo cual nos daría ventaja en el "juego de los reyes".
Aurora: no sé de qué estás hablando, así que no puedo contestarte. Creo que no has entendido nada de los que se ha escrito aquí, así que te sugiero que guardes calificativos como "despreciable" para cuando mejore tu capacidad lectora.
Blueberry: evidentemente, la tendencia es la que señalas, y creo que es imparable.
Big Brother: te digo lo mismo que a la "apreciable" Aurora: no sé de qué me estás hablando. Que yo sepa, ni yo ni nadie está defendiendo al macho alfa, sino sólo explicando su naturaleza. ¿Explicar, o intentar explicar, algo es defenderlo? Por favor...
Interesante.
No estaría mal que acabaras la trilogía con un post dedicado a "la familia", que también ha evolucionado mucho de un tiempo a esta parte, parejo al cambio de roles de mujer, hombre, padre, madre.
saludos.
Hola!
Me ha gustado esta entrada, sobre todo por el debate que ha generado en los comentarios. A mi lo que particularmente me preocupa y de lo que nadie parece darse cuenta es de las consecuencias que esta teniendo el proceso liberalizador de la mujer, que más parece que va hacia atrás que hacía adelante. No estoy muy seguro de que no se esté creando otro yugo sobre la mujer aún peor que el que había antes. La presión social y cultural sobre las mujeres es enorme, mientras que para los hombres no hay ninguna, salvo la de entender/aguantar lo que le ocurre al sexo opuesto. Lo cuento en este post.
Un saludo!
Publicar un comentario