Permitidme explicaros cómo está el asunto en mi familia: en una escala del uno al diez, a mi hijo Pablo el fútbol le interesa 0, a Pepa, mi mujer, le interesa 7 y a Óscar, mi hijo mayor, le interesa 10 (porque no hay 11). En cuanto a mí, digamos que mi nota es un 5 raspado, un aprobadillo por los pelos. Muchas personas adictas a la cultura suelen contemplar al fútbol y a sus aficionados por encima del hombro, con desprecio, como si interesarse por algo tan vulgar y popular como el balompié supusiese un descrédito intelectual. Supongo que eso es una forma como cualquier otra de elitismo, y también un eco de los tiempos en que el viejo dictador hijoputa usaba el fútbol como anestésico social. Pero dejémonos de chorradas: en un mismo cerebro pueden convivir Cruyff o Di Stéfano (por citar dos viejas glorias del Barça y del Madrid) con Wittgenstein o Nabokov (por citar a otras dos viejas glorias que no recuerdo en qué equipo jugaban).
No, la razón de mi relativo desinterés por el fútbol no es el elitismo, sino el hecho incontrovertible de que la mayor parte de los partidos son muy aburridos. ¿Por qué? Porque en el fútbol, las técnicas defensivas son más eficaces que las ofensivas (por eso hay tan pocos goles por encuentro), y muchos equipos juegan al cerrojazo o a destruir el juego ajeno en vez de construir el propio, todo lo cual puede (y suele) convertir ese deporte en un coñazo. Por eso prefiero el baloncesto, que es mucho más rápido y cuyas técnicas defensivas son un arte incruento similar a la danza. No obstante, también puedo disfrutar con un buen partido de fútbol, sea por su calidad, sea por su emoción.
Os voy a dar una noticia que, a buen seguro, no conocéis: la selección española ha ganado el campeonato mundial de fútbol. Y yo me alegro, qué coño. Estoy seguro de que los medios de comunicación comenzarán a hablar de la “furia española”, igual que hicieron cuando la selección ganó el europeo, pero es mentira. La “furia española”, ese estilo de juego más basado en la genitalidad que en la cabeza, fue lo que nos mantuvo en la mediocridad futbolística durante décadas y décadas. No, amigos míos, la Roja ha ganado practicando un juego inteligente, un juego preciosista de encaje, escuadra y cartabón, un juego similar a una telaraña de pases que dejaban al contrario sin lo básico para jugar al fútbol: el balón. Bueno, practicando o intentando practicar ese juego, porque las selecciones con las que se ha enfrentado, salvo Alemania, se lo han puesto difícil mediante las feas técnicas destructivas del cerrojazo y la caña. Pero al final, como en los westerns, el pistolero bueno ha tenido más puntería que los malos.
En fin, las lecciones futboleras que me inculcan Óscar y Pepa no bastan para convertirme en un connaisseur del tema, pero ¿cuándo se ha visto que la ignorancia selle mis labios? No en este universo, desde luego, así que ahí van unas cuantas opiniones sobre este mundial.
La selección española es, posiblemente, la que practica un juego mejor, más preciosista y más técnico. Pero le falta pegada. Con Torres desaparecido en combate, el único jugador rompedor ha sido Villa, y si Villa no brillaba a la Roja le costaba un huevo marcar un gol. Pero ahí reside parte de su grandeza: son un grupo compacto donde nadie sobresale por encima de los demás, un grupo en el que cualquiera puede marcar, incluso un defensa como Puyol.
En segundo lugar, no hay que olvidar que la Roja y su brillante juego tienen su origen en una persona: Luis Aragonés. Un entrenador que me cae fatal, pero justo es reconocer que fue él quién ideó el sistema, lo afinó y lo puso en práctica. Y Vicente del Bosque, técnico inteligente, lo ha mantenido y perfeccionado. Me cae bien del Bosque; es un hombre discreto y amable, una buena persona y un magnífico entrenador. Me sentó como el culo que el gilipollas de Florentino Pérez le echara y, además, con mal estilo; así le ha ido al Madrid. No sabía que tenía un hijo con síndrome de Down; fue bonito ver ayer al chaval con su padre en el autobús que llevaba en comitiva al equipo.
En tercer lugar, hay que reconocer que la selección que mejor juego desplegó durante el mundial, junto con la Roja, fue la de Alemania. Se enfrentaron a España jugando a eso, al fútbol, y les salió mal, pero demostraron un gran potencial que, sin duda, se plasmará en un futuro cercano. Además, encajaron la derrota como caballeros, comenzando por su entrenador, Joachim Low, que demostró tener mucha más clase que, por ejemplo, el capullo de Bert van Marwijk, el psicopático entrenador holandés, o el bocazas de Maradona, que probablemente ha sido el mejor futbolista de la historia, pero que ahora sólo es una ridícula caricatura de sí mismo.
En cuarto lugar... Veréis, admiro profundamente a Holanda, un país democrático y tolerante que debería ser un ejemplo para todos. Pero su selección no sólo ha manchado el nombre de su país, sino que ha traicionado el espíritu de la memorable Naranja Mecánica de Cruyff. Porque en el partido que jugaron contra España, esa final agónica y enervante, se dedicaron más al karate que al fútbol. Comprendiendo que no podían jugar de tú a tú con la Roja (porque les falta el talento necesario), optaron no ya por destruir el juego de nuestra selección, sino por destruir a los propios jugadores españoles. Hay algo peor que perder: perder con mal estilo. Eso es lo que hicieron los holandeses.
Por último, reconozco que esta selección nuestra me cae bien. Al no haber estrellitas, todos forman un piña, como un grupo de amigos de toda la vida que se reúnen los fines de semana para jugar al futbol. Pero, dejando aparte a Pepe Reina, ejemplo de lo locos que pueden llegar a estar los porteros, confieso que siento debilidad por Iker Casillas. No sé si es el mejor portero del mundo, aunque estoy seguro que sí es el mejor en el mano a mano, pero no se trata de eso. Casillas me cae bien porque parece un buen tío, y me maravilla que, siendo una estrella del fútbol, siga comportándose como lo que siempre ha sido: un chaval de Móstoles. Pero es que, además, Casillas ha protagonizado en este mundial tres momentos que me han parecido emocionantes. Cuando Puyol marcó el gol que clasificaba a España para la final, Casillas no hizo ningún gesto de alegría; dejó caer los brazos, se dio la vuelta lentamente y entonces se vio que tenía los ojos llenos de lágrimas. Después, en la final, cuando Iniesta reventó la portería holandesa, Casillas se echó a llorar y no pudo parar de hacerlo hasta que el inútil del árbitro tocó el pito. Por último, sí, el besazo que le soltó a Sara Carbonero, su novia, cuando ésta intentaba entrevistarle. Me pareció espontáneo y tierno, sobre todo porque Sara Carbonero es una mujer altamente besable.
Vale, eso es lo que opino de este mundial; pero la última pregunta sería: ¿es para tanto? La selección española ha ganado el campeonato mundial de fútbol, pero eso no cambia nada; seguiremos con la misma crisis y los mismo problemas que teníamos antes, así que ¿a qué viene tanta alegría? ¿Qué hemos ganado realmente? Nada; el fútbol sólo es un deporte, nada más. Así pensaba yo hasta no hace mucho tiempo, pero he cambiado de idea. Vamos a ver: el deporte es el gran espectáculo mundial, y de entre todos los deportes, el más seguido en todo el mundo, el que más pasiones despierta, el que más se practica y contempla, es el fútbol. En las últimas décadas, el deporte español ha obtenido éxitos insospechados. Ahí está la selección de baloncesto, y los tenistas con Nadal a la cabeza, y los ciclistas, y Alonso en la Fórmula 1, y las nadadoras de sincronizada, y ahora la selección de fútbol. Pues bien, el publicitario que yace en mi interior os pregunta: ¿os imagináis lo que vale eso como campaña de imagen? Literalmente, no habría dinero suficiente para pagarla. Pondré un sólo ejemplo: Gasol ha hecho mucho más por dar a conocer España entre los norteamericanos que todas las acciones promovidas con tal fin por parte del gobierno. Los éxitos internacionales de los deportistas españoles nos brindan la posibilidad de sacarle un partido extraordinario a la marca “España”. Aunque, claro, no basta con la imagen. Si nuestros políticos dejaran de perder el tiempo dándose garrotazos mutuamente en ese estúpido guiñol en que han convertido nuestro parlamento, quizá pudieran aprovechar esta magnífica oportunidad de potenciar la industria y el turismo español. Pero, claro, conseguir que los políticos sean eficaces es mucho más difícil que ganar un mundial.
En cualquier caso, no se trata sólo de los efectos prácticos; también cuentan las emociones. Hace cuatro años, cuando estaba escribiendo El juego de Caín, un thriller ambientado en el mundo del fútbol, llegué a un punto en el que un personaje, Óscar Mayoral, debía explicarle a Carmen Hidalgo, la prota, en qué consiste la grandeza del fútbol. Por aquel entonces yo pensaba que el fútbol sólo era un deporte sobrevalorado, así que me tuve que meter en la piel del personaje –un exfutbolista- para encontrar argumentos. Y los encontré en el segundo gol que Maradona le metió a Inglaterra en el mundial de México. Me puse en el lugar de un aficionado argentino, recién humillado por los ingleses en las Malvinas y con la economía del país hecha un desastre, e intenté imaginar qué sintió cuando Maradona, el sólito sin ayuda de nadie, marcó aquel gol que clasificaba a Argentina para la final y eliminaba a Inglaterra. Y lo que sintió fue un éxtasis de felicidad. Vale, pasado el mundial, Argentina seguía empobrecida y sin Malvinas, pero los argentinos se habían tomado la revancha, aunque fuese de un modo simbólico. Y lo habían hecho ante el mundo entero y sin derramar sangre.
¿Qué tiene de bueno haber ganado el mundial de fútbol? Los momentos de felicidad que esa victoria ha provocado en tantísima gente, entre otros en mi hijo Óscar, en mi mujer o en mí mismo. “Gracias a Iniesta estamos de fiesta”, gritaba la gente por las calles. “Fiesta”, qué bonita palabra y qué palabra más malentendida. Una fiesta popular que se extiende por toda la escala social, una explosión de felicidad, optimismo y buen rollo. ¿Que es una felicidad estúpida basada en nada y que sólo durará un par de días? Vale, pero no deja de ser felicidad y la felicidad, todos lo sabemos, nunca dura mucho. ¿Que ese optimismo sólo está fundado en fantasías? De acuerdo, pero ¿qué tienen de malo las fantasías cuando son inofensivas? ¿Que el buen rollo se esfumará en cuanto la puta realidad se imponga? Por supuesto, pero no veo ningún problema en olvidar un rato ese coñazo que es la realidad. En el fondo, todo esto me recuerda un poco a los fuegos artificiales: no valen para nada y hacen ruido, pero son bonitos y te alegran durante un rato la existencia.
Algunos dirán que todo lo que rodea a esto de haber ganado el mundial es una exageración, una estupidez, y se quejarán de las molestias que el júbilo popular les ocasiona. Hoy mismo he visto en el blog de un amigo un post orientado en ese sentido. Yo también pensaba así hasta hace no mucho. Pero, mirad, aunque no participéis del jolgorio general, aunque os parezca una soplapollez tanto alboroto por un mero deporte, no os quejéis y acoged esa bulliciosa, tonta e irreal erupción de felicidad sin quejaros, con una sonrisa en los labios, como cuando contempláis los juegos de unos niños. No seáis como esos vecinos cascarrabias que empiezan a dar golpes en las paredes cuando alguien organiza una fiesta en su casa. Un buen vecino no sólo es aquel que procura no molestar a los otros, sino quien además tolera con paciencia las ocasionales molestias que puedan provocarle los vecinos. No seáis tan serios, coño; relajaos y fingid que os alegra el golazo de Iniesta, porque motivos para la circunspección nunca nos van a faltar.
martes, julio 13
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
13 comentarios:
Maravilloso discurso. En serio, totalmente de acuerdo. La blogocosa es insufrible en el sentido de seguir insistiendo en el "opio del pueblo" y todo eso. Qué cansinos! Qué sí, que es el opio del pueblo! ¡Bendito opio del pueblo! ¡Qué nos dejen disfrutar, leches!
No entiendo esta manía de criticar una celebración deportiva que además no ha sido especialmente violenta ni nada (teniendo en cuenta que han sido millones las personas que se han echado a a calle)
No sabía lo del hijo de Del Bosque, supongo que encaja con el carácter que transmite este hombre de paciencia y calma. A mí también me cae bien, lo mismo que Casillas.
En cuanto al fútbol y el baloncesto, opino como tú. Además creo que la selección de fútbol ha sabido aprender del éxito de la de baloncesto en el 2006 y es posible que de ahí venga el ambiente de compañerismo y la falta de individualismos que lastren al grupo.
De las críticas a las celebraciones... pues entiendo que a la gente le molesten cuando no te dejan dormir, o algún pasado de rosca te ha roto el retrovisor. Lo que no entiendo es la gente que suelta cosas como "España no está para estas alegrías".
Leñes, si te pones así no veas una película no vayas a reírte un rato, ni vayas a bailar o con los amigos si no es para discutir sobre el calentamiento climático y la crisis.
Resumiendo, que estoy de acuerdo contigo.
Me ha gustado tu entrada y estoy de acuerdo. Tal como yo lo veo, hacen falta bonitas fantasías para apechugar con la vida entera.
Personalmente veo a España desconocida: siempre hemos sido cornudos y apaleados. Grabado llevo el codazo que le rompió la naríz a Luís Enrique frente a Italia hace años. Para mí, el gran placer de la final ha sido ese: que nos han dado bien, y todo parecía en contra, como siempre, con una diferencia. me encantó ver lamentarse al enemigo, para variar.
Me puse en el lugar de un aficionado argentino, recién humillado por los ingleses en las Malvinas y con la economía del país hecha un desastre, e intenté imaginar qué sintió cuando Maradona, el sólito sin ayuda de nadie, marcó aquel gol que clasificaba a Argentina para la final y eliminaba a Inglaterra. Y lo que sintió fue un éxtasis de felicidad. Vale, pasado el mundial, Argentina seguía empobrecida y sin Malvinas, pero los argentinos se habían tomado la revancha, aunque fuese de un modo simbólico. Y lo habían hecho ante el mundo entero y sin derramar sangre.
Fué algo así, efectivamente. Aunque la historia de la rivalidad con Inglaterra es muy anterior a Malvinas, y esconde también las huellas de la fractura social dentro del país.
Históricamente las elites argentinas quisieron ser aliadas del imperio inglés, mientras que los sectores populares fueron fuertemente antibritánicos. En 1806, inglaterra invadió Buenos Aires, y mientras los invasores se codeaban con la alta sociedad porteña, los peones de estancia y los pequeños comerciantes armaron el ejercito que los expulsó. En la revolución de 1810 los revolucionarios de clase alta querían sólo cambiar al rey de España por el de Inglaterra, mientras que el pueblo quería la independencia. La elite dominante durante las decadas 1860-1880 se jactaba de tener tantas relaciones con el imperio inglés como cualquiera de las colonias, pero mientras tanto la presión popular logró que se mantuviera vivo el reclamo por la soberanía de Malvinas. En toda la historia hay mil ejemplos más de que la rivalidad con inglaterra refleja también la fractura interior entre pobres y ricos (y ojalá recordara alguna buena referencia sobre esto)
Asi que el gol de Maradona, hecho por un chico que había nacido en una villa miseria, y que a pesar de haber ganado carradas de dinero nunca dejó de identificarse con su origen, no fue solo un gol a los ingleses. Fue una patada en la cara de la oligarquía pro-británica dada por un chico pobre. Fue algo muy cargado de significado. Todavía hoy Diego provoca amores y odios que están muy correlacionados con la clase social (mientras los periodistas paquetes denostaban los terribles errores que habría cometido en la dirección técnica, sin privarse de señalar que eran motivados en la "falta de formacion" de Maradona, una multitud se reunió para aclamarlo a su llegada al aeropuerto).
@eulez
Disculpa pero creo que estás equivocado. A mí me da igual la selección de fútbol, no es por esnobismo ni nada, es que me da igual, me produce la más absoluta indiferencia, como me dan igual Nadal, Gasol, Alonso y compañía, será que carezco del gen del patriotismo futbolero y deportivo. Y casi he tenido que pedir perdón por expresar esta opinión en mi entorno y luego tengo que aguantar que soy un gafapasta cenizo y tal.
Lo único que he sacado del Mundial, aparte de la pesadísima turra mediática, que no hay quien vea un telediario, es que los petardos a las cuatro de la mañana me despertaron a la niña y me tiré dos horas hasta que la volví a dormir y luego a las seis y media a levantarme para currar. Vamos, que es un día (aunque entre fiestas patronales, Semana Santa, discoteca móvil y demás, estoy ya un poco hartito del muy español derecho inalienable a la jarana), y me jodo y me aguanto y no pasa nada, pero encima no digáis que los que estamos hasta la coronilla de fútbol nos ponemos insufribles, que parece que no hay otra cosa en la tele y en la calle que antiespañoles con pantalón de pana aguando la fiesta al personal.
Hala, ya me he desahogao, disculpas al autor del blog.
Un 6. Yo también soy de la familia y, por ello, con derecho a calificar.
Por lo demás, una excelente entrada.
¿Y que lo de "panis et circensis" sigue siendo válido?... pues claro. Y que no falte ni de lo uno ni de lo otro, sobre todo si ambos son de primera calidad, cual es el caso que nos ocupa.
fonz,
dices que "que parece que no hay otra cosa en la tele y en la calle que antiespañoles con pantalón de pana aguando la fiesta al personal."
El ejemplo que pone César de la fiesta de los vecinos es excelente. Aquí no se habla de otras celebraciones que pueda haber, se habla de esta en concreto. Es una pena que los petardos te despierten al bebé, pero seguro que en Año Nuevo y en Navidad te pasa lo mismo y no dices nada. Curiosamente, esta celebración es especial, a diferencia de las navideñas que ocurren todos los años, ya que muy seguramente no vuelva a ocurrir NUNCA.
A lo mejor a ti esto te da igual, igual que puede darte igual la fiesta de Nochevieja, pero no le pasa lo mismo a millones de personas. No creo que cueste ni el más mínimo esfuerzo alegrarse porque la gente esté contenta, aunque sea por una gilipollez como esta.
Por cierto, si alguien habla de "antiespañoles con pantalón de pana" es que es gilipollas o es de Intereconomía TV. O ambas. Sin embargo, si te gusta el "fumbol", lo que se oye de gente supuestamente educada son cosas como "paleto", "inculto", "alienado", "zombi", "estúpido", etc, etc, etc. Y cuando quieras te enseño doscientosmil blogs que menosprecian la principal afición deportiva de este país en estos términos.
La verdad es que el sectarismo y el elitismo de la sociedad española cansa. Y me apropio de otra frase de los "antifutboleros": esto fuera de España no pasa. Y es verdad, no pasa, la gente celebra los éxitos de su equipo y nada tiene eso que ver, por ejemplo, con la inversión en I+D (véase a Suiza, Alemania y Holanda).
He experimentado un proceso muy parecido al tuyo, César. Precisamente el lunes escribía este post en el Mtnez Blog:
http://mtnez.blogspot.com/2010/07/espana-campeona-del-mundo-de-heroes.html
Pues estoy totalmente de acuerdo con Cesar. Yo nunca he sido futbolera pero en estas semanas el ambiente se te metía por todos los poros del cuerpo, veías la roja por todas las calles, la gente estaba eufórica, las vuvuzelas, las trompetillas, los balcones reflejaban el apoyo a un país aunque sea por un deporte... Yo digo Olé! Un deporte ha unido un país, algo que no ha conseguido, ni la política, ni ningún otro suceso... gente que normalmente no se miraba a la cara, en estos días se han saludado y han gritado al unísono los goles del mundial... será una chorrada, según se mire. Si antes del mundial tenias una bandera de España en la ventana te clasificaban de facha como poco, y ahora miras un españolismo grupal sin prejuicios...Que queréis que os diga, a mi me gusta ver la gente unida aunque sea por algo absurdo y que por un día no hayan diferencias… por otro lado, el deporte es una forma de representación de nuestro país y nos están dejando en un pedestal, ojala fueran otras cosas las que nos aplaudieran, pero más vale esto que nada. Hoy por hoy, estamos en boca de muchos países, por la victoria de España, y hace unas semanas solo se nos recordaba por una crisis y por poco más…
Dentro de unos días nos habremos olvidado de todo esto, pero la historia recordará que en el 2010 ganamos la copa del mundo!!!
Saludos!!!
Veréis, admiro profundamente a Holanda, un país democrático y tolerante que debería ser un ejemplo para todos. Pero su selección no sólo ha manchado el nombre de su país, sino que ha traicionado el espíritu de la memorable Naranja Mecánica de Cruyff
Respecto a lo segundo, totalmente de acuerdo. Estoy de acuerdo en que la selección de fútbol holandesa (sólo el equipo de fútbol ¿eh? no el país entero) tenía un prestigio que ha ido perdiendo y que ahora ha ensuciado.
Pero lo de que la selección "ha manchado el nombre del país" me parece una extrapolación exagerada de la representación metafórica de un país, que portan 23 señores en pantalón corto más 1 con corbata.
Como metáfora tiene un pase; pero ir más allá... me parece tomar en serio una representación que no es tal. El prestigio de la tolerancia holandesa, reflejada en sus leyes y en el carácter cívico de sus habitantes, sigue absolutamente incólume.
Naeros: Sí, yo también creo que el buen ambiente interno de la selección de fútbol ha sido clave para el éxito, igual que ocurrió con los chicos de baloncesto.
Pascu: Yo también lo reconozco: me encantó ver las caras de desolación de lo holandeses; habían sido unos guarros y se merecían ese final.
Severian: Gracias por los datos históricos que aportas; no los conocía. Es una lástima lo poco que sabemos los españoles acerca de la historia de los países iberoamericanos. Aunque, ahora que lo pienso, tampoco sabemos demasiado de nuestra propia historia...
Fonz: Desde luego, no seré yo quien te diga qué debe alegrarte; para gustos, los colores. No obstante, creo que te confundes cuando contemplas lo que ha ocurrido desde un punto de vista patriotero. Creo que es algo mucho más primitivo y básico: puro tribalismo: "los míos le han zurrado a los de la tribu de al lado". Y ese "los míos" no tiene por qué referirse a un país, sino más bien a un territorio emocional que puede aplicarse a tu barrio, al colegio de tus hijos o a lo que sea. En este caso, la "patria" sólo es un pretexto.
Víctor Eme: Excelente tu entrada en ese blog. Le recomiendo a todos los merodeadores de Babel que la lean.
Caliope: ¿En cuántas películas hemos visto el gag del vecino que sube para protestar por el ruido de la fiesta de otro vecino y, al final, acaba incorporándose al sarao? En estos casos, creo que esa es la política más sensata.
Manolo: Por supuesto, se trataba de una expresión metafórica. Aunque, si nos centramos en la imagen, no cabe duda de que en la imagen de Holanda hay ahora una manchita. Pequeña y fácilmente limpiable, pero manchita a fin de cuentas.
La verdad es que veo una gran diferencia entre lo que significó el mundial y lo que significa esta nueva Eurocopa, o por lo menos para mi.
Mientras que el Mundial me supuso un esfuerzo brillante por parte de los jugadores, una victoria a gran escala para España (aunque sea en el mundo del ocio), la Eurocopa ha estado rodeada de un aura de esperanza que me tira para atrás, como si por ganar la copa europea se solucionaran nuestros problemas (tengo entendido que Rajoy comentó que "nos hacía falta que ganara España para darle un empujoncito al país"). Quizá por eso me ha dado completamente igual los resultados de fútbol.
En el Mundial veía más honestidad, en el sentido de que "estamos ganando un mundial chicos, un campeonato de un deporte" y no un mensaje de "si ganamos la Eurocopa haremos historia"... ¿historia de qué, con perdón?
Por otro lado, yo no me declaro para nada antifútbol, me alegro mucho de que la gente celebre la final con sus banderitas, sus petardos, sus gritos de emoción, creando ambiente y olvidándose por un momento de la mierda que tenemos encima. Pero no ha sido en mi caso por esta razón.
Un saludo César
Estigia: Cuando se celebró el mundial, las circunstancias del país eran muy distintas. No obstante, ahora no he visto un ambiente demasiado triunfalista, salvo en lo estrictamente futbolístico. Y sí, amiga mía, la selección ha hecho historia. Historia deportiva, pero historia a fin de cuentas. En serio, creo que nadie (o muy pocos) ha confundido las cosas. De hecho, ha habido menos entusiasmo que en otras ocasiones.
Publicar un comentario