viernes, febrero 18

Pensamientos de un parásito privilegiado (I)


Últimamente parece haberse puesto de moda, por parte de algunos sectores, jugar al pim pam pum con los “artistas”, especialmente con los cineastas, los músicos y los escritores. Cabría pensar que los ataques provienen de la derecha, pues el mundo de la cultura nunca ha sido complaciente con ella, pero no es así. Es decir, también provienen de la derecha, por supuesto, pero en realidad se trata de una actitud políticamente transversal, una actitud que tiene más que ver con la psicología que con la ideología.



La idea subyacente en esos ataques es que el “artista” es un privilegiado, una especie de niño mimado por la sociedad que goza de una serie de prerrogativas que no se merece, un parásito. Aclararé en este punto que empleo el término “artista” en su sentido más amplio; es decir, refiriéndome a todo aquel que, bien o mal, practique alguna de las artes. En ese sentido, y probablemente en ninguno más, yo también soy un “artista”. Así que a partir de ahora suprimiré las comillas y me referiré, sobre todo, al mundo de la escritura.


Una de las principales dianas de esa difusa campaña contra el artista es el concepto de “propiedad intelectual”. Entre los argumentos que se barajan para cuestionarlo hay dos que suelen repetirse, así que vamos a examinarlos con un poco de atención.


1. El creador, el artista, nunca parte de cero. Se apoya en una larga tradición de artistas anteriores sin los cuales no hubiera podido producir su obra. Por tanto, un producto creativo siempre es deudor de la obra de otros y, en consecuencia, la supuesta propiedad intelectual es relativa y cuestionable. En el caso de los escritores, además, para realizar su trabajo deben recurrir a ese artefacto mental previo (y común) que es el lenguaje.


En efecto, si entendemos “crear” en el bíblico sentido de “sacar algo de la nada”, estoy en condiciones de afirmar que nadie, jamás en la historia de la humanidad, ha creado nada. Ahora bien, si queremos ser consecuentes con ese criterio apliquémoslo democráticamente a todos los aspectos de la sociedad. Por ejemplo a las patentes. No hay labor más dependiente de la experiencia previa que la del científico y el ingeniero. Por tanto, cuestionemos su derecho a percibir algo por lo que inventen, puesto que en realidad no han “creado” nada, ya que se han basado en la labor previa de otros científicos e ingenieros. De hecho, y llevando el argumento a sus últimas consecuencias, ninguno de vosotros, trabajéis en lo que trabajéis, habéis partido de cero. Vuestras habilidades laborales son deudoras de las experiencias de otras personas; hacéis lo que os han enseñado y habéis aprendido a hacer, y con frecuencia repetís lo que antes hicieron otros. Por tanto, vuestro derecho a percibir algo por ese trabajo está en cuestión.


Wittgenstein sostenía que los problemas filosóficos son en realidad problemas del lenguaje. Eso sucede aquí con el término “crear”. Porque un artista no es aquel que extrae algo de la nada (qué absurdo), sino el que reordena elementos preexistentes dándoles una nueva forma, original y personal. Lo que da valor a la obra de un artista, entre otras cosas, pero sobre todo, no es la imposible capacidad de forjar un género nuevo y revolucionario con cada una de sus obras, sino el sello personal e intransferible que imprime a esas obras. El argumento de que el lenguaje, al ser común, resta autoría (y por tanto derechos) al escritor resulta divertidamente falaz. ¿Le negaríamos a un escultor la autoría sobre su obra porque no ha creado la piedra con que está hecha? Pues el lenguaje es la piedra del escritor. La propiedad intelectual, por tanto, no proviene de la materia prima que emplea el creador, sino del nuevo orden que el creador genera y del sello personal, único e intransferible que le imprime.


Shakespeare no inventó las historias de traición y venganza; de hecho, ni siquiera inventó la historia de Hamlet, que procede de la leyenda de Amleth, recogida en el Sax Grammaticus, una historia de Dinamarca escrita en el siglo XII. Posteriormente, en el siglo XVI, François de Belleforest y Thomas Kyd escribieron sendas versiones de la leyenda. Es más, en la escritura de Hamlet, el viejo Will transcribió literalmente párrafos enteros de otros autores (costumbre muy usual en los tiempos en que no existía propiedad intelectual).


No obstante, la “reordenación”, la nueva forma que Shakespeare le dio a esos elementos preexistentes convirtió una anodina leyenda medieval en una obra inmortal y universal, algo que no consiguieron ni Belleforest ni Kyd. Es en ese sello personal, en esa forma única y particular de modelar una historia, donde reside en última instancia la autoría y el derecho a la propiedad intelectual. Y, ojo, esto se aplica no sólo a las obras maestras, sino también a los productos más deleznables. Incluso Dan Brown posee un sello propio, una forma única de encarar la creación literaria. Espantosa, sí; pero eso es otra cuestión.


Así que, por favor, dejemos de lado la Biblia y empleemos el término “artista” y “creador” en su justo significado. Los artistas no pueden sacar conejos de una chistera donde no hay conejos, no son dioses. Ni siquiera los editores lo son.


2. El derecho a la propiedad intelectual es algo nuevo, con no mas de doscientos años de historia. Las circunstancias que lo hicieron posible pueden cambiar y revertir la situación a los tiempos en que el creador carecía del menor control sobre su obra. En tal caso, habrá que aguantarse y, en la medida de lo posible, adaptarse. Las cosas cambian.


El concepto de propiedad intelectual es, en efecto, relativamente nuevo; como lo es nuestro concepto actual de “arte”, por cierto. Pero más nuevo aún es, por ejemplo, el derecho de las mujeres a votar. Podría ser que las circunstancias cambiasen y las mujeres perdieran ese derecho, en cuyo caso les diríamos: aguantaos, los tiempos cambian, son cosas que pasan; intentad convencer a vuestros maridos de que voten lo que vosotras queréis. Sí, podríamos decirle eso, pero no sería justo. Porque votar no es un “privilegio”, sino un derecho inalienable. Como lo es el derecho del trabajador a recibir una compensación por su esfuerzo.


Las leyes de propiedad intelectual fueron un avance de la sociedad para proteger los derechos de una clase de trabajadores, los pertenecientes al gremio del arte, que hasta entonces habían estado indefensos. Un avance en materia de justicia, no una arbitraria cesión de privilegios.


Pero estoy refiriéndome al artista como trabajador. ¿Lo es? A fin de cuentas, mucha gente practica alguna actividad artística por hobby; es decir, por placer y, como todos sabemos, un verdadero trabajo no puede ser placentero. Si te pagan por lo que haces debes sufrir haciéndolo. Además, al artista se le supone una vocación tan grande que, aunque no ganase ni un céntimo con su obra, seguiría adelante con ella, pues está predestinado a una misión sagrada situada muy por encima de lo material, como un héroe, como un santo, como un mártir. Es más, cuando un artista obtiene rendimientos económicos está envileciendo su obra, pues el arte debe ser puro, espiritual y filantrópico.


Muchas personas practican algún deporte por hobby, por placer, pero lo que hacen no tiene nada que ver ni en exigencia, ni en esfuerzo, ni en dedicación a la actividad de un deportista profesional. Mucha gente se dedica a la jardinería o a la horticultura como hobby, pues esa práctica les proporciona una diversión que, reconozcámoslo, el verdadero agricultor dista mucho de experimentar. Mucha gente toca un instrumento, o escribe, o pinta, porque hacerlo le divierte, pero practicar esas actividades de forma profesional requiere por lo general mucha más exigencia, esfuerzo y dedicación.


Con eso no quiero decir que del mundo de los aficionados no puedan surgir artistas de fuste (de hecho, todos los artistas surgen del mundo de los aficionados). Lo que pretendo señalar es que hay diferencias sustanciales entre practicar un arte por afición y practicarlo por profesión.


Pero de la forma de vida de los parásitos privilegiados hablaremos en la siguiente entrada de esta apasionante serie.

19 comentarios:

Amaranta dijo...

Yo es que creo que estás llevando el tema a un plano personal. E insistes en que el problema de los derechos de autor es un ataque contra el artista, cuando la sociedad a quienes atacan es a la industria del arte.

La industria del arte que contrata a todos los que sois trabajadores del arte dice que si la sociedad no pasa por el aro de los precios que ellos marcan estamos perjudicando a los trabajadores del arte y a la posible incorporación de nuevos trabajadores del arte. Porque seamos justo cuando uno ya es ARTISTA no necesita ni del canon, ni de la industria, ni de nadie, vive como poco en un paraíso de este mundo y el dinero le llueve por todos lados (por lo menos el que ha triunfado y con esto no menosprecio al que no lo ha hecho, simplemente digo que esos dependen de la industria del arte).

Lo que quiero decir es que la sociedad como consumidores estamos en nuestro derecho de evitar que cualquier industria monopolice un sector, imponiendo precios, imponiendo moral, la industria en una sociedad capitalista debe ofrecer servicios a un precio competente y si gana menos pues no es problema de la sociedad, que espabilen y encuentren fórmulas para que su negocio prospere.

Es este el punto y no otro, no te empeñes en que la gente está en contra del artista, porque eso es seguirle el juego al empresario que te paga el sueldo. Y cualquier trabajador sabe que a quien ha de exigir sus derechos es a su JEFE (la industria del arte en vuestro caso), no a los consumidores de los servicios que ofrece la empresa para la que trabajas. Es así, o por lo menos en el mundo capitalista que vivimos.

César dijo...

Amaranta: Nada tiene un precio tan excesivo como los diamantes. Son tan caros no porque haya pocos, sino porque los productores los almacenan y sólo comercializan una pequeña parte de la producción para incrementar artificialmente su valor.

Como consumidora responsable que eres, te sugiero que vayas a una joyería, pilles un puñado de diamantes y te vayas con ellos. Ah, no, espera... si haces eso la policía te detiene. ¡Qué sociedad más injusta!

¿Y qué me dices de las copas que te tomas en una discoteca? Te cobran por cada una alrededor de 25veces su coste real. Lo que cuesta un terriblemente caro libro de bolsillo, por ejemplo. La próxima vez haz valer tus derechos y oponte a la injusta industria hostelera yéndote sin pagar. Aunque, la verdad, los gorilas de la puerta tienen un aspecto temible...

Eso de que se ataca a la industria artística, pero no a los artistas está muy bien. Me recuerda a la Segunda Guerra Mundial, cuando los aliados bombardeban la Francia ocupada. Iban contra los alemanes, sí, pero por el camino se cargaron a un montón de gabachos.

Unas aclaraciones: No estoy a sueldo de ninguna editorial. No tengo jefes. Y sí que hay una campaña contra los "creadores", te pongas como te pongas. No digo que lo hagas tú, pero otros están en plena faena.

Amaranta dijo...

César yo no sé si no te das cuenta porque no quieres o porque te faltan una clases de economía. El precio de un producto es lo que marca el nicho de mercado hacia el que va dirigido. Así un diamante tiene una clientela y un libro tiene otra.

Te digo yo y no me equivoco que la gente que compra dvds en el top manta nunca podrán pertenecer al nicho hacia el que van dirigidos estos productos en el mercado legal. Quiero decir que si una familia de tres miembros ingresan 800 euros al mes (ohhhh tú ganas más verdad!!!!) como tú comprenderás le comprarán al hijo un caprichito en el top manta y con eso estarán los tres la mar de contentos. Pero si el top manta no existiera no podrían acceder a ese mercado donde se venden los originales.

Si la industria de la música quiere que el nicho de mercado aumente, de la música, de la literatura, etc, tendrá que bajar los precios. A la industria del diamente no le interesa bajarlos, ni quiere, no quieren que la plebe lleve diamantes y me parece muy bien.

Y otra clasecilla legal, no es lo mismo robar en una joyería, que haberse bajado material musical con el emule. Robar es un delito tipificado en las leyes. Lo que está ocurriendo en la red, hasta ahora, es un terreno en el que no se ha legislado y no me parece "BIEN" llamar delincuentes o compararlos con ellos a gente que no está cometiendo ningún delito. Lo que se puede hacer es legislar, pero no llamar la atención mediante la moral. Una vez que se legisle, que la justicia actúe, igual que actuaría cuando alguien roba un diamante en una joyería.

Pero hasta la fecha en España, por mucho que pateleis vosotros, nadie en estos asuntos ha cometido delito alguno.

Y hablando de literatura que es lo que a ti te compete. No te parece gracioso que en un país donde nadie lee, donde ahora ni si quiera saben escribir los españoles (la ESO) y mucho menos sabrán leer, os estéis preocupando del pirateo cuando os deberíais de preocupar de preparar a una sociedad que demandara la lectura. Quiero decir que igual que tú demandas al público una actitud más adecuada frente al artista y sus derechos, porque no os manifestáis para que arreglen de una vez el tema de la educación. Haced algo por los demás, en vez de querer que los demás hagan algo por vosotros. O mejor vamos a cooperar, sería lo mejor para evitar el término parásito que pronuncias en tu post. El parásito es el que pretenden que los demás allanen el camino para cuando pase él. Si vosotros ayudarais a allanar el camino no cabría duda de que no sois parásitos. Que no es que yo lo piense, pero no he podido evitar entrar en el juego de palabras.

Amaranta dijo...

Ah otra cosita más si a la mujer le quitaran sus derechos, ten por seguro que no lloraríamos, que nos lanzaríamos a la calle otra vez, que os dejaríamos sin sexo por ejemplo, sin hijos para joder un poquito más, sin amor, sin familia. Y también os podríamos decir, aysss, se acabó lo que se daba.

César dijo...

Amaranta: Muchísimas gracias por las clasecillas de economía. Ya soy más sabio. De acuerdo, no robes tú los diamentes; ya que forman parte de su nicho, que los roben los ricos. ¿Pero qué pasa con las copas de las discotecas?

Aunque, ¿sabes qué? Estás intentando debatir sobre un tema, la piratería, que yo no he mencionado. No aparece en la entrada. Hablo sobre una campaña de desprestigio que ciertos sectores han emprendido contra los artistas. Así que no voy a entrar al trapo, lo siento.

Pero voy a contestarte a algo que dices y que, lo lamento, me ofende. ¿Qué hago yo por la educación? Te lo voy a decir.

Cuando decidí escribir literatura juvenil me pregunté cuál era el objetivo de ésta. ¿Transmitir valores? ¿El didactismo? No, nada de eso me convencía. Tras meditarlo, llegué a una conclusión: el objetivo de mi literatura juvenil sería demostrarle a los jóvenes que la literatura, leer, puede ser tan apasionante o más que la TV, el cine o Internet. Y para ello me esfuerzo en escribir las mejores y más apasionantes novelas que mi torpe arte me permite. Mi objetivo, mi labor, amiga mía, es crear nuevos lectores, ayudar a que los jóvenes comiencen a amar la literatura. Esa es mi contribución a la educación y la cultura, y sé positivamente que gracias a mí muchos adolescentes han descubierto el placer de leer. ¿Te parece poco? Porque a mí me parece mucho más de lo que la mayor parte de la gente hace. Y estoy orgulloso de ello.

Por cierto, ¿cuándo te he pedido que hagas algo por mí?

En cuanto a lo de las mujeres y el voto... ¿Sabes lo que es un ejemplo? Yo no he hablado de lo que harían las mujeres si les quitaran ese derecho, ni si se echarían a llorar, ni leches. Eso lo dices tú. Lo que pretendía y pretendo con ese ejemplo es demostrar que ciertas cosas no son cesiones arbitrarias, sino derechos inalienables.

Anónimo dijo...

Vale, César, hay que defender los derechos de los autores. Pero dí cómo.

¿Vas a criminalizar a la gente por descargarse tus novelas? ¿Quieres que los chavales que las compran paguen por lo que consumen? Pues mira, mi sobrinito entre cómics, música, películas, series de televisión, videojuegos, libros, software y fotografías está consumiendo desde hace cinco años más de cinco mil euros al mes, si atendemos al PVP. Esto lo he calculado varias veces, y así es. Pídele al chaval que ataque semejante voracidad con su paga de veinte euros. Dile que tu novela vale más que su ADSL mensual, a ver qué pasa. Dile que cada vez que se baja un ZIP que contiene cuatro discografías o doscientos tebeos está accediendo a productos que valen más que su ordenador.

Esto, te pongas como te pongas, ya no hay quien lo pare. La sociedad se niega a seguir pagando por acceder a la cultura lo mismo que los usuarios de las bibliotecas públicas.

Aquí lo que ha fallado es vuestro modelo de negocio... Normal que la tomen con vosotros por tratar de perpetuarlo a toda costa en vez de buscar nuevas formas de capitalizar vuestras obras.

César dijo...

Anónimo de las 12:21: Vaya, otra vez hablando de piratería. Y eso que no la he mencionado en ninguno de mis dos textos. ¿Por qué será? Pues lo siento, hoy no toca hablar de piratería, qué le vamos a hacer. En otra ocasión.

Lo que planteo en esta entrada, anónimo amigo, es: 1. ¿Existe la autoría? y 2. ¿Esa autoría debe estar protegida por las leyes y la sociedad?

¿Tú qué opinas? ¿Puedo considerarme autor y propietario de mis novelas? ¿Tengo derecho a ejercer algún control sobre ellas?
¿O no tengo ningún derecho y hay que acabar como sea con la propiedad intelectual? Lo que yo escriba ha de pasar a dominio público automáticamente. ¿Es eso?

Pero de lo que dices hay algo que me hace gracia. Parece como si el más repugnante y vampiresco negocio del mundo fuese el editorial... Verás, mis novelas juveniles cuestan alrededor de 10 euros. ¡10 euros, la mitad de la paga semanal de tu hijo! ¿Te parece caro? Por cada una que se vende yo me llevo 73 céntimos. ¿Soy un ladrón? Porque, claro, si tu hijo se gasta la mitad de su paga en una de mis novelas quizá no pueda comprar tantas chucherías como le gustaría, y la industria confitera sí que es respetable.

En fin, sólo puedo disculparme. Siento mucho pretender robar a tu hijo a cambio de unas horas de distracción que, por supuesto, no están a la altura de esa fortuna que son 10 euros. Lo que yo hago debería ser gratis, claro que sí. Pero no te preocupes, mi castigo llegará pronto.

Anónimo dijo...

César, claro que existe la autoría, lo que no está tan claro es que haya que protegerla perpetuando un modelo de acceso a la cultura que está obsoleto y ya no es sostenible ni aceptable para el interés general.

Los derechos de autor no son derechos naturales, sino artificiales. No se recogen ni en las cartas magnas ni en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Los derechos de autor son un juego de prebendas que se crean "para incentivar y premiar la creación artística y cultural". En un mundo repleto de gente que paga por publicar no está nada claro que tengamos que seguir protegiendo a las obras que para ser creadas requieren dedicación exclusiva por parte de los autores.

Por no mencionar que en este momento de la historia tenemos millones de españoles que no tienen acceso al trabajo y a la vivienda, que sí son derechos reconocidos y supuestamente protegidos por las leyes más elementales. ¿Cómo vamos a ponernos a regular el circo cuando cada día tenemos menos pan?

¿Tienes derecho a ejercer control sobre tus obras? Pues no, porque las has publicado. Las has puesto a libre disposición de las masas. Si ahora aparece una tecnología que hace que ese acceso del público a tu obra ya no lo puedas restringir mediante la privatización que constituye el precio de venta, me temo que mi sobrinito seguirá descargándose tus libros, entre otras cosas, porque eso tampoco es ilegal en este país.

Por lo que no te queda otra que asumir que todo cuanto escribas pasará al poco de editarse a ser del dominio público. La gente se va a piratear tus novelas, hagas lo que hagas, digan lo que digan los lobbies. Ojalá eso no supusiera una merma en tu nivel de ingresos, pero el caso es que los tiempos en los que para tener en tu casa ochocientos libros tenías que haberte gastado el sueldo de un año han tocado a su fin.

Yo no creo (¡para nada!) que seas ni un parásito ni un ladrón. Tampoco creo que lo sea la gente que se baja tus libros, tu público. Yo lo que creo es que eres el último mohicano, y que eso que atraviesa las llanuras en las que solías cazar no es un caballo de hierro, sino una nueva era, que traerá cosas buenas y malas.

Lamento mucho que te tengas que enfrentar a semejante putada, pero todos los trabajadores lo hacen a lo largo de la historia de la industria. Ahora ya no es necesaria la que se dedicaba a cambiar el papel de sitio. Y eso es lo que hay.

No tiene porqué ser el fin de tu obra ni el fin de tu modo de vida si consigues establecer un modelo de negocio que no esté basado en las ventas. De eso se trata, no de juzgar el cambio o de resistirse a él.

Yo, si te fijas, he entrado en esto diciendo que si quieres proteger tus intereses nos digas cómo, en vez de hacerlo reclamándole al lector tu 10%. Eso ya no te lo pagará ninguno de los chavales que llevan diez años bajándoselo todo.

Lo cual tiene mucho de positivo, porque el libre e inmediato acceso a todo tipo de obras culturales enriquecerá mucho al conjunto de la sociedad, pese a que lo haga a costa de complicarles la vida a los autores.

César dijo...

Anónimo de las 6:39: Ay, anónimo, que empeño te ha entrado en hablar de piratería, cuando creía haber dejado claro que no es el tema de estos post. Insisto, hoy no toca.

No obstante, aparte de insistir en las bondades de la piratería, también contestas a mis preguntas, lo cual te agradezco. Y de tus contestaciones extraigo las siguiente conclusiones:

1. Crees que existe la autoría, pero no crees que haya que protegerla.

2. No crees que haya que protegerla porque "Los derechos de autor no son derechos naturales, sino artificiales. No se recogen ni en las cartas magnas ni en la Declaración Universal de Derechos Humanos" (sic).

Mmmm... Amigo mío, algo muy recomendable antes de debatir, y hacer ciertas contundentes afirmaciones, es informarse previamente. No es difícil, el dato puedes encontrarlo en el mismo Internet; basta con un poquito de interes. El artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice literalmente en su apartado segundo: "Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora". ¿Eso es lo que tú entiendes por "derecho artificial"? ¿La Declaración de los Derechos Humanos te parece "artificial"? Vaya...

Porque, además, gran parte de las constituciones europeas, como la francesa, la italiana, la griega o la danesa, recogen ese derecho de forma indirecta al remitirse precisamente a la DUDH como fuente última de legitimidad. En el caso de las constituciones portuguesa y sueca, ese derecho se recoge de forma explícita.

En el caso de España, si bien el derecho a la propiedad intelectual no se cita de forma explícita, la doctrina legal lo considera cubierto por el artículo 10.2 de la Constitución Española, que reza: "Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificadas por España."
Es decir, si la DUDH ratifica en rango de derecho humano al derecho de autor, por imperativo constitucional debe interpretarse que se mantiene tal rango en la legislación española.

Bien, subsanado ese pequeño error en tu argumentación, sostienes que:

3. La tecnología (Internet) permite vulnerar fácilmente los derechos de autor recogidos por la DUDH. Eso es irrmediable, así que hay que eliminar por completo la propiedad intelectual. Y aquellos que vean vulnerados uno de sus derechos fundamentales... bueno, que se jodan.

y 4) Esa vulneración de derechos a ti te parece cojonunda, porque permitirá el acceso gratuíto y universal a la cultura. Y permitirá también que tu sobrino lea gratis mis novelas mientras come chucherías a dos carrillos.

De acuerdo, esa es tu opinión. Gracias por exponerla.

Sobre el resto, como es bla, bla, bla acerca de la piratería, y no es ese el tema, no comento nada. O sí, sólo un pequeño detalle. Tus profecías son encantadoras; ingenuas, pero encantadoras. Ahora voy a hacerte yo una profecía: Hay un modelo que a medio plazo va a cambiar, es cierto: el de Internet.

Por lo demás, y como no me parece justo ni cómodo hablar con un fantasma sin nombre, doy por zanjado el debate. Tu opinión ha quedado clara y la mía también.

Ah, una cosa más: afortunadamente, el ejemplo de tu sobrino no es tan general como crees. A pesar de las muchas páginas de Internet donde se descargan gratuitamente mis novela, a pesar incluso de la crisis, las ventas de mis libros no han decrecido nada. Cero. Al contrario: el año pasado aumentaron. Espero que, por solidaridad, y por respeto a los derechos humanos, eso te agrade tanto como a mí.

Anónimo dijo...

César, ¿pero cómo quieres que hablemos de derechos de autor y de propiedad intelectual sin abordar el principal problema al que se enfrentan? ¿Cómo vamos a tocar este asunto sin situarlo en su debido contexto?

Vale, este es tu blog y tú te lo zumbas como quieres, pero lo elegante y lo correcto si pretendes entablar un contacto con este medio sería que a la hora de abordar un debate amplio no le pusieras puertas al campo y nos vinieras con que "de eso en concreto no quiero hablar ahora". Yo no rehuyo tus preguntas ni esquivo tus argumentos, tú en cambio te estás zafando como un político en plena campaña electoral.

Tampoco me gusta eso de que no quieras discutir con un fulano anónimo, porque el acceso a tu bitácora y su participación están estableciendo eso como algo completamente legítimo. ¿Por qué no quiero identificarme ni poniéndome un simple apodo? Pues porque no nos conocemos, mi nombre no importa, porque no tengo cuentas en Google y porque el anonimato ya no es un privilegio, ahora es un símbolo de algo. Somos anonymous. Somos legión. Tal vez hayas oído hablar de nosotros. Somos, entre otras cosas, los tíos que compraban tus libros, y ahora ya no queremos hacerlo más.
http://es.wikipedia.org/wiki/Anonymous

Dicho esto, podemos seguir con el debate o puedes borrar este mensaje. Allá tú con tus intenciones y tu valentía hacia este medio en el que te has metido por propia voluntad.

A ver, tienes toda la razón en todo eso que dices del marco legal. Yo andaba mal informado, por lo que te agradezco sobremanera la aclaración y te pido disculpas por haber argumentado erróneamente mi postura. Parece que los autores sí tenéis un marco legal que os refrenda. No obstante, como tú mismo has señalado, eso no es importante para mi discurso. Yo a lo que voy es a que somos nosotros, el pueblo soberano, el anónimo consumidor, los que pusimos ahí esas leyes y los que ahora estamos haciendo fuerza para mandarlas a tomar viento. Yo compro lo que me sale del píloro y lo que no, pues se queda en las estanterías. Son los tíos como yo los que están empezando a hacer que cambien algunas cosas, y estamos bastante mejor organizados de lo que creéis. Queremos un nuevo modelo de propiedad intelectual, basado en el libre acceso a la cultura, y no aceptaremos otra cosa. Para ello, nos gustaría contar con el apoyo y la comprensión de los autores.

Esto, como todo lo que te estoy diciendo, te puede parecer ingenuo. Vale. Díselo a Mubarak. No sé si te das cuenta de lo que está pasando por aquí, pero ahora la red está empezando a funcionar como algo más relevante que un almacén de porno. Y vale, las cosas van a cambiar, pero ten cuidado con las apuestas que hagas al respecto porque tienes mucho que perder.

Sigo luego.

Anónimo dijo...

Acabo ya.

Todos modos, yo me alegro mucho de que tus ventas no caigan. En serio. No te deseo ningún mal, ni a ti ni a ninguno de los autores que viven exclusivamente de vender papel. Espero que te vaya bonito, porque valoro tu trabajo y tus novelas, pero lo que vengo a decirte es que no estoy dispuesto a seguir gastándome el dinero para poderlas leer. Mi intervención aquí era para plantearte algo bien sencillo: deja de luchar contra el oxígeno y ponte a hacer lo que hacen la mayor parte de los escritores. Vive del negocio periférico y no te limites exclusivamente a ganarte el pan con los índices de ventas, porque con ello te enfrentas a tus lectores. Te van a llamar cosas peores que parásito o apesebrado si sigues por ahí.

Yo, lo creas o no, pagaría por verte dar una conferencia; al fin y al cabo invierto mi precioso tiempo en participar en tu bitácora. Hasta te compraría un libro en formato molesto si vinieras a firmarlo a mi ciudad, o te mandaría a mi sobrinito a un taller que impartieras sobre literatura juvenil. Me tragaría la publicidad que me pusieran en la radio si salieras tú en ella. Me gustaría verte en más de un debate como este, y si anunciaras champú igual hasta lo compraría.

Porque el champú todavía me es necesario. Las furgonetas y las librerías ya no tanto.

Con el tiempo caerán tus ventas. Me sabrá fatal, aunque la culpa también sea mía, pero es que si lo miras en perspectiva tal vez eso sea lo mejor para el conjunto de la sociedad. Sabes que todo irá mejor en la literatura cuando los escritores se dediquen a hacer arte por amor al arte y no para atacar las cifras y los estudios de ventas.

César dijo...

Anónimo: Ya entiendo. Cuando creías que la propiedad intelectual no estaba recogida por la Carta de los Derechos Humanos, eso era un factor importante que merecía ser esgrimido en una discusión. Ahora te enteras de que la Propiedad Intelectual SÍ es un derecho humano fundamental... y ya no es importante. Seguirás apropiándote de lo que no es tuyo sin problemas. Curiosa ética la tuya.

En cuanto a tus profecías... Bueno, ya veremos. Me gustaría creer que no todo el mundo es tan mezquino (ni tan ingenuo). En cualquier caso, de lo que sí estoy seguro es de que ese Internet donde tú piensas seguir ciscándote en el artículo 27 de la DUDH, cambiará. Y si no, al tiempo.

Anraman dijo...

Yo quería comentar algo sobre la comparación con las patentes, que conozco un poco, pero antes diré que no estoy en contra de los derechos de autor, aunque no estoy muy seguro de la mejor manera de gestionarlos.

Los derechos de propiedad industrial se gestionan de manera muy distinta a los derechos de autor. Para empezar, el derecho de autor se adquiere desde el mismo momento de crear la obra. En los derechos de propiedad industrial es necesaria la patente (o mejor dicho, en realidad la patente es el derecho). Y patentar una invención puede llevar mucho tiempo, con revisiones de las oficinas de patentes, que exigen de que la invención tenga novedad y actividad inventiva y presentan objeciones a las que hay que contestar, etc.

Esto al final supone que los derechos de propiedad industrial están mucho más restringidos que los de propiedad intelectual.

Si se aplicase a obras literarias el sistema de patentes, los resultados serían muy curiosos. Por ejemplo "Un yanqui en la corte del Rey Arturo", de Mark Twain, sería patentable sin demasiados problemas (pues a pesar de basarse en la leyenda artúrica, introduce suficientes elementos novedosos), pero "Que no desciendan las tinieblas", de Sprague Du Camp requeriría un trabajo cuidadoso en la redacción de la memoria, mostrando bien las diferencias con su claro precedente, es decir el "yanqui". Y, esto lo tengo muy claro, la peli de Disney "Un astronauta en la corte del Rey Arturo", no se podría patentar ni regalando jamones a los examinadores.

Vamos, que lo que pasaría es que muchas copias, calcos, pastiches, adaptaciones u "homenajes" quedarían automáticamente fuera de los derechos de autor, por falta de novedad, y posiblemente muchas malas novelas, de argumento anodino, también podrían quedar fuera, por falta de actividad inventiva.

La verdad es que, vista la cantidad de bodrios que pueblan nuestras librerías, desde el punto de vista del lector no estaría mal esto de las "patentes literarias", si no fuera porque las patentes son muy caras, por dinero gastado en abogados y papeleos varios, y además el proceso sería muy lento, de manera que saldrían mucho menos libros y encima más caros.

César dijo...

Anraman: Comparar los derechos de autor con los de propiedad intelectual sólo es un ejemplo. No son lo mismo, por supuesto, pero se parecen mucho. De entrada, su fuente última de legitimidad viene del mismo articulo de la Carta de los Derechos Humanos (el 27). Además, ambos se dedican a proteger la creación intelectual.

Verás, hay dos formas de establecer los derechos de autor de una novela. La primera es publicándola; basta con hacerlo para adquirir esos derechos. Esto es lo más cómodo, lo más barato y lo que yo hago siempre. Pero también se puede llevar un borrador de la novela al Registro de la Propiedad Intelectual. Dejas el texto allí, pagas un poco de dinero y ya tienes registrados tus derechos antes de publicar el texto.

Por supuesto, no hay patente, ni abogados ni papeleo, y es muy barato. Pero hay leyes contra el plagio, igual que las hay contra la usurpación de patentes.

Ah, otra cosa mas: las patentes pueden venderse; la propiedad intelectual es intransferible y sólo puede cederse.

En fin, que no son iguales, por supuesto, pero sí primos hermanos.

Fernando Ángel dijo...

No suelo participar aquí, aunque sigo el blog de vez en cuando. Felicidades, César, por él.

Solo quiero puntualizar algo que no entiendo: quedarse con algo que no es tuyo, de un modo fraudulento, es robar. Si no tienes permiso para cogerlo, ¿por qué lo coges? Porque te da la gana.
Todas las vueltas pseudo-éticas se acaban con ese principio.

Mi pregunta es: ¿por qué queréis que os acepten hacer lo que os dé la gana? Ya lo hacéis. Quitaos la careta. ¿Para qué, además, buscar la aprobación pública? Es como el fumador que le echa el humo a alguien en plan burlón contra la ley del tabaco, por joder, y luego habla de sus libertades para hacerlo.

¿Ante quién queréis excusaros? ¿Ante César? ¿Ante mamá?

Todo se reduce a una cuestión de que cada uno piensa que tiene derecho a hacer lo que le dé la gana y que no quiere que le llamen ladrón. Lo de los Derechos Humanos ha sido tan, tan, tan claro. Este anónimo esgrime un argumento ante el que se justifica todo. Enhorabuena por la argumentación, César. El argumento demuestra que el comentador no tiene razón, que le han pillado e-xac-ta-men-te en lo que defendía y que, si esgrimía los derechos humanos como absoluto, no puedo ahora no aceptarlos como absoluto. ¿Reconocemos que el argumento esgrimido da la razón por la propia lógica de la argumentación verbal? ¡¡No!! ¿Por qué hacerlo si lo que hay que defender es que quiero hacer lo que me da la gana? ¡¡Fácil!! ¡¡Busquemos otro argumento!!

Sigo sin entender por qué buscar autojustificaciones. El ejemplo de las copas es igual de claro.

Es tan infantil pedir que le dejen hacer a uno lo que le apetezca y, además, exigir que le consideren buena persona...

No creo que nadie discrepe con que el sistema de venta está obsoleto. Pero ese será problema de los autores y de cómo solucionarlo. El problema del robo es de los ladrones. Me parece patética la industria del DVD, la de la música y la de muchas editoriales. Mi forma legal y ética de protestar: no comprar.

Y, mis disculpas César por llevar aquí la contraria: el texto iba, implícitamente, sobre la piratería desde el texto fuente del que parte hasta por sí mismo.

Enhorabuena por él de todos modos.

César dijo...

Fernando Ángel: Comentarios como el tuyo me hacen recuperar la fe en el ser humano. Gracias. En efecto, lo que más me cabrea de tipos como ese anónimo no es que pirateen, sino que además pretendan ser héroes de la causa de la cultura. Son ladrones, en efecto; pero ladrones de chicha y nabo, ladrones que sólo roban si saben que no les va a pasar nada. Roban amparándose en el anonimato de Internet, pero serían incapaces de robar en, por ejemplo, El Corte Inglés, porque les da miedo que les pillen. Ni siquiera llegan a la categoría de cabrones; se quedan en mezquinos parásitos. Y además son unos pesados.

Por lo demás, tienes razón: he hecho trampas. He escrito ambas entradas eludiendo voluntariamente la palabra "piratería" y centrándome sólo en los derechos del creador. Porque quería evitar debates como el sostenido a medias con el anónimo ladrón. También es cierto que hay una campaña de desprestigio hacia el creador, pero eso, de nuevo, está relacionado con los derechos de autor. En fin, gracias de nuevo por tu intervención.

Rodolfo dijo...

Por sumarizar, y sin que yo aporte nada de mi cosecha... Si cruzamos las cifras de ventas de las que hablabas ayer con los 73 céntimos que acabas de decir que cobras por cada libro vendido, tenemos que tú con dos de las veinte novelas que has publicado dices que te has levantado... un cuarto de millón de euros.

Del dinero de los anticipos, de las dotaciones económicas que van con la docena larga de premios que llevas ganados y de lo que te corresponde por haber sido traducido a unos cuantos idiomas mejor ni hablamos.

Pero tú no eres un privilegiado.

Eso sí, cuando sale alguien diciéndote que quiere que le dejen descargarse tus libros en paz, estaremos ante un “mezquino impresentable que no llega ni a ladronzuelo”.

Pero tú no quieres hablar de piratería.

Dices también que tus libros siguen en los catálogos y que sus ventas no están cayendo, por lo que continúas cobrando por los que publicaste hace más de diez años. Y abres este hilo para que la gente deje de pagarla con los autores y de eludir los precios de acceso a la cultura.

Pero tú no eres un parásito.

¿Lo he entendido bien? ¿O hay algo que se me escapa?

César dijo...

Rodolfo: Se te escapan un huevo de cosas.

1. Yo no obligo a nadie a comprar mis libros. Y no todos mis libros han sido éxitos. Mis dos últimos, por ejemplo, han sido un fracaso que me ha hecho perder casi dos años de trabajo (así que resta a esas cantidades dos años de curro, para empezar)

2. Esa suma de dinero que has calculado la he ganado a lo largo de más de diez años, así que divide, amiguito. Y el total a lo largo de más de dieciséis.

3. Los premios tampoco me los han regalado; los he sudado. Por cierto, tanto el montante de los premios como los anticipos se restan de los derechos de autor. ¿Lo sabías?

4. Al parecer, sugieres que soy un parásito porque tengo cierto éxito. ¿Cualquiera que tenga éxito en su profesión es un parásito?

5. Al parecer, cualquiera que tenga éxito en su trabajo se merece ser robado.

Yo sí que te entiendo, hombre. Pero si está muy claro: muchos chorizos se justifican a sí mismos de forma similar. Pero de algo estoy seguro: tú jamás serás un parásito.

Anónimo dijo...

Yo creo que los que hablan de parásitos y privilegiados son escritores fracasados. Tíos a los que les hubiera gustado poder ganarse la vida con esto pero que han fracasado. Así que ahora piensan que lo del libro electrónico y la piratería va a unificar el tema: pronto nadie se ganará la vida escribiendo.
¡Por fin el Universo ha hecho justicia con ellos!