viernes, enero 18

¡Por Júpiter! Teoría de la Aventura


Cuando volví a escribir, a comienzos de los 90, estaba seguro de que los géneros donde me iba a sentir más cómodo eran el fantástico y la ciencia ficción. Y así fue, en efecto. También creía que me iba a instalar confortablemente en el thriller, y estaba en lo cierto (de hecho, mezclé todos esos géneros en El coleccionista de sellos). Lo que no podía imaginar es que el género que más iba a disfrutar escribiendo era la novela de aventuras. Entre otras cosas, porque ese género, como veremos, ya no existe.

El primer indicio lo tuve a finales de los 90, con La cruz de El Dorado, porque me divertí escribiéndola, y yo no suelo divertirme cuando escribo. Pero tanto disfruté con la experiencia que cinco años después escribí otra novela con los mismos personajes, La piedra inca. Ambas obras son relatos de aventuras, qué duda cabe; pero no son aventura clásica, porque están hibridados con el género picaresco. Otras novelas mías tienen componentes aventureros, pero también mezclados con otros géneros, nunca en estado puro.

Sin embargo, casi desde que volví a la literatura acariciaba un proyecto: escribir una novela al estilo de Julio Verne. Verne fue mi escritor favorito durante la infancia; de hecho, conformó en gran media mi forma de ver la realidad. El asombro ante el mundo y el universo; la curiosidad no por encontrar respuestas, sino por descubrir misterios. Supongo que eso es lo que yo quería reflejar en una novela, el regreso a la inocencia de un mundo lleno de prodigios y maravillas. Recuperar el asombro de la infancia. Volver a ser niño.

Por una u otra razón, ese proyecto quedó en suspenso durante más de quince años. Aunque me apetecía mucho emprenderlo, siempre lo dejaba para otro momento. Quizá inconscientemente me daba cuenta de que me enfrentaba a algo mucho más complejo que un simple pastiche verniano. Porque en realidad lo que me proponía hacer era resucitar un género muerto. Y algo así requiere reflexión.

Y vaya si reflexioné, amigos míos; La isla de Bowen es mi novela más largo tiempo meditada. En 2008 me di cuenta de que si no llevaba adelante el proyecto, corría el riesgo de morirme sin hacerlo nunca. Así que, mientras me dedicaba a escribir otras cosas, comencé a preparar mi novela verniana. Al principio, sólo me puse una condición: en el texto debían aparecer una isla, un volcán, un barco y un globo o dirigible. Eso es todo lo que tenía. Y mis recuerdos, claro.

Pero antes de seguir, vamos a analizar de qué estamos hablando. La aventura es un género muy grande, un supergénero, porque abarca muchísimas temáticas. Tan grande es que, con el tiempo, se ha fragmentado, transformándose en diversos géneros autónomos. La novela del oeste, el terror, las historias bélicas, la fantasía heroica, el space opera, el thriller, gran parte del género histórico, las novelas de espías, el hard boiled, los relatos de viajes, todas esas temáticas pertenecen al género de aventuras, pero se han emancipado de él convirtiéndose en reinos independientes. De hecho, si nos centramos en la esencia del género, casi cualquier relato es un relato de aventuras (incluso un simple paseo por el Dublín de 1904).

El caso es que a base de fragmentarse, el género puro de aventuras prácticamente ha desaparecido. ¿A qué me refiero al decir “puro”? Pues a la novela clásica de aventuras, un género que Salvador Vázquez de Parga definió así: “Es la narración de una empresa arriesgada, de algo insólito e inhabitual, que muy frecuentemente se vincula a un viaje hacia lo desconocido con episodios inesperados, que produce en quien lo realiza una cierta incertidumbre e inseguridad”. Podría poner muchos ejemplos de novela clásica de aventuras, pero me limitaré a tres: La isla del tesoro (1883), de Stevenson, Viaje al centro de la Tierra (1864), de Verne, y El mundo perdido (1912), de Conan Doyle.

Ahora bien, ¿en qué se distingue la aventura clásica de otras variantes del género? Pues básicamente en su peculiar estructura narrativa; una estructura que no es arbitraria, sino que persigue provocar en el lector cierto estado mental. En la aventura clásica, la acción no comienza desde el principio, sino que viene precedida de un largo preámbulo. Por ejemplo: transcurren diez capítulos antes de que Jim Hawkins se embarque en la Hispaniola, ocho antes de que el profesor Challenger llegue al valle perdido y dieciséis antes de que el profesor Lidenbrock descienda por la chimenea del volcán Snnefels. ¿Por qué esa tardanza? Por dos excelentes razones:

1. Para preparar mentalmente al lector, provocando en él expectación y ensoñación. Lo primero que hace el relato es plantear un misterio, una extraña maravilla, un reto. El lector debe desear emprender el viaje y soñar, mientras, con los prodigios que encontrará en el camino. De algún modo, la aventura debe comenzar en la mente del lector antes de que comience realmente la aventura.

Intentaré ilustrarlo con un ejemplo. Mantener una relación sexual puntual y, en ocasiones, ilícita, se denomina eufemísticamente “tener una aventura”, ¿no? Bien, supongamos que vais a citaros con una chica preciosa para hacer el amor por primera vez (hablo desde un punto de vista masculino por razones de mi sexo; las merodeadoras podéis invertir los géneros, porque el resultado será el mismo). En principio, hay dos formas de afrontar ese encuentro: A) Recoges a la chica, te la llevas a un hotel y echas un polvo tan salvaje como rápido. Vale, no digo que eso esté mal, pero hay otra opción. B) Recoges a la chica y os vais a cenar a un restaurante discreto y románico. Luego, charláis tomando una copa en un bar tranquilo. Después dais un paseo... y durante todo ese tiempo tanto ella como tú sabéis que vais a acabar echando un polvo, lo que resulta de lo más excitante. Y al final vais a un hotel y lo echáis. Pero todo habrá sido muchísimo mejor, más rico en matices, más duradero. A eso se le llama demorar el placer, y permite crear un estado mental lleno de fantasías, ensoñaciones y promesas. Así pues, la opción A sería pornografía y la opción B, erotismo. Porque la pornografía es lo que se muestra, y el erotismo lo que se oculta; la pornografía es lo que va directo al grano, y el erotismo lo que da un rodeo. Y que conste que no tengo nada contra la pornografía. Pero hay cosas mucho mejores.

Supongo que el símil está claro. En la aventura, como en un encuentro amoroso, es mejor dilatar el tiempo, demorar el momento de entrar en acción; porque eso permite inducir en el lector un excitante estado mental entre mágico y onírico. Pero ése no es el único propósito de los largos preámbulos de la novela de aventuras clásica.

2. Conocer a y simpatizar con los personajes. De nada sirven las peripecias más trepidantes si no te interesan los personajes que las protagonizan. Por ello, la novela de aventuras clásica se toma su tiempo en presentar a los personajes, para que el lector los conozca y se identifique con ellos. Hace falta un protagonista carismático, el motor de la acción, pero también un plantel de secundarios que estén a su altura. Y un antagonista temible, porque la talla del héroe se mide por el tamaño de sus rivales.

Leer una novela de aventuras es emprender un viaje; y si vas a pasar mucho tiempo viajando, querrás conocer antes a tus acompañantes. Te tiene que apetecer emprender una aventura con ellos.

Estas son las razones básicas para los largos preámbulos del género en su versión clásica. Porque hay otras formas de aventura, como por ejemplo el pulp, donde la acción suele comenzar desde el principio. Para que me entendáis, y recurriendo al cine, El hombre que pudo reinar, de Houston, es aventura clásica, mientras que En busca del arca perdida, de Spielberg, es pulp. Ambas películas me encantan, pero lo que yo quería hacer estaba más cerca del film de Houston, que no por casualidad se basa en un relato de Kipling.

Pues bien, en eso se resume mi teoría de la aventura clásica. La estrategia del género, en esa vertiente, consiste en inducir en el lector un estado mental donde la aventura se instala como una ensoñación y una promesa. Para ello, utiliza una estructura narrativa que dilata la acción al principio para ir acelerándose poco a poco. Hay más factores, por supuesto, pero hablaré de ellos en la próxima entrada, cuando explique cómo escribí la novela.

Un último punto antes de terminar. Siempre que me he propuesto escribir una novela de aventuras, o con componente aventurero, he situado la trama en el pasado. La verdad es que me resulta casi imposible ambientar una aventura de estructura clásica en la actualidad. ¿Por qué? Pues porque el género está íntimamente relacionado con el viaje y con la exploración de un mundo, el nuestro, cuando todavía era prácticamente desconocido, una época en la que el mero hecho de viajar ya era un riesgo y una aventura. Pero ahora, con Google Earth, documentales en TV, teléfonos móviles y líneas aéreas low cost, el mundo carece de misterio y el viaje se ha transformado en turismo. La aventura clásica es hija del movimiento romántico, y vivimos en un mundo cada vez menos romántico. Supongo que por eso hoy en día el género en su estado más o menos puro sólo sobrevive en algunas novelas históricas.

Personalmente, creo que el marco temporal perfecto para situar eso que yo todo el rato estoy llamando “aventura clásica” va desde 1838, cuando Edgar Allan Poe publica El relato de Arthur Gordon Pym, hasta la Segunda Guerra Mundial. Durante ese periodo, el mundo es cada vez más conocido, pero aún conserva inmensos territorios inexplorados. Es un mundo de penumbras con algunos focos de intensa luz. Al mismo tiempo, la tecnología evoluciona rápidamente, permitiendo empresas y expediciones cada vez más ambiciosas. También es la era del colonialismo, algo muy chungo éticamente, pero una rica fuente de argumentos para la literatura aventurera. Es, por último, el periodo en que la ciencia comenzó a sustituir a la magia.

Supongo que os preguntaréis si dedicar tanta palabrería a una novela mía no es un acto de narcisismo. La respuesta es: sí, por supuesto. Pero, veréis, soy escritor y me gusta reflexionar sobre mi trabajo. Y, quién sabe, puede que a algunos de vosotros no os aburran del todo mis reflexiones. Así que en la próxima entrada os contaré cómo escribí La isla de Bowen, consiguiendo con esa novela cumplir uno de mis más anhelados sueños: crear un personaje capaz de exclamar con naturalidad: ¡Por Júpiter!

15 comentarios:

Jose Luis G. dijo...

Que es egocentrismo de escritor, creo que no nos molesta en absoluto. Yo, en particular, adoro este tipo de entradas que nos esclarecen muchos aspectos de la función creadora y de los procesos de escritura. No he sido nunca un gran lector de novela de aventuras, pero he de decir que las pocas que he leído me han marcado mucho y han enriquecido ese espíritu explorador y atento de todo aventurero. Aún no he leído La isla de Bowen, pero sé que después de tus reflexiones caerá en mis manos. Muchas gracias siempre por todo lo que me aportas. Un saludo.

Anónimo dijo...

uf, no sabría decir si estoy de acuerdo o no con la "muerte" de la novela de aventura clásica. Lo más posible es que se haya dirigido a otros géneros, como la novela histórica, o el fantástico, que sigue los mismos parámetros de presentación de un personaje/s antes de meterlos en salsa. Quizá perdure en cierto modo en la novela juvenil. Pero no sabría decirlo, la verdad.
Y hablando de géneros, tengo un buen amigo al que tuve la oportunidad de presentarle una novela, que curiosamente pertenece a un género ya extinto: la novela bizantina. Una a revisitación de obras cervantinas como el Persiles y Segismunda, de Cervantes. !y lo hace francamente bien, y modernizado!
En definitiva una novela de aventuras pero con parámetros del siglo XVII.
Ahí os dejo el link por si queréis informaros.

http://www.abc.es/hemeroteca/historico-24-12-2008/abc/Economia/i%C3%B1igo-moreno-recurre-a-la-novela-bizantina-para-su-debut-literario_912078041552.html

Y por cierto, se agradece los comentarios sobre tus avatares de escritura. Y no está de más en absoluto que te sientas orgulloso de tus "hijos", eso es señal de que eres un buen "padre".

Mazarbul

César dijo...

Mazarbul: Como digo en el post, el último refugio de la novela de aventuras clásica es el género histórico. Desde luego, en la novela juvenil actual no hay ni rastro de clasicismo aventurero. ¿El fantasy? La verdad es que no lo sé, porque consumo muy poco (o nada) ese género. De todas formas, el fantasy és un género autónomo, así que sus estilemas se superponen a los de la aventura clásica. Aun en el mejor de los casos, sería una hibridación.

Angel dijo...

Interesantísima entrada. Espero con impaciencia la siguiente. Me encanta cuando los escritores desvelan sus "trucos de cocina".

Lo de empezar "a lo grande" de la película "En busca del Arca Perdida" es típico de Spielberg; me he fijado en que lo hace en más películas, por ejemplo "Tiburón" (primer ataque del tiburón), "E.T." (aterrizaje de la nave y persecución de los hombres del gobierno al pobre alienígena), etc. pero luego la película se vuelve más tranquila y nos va presentando a los personajes: así, en "Arca" vemos a Indy en su oficio de profesor y se plantea el asunto del Arca; en "Tiburón" conocemos al sheriff del pueblo con su familia y el tiburón no vuelve a aparecer en bastante tiempo; En E.T. conocemos a Elliot y su entorno familiar, etc.

Es verdad que así se desvelan muy pronto las cartas, pero supongo que se trata de dar un "aperitivo" a los aficionados a la acción para que no se impacienten demasiado. Propio de nuestros tiempos, supongo.

Unknown dijo...

¡Hola!
Respondiendo a lo anterior, te aseguro que he leído varios libros tuyos, y ninguno me ha decepcionado, y sinceramente dudo que algún día con algún libro lo hagas. Sea la historia que sea, pero teniendo tus palabras y tu forma de narrar, me es mas que suficiente para considerarte mi escritor favorito. Tendrías que cambiar rotundamente en tu forma de escribir para que me dejase de gustar.
En cuanto al clasicismo aventurero, ¡alguien debería hacerlo aparecer de nuevo!.
¡Un saludo! ;)

César dijo...

Ángel: Me alegro de que te interese la "cocina" de los escritores. A mí me interesa muchísimo; de hecho, colecciono libros de escritores que cuentan las claves de su oficio. Pero, claro, yo soy escritor...

Planteas temas interesantísimos, amigo mío. Por ejemplo, lo del empezar a lo grande de Spielberg. ¿Sabes de dónde le viene eso? Lo leí en una entrevista: de las pelis de James Bond. Todas ellas comienzan (antes de los títulos) con una secuencia de acción espectacular. A Spielberg le encantaba la serie Bond, así que decidió aplicar el esquema al primer Indiana Jones (y luego al resto, claro).

Pero Indiana Jones es puro pulp, y en el esquema narrativo del pulp la acción comienza desde el principio y se mantiene a lo largo de todo el texto. Sería algo así como comenzar con un terremoto y luego ir in crescendo.

Es cierto que en "En busca del arca perdida", tras el comienzo a lo grande, hay un preámbulo más sosegado parecido al de la aventura clásica. Aunque es demasiado breve. No obstante, de un modo u otro el pulp procede de la aventura clásica. En USA en los años 20, las revistas de aventuras y ciencia ficción se nutrían sobre todo de reediciones de Verne, Wells, J. H. Rosny, London o Salgari; es decir, los clásicos de la aventura. Junto a ellos, en las revistas había también una serie de escritores locales, por lo general de tercera fila, que comenzaron a interpretar la aventura clásica a su modo; que básicamente consistió en ir directos al grano y ser mucho más tremebundos (aunque en ocasiones también mucho más locamente imaginativos). Por eso no es raro ver que el pulp conserva algunos de los rasgos de estilo de la aventura clásica, porque en definitiva procede de ella.

En cuanto a "ET", la verdad es que no creo que pertenezca al género aventurero. Tiene aventura, por supuesto, pero en última instancia es mucho más ciencia ficción.

Donde das en el clavo de lleno es con "Tiburón". No había caído, pero esa película es aventura clásica en estado puro, con ese larguísimo preámbulo antes de que los protagonistas se embarquen para cazar al tiburón. Sí señor, aventura clásica y además en época moderna.

Es cierto que esos comienzos "en alto" no son propios de la aventura clásica. Pero... reconozco que yo también lo he usado en mi novela, comenzando con un asesinato. Pero es que antes los lectores eran más pacientes, mientras que ahora, con toda la oferta de ocio disponible, tienes la obligación de captar él interés del lector en las primeras páginas.

César dijo...

Rosaura: Me sonrojo con tus palabras, y me alegro de que te guste mi forma de escribir. Eres un encanto, muchas gracias.

No obstante, mi calidad como escritor, mucha o poca, depende de la capacidad que tenga de juzgar mi propio trabajo. Si diese por bueno todo lo que escribo, sería mucho peor escritor de lo que soy. Así que si llego a un punto en que decido que lo que escribo en un determinado momento está por debajo de mi nivel de calidad, lo más probable es que tenga razón. Una gran parte de todo trabajo consiste en equivocarse. Y el resto en corregir los errores.

Por eso, por respeto a ti y a mis lectores, mandaré al infierno esa novela que nunca terminaré.

Un beso :)

José Antonio dijo...

A mi también me encantan este tipo de entradas, será que tengo una mente curiosa. Es como ver un making-of de una película. Con el añadido de las discusiones sobre los géneros :D

¡Así que a por la próxima!

Ya que has mencionado "La Isla del Tesoro" entre tus libros de aventuras favoritos, ¿qué otros libros de aventuras marinas recomendarías?

César dijo...

José Antonio: Ufff, el género de aventuras marinas quizá sea el que cuenta con mayor número de obras... Así, de memoria, puedo citarte algunas:

- En primer lugar, "La odisea", de Homero.
- "20.000 leguas de viaje submarino", de Verne.
- "Huracán sobre Jamaica", de Richard Hughes.
- "El motín de la Bounty", de Charles Nordhoff
- "El lobo de mar", de Jack London.
- "La historia de Arthur Gordon Pym", de Poe.
- "En las montañas de la locura", de Lovecraft.
- "El negro de El Narciso", de Conrad.
- "Capitanes intrépidos", de Kipling.
- "El viejo y el mar", de Hemingway.
- Patrick O'Brian tiene una serie de novelas sobre la marina británica. A mí me aburre mortalmente, pero goza de un gran prestigio.
- Si quieres algún español, "La trilogía del mar", de Baroja. O "Gran sol", de Aldecoa.

En fin, hay cientos. Además, la mayor parte de los autores citados (sobre todo Stevenson, Verne y Conrad) tienen varias novelas dedicadas a la aventura marina. La verdad es que es un tema condenadamente extenso.

José Antonio dijo...

¡Muchas gracias! La verdad es que me suelo fiar de tu criterio, y me alegra que comentes los que te aburren mortalmente XD.

¡Un saludo!

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho tu entrada así como tus reflexiones César, que comparto.

Respecto a lo de Tiburón, claro que es aventura clásica pues si se fina uno detenidamente no es más que un trasunto modernizado de "Moby Dick" donde el tiburón sustituye a la ballena, el personaje del sheriff Brody sería Ismael y el personaje de Robert Shaw (el mejor de la película), el capitán Quint, sería el capitán Achab.

La película es tan buena que hasta se las arregla para meter en medio un inserto con historia de terror marino incluída, el momento en que, después de mostrarse sus respectivas cicatrices el capitán Quint les cuenta a sus compañeros la historia del naufragio del Indianápolis. Es mi escena favorita de la película.

¡Ah! Y para mí la película que es el epítome y la quintaesencia de las películas de aventuras es, sin duda, "King Kong".

Rickard

César dijo...

Rickard: No podemos estar más de acuerdo. "Tiburón" es en efecto una versión de "Moby Dick". Y a mí también me encanta la secuencia donde Dreyfuss y Shaw compiten sobre sus respectivas cicatrices´. Además, esa esceba contiene todo el aroma y espíritu de la aventura clásica. Se trata de una película estupenda.

Y, por supuesto, yo también creo que la quintaesencia del cine de aventruas es "King Kong" (supongo que te refieres a la primera versión, la de Cooper y Schoedsack). De hecho, en mi novela hay una clara referencia a ese film; no con un gorila gigante, sino con un enorme muro prehistórico.

Angel dijo...

Absolutamente de acuerdo en los paralelismos entre "Tiburón" y Moby Dick. Hay una anécdota curiosa y es que Spielberg quería ponerle a la película música ambiental, casi minimalista, como si fuera un filme de terror, pero John Williams le convenció de que, salvo para las apariciones del bicho (para las cuales compuso el famoso motivo de dos notas), la música fuera la de una película de aventuras, similar a la de las películas clásicas de piratas. Y el resultado fue estupendo.

Y en lo que hablábamos del principio, si nos fijamos bien, el comienzo "a lo grande" en "Tiburón" no lo es tanto, porque el escualo no aparece en esa primera escena: muere una chica y se ve sangre, pero todo ocurre bajo el agua y no lo vemos. Así el espectador no tiene ni idea de cual es el tamaño ni el aspecto del tiburón hasta bien entrada la película con lo que así se conserva el interés. Muy astuto el guión en ese sentido.

Porque en mi opinión, en algunas películas de James Bond (desconocía que Spielberg se inspirara en ellas, gracias por el dato, César, y ahora que lo dices tiene mucho sentido) a veces ocurre que el principio es tan, tan bueno, que luego el resto de la película no remonta. Supongo que es el riesgo del "comienzo a lo grande".

Y hablando de aventuras marinas y de comienzos "a lo grande", una vez Hithcock se planteó rodar una película que tendría un comienzo de impresión: un barco que llega a puerto totalmente intacto pero sin tripulación, todo está en orden, todo está limpio pero no hay absolutamente nadie a bordo. Pues bien, la película no se hizo porque después de ese comienzo tan impactante nada de lo que se les ocurría ni a Hitch ni a los guionistas estaba a la altura. Así que proyecto a la papelera y a otra cosa.

Rodolfo Martínez dijo...

La famosa escena en la que Quint cuenta el ataque de los tiburones eran, en el guión original, media docena de líneas. Spielberg sintió que le faltaba dramatismo, así que llamó a John Milius quien, en cosa de una tarde redactó el parlmento de Quint, tal como lo conocemos.

Eso, y la interpretación de Shaw (lástima de actor: murió cuando aún le quedaban muchos años buenos y, es estoy seguro, grandes papeles por interpretar) hacen, en efecto, de esa escena uno de los grandes momentos de la película.

Por cierto que lo de no ver el tiburón es una simple cuestión de que el tiburón mecánico no funcionó hasta bien avanzada la producción. Spielberg estaba desesperado con el tema. De hecho, lo de los dos barriles para identificar que se aproxima el bicho es una ocurrencia tardía ante los problemas que daba el tiburón mecánico... y una ocurrencia genial que en manos de un director menos capacitado que Spielberg (que tendrá muchos defectos, pero es un narrador nato, el cabrón) no habría funcionado.

Gracias a él no necesitamos que el tiburón esté presente (contad los minutos que realmente se le ve y son escasísimo) y sentimos su presencia durante todo el metraje.

Sí, "Tiburón" es una de mis películas favoritas. Junto con "Encuentros en la 3ª fase", mi favorita del primer Spielberg (el Spielberg pre-Color Púrpura, para entendernos)... mucho más que la sobrevelorada ET, sin ir más lejos.

No hace ni dos semanas que volví a ver ambas y me siguen funcionando. De hecho, me funciona mejor "Tiburón", que no parece haber envejecido nada de nada.

César dijo...

Ángel: En efecto, el ataque inicial del tiburón no es "a lo grande". Como comenta Rudy, el tiburón mecánico no funcionaba bien en el mar, así que se pospuso mucho su aparición en pantalla. No obstante, desde el principio estaba previsto que en esa primera secuencia no se le viese.

En realidad, el largo preámbulo de la primera mitad de la película está cerca del cine de terror, mientras que el segundo es pura aventura.

Rodolfo Martínez: Estamos de acuerdo: tanto "Tiburón" como "Encuentros en la tercera fase" se cuentan entre mis películas favoritas. También he vuelto a ver las dos recientemente, y onvengo contigo que "Tiburón" ha envejecido mejor. Probablemente a causa de su clasicismo.