martes, julio 29

Mientras agoniza


 
            Desde hace unos días, mi hermano mayor, José Carlos, está ingresado en un hospital, aquejado de una grave crisis respiratoria causada por la enfermedad de Parkinson. Hará cosa de un par de horas he hablado por teléfono con mi sobrina Leonor y me ha dicho que su padre está agonizando. Los médicos dijeron que no superaría la pasada noche, pero él sigue ahí. Aún en la debilidad es fuerte.

            He tenido que cortar la llamada, porque no podía dejar de llorar. Llevo mucho rato derramando lágrimas. No lo había hecho hasta ahora; es como si hubiera abierto una espita y no pudiera cerrarla. Me siento confuso...

            José Carlos está sedado; le suministran morfina para que no sufra, porque debe de ser horrible morir ahogándose.

            No sé por qué escribo esto, no tiene sentido. Estoy en mi despacho, solo, y no puedo trabajar, no puedo concentrarme, aunque debería hacerlo, debería seguir con mi novela, para ser otras personas en otros lugares donde no sucede lo que está sucediendo... Pero no puedo. Y tampoco puedo no hacer nada, así que escribo este estúpido texto.

            Fui al hospital el viernes pasado. Mi hermano había experimentado una leve mejoría y estaba consciente. Al verle, fue como un mazazo; estaba tan desvalido... parecía un bebé enorme. Estuve con él una hora o así, hasta que me pidió que me fuese, porque quería descansar. Al marcharme, hice algo que nunca hacía. Le cogí de la mano y le besé en la frente. No solía besarle; nos abrazábamos, nos dábamos un apretón, pero no nos besábamos, no sé por qué. Pero me inspiraba tanta ternura que no pude evitar besarle. Ignoraba que ese beso iba a ser una despedida definitiva. Pero me alegro de que haya sido así, trasmitiéndole mi cariño...

            Apenas veo la pantalla del monitor, oculta tras una bruma de lágrimas. ¿”Bruma de lágrimas”? ¿Es que ni ahora puedo dejar de ser escritor, coño? ¿Es que no puedo dejar de pulsar el teclado ni siquiera en estas circunstancias? ¿Por qué tengo que transformarlo todo en letras, palabras y frases? Y si lo hago, ¿por qué pretendo que sean bonitas? Esto no tiene nada de bonito, no debería intentar convertirlo en literatura. Pero es lo que sé hacer; quizá sea ésta la forma en que digiero las cosas. Palabrería; puede que eso sea todo: puñetera palabrería, bla-bla-bla sin sentido.

            Pero a  veces, las palabras son alfileres que se clavan en la piel. Perros que te muerden. Sal en la herida. Joder, qué mierda...

            Big Brother. Ese es el nick que utiliza José Carlos para merodear por Babel. Gran Hermano, como el personaje de 1984, de esa ciencia ficción suya que tanto ama. Su herencia en mí, él me transmitió la afición por ese género. Big Brother. Un nick adecuado; es mi hermano y es grande, tan alto como yo pero mucho más voluminoso.

            Creo que hablar en presente de él me tranquiliza. No quiero hacerlo en pasado, no quiero. De repente, tengo la sensación de que mientras escriba esto, mi hermano vivirá. Quizá si no dejara de escribirlo nunca, hablando de él en presente, entonces no moriría...

            Estoy divagando, perdonadme.

            Sólo he encontrado en Internet una foto de mi hermano, la que tenéis ahí arriba. Es de hace muchos años, más de treinta, y se le va haciendo una de las cosas que más le gustaban.

            Estoy mal; lo siento, ahora no soy un buen anfitrión. Colgaré este texto en el blog, porque quiero estar ocupado haciendo algo, porque no quiero pensar. Ni puedo. Disculpad el mal rollo.

14 comentarios:

Malva dijo...

"Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
-El mundo es eso -reveló- Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende".

E. Galeano
El Libro de los Abrazos

Un buen amigo me dejo hace poco de manera similar, elegí una estrella para él, Antares, en la bella constelación de Escorpio, su fuego sigue allí.

Un abrazo.

Juan Constantin dijo...

César:

No he pasado por ese trance en el que estás inmerso. Tanto mis padres como mi hermana siguen con buena salud, dentro de lo que cabe, pero... tan sólo con pensar que pudiera -y puedo- verme en esa situación me siento sobrepasado por el dolor.

Sólo darte ánimo, aunque suene vacío.
Lo siento.

Juan Constantin

Anónimo dijo...

También quiero mandarte ánimos, aunque sé que la frase no tiene demasiado sentido.

Quizás sólo sea el querer enviarte un mensaje, el que sea, que sepas que hemos leído tu entrada y aunque nunca nos conozcamos y no sirva de absolutamente nada estamos aquí.

Un abrazo.

Jose.

Anónimo dijo...

Con tu comentario me has hecho recordar los últimos momentos de mi madre en el hospital y te entiendo perfectamente, aún hoy después de cuatro años me brotan las lágrimas al recordarlo.

Un abrazo enorme

Mabel

Anónimo dijo...

Muchos ánimos, César. Gracias a este blog, tu Big Brother también es un poco nuestro Big Brother.

Un beso en la frente de mi parte para vosotros dos.

Rickard

Jarl-9000 dijo...

También fue mi hermano mayor el que me transmitió la pasión por la ciencia ficción, como con tantas otras cosas. Él es quien más me ha influido a lo largo de la vida (para bien o para mal, como suelo decir).

Muchos ánimos en este difícil trance. Y no te fustigues por usar palabras bonitas. Seguro que José Carlos te lo agradecerá.

Anónimo dijo...

Yo también te transmito mi apoyo y mi ánimo,César.La vida es así de puñetera a veces. Un abrazo enorme.
Aurora Boreal.

Anónimo dijo...

A veces la literatura es la única forma que encontramos de enfrentarnos a un sufrimiento tan grande, que todo parece carecer de sentido.
Cuando más perdida me he sentido, he encontrado consuelo escribiendo, intentando crear algo con los sentimientos que me agobiaban.
Por eso, encuentro comprensible que en un momento así, tan amargo, se busquen palabras bellas que consuelen del absurdo y la pérdida.
¿Cómo mandar ánimos a alguien que ni siquiera te conoce?
Solo puedo decir que en ocasiones un simple gesto de comprensión, aunque sea a través de una fría pantalla, significa mucho.

Lansky dijo...

Siento lo de su hermano, ley de vida. Pero disiento de su autocrítica de pasada, disculpable en medio de su pesar. La literatura no es pura palabrería, ni es convertir en literatura los sentimientos más profundos, la literatura es justo lo contrario: el arte de convertir los sentimientos en palabras, usted debería saberlo.

Un saludo solidario con su pesar

Lansky dijo...

Ah, perdón, olvidé las normas internas de cortesia del blog, perdón por el usteo.

Samael dijo...

César, lo mejor es dejarse llevar por las ganas de llorar, te lo puedo asegurar. Ignoro por qué lloramos, pero supongo que se debe a algún extraño sistema que tiene nuestro complicado organismo para defenderse de vete a saber qué. Cuando hace calor y sudamos, todos sabemos por qué lo hacemos; cuando tenemos una pena enorme que nos oprime desde las narices hasta muy adentro pasando por la garganta lloramos, y no debemos oponernos. Como sabes, yo me he inflado y ahora, maldita sea, vuelvo a hacerlo.
Solo lloramos los fuertes.

Anónimo dijo...

Vivirá.

Juan H dijo...

Lo siento, César, te mando todo el ánimo posible, es muy duro pasar por ello, decía una vieja canción somalí recogida por Richard F Burton en uno de sus viajes que: "El hombre no es más que un puñado de polvo y la vida una violenta tempestad", es terrible pero es así y el afecto a las personas cercanas produce más dolor. Siempre hablamos de los tópicos pero cuando suceden tiene más sentido del que creemos, ¿Cómo hacer que la preocupación no nos afecte o nos bloquee? Creo que es imposible de razonarlo. Sólo mandarte todo mi apoyo y gracias por compartir estos sentimientos tan personales y transformarlos en palabras; esas palabras son las que dan sentido a la vida.

César dijo...

Queridos amigos: os agradezco infinitamente vuestras palabras de aliento. Son un alivio para mí, creedme. Gracias de corazón.