martes, septiembre 30

Aguardando el pasado




            Este fin de semana participé en el Festival de Fantasía de Fuenlabrada. Fue una experiencia muy agradable, por el entusiasmo de los organizadores, por la calidad de los invitados (no me refiero a mí) y por el interés de los distintos actos que se celebraban. Además, me reencontré con un montón de viejos amigos, y espero haber hecho algunos nuevos. Estuvo muy bien. Sin embargo, antes de asistir hubo algo que me inquietó: el programa oficial anunciaba un “desfile de vestimenta steampunk”.

            Como sé que no todos los merodeadores de Babel son frikis, aclararé que steampunk es un subgénero de la ciencia ficción que muestra una ambientación decimonónica (sobre todo la época victoriana en Inglaterra), pero con elementos de tecnología avanzada basada en la máquina de vapor. Algunos lo vinculan al retrofuturismo, pero yo no estoy de acuerdo; aunque se parecen, no son lo mismo. También ha dado pie a otros subgénero, como el dieselpunk, que se ambienta en el periodo de entreguerras (y manda cojones que yo haya escrito una novela dieselpunk -La isla de Bowen- sin tener ni idea de que eso existía). Además, el steampunk, que nació como movimiento literario, se ha convertido también en una tendencia estética.

            ¿Por qué me inquietaba ese desfile? Pues veréis, yo creo que existen dos categorías de frikis: el light y el hard. Friki light es aquel que tiene aficiones raritas centradas en la cultura popular (comic, ciencia ficción, fantasía, etc.). En cuanto al friki hard, es aquel que no sólo tiene esas aficiones, sino que además las incorpora sustancialmente a su propia vida. Es decir, el friki light asiste como “espectador” a determinadas ficciones populares, mientras que el friki hard vive en ellas.

            Una confesión: los frikis hard me ponen nervioso. Sé que esto puede sonar raro viniendo de un tipo que tiene en su salón un montón de figuras de resina de Tintín, o en su despacho un enorme poster de King Kong, robots de hojalata o el ídolo arumbaya de La oreja rota. Sin embargo, todo eso para mí es decoración. Decoración fiki, de acuerdo; pero sólo está ahí por estética, teñida, eso sí, de grandes dosis de sentimentalismo. Yo no aspiro a vivir en el universo de Tintín, no fantaseo con ser un explorador de la Isla de la Calavera o un navegante espacial. Una cosa es lo que leo o veo, y otra muy distinta lo que vivo. De hecho, mis aficiones raritas sólo son una pequeña parte del conjunto de mis aficiones. Vamos, que soy un friki light (o eso espero).

            Por tanto, como estoy en una frontera peligrosa, siempre he sentido cierta prevención hacia los frikis más hard, no vaya a ser que me confundan con ellos. Y para mí uno de los máximos exponentes del frikismo duro se produce cuando los frikis se disfrazan. Recuerdo una vez, hace muchos años, que yo estaba en una Hispacon (convención de aficionados españoles al fantástico) y de repente vi pasar a una comitiva de tíos vestidos al estilo de El señor de los anillos. Súbitamente, experimenté una crisis de vergüenza ajena; no sabía dónde meterme. Tenía la sensación de que de un momento a otro iban a aparecer un montón familias con niños y se pondrían a arrojarnos cacahuetes, porque aquello se me antojaba un zoológico grotesco.

            Vale, antes de que algunos se pongan a arrojarme, en vez de maní, tomates podridos, acepto que no tengo razones objetivas para pensar así. Que eso de los disfraces no es más que algo lúdico, una desinhibida manera de divertirse. De acuerdo, es cierto.  Pero a mí, qué le voy a hacer, me pone nervioso, y cuando eso sucede a mi alrededor no puedo evitar sentirme como Jeff Albertson, el dependiente de la tienda de cómics de Los Simpson.

            Pues ese era mi temor cuando vi anunciado el desfile de trajes steampunk. Pero no, no había nada que temer. Y no porque no hubiera gente disfrazada, ni mucho menos; de hecho, durante los dos días que duró el festival había un constante trasiego de hombres y mujeres vestidos de decimonónicos con aditamentos retrofuturistas. Lo que pasa es que el espectáculo me gustó. Por dos motivos:

            1. Vestirse de hobbit, o de Mr. Spok, o de Guardia Imperial, es cualquier cosa menos elegante. Sin embargo, esa idealización del estilo victoriano resulta estéticamente muy molona (no en vano grandes diseñadores como Prada, Alexander McQueen, Ralph Lauren o Gaultier han creado colecciones inspiradas en el steampunk). En Fuenlabrada había de todo, por supuesto, pero en general los disfraces eran muy bonitos.

            2. En otros acontecimientos frikis, quienes solían disfrazarse eran sobre todo los tíos; por lo general, jovencitos granujientos. Pero en el Festival había tanto chicos como chicas, la mayor parte teenagers y veinteañeros (aunque había algún que otro tarra). Pues bien, llamadme viejo verde si queréis, pero ver chicas guapas elegantemente vestidas siempre me ha resultado de lo más tonificante.

            Vamos, que me pareció estupendo pasar un par de días rodeado de steampunks. Pero también me hizo pensar. Veréis, cabe suponer que esos jóvenes, aparte de para divertirse, se vestían así para hacer en cierto modo realidad sus fantasías. Y sus fantasías estaban enclavadas en el pasado (un pasado idealizado, es cierto; pero para eso está el pasado, ¿no?; para idealizarlo). Y lo mismo ocurre con los góticos o los neorrománticos: fantasean con el pasado.

            Durante la segunda mitad del siglo XX, el foco del fantástico popular se desplazó de la ciencia ficción al fantasy. Es decir, del futuro al pasado. Ahora mismo, ¿cuáles son las ficciones fantásticas más populares? Pues Juego de tronos y la serie de El nombre del viento, de Patrick Rothfuss. Fantasías medievalizantes, El pasado. ¿Y cuál es el género de moda en la literatura juvenil? Las distopías. O sea, el futuro visto como un lugar horrible.

            ¿Qué ha ocurrido para que los jóvenes, que son en sí mismos el futuro, hayan decidido refugiarse en el pasado? Supongo que eso significa que para ellos el futuro -y su antesala, el presente-, no solo ha perdido todo atractivo, sino que además les da miedo. Woody Allen dijo que el futuro le interesaba, porque es el lugar donde iba a pasar el resto de su vida. Bueno, pues los jóvenes no quieren vivir ahí. El futuro les da mal rollo. Mejor el cálido pasado, convenientemente idealizado.

            Coño, pero si me sucede a mí mismo. Casi la mitad de mis novelas juveniles están ambientadas en el pasado. Y, salvo en un caso, ninguna pretendía ser novela histórica. Lo que pasó es que las tramas y argumentos que había ideado me parecía que funcionaban mejor en el pasado que en el presente (o el futuro). Porque los sentimientos e imágenes que quería transmitir eran más fáciles de evocar en tiempos pretéritos. A mi manera, soy un romántico. Hace mucho, cuando era joven, encontraba romanticismo en la ciencia ficción. Pero ya no. El futuro apesta, y el presente da asco.

            En fin, que un dinosaurio como yo piense así puede ser normal. Pero que compartan esa idea muchos chicos y chicas ya es más alarmante. Jóvenes sin fe en el futuro, sin optimismo, sin esperanza, jóvenes que se sienten más a gusto en lo que fue, que en lo que es y en lo que será.

            Da que pensar, ¿verdad?

18 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Ostras! Nunca me había parado a contemplarlo de esa manera pero creo que tienes más razón que un santo. Interesante reflexión.

Si uno se para a pensarlo, la llamada "Edad de Oro" de la ciencia ficción en los USA tiene lugar durante los años 50 y hasta mediados de los 60, creo. Es decir, cuando ya habían dejado atrás los horrores de la II Guerra Mundial y la debacle de Vietnam todavía estaba por llegar. A pesar de la Guerra Fría se trataba, sin duda de un tiempos de optimismo y, sobre todo, de confianza en la tecnología y en lo que ésta podría lograr (la gente soñaba con llegar a la luna y aún más allá).

Hoy, como dices, la atención del fantástico se centra en las fantasías medievalizantes y en las distopías adolescentes. En este último caso resulta curioso constatar como las últimas distopías de éxito ("Los juegos del hambre", "Divergente", "El corredor del laberinto", etc.) están todas protagonizadas por adolescentes mientras que los malvados son adultos que ostentan el poder o que poseen los medios de control sobre ellos y contra los que tienen que rebelarse. Muy sintomático.

Rickard

Elena Rius dijo...

Digo como Rickard, interesante reflexión. Creo que no me había parado nunca a pensarlo, o sólo había pensado que era curiosos que la ciencia-ficción futurista ya no tuviese público, pero tienes toda la razón en lo que dices: el futuro nos da miedo y ni siquiera los jóvenes están dispuestos a adentrarse en él. de ahí también el auge de la novela histórica, que tantos pestiños ha dado (junto con alguna cosa buena, faltaría más). ¿Dónde están esos ideales de "luchar por un futuro mejor"?

Angel dijo...

Por entradas como esta me encanta visitar este blog: empieza la cosa en plan ligero hablando de frikis y frikadas y acaba, como quien no quiere la cosa, con unas reflexiones que al menos a mi me van da dar para pensar durante bastante tiempo.

Me viene a la memoria una frase que he oído unas cuantas veces pero no sé de quien es. Dice algo así como "Hubo un momento en que el futuro dejó de ser Los Supersónicos y se convirtió en Blade Runner".

Javier Díaz dijo...

Ángel, esa frase es de la recopilación de relatos Ciudad Interfase del escritor mexicano Bernardo Fernández. San google mediante, he descubierto un autor que puede ser interesante ¡Eah!

César dijo...

Rickard: En realidad, ese periodo que mencionas (los 50 y 60) es lo que los norteamericanos llaman la "edad de plata" de la cf. Pero yo estoy más de acuerdo contigo al considerarlo la auténtica edad de oro, porque fue el momento en que el género maduró.

Si te fijas, la proto-cf (Mary Shelley, London, Wells, Zamiatin, etc.) tenía una vena profundamente pesimista. Fue después de la Gran Guerra, con el nacimiento de la cf moderna, cuando el género se convirtió en puro optimismo. El futuro, basado en la ciencia, parecía un paraíso lleno de prodigios. Eso duró, más o menos, hasta los años 70. Por el desastre de Vietnam, en efecto, y quizá también por la cancelación del programa Apolo y por la larga duración de la Guerra Fría, que parecía abocada a un conflicto nuclear. Además, las maravillas que preconizaba la cf no se cumplieron, pero al mismo tiempo el mundo se volvió mucho más complejo e inestable de lo que nadie había imaginado. Así que el porvenir pasó de ser a una promesa a convertirse en una amenaza. Y ahí seguimos.

Elena Rius: En efecto, la novela histórica es otro síntoma (¡y aún dura!). Pero lo más tremendo es lo que dices al final: ya nadie lucha por el futuro, quizá porque pensemos que se trata de una batalla perdida de antemano. Es para echarse a temblar.

Ángel: Bueno, ése es el estilo de Babel: banalidad, humor y unas gotitas de reflexión. Al menos, eso espero. Y sí, lo que antes era nuestro futuro -es decir, nuestro actual presente- ha resultado ser de lo más cutre. Lo preocupante es que, si antes creíamos que el futuro iba a ser el paraíso, y ha resultado ser un cutrerío, ahora que creemos que el futuro será chungo... ¿no resultará al final mucho peor de lo que nos imaginábamos?

Anónimo dijo...

Cerca de donde vivo suelen celebrar un carnaval de verano del que no sabía nada hasta que las calles comenzaron a llenarse de gente "rarísima", casi me da un síncope. Iban disfrazados por eso, porque se celebraba el carnaval de verano del que entonces nada sabía. Lo que ahora sé tampoco me entusiasma, termina en un largo botellón con espectáculos horribles de ver y complicados de olvidar.

Conozco a unas personas que fueron dejando disfraces de sus antepasados, gente de clase alta, para las fiestas de carnaval. Cuentan que nunca les devolvieron los disfraces. A mí me hubiese gustado ver lo que se ponían antes los susodichos. ¿Serían elegantes o chuscos?, confieso que nunca me atreví a preguntar.
Begoña

Javier Díaz dijo...

En mi opinión la ciencia ficción siempre ha sido pesimista, desde su nacimiento, cuando aún no tenía nombre y prácticamente no existían los géneros. Entonces era una herramienta más de la literatura para estudiar la condición humana y, admitámoslo, siempre nos gusta hurgar más en lo malo porque por lo general la felicidad está poco condimentada. Ahí está el ejemplo de Julio Verne; cuando sus novelas eran sobre todo aventura eran más luminosas, cuando tocaban la ciencia ficción se sumergían en el pesimismo a toda velocidad haciendo hincapié en el mal uso de una supertecnología para la que el hombre aún no estaba preparado moralmente.
Cuando la ciencia ficción abunda en el optimismo es cuando se convierte en género a finales de los veinte y explora la maravilla tecnológica que nos deparará el futuro, pero curiosamente es precisamente ahí cuando es menos ciencia ficción y más aventura. Pero dura poco, en cuanto los autores deciden darle más calidad literaria a la cosa usan una vez más el género como herramienta para destapar nuestras miserias. Creo que cuando se argumenta la muerte del género lo que se ve debajo es el pesimismo inamovible de los temas que se tocan ya sea en una space ópera o en el hard más hard.
Así pues, creo que esas distopías con sus Mary Sue y Gary Stu a porrillo que ahora consume en masa la chavalería no corresponden más que a una moda pasajera que parece lo que parece porque se consume lo que se consume. Aquello del ”no hay futuro” ya existía en los cincuenta del rebelde sin causa y seguro que había literatos y demás pensadores (en alguna parte habrá documentación sobre esto) que opinaban que el mañana estaba muy nublado.
Por otra parte ahora mismo solo recuerdo haber leído una novela que se pueda llamar Steampunk; Pavana, que resulta ser una ucronía distópica ¡uf! Y que, aparte de que me parece excelente, no es precisamente la alegría de la huerta.

Carlito's dijo...

¿Dónde están los coches voladores, los trajes plateados y la comida en barra que nos vendieron? ¿Dónde están los robots sirvientes, los tubos de cristal para transportarnos y las casas en Venus?
En vez de eso tenemos móviles enormes a los que se les acaba la batería en un día, youtube, el transporte público cada vez más caro, cines a precio de teatro casi y coches que no solo no han despegado del suelo, sino que encima es más cara la gasolina que el seguro casi.
Así no se puede tener ilusión en el futuro, hombre. ¡Nos han timado! ¿Dónde están mis siete siamesas clónicas o mi teletransportador?

Anónimo dijo...

Respecto a los de los disfraces o lo de ser un "friki light" o un "friki hard"... yo creo que debo estar a medias entre ambos. En realidad, a veces me encantaría disfrazarme como uno de mis personajes favoritos lo que pasa es que todavía puede más mi sentido del pudor y de la vergüenza ajena. Supongo que la edad también influye.

Por ejemplo, sería incapaz de acudir disfrazado a ningún evento como convenciones, estreno de cines y demás citas similares. Es por ello que aprovecho para dar salida a mi lado más "friki hard" en aquellas ocasiones en que está socialmente aceptado, esto es, en que todo el mundo se pone de acuerdo para hacer un poco "el gilipollas" y, de ese modo, mi lado friki queda más disimulado y mi consideración social intacta. Me estoy refieriendo, claro, a esas fechas que entrañables que son carnavales y Halloween.

De hecho, como ya comente en otra de tus entradas, en el último Halloween me disfracé de forma casera (mi frikismo tampoco llega a tanto como para gastarme dinero en disfraces, que todo tiene un límite) de Spock aunque, para mi disgusto, tuve que aguantar que alguien me dijera: "A ver, el hobbit, elfo o lo que sea ese, que pase por aquí".

Rickard

César dijo...

Javier Díaz: Siempre han convivido una corriente pesimista y otra optimista en el género. En las décadas de los 30 y 40 prevaleció el optimismo, y en los 50 y 60 la vertiente pesimista. ¿Porque sí? Claro que no; la Guerra Fría y la amenaza nuclear marcaron el cambio de paradigma.

Pero no se trata sólo de si en la cf prevalece esto o lo otro, sino de que ha habido un cambio en las preferencias de los lectores, de la cf al fantasy. Y de nuevo no creo que eso sea porque sí.

Y tampoco creo que sea porque sí lo de las distopías juveniles. El primer gran éxito de esta tendencia fue "Los juegos del hambre", y no lo fue por marketing editorial (nadie confiaba en esa novela), sino porque los lectores sintonizaron con ella. ¿Por qué? Ahí está la cuestión: hay un porque.

¿Que ahora es una moda? Por supuesto, y acabará agotándose por saturación. Ya veremos qué vendrá después (y por qué).

Pero fijémonos en lo que había antes. En primer lugar Harry Potter. Esa serie está ambientada en la actualidad, pero respira un ambiente eduardiano. Por lo demás, discurre por los cauces de la fantasía tradicional.

Y después vino "Crepúsculo", que también ocurre en la actualidad. Pero centrándose en elementos tan románticos como el vampirismo.

De hecho, creo que vivimos unos tiempos muy similares a la época romántica. Esa tendencia tampoco surgió porque sí, sino como reacción frente al racionalismo del XVIII. Bueno, pues me parece que vivimos algo parecido; y no solo en lo literario, sino también en lo social. Lo cual, todo sea dicho, es para echarse a temblar.

Carlitos: Tienes toda la razón: el futuro iba a ser el País de las Maravillas, y ha resultado ser Los Miserables. Nos han timado, en efecto (aparte de la broma, ese "timo" también está en la base de la decadencia de la cf).

Pero mira, hay un artefacto que me parece pura cf: el GPS. Cada vez que conecto el chisme y una agradable voz de mujer me guía de un lado a otro, qué quieres que te diga, siento como si estuviera en una novela de Heinlein. Aunque, claro, quizá no sea objetivo, porque estoy muy enamorado de mi navegador. Se llama Adelaida y es encantadora.

Rickard: La verdad es que, dejando aparte cuando era niño, sólo me he disfrazado dos veces: una de tía (qué vulgaridad) y otra de jeque árabe (más vulgaridad). Y en ambas ocasiones fue porque me invitaron a fiestas de eso, de disfraces.

Le he dado unas cuantas vueltas y no se me ocurre de qué me gustaría disfrazarme. Creo que de nada... Bueno, sí, de highlander. En Edimburgo estuve a punto de comprarme un kilt. Pero no como disfraz, sino como alternativa a los pantalones.

Anónimo dijo...

Interesante reflexión César. Es lógico por otra parte que la juventud se refugie en el pasado idealizándolo, pero no creo que pueda significar que hayan tirado la toalla, simplemente que son (somos) muy conscientes de que estamos en un cambio de “régimen” por llamarlo de alguna manera. La política actual, la economía, e incluso la política internacional (primaveras árabes, china, etc…) apuntan a que los antiguos modelos se agotan. No es extraño que salgan partidos como Podemos, que aglutinen ese descontento. Me contaba un amigo mio tras la elecciones que durante meses escuchaba de reuniones de alumnos, grupos estudiantiles, etc… convocados por wasap, y era la gente de 20 a 25 años movilizándose.
Y dejando de lado la política, el steampunk me encanta estéticamente, y hay buenas novelas dentro de ese estilo (de hecho pensé antes de que la publicaras que la isla de Bowen iba a ser de ese género, más punk me refiero, o steam, o como se diga), y tb distópicas. En el panorama patrio está Eduardo vaquerizo con su mundo de Cronica de tinieblas, realmente bueno e imaginativo. Muy original.
Y por curiosidad literaria, hay steampunk escrito en otros países, y creo que tienen tb ese sabor de pasado idealizado. En Israel hay una escrita por un ultraortodoxo judío, creo que le dieron un premio de CF, el Gefen. Claro que el autor va disfrazado todo el tiempo, je, je.
Mazarbul

César dijo...

Mazarbul: Tienes razón, no pretendía decir que los jóvenes han tirado la toalla. Pero creo que están acojonados por la magnitud de la lucha, por el enorme peso de la bota que los aplasta.

Verás, cuando yo tenía 20 años los jóvenes éramos muy luchadores. Y no porque fuéramos mejores, sino porque nuestras circunstancias eran muy distintas. Nuestro enemigo estaba claro: el hijoputa de Franco. Nos aplastaba una dictadura; es decir, una forma de opresión muy tosca y muy evidente. Lo veíamos en los amenazadores policías, en las pintadas en la calle, en las huelgas obreras, en los panfletos, en los cortes de censura que mutilaban las películas que veíamos, en los libros prohibidos que no podíamos leer, en los comentarios de café, en todas partes.

Por otro lado, España era una isla de totalitarismo en medio de un océano de democracia. Éramos la excepción de Europa, una anomalía que tarde o temprano debía desaparecer. Además, Franco acabaría muriéndose, ¿no? Todo era más simple y más manejable (aunque también más físicamente peligroso). El enemigo era local, era muy evidente y, en el fondo, ya era débil. Luchar contra él y vencerle parecía una tarea asequible.

Pero, ¿ahora? El enemigo no es una persona, ni un partido, ni una organización concreta. El enemigo es un sistema, una forma de pensamiento, y es global, está por todas partes. La tarea de derribar a un enemigo tan grande y difuso parece descomunal, casi imposible. Solo de pensar en ello me entran ganas de refugiarme en un pasado más manejable.

En cuanto al steampunk, la verdad es que creo que sólo he leído dos novelas: "Las puertas de Anubis" y "Boneshaker". La primera me gustó; la segunda no.

Desde el principio tuve clarísimo que "La isla de Bowen" no iba a ser steampunk. Por muchos motivos, demasiados para razonarlos aquí, pero sobre todo porque mi referente era Verne, y Verne NO fue un escritor steampunk (aunque sí la principal inspiración del género).

Anónimo dijo...

A mí, los "frikis" que más me asustan son los que se pintan la cara con las banderas de sus equipos y llenan los estadios los domingos. Esos sí que dan verdadero miedo.

En cuanto a tu reflexión, acertada como casi siempre, es verdad que el futuro no pinta bien. ¿Alguien sabe qué pasó con la supuesta era de Acuario y todo eso de la New Age?

Javier Díaz dijo...

Bueno César, en la década de los 30 todo estaba resonando por el crack del 29. Fue, quizá, la peor época de la historia de los Estados Unidos hasta la actualidad. Aunque también es cierto que todo lo anterior a la II guerra mundial parece otro universo y es posible que la adversidad se afrontara con optimismo y que hubiese otras pecualiaridades que ahora mismo no acierto a recavar o que desconozco.
Sigo pensando, a pesar de estar de acuerdo con todo lo que dices, que la ciencia ficción siempre tiende más al pesimismo (o al menos creo que la mejor Ciencia ficción es pesimista)condición humana por otra parte.
Sea como sea, es un tema interesantísimo.
Por cierto César, podrías colgar la foto de esa buena moza a una resolución un poco más decente ¡Leñe! :P

Un saludo.

César dijo...

Javier Díaz: La cf de los años 30 es la de los space operas de Hamilton y Doc Smith. Es decir, superciencia y fe ilimitada en las maravillas que nos traerá el futuro. Y la cf de los 40 es la era Campbell, marcada por el optimismo tecnológico.

¿La mejor cf es la pesimista? Puede ser; pero si te fijas, el drama, en cualquier género, siempre se valora más que la comedia. Yo creo que es una especie de efecto óptico: nos parece más serio lo grave que lo ligero.

En cuanto a la foto de la hermosa moza, la he sacado de Internet, así que no puedo hacer nada con la resolución :(

Antonio Jarreta dijo...

Bueno, César, como joven y sufridor de las tendencias aquí expuestas, puedo decir que tengo una cierta relación conflictiva con las ideas aquí expuestas. Por una parte: sí, el pasado idealizado mola. El romanticismo sigue pegando fuerte entre la chavalada, como siempre lo ha hecho, y pensar en cachivaches decimonónicos, historias caballerescas, exploradores colonialistas, damas victorianas y expediciones de ultramar sigue teniendo el halo heroico y atractivo que ha tenido siempre. Sencillamente se ajusta a las prefrerencias de cada época.

La cuestión es... ¿por qué los jóvenes han (hemos) dejado de mirar hacia adelante con ilusión, y hemos vuelto la mirada al pasado? Pues tampoco creo que vaya a sorprender a nadie si digo que mi actual generación, incluso en nuestro satisfecho y comodón Occidente, tiene pocas razones para mirar al futuro con esperanza... y eso se ve reflejado en las ventas. Tradicionalmente se ha dicho que la fantasía sufre períodos de "redescubrimiento" durante tiempos de crisis, y la ciencia ficción en épocas de bonanza. No tengo que recordar la cantidad de series que, con matices, ofrecían una visión esperanzadora del futuro en los 90, y la verdad es que hasta ahora, pocas razones he tenido para desechar este tópico como palabrería sin fundamento.

A título personal, he de decir que creo que existe un futuro mejor. Creo que, en algún punto del futuro, nos espera algo mejor que esto que tenemos ahora. El problema es que también creo que yo no llegaré a verlo, y que ese algo mejor no pasará por Occidente, como lo ha hecho hasta ahora. Y he ahí la raíz de mi conflicto, de oscilar entre la fantasía y la ciencia ficción y de no saber qué narices va a ser de mí.

Ferran dijo...

Buenas César.

Bueno, para empezar, decir que estoy de acuerdo en todo lo que has expuesto y sólo querría añadir mi opinión personal:

Pienso que los jóvenes de hoy en día (yo mismo entre ellos), estamos viviendo una época de crisis en la cual, por desgracia, cada día predominan más los conflictos y problemas así como los aspectos negativos de cualquier hecho.

Qué esperanzas vamos a tener en el futuro cuando estamos viendo lo mal que está el presente? Batalla perdida de antemano? Es probable.

Todo este clima de negatividad ayuda muchísimo a hacer eso que tú comentas en tu entrada, refugiarse en el pasado.

Yo reconozco que soy un romántico empedernido y friki light. Me encanta perderme por las batallas épicas, aventuras gloriosas y todo este tipo de tópicos. He de añadir además, que soy un fan de las novelas históricas, sobretodo porque me encanta la história.

Haciendo todo lo anterior, desconecto de este mundo, un mundo que no me acaba de gustar, un mundo que no puedo idealizar. Es por eso que yo, aún siendo joven, prefiero el pasado al futuro.

Para acabar, creo que puedo intentar añadir otra razón a esto: en el pasado, todo hecho, en el futuro todo por hacer. Qué es más seguro? Más fiable? Lo que ya está hecho.

Espero tu opinión al respecto.

Atentamente,

Un romántico nostálgico demasiado joven para serlo.

César dijo...

Ferrán: Te doy la razón en todo, de principio a fin de tu comentario. Los jóvenes tenéis todos los motivos del mundo para estar hartos del presente. Yo lo estoy y no soy joven...

Es cierto, el pasado es seguro, lo conocemos, es terreno familiar, y por eso nos refugiamos en él. Lo que pasa es que, antes, el futuro también parecía seguro, porque era sinónimo de progreso. Ahora nos hemos dado cuenta de que no. Menudo planchazo.

En cuanto a si eres joven para ser romántico... por supuesto que no. Es más, cuanto más joven, más posibilidades tienes de ser romántico. En realidad, lo difícil es ser un dinosaurio romántico, como yo.

Lo de ser un joven nostálgico parece un poco más raro, pero sólo lo parece. Yo también lo era, y desde bien jovencito. La cuestión es que yo, igual que tú, era, y soy, nostálgico de épocas que no he vivido.

Por ejemplo, de pequeño me encantaban las historia de Guillermo Brown, de Richmal Crompton, unas historias ambientadas en la Inglaterra de los años 20 y 30. Y yo sentía nostalgia de esa época, aunque era dos décadas anterior a mi nacimiento. Eso debe de ser algo así como "nostalgia adquirida", o "nostalgia de segunda mano". Añorar aquello que nunca has conocido en persona.