martes, septiembre 2

Lucha de clases


 
            Es curioso, pero creo que hoy en día quienes se plantean la política como lucha de clases son, sobre todo, las élites de derechas. Warren Buffett, el cuarto hombre más rico del mundo, lo expresó con claridad: “"Por supuesto que existe lucha de clases, y mi clase la ha ganado". Me apresuro a aclarar que lo que define la clase social es el poder adquisitivo; es decir, que alguien es de clase alta única y exclusivamente porque maneja más pasta que los de clase media y baja. Nada más. Aunque, claro, eso de la pasta tiene luego muchas y variadas consecuencias.

            En mi círculo personal, incluso en el familiar, hay unas cuantas personas de derechas, incluso de derecha extrema, y todas me han acusado en algún momento de lo que consideran un contrasentido: Yo me declaro de izquierdas, y sin embargo tengo un buen coche, una buena vivienda y según mi renta pertenezco a la clase media-alta. Así pues, para mis conocidos de derechas soy un burgués que juega a ser izquierdoso; porque, en su concepción de las cosas, para ser de izquierdas hay que ser pobre.

            En realidad, es un argumento muy generalizado. Supongo que todos recordáis lo mucho que se ceba la caverna con Javier Bardén, por ser de izquierdas y millonario. Al propio Buffett le acusan de lo mismo, pues propugna una subida de impuestos a los ricos, y afirma que el sistema actual es injusto, pues permite que él tribute a un tipo impositivo más bajo que su secretaria. Así pues, Buffett, Bardén y yo somos unos inconsecuentes que jugamos a ser progresistas, mientras que nuestro nivel de vida se corresponde con el de clases sociales elevadas (aunque ya me gustaría a mí que mi nivel de vida fuese tan elevado como el de mis ilustres compañeros de inconsecuencia).

            Pues bien, este argumento de la derecha sólo tiene sentido si se contempla desde el punto de vista de la lucha de clases. Si pertenezco a una clase social, debería defender los intereses de esa clase social y dejarme de gilipolleces. O, dicho de otra forma: si tengo X pasta, debería propugnar que el sistema político haga posible que yo siga teniendo esa pasta, o más. Por  tanto, yo debería, entre otras cosas, estar en contra de los impuestos, pues estos tienen un componente redistributivo que beneficia a clases sociales inferiores, que no son mi clase y por tanto deberían importarme un carajo.

            Vale. Resulta que cuando yo tenía veintitantos años ya era de izquierdas. Pero también era pobre como una rata, así que, según los criterios de la derecha, era consecuente. Pero después empecé a ganar bastante dinero (y además en el mundo de la publicidad, te cagas), así que lo lógico era, supuestamente, que empezase a derivar hacia la diestra para ser consecuente con mi nueva clase social.

            Dicho con otras palabras: Si tienes unas ideas acerca de cómo debería ser la sociedad y la forma de gestionarla, en el momento en que subas de clase social esas ideas deben cambiar y adaptarse a tu nuevo estatus económico. O sea, que lo que está bien y lo que está mal depende de la pasta que tengas en el bolsillo, ¿no?

            Y ahí está la cuestión, en el bien y el mal. Porque hay otra forma de entender la política: no como lucha de clases (eso sería una consecuencia posterior), sino como ética. ¿Y qué clase de ética? La más sencilla de todas, la base de todo planteamiento moral, un principio que, según creo, fue escrito por primera vez en el Mahabharata: "Todo lo que una persona no desea que le hagan, debe abstenerse de hacerlo a los demás”. O al revés, como lo expuso Mencio: "Esfuérzate en tratar a los demás como querrías ser tratado”. Es decir, tú eres los demás y los demás son tú.

            Mi planteamiento es muy simple: No todo el mundo nace en igualdad de condiciones; algunos, la minoría, lo hacen en el seno de familias privilegiadas, tanto en poder adquisitivo como en redes de contactos. Otros, muchos más, nacen en familias que no tienen casi nada, ni dinero ni contactos. Y entre medias, una amplia gama de gradaciones. Es decir, si la vida fuese una maratón (a veces lo parece), algunos corredores partirían de la línea de salida, a  42 kilómetros y 195 metros de la meta; pero otros lo harían a tan solo veinte kilómetros, y unos pocos ya estarían en la llegada desde el principio de la carrera. No parece muy justo, ¿verdad? Pero así son las cosas. En nuestra sociedad, el factor más importante para alcanzar el éxito no es ni el talento, ni la preparación, ni el esfuerzo, sino la clase social donde hayas nacido. O sea que un gilipollas de clase alta tiene muchas más posibilidades de triunfar en la vida que un genio de clase baja.

            Como eso no me parece bien (soy así de raro), creo que la sociedad debería hacer todo lo posible por reducir esas diferencias; por un lado eliminando en lo posible los privilegios de las clases, sí, privilegiadas, y por otro proporcionando a las clases bajas todo lo necesario para que tengan un mínimo de igualdad de oportunidades (educación pública de calidad, sanidad, desarrollo personal, etc.). Del mismo modo, debería garantizarse el derecho a una vida digna para todos los ciudadanos. Y simultáneamente, deberían potenciarse valores sociales y personales como la solidaridad, la tolerancia, el esfuerzo, el diálogo, la cooperación o el respeto a la cultura. Y por supuesto, debería tacharse de un plumazo cualquier discriminación por razones de clase, sexo o raza. ¿Es eso ser de izquierdas? ¿Sí? Vale, pues entonces soy de izquierdas; pero insisto en que mi planteamiento inicial no es político, sino ético.

            Pues bien, ¿dónde está la ética en la sociedad española? Y no me refiero a los políticos, que en su mayor parte ni siquiera conocen el significado de esa palabra, sino a los ciudadanos. Por ejemplo, a esos que votan a candidatos corruptos a sabiendas de que lo son, como ha ocurrido en la Comunidad Valenciana con el PP o en Andalucía con el PSOE. O los que discriminan a los emigrantes y/o abusan de ellos. O los que promueven o toleran comportamientos racistas y sexistas. O los que piratean la propiedad intelectual e incluso se atreven a considerarlo un acto revolucionario. O los que no saben debatir sin gritar e insultar. O los que conducen sus coches partiendo de la base de que pueden hacer lo que les salga de los cojones y los demás que se jodan. O los que ensucian las calles. O los que abusan de los “inferiores”. O los que son incapaces de escuchar y sólo se oyen a sí mismos. O los que desprecian la cultura y solo valoran el dinero. O los que opinan sobre cualquier cosa sin molestarse en informarse. O los que exigen toda clase de derechos, pero en cuanto pueden se escaquean de sus deberes. O los que evaden impuestos, que es el principal factor redistributivo. O los se ciscan en el esfuerzo y sólo buscan el pelotazo rápido...

            Desde mediados de los 80 hasta la primera década del siglo XXI, tuvo lugar un triunfante proceso de “desclasación”. El sistema convenció a los ciudadanos de que todos éramos de clase media, así que la lucha de clases carecía de sentido. Por otro lado, no hacía falta prepararse y esforzarse para prosperar, porque el dinero fluía alegremente y bastaba con una cuantas chapuzas en la construcción para forrarse. De modo que, al perderse la conciencia de clase, nos convertimos en un país de insolidarios, de egoístas francotiradores que iban cada cual a lo suyo. Vale, y ahora ¿qué?

            En España hay una crisis económica, una crisis de instituciones y una crisis política. Pero sobre todo hay una crisis de ética ciudadana, y mientras ésta no se solucione todo seguirá igual.

            En cualquier caso, lo gracioso es que, salvo algunos dinosaurios de IU, los únicos marxistas que quedan en este país, los únicos que aún practican la lucha de clases, son las élites económicas. Qué cosas, ¿verdad?

29 comentarios:

Musta dijo...

Saludos, César:

Tengo unas cuantas cosas que añadir a tu post, porque ciertamente que es bastante inspirador. Por un lado, coincido contigo en que deberíamos ver la política desde un punto de vista ético. A mi parecer, ética y política deberían ir de la mano: lo mismo que en ética se establecen unos valores universales y absolutos que se aplican igual en todas las personas, en política también deben existir unos valores fundamentales y éticos en que todos deberíamos coincidir. Un buen ejemplo es el que citas: «Esfuérzate en tratar a los demás como querrías ser tratado». Todo gira en torno de esta bella máxima, porque si todos nos la aplicáramos no existirían las guerras, la extrema derecha, el maltrato... No obstante, el problema es cómo, porque, todo sea dicho, es sobrado utópico pensar que algún día todas las personas y los políticos podremos comulgar en unas mismas ideas, por más que las consideremos universales y objetivas.

A su vez, también me impresiona la falta de memoria de las personas. Esto es, la gente nunca debería olvidar sus orígenes, las raíces de las cuales han ido creciendo y alimentándose a lo largo de su vida. En tiempos de vacas gordas, nunca se debe relegar al olvido los tiempos de vacas flacas, porque eso pone de manifiesto nuestra ingratitud y la incapacidad de aprender de nuestros errores —porque se aprende, y mucho, de los tiempos adversos—.

Por último, creo que se debería eliminar el concepto de «clase social». Todos somos iguales, todos somos personas, y por consiguiente iguales en derechos —qué utópico, ¿verdad?—. El dinero no es más que «algo» material inventado por la humanidad; algo, sin embargo, por lo que nos vemos condicionados en exceso. Es indignante que incluso la vida de una persona pueda depender de algo superficial como el dinero, cuando en realidad todos pertenecemos a una misma clase: la clase de los seres humanos. Ésa es, a juicio mío, toda clasificación válida para las personas.

P.D: Por cierto, lamento la muerte de tu hermano, con tanto mayor motivo al darte mis condolencias tan tarde. Admiro que sigas siendo el de siempre a pesar de todo, porque así se refleja en tus posts. Un fuerte abrazo.

Jarl-9000 dijo...

Muy bien explicado. Si es que es de sentido común. Lamentablemente...

Lamentablemente, vivimos en el mundo en que vivimos. Desde el punto de vista teórico, mi sistema político ideal sería la anarquía. Pero no la anarquía que normalmente se nos viene a la cabeza cuando pensamos en ella, sino la anarquía bien entendida. Precisamente ésa que se basa en esa máxima del Mahabharata, pero expresada así: "Soy libre de hacer lo que me venga en gana, pero mi libertad termina donde empieza la de los demás". Pura ética. Y encima nos libraríamos de los políticos.

Pero, claro. Luego resulta que la humanidad apesta, y ese ideal no solo es imposible, sino que es ridículo. Considero entonces la política como un mal necesario. Ojo, la política bien entendida, al servicio de la ética (como tú muy bien explicas) y que fue uno de los pilares de la Ilustración; no la pantomima que tenemos, donde lo único que prima es subir puestos a toda costa y, una vez arriba, aferrarse a la poltrona, que para eso has vendido tu alma en el empeño. Si es que los políticos son como una clase aparte (incluso con sus privilegios propios). Y empeñados están en favorecer a los de su clase (y calaña).

César, me gustaría preguntarte si conoces el Partido X (sí, suena a serie de mutantes y/o pornográfica) y, en caso afirmativo, saber la opinión que te merecen. En las últimas elecciones, y tras mucha desesperación, acabé votando por ellos tras leer su programa, y aunque no sacaron nada de nada, por primera vez no me sentí sucio votando. Te lo pregunto porque se autodefinen como "un pacto transversal y no ideológico de mínimos entre ciudadanos", lo que me recuerda a todo ese asunto de la ética que has estado comentando en la entrada.

César dijo...

Mustapha: No sé cuántos años tienes, aunque sí sé que eres muy joven, pero posees una madurez y un sentido común envidiables. Sigue así. Y muchas gracias por tus condolencias.

Jarl-9000: Joder, amigo mío, podría haber escrito tu comentario sin cambiar una coma. De joven, yo también era anarquista (idealmente lo sigo siendo). Me ponía a pensar en cómo debería ser el mejor sistema de gobierno e, inevitablemente, llegaba a la anarquía entendida desde el punto de vista que señalas. Sin embargo, al cabo de un tiempo empezó a pasarme algo; seguía pensando que la anarquía era el único sistema justo de organización social... pero también era consciente de que era imposible que funcionase. Eso es lo que sigo creyendo ahora.

La razón es sencilla: el anarquismo expresa cómo deberían ser las cosas en el mejor de los mundos posibles, un mundo en el que todos los seres humanos pudieran llegar a ser razonables y honestos. Pero los seres humanos no somos eso. Somos básicamente egoístas, y ahí es donde se va a hacer puñetas la posibilidad de la anarquía.
No obstante, creo que deberíamos intentar aproximarnos lo más posible al ideal anárquico, aún a sabiendas de que se trata de una utopía inalcanzable.

En cuanto al Patido X... me avergüenza reconocer que no lo conocía. He entrado en su web y me ha parecido muy interesante. De hecho, siempre he creído que haría falta un plataforma ciudadana cuyo único objetivo sería cambiar la constitución para garantizar una democracia auténtica. Leeré su programa con detenimiento.

Numeros dijo...

No me gusta la distinción entre izquierdas y derechas porque la encuentro demasiado lineal. Creo que nuestra ideología puede descomponerse en, como mínimo, dos componentes: una social y otra económica, por ello creo que el diagrama de Nolan nos puede dar una mejor visión de lo que pensamos y así explicar aparentes paradojas.

Coincido con tu planteamiento de que el Estado debería abogar por la igualdad de oportunidades, garantizar el derecho a una vida digna para todos los ciudadanos y en la eliminación de cualquier tipo de discriminación, pero discrepo en lo que se deberían eliminar las diferencias de clase porque no creo que los igualitarismos nos lleven a nada bueno.

Desde mi punto de vista no es malo que existan diferencias de clase. Lo perverso es que las clases sean estancas como las castas en la India. Dicho de otro modo, soy partidario de la meritocracia y prefiero una sociedad donde un gilipollas de clase alta acabe perteneciendo a la clase baja y un genio de clase baja acabe perteneciendo a la clase alta.

Por último también discrepo en la existencia de unos valores éticos universales y absolutos. La ética, como la estética, la hemos ido moldeando los humanos a lo largo de la historia según nuestra propia conveniencia.

César dijo...

Números: Es cierto que la distinción entre izquierdas y derechas es en ocasiones ambigua y casi siempre demasiado generalista. Pero sirve para entendernos sin necesidad de trazar diagramas o extenderse en largas disertaciones.

Yo no he dicho que haya que eliminar las diferencias de clase, sino que deberían eliminarse los privilegios de clase.

¿De verdad crees que no existen principios éticos universales? Entonces, ¿la ética es una cuestión de "modas" que nada tiene que ver con la razón? Y por tanto ¿todas las formulaciones éticas son igual de válidas porque en el fondo todas son arbitrarias? ¿No hay un modo objetivo de establecer las diferencias entre el bien y el mal?

Verás, a mi modo de ver, y a muy grandes rasgos, existen dos grandes territorios de pensamiento ético. 1. El que establece como principio y sujeto de la moral al ser humano. Es decir, la ética humanista. 2. El que establece como principio y sujeto de la moral a algún ente superior al ser humano. En el caso de la moral religiosa, ese ente sería Dios; y en el caso de la moral laica, ese ente podría ser el Estado, el Proletariado, la Raza o la Patria, conceptos propios de sistemas totalitarios como el comunismo o el fascismo.

Con respecto al segundo territorio, coincido contigo: esa clase de ética es arbitraria, pues depende de las características que se inventen para la divinidad o el ente abstracto que sea.

Ahora bien, si aceptas como punto de partida la ética humanista, entonces, amigo mío, el precepto que cito en el texto no solo es universal y absoluto, sino también imprescindible

Anónimo dijo...

Muy buen post César. Entiendo perfectamente lo que dices y estoy de acuerdo contigo. Voy a contar una anécdota que me ocurrió hace tiempo: trabajé durante años en empresas, en temas d exportación, y curiosamente allí se vivía la lucha de clases como si fuera Arriba y Abajo o Downtown Abbey. En mi trabajo, yo solía ir de corbata y chaqueta, sobre todo si tenía visitas de clientes (alemanes, árabes, americanos, japos, israelíes, etc…). Curiosamente los de “abajo”, es decir, los que trabajaban con un mono verde, solían lanzarme pullas e indirectas del tipo: claro, los de arriba….tu como eres un privilegiado (¿?)…Bueno, un día de esos en los que no tienes ganas de aguantar historias, le solté a uno (de menor edad que yo en aquel entonces, pero no mucho, en torno a 30) que:

- No soy menos obrero que él. Ël lleva un mono verde, yo una corbata y chaqueta. Otro uniforme.

- Por su edad, si él no ha querido estudiar es porque no le ha salido de los cojones (carrera u oficio, el que fuera). Porque hasta la fecha el acceso a los estudios era para todos, y yo no he estudiado en ninguna privada.

- Al igual que él, vivo de mi trabajo. Y sin él (como ahora y desde hace ya varios años) estoy jodido, porque no tengo otra forma de manutención, ya que no pertenezco a familia adinerada, sino burquesa, mis padres viven de sus sueldos de trabajadores y de sus pensiones respectivas. Al igual que mis hermanos.

Ni que decir tiene que a quien le solté esto tenía un cochazo que yo no he visto ni veré (entre otras cosas porque me parece un gasto inútil).

Otro comentario que alguna vez me soltaron fue: …como tu eres gente de libro…y seguidamente se frotaban los dedos como si “libro” y “dinero” fueran sinónimos.

Curiosamente hay gente de izquierda y derecha con prejuicios, y a ti te consideran del otro lado en virtud de gustos, educación, estudios, o vete a saber qué (al igual que tb le he soltado a amigos de derechas, y que se consideraban como tal, que ellos no son sino trabajadores a sueldo, o trabajadores con negocios, pero no gran capital). Si defiendes la educación universal o el mundo de la cultura, los de derechas te consideran de izquierdas o que no estás donde debes estar, pero los que se consideran de izquierda tb tienen sus prejuicios, como si un libro o la cultura te aportaran millones a espuertas; o simplemente porque eres un bicho raro.

Y sí considero que actualmente los de “arriba” o el gran capital lucha por acabar con derechos y deberes universales, acceso a salud pública, cultura, estudios , etc… Y no solamente porque haya o no dinero, sino como filosofía política a poner en práctica.

Mazarbul

Numeros dijo...

Yo no he dicho que haya que eliminar las diferencias de clase, sino que deberían eliminarse los privilegios de clase.

Totalmente de acuerdo. Perdón por haberte malinterpretado.

"Esfuérzate en tratar a los demás como querrías ser tratado”.

Un patricio romano, un terrateniente sureño, un comandante de un campo de concentración nazi o un yihadista podrían suscribir sin rubor esta frase y afirmar con el corazón en la mano que la siguen fielmente.

La razón es que para ellos los demás son otro patricio, otro terrateniente... pero nunca jamás lo serán un esclavo bárbaro, un negro, un judío, una mujer. Para ellos esos no son humanos, son untermenschen.

A mi juicio, en esta definición de los demás está todo el meollo a la hora de definir una ética universal y absoluta y por ello no creo que exista por mucho que a mi me gustase que existiese.

César dijo...

Números: Lo que pasa, amigo mío, es que ni el patricio, ni el esclavista, ni el nazi, ni el yihadista parten de una ética humanista, sino de una moral del segundo tipo (basada en entelequias suprahumanas: la Nobleza, la Raza o Dios), que ya he aceptado que es arbitraria.

La filosofía humanista no puede deshumanizar, ni siquiera concibe esa posibilidad. Para ella cualquier hombre (entendiendo por "hombre" a los ejemplares genéticos de nuestra especie), por indigno que sea, sigue siendo un ser humano, y jamás una cosa o una alimaña. Para el humanismo, "los demás" son el resto de los seres humanos, con independencia de su raza, género, condición o creencias.

Anónimo dijo...

Los Buffett del mundo son unos listos. Saben que existen las clases y que ellos pertenecen a la que va ganando la batalla, la que va ganando la lucha de clases. Y hacen esas declaraciones porque la brutal crisis que ellos mismos han creado puede afectarles aunque sea mínimamente. Las clases empobrecidas no consumen y ellos no aumentan sus ganancias. Yo no me fío del tal Buffett cuando reclama pagar más impuestos. Se hace el bueno, adquiere prestigio, buena imagen, y espera que una mejor distribución de las cargas le beneficie de paso.
Así, pues, yo creo que tú no tienes nada que ver con él. No creo que esté de acuerdo contigo cuando explicas por qué eres de izquierdas. Yo sí me identifico con lo que dices. Y me gusta cómo lo dices.
Pero disiento en algo: uno no decide practicar o no la lucha de clases. Existe sin más. Y aunque sea un concepto marxista ya ves que no solo lo utilizan los marxistas. Incluso un economista tan poco sospechoso de serlo como Paul Krugman, crítico con las actuales políticas de austeridad,eso sí, llega a hablar de guerra de clases, para hacer ver la violencia con la que se está desarrollado hoy mismo.
En fin, me apunto a tu revolución ética. Ahí es nada: ponerte en el lugar de los demás, tratarles como querrías que te trataran. Si triunfara sería como vivir en una sociedad sin clases, sin privilegios, sin desigualdades. La ética aplicada a la política, la economía.
Saludos.

Mazcota dijo...

Por supuesto que hay lucha de clases, pero, básicamente, porque no paran de repetirnos su existencia y porque, al parecer, nos encanta fijar un enemigo en nuestro imaginario. Sospecho que arrastramos tanta inseguridad que no tenemos claro quienes somos hasta que no nos presentan algo por lo que luchar o un antagonista contra el que combatir. Normalmente otro ser humano. ¿Qué si no?

Pero lo verdaderamente importante de esta reflexión, al menos para mí, es tener claro lo que significa triunfar en la vida. Y nos han educado para que pensemos que sin dinero o fama no hay triunfo posible. O al menos no sin dejar a tu familia, una vez la diñes y como mal menor, por encima de la clase social en la que naciste.

Tomando prestado (con tu permiso) el ejemplo de la maratón, me atrevo a modificarlo un poco en función de lo que signifique triunfar para cada persona. Sí, la vida es una inevitable maratón (y si la podemos convertir en una ultramaratón, que resulta más larga, pues mejor aún), pero la meta puede llegar a cruzarse en el kilómetro uno, para vivir triunfante el resto de la carrera sin necesidad de tener fama ni millones de euros. No creo que un millonario parta desde una posición más ventajosa; a no ser que su única meta sea la de ser rico, claro. Puede que disponer de dinero te facilite algunos aspectos de la vida, pero si eres un gilipollas de clase alta no conseguirás rebajar tu gilipollez por mucho dinero que tengas. Es más, puede que incluso la refuerce.

Pero, ¿qué es la lucha de clases? ¿Pobres intentando hacerse con algo del dinero de los ricos, y estos aplastando con su poder a los pobres para conservar su posición? No creo en dos bandos, me inclino más por la descripción del francotirador que has comentado. Porque si un rico puede quitarle el dinero a otro rico, lo hará sin dudarlo. Y lo mismo podríamos decir de un pobre. Es cierto que algunos con más escrúpulos que otros, pero lo harán.

Jarl-9000 dijo...

Es interesante lo que comenta Mazcota. Hace tiempo vi un documental que trataba sobre la felicidad. En él explicaban que antes (hasta el siglo XX más o menos) por lo general (con excepciones) la gente nacía dentro de una clase (otorgada por el linaje familiar) y ya no la podía abandonar en la vida, mientras que hoy en día te viene dada por el dinero, por lo que la clase es variable (lo que antes era una excepción ahora se ha convertido en regla). Y planteaban entonces que, en general, la gente era paradójicamente más feliz antes que ahora.

¿Cómo era eso posible? Pues porque antes la gente se resignaba con lo que le tocaba y se proponían metas más a su alcance, veían la vida de otra forma, pues sabían que su situación no podía mejorar. Mientras que ahora se da por sentado que todo el mundo puede triunfar en la vida. Como consecuencia, sienten que necesitan enriquecerse porque sí, porque en teoría se puede, y si no lo consiguen (que es lo normal estadísticamente hablando) es porque son unos fracasados.

Ya dicen que es más feliz no el que más tiene, sino el que menos necesita.

Ahora empiezo a divagar, así que no me hagáis mucho caso...

Se puede decir que antes (en la época de Marx) la lucha de clases tenía más sentido puesto que tu clase no iba a cambiar, por lo tanto tenía lógica favorecer lo más posible a tu clase. Pero, curiosamente, con las revoluciones que se generaron a continuación las reglas del juego empezaron a cambiar y la lucha de clases como antes se entendía se ha ido convirtiendo en un contrasentido. El mismo Marx sostenía en su modelo que la lucha de clases terminaría desapareciendo. Entonces... ¿es a los ricos a los que más conviene que no desaparezca?

José Antonio dijo...

¡Un saludo César, espero que hayas pasado un buen verano!

Desde mi punto de vista el problema está en que no hay conciencia de clase, o al menos no demasiada. Como ha dicho Mazarbul, hay gente que por tener una carrera, una casa, un coche... se cree que es clase "media" o "media-alta" y no se dan cuenta de que lo de la clase media es la gran mentira con la que tener contenta a la gente y pensar: oye, estoy en la media, así estoy bien. ¿Por qué vamos a cambiar nada?

Yo me considero de clase trabajadora, y siempre he vivido muy bien. Mis padres son enfermeros en el servicio andaluz de salud, con mucha experiencia y con plaza fija así que en mi casa nunca han faltado ingresos, jamás hemos tenido grandes lujos pero siempre he tenido todo lo que he querido. Pero eso no significa que sea de clase alta. Sé cuál es mi lugar, sé que tengo que a mis padres no les han regalado nada, que el esfuerzo ha sido constante, y que aún así no había garantías de que todo fuese a salir bien. Y sé que hay familias en las que la calidad de vida está garantizada por varias generaciones y donde el esfuerzo no sirve de nada, y eso lo considero injusto. Ahí es donde entra la conciencia de clase. Sé cuál es mi lugar, y mi lugar está por debajo de esos... y no me gusta.

La ausencia de esa conciencia de clases es la que hace que la lucha de clases la ganen los de arriba, esto es así. Por otro lado está la otra gran mentira la de: si te esfuerzas podrás venir a nuestra clase. Es como muy de juego de rol, tú esfuérzate, gana experiencia, que mejorarás y todo cambiará y eso es mentira. Conozco a gente que no da el callo y lo tiene todo, y gente que durante toda su vida se mata a trabajar, son honrados, y viven al límite.

El problema es: ¿cómo cambiarlo? ¿Nos van a dejar cambiarlo desde el sistema, o es necesaria una revolución? Me gustaría saber más sociología para saber la solución.



César dijo...

Mazarbul: Veamos... Lo del "éxito personal" está muy bien, pero no es mensurable. De hecho, socialmente hablando, es anecdótico. Digamos que es un asunto que atañe a la psicología, no a la sociología.

Creo que la confusión proviene de la palabra "éxito". Tú lo interpretas como ser millonario y famoso, pero no es eso. Limitémonos a considerar el éxito social como la posibilidad de llevar una vida digna, lo que consiste en acceder a una serie de bienes y servicios.

Y cuando digo "bienes y servicios" no me refiero a tener un Ferrari o una isla privada, sino a disponer de sanidad, educación, vivienda o alimentación sana y variada. Sólo eso, así de simple.

La lucha de clases no es un capricho, la lucha de clases sobreviene cuando, por ejemplo, 0,6% de la población mundial acumula el 39,3% de la riqueza, mientras que el 91,8% de la población del planeta, la clase media-baja y baja, sólo tiene el 17,7% de la riqueza (datos de 2013). ¿Es justo eso? Convendrás que no. Así pues, la lucha de clases es, en esencia, una lucha contra la injusticia (o a favor de ella, claro).

César dijo...

Jarl-9000: La gente que trabajaba de sol a sol, siete días a la semana, por un salario de mierda, sin sanidad, sin educación, con infraviviendas, ¿era más feliz que ahora? Permíteme que lo dude.

¿Eran más felices porque se resignaban? Supongo que la religión también ayuda en eso; si crees que, tras palmarla, vas a vivir en un lugar mejor, todo es más llevadero. Pero, sinceramente, yo no quiero para mí, ni para nadie, esa clase de felicidad basada en el autoengaño y la resignación. Por cierto, según ese criterio los más felices de todos debían de ser los esclavos, ¿no?

Como oí en una famosa serie de TV: "El dinero no da la felicidad, pero te la pone a huevo". Hablando en serio: la cuestión no es que el dinero te haga feliz, sino lo profundamente infeliz que te hace no tenerlo. Porque yo no estoy hablando de enriquecerse, de ser millonario, sino de tener lo básico para llevar una vida digna.

Y cuando digo que la pobreza produce infelicidad me refiero a que reduce las facultades intelectuales, daña la salud, genera ansiedad y miedo...

La lucha de clases no es una cuestión del pasado; se produce cuando la brecha entre clases es insalvable, cuando los pobres no tienen lo mínimo para vivir, cuando los privilegios de las élites anulan los derechos de los más desfavorecidos. Es decir: ahora mismo.

César dijo...

Anónimo de las 7:52: Por supuesto, no creo que Buffett sea de izquierdas. Pero mira, resulta que ha donado más o menos la mitad de su fortuna a causas sociales... Vale, con la otra mitad pueden vivir como curas varias generaciones de Buffetts, pero ojalá todos los millonarios actuaran así.

José Antonio: En efecto, la pérdida de conciencia de clase es, entre otros factores, lo que nos ha conducido a la actual situación.

Juan Constantin dijo...

Saludos:

Disiento del anónimo de las 7:52. La lucha de clases sí existe, pero no porque sí, como si fuera el virus de la gripe.
Ha sido creada por nosotros, los seres humanos, al igual que la guerra, la esclavitud, los totalitarismos, el apartheid y otras lindezas por el estilo.
Que haya desigualdades entre los distintos seres humanos es algo natural, pues todos no tenemos las mismas capacidades, la misma suerte, las mismas ambiciones, ni las mismas oportunidades. Es natural que las personas intenten conseguir que su vida sea mejor. También es natural que quien haya logrado alguna de sus metas, quiera conservarla: supongo que el campeón mundial de parchís querrá seguir siéndolo todo el tiempo que pueda,
Lo que ya no es natural, es que estas diferencias se institucionalicen y se establezcan leyes y códigos de conducta, para privilegiar y proteger a unos individuos determinados basándose en que pertenecen a una cierta clase social, impidiendo de paso que otros seres humanos, al no poseer las características definitorias de esa clase, puedan acceder a bienes y servicios que las clases privilegiadas sí disfrutan. Esto es creación humana.
Hoy en día y en este país, podemos contemplar reformas de leyes que, en la práctica, crearán una Justicia para ricos y una justicia para pobres, una Sanidad para ricos y otra sanidad para pobres, una Educación para ricos y otra educación para pobres. Y lo peor de todo, es que se pretende que se pague con el dinero que todos (¿todos?) aportamos a las arcas públicas.
No nos engañemos, cuando vemos que nuestros ¿representantes? políticos legislan siempre en la misma dirección, que los que sufrimos sus ocurrencias somos siempre el mismo tipo de personas, y que algunos se carcajean del sufrimiento ajeno desde su torre de marfil, es que estamos en guerra. Una guerra entre clases: los desfavorecidos contra los que siempre son favorecidos -muchas veces sin apenas disfrazar el chalaneo- por sus esbirros y mamporreros, enjuagadores y tiralevitas.
Y adivinad quién está perdiendo (me niego a creer que ya hayamos perdido) el partido.
Dicen los teólogos que el mayor triunfo del Demonio es que no crean en su existencia. Análogamente, el mayor triunfo de las castas es que creamos que no existen clases sociales. Es la mejor manera de mantener sus privilegios, puesto que destruyen nuestra mayor arma: la unión. Fomentar un individualismo como epítome de forma de vida, ayuda a que creamos que estamos solos -como mucho contaremos con la familia más cercana- y por ello seamos débiles e incapaces de plantar cara a la Injusticia.
Pero no es verdad.
Un solo junco se quiebra fácilmente, pero si atamos una docena, su resistencia crece de manera exponencial. Si atásemos mil, ¿qué esfuerzo resistirían?
Tienen miedo de que nos unamos y les plantemos cara.
Se ve en la campaña mediática anti-Podemos -que no será la panacea universal, pero que ha agitado conciencias- y en las leyes represoras que se están promulgando o se pretenden promulgar.
En palabras de Loquillo: ¡A por ellos, que son pocos y cobardes!

Juan Constantin

Anónimo dijo...

Juan Constantin:
Yo, en cambio, estoy de acuerdo contigo en casi todo. Solo alguna precisión.
La lucha de clases no tiene por qué ser una guerra a cañonazos y misiles. Aunque a veces es tan violenta que produce derramamiento de sangre. Casi todas las revoluciones, por ejemplo, o la resistencia a dictaduras y totalitarismos. El franquismo causó mucho dolor y muerte y fue una manifestación de la lucha de clases.
No veo por qué equiparas la lucha de clases con la esclavitud, el apartheid, etc. Yo creo que, por el contrario, ayuda a librarnos de esas y otras "lindezas".
No creo que la desigualdad sea natural, propia de los humanos. Todas la leyes del mundo reconocen (con hipocresía y cinismo enormes si quieres) que nacemos iguales. Pero no todos tenemos las mismas oportunidades. La lucha contra la desigualdad es legítima y es un capítulo de la lucha de clases.
Conforme avanzo en la lectura de tu contestación más de acuerdo estoy contigo. Incluso en que vamos perdiendo la guerra que ganan los de siempre. La pérdida de conciencia de clase a la que se ha aludido aquí en varias ocasiones es una de las causas.
Nota: Utilizo el concepto clásico de lucha de clases que no es un virus, ni una plaga, ni un invento del hombre (excepto el nombre, claro) y que es el motor de la historia de la humanidad desde que tenemos noticia escrita hasta nuestros días.
Saludos cordiales.
Anónimo de las 7.52

Juan Constantin dijo...

Saludos:


Anónimo de las 7:52, sólo un par de puntualizaciones, sin ánimo de polemizar:

No he escrito nada acerca de que la lucha de clases deba ser a cañonazos y misiles, aunque coincido contigo en que la historia nos la ha mostrado con frecuencia como sangrienta. No la concibo de tal manera. Algo habremos cambiado desde la Revolución Francesa. Por el contrario, abogo por una lucha pacífica, pero firme y centrada. Creo que debe haber un imperio de la ley, que esté por encima de todos los ciudadanos. Los actos premeditados contrarios al bien común han de ser castigados con todo el peso de la ley, y, por supuesto, en las urnas cuando sean cometidos por representantes políticos electos.
Creo que te contradices al indicar que "el Franquismo causó mucho dolor y muerte, y fue una manifestación de la lucha de clases", para acto seguido afirmar que la lucha de clases no es equiparable al apartheid, el nazismo, etc y que nos ayuda a librarnos de esas lindezas.
Si el franquismo fue una manifestación de la lucha de clases, como aseguras, ¿cómo es posible que la lucha de clases nos ayude a librarnos de tal lacra, cuando puede traer consecuencias tras desastrosas?
Equiparo la lucha de clases a la guerra, el apartheid, el racismo... porque sí es un invento del hombre, y no sólo en su denominación. El hombre ha creado las sociedades, con sus leyes y tradiciones, sus clases sociales -o socioeconómicas- sus desigualdades y sus injusticias. En resumen, el ser humano crea las condiciones para que se produzca la lucha de clases. Y además, la utiliza como instrumento para sus fines. Las clases altas no dudan en hacer que las inferiores luchen entre sí (españoles e inmigrantes, por ejemplo), con tal de mantener su estatus quo.
Yo sí creo firmemente que la desigualdad es algo natural. No todos somos igual de listos, ni guapos, ni rápidos, ni fuertes. Por suerte. Somos individuos. Creo que debemos tener todos, sin distinción alguna, los mismos derechos y obligaciones para con la sociedad, y que ésta debe paliar, siempre que ello sea posible, las "cartas malas" con las que hemos nacido y darnos a todos igualdad de oportunidades según nuestras capacidades y valía. Y, claro está, tenemos que ser iguales ante la ley, y ésta ha de aplicarse de igual manera para todos. Tenemos casos recientes más que sobrados para ver que eso no sucede.
Que la lucha de clases es un motor de la Historia de la Humanidad es cierto, en cierto sentido. Si no fuera porque las clases desfavorecidas pelean por su derecho a mejorar sus condiciones de vida, se tardaría más en llegar el cambio social. Pero mi opinión es que esos cambios son más cosméticos y aparentes que reales. Todo cambia para que todo siga igual.
No olvidemos que en una lucha hay dos bandos, cada uno con pretensiones opuestas. Los desfavorecidos pretenden arrebatar a los favorecidos su posición de privilegio, sus bienes, sus derechos... y los favorecidos pretenden perpetuar esa posición privilegiada, arrebatando a los desfavorecidos todo, incluida la esperanza.
Lo que hoy sufrimos son los efectos de una lucha de clases, pero de las clases privilegiadas contra las clases menos privilegiadas. Esto no me parece un progreso, sino un gran retroceso.
¡Jolines! Si están pretendiendo cambiar la Ley Electoral para impedir que se les escapen -previsiblemente- ayuntamientos en las próximas elecciones. ¿Necesitamos más pruebas de quién está luchando contra quién?
Por el contrario, pienso que los cambios sociales más profundos se dan gracias a los descubrimientos e inventos: el fuego, la rueda, las vacunas, el automóvil, la electricidad, los ordenadores.... porque transforman a toda la sociedad casi por igual. Y que la educación pública, laica y sufragada entre todos, garantiza un mayor y más duradero cambio social que la mayor de las revoluciones, porque nos dará ciudadanos cada vez mejor preparados y menos manipulables.

Juan Constantin

Anónimo dijo...

Juan Constantin:
¡Estoy de acuerdo contigo en casi todo!
Creo que nos separa el significado que le damos al concepto de lucha de clases.
Ha sido un placer intercambiar puntos de vista.
En realidad, aunque no suelo intervenir, yo merodeo con frecuencia por este blog del maestro César Mallorquí que sabe proponer asuntos atractivos para el debate y el comentario. Y no solo de política como bien sabeis.
Soy un adicto a La Fraternidad y siempre espero con interés la siguiente entrada.
Saludos.
Anónimo de las 7.52

Juan Constantin dijo...

Saludos:

Anónimo de las 7:52:

Gracias. Es un placer.
Este blog siempre suele tener temas interesantes y los participantes ser gente razonable y educada. Bastante diferente de otros.

Hasta la próxima.

Juan Constantin

Jarl-9000 dijo...

Me disculpo por mi anterior comentario. Ha sido bastante desafortunado, como me ha hecho ver César.

No comparto que la gente fuera más feliz antes que ahora, pero necesitaba exponer lo que contaba el documental (que lo más probable es que no fuera tan simplista como puse, cosas de escribir con prisa) para llegar a la idea que me interesaba: la sensación que sí comparto de que la mayoría entiende la felicidad como la necesidad de ganar dinero y/o fama, lo que al final acarrea más frustración que otra cosa, y que seguramente esta situación es relativamente nueva porque antes había muchas menos oportunidades (lo que no implica que antes fuera mejor). Da la impresión de que la gente se empeñase en ser infeliz.

De todas maneras, esta es una cuestión que se sale del tema tratado en la entrada.

En cuanto a la última reflexión del mismo comentario, ya digo que estaba divagando.

César dijo...

Jarl-9000: Por favor, ni se te ocurra disculparte por expresar de forma educada una opinión, sea acertada o no. Es más, te pido disculpas yo a ti si mi respuesta te incomodó de alguna forma.

Aquí todo el mundo puede decir lo que quiera, siempre que lo haga con respeto. De hecho, lo que más me gusta de Babel es justo lo que antes mencionaba Juan Constantin: que los merodeadores suelen ser personas razonables y educadas. Como tú, por ejemplo.

César dijo...

Jarl-9000: Y tienes razón: La gente suele confundir la felicidad con la acumulación de bienes. Lo que pasa es que, aunque poseer muchos bienes no te garantiza la felicidad, tener demasiado pocos sí te conduce a la infelicidad

Molina de Tirso dijo...

Bueno, veo que no hay mucho que añadir. Estoy de acuerdo con Constantin y, por supuesto, con César. Solo mencionar un ensayo que he leído este invierno y puede interesar a alguno: "Chavs. La demonización de la clase obrera" de Owen Jones. Está centrado en Gran Bretaña pero es extrapolable en gran parte.

Lansky dijo...

Estoy de acuerdo contigo, incluso tengo en cartera un próximo post con otra orientación pero similitudes con este tuyo. No obstante, los que ven la política como una lucha de clases en la que 'sólo' importa mantener las rentas y niveles adquisitivos propios, aún sin ética, son más torpes, tontos, que los Buffet, porque en el fondo no prevén que la redistribución vía impuestos es una forma de pacto social hobbesiano, es decir, de evitar que el asunto explote y les perjudique por muchas islas que se compren y muchos guardias personales que contraten, manteniendo cierta equidad, se aseguran tranquilidad, falta de violencia, que las cosas, cambiando/mejorando un poco para todos, sigan como están en el fondo para ellos, que lo que les beneficie no cambie (Cf.- Gatopardo, Lampedusa), así que son tan codiciosos como torpes y sin visión, no sólo hacen el mundo peor para los demás, sino para ellos mismos. Por interés los de derechas, aún sin ética deberían ser… más tolerantes en ceder una parte mínima de sus privilegios.

Un saludo

Lansky dijo...

Ah, se me olvidaba, para Jarl-9.000, lo que plantea es interesante, sobre todo la menor movilidad social de entonces, pero falla en un punto decisivo: nadie ha mostrado cómo medir la felicidad ajena, y hasta la propia es subjetiva, así que lo que debería decirse, por eso sí se puede medir en sus efectos, es que la gente era más conformista, quizás, aunque el inconformismo no siempre conduce a luchas sociales sino a imitar a los explotadores, como es el caso, si no ¿por qué tanta gente relativamente obre vota derechas?

Byron dijo...

Muy de acuerdo con el comentario de Lansky. Tony Judt, en su libro "Algo va mal" (creo que era en esta obra, si no me falla la memoria y lo confundo con algún otro libro) comenta precisamente eso: en las sociedades donde la riqueza está más distribuida incluso las clases más altas viven con más seguridad. Pero es eso: la avaricia rompe el saco.
Un saludo.

Sebastián dijo...

Muy acertado, César. Es que para los políticos los conceptos de izquierda o derecha ya no valen para nada: sólo importa mover dinero.

juanerreo dijo...

Saludos:

Me gustaría comentar un par de cosas.
En España, en las últimas elecciones generales, la derecha (PP) no consiguió muchísimos más votos que en las anteriores (pasó de 10.300.000 a 10.900.000), pero la supuesta izquierda (PSOE) sí que perdió millones de votos (de 11.300.000 a 7.000.000) y la participación bajó más de un 3%.
Los votos del PSOE debieron ir a otras siglas de izquierda o supuesta izquierda, pero no al PP.
Que los pobres voten al PP, puede ser debido a lo ya comentado: la gente cree que no hay clases sociales, o que ellos no pertenecen a la clase obrera, son clase media.
A eso ayuda un montón el que la gente "pase" de la política -aunque la política no "pase" de la gente- y que muy poquitos de los que se definen de izquierdas o de derechas, si les preguntas, sean capaces de enumerar los principios éticos de su opción política, o algún punto de su programa electoral. Aunque tampoco habría diferencia alguna si así lo hicieran. Como decía Groucho Marx: "Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros".
Lansky, estoy de acuerdo en que las clases privilegiadas deberían ser más espabilados y ver que el desequilibrio provoca caos, y que les interesa que no se llegue a ese extremo. Pero, no me gustaría que la situación sólo mejorase para que todo siga igual, y sólo porque les interesa a the powers that be.
Ya que el panorama social está agitándose, ¿por qué no aprovechamos e intentamos tomar las riendas de la cuadriga? La ocasión la pintan calva. Al menos podremos decir que lo intentamos.

Juan Constantin