jueves, marzo 19

Reflexiones en el Año del Virus


 
            Dicen que en chino “crisis” significa “oportunidad”, pero no es cierto. En mandarín, crisis se escribe wei ji; wei significa peligro y ji, que es polisémico, viene a significar “punto crítico”. Oportunidad se dice jihui. Pero da igual; esta crisis y su consiguiente encierro es una ocasión perfecta para encontrarnos con nosotros mismos, mirar lo que tenemos dentro y reflexionar.

            Con frecuencia, las circunstancias adversas nos ponen frente a un espejo. Cuando todo va bien, es fácil fingir y simular que somos lo que no somos, poner cara de foto y meter la tripa para salir guapos. Es frente a las desgracias cuando mostramos nuestro verdadero rostro. La crisis del coronavirus es una oportunidad para descubrirnos.

            Por ejemplo, el confinamiento. Llevamos creo que seis días encerrados en casa. Muchas personas ya están que se suben por las paredes. Sin embargo, yo he descubierto que no noto gran diferencia entre estar confinado y no estarlo. Y no solo en cuanto a mis sentimientos y emociones, sino también en lo que respecta a mis actividades: hago básicamente lo mismo que hacía antes.

            Bueno, es normal; soy escritor y, pase lo que pase, me tiro al menos ocho horas al día encerrado en mi despacho, sin ver a nadie, cero compañía. A veces he pensado que vivo demasiado dentro de mí mismo, ensimismado en realidades irreales, y que eso no es bueno. Pero, ¿sabéis qué?: lo terrible es que me da igual. Porque cuando creas en tu mente una realidad ficticia, esa realidad es segura, fiable, controlada. En ella hay un dios que impone orden. Y además se da la circunstancia de que ese dios eres tú, mira qué bien.

            Con frecuencia me preguntan si no siento demasiada soledad al pasar tantas horas al día sin compañía. Y yo siempre respondo lo mismo: Es que no estoy solo; me acompañan mis personajes. Ya, ya, suena a chorrada de escritor, a hacer literatura con la literatura, pero al menos en mi caso es totalmente cierto. No puedo evitar tener la sensación de que el profesor Zarco de La isla de Bowen, o Alejo Zarza de La mansión Dax, o Jaime Mercader de La Cruz de El Dorado son viejos conocidos con los que he compartido muchas y gratas experiencias. En cierto modo son tan amigos míos como mis auténticos amigos. Incluso más, porque los conozco mejor.

            Cuando era muy pequeño, como muchos niños, tenía un amigo invisible. El mejor amigo de mi hermano Eduardo –diez años mayor que yo- se llamaba Fernando Catalá, de modo que yo llamaba a mi amigo invisible “mi Catalá”. Bueno, cosas de niños. Como digo, cuando era un crío tenía un amigo invisible; pero ha pasado el tiempo, he madurado, mis dos pies están bien plantados en el suelo y ya no tengo un amigo invisible. ¡Tengo cientos!

            Como decía al principio, esta crisis es una buena oportunidad para mirarnos al espejo y ver lo que somos. Pues bien, resulta que soy un solitario, que vivo en mundos irreales, que me relaciono con personas imaginarias y que no noto mucha diferencia entre mi cotidianidad y estar encerrado en casa por una epidemia mundial. O en la cárcel, si la celda fuera suficientemente amplia. En base a esto, la cuestión es: ¿Pero qué clase de mierda de vida tengo?

            Mi segunda reflexión trata sobre los sueños y las esperanzas. Como sabéis, soy un gran aficionado a la ciencia ficción y, cuando era jovenzuelo, soñaba con las maravillas que nos depararía el futuro. Imaginaba un mañana con viajes espaciales, con coches voladores, con serviciales robots, con contactos con los extraterrestres, con inusitados poderes psíquicos, con amistosas inteligencias artificiales, con viajes en el tiempo, con esferas Dyson, con aceras rodantes, con antigravedad, con cyborgs... Pues bien, de entre todos los múltiples temas y subgéneros de la ciencia ficción, ¿nos tenía que tocar precisamente una distopía catastrofista? Sólo puedo sacar una conclusión: Dios existe.

            Y se llama Murphy.

13 comentarios:

Jarl-9000 dijo...

Me alegro de comprobar que te vas librando del virus, que con la que está cayendo en Madrid...

Vaya, pues coincidimos bastante en estas dos reflexiones (claro que tú lo expresas mucho mejor). En mi caso, el teletrabajo no se diferencia mucho del trabajo presencial, pues soy menos social que un helecho, y el confinamiento en sí tampoco es que sea un drama, normalmente necesito excusas (en plural) para pisar la calle. Donde sí lo noto es en verme obligado a tener a los niños en casa las 24 horas. Y eso que se han traído tareas del cole para un mes, si hace falta.

En cuanto a la segunda reflexión... lo mismito, oye. Sólo que no creo que sea una cuestión de mala suerte, sino de probabilidades. Tal y como va el mundo, teníamos todas las papeletas para que ocurriera algo así en algún momento. Básicamente, porque siempre ha ocurrido, simplemente ahora lo nota el mundo entero. Pudo haber pasado antes con otras epidemias más graves. Si ésta lo ha conseguido ha sido porque mata a la chita callando.

Aparte de esto, también he estado reflexionando mucho sobre lo que se ha hecho mal y cómo se podía haber evitado. Y son muuuchas cosas las que se han hecho mal. Lo estamos notando y lo vamos a notar, también cuando todo acabe. Y no me vale para nada lo que andan diciendo de que nadie se podía imaginar esto, porque lo estábamos viendo ya en Italia, que, como quien dice, está ahí al lado.

Cuídate. Mis mejores deseos para los tuyos y todos los madrileños.

Anónimo dijo...

Vaya,César,ya echaba de menos un comentario tuyo sobre el tema. En mi caso, ya sabía perfectamente que soy una solitaria irredenta, que lo que me cuesta es tener vida social, así que no noto mucha diferencia en mis rutinas cotidianas. He trabajado en la enseñanza muchos años y con esa obligación de relacionarme a diario ya tenía bastante, muchas veces me sobraba, la verdad. Siempre me dio vergüenza reconocer esto, se supone que un enseñante ha de ser un ser social e intensamente comunicador...Bueno, yo aprendí a adaptarme, pero ahora que estoy jubilada no tengo necesidad de forzarme,solo lo justo. Así que, me cuesta poco adaptarme a esta vida de reclusión. Encima,por varias enfermedades y mi edad, soy de esos grupos de riesgo. Perfecto para mí estar encerrada. Se me va el tiempo con las múltiples tareas de la casa ( que te llevan el tiempo que quieras que te lleven), en leer, mi afición de siempre que disfruto mucho, en ver películas y series, leer la prensa, enredar por internet, comentar en los grupos de wasap, escuchar la radio ( ah, qué gran descubrimiento los podcast) En fin, creo que tenemos suerte porque nunca hemos tenido más recursos que ahora para vivir encerrados. Recordé el otro día las historias de esa gente que tras la guerra civil se escondieron en pequeños espacios de sus casas y estuvieron allí metidos, años en ocasiones, sin nada de lo que tenemos ahora y con un miedo constante a todo. Me viene a la memoria Los girasoles ciegos, recuerdo la emoción del diario de Ana Frank, alguna película...una cuyo protagonista era Fernando Fernán Gómez...
¿ Mambrú se fue a la guerra, puede ser? Bueno, luego lo busco y me hago una lista de títulos para releer o rever o leer y ver simplemente.
En cuanto a lo de las expectativas sobre el futuro, yo también me imaginaba muchas posibles cosas....que ahora son realidad. En mi adolescencia hubiera dado algo por tener a mi alcance libros,películas,música que ahora con un simple clic tenemos a nuestro antojo. Recuerdo al agente Max con su zapatófono y yo de niña alucinaba con la idea....en las casas los teléfonos estaban en la pared, agarrados y negros como cucarachas y todo el mundo escuchaba lo que decías...Y aquella serie de los Supersónicos...me encantaba y me imaginaba todos aquellos inventos... Claro, lo que no se me ocurría era pensar en virus y pandemias como esta...ayyyyy.

Bueno, que ya me he enrollado bastante. Estaría bien que tus merodeadores contaran también un poco cómo están llevando estos días y lo que nos queda.
Un besazo invisible desde estas tierras cántabras, y ahora también invisibles para muchos.....Aurora Boreal

Alberto Rodríguez López dijo...

Gracias maestro. Sé que puedes imaginar tu y de pasada tus geniales visitantes y merodeadores de la torre que me limpias los vidrios de mi Alma y fortaleces mi espíritu. Es necesario saber que no estoy solo. La Soledad sólo es buena cuando escribo.

Anónimo dijo...

Disculpa, por favor, acabo de ver la serie tras leer hace tiempo este post tuyo:

https://fraternidadbabel.blogspot.com/2010/05/un-vistazo-al-infierno.html

Ya sé que soy tonto, pero sigo sin pillar por qué es el mejor alegato antibélico lo de "Por la televisión" con el que que termina tu texto. No pillo el chiste. :(

VJL dijo...

Es bueno saber que estás bien. La vida de escritor casi siempre crea aislamiento y conversaciones internas. Saludos a los amigos creados con tinta o con destellos digitales. José Luis Velarde

César dijo...

Jarl-9000: Estoy de acuerdo en que lo extraño de esta pandemia es que no haya ocurrido antes. Con la tremenda movilidad de la población los patógenos pueden circular por el planeta a sus anchas. En cuanto a las cosas que se han hecho mal, creo que es mejor hablar de ellas cuando esto acabe, no ahora. Paciencia con tu encierro, amigo mío; me imagino estar confinado en casa con niños pequeños y me estremezco.

Aurora Boreal: Tómate con calma el encierro, amiga mía. Y cuídate mucho. En cuanto a que los merodeadores comenten su vida durante el confinamiento, Babel está abierto para ellos, como siempre. Un abrazo (con mascarilla).

Joaquín: No sabía que trabajabas en un hospital. Pues tienes toda mi admiración y todo mi agradecimiento. Y no, no te preocupes por mí; llevo más de una semana sin pisar la calle ni para pasear al perro. Lo cual no deja de ser lógico, porque no tengo perro. Un abrazo.

Alberto Rodríguez: Puede que estemos encerrados, pero no estamos solos.

Anónimo de las 10:05: Bueno, lo de que la serie es un alegato anti bélico ya lo explico en el post. En cuanto a lo de "Por la televisión"... Piensa en todo el horror que ha pasado ese personaje. Cuando le preguntan por qué lo hizo, él responde que por la TV; es decir, ha vivido un infierno y lo ha hecho por algo tan estúpido e insignificante como un nuevo electrodoméstico. Eso puede interpretarse de dos formas: o bien que luchó porque el mundo pudiera volver a la normalidad, incluso a la banalidad. O bien porque no tiene ni idea de por qué luchó.

JL: Saludaré de tu parte a mis personajes. Ellos no están confinados por el coronavirus.

Anónimo dijo...

No se vale copiar.....esto para tu relato navideño.


Doy gracias al cielo por tener una biblioteca enorme y una bodega bien surtida, pero un relato en estas circunstancias seria un detallazo, aunque fuera la primera pagina de sus proximos libros para ponernos los dientes largos. Cuidese

Unknown dijo...

Perdona César, no he encontrado otro medio para ponerme en contacto contigo, debe ser la clausura a la que estamos sometidos. Mi pregunta es : eres César "anticuus" al que conocí en Galicia perdiendo el tiempo en 1981? Si es así, y lo crees conveniente, hablamos por correo

César dijo...

Anónimo de las 5:28: Si por perder el tiempo en Galicia entiendes hacer la mili, supongo que sí, que ese César soy yo. Pero ¿quién eres tú?

Unknown dijo...

Soy el arqueólogo buscahuesos. Mi correo: llombartbou@gmail.com

Anónimo dijo...

En mi caso llevo bien la reclusión. Me he llevado tiempo parado y preparando oposiciones, así que estar así es casi una vuelta a lo que ha sido normal en mi vida en los últimos años. Afortunadamente ahora tengo trabajo. A lo que nunca me llegué a acostumbrar es a trazar una división entre el trabajo y la casa. Parece una tontería, pero sí necesito tener ámbitos físicos diferenciados.

Y lo que me empieza a aterrar de todo esto es, muertos e infectados aparte, que me da la impresión de que va para largo. No hay solución a corto plazo. Y puede que el virus acabe obligándonos a elegir entre él (con las consecuencias que conocemos) o una destrucción económica derivada de la paralización. Ambas cosas me parecen terribles e inasumibles.

Espero que estéis todos bien y que os guardéis del bicho (¿o lo ha organizado todo tu parásito, César?)

Mazarbul

Juan Constantin dijo...

Saludos:

Esta reclusión es especial para mí. Estuve recluído las dos primeras semanas, sorprendiéndom del nivel de paranoia que podían desarrollar mis vecinos, aquí en una población rural, apartada, cn pocos habitantes, ante el contagio de las grandes urbes. La desinformación hace estragos y la gente poco menos que se cree que el virus va por el aire, que cada día vamos peor, que no vamos a quedar ninguno vivo...
Luego, me han llamado para una sustitución por el procedimiento de urgencia en un Centrio de Protección de Menores en Jaén, y he aceptado. Llevo ya unos días saliendo para trabajar en él. No tiene contagiados, pero sí que tiene una veintena de menores adolescentes de entre 16 y 18 años, la mitad de ellos MENAS, que están cada día más y más agobiados por el confinamiento. La tensión crece, los menores no hacen otra cosa más que dormir a deshoras, comer, ver la tele y pelearse entre ellos o con quien esté a tiro. Si la cuarentena sigue mucho más, habrá problemas...

Juan Constantin

Maru dijo...

Jajajajaja, genial!! Pues a mi me pasa igual, que el confinamiento ni lo noto, bueno, sí que lo noto porque me he quitado de encima ciertos compromisos y he recobrado esa libertad que te da no tener que ir a ningún sitio, a mi no me parece una mierda sino todo lo contrario, siempre he pensado que podría llegar ser feliz hasta encarcelada, si no feliz sí que estar en un estado de paz, es como cuando vas en tren o avión, son momentos en los que no puedes hacer otra cosa que estar allí sentada y como mucho dar un paseo, pues yo encantada. La verdad que cuando se acabe el confinamiento no sé si tengo ganas de volver a ver ciertos caretos...gracias por tus escritos y saludos.