Hace poco, paseando por
Crisei, el blog de Rafael Marín, descubrí que él y yo tenemos algo en común: nuestra devoción por
El Hombre Enmascarado. Y eso me recordó una deuda que tenía pendiente con mi memoria. Veréis, hace unos años murieron dos grandes autores de comic: Dan Barry en 1997 y Lee Falk en 1999. En su momento, pensé en escribir un artículo acerca de ellos, pero no llegué a hacerlo. La pereza, que es muy mala. Tampoco lo voy a hacer ahora, tranquilos, pero ¿por qué no charlamos un rato sobre los tebeos de nuestra infancia?

Los primeros tebeos a los que recuerdo haberme aficionado –yo debía de tener seis o siete años- son los del
Capitán Marvel. Eran unos cuadernillos apaisados (muy mal) editados por Hispano Americana de Ediciones y narraban las aventuras de Billy Batson, un joven locutor de radio que, al pronunciar la palabra Shazam, se convertía en el Capitán Marvel, un superhéroe parecido a Superman, pero con aspecto de paleto del Medio Oeste. Su creador y dibujante, C. C. Beck, le dio a la serie un tono naïf y auto irónico, casi dadaísta, que elevó la calidad del viejo Capitán Marvel muy por encima de la de sus demás colegas superheroicos. Hace tiempo, por mi cumpleaños, me regalé un buen montón de los antiguos tebeos del
Capitán Marvel (los mismos que compraba de pequeño y en perfecto estado). Los encontré en Metrópolis, una tienda de comics; el precio original de cada cuadernillo era una peseta, pero a mí me costaron una pequeña fortuna; qué le vamos a hacer: la nostalgia es cara. Los he ido leyendo poco a poco y la verdad es que son muy divertidos, una obra llena de ingenuidad, surrealismo y auto parodia. Además, cada vez que los miro vuelvo a tener siete años. ¿Qué más se le puede pedir al papel impreso?
Pero los del
Capitán Marvel no eran los únicos tebeos que me gustaban; también leía
La Pequeña Lulú,
Superman,
Brick Bradford,
Titanes Planetarios,
Linterna Verde,
Flash,
Aquaman,
Batman... sí, de niño me gustaban mucho los tebeos de superhéroes. (Por cierto, ¿sabéis que don Manuel Fraga Iribarne prohibió a mediados de los 60 los comics de
Superman por considerar que sus poderes le asemejaban demasiado a dios? Bueno, así era y es el glorioso fundador del PP). En cuanto a los tebeos patrios, me chiflaban
Pulgarcito y
Tiovivo, los dos buques insignia de Bruguera. Mis autores favoritos: Ibáñez y Vázquez, dos genios del humor gráfico.
No obstante, mi comic preferido era y es
Tintín, de Hergé. Y no, no voy a hablar aquí de del joven reportero belga que jamás escribió un reportaje; es un asunto demasiado serio para tomarlo a la ligera. De lo que quiero hablar es de los tebeos que publicaba la Editorial Dólar en su colección Héroes Modernos, es decir, de los personajes pertenecientes al King Features Syndicate (una de las empresas dedicadas a la distribución de tiras ilustradas en los periódicos):
Flash Gordon,
El Hombre Enmascarado,
Mandrake,
Rip Kirby,
Ben Bolt,
El Príncipe Valiente,
Julieta Jones... Se trataba de unos cuadernos apaisados, más grandes que los del
Capitán Marvel y no mucho mejor editados; se publicaban durante los 60 y yo compraba y leía casi todos, incluyendo los de
Julieta Jones, que eran historietas románticas sobre dos hermanas medio bobas –aunque muy monas, eso sí-.

Pero mis favoritos eran tres. El primero,
Flash Gordon; pero no el de Alex Raymond, sino el de Dan Barry. Me explicaré: Raymond fue, sin duda, uno de los mejores dibujantes de todos los tiempos, la elegancia hecha trazo, y su
Flash Gordon es un prodigio estético... pero un coñazo narrativo. Los guiones, que él mismo firmaba, son tópicos calcos del
swords & planets estilo Burroughs, pero más aburridos aún. Tras la muerte de Raymond, y después de pasar por diversos dibujantes –como el amanerado Mac Raboy-,
Flash Gordon acabó en manos de Dan Barry, que en adelante utilizaría colaboradores tan prestigiosos como Harry Harrison para los guiones o Frank Frazetta para el dibujo. Al principio, Barry continuó con la línea argumental “arcaica” de Raymond, prolongando las aventuras casi de capa y espada en el planeta Mongo, pero poco a poco fue humanizando al personaje y, sobre todo, modernizando los guiones y adecuándolos a las corrientes de la ciencia ficción del momento. Recuerdo, por ejemplo, que Barry adaptó para su personaje uno de los relatos de las
Crónicas Marcianas de Bradbury. En fin, el
Flash Gordon de Barry quizá sea el primer comic moderno de ciencia ficción; al menos, fue el primero que cayó en mis manos.

Mis dos siguientes series favoritas fueron creadas por el mismo guionista: Lee Falk. Una es
The Phantom, que por algún ignoto motivo en España se llamó
El Hombre Enmascarado. Vamos a ver, ¿cuál fue el primer héroe que se dedicó a combatir el crimen con los calzoncillos por encima de unas mallas? ¿Superman? No; la primera entrega de Superman apareció en junio de 1938 y The Phantom vino al mundo en 1936. Él es el decano de los héroes modelo Calvin Klein. ¿De qué va la historia? En 1526, sir Christopher Standish navega rumbo al Oriente cuando su barco es asaltado y hundido por unos piratas. Salvado por la tribu de pigmeos Bandar, el noble inglés jura sobre la calavera de uno de los piratas que tanto él como sus descendientes se dedicarán en cuerpo y alma a combatir la injusticia. Para ello, nuestro justiciero se agencia un ceñido traje violeta con capucha y antifaz, y adopta el nombre de The Phantom, el Espíritu que Camina. El caso es que lucha por la justicia durante unos años, luego le sustituye su hijo, y a éste el suyo y así sucesivamente. Pero como todos visten de idéntica (y estrambótica) manera, la gente piensa que se trata de un ser inmortal. Es decir, The Phantom no es un único héroe, sino algo así como una empresa familiar dedicada a la heroicidad.
Las aventuras de
The Phantom son un auténtico desparrame de imaginación y chaladura. La acción, ubicada en una selva imposible, mezcla de Asia y África, nos va desvelando poco a poco la compleja mitología del Espíritu que Camina, que incluye tronos con forma de calavera, tesoros legendarios, ciudades perdidas, marcas secretas e, incluso, una amplia panoplia de “dichos de la selva”, algo así como los “refranes del fantasma”. Su primer dibujante fue Ray Moore, pero en 1947 le sustituyó el nefasto Wilson McCoy. Tras su muerte, en 1961, le sucedió Sy Barry, hermano de Dan Barry, iniciando así la mejor etapa de
The Phantom, la que yo conocí. Si queréis saber algo más acerca del personaje, os sugiero que os deis una vuelta por el blog de Rafael Marín y le echéis un vistazo a su comentario (
http://crisei.blogalia.com/). Estoy de acuerdo con todo lo que dice, salvo en un aspecto: a él le caía bien el torpe de Wilson McCoy y a mí siempre me pareció detestable.
La tercera serie de comics que adoraba de pequeño es
Mandrake el Mago. Fue también una creación de Lee Falk; de hecho, la primera, en 1934. Su protagonista, Mandrake (Mandrágora), es un ilusionista teatral que basa su magia en el hipnotismo. Es decir, no realiza prodigios: hace que los demás crean que los realiza. Luce un fino y recortado bigote, lleva el pelo engominado y siempre viste frac, capa y chistera. Y cuando digo siempre, es siempre; da igual que esté

actuando en un teatro, o en mitad de la jungla, o atravesando el polo norte: siempre viste igual. ¿Absurdo? Hasta decir basta; y no menos absurdo es su sirviente, Lotar, un negro enorme que siempre va vestido con camiseta ceñida, pantaloncitos cortos y un ridículo fez encasquetado en su calva cocorota. Menuda pareja; te los encuentras por la calle y te dan ganas de salir corriendo para denunciarles en el frenopático más cercano.
El grafismo de
Mandrake corría a cargo de Phil Davis, un dibujante muy limitado, en efecto, pero cuyo trazo, estático y vagamente irreal, resultaba curiosamente apropiado para la serie. Las tramas, por lo general extremadamente absurdas, eran meros pretextos para el lucimiento de los poderes hipnóticos del protagonista; así pues, los “momentos fuertes” consistían en los delirios oníricos que Mandrake inducía en los malos mediante pases hipnóticos. De hecho, ese onirismo dotaba a la serie de un aire tan decididamente surrealista que el mismísimo Federico Fellini se empeño en llevar el personaje a la pantalla, con Marcello Mastroianni en el papel de Mandrake, aunque, por desgracia, no llegó a conseguirlo (no obstante, existen fotos de Mastroianni vestido como el mago).
Bueno, pues ésa fue mi “Trilogía Dólar”:
Flash Gordon,
El Hombre Enmascarado y
Mandrake el Mago. Pero durante mi infancia hubo otros muchos comics y personajes. A decir verdad, no solo aprendí a leer con los tebeos, sino que gracias a ellos llegué a la literatura... y a otra clase de tebeos. ¿Cuáles fueron vuestros comics de la infancia? ¿Compartís alguna de mis debilidades? ¿Alguna vez soñasteis con los héroes de papel? Contad, contad...