lunes, junio 12

Políticos

Durante la última semana he leído, en éste y en otros blogs, varios comentarios de gente desilusionada con la política, gente que sostiene que todos los políticos son iguales, unos corruptos o, cuando menos, unos ambiciosos preocupados tan sólo por pillar poder e influencia. Reconozco que ante esto me asalta un ramalazo dualista; por un lado, comprendo esa postura y, al mismo tiempo, me extraña. Intentaré explicarme, pero antes me gustaría mostrar mis credenciales. Hasta hace cuatro o cinco años, jamás había participado activamente en política; pero, mediada la segunda legislatura de Aznar, creí necesario hacer algo más que votar. Dado que, además de escritor, soy publicitario, decidí poner mis conocimientos sobre imagen y comunicación al servicio de la principal fuerza de izquierda y luego, durante algo más de medio año, al servicio del gobierno de Zapatero. No he militado, ni milito, ni militaré en ningún partido, pero sé cómo es el PSOE por dentro y he conocido a numerosos políticos, entre ellos al propio Zapatero o a María Teresa Fernández de la Vega, la vicepresidenta. Aparte de este contacto directo con el mundo político (centrado, como se ve, en la izquierda), tengo varios amigos, también publicitarios, vinculados profesionalmente al PP, así que algo sé también de la derecha.

¿Son todos los políticos iguales? Pues, salvo en dos rasgos que luego comentaré, no, ni mucho menos. En todos los partidos hay políticos honestos y políticos corruptos, los hay inteligentes y los hay tontos del culo, unos son radicales y otros moderados, algunos inocentes como corderillos, mientras que otros son peligrosos cual pirañas en un bidé... vamos, que hay de todo, como en todas partes. Lo cual no quiere decir, por supuesto, que el mundillo de la política (la “baja política”) no sea un asco. Lo es, en efecto; es mediocre, ruin, aburrido, personalista, traicionero, miserable y una larga serie de epítetos de similar catadura. Pero...

Pero el mundo de la empresa también lo es. Igual que las congregaciones religiosas, los clubes de rotarios, las ONG’s, los cuerpos de bomberos o de policía, las asociaciones de damnificados de lo que sea, el fandom, las comunidades de vecinos o el servicio de correos. Cualquier grupo humano estructurado para un fin, sea éste cual sea, es mediocre, ruin, aburrido, personalista, traicionero, miserable y una larga serie de epítetos de similar catadura, por la sencilla razón de que los seres humanos somos así. Imperfectos. Mucho.

Sin embargo, a los políticos les exigimos una actitud angelical (en gran medida, porque ellos mismos insisten en presentarse de esa manera), pero no son ángeles, sino seres humanos y, por tanto, imperfectos. Por otro lado, como decía antes, todos los políticos comparten dos rasgos: son ambiciosos y son partidistas. No hay ningún político, por minúsculo que sea el papel que desempeñe, que no aspire en el fondo a ser presidente de gobierno; y si no puede ser, ministro, secretario de estado, subsecretario o, en el peor de los casos, puto asesor, pero algo, lo que sea, aunque se trate de la más ínfima migaja del pastel del poder. Son ambiciosos, sí; pero ni más ni menos que tantos y tantos hombres y mujeres de empresa que son capaces de hacer cualquier cosa por remontar un peldaño en la escala jerárquica. En cuanto al partidismo..., bueno, yo creo que cuando alguien se integra en la estructura de un partido político consiente que le extirpen un 20 % del cerebro y un 50 % de la ética personal. Llegado un punto, el militante activo se ve obligado a mentir, mirar para otro lado o justificar lo injustificable. Todo, por el bien del partido, por la causa, por la bandera. Triste, muy triste.

Por otra parte, hace tiempo que no se ven, no ya en España, sino en el mundo, políticos de talla, auténticos estadistas. Las filas de los partidos se nutren de profesionales de segunda, porque la empresa privada paga mejor. E ideológicamente, ¿qué decir? El siglo XX se forjó con las ideas del XIX, y el XXI se está forjando sin ninguna idea. Así pues, parece que los desencantados, aquellos que renuncian a votar, los que sostienen que todos los políticos son igual de funestos, tienen razón, ¿no es cierto?

Pues no, no lo es. Resulta imposible renunciar a la política, porque por mucho que corras, la política acaba alcanzándote. Vivimos rodeados de política; está en tu trabajo, en el colegio de tus hijos, en tus impuestos, en los programas de TV, en las noticias, en tu grupo de amigos, en el metro, en el aire que respiras, en todas partes. Negarse a votar y abjurar de la política y los políticos no es retirarse dignamente de la carrera, sino hacer lo que el avestruz y esconder la cabeza en un agujero. Porque esa misma actitud, la abstención, la desilusión, es un acto político que, lo quieras o no, favorece a una opción u otra.

No deja de ser un poco ingenua esa actitud de contemplar la política, arrugar la nariz y decir “cielo santo, como hiere esta peste mi sensible pituitaria; me largo de aquí”. Pero, ¿adónde te largas que no huela mal? La materia de trabajo de la política somos las personas, y ése es el problema, porque las personas, muchas veces, nos comportamos de forma egoísta y miserable, y si es en grupo, más. Pero personas hay en todas partes. Y en este sistema nuestro, tanto laboral como socialmente, se prima lo peor de nuestra naturaleza: la ambición, la competitividad, el egoísmo, el éxito a cualquier precio. ¿Y sólo nos quejamos de la política? Por favor, la mierda está homogéneamente repartida por el noventa por ciento de las facetas de nuestra vida.

No, no hay que fiarse de la naturaleza humana; por eso, precisamente, es necesaria la política: para crear un sistema que nos defienda de nosotros mismos. El sistema que ahora tenemos, aunque mucho mejor que el que teníamos hace, por ejemplo, cincuenta años, todavía es muy deficiente. Por eso creo que vale la pena luchar, aunque sólo sea un poquito, por mejorarlo, igual que tantos hombres y mujeres lucharon en el pasado para que ahora nosotros podamos vivir un poco mejor. Si se hubiesen abstenido, si se hubiesen desencantado pasivamente, ¿dónde estaríamos ahora? Aunque, por supuesto, practicar la abstención y el desencanto es una opción totalmente válida. Pero, sin duda, una opción política.

16 comentarios:

Álex Vidal dijo...

Amén.

Sin embargo, el porqué se les exige tanto a los políticos creo que lo resumió ¿Stan Lee? de forma impecable:

"Un gran poder conlleva una gran responsabilidad".

Y muchos de los más grandes "responsables" anteponen su ambición a su responsabilidad. No me extraña que la gente se rebote.

Pero, efectivamente, la vida es política. No dejaré que otro decida por mí, ni que sea una vez cada cuatro años.

Edu dijo...

Es que esa es la gran mentira que nos han vendido: que la política es labor exclusiva de los políticos. De eso nada, hay que asociarse, sindicarse, afiliarse y luego ejercer la crítica y la influencia de la mejor manera posible y de acuerdo a la ética de cada uno. Es más cansado pero es la única manera de hacer que la politica no sea solo de los políticos sino de todos los ciudadanos.

Anónimo dijo...

Puestos a hablar de mentiras que nos han vendido, he aqui otra, que además creo que la gente ha comprado masivamente: "La democracia significa depositar tu voto en una urna; ningún otro medio es legítimo para decidir democráticamente el destino de un país".

Y eso me parece una mentira, por lo menos tan gran como la de que la política es labor exclusiva de los políticos (por cierto, ¿de quién era aquella frase de "aquellos que no se interesan por la política están condenados a estar gobernados por gente que sí se interesa por ella"?).

Democracia significa una sola cosa: que la soberanía, el poder, reside en la ciudadanía. La ciudadanía puede delegar esa soberanía mediante su voto, pero no renuncia a ella; ni mucho menos a usarla cuando considera necesario. Creer que nuestra labor como ciudadanos (y, por tanto responsables de la marcha del país) empieza y acaba depositando un voto en una urna es corromper la base del sistema.

Uno de los tipos que siempre me han caído mejor de los "padres fundadores" de EEUU (quizá por su profunda desconfianza del poder y de cualquier gobierno) es, precisamente, Jefferson (cuyo monumento, por cierto, tal como se comentaba en un episodio de "Los Simpson" es el menos visitado de Washington... ¿por qué será? ¿Tal vez porque era un tipo que le resultaba incómodo a todo el mundo?). Fue él quien dijo, creo, que cuando una forma de gobierno se vuelve inoperante, el pueblo está legitimado para cambiarla por cualquier medio que considere necesario. Es una frase que no se recuerda muy a menudo por los políticos, quizá porque está legitimizando el derecho a la revolución popular. Y eso... duele en algunos sitios.

Pero repito: democracia no significa un sistema de partidos, unas elecciones, una cámara de representantes, una república o una monarquía parlamentaria... Democracia significa pura y simplemente que la soberanía reside en los ciudadanos. Y que estos la ejercen como mejor quieren y les apetece. Y, si a través de las urnas, esa soberanía no está siendo adecuadamente canalizada, pues el pueblo, la ciudadanía, puede canalizarla como mejor le convenga, les pese cuanto les pese a la clase política.

Anónimo dijo...

Según la RAE esta es la definición de demagogia:
(Del gr. δημαγωγία).
1. f. Práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular.
2. f. Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder.

¿Qué pensáis, que vivimos en democracia o en demagogia?
Yo, la verdad, creo que hace bastantes años que el "mundo democrático" vive en demagogia. Otra cosa es que esta palabra duela, pero (como les gusta decir ahora a los políticos) la inmensa mayoría de los españoles votantes, o votantes de cualquier país en general, votan al más guapo, al más simpático, al que mejor habla, al que más promete, al más correcto políticamente hablando... al más demagogo; y casi nadie mira un programa político que, por otra parte, no se espera que cumpla. Porque, curiosamente, esos programas desaparecen tras las elecciones y se vuelven inencontrables.
Es lo mejor que tenemos, pero, insisto, creo que se parece más a una demagogia que a una democracia.

Ramón Masca dijo...

¿Se os ocurre una alternativa concreta mejor, pragmática y, sobre todo, factible para un país de 40 millones de personas, al sistema de partidos y democracia en urnas que tenemos?

Anónimo dijo...

Lo malo es cuando en un partido triunfa el sector de los chulos, maleducados, insultones, ramplones, aprovechados, mediocres etc... entonces toda la política y la opinión que la gente tiene de la clase política se va al garete.

Anónimo dijo...

Siempre voto, pero la mayoría de las veces en blanco.Durante la universidad estaba convencida de que la democracia sería nuestra gran empresa, viví con mucho entusiasmo la transición.
Ahora me gustaría estar interesada, mejor: Ilusionada.
Nunca dejaré de votar.
Luna Paus

Anónimo dijo...

cuando ves a los políticos discutiendo (trabajando, según su argot) sobre si es nación catalana, identidad catalana, comunidad catalana, realidad catalana o metaficción catalana, durante meses, en lugar de utilizar ese tiempo en cómo mejorar la sanidad catalana, pongo por caso, es fácil que la opinión pública diga que todos los políticos son iguales (Aunque luego, efectivamente y por supuesto, haya diferencias. Si te pones a buscarlas).

Edu dijo...

Pues, la verdad, no soy un experto, pero no parece haber un debate académico, investigaciones de politólogos, de sociólogos o antropólogos, algo que sirva para mejorar el modelo. Es algo que, ahora que lo pienso, me asombra. Todo cambia, las herramientas del ser humano cambian, evolucionan, mejoran en la mayoría de los casos, ¿y la democracia ? ¿tan perfecta es que no se puede mejorar? o más bien ¿Tantos trastornos les puede causar a los que mandan el cambiar las reglas del juego democrático?

Ramón Masca dijo...

Yo diría que ese proceso de perfeccionamiento está ahí, ha sido constante y aún queda muchísimo trabajo. En realidad el siglo XX sólo ha sido el de la consolidación de la democracia.

Y creo que la tecnología hará algo para mejorar la praxis, pero tampoco esperaría que fuera a corto plazo.

Anónimo dijo...

Lo más desazonante no es la bajeza de los políticos, sus abusos de poder, sus corruptelas, sino la naturalidad con la que los ciudadanos aceptan la iniquidad, la injusticia, la indignidad.

Anónimo dijo...

Samael, tu partido es Ciutadans de Catalunya... (Bueno, aún no es partido, lo están creando unos cuantos hartos de lo mismo que tú).

Por lo demás estoy totalmente deacuerdo en que los políticos no son más que seres humanos tan defectuosos como los demás. Y como seres humanos somos un desastre (sí, en miles de años hemos creado aparatos que vuelan y comunicaciones instantáneas, pero filosóficamente seguimos siendo los monos con palos y huesos de 2.001).

Mi confianza en la humanidad es nula. Mi confianza el el individuo es total. (Absurdo, ilógico, pero cierto... debe ser cosa de fe).

Este sistema no me gusta, pero como muchos de vosotros, creo que es el mejor que hay. Hasta que inventemos otro: Sigo votando. Nunca he dejado de hacerlo por mucho que a veces sepa que mis opciones están abocadas al fracaso.

Leo Zelada dijo...

Como hay gente inteligente que se cree el cuento de la no hacer politica.Eso es lo quiere el sistema,crearte ese escepticismo.Los politicos son una mierda,pero se puede hacer politica desde tu barrio,tu trabajo,tus amigos.Desde que das una opinion estas haciendo politica.Lo que murio es la ideologizaciòn pero no la politica cotidiana y ciudadana.

No quiero escuchar mas estupideces y gente llorando como magdalenas sobre la politica.

Anónimo dijo...

¿Pero existen de verdad los políticos o solo existen los partidos políticos y sus cúpulas directivas "controlando" la libertad de voto"?. ¿Es política y eticamente aceptable que antes de cualquier votación ya se sepa con precisión absoluta el resultado de la misma?
¿Alguién con dos dedos de frente se puede creer que, en el caso de los matrimonios entre homosexuales, TODOS los diputados del PSOE estuvieran a favor y TODOS los del PP en contra?. Así, sin excepciones (y es solo uno entre miles de ejemplos que se podrían poner)
Quedémonos con aquello de que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos y, con lo que decía la abuela de Cesar y mía: "Si quieres ser feliz como me dices, no analices, no analices"

Anónimo dijo...

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