martes, octubre 31

Especial Día de los Muertos: Halloween

Cuando yo era pequeño, nadie celebraba Halloween en España. Lo tradicional era irse el uno de noviembre a pasar el día en el cementerio junto a las tumbas de lo seres queridos. Supongo que sigue haciéndose, aunque, para ser sinceros, siempre me pareció un poco raro eso de marcarse un picnic sobre una lápida, encima de los huesos del abuelito. En cuanto a Halloween, sólo era una extraña celebración que veíamos en las películas o los tebeos norteamericanos. Una costumbre yanqui, tan exótica como la mantequilla de maní o los autocines.

Pero pasó el tiempo y, hará cosa de quince años, los niños españoles comenzaron a celebrar Halloween; poco a poco al principio, de forma generalizada en la actualidad. Y desde entonces no he parado de oír voces lamentando el papanatismo de adoptar costumbres foráneas (¡y encima yanquis!), con lo bonitas que son nuestras fiestas autóctonas. Como por ejemplo, la Navidad, una festividad de orígenes semitas, orientales y romanos con algún que otro toque de mitraismo. Por cierto, quienes critican Halloween, critican también la implantación de los árboles de Navidad en detrimento de nuestros bonitos belenes. Un momento, ¿nuestros?... De eso nada, los belenes son de origen napolitano.

Y es que realmente tenemos el copyright de muy poquitas costumbres. Las tradiciones traspasan fronteras, la gente viene y va llevando consigo diferentes ritos; unos cuajan y otros no. Es cierto que Halloween se ha popularizado gracias a la difusión de la cultura norteamericana, pero su implantación, en este caso, no se ha debido a la presión comercial (como ocurre con San Valentín), sino que se ha producido de forma espontánea. Supongo que primero comenzó a celebrarse en los liceos ingleses y americanos; luego, poco a poco, otros colegios fueron sumándose y ahora todos los chavales se lo pasan bomba disfrazándose de brujas y monstruos y tirando huevos a los coches.

NOTA: Niños queridos, es peligroso arrojar huevos a los coches; podéis provocar un accidente y, lo que es peor, puede que sea yo quien conduzca. Si os paráis a pensarlo, es mucho mas divertido tirar huevos a las ancianas. Quizá resbalen y se rompan una cadera, lo cual será una risa, tanto para vosotros como para la anciana en cuestión, que va estar de lo más contento con su nueva prótesis de titanio.

En cualquier caso, Halloween no es una novedad ni su origen es norteamericano, pues fue llevada a Estados Unidos por los emigrantes irlandeses a mediados del siglo XIX. De hecho, Halloween se remonta a hace unos dos mil quinientos años y surgió en la cultura celta de Inglaterra, Irlanda y Francia.

Como me recuerda en la anterior entrada el amigo Yarhel, hoy, 31 de octubre, se celebra Samhain, el año nuevo celta (Samhain significa “final del verano”). Es decir, muere un año y nace otro, y durante la noche que se extiende entre ambos sucesos cae la barrera que separa el mundo de los muertos del de los vivos. Así que, durante esa noche, existía la costumbre de dejar ofrendas de alimentos para los difuntos, y la creencia de que, si no lo hacías, los muertos vendrían a reclamártelo. Por eso, los niños se disfrazan de monstruos y te piden golosinas a cambio de no gastarte una broma.

El caso es que llegó el cristianismo y los sacerdotes se encontraron con el problema de que la gente, al llegar estas fechas, se ponía como loca a practicar los ritos del Samhain y pasaban de ir a la iglesia. Así pues, los obispos se zambulleron alegremente en el sincretismo y decidieron cristianizar la festividad pagana, dedicando el 1 de noviembre a todos los santos (todos los santos muertos, claro está). Ese día, en Inglaterra e Irlanda, se llamó “All Hallows’Day” y la noche anterior “All Hallows’Eve” que, por contracción, pasó a convertirse en Halloween.

De modo que, amigos purista de lo autóctono (si es que hay alguno leyéndome), Halloween no sólo es una costumbre europea, sino que nuestro vernáculo Primero de Noviembre no es más que una espuria sustitución de la genuina festividad, el Samhain, que es el origen directo de Halloween. No olvidemos, por otro lado, que, antes de que los romanos vinieran aquí a construir el acueducto de Segovia y la murallas de Lugo, la península Ibérica estaba casi enteramente colonizada por tribus celtas que, probablemente, celebraban el Samhain. Así que practicar Halloween no es más que volver a los orígenes.

La verdad es que me cae bien Halloween, quizá porque es una fiesta tonificantemente pagana. Los niños la han adoptado porque les divierte, porque se lo pasan bien y pueden hacer un poco el gamberro, lo cual es muy sano. El año pasado, vinieron a casa las hijas de unos vecinos disfrazadas de brujas y yo no tenía ni una puñetera golosina que darles. A punto estuve de prepararles unos bocatas de chorizo, pero me pareció un poco cutre. Este año estoy preparado y ya tengo en mi despacho una bolsa de chucherías para entregárselas a los muertos y evitar que me persigan.

En cuanto a vosotros, amigos míos, no os voy a dar chucherías, pero a cambio os deseo un muy feliz año nuevo celta, un venturoso Samhain y un terrorífico Halloween.


Recordatorio: No olvidéis visitar El aprendizaje de la soledad (http://silencioeslodemas.blogspot.com), donde encontraréis Visita, un estupendo microrrelato de Care Santos.

3 comentarios:

Yarhel (Enric Quílez) dijo...

Tienes toda la razón: celebrar el Halloween es un retorno a los orígenes, más que una americanada comercial. Yo le tengo mucha simpatía a esta fiesta.

De hecho, hay muchas festividades célticas y "paganas" que la iglesia se encargó de asimilar en su calendario litúrgico y ésta es una más.

Alicia Liddell dijo...

Vaya, qué sorpresa. Aunque a mí me sigue irritando profundamente que los niños estén toda la noche tocando el timbre. Juro que para el próximo año mis perros estarán adiestrados y les morderán los tobillos en lugar de hacerles fiestas.

Anónimo dijo...

Bueno.
En mi Hallowenn no ha habido niños. Los padres, prudentemente, no les han dejado salir.
El pueblo (vivo en la zona de la carretera de la Coruña de Madrid) estaba lleno de *adolescentes* en su mayoría borrachos dando voces. Uno de los autobuses interurbanos del pueblo tuvo que ser retirado del servicio ante la avalancha de huevos.
Un grupo bastante numeroso de ellos se metieron el 24 horas obligando a dejar de vender huevos.
A las dos de la mañana nos despertaron las risas de adolescentes en la calle. Nos hemos despertado esta mañana para ver como habían bombardeado con huevos, considerando que algunos estaban a más de veinte metros de altura lo más probable es que utilizasen algún tipo de tirachinas, la fachada recién pintada de nuestro edificio.
Me he pasado un rato muy, digamos entretenido, quitando huevo seco de nuestra terraza.
¿Esto es diversión?
Si vamos a importar las costumbres importémoslas completas: que los adolescentes que se dedican a estas gracietas hagan servicios sociales y sus padres paguen la limpieza y reparación de los desperfectos y hurtos en las tiendas.
Halloween, aquí ahora, es una excusa para que los adolescentes por educar incurran en nuevas conductas antisociales.
Y personalmente no seré yo quien les ría la gracia a los vándalos ni a los irresponsables de sus padres.