sábado, marzo 31

Bibliomanía

Entre la bibliofilia y la bibliomanía existe la misma diferencia que entre el apetito y la glotonería. Según la RAE, bibliofilia es la pasión por los libros, y especialmente por los raros y curiosos, mientras que bibliomanía es la pasión de tener muchos libros raros o los pertenecientes a tal o cual ramo, más por manía que para instruirse. Me temo que yo estoy a caballo entre ambos términos, pero más tirando hacia el lado bibliómano.

Me encantan los libros, me chiflan, me ponen, me fascinan e, incluso, ocasionalmente me obsesionan. Toda clase de libros, ficción y no ficción, y sin manías: me da igual bolsillo que cartoné, primeras ediciones o undécimas, encuadernación de lujo o tapas blandas cual septuagenario sin Viagra. No es que desdeñe los libros bonitos, y, puesto a elegir, prefiero una primera edición que la decimocuarta; pero lo que de verdad me importa es el contenido del libro. Esto suena bien, pero ahora empiezan los problemas.

Adquiero muchos más libros de los que puedo leer. Olvidémonos por el momento de la literatura y centrémonos en la no ficción. Soy adicto a los libros “peculiares”, cuando no abiertamente raros. Por ejemplo, y recurriendo sólo a los que tengo cerca mientras escribo esto, ahí veo el voluminoso tratado sobre los espejos de Jurgis Baltrusaitis, y más abajo Juego y artificio, de Alfredo Aracil, un ensayo sobre los autómatas del Renacimiento y la Ilustración, y un poco más allá, cerca de un tomo acerca de la medicina en la época romana, veo la deliciosa Guía de lugares imaginarios, y junto a ella Los jardines del sueño, de Kretzulesco-Quaranta... Bueno, supongo que os vais haciendo una idea. He leído completos muy pocos de esos libros peculiares, pero sí fragmentariamente y, desde luego, todos los he hojeado con deleite.

Luego tengo los libros de documentación y consulta. Diccionarios, decenas de diccionarios de todo tipo (¿qué corazón sensible rechazaría, por ejemplo, tener en su biblioteca el Diccionario ilustrado de los monstruos, de Izzi”?). Pero también manuales de supervivencia, historias de la moda, tratados de armas, libros sobre botánica, astronomía o aves, sobre esgrima, hipnosis, drogas, venenos, criptografía, ilusionismo, juegos, artes marciales, filatelia, demonología, insectos, antigüedades, arquitectura... en fin, un poco de todo. También compro libros que podríamos denominar de “potencial documentación”; es decir, obras que tratan sobre temas que, en principio, me importan un bledo, pero que quizá, por algún extraño motivo, un día puedan llegar a interesarme. Por ejemplo, un Tratado de castellología (antes de comprarlo ni siquiera sabía que existía la “castellología”) o una Historia de las diligencias en España. La verdad es que ambos títulos me han sido posteriormente de gran utilidad, pero sólo constituyen un par de excepciones entre los muchos libros que he comprado “por si acaso” y que jamás me servirán para nada.

Por otro lado, tengo las secciones temáticas. Cine, cómic, Historia –con un apartado especial dedicado, a la Historia Antigua, otro al Medioevo y otro a la II Guerra Mundial-, divulgación científica, arqueología bíblica, antropología, arte y diseño, literatura... sobre estos temas acostumbro a comprar muchos libros, sí señor. Y sobre decenas de temas más que son absolutamente aleatorios, por supuesto. Y luego está la ficción, claro... en fin, como decía hace tiempo un merodeador de Babel, ya no compro novelas, sino opciones de lectura.

Vamos, que adquiero muchos más libros de los que puedo llegar a leer, aunque no hiciera otra cosa que leer durante lo que me resta de vida. Lo cual se traduce en que, para desesperación de mi santa, tengo la casa atestada de libros. Una inmensa librería en el salón, dos grandes librerías en mi despacho, cuatro librerías medianas repartidas por los dormitorios de mis hijos y una pequeña librería en mi dormitorio. Todos los libros están, ay, distribuidos en dos filas por estante. Además, cuento con varias cajas atiborradas de libros en el trastero. ¿No es ésta una acumulación absurda? ¿A qué se debe esta estúpida manía?

Pues a tres motivos, amigos míos. En primer lugar, a que los nuevos títulos duran muy poco en las librerías. Al cabo de unos meses de ser editados, la mayor parte de los libros desaparece de los puntos de venta y no volverás a verlos jamás. Por eso, cada lanzamiento es una oportunidad única y, además, a tiempo limitado; así que en caso de duda, me lo compro. En segundo lugar, disfruto comprando libros; me encanta adquirir un nuevo ejemplar, leer la contraportada, hojearlo, olerlo, tocarlo... cada nuevo libro es un torbellino de sensaciones. Por último, y es triste confesar esto, en algún momento de mi infancia me torcí y acabé convirtiéndome en una urraca bibliómana.

Todo comenzó con la ciencia ficción. Debí de empezar a aficionarme a ella cuando tenía unos doce años. Mi padre había sido el impulsor y responsable de Futuro, la primera colección de cf en España, pero ése no fue el motivo. Mi hermano mayor, a quien podéis encontrar por aquí oculto bajo el alias de Big Brother, era aficionado a la ciencia ficción y compraba las colecciones de la época –los lejanos 60-. Nebulae, Vértice, Cenit, Más Allá... Un día me recomendó que leyera Los reyes de las estrellas, de Edmond Hamilton. La leí y me fascinó... En fin, es una novela malísima, pero yo sólo tenía doce o trece años. A partir de ese momento, comencé a recoger las novelas de ciencia ficción que mi hermano iba dejando tiradas por ahí y así me aficioné al género.

Pero, cuando tenía unos catorce o quince años, ocurrió algo fatal. Mi hermano, como hombre inteligente que es, no conserva los libros. Los lee (destrozándolos en el proceso), los amontona durante un tiempo y luego se deshace de ellos. Pues bien, una tarde vi a mi madre transportando una caja llena de libros de cf que le había dado mi hermano para que los tirase. Le salí al paso, me apoderé de la caja y me la llevé a mi habitación. Serían treinta o cuarenta libros, no más, pero mientras los contemplaba en silencio, una terrible idea germinó en mi cabezota: ¿y si iniciaba una colección de ciencia ficción? La verdad es que no poseo dotes de coleccionista; carezco de la paciencia, la disciplina, y la determinación necesarias. De hecho, creo recordar que jamás llegué a completar un álbum de cromos. Sin embargo, lo de la ciencia ficción me lo tomé muy en serio. Empecé a frecuentar la Cuesta de Moyano y cuanta librería de viejo se cruzaba en mi camino, y cada vez que iba a Barcelona me precipitaba al mercado de Sant Antoni en busca de títulos antiguos. Me convertí en un cazador-recolector de libros, y poco a poco mi colección de ciencia ficción creció y creció, y siguió creciendo hasta finales de los ochenta.

Y entonces se cruzó en mi camino La primera y la última humanidad, de Olaf Stapledon. O, mejor dicho, no se cruzó. Un amigo encontró una edición en español de los años treinta que yo ni siquiera sabía que existía... y me obsesioné con conseguir un ejemplar para mi colección. Lo busqué por todas partes, sufrí por que no lo encontraba, me desesperé, me obsesioné y, al cabo de unos meses, quizá un año, di con él. Y entonces comprendí algo: no lo iba a leer. Stapledon me aburre, no tenía la menor intención de leer La primera y la última humanidad. Me había vuelto loco buscando un libro que no pensaba leer... Así que, en un momento de lucidez, me dije: “se acabó esto de coleccionar ciencia ficción”. Y no sabéis el peso que me quité de encima.

En fin, supongo que así me convertí en un puñetero bibliómano. Pero volvamos al problema inicial: mi casa está llena de libros, ya no me caben en ningún lado, salvo que convenza a mis hijos acerca de las ventajas de una emancipación anticipada, aunque lo cierto es que, a juzgar por las ventosas que les han salido en los dedos, y el modo como las utilizan para adherirse férreamente a los muros, no les veo muy dispuestos a dejar el hogar paterno. Por otro lado, mi santa ha dejado meridianamente claro que sólo podré instalar librerías en el pasillo, la cocina y los baños pasando por encima de su cadáver. De modo que tengo un espacio limitado, una familia hostil y demasiados libros.

Pero, atención, todavía conservo mi vieja colección de ciencia ficción. Estoy hablando de unos 4.000 volúmenes, de lo cuales por lo menos 3.000 carecen por completo de interés. Pura literatura popular barata, basura de tercera clase. Podría quedarme sólo con los que me interesan realmente y deshacerme del resto, con lo que sacaría un dinerito y, lo más importante de todo, ganaría sitio para poder comprar y colocar más libros. Sólo de pensarlo se me hace la boca agua...

Pero no puedo, amigos míos, me resulta sencillamente imposible. La mera idea de deshacerme de tres cuartas partes de mi colección de ciencia ficción se me antoja tan éticamente reprobable como abandonar a mi anciana madre (si tuviese una anciana madre) en una gasolinera para irme a hacer turismo sexual a Tailandia. Se me parte el corazón. No puedo, no puedo... De modo que ahí seguirá mi vieja colección, ocupando un espacio que muy bien podría dedicar a otros fines, mientras títulos tan prestigiosos como Nipe el monstruo, Vikingo del espacio o Guerra Texas Israel acumulan melancólicamente polvo en un estante olvidado.

¿Y todo por qué? Porque los seres humanos nos creemos racionales, cuando lo que somos es básicamente emocionales. Y yo, en particular, además soy gilipollas.

32 comentarios:

Anónimo dijo...

Brillante artículo. Creo que me veo en el papel de la "santa" que relatas en tu post. Nunca entenderé esa pasión hacia la ciencia-ficcion.

A.F.V.

Yepetta dijo...

OH, ohhh
está bien saber la diferencia entre estas dos palabras que, a simple vista parecen "iguales" de significado. ¡PUes no! ¡Y como mola esta diferencia *-*! ¡No me iré a la cama sin saber algo nuevo!
Gracias por este trocito de cielo

Anónimo dijo...

EStuve un tiempo viviendo en arabia, y me volví a españa cargando con dos baules como ataudes, !!repletos de libros!!!. Me traje todo lo que pude: obras completas de al jahid, el lisan al arab, el diwan de al mutanabbi, príncipe de los poetas, las mil y una noches (cómo no), diccionarios varios de turco, persa, hindi, egipcio, etc.... Casi estuve a punto de traerme una monumental obra llamada kitab al aghani, el libro de los cantos, de 50 tomos de apretada letra; el iqd al farid, cuyos poemas se engarzan como un collar; etc... De locos.

Llegué y no podía meterlos en ningun sitio, así que le pedí pretado a una vecina que me los guardase en un guardaropa que tenía. !!!!10 años pasaron y no abrí los baules!!!!. Es más, no me acordé de ellos hasta que un día mi madre me dice que se había encontrado a una vecina despotricando por un par de baules de extraño aspecto (ya digo, ataudes). Total los saqué, y en mi casa estuvieron otros tantos años, hasta que no ha mucho los he abierto. A Golpes!!! porque no encontré las llaves.
Ummmm!!!! qué placer volver a tocarlos, pese a que no me he leido ni una página de ellos.

Anónimo dijo...

Como diría un amigo que conocí a los 13 (Bilbo Bolson),

"No compro ni la mitad de los libros que querría / ni leo la mitad de la mitad de los libros que compro / pero es seguro que, de algún modo u otro, todos ellos tiene mi aprecio"

Anónimo dijo...

Lo mío es muy triste. A partir de una mudanza, de una muerte y una herencia, comprendí la futilidad del "coleccionismo" y en general de todo lo que sea atesorar cosas que significan algo para nosotros y nada para los demás.

El día que nos vayamos nos llevaremos "lo puesto", o sea lo leído, lo disfrutado, lo vivido y viajado.

La carcasa es polvo. Y los libros son carcasas. (Por cierto que según qué papeles y colas usadas en su realización sólo tienen 70 años de vida. Fijaos en algunas ediciones antiguas: amarillean y dentro de poco, plas, se harán picadillo en nuestras manos).

Anónimo dijo...

Por alusiones:
Todo lo que dice César es completamente cierto. De la A a la Z. O, si se prefiere, de la primera a la última página. Pero, consciente o inconscientemente, ha omitido un detalle que hace que todo sea muco más alucinante. NO TIENE NINGUN SISTEMA DE ARCHIVO. No hay fichas o bases de datos que consultar. Todo está confíado, para ser encontrado, a su memoria. Y dudo mucho de que ésta sea tan buena como para contener en ella toda la información que le permitiría acceder a la "pieza" buscada sin emplear una terrible cantidad de tiempo en ello. Por eso me temo que, cuando necesita uno de los libros que sabe que tiene, recurre al práctico sistema de volver a comprarlo. Y a guardarlo luego, en algun misterioso lugar, hasta que lo vuelva a necesitar y entonces repetir el ciclo, haciéndo, de paso, que su biblioteca crezca un poco más.
Tas loco, hermano.

Alicia Liddell dijo...

Sólo pensar en catalogar 4.000 volúmenes de cf da vértigo. Comparto la opinión de Big Brother. Tas loco.
Pero, ¿quien se resiste a un libro que nos seduce?

Jorge dijo...

Siempre se puede recurrir a las bibliotecas, por ejemplo a la Biblioteca Nacional. Y regalar la vieja colección de CF a alguna biblioteca, club o asociación. En cuanto a Stapledon, "El hacedor de estrellas" me deslumbró en la primera lectura, no así en la segunda. Por el contrario, "Last and First Men" y "Last Men in London" (su continuación) me siguen resultando apasionantes. Recuerdo bien cómo, sentado en un cochambroso vagón de la línea 1 del metro de Madrid, bastaba con abrir sus páginas para transportarme a un tiempo y lugar remotos, en el pasado o el futuro, donde una especie viva, no sé si animal o vegetal, completamente distinta de la nuestra, se veía en las mismas que todos nosotros en conjunto: la lucha por la supervivencia o la existencia. Perfecta simbiosis de ficción y filosofía.

Cristina dijo...

Bueno, también se podría contratar a algún estudiante de biblioteconomía para catalogar el fondo...Ser un bibliomaniático emocional me temo que sale siempre caro, por el coste de los libros (y más si se duplican), por el coste del espacio donde guardarlos, por el tiempo invertido...

Anónimo dijo...

Tu colección debe ser alucinógena. Te felicito. Cuesta reunir algo así.

YO_MISMO dijo...

Salvo por los detalles personales, esta podría ser perfectamente mi historia. Sólo que yo no la hubiera contado mejor

YO_MISMO dijo...

Salvo por los detalles personales, esta podría ser perfectamente mi historia. Sólo que yo no la hubiera contado mejor

Nuvol dijo...

Hace unos meses que me mudé de piso. Llegué con mis cajas de libros, y sin estanterías. El resto de mis cosas las he traido después. Todavía me quedan "trastos" en casa de mis padres para desespero de los mismos.Pero libros no me he dejado ninguno.
Voy a tener que controlarme,jeje, si no...está visto lo que me eapera.

Anónimo dijo...

Al igual que Yo mismo, me he visto retratado en cada línea de su post.
Para hacer sitio en casa, llevé hace años al garaje unas cuantas cajas de libros. De vez en cuando, cuando me acuerdo de ellos, los reviso y los selecciono (me entretengo en hacer una lista y todo) para venderlos. En ese momento estoy totalmente convencido de que ha llegado una época en mi vida en la que debo soltar lastre. Pero al final, siempre encuentro alguna razón para arrepentirme, así que allí siguen..

Un saludo y gracias por tus comentarios.

Juanma dijo...

Cristina:

Ser un bibliomaniático emocional me temo que sale siempre caro, por el coste de los libros (y más si se duplican), por el coste del espacio donde guardarlos, por el tiempo invertido...

La historia de mi vida, vamos. :-)))

Lo de comprar libros duplicados es un coñazo. Me he vuelto a comprar Limbo (de Bernard Wolfe) alguna vez, y uno de los dos volúmenes de los cuentos policíacos de Dashiell Hammett en Bruguera Libro Amigo. Nunca recuerdo cuál de los dos es el que tengo, y por eso me lo compro siempre repetido. :-P

Otra cosa es comprar sistemáticamente el mismo libro para regalarlo, cosa que suelo hacer con El señor de la rueda de Gabriel Bermúdez.

sfer dijo...

Me uno a lo que ha dicho Jorge. De hecho, hay una biblioteca pública de Barcelona ciudad especializada en novela de ciencia ficción...

Anónimo dijo...

"Ojalá me hubiera liado con una analfabeta", dijo mi compañero, cuando vio las cajas llenas de libros de nuestra primera mudanza.

Anónimo dijo...

Algunos comentarios:
-Libros duplicados. Disculpad pero eso es de amateurs. Cuando nos fuimos a vivir juntos Eva y yo nos juntamos con cuatro ejemplares de algunos titulos como Ubik. (Edición inglesa, americana, Martinez Roca y la Biblioteca de cf)
- Decubrí Nipe el Monstruo gracias a la recomendación de Emilio Serra y el paso del tiempo no ha modificado la idea que me transmtió Emilio de que era un novela muy entretenida con elementos valiosos.
Es el primer planteamiento de Cross-over metaficticio moderno que conozco ( los protagonistas son un emulo de Sherlock Holmes y otro de Doc Savage minimamente ocultos) y sobre todo la resolución, el enfrentamiento con el alienigena aparentemente hostil que ha entrado en el sistema solar, que se basa en el entendimiento de que el invasor alienigena no necesariamente comparte ni nuestra cultura ni nuestros valores me parece excelente.
H.Beam Piper tambien escribio una de las primeras historias alternativas y era un escritor con mucho oficio de quien podrían aprender mucho los autores de tochos que afligen nuestras estanterias.

Akaki dijo...

Me ha hecho mucha gracia el comentario de Big Brother!Es un comentario estilo hermano capullín,jeje
saludos!

Coro dijo...

¡Ups!, vivimos en Cancún y estamos buscando una persona que quiera catalogar más de cuatro mil libros... "dentro de poco no cabremos en el piso", le digo a mi pareja.

Buen artículo.

Anónimo dijo...

Me encnata descurir que no solo yo acumula libros varios, leidos y sin leer, compra libros repetidos y ademas en lenguas que no entiendo ni nunca seré capaz de leer, pero son irresistibles ...
Estoy en un club mas numeroso de lo que pensaba.

CeJota (ceja grande) dijo...

Bufff, pues yo sí que tengo claro lo que eres, Bibliómano sin ninguna duda.
Sólo suelo comprar ciencia ficción, tendré unos 300-400 libros, otros tipos de ficción me la regalan o la cojo prestadas de familiares y conocidos, trato bien los libros y los devuelvo. Aunque eso sí, mi pila anda por unos 50 libros pendientes y ahora me estoy leyendo 3 a la vez.
Sí que me ha pasado comprar un libro que ya tenía :(
Y he comprado varias veces el mismo libro para regalar, en concreto "el círculo de jericó", ya de saldo, le descubrí bastante tarde (2002?)

Joaquín dijo...

Me identifico, aunque sólo en parte. Me he acostumbrado a hacer una "purga bianual" en mi biblioteca, para hacer abrir hueco y llegar a una colección más selecta. Sin embargo, no conservo los viejos ejemplares de "El Coyote", regalados por mi abuelo, y que fueron una gozosa lectura de mi adolescencia. A cambio poseo alguna de las guías publicadas por el bibliófilo sevillano Ramón Charlo.

Ailën dijo...

Es fascinante, esa "manía" de coleccionar libros. El problema es que ocupan más que los sellos. Y no es de gilipollas, :P, hay cosas peores (insisto que el problema de los libros es el espacio, aún así, a mi que no me cambien uno en papel por otro digitalizado).

Me ha gustado el artículo. Yo, que no tengo paciencia para leer cosas largas en internet, lo he leido de seguido.

Saludos!!!

Mabalot dijo...

Don César, a sus pies. Tiene un lector más. Este artículo es cojonudo. Nada, yo me pego como una lapa a su blog.

Nos vemos. Un saludo.

César dijo...

Ailën: Saludos para ti también.

Mabalot: Bienvenido :) (Pero tutéame, hombre)

Anónimo dijo...

Creo que somos más de uno o una los identificados con tu post. Mi madre dice que algún día me comerán los pececitos de plata a mi también, jaja... Ahora me controlo un poco más pero por donde paso lo compro. Y una pasión es Emily Brontë y su novela, la cual tengo en una gran cantidad de ediciones y formatos y a veces me pregunto: "y digo yo, no pone en todas lo mismo?" Me gusta tu estilo. Saludos

Anónimo dijo...

Sólo hay una solución: libro que compres, libro que leas, y no volver a comprar más hasta que lo hayas leído.

En el fondo, nuestro problema es que nos gusta leer, pero más nos gusta acaparar libros, y eso es un error. Pero...¿Quién se resiste?

Anónimo dijo...

CESAR, SOY GINA PICART, ESCRITORA CUBANA. ME HAN ROBADO EN UN RECIENTE VIAJE A MÉXICO DOS MALETAS CON MIS LIBROS DE TRABAJO. ESTRE ELLOS ESTABA LOS JARDINES DEL SUEÑO O LA MISTICA DEL RENACIMIENTO. POR FAVOR, YA VEO QUE TÚ LO TIENES. ESTE ES UN LIBRO SUMAMENTE IMPOORTANTE PARA MÍ. SI LO ESCANEARAS Y ME LO ENVIARAS ME HARÍAS UN INMENSO FAVOR. YO LO IMRIMIRÍA Y PODRÍA VOLVER A TRABAJAR CON ÉL. SÉ QUE NO ES EDUCADO PEDIR FAVORES A PERSONAS A QUIENES NO CONOCEMOS, PERO ESTOY EN LA HABANA Y AQUÍ JAMÁS LO VOLVERÉ A CONSEGUIR.

Anónimo dijo...

MI DIRECCIÓN ES cynthiacp2007@yahoo.com

Buscador de Respuestas dijo...

yo tengo 24 años y comence a leer seriamente hace 4. siempre me gustaron los libros. con mi mama ibamos mucho a la feria del libro que se hace todos los años en buenos aires (soy porteño, de argentina). lo cierto es que un dia pense que seria buena idea empezar a leer algo en mis ratos libres, y asi lo hice. con el tiempo segui leyendo mas y mas, hasta que ahora estoy comenzando a ver que mi obsesion por los libros es creciente. ya creo que soy un incipiente bibliofilo (leo todo lo que puedo, y compro libros que deben esperar a ser leidos). debido a que aca los libros estan demasiado caros, por momentos me privo de comprar algunos. pero en cualquier momento los adquiero igual. ahora, por ejemplo, estoy buscando "los eruditos a la violeta", de jose cadalso, pero es muy dificil de conseguir. por lo que he averiguado en internet, no se edito mas desde 1967. ademas, las ediciones que encontre a la venta, solo se consiguen en españa, y tienen precios muy diferentes: o son demasiado baratos (y vaya uno a saber el estado del libro) o excesivamente caros.
bueno, saludos desde este lado del atlantico!!

Anónimo dijo...

César, soy Gina, de La Habana. ¿Por casualidad tendrás digitalizados los libros Anatomía de la crítica, de Northrop Frye, y Las estructuras antropológicas de lo imaginario, de Gilbert Durand?