martes, marzo 2

No, nunca, jamás.

Aunque el año de mi nacimiento, 1953, se empeñe en afirmar que soy un carroza, suelo decirme a mí mismo que nací en la Era Atómica y me crié en la Era Espacial. También me recuerdo que pertenezco a una de las primeras generaciones de lo que podríamos llamar el “cambio constante”; es decir, soy una persona acostumbrada desde siempre a que la sociedad y la tecnología se transformen a un ritmo endiablado, lo cual ha impedido que la ola de Toffler me arrastre y me sumerja en el océano de la parálisis y la incomprensión. Vamos, que estoy habituado al cambio.

Por ejemplo, aprendí a manejar un teclado al tacto -sin mirar y con todos los dedos- cuando tenía trece años (mi padre me obligó y, aunque en su momento me pareció una putada, ahora se lo agradezco). Aprendí con una viejísima Underwood –la misma donde se escribió El Coyote, por cierto- y luego mi padre me regaló un moderna Olivetti mecánica. Durante mucho tiempo escribí siempre a máquina, hasta que un día probé un procesador de textos. Al instante comprendí que aquello era la mejor herramienta para escribir que se había fabricado jamás y desde entonces no volví a utilizar una máquina de escribir. Y en parte me jodió, no os creáis, porque me encantaban las máquinas de escribir y, si queréis que sea sincero, todavía echo de menos el sonido de los tipos percutiendo contra el papel. Pero las ventajas del Word (aunque mi primer procesador fue un WordPerfect) son tantas que no tuve la menor duda a la hora de cambiar.

Y de igual modo cambié del video al DVD (algo no muy difícil, pues visionariamente había escogido el formato betamax), y alegremente salté de los vinilos a las casetes, y de las casetes a los CD’s, y de los CD’s al MP3. He pasado de la fotografía analógica a la digital, me he adaptado a los ordenadores, y a Internet (la prueba, sin ir más lejos, es este blog), y a las consolas, y a toda suerte de gadgets... En fin, que he procurado no quedarme atrás en el progreso tecnológico. Hasta ahora. Porque, amigos míos, ya tenemos en el mercado un avance tecnológico que me niego a aceptar: el libro electrónico.

Y mira que resuelve problemas ese artefacto del demonio. De entrada, puedes comprar los textos a un precio considerablemente más barato. Además, se pueden almacenar tropecientos títulos en su memoria, evitando así las librerías atestadas. Puedes también aumentar a tu antojo el tamaño de la letra, y elegir la tipografía, y comprar los textos inmediatamente a través de Internet, y además pesa poco, y se evita la tala de bosques para papel. Seguro que hay decenas de ventajas más; habría que ser tonto para no adoptar ese sistema de lectura.

Vale, pues soy tonto. Porque resulta que me gustan los libros. No, no me refiero a su contenido, sino al objeto en sí, a esas cosas con cubiertas, goma e hilo, tinta y páginas de papel. Me gusta su forma, su tacto, su olor, el sonido de las hojas al pasarlas, y no les doy lametazos de milagro. Adoro ir a las librerías y hurgar por los estantes; me gusta hojear los libros, y me gusta llevármelos a casa sintiendo su peso en una bolsa, y me chifla amontonarlos en una pila junto a mi mesilla de noche, como promesas corpóreas, no como fantasmas digitales. Me gusta ir a casa de las personas y echarle un vistazo a sus libros, porque eso dice mucho sobre la gente. Me apasionan las librerías de viejo (¿cómo envejece un libro electrónico?), y las ferias de libros, y las grandes bibliotecas, y los mercadillos. Me gustan hasta los puntos de lectura. Y me gusta guardar de vez en cuando pequeñas cosas entre las página de los libros ya leídos –entradas de cine, folletos, notas, fotografías...-, algo así como cápsulas de tiempo que quizá me sorprendan (y me llenen de nostalgia) si algún día vuelvo a encontrarlas. Y me gusta tropezar con esos mismo detalles en los viejos libros que compro en las librerías de viejo, igual que me gustan los libros dedicados (por mí, o para mí, o por otros para otros). Y me gusta los recuerdos asociados a ciertos libros que nos gustaron mucho; textos que, con el tiempo, olvidamos y tergiversamos, pero que como libros, como objetos, permanecen inmutables, transmitiéndonos las sensaciones de su primera lectura con sólo tocarlos. Toda mi vida, desde que tengo memoria, he amado a los libros. No voy a pasar de ellos ahora.

Vaya, releo lo que he escrito y me siento tan fuera de onda, tan equivocado, tan anclado en el pasado, como el archivero que rechaza los libros porque está acostumbrado a los rollos de pergamino, o el copista que mira con desdén a la imprenta, diciéndose a sí mismo que la impresión mecánica jamás podrá desbancar a la calidez de la letra humana. Por fin Toffler lo ha conseguido: su ola de cambio constante me ha arrastrado de lleno al parque jurásico de los dinosaurios tecnológicos.

Y, ¿sabéis lo peor de todo? Me importa un bledo. Adoro los libros, esos ladrillos de papel que al final no hacen más que ocupar espacio y acumular polvo, y no me sale de las narices prescindir de ellos. Así que no, no me compraré un libro electrónico, nunca lo tendré, jamás.

Palabra de triceratops.

26 comentarios:

Perséfone dijo...

Pues a mí tampoco me gustan los libros electrónicos. A mí me gustan los libros de papel (en papel reciclado, claro), algo que tocar y ver. Me transmiten más emociones que un número X de kilobytes.

RM dijo...

Tiene usted un microrrelatillo dedicado en Crisei, maese César.

Pascu dijo...

Leer en un libro, en una buena edición, es todo un lujo, y proporciona toda una serie de sensaciones que acompañarán al recuerdo de esa historia, al recuerdo que haremos a nuestra medida.

No pasa un libro por mis manos donde no meta las narices. Me gusta oler los libros. El olor te habla de la edad del libro, de las lecturas que habrá ofrecido y cuánto tiempo atrás. Te cuenta su vida como objeto, que puede ser interesante, como una novela paralela.

Esos cacharros, se me ocurre que pueden ser muy útiles en el extraño caso en que uno se vea obligado a llevar consigo muchos textos diferentes y no le haga falta un procesador de textos. Supongo que hay personas, aunque no muchas, que por razones laborales encuentren en los telesqueches estos una gran ventaja. Pero, al igual que tú, y de momento, también me puedo permitir algún que otro lujo. Especialmente me gusta secuestrarlos de las casas de los amigos, aunque pertenezco a esa rara especie que los devuelve cuanto antes con gesto casi culpable. Me gusta usar las casas de los amigos como librerías, sencillamente porque las librerías me dan vértigo (demasiada oferta). El único problema de esto, es que no tengo casi ninguno de los libros que he leído, porque además mis amigos no devuelven los libros ni sienten culpa.

Me ha gustado tu alegato, y lo secundo.

CeJota (ceja grande) dijo...

Eso es fetichismo :p

eulez dijo...

Bueno, no se. A ver si alguien me explica que utilidad o que beneficio o que lo que sea tiene ir con un tocho de 700 páginas de pasta dura (o blanda) en el metro. Sorprendido me quedo cuando veo a algunas mujeres sacar del bolso un libraco inmundo que es más grande que el propio bolso (o lo parece).

Si las costumbres de lectura se limitan a sentarse en el sofá a leer tranquilamente un tochazo (o no), yo también me quedo con la versión impresa. Eso sí, en cualquier otra situación, el (futuro, los de ahora son bastante malos) lector de libros electrónicos gana en comodidad y versatilidad. Y sin acarrear problemas de espalda o de talado de árboles, oigan.

Diva Chalada dijo...

Te habla una nacida en el cálido verano de 1990, nacida y criada en la Era de la Informática:

Amén. Yo también soy una chiflada que huele las páginas de los libros nuevos como si de rayas de coca se tratase. Adoro cogerlos, leerlos, acariciar el papel, abrazarlos, escribir mi nombre y la fecha -aunque hace tiempo que no lo hago. Guardan recuerdos de toda una vida. Hace poco terminé de leer un libro en italiano: cada vez que lo cogía, cada vez que veía el marcapáginas, me acuerdo de Roma, de mi madre y yo entrando en una especie de FNAC italiana y de cómo me encapriché de golpe de ese marcapáginas maldito. Y aunque solo sea durante un segundo, vuelvo a ser feliz.

Espero que los libros electrónicos no cuajen. Lo espero y lo creo, somos demasiados los que preferimos el papel. Pero tengo miedo de que nos hagan como con los VHS: retirada total de los libros en papel. O libro electrónico, o te jodes. Por favor, que no pase nunca. Un saludo!

Anónimo dijo...

También yo amo los libros de papel: El olor a viejo de los Salgaris de mi biblioteca me lleva, como una magdalena proustiana, directo a mi primera infancia ... En fin, la tecnología cambia nuestro mundo a velocidad de vértigo ... todo lo que no se funda en ella se ha vuelto sospechoso ... me preguno si no nos estamos dando demasiada prisa en transformarlo todo, sin ningún asomo de sentido crítico, quizas para lamentarnos, como en el poema de Bretch, cuando ya sea demasiado tarde para volver atrás... Es el signo de los tiempos, maestro, pero que orgullo, que secreta felicidad, que última rebeldía, en este infierno digital diseñado por un Azatoth ignorante, contemplar, en tu propia casa, esa querida biblioteca, esa amante fiel y callada, que encapsula los mejores momentos de nuestras vidas y los oscuros arcanos y los secretos portales que llevan a los mundos. Sin palabras. Un abrazo de victorderqui.

Álex Vidal dijo...

Me gusta ir a casa de las personas y echarle un vistazo a sus libros, porque eso dice mucho sobre la gente.

Anda, ¿tú también? ^_^

Lansky dijo...

Al fin y al cabo tu eres de la segunda mitad del siglo pasado, pero yo, 1949, soy de la ¡primera!

Además, los libros electrónicos dan calambres

La Vieja Piragua dijo...

Estoy absolutamente de acuerdo con todo lo que dices. Mi casa, como la de mis padres (estas cosas se contagian de padres a hijos) está llena de libros por todos lados, desde el salón al estudio pasando por todas las habitaciones y cuartos de baño. Por otra parte, creo que el libro de papel es demasiado práctico, demasiado agradable y demasiado bonito como para que llegue a desaparecer al menos en un futuro cercano. Dicho esto, sin embargo, sí creo que el libro electrónico tiene algunas ventajas:

1) Hay un momento en que en una casa, grande o pequeña, ya no caben más libros de papel.

2) Hay libros que me apetece leer e incluso conservar un tiempo, pero que no quiero que ocupen parte de mi ya limitado espacio en casa.

3) Con el libro electrónico desaparece el concepto de descatalogado y, por tanto, las editoriales podrán mantener todos sus fondos vivos (aunque sea de manera digital) sin realizar ninguna inversión. Hoy en día tenemos Abebooks e Iberlibro para encontrar descatalogados, pero no siempre es fácil.

4) Como dice eulez, los usuarios del metro (ese gran colectivo lector) podrán leer con una mano mientras se agarran a la barra. Y todo esto sin calambres en el brazo. Ahora que lo pienso, este punto me ha quedado un poco tipo “Sonrisa Vertical”.

5) Para la gente muy mayor, la posibilidad de aumentar el tipo de letra es una gran ventaja que hará que se prolongue la vida lectora. A mí todavía me queda, pero me tranquiliza un poco.

Para lo que seguro que no servirá el libro electrónico es para conservar una gran biblioteca que pase de padres a hijos ¿Alguien se acuerda del floppy disk o de la cinta magnetofónica o del VHS…? ¿Alguien se acordará mañana de los CDs y DVDs? Decía hace unos meses Umberto Eco en una entrevista que si el quisiera dejar un mensaje a las generaciones futuras, lo haría en papel (le faltó añadir en papel bueno, claro).

Perdón por la extensión, pero este asunto me divierte mucho. También tengo curiosidad por ver cómo reacciona el sector editorial ante esta novedad. Espero que sean hábiles y no les haga mucho daño.

Julián Díez dijo...

Yo tengo un ebook. Lo uso con cierta frecuencia, en particular para leer documentación en lugar de imprimirla. He leído en él ya un par de novelas. Es decir, le encuentro utilidad al chisme y lo uso.

Dicho esto, no es lo mismo, para nada.

No sé qué ocurrirá en el futuro, pero creo que casi ningún lector "habitual" de más de 20 años disfrutará igual de la experiencia lectora con un e-book que con el libro de papel.

Anónimo dijo...

Yo adoro los libros, como vosotros, y sin llegar a sustituirlos, me compré un ebook y estoy encantado. Me he leido novelas, artículos, etc... y es algo comodísimo. La oferta de libros sin embargo es escasa (más allá del premio de turno o los clásicos, eso sí). En muchos casos (quizá porque lo que leía era de usar y tirar) no he echado de menos al papel, la verdad. Creo que ambos pueden convivir perfectamente.
Otra cosa es cómo la industria editorial lo encaja. ¿pretende que paguemos una novela electrónica al mismo precio que una de papel?. Sin van por ahí van listos. Me temo que no saben ni cómo acometer a ese pequeño ser electrónico.

Mazarbul

Boeder Escalier. dijo...

Nunca digas de este agua no bebere :P.

A mí me gustan los libros de papel, me encantan. Pero hay algo que me encanta todavía más: leer.

Ahora leo aproximadamente un libro cada dos semanas, antes tenía que dar gracias si conseguía llegar a uno cada mes. Poco me vale más que eso.

No obstante, si pudiera, bien seguría su camino. Que ya me tocará.

Big Brother dijo...

¿Porqué no "además de" sin tener que caer en el "en vez de"?

¿Rembrandt excluye a Avedon?

y, por otra parte, "never say never again"

Naeros dijo...

No creo que sean excluyentes, la verdad.
El libro electrónico tiene sus usos y sus ventajas indudables. Por ejemplo, si viajas es mucho más cómodo que cargar con varios libros.
O para leer documentos técnicos.

Pero a mí que no me quiten el placer de leer en la cama una buena novela :D

Anónima de las 9:59 dijo...

No excluyas, compañero. Haz que convivan y disfruta del libro en papel como precioso objeto de regalo, y del ebook ¡en el metro!

Mi ebook es TAAAAN mooonooo, y pesa tan poco, y... ¡es útil!

Nunca te mando tonterías, ya lo sabes, pero esto se relaciona con tu tema y TIENES que verlo. :P

http://www.youtube.com/watch?v=6VatOcX5gq4

Anónimo dijo...

César no te las des de jurásico: lo que eres es un materialista y un fetichista (como dice CeJota). Parece que muchos contertulios son de esa cuerda...

Yo es que debo ser muy marciano porque cada vez siento más desapego a lo material y me siento más a gusto en el mundo de las ideas.

Para mi un libro es su contenido; su continente no es más una carga necesaria para que los mortales como nosotros podamos acceder al contenido; los dioses deben vivir en un mundo de libros inmateriales, donde la distinción entre "papel" y "electrónico" es absolutamente banal por innecesaria.

Pues eso: que yo sí soy de libro electrónico por todas las ventajas que has enumerado (tienen algunas desventajas que sin embargo has pasado por alto), sobre todo porque son más idea y menos materia. Ya me da hasta pereza cuando tengo que acudir al libro en papel porque no me queda otro remedio.

A pesar de lo dicho, siempre hojeo con curiosidad los libros antiguos. Me gusta analizar la huella de los tipos sobre el papel, el corte de las hojas, cómo ajustaban los párrafos con tipos de distinto tamaño y espaciados disimulados (que sin embargo se notan mucho a los ojos maleados del lector moderno), el lenguaje arcaico...; pensar las horas de linotipista para componer cada página... hay que ver qué trabajo de sísifo.

Carlos dijo...

No se, yo en principio era reacio... però después que dos conocidos "lletraferits", hablen maravillas estoy pensando si me hago con uno.

José Juan dijo...

César,
Desde "Porque resulta que me gustan los libros" hasta "mercadillos", me reconozco al 100% en tu texto. Por eso, también me muestro reacio al libro electrónico y, tengo casi 20 años menos que tú. A lo mejor estoy empezando a ser un carroza, yo también.

Anónimo dijo...

Se supone que el ebook iba a dejar obsoletos los libros de papel, y lo que se ha quedado obsoleto es el ebook en un tiempo record.
http://www.apple.com/es/ipad/#video

Marta dijo...

Yo poseedora de un ebook, que complemento con mis libros, porque no creo que sean incompatibles en absoluto, estudié algo de informática y ahora me muevo en el mundo de las editoriales, soy consciente de que el libro electrónico llenará nuestro futuro, pero que no podrá acabar nunca con el papel en su totalidad, siempre, y digo siempre habrán quienes queramos tener libros en su formato natural, es un hecho, creo que el consumidor de libros lo sabe.
Pero les diré que los libros electrónicos se harán poco a poco con la mayoría del mercado, aunque no en su totalidad, la primera prueba de ello, estas navidades, época sublime para la literatura, por primera vez en Amazon se han vendido más libros electrónicos que físicos, y estamos en el comienzo de esto, y eso teniendo en cuenta que Amazon es una tienda que limita mucho sus posibilidades debido a los pocos idiomas en los que ofrece sus libros y que el formato de sus libros electrónicos solo sirven para su ebook, imagínense si convirtiera los los eléctronicos a EPUB (formato universal que leen todos los lectores por su versatilidad), y los ofreciera en tres o cuatro idiomas más, sería una bomba.
A lo referente al IPAD, es cierto que quizás Apple no ha acertado mucho al querer dar el uso de ebook a su tablet por su brillante pantalla en comparación la maravillosa tinta electrónica que no cansa la vista, pero lo que si ha hecho es poner a disposición del consumidor es una tienda con acceso a las principales editoriales (que se irán sumando de todo el mundo) y el formato antes mencionado. Estoy segura, que una vez más, las ventas serán alucinantes, al tiempo, nadie quería un iphone hasta que se compraron un iphone... esto lo he vivido antes, y lo seguiré viviendo.
Aún con todo, tengo un ebook, leo libros electrónicos, pero sobre todo documentos que no me apetece imprimir, aunque no he dejado de consumir libros, me resulta imposible del todo, es que los veo y digo "ese lo tengo que tener en papel y disfrutar de él". Asi que creo, que inundarán el mercado pero siempre habrá libros en papel.

Juan Antonio del Pino dijo...

No sé que más se puede añadir que no se haya dicho antes (y mejor).
En principio creo que no deberían ser medios excluyentes. Una cosa no debería quitar la otra, para nada.Yo sigo leyendo periódicos de papel y consulto también la versión digital. Habitualmente más la segunda que la primera, la verdad, y suelo preferir más el papel los domingos o días señalados.
Con los libros creo que haré algo similar, leeré la versión electrónico de aquellos en los que busco sólo información y dejar para el papel aquellos que realmente me interesa tener en casa por fetichismo, goce sensorial o por seguridad (estoy con los que piensan que puede durar más el papel que los bits)
En cualquier caso, una interesante reflexión la tuya, César.
saludos

Artemisa V. dijo...

Estoy contigo, César. Yo soy un bicho raro entre mis hermanas, porque odio los perfumes. ¿Qué le voy a hacer, si mi olor preferido es un libro viejo? (Y no creo que haya publicista capaz de vender perfumes que huelan a libro viejo).

Y sí, la tecnología mola, pero hasta cierto punto. Será que soy una romántica, o una carroza, como tú.=P

Sigo pasándome por Babel, aunque los exámenes me han tenido ausente. =)

César dijo...

Queridos/as amigos/as: No hace falta que me deis razones sobre las ventajas del libro electrónico: yo soy el primero en reconocerlas. Mi actitud es radicalmente emocional.

CeJota: Puro y deleznable fetichismo, lo reconozco.

Merak: Supongo (y espero) que durante mucho tiempo convivirá el papel con los bits.

Victorderqui: Tienes razón, pero quién iba a decir que nuestras bibliotecas iban a acabar siendo piezas de museo.

Alex Vidal: Es lo primero que hago al llegar a una casa: examinar los libros. El problema es que en muchas casas no hay nada que examinar.

Lansky: Y se les acaban las baterías (seguro que justo cuando estás en lo más interesante).

Boeder Escalier & Big Brother: ¿Recordáis cuando Sean Cónnery, después de rodar "Sólo se vive dos veces", juró no volver a participar en ninguna película de James Bond? Bueno, pues mi decisión es igual de firme.

Manolo: sí, soy absolutamente materialista y vocacionalmente fetichista. Chachi.

Artemisa: ¡Mucha suerte con los exámenes!

Alicia Liddell dijo...

Me gustan los libros. El objeto en sí mismo. Sin embargo, desde hace unos años, he ido perdiendo la dependencia de ellos. Antes guardaba todo lo que compraba, fuera bueno, malo o regular. Pero ahora no siento esa pulsión. De hecho, ahora regalo bastantes libros que ya he leído, siempre y cuando me hayan gustado. Tiro a reciclaje los que considero malos y sólo conservo aquellos que tienen un significado personal.

He regalado libros de Coetze, de McCarthy, de Bernhard Schlink, de Tournier ... y hasta de Stieg Larsson.
Aún así, también siento rechazo hacia el libro electrónico. Me gusta pasar páginas, marcar dónde he dejado la lectura, leer las solapas y el tacto del papel.

César dijo...

Alicia Liddell: He seguido el mismo proceso que tú, amiga mía. Antes guardaba todos los libros sin excepción. Ahora me deshago de los que no me interesan tirándolos, regalándolos o prestándolos (que es la forma más eficaz de no volver a verlos). Pero si un libro me interesa por cualquier razón, por mínima que sea, no puedo desprenderme de él. Soy un enfermo, lo sé.