No puedo decir que guarde muy buen recuerdo de ese colegio. En fin, sí, yo era un adolescente en plena expansión vital y claro que me lo pasé bien muchas veces. Pero no por estar en ese colegio, sino pese a estar en él. Por aquel entonces ya no era creyente y no tardé mucho en convertirme, tras leer a Russell, en un ferviente agnóstico. Aunque, claro, eso, entonces y en un colegio de “curas”, no se iba aireando alegremente. El caso es que, como no creyente, me tocaba mucho las pelotas tener que participar en actos religiosos. Misa los viernes a primera hora, rezar cada tarde un misterio del rosario durante la cuaresma, proyección de películas religiosas, charlas edificantes, rezos y cánticos a mogollón durante el mes de las flores... Con frecuencia cantábamos el himno de los Maristas, dedicado a su fundador, el entonces beato, y ahora por lo visto santo, Marcelino de Champagnat. Así dice la letra:
Pueblen los aires triunfales voces,
den los pensiles tributo en flor.
Brisas inquietas llevad veloces
lauros y aromas al Fundador.
Te ofrendamos Padre filial cariño
Te ofrendamos Padre filial cariño
cual fragante incienso de gratitud.
A tu solio llegan vítores de niños
llega el coro excelso de la juventud.
Padre en cuyo pecho la bondad fulgura
Padre en cuyo pecho la bondad fulgura
Padre que la senda nos mostró del bien,
fuente es tu enseñanza de simpar ventura
de la obra Marista tú eres el sostén.
de la obra Marista tú eres el sostén.
Inflamado apóstol de alma noble y pura
sueña mi hondo anhelo coronar tu sien.
Reconozco que durante años ese himno fue para mí un enigma: no entendía un carajo de lo que decía. ¿Qué coño son los “pensiles”? ¿Y un “lauro”? ¿Y qué es eso de que a su “solio” llegan vítores de niños? (suena a marranada) Pero no os perdáis de vista esta frase: “fuente es tu enseñanza de simpar ventura”. Joder, la leo una y otra vez y no acabo de encontrarle sentido. Ahora bien, el himno para mí alcanzaba su punto culminante cuando llegábamos a “de la obra Marista tú eres el sostén”. En ese punto no podía evitar partirme de risa, pues me imaginaba al bueno de Marcelino sujetándole las tetas a una señora muy gorda.
En ese puñetero colegio protagonicé una de las situaciones más ridículas de mi vida. Yo tenía quince o dieciséis años y estaba en clase tan ricamente. Entonces aparece un hermano y pregunta quiénes no habían hecho la confirmación. En un acto de profunda estupidez, levanté la mano junto con la mitad de los alumnos. “Pues hala”, dijo el hermano, arreándonos como si fuéramos ganado; “a confirmaos”. No recuerdo exactamente cómo era la ceremonia de la confirmación. Supongo que habría una misa, pues por aquel entonces en cuanto te descuidabas se marcaban una misa de casi una hora de duración; lo único que sé seguro es que había que confesarse y luego te ponían ceniza en la frente.
Debía de hacer cuatro o cinco años que no me confesaba, así que el asunto me cogió de sorpresa. La retahíla de pecados que usualmente empleaba de niño para confesarme –he insultado a mi hermano, he desobedecido a mis padres, he dicho palabrotas...- no sonaban demasiado convincentes en boca de un adolescente con pelos en los sobacos, así que tenía que buscar otros nuevos. Sabía, por experiencia, que a los curas les encantan los pecados relacionados con el sexto mandamiento, pero por aquel entonces mi única actividad sexual consistía en cascármela obsesivamente, algo que ni bajo amenaza de muerte le confesaría a nadie, por muy ungido de gracia divina que estuviese. De modo que decidí acusarme de tener pensamientos impuros, así en general, pensando que con eso bastaría.
El caso es que, como ya he dicho, los maristas no podían confesar, así que se trajeron a tres curas no sé de dónde (quizá había algún servicio tipo “cura-express” o “el párroco veloz”, vete tú a saber) y nos sentamos en los bancos de la capilla a la espera de que llegara el turno de lavar nuestros pecados. Yo fui de los primeros. Me arrodillé en el confesionario y descubrí que me había tocado un cura viejísimo, un auténtico carcamal. Pero eso no era lo malo: lo dramático era que estaba sordo como una tapia.
Así pues, comencé a contarle en voz progresivamente alta que llevaba mucho tiempo sin confesarme, que había tomado el nombre de Dios en vano, que le había faltado al respeto a mis profesores, que tenía pensamientos impuros... Y ahí la cagué, porque el muy cabrón no se conformaba con una exposición general del asunto: quería detalles y los quería a gritos. Lo malo es que mis pensamientos impuros eran de lo más simple: consistían básicamente en coger una revista guarra y practicar con entusiasmo el vicio solitario; pero ya hemos quedado en que no pensaba confesar que “me tocaba”, así que para explicar en que consistían esos “pensamientos impuros” tuve que inventarme una historia que, por improvisada, debió de sonar de lo más retorcida. Inventármela sobre la marcha y contarla, no lo olvidemos, profiriendo auténticos alaridos. Debió de ser la confesión más pública de la historia.
En fin, no guardo buen recuerdo de ninguno de los hermanos maristas que conocí; todos me parecieron unos impresentables, cada uno a su estilo. Para ser justos, reconozco que en ese colegio, en sexto de bachillerato, recibí clase del mejor profesor que he tenido jamás: don Francisco, que era seglar y creo que tan agnóstico como yo. Él me enseñó a amar a la matemáticas, aunque luego las matemáticas no correspondieran a mi amor. Pero a los “curas” no podía ni verlos.
De hecho, todos sabíamos que había algunos “hermanos” muy sobones. Yo lo sabía de oídas, porque al poco de matricularme en los Maristas sobrepasé el metro ochenta de estatura y en los últimos cursos ya alcanzaba mi actual metro noventa y dos. Es decir, era demasiado alto y grande para despertar pasiones pederastas, así que nadie me metió mano. No obstante, los alumnos menos desarrollados y más sonrosaditos solían ser víctimas de apenas disimulados cacheos libidinosos. Pero, por lo que sé, todo se quedaba en eso: toqueteos.
Hasta que un día -yo estaba en quinto de bachillerato, si mal no recuerdo- hubo un alboroto en el colegio. Gritos, idas y venidas, nerviosismo entre las filas maristas. Nadie nos aclaró nada, por supuesto, pero pronto se corrió la voz: el padre de un alumno había llegado hecho una furia porque el cura se había propasado con su hijo. Nótese que digo cura sin comillas y en singular, porque en el colegio, como los “hermanos” no podían decir misa, había un sacerdote permanente, llamémosle Padre X, un cura de treinta y tantos años de edad que tenía licencia doble cero para impartir toda clase de sacramentos. Y también, por lo visto, para cepillarse a los monaguillos.
No sé qué pasó en concreto. No sé qué le dijo el director del colegio al padre del alumno mancillado, no sé si hubo una denuncia e ignoro si los hermanos maristas ofrecieron alguna clase de compensación a la familia afectada. Lo único que sé es que el Padre X desapareció fulminantemente del centro, siendo sustituido por otro cura doble cero. Y también sé (lo averigüé mucho más tarde) que al Padre X lo trasladaron a un colegio marista de Sevilla, donde prosiguió su admirable labor evangelizadora. En efecto, su único castigo consistió en ser trasladado a otro colegio de otra ciudad. Un colegio, como es natural, lleno de niños.
Eso sucedió hace más de cuarenta años, pero parece que fue ayer, ¿verdad?
Reconozco que durante años ese himno fue para mí un enigma: no entendía un carajo de lo que decía. ¿Qué coño son los “pensiles”? ¿Y un “lauro”? ¿Y qué es eso de que a su “solio” llegan vítores de niños? (suena a marranada) Pero no os perdáis de vista esta frase: “fuente es tu enseñanza de simpar ventura”. Joder, la leo una y otra vez y no acabo de encontrarle sentido. Ahora bien, el himno para mí alcanzaba su punto culminante cuando llegábamos a “de la obra Marista tú eres el sostén”. En ese punto no podía evitar partirme de risa, pues me imaginaba al bueno de Marcelino sujetándole las tetas a una señora muy gorda.
En ese puñetero colegio protagonicé una de las situaciones más ridículas de mi vida. Yo tenía quince o dieciséis años y estaba en clase tan ricamente. Entonces aparece un hermano y pregunta quiénes no habían hecho la confirmación. En un acto de profunda estupidez, levanté la mano junto con la mitad de los alumnos. “Pues hala”, dijo el hermano, arreándonos como si fuéramos ganado; “a confirmaos”. No recuerdo exactamente cómo era la ceremonia de la confirmación. Supongo que habría una misa, pues por aquel entonces en cuanto te descuidabas se marcaban una misa de casi una hora de duración; lo único que sé seguro es que había que confesarse y luego te ponían ceniza en la frente.
Debía de hacer cuatro o cinco años que no me confesaba, así que el asunto me cogió de sorpresa. La retahíla de pecados que usualmente empleaba de niño para confesarme –he insultado a mi hermano, he desobedecido a mis padres, he dicho palabrotas...- no sonaban demasiado convincentes en boca de un adolescente con pelos en los sobacos, así que tenía que buscar otros nuevos. Sabía, por experiencia, que a los curas les encantan los pecados relacionados con el sexto mandamiento, pero por aquel entonces mi única actividad sexual consistía en cascármela obsesivamente, algo que ni bajo amenaza de muerte le confesaría a nadie, por muy ungido de gracia divina que estuviese. De modo que decidí acusarme de tener pensamientos impuros, así en general, pensando que con eso bastaría.
El caso es que, como ya he dicho, los maristas no podían confesar, así que se trajeron a tres curas no sé de dónde (quizá había algún servicio tipo “cura-express” o “el párroco veloz”, vete tú a saber) y nos sentamos en los bancos de la capilla a la espera de que llegara el turno de lavar nuestros pecados. Yo fui de los primeros. Me arrodillé en el confesionario y descubrí que me había tocado un cura viejísimo, un auténtico carcamal. Pero eso no era lo malo: lo dramático era que estaba sordo como una tapia.
Así pues, comencé a contarle en voz progresivamente alta que llevaba mucho tiempo sin confesarme, que había tomado el nombre de Dios en vano, que le había faltado al respeto a mis profesores, que tenía pensamientos impuros... Y ahí la cagué, porque el muy cabrón no se conformaba con una exposición general del asunto: quería detalles y los quería a gritos. Lo malo es que mis pensamientos impuros eran de lo más simple: consistían básicamente en coger una revista guarra y practicar con entusiasmo el vicio solitario; pero ya hemos quedado en que no pensaba confesar que “me tocaba”, así que para explicar en que consistían esos “pensamientos impuros” tuve que inventarme una historia que, por improvisada, debió de sonar de lo más retorcida. Inventármela sobre la marcha y contarla, no lo olvidemos, profiriendo auténticos alaridos. Debió de ser la confesión más pública de la historia.
En fin, no guardo buen recuerdo de ninguno de los hermanos maristas que conocí; todos me parecieron unos impresentables, cada uno a su estilo. Para ser justos, reconozco que en ese colegio, en sexto de bachillerato, recibí clase del mejor profesor que he tenido jamás: don Francisco, que era seglar y creo que tan agnóstico como yo. Él me enseñó a amar a la matemáticas, aunque luego las matemáticas no correspondieran a mi amor. Pero a los “curas” no podía ni verlos.
De hecho, todos sabíamos que había algunos “hermanos” muy sobones. Yo lo sabía de oídas, porque al poco de matricularme en los Maristas sobrepasé el metro ochenta de estatura y en los últimos cursos ya alcanzaba mi actual metro noventa y dos. Es decir, era demasiado alto y grande para despertar pasiones pederastas, así que nadie me metió mano. No obstante, los alumnos menos desarrollados y más sonrosaditos solían ser víctimas de apenas disimulados cacheos libidinosos. Pero, por lo que sé, todo se quedaba en eso: toqueteos.
Hasta que un día -yo estaba en quinto de bachillerato, si mal no recuerdo- hubo un alboroto en el colegio. Gritos, idas y venidas, nerviosismo entre las filas maristas. Nadie nos aclaró nada, por supuesto, pero pronto se corrió la voz: el padre de un alumno había llegado hecho una furia porque el cura se había propasado con su hijo. Nótese que digo cura sin comillas y en singular, porque en el colegio, como los “hermanos” no podían decir misa, había un sacerdote permanente, llamémosle Padre X, un cura de treinta y tantos años de edad que tenía licencia doble cero para impartir toda clase de sacramentos. Y también, por lo visto, para cepillarse a los monaguillos.
No sé qué pasó en concreto. No sé qué le dijo el director del colegio al padre del alumno mancillado, no sé si hubo una denuncia e ignoro si los hermanos maristas ofrecieron alguna clase de compensación a la familia afectada. Lo único que sé es que el Padre X desapareció fulminantemente del centro, siendo sustituido por otro cura doble cero. Y también sé (lo averigüé mucho más tarde) que al Padre X lo trasladaron a un colegio marista de Sevilla, donde prosiguió su admirable labor evangelizadora. En efecto, su único castigo consistió en ser trasladado a otro colegio de otra ciudad. Un colegio, como es natural, lleno de niños.
Eso sucedió hace más de cuarenta años, pero parece que fue ayer, ¿verdad?
22 comentarios:
Me he re�do mucho con lo del solio.
Yo lo que no entiendo es por qué estos hombres de dios tienen que ejercitar el celibato. Si pudieran comportarse como todos los seres terrenales no caerían en esas tentaciones que los alejan más que nunca del cielo en el que creen.
Laura T. Marcel: es digno de un estudio psiquiátrico la aversión que la doctrina católica siente hacia el sexo. Al menos, hacia el sexo heterosexual y entre adultos.
Es de origen oriental, de donde lo sacaron Pitágoras, Platón (hay pasajes impagables al respecto en el Fedón y otros textos) y Pablo de Tarso, por no hablar de los gnósticos. En griego antiguo existe un juego de palabras ("soma sema") que podría traducirse más o menos como que "(el) cuerpo (es la) cárcel (del alma)". Lo chungo es que la Iglesia ha seguido arrastrando una concepción que caducó más de dos mil años atrás.
Sigo muy de cerca tu blog desde hace bastante tiempo, aunque no suelo escribir. Pero esta entrada me ha tocado. Más que nada porque pasé mi infancia en un colegio de monjas y hace años que me he convertido en atea convencida.
Es lamentable que sucedan este tipo de cosas.
Es lamentable y una vergüenza que esta gentuza que ha hecho suya la moralidad y los valores humanos, que esgrimen argumentos a favor de "lo natural", se repriman de esa manera, sientan tantísima aversión por el sexo heterosexual, y sin embargo, practiquen la pederastia sin ningún tipo de reparo.
Asco y rabia es lo que siento ante este tipo de situaciones.
Si realmente quisieran que no se relacionara a la Iglesia con este tipo de sucesos, lo que deberían hacer es justicia. ¿Acaso estos desgraciados están fuera de la ley? Pero al contrario, la Iglesia los esconde y protege.
Como siempre, esta institución es una gran mafia henchida de poder. Y siempre lo será, desgraciadamente.
Nyna la iglesia los esconde y protege no porque esta gente estén por encima de la ley o porque la iglesia piense que no se merecen castigo alguno, sino por el simple hecho de que la institución no le salpique el asunto. Tampoco creo que esté relacionado en modo alguno la pederastia con el celibato, sin quitar con esto ápice de razón al hecho de que la iglesia debería dejarse ya de tonterías y no someter a esa tortura innecesaria a sus pastores. La cuestión es que no creo que una abstinencia sexual pueda derivar en modo alguno en el hecho de sentir excitación por ver a niños pequeños. A mi esto me parece una enorme tontería, tan grande como a la conclusión que acaba de llegar la iglesia sobre la relación entre la homosexualidad y la pederastia, son cosas que no tienen nada que ver. Y quienes deberían afirmarlo en todo caso son los psicólogos, ni la iglesia, ni cualquiera de los simples mortales.
Más que nada quería recordar que los pederastas siempre aprovechan la situación de superioridad en la que se pudieran encontrar con respecto al menor, que los pederastas que abusan de menores, siempre están en el entorno cercano de ese menor, ya sean familiares (imaginaos la abstinencia sexual que puede tener el padre de la víctima, cuando es éste el que abusa), amigos de los padres, cuidadores y por qué no, el cura de una parroquia. Pero no tiene nada que ver con su voto de castidad y sí con la condición humana que ni los curas pueden escapar de ella.
Amaranta dijo:
"Nyna la iglesia los esconde y protege no porque esta gente estén por encima de la ley o porque la iglesia piense que no se merecen castigo alguno, sino por el simple hecho de que la institución no le salpique el asunto."
Lo sé. Y eso realmente es contraproducente para ellos.
Si la Iglesia fuera lo suficientemente valiente como para denunciarlos públicamente y ajusticiarlos se ganarían el respeto de muchísima gente. Porque escondiéndolos de esa manera, lo único que hacen es asociarse a ellos y parece que no estén en contra de lo que hacen. "Da igual lo que hagan, los delitos y abusos que comentan, mientras no se sepa, nos importa un comino."
Pero estas cosas acaban sabiéndose tarde o temprano. Así que no creo que actuen con demasiada inteligencia.
Y aún así, la gente no lo ve. O no quiere ver la corrupción que hay tras las puertas de la Santísima Iglesia.
Muy contraproducente no lo veo yo, ya que ellos no están protegiendo ningún reducto espiritual, sino una institución de poder que como tal se mantiene aún hoy, y esto ya es mérito dado el tono religioso de estos tiempos que vivimos. Ellos con su actuación se reafirman en su posición de superioridad ante los estados y su justicia.
No creo que la gente creyera más en esta institución, la iglesia, si fueran francos y no escondiran la basura debajo de sus alfombras. Sus enemigos, que no son los ateos, no olvides que lo que preservan es poder, atacarían y se les hubiera acabado el chollo hace tiempo.
En cuanto a la cuestión religiosa en sí, la vertiente espiritual de toda esta historia, siempre he visto absurdo que la gente deje de creer en dios por las actuaciones de los hombres por mucho que sean sacerdotes, obispos o papas. Igual que veo absurdo que se pudiera creer más en dios porque estas personas respondieran de una manera más honesta a la doctrina que predican. Quiero decir que Dios va a existir con independencia de los hombres que puedan tener fe en él, si forma parte de nuestra realidad y si no la forma, ninguna creencia unánime de la humanidad puede hacerlo aparecer por mucha fe que le pongamos.
¿Alguien conoce datos fiables sobre la incidencia de la pederastia entre los seglares y los religiosos? ¿Es aproximadamente la misma o hay grandes diferencias? ¿Es razonable vincular el celibato impuesto por las normas religiosas a la existencia de sacerdotes violadores y/o pederastas?. Porque, me temo, que poco o nada tiene una cosa que ver con la otra y que lo del celibato no deja de ser una coartada para justificar los aberrantes comportamientos de unos "pobrecilllos" sometidos a antinaturales conductas impuetas por una religión pacata y corrupta desde tiempo inmemorial.
Pues no, señores de antiguas sotanas y actuales jerseys de cuello vuelto, no merecen ninguna comprensión. Son ustedes, llana y simplemente, unos hijos de satanás y no de ese Dios del que nos hablan y que en el improbable caso de existir, no les tocaría ni con pinzas.
Hola César ^^. Yo también sigo tu blog desde hace tiempo (y aunque me recuerde un poco a cuando los oyentes llaman al programa de radio, aprovecho para decirte que los tres libros tuyos que me he leído -La Catedral y los dos de Jaime Mercader- me encantaron y los disfruté muchísimo :) ). Por cierto, ¡hola Nyna! ¿Por qué será que no me extraña verte por aquí? ;)
En fin, al grano.
1) Antes que nada, una aclaración sobre lo de los "medio-curas": por lo que sé, los maristas (como muchas otras órdenes religiosas) pueden estar ordenados como sacerdotes o no; en el segundo caso son simplemente "hermanos maristas", es decir, personas que pertenecen a una congregación religiosa y han hecho unos votos pero que por lo que sea ha decidido no ordenarse sacerdotes, de ahí que no pudieran impartir sacramentos. Serían como una versión masculina de las monjas (con la diferencia de que las monjas no pueden elegir ejercer el sacerdocio, claro. En fin, cuánto nos queda por aguantar).
2) Creo que sobra decir que los pederastas me parecen personas despreciables, inmundas, nauseabundas, despojos de la humanidad, monstruos que no reparan en el daño que hacen con tal de satisfacer su apetito enfermizo; ya sean curas, profes de universidad, padres de familia o lo que sean. Eso no quita que si el tipo en cuestión es un cura me joda más. Primero por la hipocresía que conlleva, pero segundo, y esto me parece peor, porque utilizar el poder que les otorga una sotana para algo tan repugnante es insultar y echar mierda sobre el inmenso trabajo que hacen tantas y tantas personas dentro de la misma organización, la Iglesia.
Que de eso nunca se acuerda nadie, pero bueno, como dice mi madre, hace más ruido el árbol que cae que el bosque que crece en silencio. De todas maneras, no es mi intención "quitar importancia" al asunto de la pederastia en la Iglesia recordando que hay muchísimos curas que lo dan todo por los demás en sitios del mundo en los que no se atreve a entrar ni el tato; que es verdad, pero no hace que lo otro sea menos malo. Solo digo que me entristece cuando la gente toma la parte por el todo y mete en el mismo saco a toda la Iglesia. No sé, será que yo sí he conocido muchos curas y monjas buenos y yo soy yo y mi circunstancia.
3) Mención aparte merece el tema del encubrimiento. Coincido con Nyna, si la Iglesia hubiera sido la primera en poner a estos monstruos ante la justicia (debería haberlo sido), se habría ganado el respeto de mucha gente. Actuando al revés, ha sucedido justo lo contrario. No sé qué pretenden, en serio. Pero me parece un insulto.
(sigue abajo)
4) También discrepo con la relación entre los votos de castidad y la pederastia. Caso aparte es el debate de si esos votos tienen sentido o no, pero vamos, tampoco entiendo que desde fuera de la Iglesia se debata ese tema, lo veo absurdo. Es como si yo digo que me parece mal que los monjes budistas solo puedan poseer una túnica, un rosario y una escudilla. A mí me puede parecer lo que sea, pero yo ni pincho ni corto ni formo parte de ese grupo, con lo cual... Bueno, que me voy por las ramas: que hay mucha gente (religiosa y no, que ese tema es muy personal) que vive sin comerse una rosca y no por ello les da por abusar de los niños, e igualmente muchos pederastas que además mantienen relaciones sexuales con asiduidad (¿cuántos casos de padres y novios-de-la-madre pederastas se han dado?). Vamos, que sí, que me parece una excusa muy pobre. De todas maneras, ¿acaso es lícito excusar a estos tipos de alguna manera?
5) Me ha hecho gracia la historia de la confesión XDDD Pero el fondo es triste y aberrante. Me choca muchísimo que fuercen a los niños y jóvenes a contarles "lo malo" que han hecho a un cura con el que no tienen ninguna confianza. Y lo peor es que se sigue haciendo hoy día.
A ver, yo soy creyente y el sacramento no me parece mal en sí, pero sí que la mayoría de las veces está mal enfocado, sobre todo en lo que respecta a los jóvenes y adolescentes, que precisamente tan celosos son de su intimidad. Para empezar que no deberían meter en eso a los no creyentes. Y para seguir que a los que sí lo son debería dárseles la opción de la reflexión interna sin necesidad de hablar con el cura si no quieren.
6) El final del post me ha dejado fría, porque mi padre estudió en el colegio marista de Sevilla y creo que es solo algo más joven que tú, César, así que debe de conocer a ese cura que mencionas seguro.
¡Saludos! ^^
Big Brother, en el libro "La vida sexual del clero" Pepe Rodríguez da estadísticas sobre ese tema, lo que pasa es que ahora no lo tengo a mano. Recuerdo que la homosexualidad era mucho más frecuente que en la población "normal" y la pederastia también (no quiero decir que tengan nada que ver, ojo). Como unas 10 veces más si no recuerdo mal. También se daban datos de iglesias protestantes (donde los religiosos pueden casarse) y había diferencia con la sociedad laica, aunque no tan acusada como en el catolicismo.
Nyna & Amaranta: Me parece que las dos decís más o menos lo mismo. En este caso, el tema no es si Dios existe o no; se trata de la actuación de una iglesia que se erige en guía moral de la humanidad, pero que en realidad (como ocurre con todas las iglesias) sólo intenta preservar un poder muy terrenal.
Sobre el celibato: Los psicólogos están de acuerdo en que la abstinencia sexual no conduce a la pederastia. Vale, me lo creo.
No obstante, supongo que si una persona con tendencias pederastas tiene otras alternativas para satisfacer su líbido, puede sortear el problema sin delinquir. Por ejemplo, creo que un amigo mío tiene tendencias pederastas. Le gustan las chicas jovencísimas; demasiado jóvenes, diría yo. ¿Qué hizo? Se casó con una chica de 18 años que aparentaba 15. Puede que sea un poco turbio, pero desde luego no delictivo.
Ahora bien, si un pederasta no puede dar salida a su sexualidad de ninguna forma, y encima está todo el día rodeado de niños... No sé, es como si un adicto al juego trabajase en un casino.
Por otro lado, las cárceles demuestran que, cuando a los hombres heterosexuales se les encierra y se les mantiene largo tiempo privados de compañía femenina, muchos de ellos acaban desarrollando prácticas homosexuales. ¿Quiere eso decir que el celibato conduce a la homosexualidad? No; quiere decir que cuando el impulso sexual no puede seguir su cauce natural (en función de la orientación de cada uno), se va por otros derroteros. Quizá suceda lo mismo con la pederastia.
En cualquier caso, el celibato, o cualquier otra norma interna del club católico, me importa un bledo. Allá ellos con su terror al sexo. Lo malo es que nos lo quieran imponer a los demás, que es lo que intentan.
Tampoco creo que se pueda culpar globalmente a la Iglesia porque algunos de sus miembros se dediquen a follarse niños pequeños. Pederastia la hay en todas partes, de acuerdo.
El auténtico escándalo, en mi opinión, es el modo en que la Iglesia ha protegido y encubierto a los pederastas que surgían en su seno. Ese es su gran pecado. El hecho de que, después de constatar que el padre X era un pederasta, se le trasladara a otro colegio es de juzgado de guardia. Es esa doble moral de la Iglesia, esa confusión entre pecado y delito, lo que a mi me escandaliza. Todas las autoridades eclesiásticas que ocultaron y amapararon a delincuentes pederastas deberían ser procesadas.
Maku: En general, estoy de acuerdo con lo que dices. De todas formas, si la Iglesia tiene tanto interés en meterse en mi vida (atacando o promoviendo leyes civiles que me afectan), si además me insulta con frecuencia en base a mi condición de ateo, si además la sufrago en parte (y muy a mi pesar) con mis impuestos, si además tengo que soportar su presencia a causa de sus muchas manifestaciones públicas, si además tengo que oír a sus representantes dictando moral a través de los medios de comunicación... ¿por qué no voy a poder opinar sobre ellos y sus prácticas?
Maku: me olvidaba: gracias por tus amables palabras sobre mis novelas. Y felicidades por el relato que te publicaron en febrero :)
Luis Manuel Ruiz: ¿No te parece curioso que, siendo el gnosticismo la principal "herejía" que ha combatido la iglesia, haya tantos rastros gnosticos en su doctrina? Empezando por el evangelio de Juan, claro.
Bueno César lo de tu amigo no lo consideraría yo pederastia ni de lejos. Creo que tengo unos cuantos años menos que tú, sin que sean muchos, pero la cuestión es que cuando yo tenía quince años, el que los hombres mayores se fijaran en las niñas de nuestra edad no era socialmente considerado como pederastia, ni mal visto ni nada. Y en generaciones anteriores este tipo de relaciones no tenían nada que ver con la pederastia. Supongo que el hecho de que se proteja a cualquier menor de edad es una cuestión social, que me parece correcta por supuesto, pero no podemos confundirlo con lo que sí puede significar una enfermedad para un ser humano, sentir excitación sexual por niños, que según mi manera de ser es completamente distinto que sentirse atraído por alguien mucho más joven que uno mismo aún perteneciendo a la misma generación.
El espectáculo de tu confesión a grito pelado me parece de sainete.
Enfin, yo estuve en los maristas y en la pública. En ambos casos, y recalco en ambos, y al menos mientras estuve, se dieron indicios, rumores, llámele X, de profesores pederastas (o sobones). En ambos caso, y recalco el ambos, se procedió a lo mismo. Traslado del docente y aquí paz y luego gloria.
Y no os parece curioso que todos estos abusos "desaparecieran" cuando los colegios se hicieron mixtos. No sé, no sé si tendrá algo que ver.
Tengo 60 años. Estudie 8 años en el Colegio de los Maristas en el centro de Granada. El cura de latin(que se estudiaba), maltrataba a bofetadas a algunos alumnos y magreaba a otros (segun su gusto). Lo sabiamos más de uno. Personalmente creo que la pederastria en la iglesia catolica que florece, solo es la punta del iceberg. Y todo este tiempo, los responsables mirando a otro lado. Y el nuevo papa "hablo mucho y hago poco", haciendo juicios "canonigos". Parece de chiste, cuando deberian estar delante de un juzgado, y si hay pruebas, en la carcel, junto con los que lo han ocultado a sabiendas.
Anónimo de las 2:10: Por supuesto, los casos que conocemos de pederastia en la iglesia son solo una mínima parte. La mayoría de las víctimas callan, por vergüenza, por miedo o por no remover el pasado. Te recomiendo una película que aún está en cartel: "Spotlight". Trata sobre los casos de pederastia que descubrieron los periodistas del Boston Globe en 2002. Hay una escena en la que un cura viejo habla de su pederastia con toda naturalidad y pone los pelos de punta.
La Curia Católica Apostólica y Romana del Estado del Vaticano, que con sus actitudes han conseguido vaciar los seminarios, las iglesias, los voluntarios, que han mirado a otro lado con la pederastia, el lavado de dinero del Banco de Vaticano, acciones en empresas de venta de armas, colaboracion con mafias, ocultación de patrimonios, etc. Sólo leer las hemerotecas. Documentado.
Han llegado a decir que los sacerdotes pedófilos, lo eran por que los niños y las niñas los incitaban a ello. Un sacerdote violando niños en nombre de Dios. Y cuando un padre de un niño se atrevía a acusar a un sacerdote, se le cambiaba de colegio, y a volver a empezar.
Yo sugeriría en plan constructivo, las siguientes ideas :
1.- Reconocimiento y solicitud de perdón por parte de la Curia en documento por sus errores.
2.- Puesta a disposición judicial con nombres y apellidos de todos los pedófilos para ser juzgados
3.- Identificación, cese y puesta a disposición judicial, a aquellos que miraron a otro lugar.
4.- Propósito de enmienda. Establecimiento de protocolos para evitar nuevos desmanes.
5.- Dimisión de toda la cúpula eclesiástica por inoperante.
6.- Volver al principio. Elección entre los fieles democráticamente de sus nuevos responsables.
7.- Rezar por que vuelva a bajar Jesucrito y alguien le dé un látigo a las puertas del Vaticano.
En resúmen, desacerse de todos los corruptos, vividores y pedófilos en nombre de Dios.
Quizás de este modo se vuelvan a llenar las iglesias y los seminarios. Será pedir mucho.
Un saludo
Yo estudié allí hasta el año 95 y me consta que había un hermano que "tocaba" a compañeros. Le iban cambiando de colegio cuando los rumores iban aumentando y ya está. Creo que tengo poco que agradecerles a esta gente
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