domingo, diciembre 19

Navidad


Hay una forma infalible de saber si estás “programado” para que te guste la Navidad. Es muy sencillo: basta con ver ¡Qué bello es vivir!, de Frank Capra; algo nada complicado, pues todos los años, al llegar estas fechas, emiten esa película en alguna cadena de TV (ayer mismo en Telemadrid). La cuestión es que cuando llegas al final de la cinta pueden ocurrirte dos cosas: que se te salten las lágrimas o que tus ojos permanezcan secos como arenques en salazón. Si sucede lo primero, si lloras, es que, aunque no lo sepas, te gusta la Navidad.



Y da lo mismo si has visto la película un montón de veces o es la primera vez que la contemplas. Yo debo de haberla revisitado... no sé, ocho, nueve, diez veces, quizá más, y siempre, por muy prevenido que esté, acabo llorando como una magdalena. Porque, aunque durante mucho tiempo no lo supe, estoy programado para la Navidad.


De pequeño, las vacaciones de Navidad eran las que más me gustaban. Más incluso que las de verano, aunque éstas eran seis veces más largas. ¿Por qué? No estoy seguro. Sin duda por la fiesta de Reyes, pues mis padres eran extremadamente generosos conmigo, pero no solo era eso. Había algo extraño en las fiestas navideñas, una especie de magia, un hechizo precedido por múltiples señales. La primera señal era la aparición de los especiales de Navidad de algunos tebeos (Pulgarcito y Tío Vivo); solían estar en los kioscos a partir de la segunda semana de diciembre. Luego, ponían las luces en las calles y se adornaban los escaparates, en la radio sonaban villancicos y por casa comenzaban a pasar distintos trabajadores solicitando el aguinaldo: basureros, serenos, porteros, faroleros, regadores... Joder, qué costumbre más tercermundista. A los guardias de tráfico que estaban fijos en un cruce, regulando la circulación como semáforos humanos, también solían regalarles cosas (cestas de Navidad, por lo general) que ellos muchas veces exhibían en su puestecito (supongo que a modo de reclamo). No sé, había algo especial en la Navidad y a mí me encantaba.


En junio de 1971 murió mi madre. Yo tenía 18 años. Las navidades de aquel año fueron extrañas y relativamente tristes. Pero no del todo tristes. Mi padre insistió en adornar la casa como siempre habíamos hecho, así que una tarde mi hermano Eduardo y yo fuimos a la escuela de Montes para comprar un árbol. Y escogimos un pino grande y hermoso, tan grande y hermoso que no recuerdo cómo conseguimos transportarlo a casa (supongo que en la baca del coche, rezumando pino por delante y por detrás). Nuestro piso (Españoleto, 23, 3º dcha.) tenía el techo a tres metros de altura, y aquél árbol en su tiesto debía de medir unos tres metros y medio, así que el pobre pino topaba contra el techo y se doblaba. Era algo entre grotesco y amenazador, cómo si tuviéramos un trífido en casa (ver El día de los trífidos, de John Windham).


La única solución fue serrarle el extremo superior, lo cual le confirió al pobre árbol un aire decididamente extraño. A mí me entró un ataque de risa y mi padre se agarró un cabreo (lo siento, papá, pero tenía gracia). Creía que no nos tomábamos en serio la primera Navidad sin nuestra madre, pero no era así. Compramos ese pino porque era el más bonito; el problema fue que no nos dimos cuenta de que, al meterlo en la maceta, su altura aumentaría notablemente. Esas navidades, mi padre y mi hermano José Carlos pasaron el fin de año en Londres, y mi hermano Eduardo no sé dónde se metió; el caso es que me quedé solo en casa y aproveché la circunstancia para organizar una fiesta de Nochevieja que resultó bastante salvaje. Llegó a haber más de cien personas, a la mitad de las cuales no conocía. Ni llegué a conocer, porque tenía un pedo de mariscal general.


Ese fue el comienzo de la etapa más desquiciada de mi vida. En noviembre del año siguiente murió mi padre. Mis dos hermanos ya estaban casados, así que sólo vivíamos en casa mi padre y yo. No recuerdo cómo fue esa Navidad. No recuerdo absolutamente nada. Lo he borrado por completo de mi memoria. De hecho, a partir de aquel momento las fiestas de Navidad dejaron de tener sentido para mí. Todas ellas, durante mucho tiempo, año tras año, se convirtieron en un gran vacío del que sólo conservo retazos aislados. Y ninguna ilusión. La magia se había ido.


Durante unos años trabaje como periodista free lance; luego me metí en publicidad. Las dos últimas agencias en las que trabajé estaban situadas en el AZCA, el segundo centro de Madrid, un enclave situado junto a la Castellana. Una estaba en el edificio del Banco Zaragozano, otra en el edificio Windsor (el rascacielos que ardió hace unos años). Ambos lugares se hallan muy cerca del Corte Inglés y toda esa zona es muy comercial. Al llegar las navidades, aquello era, y es, un infierno. ¿Os imagináis lo que supone salir cada día de currar para meteros de lleno en un eterno atasco de tráfico? No se podía ni caminar por la calle, ni ir a un restaurante, ni hacer una compra; todo estaba atestado de gente. Además, justo antes de las fiestas hay mucho trabajo publicitario. Conclusión: odiaba la Navidad.


Pero luego me casé, y tuve hijos, y esos niños me devolvieron la ilusión por la Navidad. Su ilusión era la mía. También se es feliz siendo un rey mago. Y un buen día me dije: vale ya de hacerte el duro, vale ya de ir de listo y de sobrado. Las navidades son para los niños, ¿no?; y tú presumes de llevar a un niño dentro de ti, ¿verdad? Pues entonces dale cancha, mamón, permite que el niño disfrute. Y en eso estamos.


¿Sabéis por qué llorar al final de ¡Que bello es vivir! prueba que te gusta la Navidad? No porque el clímax de esa película tenga lugar en esa fecha, no. La cuestión es que ¡Que bello es vivir!, como gran parte de la filmografía de Capra, no es más que un montón de mentiras bonitas honestamente narradas. Capra no refleja el mundo tal como es, sino tal y como debería ser. Y lloramos porque, aunque sabemos que es mentira, nos gustaría que las cosas fueran de ese modo, que la bondad y el amor siempre acabaran triunfando.


¿Y qué es la Navidad? Un montón de bonitas mentiras, un mundo podrido que se disfraza con guirnaldas de luces y espumillón plateado para simular que es un lugar decente. Todo más falso que la palabra de un político. Vale, ¿y qué? No podemos vivir todo el año en una peli de Capra, pero un par de semanas ¿por qué no?


No me gusta la Navidad en su sentido católico, aunque celebrar el nacimiento de un niño, de cualquier niño, tampoco está mal. Pero la Navidad, ya lo sabemos, es una impostura cristiana. Según las escrituras, Jesús debió de nacer en primavera o verano, pero en ningún caso a comienzos de invierno. Pese a ello, las autoridades religiosas decidieron en el siglo IV fijar la fecha del nacimiento el 25 de diciembre. ¿Por qué? Para superponerla a la principal fiesta religiosa pagana: el solsticio de invierno, que conmemora la muerte y resurrección del Sol (Cristo es un dios solar). Así pues, cuando nos reunimos para celebrar la noche del 24 y el día 25, estamos repitiendo un ritual mucho más antiguo que el cristianismo. Celebramos, igual que nuestros más remotos antepasado, el final de un ciclo y el comienzo de otro. Y no sé por qué, pero eso me emociona. Es como formar parte de algo muy antiguo y muy íntimo.


Todo los años, al llegar estas fechas, espero que algo suceda. Y a veces ocurre y a veces no. Pasado mañana, 21 de diciembre, es el día del solsticio invernal. Intentaré captar ese momento y, si lo logro, os lo mostraré.


Entre tanto, todavía no os deseo felices fiestas. Lo haré el próximo viernes.

31 comentarios:

U-topia dijo...

Ummm... debo estar aún en la fase de hacerme la dura, o quizás no me queda nada de la niña que fui. Disfruté cuando fueron pequeños mis hijos, pero cuando crecieron abandoné gustosa el tema y no lo añoro nada..... pero quien sabe, jamás cierro la puerta a nada, soy esceptica pero receptiva. De momento prefiero felicitar con el solsticio que con el evento religioso. Pero aún es pronto para hacerlo.

Me ha gustado leerte. Un abrazo.

Júlia dijo...

Supongo que tendré que ver la película para saber si estoy "programada" para que me guste la navidad... Aunque debo reconocer que formo parte de este grupo de gente poco cultivada en temas cinematográficos que automáticamente cambia de canal cuando ve que una película es en blanco y negro.

De todos modos, gracias por esta entrada tan personal y por tu mágica visión de la navidad.

Pd: en la entrada anterior dijiste que te gustaba que la gente dejase comentarios, y la verdad es que a mí me encanta la ida de que el autor de todo esto lea mis comentarios y incluso me responda, así que, quien sabe, quizá te has ganado a un nuevo merodeador "activo".

Nyna dijo...

Yo estoy programada para que me guste la Navidad.
Me encanta como la has descrito, porque opino exactamente igual. Disfruto celebrándola como la fiestecilla pagana que es :)
Tengo 22 años, pero sigo conservando la misma ilusión de entonces. La Navidad tuvo un papel destacado en mi infancia, y siempre la recordaré como algo hermosísimo. Y a pesar de mi edad, parece que cada año consigo disfrutarla más. Y espero no dejar de hacerlo nunca.
Un saludo y felices fiestas, César :)

Blueberry dijo...

Desgraciadamente, como otras navidades, me toca trabajar. A mí me gusta la navidad. Yo creo que hay muchas fiestas, que van perdiendo su pátina religiosa y van siendo lo que son en su justa medida. La navidad es triste o alegre, pero son días para dejar libre al niño que tenemos dentro-.
Felíz Navidad a todos (jojojo)lueberry

leo dijo...

Según tu clasificación, también estoy programada para que me guste la Navidad. Aunque me ponga triste, sin saber la razón exacta. Se me han saltado algunas lágrimas leyendo tu entrada, así que imagínate la que lío cada vez que veo la peli.
:-)
Mi infancia transcurrió en una calle muy cercana a Españoleto. Siempre gusta encontrar lugares comunes.
Un saludo.

Noviembre todavía dijo...

Hola César,

Leyendo tu entrada se me ha puesto un nudo en la garganta, y apenas he conseguido contener las lágrimas... me pone triste la Navidad, estoy en esa fase en que las navidades son etapas en blanco en mi vida, esas fechas en que sobrevivo solo deseando que por fin pasen, para convertirse otra vez en un recuerdo difuso.

Leerte me ha hecho recuperar la fe en que algún día, podré vivirlas de nuevo como una fecha, al menos, entrañable.

Muchas gracias por dedicar tiempo a este blog, y muchas gracias por esta entrada.

samael dijo...

comparto al cien por cien todas tus impresiones infantiles sobre la Navidad. Efectivamente eran momentos de felicidad para los niños. Pero he de decir que una vez superada esa etapa, se convirtieron en un fenomenal incordio, que al no tener niños, no veo la forma de contrarrestarlo. Ahora solo veo aglomeración, y desastre ecológico. Ayer, donde yo suelo hacer la compra, habían habilitado una zona donde antes tenían libros, solo para vender marisco. Montañas de todo tipo de crustáceos, moluscos y ... e fin, ya sabéis. El caso es que dentro de aquella orgía marisquera, una de las montañas estaba formada por montones de bogavantes. 7€ cada uno. El tamaño era ridículamente pequeño, pero lo que daba pena era imaginarse un mar devastado por el ansia absurda de comer bogavante en navidad. Supongo que esa montaña de bogavantes se repite en cada supermercado de cada ciudad.
Brrrrrrrrr

Amaranta dijo...

Cuando las cosas se repiten como estribillos de una canción se convierten en tópicos, y no hay nada más tópico que en estas fechas haya mucha gente que diga que no le gusta la navidad. La realidad es que La Navidad es esa fecha puñetera que recuerda a muchos lo que no tienen y a quienes perdieron, a determinadas edades cada vez más gente no ha formado una familia propia y ya han perdido la de origen. Muy pocas personas hay en este mundo que hagan de tripas corazón como tu padre y pongan buena cara al quedarse sin alguien querido y sigan tirando del carro de lo que significan estas fiestas.

Así que no es que no les guste la navidad, es que son unos egoístas y no son capaces de hacer lo que tu padre hizo aquella primera navidad sin tu madre. Y navidad y egoismo no casan, así que allá cada cual, pero no odian la navidad sino que odian que nada les recuerde sus carencias afectivas.

A mi la navidad me gusta, sola o acompañada, al fin y al cabo es una fiesta y las fiestas me encantan.

Juanma dijo...

Mi concepto de Navidades es ir a Madrid, al encuentro de una familia en descomposición, para tratar de mantener unidas a dos personas con deterioro cognitivo más o menos serio (mis padres), dos hermanos que sólo se hablan en Nochebuena o por susto materno o paterno grave, y dos sobrinos más raros que sus tíos. No obstante, es mi familia, es nuestra fiesta, y la alternativa es no tener una casa a la que volver en Navidad... Lógicamente, uno acaba prefiriendo esto a nada.

Dicho lo cual, siempre encuentro un huequito para ver Qué bello es vivir, aunque me lo pase diciendo que los programadores deberían tener las santas narices de emitir Plácido (que este año, por aquello del fallecimiento de Berlanga, hasta sería un homenaje bonito y todo).

Felices fiestas y un abrazo.

Lluviabrumosa dijo...

Yo no soy de grandes celebraciones (pero ni en navidad ni en nada), sin embargo... me niego a condenar la navidad (o condenar Hallowen, o la celebración del mundial, recordando dos entradas antiguas tuyas). No entiendo qué daño hace, no entiendo a esta gente antitodo, tan seriota ella. Sí, ya, el consumismo y todo eso, pero 1-nadie te obliga a comprar y 2- la navidad puede ser lo que uno quiere que sea y no todo el mundo la vive igual ni le da el mismo significado (afortunadamente, porque una vez leí en un blog un manifiesto vergonzoso de una fanática pidiendo coherencia a los no cristianos para que no celebraran nada en estas fiestas). ¿Qué hay mucha hipocresía y que todo el año debería ser así? Pues vale, pues de acuerdo, pero si no celebramos la navidad tampoco vamos a arreglar nada. Parece que hay gente que todo lo arregla con extrema seriedad y suprimiendo toda festividad, todo se arregla con falta de humor y haciendo del día a día un funeral. Seguro que así se acaban todos los problemas y vivimos en un mundo mejor.

Anónimo dijo...

Hola César,

Soy Gonzalo Gabaráin, amigo de tu sobrino, que acogiste el fin de semana pasado. Me declaro seguidor de tu blog a partir de ahora y espero poder empaparme de tus entradas. Un gusto conocer a un escritor profesional (y comer con él en la mesa ni te cuento)

Te he puesto mi cuenta de wordpress porque tengo un blog con otros dos amigos (lleva un tiempo descuidado)(bastante tiempo), por si te aburres y le echas un vistazo, y nos dejas tus opiniones para que aprendamos de ti.

Un abrazo y Feliz Navidad (a propósito,no he visto la peli pero estoy seguro de que lloraría, así que me debe de gustar la navidad).

eulez dijo...

Con cariño. O no.

Anónimo dijo...

Yo te echaré de menos esta Nochebuena.
Como las últimas.
Echaré de menos los manjares de la comilona, el regalo literario sorpresa, la envidia por los canelones del día de Navidad que nunca probaré, las míticas conversaciones sobre cine y sobre todo, sobre todo, oiros contar esas viejas anecdotas familiares que de alguna forma han vuelto gracias a tu post.

Mi Nochebuena se fué. Pero siempre me quedará tu blog.

Helmanticae Maria dijo...

!Me encanta leerte!!Y me sigo emocionando con todo lo que escribes!.
Navidad. Nunca me enseñaron a amarla cuando era pequeña, y ahora menos la deseo.Curiosamente nací cerca de estas fechas, pero no me siento próxima a ellas.
!Admiro a todo aquel que sabe ponerle su toque de ilusión en estas fechas!
Un supermegaabrazo.

César dijo...

Leonor: A mí también me entristece perder esa Nochebuena, querida sobrina. Es como poner fin a una etapa, como terminar un relato con un final abierto y triste. Qué le vamos a hacer... De todas formas, tienes a tu propia familia y podrás crear Nochebuenas nuevas. ¡Felices fiestas, Leo!

Laura Uve: Yo también prefiero, con mucho, el sentido pagano de estas fiestas. Celebremos pues la muerte y resurrección del Sol.

Julia: Un placer leerte y contestarte. Y también recomendarte que le des una oportunidad al blanco y negro. Hay muchas obras maestras sin color. Sigue merodeando, que siempre serás bienvenida.

Nyna: Exacto, ése es el espíritu. Conserva a la niña que llevas dentro; es lo mejor que tienes.

Blueberry: Qué putada que tengas que currar; espero que al menos no en las fiestas.

Leo: Así que fuimos vecinos, ¿eh? Incluso es posible que nos hayamos visto. Seis grados: eso es lo máximo que nos separa de cualquier persona.

Noviembre todavía: La Navidad siempre tiene un toque triste. Es nostalgia. Porque el modelo de Navidad que todos llevamos en la cabeza pertenece al pasado. Gracias por tu comentario.

Samael: Probablemente esos bogavantes eran de piscifactoria, igual que los árboles de Navidad son de invernadero. Mira, a la Navidad se le pueden encontrar todos los defectos del mundo. Pero, ¿para qué? Yo creo que Renata estaría más contenta si fueras más navideño.

Amaranta: Yo creo que la gente que odia la Navidad en el fondo está resentida por haber perdido la Navidad. Un día la ilusión se desvanece y te sientes frustrado, con un vacío dentro. Y odias esa sensación.

Juanma: Pues sí, "Plácido" no deja de ser un cuento de Navidad. No te hace llorar, pero te deja un regusto agridulce de lo más sabroso. Es una obra maestra.

Byron: Suscribo cada una de tus palabras. Lo mejor: relajarse y gozar.

Remilgado Ansorena: También ha sido un placer conocerte, amigo mío. Aunque todavía me resuena la alarma de tu teléfono en la cabeza... Me he pasado por vuestro blog y he dejado un breve comentario. Felices fiestas.

Helmanticae María: Busca a la niña que hay dentro de ti; seguro que a ella sí que le gusta la Navidad.

César dijo...

Eulez: divertidísimos los vídeos que has recopilado. Me ha encantado el villancico de Dexter; no lo conocía. De todas formas, ese modo de odiar la Navidad no deja de ser una forma de amar la Navidad. A todos nos encanta tener algo que odiar.

César dijo...

Queridos amigos, merodeadores todos. Tenía un plan: salir hoy con mi cámara fotográfica por Aravaca, el barrio de las afueras donde vivo, e intentar capturar el solsticio. Por desgracia, hoy ha hecho un tiempo de perros en Madrid. No ha parado de llover. Aun así, esta mañana he salido Nikon en ristre... y ninguna de las escasas fotografías que he tomado mientra me mojaba refleja el momento. Otro año será. ¡Feliz solsticio!

Estigia dijo...

Y de hecho, César, no soporto la gente que dice y asegura que odia la Navidad (bueno, no es que no la soporte, es que muchas veces no la entiendo). Digo yo, ¿a quien le amarga un dulce? ¿no te gusta reunir a la familia, adornar la casa, comer turrón, bombones y recibir regalos?

Hay gente que acusa la Navidad como época de consumo, pero pienso que eso depende de cada uno. El Corte Ingles no conseguirá quitarme la ilusión que tengo ni los bellos recuerdos que me trae el olor a muérdago, a pino fresco y a galletitas recién horneadas.

Tengo un amigo que insiste en celebrar la Kwanzaa Party, que es una fiesta africana de por estas fechas -me figuro. Pues bueno, la misma alegría y falsedad, sólo que al ritmo de tambores de Kenia.

Un saludo.

numael dijo...

Ahora está de moda decir que odias la navidad, es una postura "muy cool", si eres "modelno" y chachipiruli tienes que odiar la navidad y todo lo que representa. Pues yo no, a mi me pasa como a tí, me encanta el espumillón y las luces, añoro las navidades de mi infancia en casa de mi abuela, cuando toda la familia terminaba cantando en la mesa y contando chistes.
Por eso procuramos que nuestros hijos tengan una navidad como debe ser, y conservar la magia y la ilusión.
(Yo también lloro como una magdalena con "Que bello es vivir").
¡Feliz Navidad!

Anónima de las 9:59 dijo...

¡Buááá! Lloro con "Qué bello es vivir", con el espumillón, la cabalgata y los "muñocolates" (muñecos de chocolate).

Me encanta la Navidad y llenar la casa de horteradas colgantes, luces y todo lo que se me ocurre (y se me ocurren muchas cosas).

NO me gustan las aglomeraciones de gente, ni en Navidad ni en las rebajas. :P

Y me gustan las entradas de César sobre la Navidad y los Reyes Magos, aunque me hagan llorar.

;)

:____)

Anónimo dijo...

Bueno,yo me declaro neutra en cuanto a la navidad como fiesta...me da pena que se pierda como celebración religiosa y que se convierta en una locura de compras tontas e innecesarias.Yo no soy religiosa ni compradora,y buena parte de mi familia me carga bastante,qué le vamos a hacer,una es así...Creo que la navidad,como decís,la disfrutan los niños,es para ellos y por ellos debemos mantenerla,pero a mí me gustaría ver más sensatez en lugar de niños cubiertos de juguetes carísimos,mesas atiborradas de comida y gente que compra regalos por "cumplir"... Un año pasé estas fiestas ingresada en un hospital lejos de mi familia y os juro que no me importó nada...lo sentí por mi madre,que era muy sentimental y todo la hacía llorar...pero no por mí.
César...¿habrá este año cuento de navidad? Me encantaron los anteriores.....Saludos de Aurora Boreal

Big Brother dijo...

Hay una idea circulando por ahí y que todos hemos leído/oído muchas veces: consiste en defender el que deberíamos empezar la vida como ancianos e ir "descumpliendo" años hasta acabar siendo unos niños prestos a extinguirse en la nada de la preconcepción.
De alguna manera, la Navidad es la plasmación de esa idea: la empezamos como adultos a los que no les ha tocado la lotería y entre comilonas y bevilonas acabamos siendo los niños que fuímos/seremos el día de Reyes.
Quizá ese viaje desiniciático sea lo único que me gusta de la Navidad. Pero me gusta mucho.
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Aquella Navidad del 71, con mi padre en Londres, sigue viva en mí, así como la extraña pareja que formabamos (mi padre sabía todo el inglés del munndo pero, por haberlo aprendido a golpe de diccionario, ignoraba totalmente su fonética). Mi vocabulario era infinitamente menor que el suyo pero "se me entendía", cosa que no le pasaba a él). Formamos un equipo simbiótico en el que él aportaba la letra y yo la música. Ësto dió lugar a un sinfín de anécdotas entre las que destaca su "truco" de hacerse pasar por sordomudo (mute-deaf) para poder relacionarse con los british en el lenguaje escrito que dominaba a la perfección.
A él tambien le gustaba Capra.

Natalia dijo...

A mí también me encanta la Navidad :)porque es una de las pocas oportunidades en las que te reúnes con un montón de gente a la que quieres.
¡Felices fiestas!

RM dijo...

Ayer leí este texto tuyo en clase de Literatura Universal, justo después de ver Cuento de Navidad, que viene a ser el origen de la peli de Capra. Decir que se quedaron todos boquiabiertos es poco. Gracias, Big C.

César dijo...

Estigia & Numael: La gente que odia la Navidad suele ser gente a la que le han robado la Navidad. O gente que se cree demasiado adulta para una fiestecilla infantil como la Navidad, olvidando que madurar no es matar al niño, sino justo lo contrario: darle alas.

Anónima de las 9:59: Espero que fueran lágrimas dulces.

Aurora Boreal: Claro que habrá cuento navideño. Se llama "El ángel y la señora Monroy" y lo tendrás aquí mañana mismo.

Big Brother: Tú lloras hasta con La casa de la pradera, así que estás programado para la Navidad.

Natalia: Felices fiestas para ti también :)

RM: Orgulloso me siento; de que leas mis torpes textos en tus clases y de que tus alumnos se quedaran a cuadros.

Anónimo dijo...

¿No hay cuento de Navidad esta vez, como en años anteriores?

Princesa Ono dijo...

Hola César! Me he topado por casualidad con tu blog. Estaba buscando una imagen para añadir a un post y ahí ha aparecido tu blog.
Yo no he visto "Qué bello es vivir", pero está en mi lista de pelis por ver. No me gusta demasiado la navidad, la verdad. Recuerdo que cuando era pequeña mis padres siempre trabajaban en navidad (tenían un restaurante). Y cuando se jubilaron y y empezamos a celebrarlo en casa casi siempre había discusiones que fastidiaban la reunión. volví a disfrutarlas un poco cuando tuve pareja, pero ahora es mi primer año sola de nuevo y he vuelto a no disfrutarlas.
Pero tampoco me disgusta totalmente. Me gusta ver las calles iluminadas, los árboles de navidad gigantes, me gusta que la gente sea más amable y generosa (aunque el resto del año se comporten como capullos). Son esas bonitas mentiras a las que te refieres en tu post. Y yo no podría expresarlo mejor.
Gracias por compartir tu historia con nosotros.

Princesa Ono dijo...

Vaya, acabo de descubrir que eres un escritor famoso... ¡hasta apareces en la wikipedia! Me da vergüenza no conocerte... Pero bueno, nunca es tarde. Así que ahora me leeré algún libro tuyo! Un placer leerte...

César dijo...

Princesa Ono: Bienvenida a Babel, amiga mía. ¿Un escritor famoso? Dejémoslo simplemente en "un escritor". Y ser escritor no tiene más mérito que ser carpintero, alfarero o tejedor. Sólo es una labor artesanal como otra cualquiera. En cualquier caso, si quieres conocer un poco mi trabajo, en la siguiente entrada hay un relato corto mío. Bienvenida de nuevo.

Anónimo dijo...

me encanto el blog y esta entrada sumamente interesante y me dejo pensando mucho!!
espero que hayas tenido unas lindas fiestas!!
por otro lado quería saber si conocías salones de fiestas en capital federal para realizarle los 15 a mi hija.. como cae navidad su cumple decidimos esperar.. saludos!!!

César dijo...

Romina: Lo siento, amiga mía, pero nunca he estado en Argentina, así que no conozco esos salones. Bienvenida a Babel