lunes, noviembre 7

La ciencia ficción y yo (III)


Ya he hablado de Fredric Brown en Babel (AQUÍ). Fue un escritor de novela policíaca y de cf, especializado en relatos cortos. Según palabras de José María Merino: “Los relatos breves de Fredric Brown están a la altura de la ficción literaria más interesante del siglo XX por la mirada irónica, la calidad de las invenciones y su intensidad expresiva”. Brown fue un maestro del ingenio, de la vuelta de tuerca, de los bruscos cambios de perspectiva. No tenía demasiado buen concepto de la humanidad y, en particular, de los fans de la cf; quizá por eso dos de sus mejores novelas, Marciano vete a casa y Universo de locos, son sátiras del género. De él aprendí al menos dos cosas. Que no hay situación, por dramática que sea, que no admita un punto de vista irónico. Y que en vez de héroes es mucho mejor tener por protagonistas a personas normales arrastradas a situaciones que les superan.


Clifford D. Simak es mi particular debilidad. No fue un gran escritor desde un punto de vista literario, pero sí un escritor sincero y honesto. Aunque escribía cf, un género relacionado con el futuro, sus mejoras obras hablan en realidad del pasado, de un tipo de vida, más sencilla e inocente, que ya había dejado de existir cuando se publicaron por primera vez, y de la que ahora no quedan ni rastros. Simak fue uno de los primeros representantes de lo que podríamos denominar “cf humanística”, y me enseñó que el género es mucho más rico e interesante cuando se aleja de las máquinas y se aproxima a los personajes. Escribió sus mejores obras en las décadas de los 50 y 60; luego, el mundo y la cf le pasaron por encima.


Robert Heinlein me encantaba cuando yo era niño; releía algunas de sus novelas una y otra vez, y aguardaba impaciente cualquier novedad surgida de su pluma. También he hablado de este autor en Babel (AQUÍ). Heinlein es un escritor controvertido a causa de su ideología. En USA le adoran, pero en España muchos le tildan de ultraderechista, cuando no directamente de fascista, mientras que otros intentan disculparle remitiéndose a las peculiaridades del pensamiento político yanqui. Como es lógico, todo eso me importaba un bledo cuando de niño le leía. Y en gran medida sigue importándome un bledo ahora.


Lo cierto es que Heinlein era un extraordinario narrador, en la mejor tradición literaria norteamericana que parte de Mark Twain. Además, ocurría algo curioso: aparte de su producción para adultos, Heinlein había escrito una decena de novelas juveniles. En España, muchas de esas novelas se publicaron en colecciones generales, sin advertir que estaban destinadas a lectores jóvenes. Y nadie se dio cuenta. Porque cuando Heinlein escribía literatura juvenil, lo que hacía era elegir un protagonista joven y luego desarrollar la novela exactamente igual que cuando escribía para adultos. De hecho, la que quizá sea su obra más conocida, Tropas del espacio, estaba destinada al público juvenil. Cuando los editores, con no poca sensatez, se negaron a publicar en sus colecciones juveniles una novela tan rabiosamente militarista, Heinlein la vendió a una publicación para adultos. Y nadie se dio cuenta.


Pues bien, cuando yo comencé a escribir literatura juvenil, seguí exactamente la misma estrategia que Heinlein: escribir para jóvenes igual que se escribe para adultos. ¿Casualidad? Lo dudo mucho. Por supuesto, yo no tenía a Heinlein en la cabeza cuando opté por ese camino, pero la huella que dejaron en mí sus novelas juveniles tuvo forzosamente que pesar en la decisión (aunque tampoco hay que descartar la influencia de Richmal Crompton y del propio Twain). No hace mucho que me he dado cuenta, pero reconozco que mi estilo a la hora de afrontar el género juvenil, aunque sea en temáticas distintas, se parece mucho al de Heinlein, así que estoy en deuda con él.


Bien, estos eran mis tres autores favoritos cuando yo tenía trece o catorce años. ¿Y Asimov? Muchos fans de la cf se aficionaron al género gracias a Asimov, pero no ocurrió así conmigo. Me gustó la trilogía inicial de las Fundaciones, El fin de la eternidad y Yo robot, pero el resto de sus novelas me parecían un pestiño, así que nunca estuvo entre mis favoritos. Por supuesto, me gustaban otros autores, como John Wyndham, Arthur Clarke o Theodore Sturgeon, pero quizá les había leído menos por aquel entonces y, en cualquier caso, no formaban parte de mis santa trinidad infantil.


Siendo un abducido por la cf, como yo era, no me nutría sólo de literatura, sino también de material audiovisual. No había demasiado cine de cf por aquellos tiempos (al menos buen cine), así que no tenía mucho donde elegir. Me encantaban El enigma de otro mundo, de Nyby/Hawks, y Planeta Prohibido, de Wilcox, y La invasión de los ladrones de cuerpos, de Siegel, y El increíble hombre menguante, de Arnold, y Ultimatum a la Tierra, de Wise. Y poco más, porque no había mucho más.


Curiosamente, creo que la TV me ofreció por aquel entonces más, y en ocasiones mejor, material de cf que el cine. Y también productos muy malos que, entonces, me encantaban. Por ejemplo, Viaje al fondo del mar; las aventuras de un submarino ultramoderno (el Seaview) que solía encontrarse con monstruos gigantes y/o alienígenas cabrones. Estaba producida por Irwin Allen, que también tenía otras series de cf que me chiflaban: El túnel del tiempo, Perdidos en el espacio y Tierra de gigantes. Todas eran malas, material de derribo, productos de reciclaje, pero coño, yo era un niño.


Otra de mis series favoritas era Los invasores. La Tierra sigilosamente invadida por malintencionados ETs que adoptaban nuestro aspecto, salvo por el hecho de no poder doblar el dedo meñique (como snobs bebedores de te). Huelga decir que en el colegio todos íbamos con el meñique tieso. Probablemente la serie era mediocre, y desde luego repetitiva, pero reflejaba a la perfección el espíritu paranoico de la cf escrita durante la Guerra Fría.


Y no puedo olvidarme de las “supermarionetas” de Gerry Anderson. Telefilms de cf protagonizados por marionetas cabezonas muy realistas. La primera que vi, y que casi nadie recuerda, era Supercar, las aventuras de un coche volador. Yo tenía nueve o diez años, así que era de mi etapa pre-cf. Luego vinieron Los guardianes del espacio (Thunderbirds), que me encantaba, y por último El capitán Escarlata. Cuando se estrenó en España yo tenía 15 o 16 años y me sentía demasiado mayor para ver telefilms de marionetas, pero me gustaban los guiones de esa serie, así que la veía medio a escondidas y totalmente avergonzado.


En la tele había mucho material infantiloide de cf, pero también productos de calidad. Como por ejemplo Star Trek, la serie original, con guiones muchas veces escritos por conocidos autores de cf. O mitos de la TV (y de la cf), como Rumbo a lo desconocido (The Outer limits) o la prodigiosa The Twilight Zone. También había series que, sin ser cf, recurrían con frecuencia al género. En primer lugar Los vengadores, con Patrick McNee y mi adorada, ay, Diana Rigg, donde se mezclaba el espionaje, la cf y el puro cómic, añadiéndole al cóctel grandes dosis de humor británico. O la divertidísima Jim West, que era un western, pero también espionaje y cf en plan steampunk avant la lettre. Me encantaba esa serie y jamás olvidaré a su principal supervillano, Miguelito Loveless, enano, megalómano y excéntrico mad doctor. Más adelante llegó otra serie también mítica que mezclaba el espionaje (tan en boga en los 60) con la cf: El prisionero, un delirio pop que aún hoy en día sigue resultando extraño y transgresor. Pero esa serie llegó más tarde, en el 69, y corresponde al comienzo de otra etapa de mi vida.


Por último, dos rarezas que lo son por ser productos españoles: Mañana puede ser verdad e Historias para no dormir, ambas de Chicho Ibáñez-Serrador. La segunda pertenecía al género de terror, pero la primera era pura cf, historias originales de Ibáñez-Serrador o adaptaciones de autores anglosajones, como Bradbury y Heinlein. Algún día hablaré largo y tendido sobre Chicho, pero ahora me limitaré a decir que esas dos series de terror y cf fueron, allá por mediados de los franquistas 60, y para un chaval con la cabeza en las nubes como era yo, algo así como rayos de luz entre las tinieblas.


La década de los 60 estaba a punto de acabarse; yo tenía unos 16 años. Tras una impetuosa inmersión en la cf, en la que devoré de todo, incluyendo muchas piezas indigestas, comenzaba a ser selectivo y a formarme mi propio criterio sobre lo que me gustaba y lo que no. Al mismo tiempo, y gracias a la influencia de mi hermano Eduardo, comencé a leer otra clase de literaturas. Entre tanto, y aunque yo no lo sabía, la cf estaba cambiando.


Por aquel entonces entraron en mi vida dos importantísimas publicaciones de cf: la colección (y editorial) Minotauro y la revista Nueva dimensión. Y un autor que cambió radicalmente mi forma de entender el género: Ray Bradbury. Y una epifanía: 2001. Una odisea del espacio.


Pero eso en el próximo post.

11 comentarios:

Gabriel dijo...

"Historias para no dormir" ¡que gran programa!, me acuerdo de casi todas las historias. Me acuerdo especialmente de una que estaba basada en un relato de Fredric Brown en la que un hombre tenia planeado asesinar a su esposa el día de su cumpleaños (del hombre). Gran post, como de costumbre. De Simak, el primer (y único libro) que he leído ha sido "Estación de tránsito" y me dejó un gran sabor de boca, de Heinlein he leído "Amos de títeres" y "Puerta al verano", tambien me gustaron. De Asimov me encantó "Bóvedas de acero" y "Fundación" y los relatos cortos.

Anónimo dijo...

La serie de Historias para no dormir ¿eran de Serrador, o del padre, Ibañez Menta?

Yo recuerdo tb la serie de espacio 1999, pero esa fue posterior...

Mazarbul

Eladio Lestrove dijo...

"Estación de Tránsito" fue mi primera novela de Simak. Yo era un crío, pero la releí varias veces -la última hace demasiados años- y siempre me ha encantado. No me había parado a analizar el porqué me gustaba, pero es cierto que ese "humanismo" que destila la obra me llegó muy hondo: un hombre del futuro que nació en el pasado -el hecho de que pueda haber "hombres del futuro" en el pasado-, un hombre que pasaba el tiempo atendiendo una extraña estación de paso, un simple apeadero casi olvidado, y al que los viajeros traían maderas exóticas -muy exóticas- porque se había corrido la voz de que le gustaba tallar "vegetación muerta".
Me impactó, y todavía no sé muy bien porqué.
Cada personaje resulta entrañable: el amigo alienígena, el padre (muerto) del prota, el cartero, hasta el agente de la CIA... Fascinantes. Y muy creibles los de la familia de la niña sordomuda: paletos al cubo aunque, en medio de ese estiércol, naciese la niña.

Ya véis: hace tiempo que la leí, y aún así me ha marcado. Si eso no es literatura, no sé que cojones es.

Rubén dijo...

Sigo con interés la serie de entradas.
De Simak me gustó mucho, como a Eladio, "Estación de tránsito".
También marcaron mi infancia series como "Historias para no dormir" o las películas seleccionadas por Chicho en "Mis terrores favoritos", ¡qué recuerdos!
Por cierto, he visto que RBA acaba de reeditar (o está a punto), "El asesinato como diversión" de Brown.
Saludos.

Angel dijo...

Tengo que releer "Estación de Tránsito". Recuerdo que lo que más me gustó de ella es la paradoja de un hombre que vive en la puerta de las estrellas, por donde pasan seres de todo el Universo... y sin embargo le rodea una enorme soledad.

César dijo...

Mazarbul: "Historias para no dormir" era de Ibáñez Serrador, de Chicho, pero con gran frecuencia aparecía Ibáñez Menta interpretando algún papel. Y sí, "Espacio 1999" es posterior, de 1975/77.

Gabriel & Eladio Lastrove & Rubén & Ángel: Cómo me alegro de encontrar a lectores que recuerden con tanto cariño como yo "Estación de tránsito". Aunque la novela desprende sentido de la maravilla por todos lados, en realidad se trata de una historia de personajes, algo muy poco frecuente en el género. Realmente llegamos a empatizar con lo que siente Enoch Wallace, el protagonista, viviendo en el umbral de las estrellas y condenado a una prolongada soledad. Melancolía en estado puro.

Jaimemarlow dijo...

¡Hay cómo me acuerdo de "Tropas del espacio"! Me la compré con 13 añitos y me chifló los relatos de invasiones a otros planetas a base de aterrizar en ellos en una especie de cápsulas.
Me la releí, años después, y me siguió gustando el tono tan vitalista que tenía... ¡Si es un auténtico Bildungsroman! Eso sí, militarista a tope.

Gabriel dijo...

Por cierto, como curiosidad, en sus "Memorias" Asimov escribió lo siguiente de Simak:

"He contado tantas veces esta historia que Simak, un individuo sumamente modesto, me preguntó bastante avergonzado si algún día dejaría por fin de elogiarle.

Le respondí con una sola palabra:

-¡Nunca!

Cliff fue uno de los que recibió el premio de Gran Maestro de los Escritores de Ciencia Ficción de América; galardón totalmente merecido.

Murió el 25 de abril de 1988, a la edad de ochenta y cuatro años. Pero Heinlein murió menos de dos semanas después, así que la muerte de Simak fue relegada a un segundo plano. Eso me dolió mucho, porque aunque Heinlein era el escritor de más éxito, no pude menos de pensar que Cliff era mejor persona"

Anónimo dijo...

Para mí, uno de los mejores y más dolorosos pasajes de Estación de Tránsito es, son, los que se refieren al personaje femenino ( una especie de holograma sólido, creo recordar) que crea Enoch para sentirse acompañado en su soledad ...Una de las mejores frases de la obra, por su caracter universal y aplicable a los que ya vamos cumpliendo años, es la que describe la necesidad del protagonista de " desenchufar" a esa entrañable " dama de compañía eléctronica" para poder recuperar, volver, a su " vida normal": Y es esa frase en la que dice " la vida es irle diciendo adios a muchas cosas ...", un momento literario triste pero lleno de verdad ¿ no es así? . Un saludo, victorderqui.

Samael dijo...

¿Que "viaje al fondo del mar era mala"? ¿que también era mala "el túnel del tiempo"? Pero ¿cómo puedes decir eso, cómo se te ocurre maldecir de esa forma tan cruel?
Menudas carrearas me he dado yo para llegar a tiempo y no perderme ni un minuto de esas series cuando era pequeño. Si hasta me acuerdo de la hora en que empezaba Viaje al Fondo del Mar: a las 8:30 de los sábados, ... por dio, por dios... malas dice, ¿cómo se atreve?

César dijo...

Victorderqui: Sí, una gran y dolorosa verdad. Y una novela inolvidable.

Samael: Vale tío, me has pillado. Decía que "viaje al fondo del mar" y "el túnel del tiempo" eran malas para quedar guay en plan intelstual, pero todo el mundo sabe que son obras maestras de la pequeña pantalla ;)