lunes, octubre 15
El gran juego
Siempre me han gustado los juegos de tablero; en particular el ajedrez, el backgammon y el reversi. Respecto al ajedrez, mi relación con él es similar a mi amor por Halle Berry o Rachel Weisz: una pasión imposible. Soy malísimo jugando al juego de los reyes; doy tanta penita que me avergüenza jugar en línea, por las carcajadas que voy a provocar en mis contrincantes. Me gusta ese juego, pero no es para mí (o, mejor dicho, yo no soy para él). Como decía creo que Unamuno: el ajedrez es poco como ciencia y demasiado como juego. Too much para mí, en cualquier caso.
En cuanto al backgammon, me gusta y no juego del todo mal, pero siempre me ha molestado un poco lo mucho que interviene la suerte en su desarrollo. Es un juego mitad de azar y mitad de estrategia; divertido, pero “impuro” en el sentido de que muchas veces todo depende más de una tirada de dados que del talento de los jugadores.
Y luego está el reversi, también llamado othello. Quizá no lo conozcáis, porque es un juego bastante minoritario, así que os explicaré de qué va. Se juega en un tablero de 64 casillas, todas iguales. En la ilustración de arriba podéis ver el tablero en su posición de salida, antes de hacer la primera jugada. Las fichas son blancas por una cara y negras por la otra. Cada jugador escoge un color y, por turnos, van colocando una ficha en el tablero. Al mover, te “comes” todas las fichas del contrario que haya entre la ficha que acabas de poner y cualquier otra tuya que ya estuviera sobre el tablero, en horizontal, vertical y diagonal. “Comer” significa darle la vuelta a las fichas de tu contrario que hayas capturado para que pasen a ser de tu color. Para mover siempre hay que comer; si no, se pasa el turno. Gana quien al final de la partida tenga más fichas. Eso es todo, no hay más reglas.
Parece sencillo, pero es realmente complejo; no tanto como el ajedrez o el go, aunque mucho en cualquier caso. Aprendí a jugar al reversi hará cosa de tres décadas, cuando alguien me regaló un tablero, y desde hace unos quince años lo practico en Internet con frecuencia. Soy un jugador mediocre; mi ranking está a medio camino entre los mejores y los peores. No obstante, me vanaglorio de haberle ganado una partida (sólo una) a Mario Madrona, tres veces campeón de España.
El reversi es un juego en gran medida anti-intuitivo, porque cuando haces lo que parece más lógico, en realidad estás haciendo lo más inadecuado. Por ejemplo: como gana el que al final tenga más fichas, los malos jugadores se ponen como locos a comer fichas del rival desde el principio. Justo lo contrario que deberían hacer, porque la estrategia ganadora consiste en tener muchas menos fichas que el contrario durante la mayor parte de la partida (cuantas menos fichas tengas, menos movimientos posibles tendrá el otro), pero eso sí, colocadas en los sitios adecuados. Hay otras cuestiones, como los stoners, los quiet moves, la paridad o los laterales desequilibrados, que también se les escapan a los malos jugadores.
Pues bien, cuando juego en línea con un mal jugador siento cierta sádica sensación de superioridad al verle cometer error tras error, sobre todo porque él piensa que lo está haciendo de puta madre. Al final, en cuatro movimientos le destrozo y el pobre tipo se queda con un palmo de narices, porque estaba convencido de que me iba a machacar él a mí. En esos casos, sé que sé cosas sobre el juego que el otro jugador ni imagina.
Pero lo malo de ser un mediocre es que, como dice el refrán, donde las dan las toman. Porque cuando juego contra un jugador mejor que yo, uno realmente bueno, ocurre lo mismo que decía antes, pero al revés. El tío me gana una y otra vez, y yo no tengo la más remota idea de cómo lo consigue. Está claro que él sabe cosas sobre el juego que yo ni imagino. Lo que sí me imagino es a ese cabrón mirándome por encima del hombro con burlona condescendencia. Y se me llevan los demonios.
Bueno, sólo es un juego, claro; algo sin importancia. Sin embargo, el otro día me di cuenta de que el reversi puede ser una metáfora sobre algo mucho más grande. Porque, a fin de cuentas, ¿no es la vida un juego, un juego en el que se gana o se pierde? Y si aceptamos eso, ¿no os parece que hay jugadores que saben cosas sobre el juego (sobre la vida) que nosotros ni imaginamos? Yo sí.
Creo que hay gente, no mucha, que entiende a la perfección las reglas y la estrategia de la vida, y que eso les proporciona una enorme ventaja y una gran capacidad de control. Las personas normales, como yo (si es que soy normal), conocemos una parte de esas reglas, pero no todas, y eso nos convierte en jugadores mediocres del juego de la vida.
Aunque, en realidad, no se trata solo de saber, sino también de aceptar y valer. Gran parte de la estrategia ganadora es depredadora (comer fichas, comer personas), enormemente cruel, y yo, como tantos otros, estoy “lastrado” por una conciencia y una ética que me impiden jugar con libertad. Por otro lado, aunque soy capaz de percibir y comprender algunas estrategias ganadoras, también sé que soy incapaz de ponerlas en práctica, porque mis características personales no son las adecuadas. No valgo para ello.
Hay, por supuesto, ciertas peculiaridades. A diferencia de los juegos de tablero, en la vida no todos los jugadores parten en igualdad de condiciones; algunos lo hacen con muchísima ventaja y otros con terrible desventaja. Además, en el juego de la vida los jugadores ganadores pueden modificar las reglas a su favor (basta con mirar a nuestro alrededor para comprobarlo). Por último, quizá el juego de la vida se parezca más al backgammon que al reversi o al ajedrez, porque el factor suerte es fundamental.
En cualquier caso, estoy convencido de que hay jugadores del juego de la vida que juegan mucho mejor que yo, porque saben cosas que no sé, porque lo ven todo más claro. Y no puedo evitar que se me lleven los demonios al imaginar la displicencia con que deben de mirarme, conscientes del mediocre imbécil que soy.
Aunque, no sé, ahora que lo pienso me da la sensación de que a lo que realmente se parece la vida es a un casino. Básicamente, porque la banca siempre gana.
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7 comentarios:
creo que fui yo (quien te regaló el Othelo inicial). o quizá no, pero yo tengo uno de aquella época exactamente (y un mastermind).
Muy cierto lo de la analogía entre la vida y un juego, pero a todo lo que has dicho (unos hacen trampas, otros salen con ventaja,...) yo añadiría que cada vida es un juego diferente y que no todos jugamos al mismo juego. Para algunos es un sencillísimo tres en raya y para otros un ajedrez en tres dimensiones, un puchingball, un parchís, una brisca,... y para una gran parte es el teto.
así es la vida.
Dí que sí Samael : el teto .
No creo que sea un juego , pero ¿ qué otro símil usar ? ¿ Una lucha feroz por morir con la barriga llena y la descendencia asegurada ?
Hace años pertenezco a un club de ajedrez y sólo abandono el puesto 51 de los 54 miembros cuando los compañeros se cuecen bien en las fiestas de guardar . Carezco de instinto asesino ( y talento ) para el juego , pero soy un oportunista . Los juegos nos retratan .
Creo , César , que esto que explicas de la sabiduría oculta de algunos puede ser una de estas tres cosas.
Seguridad material ( ¿ espiritual ? ) : Unos a veces tienen que tomar decisiones sabiendo que no hay red y eso es un handicap.
Psicopatía : Esto tiene que ver con la entrada de hace unos días de los psicópatas . Si tu prioridad está clara , claridad de juicio psicopática la vida es un juego fácil.
Por último , puede que algunos jugadores no sean de este mundo . Es una posibilidad . Al menos esa posibilidadameniza la espera , porque ¿ qué si no es jugar ?
Buenas tardes.
Soy Beatriz Pastor y soy profesora de Lengua Española en un instituto de Aspe. En nuestro centro estamos leyendo novelas suyas desde hace varios años puesto que gustan mucho a los alumnos. Por este motivo, desde la biblioteca, queremos organizar el mes César Mallorquí. Me gustaría pedirle que nos escribiera unas líneas animando a los estudiantes a leer. Sería muy bonito poder exponer su carta junto a su fotografía. Entiendo que usted debe ser un hombre muy ocupado, pero merece la pena intentarlo.
La dirección del centro es IES Villa de Aspe, calle Cantal de Eraes s/n, 03680, Aspe (Alicante).
Muchas gracias. Un saludo.
Tisbe: Estaré encantado de colaborar, Beatriz. ¿Puedes darme una dirección de e-mail para ponerme en contacto contigo?
Muchísimas gracias, César. Mi dirección de correo electrónico del instituto es beatrizpb@iesaspe2.net.
Un saludo.
La verdad es que parece un juego de lo más entretenido, me gustaría intentarlo a ver que tal se me da.
César, sigue así y a lo mejor la próxima vez te vemos como futuro campeón nacional. ;)
Saludos
En la red hay un juego -«Apalabrados» que es ua versión del popular Scrabble que permite jugar en línea. Ha pegado fuerte y siempre en cuentras con quien jugar.
Lo divertio es que simultáneamente han aparecido una seie de programitas que barren el diccionrio buscándote palabras que te sirvan para ganar.
Creo que te pones de un orgulloso....
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