lunes, diciembre 18

Cordwainer Smith (1)

Como amenazaba en una entrada anterior, tengo el propósito de exponer aquí mi particular canon de la ciencia ficción; es decir, qué libros y autores considero básicos para adentrarse en el género. Me apresuro a aclarar que lo voy a hacer desde mi único y exclusivo punto de vista, escogiendo no lo bueno, sino lo que me gusta, lo cual significa que dejaré fuera a autores excelentes por la sencilla razón de que no son de mi agrado. Por ejemplo, no hablaré de Ursula K. Le Guin, pese a ser una magnífica escritora, porque me aburre profundamente. Nadie es perfecto, ni siquiera moi. Tampoco hablaré de aquellas obras y autores que todo el mundo conoce; por tanto, no diremos nada de Huxley, Orwell o Burgess.

De entrada, comenzaré por los “autores canónicos”, no por las obras. Esto significa que hablaré primero de aquellos autores cuya producción literaria posee en general un sensible peso específico, dejando para más adelante a los autores que, como Dan Simmons y su Hyperion, sólo cuentan con una novela magistral. De modo que, sin más dilaciones, adelantaré ahora mi personal lista de autores magistrales de ciencia ficción. Ésta es:

Ray Bradbury, Alfred Bester, Clifford D. Simak, Theodore Sturgeon, Philip K. Dick, J. G. Ballard, Robert Sheckley, Fredric Brown, Cordwainer Smith, Roger Zelazny, Thomas M. Disch, Robert Silverberg, Christopher Priest, Ian Watson y William Gibson.

Como veréis, todos son anglosajones; pero es que la ciencia ficción, hasta hace muy poco, era básicamente anglosajona. Cierto es que podría haber incluido, por ejemplo, al polaco Stanislaw Lem, pero es que Lem no es santo de mi devoción, qué le vamos a hacer. También es posible que me haya dejado a alguno en el tintero (¿o debería decir en el cartucho de toner?); no hay que preocuparse, ya aparecerá. Ojo: esta lista es sólo de autores, no de obras, así que faltan nombres como, por ejemplo, Walter M. Miller o Daniel Keyes, de quienes sólo conozco una obra –eso sí, magistral- por cabeza. De ellos hablaremos más adelante.

Bueno, vamos a comenzar esto realizando un pequeño, aunque interesante, experimento; luego os lo explicaré. El primer autor elegido es Cordwainer Smith, un escritor norteamericano que, si no sois aficionados a la cf (ciencia ficción), jamás habréis oído mencionar. Y si sois aficionados, lo más probable es que nunca le hayáis leído. Sin embargo se trata, en mi opinión, de uno de los genios de la literatura del siglo XX. Hace unos años publiqué en la revista Gigamesh un artículo (que podéis leer completo si pincháis AQUÍ) pomposamente llamado “Anteproyecto para un canon de la ciencia ficción”. Una parte del texto estaba dedicada a Smith. La reproduzco tal cual:

"Cordwainer Smith, Los Señores de la Instrumentalidad. Paul Myron Anthony Linebarger, que es como realmente se llamaba Smith, ha sido una de las figuras más atípicas de la cf. Publicó en el seno del fandom, pero jamás formó parte de él. Nunca gozó de la fama de un Asimov o un Clarke, ni del prestigio de un Ballard o un Bradbury, y sin embargo su obra es una de las más complejas, hermosas y fascinantes que ha dado el género. Actualmente, no son muchos los aficionados a la cf que conozcan y aprecien sus relatos, pero su influencia es patente en muchos escritores, algunos tan meritorios como Gene Wolfe, cuyo Libro del Sol Nuevo guarda una estrecha relación con la obra de Smith.
La práctica totalidad de las historias de Cordwainer Smith se desarrolla en un universo coherente y homogéneo, lo que permite afirmar que el autor escribió eso que suele llamarse una «Historia del Futuro». Sin embargo, no se trata de una creación milimétricamente trazada, con mapas y esquemas, procurando rellenar huecos, al estilo de tantos otros autores. Muy al contrario, los relatos de Smith sólo muestran retazos de un universo más grande, fragmentos de una civilización inconcebiblemente vasta y compleja, y todo ello, además, a lo largo de varios milenios. Sin embargo, al leerlos, uno tiene la impresión de que lo que el autor se calla afecta de forma determinante a lo que cuenta, como si hubiera una estructura invisible que el lector sólo puede intuir.
Hay un curioso rasgo de estilo en Smith. Normalmente, los relatos ambientados en el mañana se cuentan como si fueran el presente de un futuro más o menos lejano. Smith, por el contrario, describe el futuro remoto como si fueran historias de un pasado inusitadamente distante, muchas veces legendario. Y esto no deja de ser lógico: se trata de una Historia del Futuro, y la Historia siempre se ha escrito desde el presente, mirando hacia el pasado.
Con frecuencia se ha acusado a Smith de ambigüedad (incluso de fascismo). ¿Quiénes son los Señores de la Instrumentalidad? A veces actúan de forma positiva, son héroes; pero en ocasiones se muestran maquiavélicos y odiosos, son malvados. Sea como fuere, siempre son manipuladores. Y, en cuanto a la Instrumentalidad, ¿qué es? ¿Una aristocracia? ¿O una tecnocracia, como su nombre da a entender? ¿O quizá una teocracia? Desde luego, no es una democracia. Smith era ambiguo, en efecto: exponía los hechos, esbozaba sutiles problemas morales, pero nunca tomaba partido, jamás juzgaba los actos de sus personajes. Esa tarea se la dejaba al lector.
Los Señores de la Instrumentalidad es un inmenso fresco, voluntariamente incompleto, que narra los próximos quince milenios de la historia de la humanidad. Pero a Smith le interesaba muy poco describir con minuciosidad de notario esa sociedad futura, o su tecnología, o su sistema político. Lo que pretendía, y consiguió, fue transmitirnos el «sabor» del futuro, su textura, la exótica psicología de quienes nos sucederán en el tiempo. Ése ha sido quizá su mayor logro literario: convertir la extrañeza en arte. Se pueden leer una y mil veces los relatos de Smith, y cuanto más se lean, más consciente seremos de que hay algo que se nos escapa, de que tras ese universo existe una lógica, un sentido, que jamás podremos comprender del todo, igual que a un cromañón le resultaría imposible entendernos a nosotros y a nuestra cultura del siglo XXI.
Sin embargo, pese a la decidida extrañeza de sus relatos, el lector presiente que cuentan algo que nos concierne a todos, pues en el fondo hablan de ética, de lo que significa ser humano, del sentido de nuestra cultura, de religión, del precio que hay que pagar por la libertad...
Creo sinceramente que ningún escritor, en la historia de la literatura occidental, ha llegado más lejos que Smith. Puede que otros hayan abierto caminos más perfectos, veredas más hermosas, pero estoy seguro de que nadie ha estado jamás en un lugar tan distante, extraño, otoñal y poético como es el universo creado por Cordwainer Smith. Ése es su billete de entrada al canon
".

Reconozco que cuando leí por primera vez algunos de sus relatos, no me gustaron. Yo era muy joven y se trataba de historias diametralmente diferentes a la cf que solía frecuentar por aquellos tiempos. Si mal no recuerdo, los primeros relatos de Smith que me llamaron la atención fueron La balada de G-Mell y Alpha Ralpha Boulevard. Sobre todo este último, ya hablaremos largo y tendido de él. La obra de Smith, sin nombre, pero generalmente conocida como The Instrumentality of Mankind, está compuesta por aproximadamente treinta relatos y una novela. De entrada, llaman la atención los poéticos, extraños y evocadores títulos de las historias. He aquí algunos ejemplos: Piensa azul, cuenta hasta dos, La dama muerta de Clown Town, El crimen y la gloria del comandante Suzdal, El juego de la rata y el dragón, Dorada era la nave... ¡oh!, ¡oh!, ¡oh!, La dama que llevó El Alma o El coronel volvió de la nada. Bonitos, ¿verdad?

Los relatos de Smith provocan una paulatina fascinación. El primero que lees te desconcierta. El segundo también, aunque ya empiezas a intuir la presencia de esa estructura oculta que antes comentaba. Poco a poco, conforme vas leyendo más relatos, tu mente empieza a ensamblar un puzzle cuya imagen no acabas de entender y que sabes que jamás acabarás, pero que sin embargo actúa sobre ti como un hipnótico mandala. ¿Cómo podría definir esto?... ¿Sentido de la extrañeza? Sí, extrañeza es la palabra. Veréis, desde que Voltaire llevó a un habitante de Sirio a dar un garbeo por nuestro sistema solar en Micromegas, uno de los retos que ha planteado la cf es crear un extraterrestre verosímil, no tanto en lo que respecta a su fisiología como en lo referente a su psicología. ¿Cómo concebir una mente no humana? Resulta muy difícil, casi imposible, porque no tenemos nada en qué basarnos, no hay referentes. De hecho, creo que el único autor que lo ha logrado es Cordwainer Smith, aunque paradójicamente sus extraterrestres no son tales, sino seres humanos de un futuro tan remoto que su psicología ha dejado de ser del todo humana. No hay nada más exótico en la historia de la cf que los personajes de Smith.

Pero bueno, ya hablaremos más sobre el autor en la segunda entrega de este apasionante post (y la historia es fascinante, os lo aseguro). Ahora vamos a centrarnos en el experimento que antes anunciaba. Primero, retrocedamos al pasado. Estamos en 1970. Tengo 17 años, es sábado y estoy en mi casa. Acabo de comer y me siento en el salón con el número 3 de la revista Minotauro. Lo hojeo y tropiezo con un relato cuyo título me llama la atención: Alpha Ralpha Boulevard. Su autor, Cordwainer Smith, no me suena de nada, pero comienzo a leerlo. Media hora más tarde, concluido el relato, cierro la revista y la dejo sobre la mesa. Estoy conmocionado. Ese cuento me ha provocado una sensación que, sencillamente, no puedo definir, porque nunca antes había experimentado nada semejante. Es una sensación muy intensa, casi física, no exactamente desagradable, pero desde luego en ningún caso agradable. No se trata, por otro lado, de una sensación intelectual, no es la parte racional de mi cerebro reaccionando a los conceptos que aparecen en el texto, es algo mucho más primario, casi reptiliano. Porque no he entendido el cuento; sé que significa algo, que describe algo, pero ignoro qué significa y qué describe. De algún modo ese relato es una ventana abierta a un universo absolutamente ajeno a mi experiencia personal.

Nunca jamás, ni antes ni después, un relato de ficción me ha impactado tan intensamente. De hecho, Alpha Ralpha Boulevard me provocó miedo, porque no creía que una ficción pudiera suscitar sensaciones tan intensas, inquietantes y exóticas. Era como si de repente el papel impreso hubiese adquirido vida propia, como si descubriese de pronto que la literatura posee la insospechada capacidad de penetrar en mi cerebro como un berbiquí. Más tarde, cuando conocí un poco mejor la obra de Smith, desarrollé una teoría al respecto: la sensación que había experimentado al leer Alpha Ralpha Boulevard era una reacción casi inmunológica ante la extrañeza en grado sumo. Creo que si de pronto viera ante mí a un extraterrestre, sentiría algo muy parecido: atracción y repulsión al mismo tiempo, todo ello aderezado de incomprensión e inquietud.

No obstante, lo que acabo de describir es una experiencia subjetiva cuyas causas podían estar tanto en el texto como en mí mismo. En cualquier caso, aquello sirvió para interesarme en Cordwainer Smith, de modo que a partir de aquel momento comencé a leer todos los relatos suyos, dispersos en diversas antologías, que pude encontrar. Y sí, descubrí una y otra vez esa sensación de extrañeza en sus historias, aunque nunca tan intensamente como en Alpha Ralpha Boulevard. Muchos años después, en 1991, Miquel Barceló publicó en su colección Nova la antología completa de Los señores de la Instrumentalidad dividida en cuatro volúmenes, así que releí de nuevo todas las historia de Smith. Salvo una: Alpha Ralpha Boulevard. Y no lo hice por dos motivos; porque temía volver a sentir lo que experimenté durante su primera lectura y porque temía no volver a sentirlo.

Y pasó el tiempo, no sé exactamente cuánto, aunque supongo que debió de suceder alrededor del 95 o el 96. Ocurrió en el transcurso de un acto público, lamento no recordar tampoco cuál. Estábamos charlando sobre Smith un grupo de amigos entre los que se encontraba el escritor Javier Negrete y, de pronto, Javier comentó la extraña e intensísima sensación que le había provocado leer Alpha Ralpha Boulevard. ¡Así que no era yo solo, no era imaginación mía! Ese relato tenía la extraordinaria propiedad de generar una reacción insólitamente exótica en el lector, o al menos en algunos de los lectores. Entonces decidí volverlo a leer, aunque de nuevo dilaté el momento.

Hasta hoy. Ése es el experimento del que hablaba: releer Alpha Ralpha Boulevard y ver qué pasa. Así pues, antes de que acabe el año leeré el relato y escribiré la segunda parte de este post, donde hablaremos un poco más de Cordwainer Smith y os contaré los resultados del experimento. Sé, por supuesto, que no volveré a sentir lo mismo que sentí hace 36 años, porque entonces me cogió de sorpresa y ahora estoy sobre aviso, porque ahora conozco la obra de Smith y entonces no, y porque no voy a poder releer el cuento con la “mente limpia”, sino analizándolo, que no es una buena forma de leer. De todas formas, buscaré aunque sólo sea un eco de la exótica sensación que experimenté en aquellos lejanos tiempos e intentaré explicarme qué la produce.

Lamento, por otro lado, que este experimento sea incompleto. Lo ideal sería que los ilustres visitantes de Babel pudieran leer también Alpha Ralpha Boulevard y luego contar sus reacciones, pero no he encontrado el texto en Internet y la idea de transcribirlo personalmente me produce sarpullidos. Si alguien, más hábil que yo en el ciberespacio, lo consigue localizar, le agradeceré que lo haga saber aquí. En cualquier caso, supongo que algunos de vosotros ya habéis leído el relato, o lo tenéis en casa y podéis leerlo; ni que decir tiene que vuestros comentarios serían muy valiosos.

Vaya, me siento como una cobaya a punto de ser inoculada con un virus...

24 comentarios:

Anónimo dijo...

Se me ha llenado la boca de babas, y me dispongo a apuntarme una listita de autores de cifi.

"Los señores de la instrumentalidad I". Apuntado, pues. Imagino que, con calma, accederé a los otros. Y mi librera, que es una hacha, seguro que me los consigue.

Graciñas, César.

César dijo...

m: muchos de los libros que voy a citar aquí son muyyyyyyy difíciles de encontrar. Si tienes algún problema al respecto, yo te puedo facilitar la dirección de una librería que puede ayudarte. Por cierto, ¿eres gallego?

Lektu dijo...

Smith es desde luego uno de los grandes; junto con Dick, Lem y, por supuesto, Tiptree (que, curiosamente, no has mencionado) lo mejor que haya leído jamás. Pocas experiencias pueden superar a sumergirse en "La dama muerta de Clown Town".

Mi primera experiencia con Smith fue "Bajar a un mar sin sol", en una antología de Bruguera de aquellas seleccionadas por Frabetti (aunque luego Miquel presumiese en el prólogo de su edición de ser el primero en publicarlo en castellano); y aunque leído con posterioridad el cuento es flojo y se nota que lo dejó a medias, aún recuerdo la extrañeza y el sentido de la maravilla ante aquellos conceptos tan extraños: mueremuertos, infrapersonas, y las referencias indirectas a E-telekeli y a la mujer-gato G'mell...

Sin duda uno de los grandes, grandes fabuladores del siglo XX. De esa gente que en el primer párrafo ya te ha enganchado, y te arrastra, y no te queda más remedio que seguir leyendo. Imprescindible. Excelente comienzo, César.

Alicia Liddell dijo...

Describes ese libro como si fuera el Necronomicón: todo aquel que lo lee queda conmocionado. Buen principio para una ficción, los lectores casuales del relato caen en las redes de una secta alienígena, etc, etc ...

Anónimo dijo...

En otro bonito ejemplo de demostración de encefalograma plano y nula capacidad para ser un intelectual de pro, puedo afirmar y afirmo, que he leido a C. Smith, y no recuerdo NADA.

Pero me has despertado la curiosidad y rebuscaré entre los libros añejos. A ver si excito mis neuronas en busca de algún recuerdo...

Me pregunto si esta asombrosa capacidad de olvidar no estará unida a la capacidad de superviviencia.

DJ dijo...

En el test que hay AQUÍ te dicen a qué escritor de CF te pareces según las respuestas dadas, ¡¡y a mí me salió Cordwainer Smith!!

Anónimo dijo...

Voy a llorar de la emoción... Soy Alfred Bester.

¡Qué bueno!

Unknown dijo...

Pues no lo he leído, no. Ya me ha picado otra vez el bicho...
Nada, a buscarlo.

Yarhel (Enric Quílez) dijo...

Me apunto al experimento. Buscaré el relato (tengo la serie completa de Los Señores de la Instrumentalidad).

César dijo...

Julián: gracias por las direcciones que aportas. En cuanto a tu apreciación de Smith... bueno, nuestra amistad me obliga a perdonar ese evidente fallo en tu sentido crítico ;-) Todavía no he perdido la esperanza de que acabes "descubriendo" a ese inmenso creador. Por cierto, ¿qué es eso de Byblos?

Lektu: como digo en el post, este canon es mío y personal, basado exclusivamente en mis gustos. Y la señora Tiptree no me gusta especialmente. Tampoco me disgusta; de hecho, como le pasa a Anónima con Smith, no recuerdo nada de lo que he leido suyo. Paradójicamente, he hecho el test que propone dj... ¡y sale que soy Tiptree! Por lo demás, totalmente de acuerdo con tus comentarios sobre Smith.

Alicia: no es un libro, sino un relato corto. Y sí, para mí ha sido algo así como el Necronomicon: letra impresa capaz de afectar a la mente de una forma inusual.

Anónima de las 9:59: los dioses nos castigaron con el recuerdo y nos bendijeron con el olvido. Relee a Smith, amiga mía.

dj: de modo que tú eres el avatar de Smith. Oye, qué honor tenerte en este blog... :-)

Anónima de nuevo: eres el avatar de Bester, vaya... Te lo cambio por el de Tiptree.

Víctor: te animo encarecidamente a que lo busques, lo leas y nos cuentes tu opinión. Eso hará el experimento mucho más interesante.

Yarhel: lo mismo te digo. Ya que lo tienes en casa, confío en que lo leas y te conviertas también en cobaya. Espero tus comentarios en la siguiente entrada sobre el tema.

Ramón Masca dijo...

A mí me parece un escritor impresionante, sobre todo esa manera de encajar el influjo de la literatura clásica china... Independientemente del género, un pequeño maestro.

Lektu dijo...

Está claro que todos los gustos son personales; a mí Bester me parece simpático en (algunas) novelas y totalmente prescindible en sus cuentos; y por el contrario hay cosas de Tiptree (como "El eslabón más débil", "Houston, Houston, ¿me recibe?" o "Las mujeres que los hombres no ven") que me resultan totalmente apabullantes.

Cuando compré su última novela ("Brightness Falls from the Air") la tuve un año en la estantería sin abrir, porque no quería que se me terminase Tiptree. Qué congoja.

Anónimo dijo...

Sabía de su existencia pero no lo había leído nunca. Buscaré sus libros y os comentaré. Excelente entrada césar.

Anónimo dijo...

Lo siento, César. No hay cambio... ¡¡¡Me quedo con Bester una y mil veces!!

:-P

César dijo...

lektu: es cierto, los gustos son personales y, supongo, intransferibles. Otra cosa es el sentido crítico, que debe tender a la objetividad. Le Guin me aburre, pero reconozco que es una gran escritora y que si no me gusta es por mi culpa, no por la suya. En el caso de Tiptree, muchísima gente afirma que es una gran autora, de modo que supongo que lo será, aunque no logre recordar nada suyo. En el caso de Bester... bueno, reconozco que me sorprende que consideres "prescindibles" sus relatos o "simpáticas" algunas de sus novelas (porque sus novelas lo son todo menos simpáticas). Aunque, claro, para gustos los colores. Pero Bester es uno de los autores que más ha influido en el género (mucho más que Tiptree, desde luego), así que a él dedicaré el siguiente post. Ya tendremos tiempo de discutir entonces.

Anónima de la 9:59: eres una agarrada y una abusona. Además, tienes tetas (como Tiptree) y yo no (como Bester). ¡Don Alfredo es mío!

Joan dijo...

Soy bastante lego en el mundo de la cienca ficción, pero debo decir que Crónicas marcianas de Bradbury me fascinó. Me lo regaló un amigo en versión bolsillo y, desde entonces, no paro de recomendarlo por doquier.

Tomo nota del relato smithiano Alpha Ralpha Boulevard e inicio la búsqueda emuliana e internetil, a ver si lo encuentro en pdf o algo. Me tiene intrigadísimo, a ver si me voy a convertir en un neolector de sci-fi.

Anónimo dijo...

A mí también me sale que soy Tiptree :)

Unknown dijo...

Yo soy Philip k. Dick; con lo cuál, dejo de confiar ipso facto en lo que diga ese test :P

V.

Lektu dijo...

No voy a descartar la influencia de Bester en el género, que sin duda ha sido grande, pero me parece que tú sí estás minimizando la de Tiptree...

En todo caso, al decir que la obra de Bester me resulta "simpática" lo que en realidad quiero decir es que me parece entretenida, pero no me emociona. Y eso las novelas (creo que he leído cuatro, y debo ser de los pocos que disfrutaron Golem100); los cuentos directamente me aburren, con honrosas excepciones como "Afectuosamente Fahrenheit" o "Los hombres que asesinaron a Mahoma". Siempre me ha parecido que sus textos envejecían mal.

Pero está claro que éste es tu blog y aquella tu lista de favoritos, así que esperaré a leer lo que tengas que decir de Bester :)

César dijo...

Julián: gracias por la información (pero Smith no tiene doce cuentos malos)

rm: así que tú y yo somos Tiptree... Entoces somos una gestalt. Deberíamos escribir una nueva versión de "Más que humano", pero en plan autobiográfico.

Víctor: genial tu comentario, señor Dick. Pero... ¿eres real? ¿Algo es real?

Lektu: palabrita del niño Jesús que no estoy infravalorando a Triptee. ¿Cómo voy a hacerlo si no recuerdo nada de lo que ha escrito? Me he limitado a señalar que la influencia de Bester en el género fue mucho mayor que la suya... y que la de casi cualquier otro autor de cf, todo sea dicho. Pero ya nos batiremos el cobre cuando llegue el turno de don Alfredo ;-)

Unknown dijo...

Comprados los dos primeros libros de Los Señores de la Instrumentalidad editados por Biblos (son las mismas ediciones de Nova pero en bolsillo). Acabado de leer Alpha Ralpha Boulevard (el primero que leo), debo decir que estoy aturdido. Es como leer un cuadro de Dali.
Este hombre no sé si conocía las respuestas, pero joder, planteaba unas preguntas en forma de escenarios asombrosas. Si todos los otros textos tienen esta calidad, alucino.

DJ dijo...

Acabo de terminar de leer Alpha Ralpha Boulevard. Gracias por la recomendación César. Es un relato verdaderamente inquietante. Y además está muuuuuy bien escrito, tiene un toque surrealista/simbolista que me ha recordado (salven las distancias) a G.K.Chesterton y Thomas Pynchon.

Anónimo dijo...

Acabo de encontrar Alpha Road Boulevard. Me zambullo en él.

Anónimo dijo...

La serie completa de Los señores de la Instrumentalidad está en la página de sadrac (si no me equivoco: www.sadrac.com.ar). Hace poco que descubrí a Smith, no comprendo cómo se me había pasado por alto, pero ahora comienzo a leerlo.
COmo dato: En el animé "Evangelion", existe un proyecto para establecer una unidad ontológica de la humanidad, algo así como un Nirvana o un Mar primordial... el nombre del proyecto en japonés, dicen, es "complementación humana", en sus traducciones, por petición expresa del director de la serie, es "Instrumentalidad humana", por supuesto, en homenaje a Smith.

En el Test, lo primero que me salió fue Olaf Stapledon. Me gusta mucho Stapledon, pero me considero antihegeliano, antimarxista (no por capitalista ni anarquista ni ninguna de esas falsas opciones) ni simpatizante de ciertas ideas fundamentales del cristianismo... después, esto es lo más extraño, me salió Kurt Vonnegut. A lo mejor, si lo hago de nuevo, me sale Heinlein...... no, qué miedo....


(a propósito, muy bueno el blog y excelente el comentario sobre Smith)