Para bien o para mal, este blog existe gracias/por culpa a/de Care Santos. Hace un año, Care envió un mail anunciando a sus amigos la creación de su blog El aprendizaje de la soledad; entré en él y descubrí que con Blogger se podía crear un blog tan fácilmente que hasta un analfabeto informático como yo podía hacerlo sin problemas; así que mi indolente cerebro (véase el post anterior) decidió ponerse a fabricar un blog en vez de trabajar, como era su deber. De ese modo nació La Fraternidad de Babel. Jamás había frecuentado los blogs ajenos, jamás me había planteado tener uno propio; ni siquiera sabía para qué servía un blog, y sigo sin saberlo, si vamos a eso. Pero, por una u otra razón, he seguido adelante. A veces, las entradas son fáciles de escribir; otras, como por ejemplo los top ten, requieren más trabajo. En cualquier caso, administrar un blog supone dedicarle tiempo. Tengo, por otra parte, planes para el futuro; el primero de todos –y a petición de un visitante del blog- es redactar mi particular “canon de la ciencia ficción”. Hace mucho que le estoy dando vueltas, pero no me decido a escribirlo, pues sé que me va a llevar más tiempo del conveniente. Porque, y ése es el problema, yo soy escritor, lo que quiere decir que me paso el día entero escribiendo: para publicar, para cobrar derechos de autor, para que mis jóvenes lectoras se enamoren de mí... no, esto último es broma; el (supuesto) amor de la mayor parte de mis jóvenes lectoras podría conducirme directamente a la cárcel. El caso es que escribir este blog le resta tiempo a mi trabajo.
Y esto nos devuelve a mi amiga Care. Si visitáis su blog, veréis que en la última entrada, Care anuncia que lo mantendrá cerrado hasta el 1 de febrero, porque está escribiendo una novela que la tiene absorbida y quiere dedicarle toda su atención. Ya sé que soy un imitón, pero debería hacer lo mismo. Por diversas razones que no vienen al caso, mis proyectos laborales se han visto sensiblemente retrasados. Dos de ellos, en concreto, requieren el cien por cien de mi dedicación. Así que debería aparcar durante unos meses La Fraternidad de Babel, pero... me da pena hacerlo. No obstante, se me ha ocurrido una opción intermedia, aunque no sé si va a funcionar, porque no depende de mí, sino de vosotros. Se trata de que me ayudéis a escribir el blog... mejor dicho, de que lo escribáis casi por entero. Pero ya os lo explicaré más adelante. De momento, vamos a hacer una pequeña prueba:
El próximo sábado, 9 de diciembre, La Fraternidad de Babel cumple un año de vida. Y quiero que me regaléis algo. Lo digo en serio: quiero regalos. ¿Qué clase de regalos? Pues muy sencillo: frases para mi colección, curiosidades, datos estrafalarios, microrrelatos, palabras que os gusten, versos, apellidos bonitos, leyendas, sueños... en fin, poned en marcha vuestros perezosos cerebros y dejad un regalo en el blog. Porque, ¿alguna vez, aunque sea por casualidad, habéis pasado unos minutos agradables leyendo La Fraternidad de Babel? Pues ha sido gratis, coño; me debéis algo. Venga, darme argo, quillos, que triste es pedir, pero más triste aún es robar.
Lo diré por última vez: ¡QUIERO REGALOS!
De modo que, si no queréis ateneros a las consecuencias, ya sabéis...
lunes, diciembre 4
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10 comentarios:
El lector ese que te pidió la listita de cifi" de marras" viene con un microrrelato debajo del brazo. Ale, que no se diga. Por caridad.
VOCES AL OTRO LADO
Matías Candeira
Llevo imitando, desde hace algún tiempo, la voz de mi padre. Ahora llego a pronunciarlo todo con ese arrastre metálico de sus eses; como un fantasma, o un espía al otro lado de un teléfono sospechosamente intervenido. Sus eses, bajo mi paladar, moviéndose despacio en mi boca. Dios mío, a veces me cuesta diferenciarlas de mi propia voz. Si me lo pide el cuerpo, en mitad de la noche llamo con su acento del sur a los teléfonos eróticos. Les digo a esas mujeres que se quiten la ropa. Les ordeno que se toquen todo el cuerpo para mí; que me describan, lentamente, su forma de hacerlo. O puedo llegar —y nadie sabe lo terrible que es, nadie lo sabe— a emular su tono de tenor en la ducha. Canto sus óperas, sus malditas óperas, hasta la última nota que me queda en el cuerpo. Pero lo peor es que a veces no puedo remediarlo, y marco el número de sus antiguos amigos. Algunos llegan a balbucear, como si tuvieran vidrios dentro de la piel, y la mayoría de las veces no tardan en colgar el teléfono.
Madre es la única que siempre se queda respirando un buen rato al otro lado de la línea.
—¿Cómo has podido? —dice.
Y sé que nunca llegará a perdonarme.
Vale, tío César. Tu tranqui y a lo tuyo. Mientras se me ocurre algo mejor, empiezo por dejarte uno de mis "célebres" Minicuentos -y el más reproducido por Internet-. Se titula: HOMENAJE A MONTERROSO. Y dice:
Y cuando despertó, seguía roncando.
¿eres consciente de la cantidad de cuentos, relatos, historias que vas a recibir,la mayor parte sin excesivo interés para los que aquí buscan no historias de otros, sino las tuyas?¿crees que se puede suplantar a alguien aunque sea a petición de ese alguien? Está bien recibir ese tipo de regalos que pìdes, pero que sea en tu correo e. y luego tú los aplicas y publicas según tu criterio. Es una sugerencia.
De acuerdo, el 9 de diciembre te haré un regalo.
Pero ya sabes que, cuando quieren perdernos, los dioses nos conceden nuestros deseos.
Tiembla.
Nos estrujaremos las meninges. Te lo has ganado. A ver si somos capaces de sacar algo que quede bien. Es más, te voy a dedicar un poema de ciencia ficcion que tengo intención de enviar a alguna revista del genero. No se si te gustará pero al menos aprecia el esfuerzo de un humilde feligrés.Mañana lo tienes para colgarlo.
¡Hecho!
El día 9 tendrás tu regalito en el blog. Tengo 4 días para pensar en algo.¡Qué nervios!
Por cierto, ¿
cómo te enviamos nuestras propuestas, historias, etc....?.¿Las "posteamos" aquí y luego la vas colgando?. ¿Por email?.
Mi aportación a tu noble empeño en dedicarte a la escritura productiva, y a la lectura de blogs a domicilio:
ELEGÍA AL PINTOR BENJAMÍN PALENCIA
E. suele hacerme encargos extraños, pero normalmente se limita a pedirme que lo llame a una hora, haciéndome pasar por la secretaria de un jefazo que exige su presencia urgente. Me imagino que así sus novias no se enfadan cuando sale corriendo después de haberles prometido un fin de semana en barco o en Baqueira. Esta vez fue algo todavía más absurdo:
-Necesito que que vayas a un homenaje a Benjamín Palencia.
-¿Y se puede saber qué pleito tengo que dirimir, ni qué niño he de sacar de pila allí?
-Es que me han pagado las dietas para que vaya y haga la crónica. Pero ya que estás allí, házmela tú. Ya sabes: ditirámbica. Y te debo una.
Y ése es el motivo por el que, provista de cierta seriedad impostada, acudí a una casa viejísima en el centro, traspasé el portal oscuro, a tientas, a pique de matarme, subí por una escalera llena de desconchados, con los techos inalcanzables, desde los que cae la luz cenital de unas bombillas de 15 W, tapizadas de cagadas de moscas. Después del entresuelo, en el primer piso, La Casa de la Mancha: sillas de skay, plegables, ocupadas por unas cuantas personas de edad provecta, con gafas de todos los modelos y todas las graduaciones.
Cuando llego, está hablando con un tono enfervorizado, Tita, una mujer vestida de india de Holliwood, en ante y flecos, con cara de fuina e inmensas gafas. Traza el eje Picasso-Dalí-Benjamín Palencia, convencida de que sólo una mala uva internacional ha colocado en el último lugar a su paisano. Y aclara que ella jamás ha esperado a su muerte para colocarlo en el primer puesto. Lo dice con el mismo énfasis belicoso que un buen día comentó el "Informe Hite sobre la sexualidad" diciendo que ella iba al escusado, pero que no por eso se le ocurriría escribir un libro sobre esas desagradables ocupaciones, y que la señorita Hite, en honor a su sexo, debería buscar otras fuentes de inspiración.
Después, esta muerte y este entierro son glosados con voz estentórea por Isabel, una mujer vestida con un traje de chaqueta, modelo y color de azafata de Iberia de la primera hornada, con el aditamento de cuarenta kilos sobre la media nacional. Su opulentísima pechera no desvanece mis sospechas de que se trata de un hombre disfrazado. Habla con ademán enérgico, voz enronquecida por la emoción -o la cazalla- y afirma que el exilio fue un truco para promocionar la pintura de los que, desde destierros dorados, vituperaron a España.
Benjamín Palencia se quedó porque era un patriota, amaba a España y nunca quiso dar pábulo a los extranjeros para denigrarla. Regala al auditorio con una descripción del entierro en Madrid, que fue como un entierro de pueblo, de Barrax para ser más exacta, donde la gente se para en las esquinas, se suma al cortejo al saber quien es el muerto y la circulación se interrumpe en signo de respeto, con una emoción popular apoteósica que ya quisieran muchos… ¡Madrid lloró!
El siguiente orador parece no haberla oído y dice que el entierro fue desolador, que fue uno de esos entierros de Madrid en que se pierde el cortejo, se pierde el muerto, y en el cementerio entierran los cadáveres de tres en tres. Luego, habla del gran instinto paternal de Benjamín, y de la pena que debió de ser para él no tener hijos propios, viendo el cariño y el interés que siempre testimonió a sus hijos. Algunos intercambiamos miradas de entendidos; otros, incómodos, petrifican el gesto. El orador continúa, más inocente que el asa de un cubo, contando, en plan papá en la inopia, deliciosos detalles entrañables de Benjamín hacia los hijos adolescentes que, ingratos, como todos los jóvenes, no parecían valorar el privilegio de su afabilidad.
A continuación habla un individuo que hace pausas dramáticas en cualquier punto del discurso, sin importarle qué parte de la oración sea; lo mismo le da el pasmo en una partícula adverbial que en un pronombre, y entonces fija la mirada, avanza la mandíbula, palmea en el aire, Todos han mencionado de manera elíptica, con eufemismos de cuerpo presente, la petulancia de Benjamín Palencia: él se tira sin red, y habla de su arcangélica humildad, y no como otros, diabólicamente orgullosos. Pues bien, Benjamín Palencia tenía muy presente cual era su valor y actuaba en consecuencia, sabiendo que era un hombre egregio, por eso, con una naturalidad encantadora, nunca iba a los toros sin entrar por la puerta de autoridades y en cualquier lugar reclamaba su puesto de privilegio, pero no porque despreciara al pueblo llano. Decía que Dios lo había escogido entre tantos y con su comportamiento era a Dios a quien glorificaba, dándole todo el honor de su pintura y de su paleta, y si no quiso jamás pasar por un don Nadie fue para que no se dejara de rendir ese tributo al Altísimo. Le ha faltado decir: «...el que conquistó toda España, el más leal, é el más verdadero, é el más franco, é el más esforzado, é el más apuesto, é el más granado, é el más sofrido, é el más omildoso, é el que más temie a Dios, é el que más le facía servicio, é el que quebrantó é destruyó á todos sus enemigos, é el que alzó y ondró á todos sus amigos...»
Al ponente le gustaría que quedáramos convencidos de la franciscana humildad de Palencia y no de su archidemostrada petulancia. Y quedará frustrado, como si lo viera.
A mí Benjamín Palencia no me gustaba como pintor, ni como dibujante, ni como teórico del Arte, y como persona sólo desataba la hilaridad que me provocan los fatuos y lo infatuado.
Escribí una crónica según los cánones. E. me comentó:
-Cuando la lean, van a llorar de emoción todos los amigos de Benjamín Palencia.
Es una pena que no los tuviera, porque me quedó más cursi que un guante, y emotiva hasta la náusea: una elegía insuperable.
Mola
No solo no tengo que dar la paliza a alguien para que lea uno de mis relatos, sino que encima me los piden.
Ahora la terrible disquisicion:
¿Que sera merecedor de ser leido en un bastion de tan alto calado literario?
jajajjajjajaa
¡¡¡pero qué morro!!! XD
te echaremos de menos, aunque en el fondo sabemos que seguirás por aquí. tu cerebro no puede evitarlo :P
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