miércoles, septiembre 19

Escritores y otros sinónimos de vanidad

Lo que nos hace tan insoportable la vanidad ajena es que hiere la nuestra.
La Rochefoucauld

Vanitas vanitatis et omnia vanitas.

Hace poco he firmado un contrato con una nueva editorial. Nueva para mí, me apresuro a aclarar, porque la editorial en cuestión lleva muchos años en activo. El caso es que no conocía a las editoras ni ellas me conocían a mí. Bueno, pues después de nuestro primer encuentro descubrí que a las editoras les había sorprendido que yo... fuese una persona normal. Y no es la primera vez que me pasa algo así, ni mucho menos; por ejemplo, durante una cena de entrega de no sé qué premios, y ante un comentario mío que no recuerdo, uno de los comensales exclamó: “¡No me lo puedo creer: un escritor humilde!”.

Un momento, un momento, diréis mosqueados; ¿es que César se nos va a poner ahora en plan qué sencillito soy, que modesto, soy el San Francisco de Asís de las letras? No, tranquilos, ya sé que la humildad, muchas veces, no es más que una trabajada forma de soberbia, y además no voy a hablar de mí, sino de mis colegas, los escritores.

Conozco a bastantes escritores; no muchos, porque no me gusta frecuentar los círculos literarios, pero si los suficientes como para poder hacerme una idea. En general son gente excelente, absolutamente normal, personas agradables, sensatas e inteligentes, y tan sólo unos pocos enarbolan egos que incluso para Borges resultarían excesivos. Pero ésa no es la proporción normal. La mayor parte de los escritores que conozco, y que además son amigos míos, se dedican a la literatura de género y, para colmo de males, al fantástico, lo cual ya pone un poco de sordina a la soberbia. Aunque a veces no mucha, todo hay que decirlo. Pero entre el resto de los escritores, los que venden porque venden, los que no venden por que son demasiado exquisitos, los que ni siquiera consiguen publicar porque están adelantados a su tiempo, entre el resto de los escritores, amigos míos, la vanidad se extiende como una plaga de topillos.

O dicho de otra forma: el número de escritores insoportables es, cuando menos, abundante. Supongo que sucede lo mismo con el resto de las artes, pero como sobre todo conozco escritores, nos ceñiremos a este gremio. Aunque... bueno, trabajé en publicidad, que no es un arte, ya lo sé, pero emplea herramientas del arte. Era creativo, copy (de copywriter), y pronto descubrí que los creativos publicitarios eran monstruos de vanidad. No todos, claro; sólo la mayoría. ¿Y por qué?, me preguntaba yo, si lo único que hacíamos es vender detergentes...

Basta con visitar los blogs de ciertos escritores para comprobar hasta qué punto puede un ego expandirse por el ciberespacio. Yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo, yo, io, je, i, ich... Sólo hay algo más sagrado que yo: mi obra. Y en persona la cosa no es muy diferente; engolan la voz, hablan con gran seriedad, con gravedad, diría yo, y también con cierta parsimonia, alzan una ceja con frecuencia, suelen repetir las cosas dos veces (una para los demás, otra para oírse ellos), usan palabras cultas y sintaxis rebuscadas, y sobre todo, de un modo u otro, consiguen que la conversación gire una y otra vez sobre ellos mismos y/o su obra.

Para ser justos, hay que reconocer que la culpa no es del todo suya. La gente, lectora o no, siente una curiosa fascinación por los escritores (y por los artistas en general); es como si los “creadores” estuvieran dotados de un toque mágico que los convierte en semidivinos. De modo que se dirigen a ellos con admiración (a veces veneración) y toda suerte de loas y parabienes. Es difícil sustraerse a tanta coba y alabanza. Es muy sencillo dejarse llevar por esa corriente de lisonjas y permitir que te masajeen el ego, el único órgano, junto con el clítoris y el pene, que crece conforme lo acarician (la única diferencia es que el ego no tiene límites). Y al final, lo más sencillo del mundo es acabar creyéndote que todo eso es verdad.

Ahora bien, ¿por qué creo que yo soy ajeno a la casi norma? Porque uno aprende a hostias y, hace muchos, muchos años, yo también me hinché de vanidad, como un estúpido pavo en celo, y acabé pegándome una bofetada de tomo y lomo. Pero aprendí la lección. En mi interior hay un ego salvaje que está convencido de que soy el tío más cojonudo del mundo, el más inteligente, el mejor escritor, de modo que debo tener a raya a ese monstruo, fustigarle día a día, mantenerlo encerrado, impedir que se expanda y tome el control (vamos, algo así como el ciclo reproductivo de Alien). Porque la vanidad es una lente distorsionante que te impide distinguir lo real de lo irreal. La vanidad te hace débil, porque te oculta tus defectos y actúa como una lupa de aumento sobre los defectos de los demás. La vanidad te conduce a oír sólo lo que quieres oír y no escuchar lo que te molesta escuchar. La vanidad te hace presa fácil de los manipuladores, porque no hay nada más fácil que manipular a un vanidoso. La vanidad rara vez es un motor, y sí casi siempre un lastre. No obstante, he de reconocer que a muchos escritores les va bien con su vanidad rampante; la gente no sólo les permite ese rasgo, sino que de un modo u otro parece esperarlo, incluso exigirlo. Y quién sabe, quizá tengan razón; el problema es que a mí no me gusta la gente vanidosa.

¿Y por qué todo esto? Porque cuando creé La Fraternidad de Babel, y para combatir mi propia vanidad, me prometí a mí mismo no hablar de mi faceta de escritor. Pero con el tiempo me he dado cuenta de que no tiene sentido, de que siendo esto una bitácora personal no puede excluir una labor que consume diez horas o más de mi tiempo cada día. Así que en un futuro cercano hablaré de la escritura y de cómo la entiendo.

¿Os parece bien, hermanos merodeadores? ¿Hermano Sol? ¿Hermana Luna?...

21 comentarios:

Fernando Alcalá dijo...

A mí me parece estupendo, amigo César. La verdad es que no sé qué decir al respecto de lo que has dicho, porque está muy bien dicho. Supongo que el ego es necesario para ser escritor, ¿no? Si uno no cree que tiene algo valioso (démosle el valor que queramos a la palabra "valioso") que decir, no escribiría, ¿no?

Pero sí es cierto, es muy fácil caer en la tentación de creerse especial por hacer algo que es especial, en todo caso lo especial es lo que escribes, ni siquiera tú. Y a veces (la mayoría, ¿casi todas?) ni eso. No me gusta tampoco el endiosamiento del oficio de escribir, para nosotros es necesario hacerlo pero, desengañémonos, ¿lo es para el mundo real? Pues no, hombre, no. En un mundo idealista y cursi, pues las letras son importantes, pero en la práctica no. Escribir no es más que, no sé, ¿tirar la basura? (por citar una tarea diaria y cotidiana, no para hacer un símil, ojo).

Supongo que me voy del tema porque, al fin y al cabo, el tema se las trae y ultimamente (desde que me empecé a mover por editoriales y conocí -aunque sea virtualmente- a gente del "mundillo") pienso mucho en ello. Y no me gusta.

Creo que te caería bien Tom F. Monteleone, me recuerda un poco a ti, en las opiniones que expresas. Él también es un escritor de "género" (que es otro de los temas que me carcomen) y opina como tú. Si puedes leer en inglés, te recomiendo su "Idiot's guide to writing a novel", te vas a partir de risa y te vas a sonreír, identificándote con varias de las cosas que dice.

http://community.livejournal.com/fertextos/

Anónimo dijo...

Pues es cierto, además del Ego, creo que también existe cierto grado de exihibicionismo y siempre me viene a la cabeza la imagen de un ratón encima de un queso.
Muchos creen que su labor es la más importante, craso error, todo tiene su valor y es bueno dejar de mirarse el ombligo de vez en cuando. Cuanto más hablan , más baja la calidad de sus obras.Critican a autores sin leerse todas sus obras , escriben sin hacer los deberes y eso se nota.
Además sus estornudos son dogma de Fe. Cada día comprendo más al señor de Bergerac. Menos mal que todavía hay lucidez, gracias César.

miwok dijo...

A mí me parece genial que hables de faceta de escritor, porque me gusta como escribes y por lo que he hablado contigo también me gusta como entiendes la literatura...Y en cuanto al ego, bueno, si no pensaras que eres bueno no presentarías ningún manuscrito, pero el caso es que los presentas y los publican, así que debes ser bueno...El problema es creerse el rey del mambo...y no creo que te pase eso...

Ahh, por cierto, tus consejos me llevaron por el buen camino a mitad de bloqueo.

Gracias.

Víctor Martínez dijo...

Nada, César, sigue contándonos tus quehaceres cotidianos que es muy interesante asistir a la trastienda de un escritor. Además sueles contar cosas de tu intimidad personal con tal sencillez que difícilmente podríamos calificarte de vanidoso. Aunque como dices todos lo somos en mayor o menor medida, especialmente los que realizamos alguna actividad remotamente creativa. ferlocke lo ha matizado bien, hay que pensar que uno tiene algo valioso que compartir. Si no qué hacemos aquí, incluso en Internet mostrando nuestras ideas y opiniones ¿no?

Por cierto, yo creo que el ego de los creativos publicitarios proviene del hecho de que la publicidad se ha convertido en el único discurso público válido en la sociedad hiperrápida e hipermarketiniana que vivimos. Está presente en la empresa y los negocios (su ámbito natural) pero también (y sobre todo) en la política, en la religión, en la cultura...

Pero en mi opinión no hay mayor miopía para un creativo (y esto puede estar pasando) que olvidarse de que utiliza el arte como una herramienta y no como un fin. Por hablar de forma descarnada, que fuera del oficio puede sonar demasiado cínica, "hay que sacarle el pringue a Andy Warhol, no creerte que tú eres Andy Warhol".

Alguna vez lo he dicho entre compañeros y no a todo el mundo le sienta igual de bien: "los creativos publicitarios somos al arte lo que las prostitutas son al amor".

Y así debe ser, creo yo. la creatividad "de verdad", el amor al arte, ya lo desfogo en mi casa escribiendo relatos o dibujando tebeos. Pero en la oficina utilizaré el ingenio o el arte más refinados sólo si, como tú bien dices, con ello consigo que te compres la lavadora.

Míchel dijo...

En cuanto hay público hay ego, seas escritor, futbolista, cantante... o jefe con subordinados obligados a escuchar tus "excelsas opiniones". Como bien dices, lo difícil es ser objetivo (en la medida de lo posible) con uno mismo, tanto para lo bueno como para lo malo.

Me gusta esa idea de que nos hables de tu faceta de escritor, aunque quieras que no ya has ido soltando pinceladas anteriormente. Es imposible separar del todo las distintas facetas de la vida.

Te seguiré leyendo.

Alicia Liddell dijo...

Pufff, qué descripción tan precisa. Yo trato poco con escritores, pero sí con otro tipo de "artistas", pero la vanidad no es patrimonio de ningún colectivo. He conocido empresarios que riáse usted de una estrella del rock.

Anónimo dijo...

la gran diferencia entre el creativo publicitario y el artista, es la siguiente: un artista dice: "esta es mi obra, si te gusta me alegro y si no te gusta qué le vamos a hacer", y un creativo dice:"esta es mi obra que espero que te guste, pero si no es así, la cambio inmediatamente y mañana te presento otra a ver si acierto con lo que quieres". A veces se añade un servil "para nosotros lo importante es que tú estés satisfecho", mientras se piensa "este pedazo de gilipollas no ha entendido una mierda".
PERO LO CAMBIAS HASTA QUE LE GUSTE AL MUY PEDAZO DE GILIPOLLAS QUE NO HA ENTENDIDO UNA MIERDA.

Anónimo dijo...

samael, eres grande.

Anónimo dijo...

Cesar dijo:
"Así que en un futuro cercano hablaré de la escritura y de cómo la entiendo".

Pues hazlo, seguro que mola; pero no hace falta que nos des tantas explicaciones y opiniones sobre escritores y egos; queda algo manido y baja de nivel tu blog. Ya sabemos que en todas partes cuecen habas, venimos a leerte a ti, no a recordar a los nefastos.

Salud

Anónimo dijo...

Tú estás ahi, y la gente te ve; si les fascina lo que haces, se les nota fascinados y eso halaga, a veces hasta el punto de envanecerte.
Da igual a lo que te dediques, lo esencial es fascinar. Los escritores fascinan, también los pilotos de fórmula 1, los arquitectos con obras consagradas, los aventureros,los políticos aunque no entiendo por qué, ...siempre que un ser humano se da cuenta de que sus congéneres sienten admiración por lo que hace, existe el peligro de caer en la vanidad y autocomplacencia, cosa absolutamente imposible si nadie se muestra interesado por aquello a lo que te dedicas. A veces no es necesario hacer absolutamente nada, basta con ser millonario, heredero, guapísimo o cosas igual de díficiles.

Javier Albizu dijo...

Yo, para dar mas validez aun a tu discurso, voy a hablar de yo.
Al fin y al cabo es lo unico que es realmente nuestro, nuestra opinion (o sea, nuestra percepcio de que, y quien nos rodea)
Es innegable que el ego es una parte indisoluble de nosotros. Hay quien lo cultiva mas y quien lo cultiva menos, pero siempre va a estar ahi y es un filtro tanto de entrada como de salida.
Podemos tratar de ignorar u omitir ciertas partes de nosotros mismos cuando nos relacionamos con segun que grupos de gente, pero eso no hace que esas partes de nosotros mismos continuen ahi, condicionandonos en cierta medida.
Asi que si, estoy de acuerdo contigo (o con lo que yo entiendo que quieres decir)
Por mi parte mis motivos para escribir varian segun el momento. Hay momentos en los que coinciden varios de los detonantes y momentos en los que algunos de ellos se imponen somnre el resto con una fuerza aplastante.
Escribo para hacerme notar... pero tratando de que no se note demasiado (contradictorio y/o/u, mas bien, un tanto hipocrita que es uno) tratando de no alcanzar los limites de ego que mis valores consideran aceptables.
Escribo para dejar constancia de que estoy aqui pero tratando de no obligar a los demas a que sean conscientes de mi existencia.
Escribo para compartir las historias que pululan por mi cabeza.
Escribo para sentirme realizado a traves de la respuesta de los posibles lectores.
Escribo porque creo que tengo buenas ideas.
Escribo para tratar de despertar en otros una serie de sensaciones.
Escribo por rabia y envidia, cuando veo que otros han publicado historias que considero malas, o peores que las que se dedican a dar botes por mis neuronas.
Y escribo menos de lo que me gustaria porque hay cosas que, pese a gustarme menos que compartir mis historias, me cuestan menos esfuerzo.

Arcadio dijo...

Bien, después de lo dicho poco más que añadir. Acaso mi deseo de que cumplas lo expresado y detalles los pormenores de tu cocina literaria. Por ejemplo, a qué horas del día escribes y por qué. Si necesitas un ambiente especial para hacerlo o no. Si echas mano del diccionario de sinónimos con frecuencia (en una entrevista leí , con cierto estupor, cómo Maruja Torres se admiraba de lo poco necesario que le era a ella. Yo nunca he tenido problema en utilizarlo las veces que hagan falta.Es una herramienta más, pero al vanagloriarse ella de eso pensé que era la tónica general en los escritores consagrados y, por tanto, yo hacía algo mal)Cuánto revisas tus novelas, qué tipo de ordenador tienes. Qué tipo de autores debes obviar para que no contaminen con la suya tu narrativa. En fin, ya ves que hay mucho que explicar.
Por cierto, ¿cómo va la lectura de La carretera?

María Dubón dijo...

Para apreciar cualquier composición artística basta y sobra con ella misma. Una obra gusta o no, visceralmente y con independencia de las distinciones que haya recibido el autor y de sus circunstancias personales. El autor ha de estar detrás de su obra y no delante. El protagonista es el arte y no el artista, según mi particular concepto.

Un cordial saludo.

Jorge dijo...

A mí me parece repugnante la cobertura televisiva de la muerte de personajes impresentables como Cela o Umbral, por buenos escritores que fueran. He aquí una prueba de que tan culpables del endiosamiento lo son el escritor ombliguista como el coro de papanatas que le ríen las gracias. Cambiando de tema: la semana que viene, a partir del martes 25, hay un ciclo de clásicos de CF en el Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Anónimo dijo...

Pues sí. La Vanidad creo que está por todos lados, lo que pasa que los escritores son conocidos y se la vemos. Pero en el mundo del arte es exactamente igual (no me atrevo a calificarlo de peor, pero sí igual de vomitivo). Personalmente he terminado de artistas (buenos o de mediopelo, incluso de aquellos que comienzan) hasta el gorro.
De todas formas ya sabes que aquí la feligresía no se cohibe y da su opinión sinceramente, por lo que ya tienes un antídoto para el monstruo de la vanidad.
Por otra parte entiendo que muchas veces el trabajo de un escritor sea solitario y de muchísimo esfuerzo, y que no se tiene éxito siempre, así que es fácil caer en las fauces del monstruito cuando llegan los laureles.
Pero no te cortes al hablar de la escritura, durante año y pico has contenido a la bestia (creo que sólo has hecho un comentario sobre tu obra en todo ese tiempo). Déjala que corretee un poco por el patio del convento.

Anónimo dijo...

Tu post, en cuyo contenido no voy a entrar por razones de proximidad pero que creo que se aproxima bastante al César que conozco, me ha recordado un viejo chiste que creo que viene a cuento.
Dice uno:
"Llevamos hablando dos horas de mí. Me parece un abuso. Hablemos de tí: ¿Qué piensas de mí?"

Akeru dijo...

De lo unico de lo que me enorgullezco, es de lo bien que se morder los cuellos...

monsieur le six dijo...

Lo del ego comparado con los órganos sexuales pero sin límite, me ha matado XD

Excelente artículo (espero que estas alabanzas no te hagan vanidoso :P)

Miroslav Panciutti dijo...

Esta es mi primera visita a tu blog; apenas he leido dos artículos pero seguiré porque me ha gustado lo que expresas y cómo lo haces. En relación a este post, sólo decirte que estoy bastante de acuerdo contigo. Eso sí, me sorprende que conozcas a escritores cuyas vanidades incluso para Borges resultarían excesivas; también es verdad (aprovechando la pertinente cita de La Rochefoucauld) que la vanidad de los demás siempre nos parece mucho mayor (y mucho más injustificada) que la nuestra.

Es totalmente cierta tu descripción de la vanidad. Ahora, como apuntas, no son los escritores su único, yo diría que ni siquiera su preferido, nicho ecológico. Te sugiero que mires hacia los políticos; trabajo con algunos y puedo asegurarte que hay ejemplos espléndidos, con el agravante de que los referentes que habrían de sostener esas vanidades desmesuradas están hechos de vacuidad.

En todo caso, la vnidad es una tentación y caer en ella tiene muy dañinos efectos. Tienes mucha razón en que debemos guardarnos de ella, fustigar y mantener a raya al germen que habita en nosotros. Son verdad todos esos efectos de la vanidad sobre nosotros que, al final, resumo en uno: nos convierte en tontos, merma absolutamente nuestra inteligencia.

Un saludo; me ha encantado descubrirte.

César dijo...

Ferlocke: tienes razón; el hecho de escribir (y publicar) implica una considerable dosis de ego, pues significa presuponer que algo que sólo existe en nuestro interior puede interesar a los demás.

Particularmente acertado me parece lo que expones en el segundo párrafo y que podría resumirse en: la literatura no es tan importante como crees, no es sagrada. Me parece muy conveniente relativizar las cosas como tú haces. El mundo editorial es bastante irritante, sí, pero es lo que hay. Gracias por tu recomendación sobre Monteleone y por tus comentarios.

Juan: es cierto, todo el mundo tiende a sobrevalorar su trabajo. Y el ego tiene mucho que ver con esto, pues a fin de cuentas socialmente somos lo que hacemos. Cuanto más importante sea nuestro trabajo, más importantes seremos nosotros. Comparto contigo, igual que con Ferlocke, la necesidad de relativizar las cosas.

Miwok: Claro, un poco de ego es necesario, no ya para escribir, sino para vivir. El problema es mantenerlo a raya, porque el ego es una bestia que detesta vivir enjaulada.

Me alegro de que mis torpes consejos te sirvieran para algo :)

Víctor eme: nada puedo añadir a tus comentarios sobre la publicidad, porque estoy totalmente de acuerdo contigo. Eres muy lúcido, felicidades.

Michel: está muy bien eso que dices. Para que el ego se expanda hace falta público... y siempre que haya público brotará el ego.

Y sí, ya he soltado alguna que otra pincelada sobre mi faceta de escritor, porque, como bien dices, es imposible parcelar y aislar las facetas de nuestra vida.

Alicia Liddell: Por supuesto, la vanidad no es un coto cerrado de los artistas, ni mucho menos. Yo también he conocido empresarios con un ego que no cabría en la catedral de Burgos. Lo que pasa es que un empresario, para ser vanidoso, necesita por lo general tener éxito. Un escritor (y un artista en general), sin embargo, no. A mí eso me parece muy curioso.

Samael (1): amigo mío, tus palabras me hacen retroceder a una época que, afortunadamente, ya pasó y no se repetirá. Cúidate ese estrés.

Anónimo de las 3:25: bueno, no siempre se puede mantener el mismo nivel, ¿verdad? He dado tantas explicaciones para justificar por qué hasta ahora he hablado tan poco de mi trabajo y por qué voy a hablar más en el futuro. Una simple aclaración. De todas formas, el tema, aunque manido, me parece interesante.

Samael (2): la cuestión es que, en el caso de la escritura, aunque a nadie le importen un bledo tus textos, el ego crecerá. Da igual el éxito o el fracaso; es la labor en sí, y su significado social, lo que envanece.

Javier Albizu: lo que planteas se sale un poco del tema de este post (sólo un poco). ¿Por qué escribir?... Precisamente ése es el tema de mi próxima entrada, así que guardaré de momento mis opiniones al respecto.

Arcadio: ¡Por el Santo Niño Jesús de Praga, menudo cuestionario! Pues sí, hablaré de todo eso, y de más cosas, en una serie de entradas que llevarán el título genérico de "En la mente del escritor". Espero que te satisfagan las respuestas.

María Dubón: absolutamente de acuerdo: importa la obra, no el escritor. De hecho, procuro no conocer a autores que admiro por miedo a llevarme una desilusión y que luego esa desilusión contamine mi percepción de las obras de ese autor. El mejor autor es el autor anónimo.

Jorge: a veces creo que tiene más culpa el coro de papanatas que el autor. Sin público, lo hemos dicho antes, no hay ego.

Mazarbul: en efecto, hablo de escritores, pero podríamos extender lo que digo a la comunidad artística en general.

Vale, sacaré de paseo a la bestia... pero con correa.

BB: El chiste que has contado, si te paras a pensarlo, explica muy bien este blog. Mira, ¿escribo literatura por darle lustre a mi ego? Supongo que en parte sí, pero la razón fundamental es otra: escribo para ganar dinero. Es mi actual profesión.

Pero, ¿el blog? Nadie me paga por escribirlo; entonces, ¿por qué lo hago?... Quizá, como en el chiste, para permitir que "los otros" hablen de mí.

Akeru: si eres una vampira macizorra, aquí tienes mi cuello en ofrenda... ¡Muérdeme, rubia!

Monsieur le six: por cada alabanza que recibo, me miro al espejo y me digo: eres gilipollas, no lo olvides. Hay que darle caña a la bestia ;) (Bonito nick, por cierto)

Miroslav P.: Bueno, reconozco que lo de Borges es una exageración. Bienvenido a Babel :)

Napoleon03@gmail.com dijo...

Me parece extraordinario que se hable así sin ambajes de los defectos y pasiones que aquejan al escritor por excelencia --aunque se manejen máximas universales del/al género humano--. Leí este artículo en la página "Literatura Cubana en el Exilio". Saludos, Napoleon03@gmail.com