lunes, agosto 11

Petit tour française


Estas vacaciones, mi tercer largo viaje por Francia, han corroborado dos cosas sobre el país vecino. En primer lugar, que Francia es una tierra bellísima llena de historia (de historia muy bien conservada, añado), y en segundo lugar, que los franceses son extremadamente amables. Mejor dicho: los franceses son, en general, gente muy educada, algo que deberíamos imitar los españoles. Una tercera cuestión sería que las francesas son muy guapas y tienen mucho estilo.

Hacía tiempo que tenía ganas de conoce la Occitania. En esa región se desarrolló durante el siglo XII una cultura sorprendentemente avanzada para le época, una sociedad más igualitaria y justa donde floreció el arte y el pensamiento intelectual. También desarrolló (y amparó) la gran herejía de occidente, el catarismo, razón por la cual, a principios del siglo XIII, el papa Inocencio III montó una cruzada contra los cátaros que durante más de cuarenta años cubrió de sangre y fuego las tierras occitanas, hasta acabar con la herejía y, de paso, con los nobles que la apoyaron y la sofisticada cultura que habían creado. Las ciudades fueron saqueadas y las tierras pasaron a ser propiedad de los mucho más toscos nobles franceses de la época. Otro bello sueño de libertad hecho trizas con dolor y muerte gracias a la Iglesia Católica. Como símbolo de todo esto, tras destruir la ciudad de Albi –un gran centro de catarismo- y cargarse a todos los herejes, el papado mandó construir una catedral que representara el poder de la Iglesia. La catedral –muy bella, es cierto- tiene el voluntario aspecto de una fortaleza, como prueba de que la fuerza de la Iglesia no se basaba sólo en la oración, sino también, y sobre todo, en las armas.

Por desgracia, la historia de los cátaros ha sido pasto de los ocultistas durante tanto tiempo que ha acabado por tergiversarse hasta resultar casi irreconocible. Hoy en día, si hablas de los cátaros (o de los templarios) pareces un friki; pero la auténtica historia de los cátaros (y de los templarios) es lo suficientemente apasionante como para no necesitar absurdos añadidos esotéricos y mágicos. En particular, resulta grotesca la supuesta vinculación entre los cátaros y el Grial; pero también es fascinante, porque esa falacia se ha sumado a lo que yo considero que es hoy en día la más difundida leyenda de occidente. De eso hablaremos en otra entrada.

Hay lugares que respiran historia por todas partes, tierras donde el pasado se mezcla con el presente, como si el tiempo formara allí una laguna. Uno de esos lugares es, sin duda, el Languedoc, una región eminentemente rural y agrícola, probablemente una de las menos ricas de Francia. De hecho, en el resto del país se considera a esta zona bastante paleta, y su idioma, la “lengua de oc” (“oc” significa “sí”), que se parece muchísimo al catalán, es despectivamente denominado “patois” por los franceses. En la Occitania hay muchas villas muy hermosas; Toulouse lo es, igual que Foix, Pamiers, Mirepoix, Albi o Ambialet. Carcassonne, sin embargo, me decepcionó un poco; la ciudadela medieval es una auténtica maravilla... pero sólo por fuera, porque su interior (totalmente reconstruido a finales del XIX) no es más que una sucesión de braserías y tiendas orientadas al turismo. Un bajonazo, vamos. Rennes-les-Bains, un pueblecito encajonado entre dos montañas y el río Sals, es una estación termal deliciosamente decimonónica y decadente. Y muy cerca de allí se encuentra el famoso pueblo de Rennes-le-Château, pero de él hablaré en otra entrada.

Pueblos muy hermosos, sí, pero no se trata sólo de eso: todo el Languedoc está plagado de restos históricos, de modo que vas por cualquier carretera y te encuentras con innumerables fortalezas, castillos, abadías, iglesias o viejas mansiones salpicando el paisaje. Como el tristemente célebre Montsegur, o el Château D’Arques, o Saint Hilaire, o Quéribus, o Château Di Negre... Por desgracia, reservamos el último día en Occitania para visitar la Gascuña. Suena bien, ¿verdad? Dumas, D’Artagnan, los tres mosqueteros, uno espera grandes cosas de un sitio como ése, ¿no es cierto? Pues no, no lo es. La Gascuña es una aburrida sucesión de viñedos salpicados por pueblos más bien sosos. Si os fijáis en la foto situada junto a estas líneas, distinguiréis la torre de una iglesia y los tejados de unas casas; es el pueblo de Lupiac, el lugar donde nació el auténtico D’Artagnan, Charles de Batz-Castelmore, conde de Artagnan, el personaje que sirvió de inspiración a Dumas para su novela. Pues bien, quizá os preguntéis por qué hice la foto desde tan lejos. La respuesta es sencilla: porque Lupiac es una mierda de pueblo donde no queda la menor huella del famoso mosquetero. Dicen que allí hay un Centre D’Artagnan con audiovisuales sobre el personaje; si existe, y aunque el pueblo es muy pequeño, fuimos incapaces de encontrarlo. Auch, la capital de la Gascuña, no está mal; la Cathédrale de Sainte-Marie es interesante, con una asombrosa sillería del coro, pero el resto de la región... en fin, lo mejor que puede hacerse en ella es tomarse un armagnac. Ah, por cierto, el plato típico del Languedoc es la cassolulet, una especie de fabada hecha con cerdo y oca. Es deliciosa; pese a su contundencia y el calor reinante, me zampé una.

Pepa y yo abandonamos la Occitania para dirigirnos a la Provenza justo el día en que todos los franceses habían decidido salir de vacaciones, con el resultado de que tropezamos con varios atascos memorables. La Provenza es una región bellísima, pero tiene el defecto de ser una de las más solicitadas zonas de vacaciones de Francia. Eso se tradujo en lo mucho que nos costó encontrar alojamiento allí; finalmente, habíamos conseguido un hotel a las afueras de Marsella.

A primera vista, Marsella es una ciudad feísima. Pero si uno se detiene para echar un segundo vistazo, tendrá la oportunidad de ver plenamente confirmada su primera impresión. Además, es un caos, pues la ciudad está construida en las faldas de las colinas que rodean la bahía, de modo que toda aspiración de urbanismo racional quedó abandonada desde que se construyó la primera casa. De hecho, Marsella (la segunda población más grande del país) es la ciudad francesa menos francesa que conozco. Parece una confusa mezcla de lo francés, lo italiano, lo español y lo argelino, y eso, pese a lo fea que es, le da cierto encanto. No sé, uno espera ver pasar por ahí a Alain Delon persiguiendo a –o siendo perseguido por- la mafia marsellesa. Es, por decirlo así, una ciudad canalla. Y además, tiene el peculiar honor de ser la patria mundial de la bullabesa, quizá la mejor sopa de pescado del mundo. Os recomiendo el restaurante Chez Fonfon, situado en un diminuto (y nada fácil de encontrar) puerto de pescadores; su bullabesa es, según dicen, la mejor de la ciudad. Pepa y yo nos tomamos dos; pero no seguidas, ¿eh?, sino en diferentes días.

En Avignon, que es una ciudad bellísima, se estaba celebrando su famoso Festival de Teatro con más de setenta obras en cartelera. Dada la competencia, los actores salían a las calles disfrazados para repartir publicidad de las salas donde actuaban; era divertido y muy colorista. En Arles hay un enorme circo romano bastante bien conservado; en él tenían lugar combates de gladiadores y ahora, para continuar la barbarie, se celebran corridas de toros. También se encuentra en Arles los Alyscamps, un cementerio romano que, en época medieval, se convirtió en un famoso camposanto. Es un lugar tremendamente sugerente y romántico; y, como es poco conocido, apenas hay turistas.
El famoso Pont D'Avignon

Los Alyscamps

Pepa en los Alyscamps

La Camarga, situada al oeste de Marsella, es un hermoso parque natural donde el delta del Ródano forma innumerables lagunas e islotes. Al suroeste se encuentra la villa de Stes-Maries de la Mer, donde hay una curiosa iglesia románica, Nuestra Señora del Mar. Juanmi, un buen amigo y asiduo merodeador de Babel, me recomendó que la visitase, pues allí, en la cripta, está Santa Sara –Sara la Kali-, patrona de los gitanos. Anualmente tiene lugar una famosa peregrinación romaní. Además, la tradición dice que en ese lugar desembarcó –entre otras santas- María Magdalena. De esto hablaremos en un futuro post (el mismo que tratará sobre Rennes-le-Château y la nueva gran leyenda).

El Luberon es un extenso valle lleno de pueblos bellísimos; Gordes, Roussillon, Apt, Bonnieux... Lo malo es que también es el lugar donde los parisinos buscan su “casa campestre”, así que decir que está lleno de gente sería quedarse tan corto como afirmar que la bomba de Hiroshima fue un petardo. Resultaba un auténtico problema aparcar en los pueblos, y no me refiero sólo al casco urbano, sino hasta en los alrededores. No obstante, allí me llevé una sorpresa: en el cementerio parroquial de Lourmarin está enterrado Albert Camus. En fin, siempre he pensado que los franceses son únicos cuidando y conservando su patrimonio artístico y cultural, pero desde luego eso no puede aplicarse en este caso, porque la tumba de Camus está completamente abandonada.


El cementerio de Lourmarin



Aunque la tumaba está señalizada, no es fácil de encontrar



A la derecha la tumba de Camus y a la izquierda la de su esposa Francine Faure.
Como veis, la meleza lo invade todo


La lápida está prácticamente borrada


En fin, amigos míos, tras dos semanas de periplo francés, fuimos a Gerona, recogimos a nuestros hijos en el aeropuerto y nos tiramos otra semanita en un Hotel-spa cercano a Platja d’Aro tocándonos las narices guapamente. El único problema –porque siempre hay un problema- es que la mitad de las habitaciones del hotel estaban ocupadas por rusos. Rusos nuevos ricos. Algún día, cuando reúna el suficiente número de adjetivos, hablaré de ellos.

En resumen: Pepa y yo nos lo hemos pasado estupendamente recorriendo el sur de Francia. En lo que a mí respecta, me ha gustado más el Languedoc; la Provenza es preciosa, sí, pero hay demasiado turismo. Sea como fuere, ya tengo programado nuestro siguiente periplo francés: el Perigord. ¿Cuándo? Chi lo sa... (no muy tarde, en cualquier caso)

Pues ya está, amigos míos; se acabó el rollo. Espero que, aparte de daros la paliza, también os haya dado un poquito de envidia.

Pérfido que es uno.


11 comentarios:

Anónimo dijo...

Unas vacaciones muy interesantes. Envidia una poquita pero de la sana, esa que se caracteriza por alegrarse del que te pone los dientes largos.
Tal y como lo cuentas parece que tuvieras la nueva temporada ya lista.Seguro que de aquí a enero ya tienes entradas preparadas...

Hermes dijo...

Demasiada envidia, lo admito, más cuando uno se va a pasar un verano sin salir de su Galicia natal...

De Francia sólo conozco París y me encantó, y coincido contigo en lo de que los franceses son muy amables y educados. Una cosa que me hace mucha gracia de ellos es que si primeor intentas hablar en francés y no te defiendes, pasas al inglés y ellos se niegan rotundamente a hablar inglés y sacar a relucir su castellano más rudimentario para evitar hablar inglés. Aparte de éso, no sabes las ganas que me han entrado de hacerme un viaje improvisado por ahí...

Álex Vidal dijo...

Espero que, aparte de daros la paliza, también os haya dado un poquito de envidia.

Un poquito no: mucho. Porque aquí, Nuria y yo andamos frustrados tras cinco días buscando un mísero alojamiento para cuatro personas en cualquier población entre Carcassonne y Narbonne. Queríamos hacer el Canal du Midi en bici (todo él perfectamente acondicionado para el paseo en dos ruedas; si es que Francia es la civilización, en serio), y nos vamos a tener que conformar con las playas del Empordà :(

Dos curiosidades:

La literatura catalana tiene su origen, por lo que sé, en los trovadores y juglares que se alimentaban de la rica cultura occitana. De hecho, las primeras trovas, canciones y poesías catalanas se escribieron en occitano porque, en las Marcas Hispánicas y después en Cataluña, se consideraba la "lengua culta". Y el contenido tenía su aquel: canciones corteses que alababan el ponerle los cuernos al noble por parte del trovador :)

Otra curiosidad: ¿fuisteis a Aigues Mortes? Justo al otro lado de la desembocadura del Ródano, frente a Saintes Mairies de la Mer. Pueblo con planta medieval, muy turístico, pero muy mono.

eulez dijo...

¿Por qué entre los españoles hay tanta mala fama con los franceses? Si son la gente más educada del mundo. Bueno, salvo que te salga uno borde, entonces lo flipas.

Manuel dijo...

Bueno César, me alegra que estés por aquí de nuevo. Bellas vacaciones, sí señor...

Estoy de acuerdo con lo que dices de los franceses: educadísimos y cercanos. Además les envidio mogollón la infraestructura que tienen en todo el país para las autocaravanas... ¡a ver cuándo se ve algo así por aquí!

Respecto al desprecio que tienen en Francia (y en la propia Occitania...) al occitano, he leído este revelador artículo sobre el tema. Aunque está en esperanto, puedes ver algunas fotos, como por ejemplo la que muestra la divisa en los patios de los colegios: "Sed puros: hablad francés".

Lo de D'Artagnan no tiene nombre. Estos franceses tienen poquísima vista para la explotación de estos sutiles recursos turísticos. En el verano de 2005 hice una excursión parecida a la tuya, pero por la Bretaña y alojándome en casas de bretones (es lo que tiene el esperanto, he, he...). Estuve bastante tiempo en un pueblecito llamado Perros Guirec, que se dice que es donde estaría enclavada la famosa aldea gala de Astérix y Obélix. Pues bien: ¡ni un solo parque temático al respecto! ¿¡Están locos estos franceses!? ;-)

Álex Vidal dijo...

Estuve bastante tiempo en un pueblecito llamado Perros Guirec, que se dice que es donde estaría enclavada la famosa aldea gala de Astérix y Obélix.

Pues el parque temático creo que está en las inmediaciones de París:

http://www.parcasterix.fr/

Ah, la Bretaña. Allí pasamos nuestra luna de miel, en coche. Rural, encantadora... Y donde empezó mi decadencia. Bueno, quiero decir, el auge, el auge de mi tripa que se hartó de galettes pantagruélicas y de menús de 12 ostras a 12 euros...

Manuel dijo...

(Para Álex)

Es verdad. Se me olvidaba el mayor defecto de los franceses: su contumaz centralismo. ¡Incluso allí en Bretaña consideran más o menos normal que el parque de Astérix esté en París!

Anónimo dijo...

Saludos desde la Camarga, César. Aquí estoy, con Javi Negrete y nuestras respectivas, pasando también unos días en estas tierras. Completamente de acuerdo con lo que dices de los franceses, ellos también tienen su Leyenda Negra (creada en parte por las películas norteamericanas) de que son gente antipática y poco amable. Todo lo contrario. Por cierto, la catedral de Albí, ¿no te pareció como una catedral de una Edad Media ucrónica? Yo la vi muy extraña, como las extrañas edificaciones medievales que aparecen en la película “Los demonios” de Ken Russell
Un abrazo de Juanmi.

Anónimo dijo...

En el año 1985 hice un largo viaje por Francia en un coche nuevo que siempre había deseado tener: un BMW. Como todo lo muy deseado acabó mal. Nos pegamos un trastazo de siniestro total cerca de Tours. En el accidente se vieron implicados un montón de coches franceses y solo ver los resultados se evidenciaba sin lugar a dudas que la culpa había sido nuestra: invasión de la calzada contraria.
Conocida la fama de los franceses (en España) esperaba un linchamiento o, cuando menos, un torrente de insultos. Lo que pasó: preocupación por nuestra salud, oferta de hogares en los que descansar, gendarmes que pusieron por delante el que fuésemos atendidos en un centro médico (gratuitamente) a la realización del atestado y de nuestra declaración (simplemente nos citaron verbalmente para que, cuando estuviesemos repuestos, acudiesemos)
¿Antipáticos los franceses? ¿Bordes?. No por cierto los que conocí ni lo que he conocido en posteriores viajes.

M dijo...

¡¡Hola César!! Soy Mónica,tengo trece años y ya escribí alguna vez, pero no espero que me recuerdes...Te escribo para decirte que el otro día, una muy buena amiga de mi famila me dijo que su padre, Álvaro De La Iglesia, fundó y dirigió ''La Codorniz''. no sé si le conoceras, pero quería comentártelo, porque sé que trabajaste allí.
Un saludo, y espero que hayas pasado unas maravillosas vacaciones.
Mónica.
P.S.T.: me encantan tus libros y me fascina tu manera de escribir.

César dijo...

Miguelito: hombre, de aquí a enero no; pero septiembre yo diría que sí.

Hermes: no te quejes; Galicia es uno de los lugares más bonitos del mundo.

Alex: no, no me quedó tiempo para ver Aigues Mortes... snif.

Manuel: En efecto, en Francia se desprecia el "patois". Es curioso, porque hace cuatro o cinco siglos media Francia hablaba "oc" y la otra media "oil"

Juanmi: espero que os lo hayáis pasado bien por la Camarga. En cuanto a la catedral de Albi... pues sí, ahora que lo dices podría pertenecer a una edad media alternativa donde todos los monjes eran guerreros. ¿Te imaginas qué clase de sociedad hubiera conformado un cristianismo descaradamente bélico?

Mónica: Hola, guapísima, claro que me acuerdo de ti. ¿Que si conocí a Álvaro de Laiglesia? Por supuesto, hace un millón de años; fue mi primer jefe (yo tenía 17 años). Dirigió La Codorniz, es cierto, pero no la fundó él, sino Miguel Mihura. Saluda a su hija de mi parte.

Muchas gracias por tu opinión sobre mis libros; eres muy amable :)