lunes, marzo 12
Ssspaña y la cosa pública
La democracia no solo es un sistema político, sino también una forma de entender y practicar las relaciones sociales. En ninguno de los dos casos se trata de algo que pueda improvisarse, sino de un proceso que requiere tiempo y generaciones hasta que la esencia del pensamiento democrático cale en la médula de la colectividad. En España llevamos treinta y tantos años de democracia (y es el periodo más largo de nuestra historia), así que aún nos falta mucho para que el talante democrático se instale en nuestra idiosincrasia (si es que eso existe). Hemos sufrido una oprobiosa dictadura durante casi cuarenta años, y eso deja huellas, no en una, sino en varias generaciones.
No es de extrañar, por tanto, que en España la política se interprete como una prolongación de lo que realmente forma parte de nuestro acervo cultural: el fútbol. Tenemos nuestros colores, nuestras banderas, y somos fieles a ellas con absoluta independencia de si nuestros abanderados dan la talla o no (para evitar suspicacias, insisto en que hablo de las mayorías, no sobre el total del pueblo español). En fin, quizá esta actitud sea compartida por otros pueblos, pero me parece que en España reviste una especial radicalidad. Nuestro parlamento es un guiñol donde el debate se ha sustituido por la refriega, y el pensamiento racional por la frase hueca presuntamente ingeniosa. Se discute de todo, menos de lo importante, y entre tanto, los españoles (y aquí me incluyo de lleno) nos dejamos engañar por los capotes que los políticos de uno y otro signo (sin olvidarnos de los nacionalistas) agitan frente a nuestros ojos para impedir que prestemos atención a lo que realmente están haciendo, a lo que de verdad nos afecta.
De la derecha no voy a hablar por ahora. Soy de izquierdas, aunque supongo que decir eso ya no tiene mucho significado. Sería un coñazo exponer mi pensamiento político, así que lo resumiré aceptando que soy algo así como un socialdemócrata, con todo el descrédito que eso supone. En cualquier caso, está claro que la derecha no me gusta.
En España, durante la dictadura y hasta mediados de los 70, sólo había un partido de izquierda organizado (en la ilegalidad, claro): el PC. Yo nunca fui comunista, pero por aquella época todos los que eran de izquierda en España militaban o simpatizaban con los comunistas (y justo es reconocer que el PC hizo una gran labor en la clandestinidad). Hasta después de la muerte de Franco no empecé a ver por la universidad a los primeros socialistas. Eran pocos y sin pasado, pues se trataba de una nueva generación que había sustituido a los viejos dinosaurios de la República.
En apariencia, la Transición no la hicimos mal del todo (sólo en apariencia). Sorprendentemente, en aquel momento tuvimos políticos de cierta talla: Suárez, Felipe González, Fraga, Fernández Miranda, Carrillo, Calvo Sotelo... Suárez cumplió impecablemente su difícil labor de conseguir que un régimen se suicidase, pero no fue capaz de consolidar un partido. El desastre de la UCD, y el sucesivo fracaso de los grupos de extrema derecha, hizo que todas las fuerzas conservadoras se concentraran en un solo partido. Por otra parte, el batacazo de la UCD y el tejerazo le concedieron el poder a González y a un socialismo de nuevo cuño, sin ninguna tradición reciente. En realidad, un socialismo potenciado por el propio Suárez, para esquinar al PC.
González era un político brillante y también un gran mentiroso, un manipulador nato. Durante sus dos primeras legislaturas contribuyó decisivamente a modernizar el país. Luego, las cosas empezaron a torcerse seriamente. ¿De verdad era socialista aquel partido tan excesivamente pragmático y tan podrido por dentro? Pero la gente siguió votándole durante otras dos legislaturas (por si alguien pregunta: yo no).
España cambió mucho durante los 80. Los fondos provenientes de la UE permitieron mejorar las infraestructuras, la clase media creció y una cierta prosperidad comenzó a extenderse por la población. Conviene recordar que en esa década hubo una primera burbuja inmobiliaria, que no se hinchó demasiado porque el crédito era muy caro, y que acabó en la mini-crisis de principios de los 90. Durante este periodo se inició un inesperado proceso de desideologización. La derecha, a causa del fallido golpe de estado, estaba demasiado acomplejada para airear alegremente su ideología, mientras que los socialistas, firmemente instalados en el poder, consideraban que era más cómodo gobernar sin demasiada ideología. Recordemos que en aquellos tiempos el paradigma de triunfador social era el yuppy, Mario Conde y sus clones.
Lo cierto es que todos nos relajamos; los progresistas en particular, olvidando de dónde veníamos y qué se suponía que defendíamos. De un modo u otro, creímos que, conseguida la democracia, el trabajo estaba hecho, así que nos sentimos muy satisfechos de nosotros mismos y nos echamos a dormir. O a hacer pasta, colaborando alegremente con las estructuras capitalistas (por ejemplo, en mi caso, dedicándome a la publicidad). ¿Para qué luchar por un mundo mejor si el mundo que teníamos ya era el mejor de los mundos?
Tras un largo y penoso rosario de escándalos por corrupciones varias, el PSOE perdió las elecciones y ganó el PP de José María Aznar. Aclararé algo: Aznar representa todo lo que detesto, lo considero uno de los personajes más viles y desagradables que ha producido nuestro país (y mira que tenemos experiencia en personajes viles y desagradables). Así que no hablaré mucho de él. Pero hay una decisión de ese gobierno que debemos tener en cuenta: declarar suelo urbanizable todo suelo no protegido. Eso, unido a créditos baratos, a desgravaciones fiscales por compra de inmuebles, al dinero negro que había que lavar tras la llegada del euro y a la necesidad de financiación por parte de los ayuntamientos, todo ello disparó la burbuja inmobiliaria.
Y el gobierno, lejos de frenarla, la potenció. España estaba saliendo de una crisis con una elevada tasa de desempleo, y la hiperactividad constructora generaba puestos de trabajo y un simulacro de prosperidad. Además, las recalificaciones permitían financiar a los ayuntamientos (y de paso a los partidos), así que la burbuja mataba cuatro pájaros de un tiro. Aunque, hablando de pájaros, también aumentó la corrupción (privada y pública), al tiempo que las viviendas alcanzaban precios astronómicos (aunque eso ¿qué importaba con hipotecas de hasta 100 años?). En cualquier caso, la jugada le salió bien al gobierno y Aznar ganó las siguientes elecciones con mayoría absoluta. Luego pasó lo que pasó, pero eso es otra historia.
En 2004, el PSOE ganó las elecciones y Rodríguez Zapatero se convirtió en presidente de gobierno. La burbuja inmobiliaria seguía creciendo, pero el gobierno socialista no hizo nada por desactivarla. Al contrario, continuó la misma política económica que el PP, con un ligero incremento del gasto público. ¿Socialistas favoreciendo una economía neocon? Supongo que era algo así con la Tercera Vía de Blair a la española; es decir: una estafa. Por aquel entonces ya había muchas voces que alertaban sobre el desastre que ocurriría cuando la burbuja pinchase, pero el gobierno hizo caso omiso y, mientras los vientos de la economía fueran favorables, decidió seguir con más de lo mismo. Eso sí, Zapatero realizó una buena labor ampliando los derechos civiles; pero, al mismo tiempo, se prodigó en tonterías populistas, como los ministerios de Vivienda e Igualdad, el cheque-bebé o la Alianza de Civilizaciones. Al mismo tiempo, demostraba ser un gobierno timorato en sus relaciones con la Iglesia, o en el desarrollo de la ley de la memoria histórica y la ley Sinde. Pero, ¿y lo importante?
Estoy convencido de que el principal problema de este país es la educación. Ocupamos el puesto 34 en el ranking del informa PISA (estamos en la cola de Europa) y el endémico problema de nuestras empresas, la baja productividad, se debe casi exclusivamente a la deficiente de formación de los trabajadores. Nuestro sistema educativo es deplorable y de eso depende no ya nuestro presente, sino nuestro futuro como país. Cualquier gobierno, y más uno supuestamente progresista, debería asumir esa cuestión como el primero de los problemas a resolver. Pero, ¿qué hizo Zapatero durante sus dos legislaturas? Pues, como dice la cuña de radio, lo mismo que yo si me cruzara con una top model: ABSOLUTAMENTE NADA.
Luego estalló la burbuja inmobiliaria, sobrevino esta crisis de los cojones, y Zapatero hizo lo mejor que sabe hacer: meter la cabeza en un agujero y fingir que no pasa nada. Pero si pasaba, claro que sí, de modo que Zapatero se vio obligado a sacar la cabeza del hoyo y hacer, más o menos, lo que la conservadora Merkel le ordenaba. Finalmente, adelanto y batacazo electoral, y una rica mayoría absoluta para la derecha.
Y ahora...
Ahora haremos una pausa antes de proseguir con este cabreo en la siguiente entrada.
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14 comentarios:
Hola César.
Es verdad que en España hemos salido de una crisis para meternos en otra. Los políticos no han hecho mucho para ayudarnos y por su culpa estamos como estamos.
Ha habido diferentes épocas y diferentes políticos (algunos mejores que otros).
Pero ahora no nos sirve de nada quejarnos. Si nos hemos metido en esta crisis también podemos salr de ella. Peores momentos ha habido en la historia de la humanidad.
Dicen que la gente prefiere esconder la verdad antes que enfrentarse a ella. En la política pasa eso.
Esperemos que salgamos pronto de la crisis para el bien de todos.
Entiendo y comparto perfectamente el cabreo queque late en la escritura de estos dos últimos posts. Tu síntesis de la historia de España (desde la reconquista hasta el periodo más reciente de desde la transición) me parece adecuada para los fines de tu discurso y en el ámbito de un blog. Desde luego, estoy plenamente de acuerdo con que los españoles (generalizando claro) desprecian la cultura y que la educación es el grave problema de nuestro país.
Sobre esta coincidencia de fondo hay varios matices que, en otro foro, quizá fuera procedente plantear. Pero me resisto a callar algo que no me parece exacto. Los efectos de la reforma de la Ley del Suelo del gobierno de Aznar (quien me parece tan aborrecible como a ti) fueron prácticamente irrelevantes en la clasificación de nuevos suelos urbanizables y mucho menos en el desmesurado hinchamiento de la burbuja inmobiliaria española. Ese asunto, por su fácil simplificación periodística, se convirtió en un tópico que, lamentablemente, ocultó otras medidas aznariana que sí incidieron decisivamente en el agravamiento del problema inmobiliario. Si no anduviera tan liado (y no estuviera seguro de que el tema es un coñazo que bajaría el alto nivel de amenidad de tu blog) argumentaría mi afirmación. Un saludo
Dicen que la vida es lo que nos pasa mientras decidimos lo que va a ser nuestra vida.
Pues bien, mientras yo pensaba en como colgar un comentario al post de César va Miroslav y lo hace por mí. Totalmente de acuerdo con él, incuída la referencia a la reforma de la Ley del Suelo y a la escasa o nula incidencia que tuvo en el boom del ladrillo.
Antes que nada : pediros disculpas , César y compañeros , si en mis comentarios del post pasado me porté como un hooligan y molesté a alguien que tuviese que soportar el " fuego cruzado " , por llamarlo de algún modo .
A Miroslav y a B. B. decirles que pienso que no hablo sólo en mi nombre si digo que me gustaría escuchar esa explicación , siempre que os apetezca y os sea posible , claro.
Si esto fuese fútbol, Zapatero sería considerado un "bluf". Como presidente, hizo algunas cosas bien, pero no lo que se esperaba de él tras la época del amigo Aznar.
Ferrán: Supongo que sí, que a medio o largo plazo saldremos de ésta. Pero, ¿qué nos habremos dejado por el camino? Al menos, mucho tiempo perdido y muchos derechos anulados. Ya lo estamos viendo.
Arcadi: No creo que hayas hecho o dicho nada por lo que tengas que disculparte, amigo mío.
Miroslav & B.B.: He intentado conseguir en Internet más información sobre la Ley del Suelo del PP, pero no resulta un asunto sencillo (se leen opiniones para todos los gustos). Según deduzco, esa ley concedía más facilidades a las comunidades y los ayuntamientos para las recalificaciones y simplificaba el procedimiento administrativo. De ser así, digamos que actuó, si no como desencadenante, sí como lubricante de la burbuja inmobiliaria. En cualquier caso, me uno a Arcadi en el deseo de una explicación, si es posible.
Procuraré explicarlo lo más sencillo posible (y me temo que me saldrá largo), aún a riesgo de no ser del todo preciso.
El sistema legal del urbanismo español está basado desde la primera Ley del Suelo del 56 en una división del suelo en tres clases: el urbano (la ciudad), el rústico o no urbanizable (el campo) y el urbanizable (que es campo pero que, por razones teóricamente de interés público, debe urbanizarse para albergar las necesidades de crecimiento urbano). Esta división la hacen los planes generales, que son formulados por los Ayuntamientos y aprobados definitivamente por los gobiernos autónomos; el Estado central no tiene competencias en urbanismo. Hay que destacar que esta división (clasificación, que no calificación como se dice en los periódicos) define también el contenido del derecho de propiedad. Muy en síntesis, el propietario de un suelo urbano tiene el derecho a construir (según las normas del Plan) en su parcela y a "patrimonializar" la edificación; el propietario de suelo rústico no tiene ningún derecho de naturaleza urbanística, sólo a dedicar su terreno a aprovechamientos agrarios o similares (y eso si no está protegido por motivos ambientales); finalmente, el propietario de suelo urbanizable tiene derecho a llegar a tener el derecho del suelo urbano, pero a cambio del cumplimiento de unos deberes bastante puñeteros (actuar mancomunadamente con los propietarios vecinos con los que forma un "sector", urbanizar a su costa y ceder al ayuntamiento los viales, parques, parcelas para dotaciones públicas y un 10% de parcelas edificables para hacer vivienda pública). Obviamente, todo se basa en que el precio de venta que alcanzarán las parcelas una vez urbanizado el sector (solares) será mayor que los costes que han de sufragar los promotores (de urbanización, gestión y compra de los terrenos rústicos). Esto era así. Es más, las grandes diferencias entre el precio de los solares y los costes, generaba unas enormes plusvalías (incrementos de valor de los terrenos) que están en la base de muchas de las grandes fortunas de este país. Y no precisamente promotores (que, al fin y al cabo, se arriesgan invirtiendo), sino los propietarios del suelo inicial que, sin gastar un duro y por obra y gracia de una rayita en el Plan General, sabían que su terreno podían venderlo mucho más caro.
El modelo, obra de uno de los tíos más lúcidos de la posguerra (al que arrinconaron los falangistas más miopes), no es en sí mismo malo, pero sí muy proclive a la corrupción si no funcionan los mecanismos sobradamente previstos pero casi nunca aplicados. La idea es ingeniosa: que parte del aumento de valor de los terrenos privados financie los fuertes costes de urbanización y permita conseguir los terrenos para dotaciones públicas y vivienda social. En lo que sí se podía notar el sesgo ideológico de cada ayuntamiento era en "quantum" de esa parte, que la Ley no limitaba. Un ayuntamiento de izquierdas (por ejemplo cuando el PC ostentó muchas concejalías de urbanismo entre 1977 y 1982, sobre todo) procuraba que una parte muy alta de esa plusvalía se dedicara a la financiación de necesidades publicas, como incluso parques exteriores al sector. La tesis, que comparto, es que la plusvalía proviene directamente de una decisión pública (municipal) y que nada han hecho los propietarios de los terrenos para tener derecho a ese incremento de valor; por tanto había que dedicarla en su grandísima mayoría a financiar necesidades públicas. En ese planteamiento, el incremento del valor no era originario del derecho de propiedad, y sólo se añadía a éste mediante el cumplimiento de unos deberes (de magnitud variable entre municipios). En ese plano casi filosófico de discusión, los "urbanistas" del PP (y lo pongo entre comillas porque en esa orilla pocos ha habido que merezcan tal título), entendían que el derecho de propiedad era absoluto en su origen (vuelta al concepto romano) y que sólo por motivos justificados de interés público podía limitarse.
Esta tesis se consagró con la famosa Ley de Aznar 6/1998. Pero, para entonces, ya el Constitucional había fallado una histórica sentencia contra la anterior reforma (PSOE) en la que dejaba claro que el Estado sólo podía legislar en materia de urbanismo normas básicas para garantizar la homogeneidad del derecho de propiedad en toda España. Así que el PP tuvo que limitarse a decretar que el suelo urbanizable valía lo mismos que el urbano descontándole los costes de urbanización (o sea, que le reconocía al propietario las plusvalías creadas por el Plan), que para mí es una aberración conceptual (y gravísima para los intereses públicos, sobre todo cuando una Administración tiene que expropiar) pero, como explicaré, con muy pocos efectos en la práctica.
Antes aclaro que lo que dices en tu post de que la Ley declaraba suelo urbanizable todo el no protegido (ambientalmente), siempre que no nos pongamos tiquismiquis, es aceptablemente correcto. En coherencia con su glorificación de la propiedad privada, la Ley establecía que sólo podía ser suelo rústico (no urbanizable) aquél que cuente con valores objetivos que exijan su preservación del proceso urbanizador y, todo el que no cumpliera esas condiciones debía tener el estatuto jurídico-urbanístico de suelo urbanizable. Se cargaba brutalmente (en teoría) cuarenta años de tradición urbanística, durante los cuales se supone que los urbanistas delimitábamos los sectores de suelo urbanizable pegados a las ciudades existentes y los dimensionábamos de acuerdo a las previsiones de crecimiento demográfico. Por supuesto, era una barbaridad desde el más elemental sentido común, pero a los del PP lo único que parecía importarles era defender a los grandes propietarios, bajo la excusa tonta (porque ya estaba demostrada hasta la saciedad, tanto teóricamente como por los hechos, que era falsa) de que al meter más suelo en el mercado bajarían los precios. Ahora bien, el que el Estado promulgara una Ley básica con esa pretensión, no significaba ni mucho menos que todos los suelos de España "no protegidos" adquirieran al día siguiente de su publicación en el BOE la clasificación de suelo urbanizable. Era necesario que se revisaran los planes generales de cada municipio para clasificar efectivamente terrenos concretos, hasta entonces rústicos, como urbanizables.
Pues bien, no sé cuantos municipios "aprovecharían" esa Ley (que duró hasta 2007, apenas ocho años) para revisar sus planes y clasificar suelo urbanizable a mansalva, pero dudo que un número significativo. En Canarias, donde vivo, ninguno. Y por varios motivos que, estoy convencido, son generalizables al conjunto del Estado. Primero porque revisar un Plan General es tarea ardua, de altos costes políticos, y que lleva una media de dos legislaturas (más o menos lo que pervivió la Ley de Aznar). Segundo porque a ningún alcalde con dos dedos de frente le interesa meterse en el tremendo lío que supone clasificar masivamente su término municipal como urbanizable, sino usar selectivamente esa potestad (con fines loables o perversos). Tercero porque, con diversas añagazas, los departamentos de urbanismo de las Comunidades Autónomas frenaron las veleidades de cualquier concejal disparatado; no hay que olvidar que para que la Ley estatal fuera efectiva tenían primero que adaptarse a la misma las autonómicas porque, mientras tanto (y ese mientras tanto se hizo eterno) operaban sobre los planes los preceptos de las vigentes. Cuarto, porque para entonces, con la especulación inmobiliaria ya desatada, había más que suficiente suelo urbanizable clasificado en todos los municipios (salvo en los que no había ninguna demanda) y la Ley no venía a aportar nada (el problema era cómo controlar unos planes ya desaforados previamente). Quinto, porque el Estado, por más que "declarase" que todo el suelo había de ser urbanizable no tenía (ni tiene) mecanismos para imponer esa voluntad legislativa (de hecho, ni se entera bien del estado y las determinaciones de los planeamientos de los 8.000 municipios). Sexto ....
En resumen, que la Ley de Aznar no tuvo casi ningún efecto en la burbuja inmobiliaria porque no se aplicó (o lo hizo mínimamente). Pero es que, aunque se hubiera aplicado masivamente (o en los municipios en que se llegara a aprobar un Plan General clasificando la gran parte de los mismos como suelo urbanizable, que a lo mejor alguno hay, aunque yo lo desconozco), tampoco habría tenido ningún efecto. El porqué tiene que ver con la lógica de formación de los precios del suelo y explicarlo, de nuevo, sería demasiado largo. Además, ya siento vergüenza anticipada por colgar este tostonazo; os pido disculpas. En mi descargo, que Arcadi y César lo han pedido. Espero que os haya aclarado algo.
Miroslav: Muchas gracias por el esfuerzo; ha sido muy clarificador.
Gracias , Miroslav .
Me parece este un ejemplo claro del largo trecho que separa a la realidad o los " hechos " , de aquello que publican o emiten y nos venden los medios de formación como " información " veraz .
Otra vez la educación . Un ciudadano es un individuo , en teoría , con criterio propio y capacidad crítica . Es decir , difícil de manipular , engañar y conformar . Si se entiende la gestión pública como la administración de lo público en función de los intereses de una minoría , gente así : la menos posible. ¿ Educar ? Para qué . Acaudillar es el verbo .
"No es de extrañar, por tanto, que en España la política se interprete como una prolongación de lo que realmente forma parte de nuestro acervo cultural: el fútbol."
Esa debe ser la frase por la que un colega me ha recomendado esta entrada tuya después de leer esta mía...
http://luistarrafeta.wordpress.com/2012/03/15/politica-y-resultados-de-futbol-una-explicacion-innecesaria/
Un saludo! ;)
Hilando con la anterior entrada, a mí lo que de verdad me da vergüenza es la actitud respecto al estudio en las escuelas, institutos, etc.
Hasta que no llegué a la Universidad el ambiente en las clases era de hacer lo menos posible porque estudiar significaba ser un pariah socialmente.
Y comentarios como "bien por él que sabe aprovecharse del sistema" los tuve que oir demasiadas veces.
Personalmente creo que ahí está la clave de nuestra clase política y nuestro presente.
Naeros: Es que los españoles somos unos listillos. Como le oí decir a un joven en una entrevista callejera, en los tiempos de la burbuja: "Estudiar es de pringados".
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