lunes, septiembre 3

Felicidad

¿Habéis pensado alguna vez que el tiempo tiene tres estados, como la materia? Supongo que no, porque es una idea bastante rara, pero, al menos como metáfora, resulta sugerente. Veamos: el pasado es sólido, inmutable, está congelado. El futuro, por el contrario, es gaseoso, carece de forma y sólo se define cuando, tras pasar por el presente, se convierte en pasado. En cuanto al presente, es líquido, fluye constantemente y, al igual que un arroyo, no podemos detenerlo, pues el agua (los segundos, los minutos, las horas) se escapa por entre nuestros dedos. Objetaréis, supongo, que un líquido tampoco tiene forma, mientras que el presente sí la tiene. Pero, ¿estamos seguros de eso? De hecho, ¿podemos percibir el presente? Imaginemos un suceso, el que sea; por ejemplo: suena el teléfono. En ese momento suceden dos cosas: en primer lugar que nuestro sistema sensorial transmite al cerebro la información de que el teléfono está sonando, lo cual requiere tiempo. Unos milisegundos, sí, muy poco, pero tiempo al fin y al cabo. En segundo lugar, nuestro cerebro procesa la información, lo cual de nuevo es muy rápido, pero no instantáneo: consume tiempo. Por tanto, cuando escuchamos el timbrazo no estamos percibiendo el presente, sino un pasado muy cercano. El presente es inaprensible por naturaleza, porque carece de dimensiones; es un punto que se desplaza constantemente a la velocidad de un segundo por segundo, una especie de onda que solamente existe porque fluye como un líquido.

¿Y qué tiene esto que ver con la felicidad que aparece en el título?, os preguntaréis, confusos, si es que os preguntáis algo cuando leéis las chorradas que escribo. Pues poca cosa, salvo que creo que la felicidad no es ni puede ser un estado permanente, sino puntual, una emoción relacionada con el presente y, por tanto, líquida, burbujeante e inaprensible.

Según el diccionario de la RAE, felicidad es: 1. Estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien. // 2. Satisfacción, gusto, contento. // 3. Suerte feliz. La verdad es que no me convencen mucho estas definiciones; se aproximan, pero no dan en el centro de la diana, quizá porque no hay ningún centro de la diana. Con frecuencia se confunde la felicidad con el confort, o con el bienestar, o con el placer, o con estar satisfecho o contento, pero nada de eso es verdadera felicidad. La felicidad es un estado integral, una sensación tan intensa de plenitud que aparta al resto del universo de nuestro objetivo y nos hace fijar la atención en un sólo punto (un punto, ¿veis?), centrando la realidad única y exclusivamente en la fuente de nuestra felicidad. Pero la felicidad es una sensación muy intensa, tanto como el dolor; por eso la felicidad puede hacernos llorar, por eso la felicidad nos agota emocional y físicamente. Y por eso, amen de otros motivos, la felicidad no puede ser un estado permanente, sino un arrebato puntual.

Creo que el periodo más largo de felicidad que puede experimentar el ser humano es el enamoramiento. Según los psicólogos, este periodo dura entre seis meses y un año, lo cual sin duda es un récord absoluto en el campo de la felicidad humana. Y vaya si somos felices cuando descubrimos que la persona que amamos nos ama también a nosotros. Nos sentimos flotar, todo es bonito, no paramos de pensar en la persona amada, rompemos a follar como descosidos, el mundo adquiere un nuevo nombre, de mujer o de hombre (o de oveja, si eres un poco vicioso). La cuestión es: ¿por qué somos tan felices cuando nos enamoramos? Según la neurología y la endocrinología, durante el enamoramiento se liberan en nuestro organismo una serie de sustancias entre las que se encuentran de forma preferente la serotonina y la melatonina, cuyos efectos son antidepresivos y provocan nerviosismo, exaltación y alegría, al tiempo que estimulan la actividad sexual, cardiovascular y digestiva. Para completar el cóctel, las glándulas suprarrenales se ponen a fabricar como locas adrenalina.

En una hipotética carrera para elegir al humano más feliz del mundo, los enamorados quedarían inmediatamente descalificados por dopaje, de no ser porque tengo la impresión de que toda forma de felicidad está relacionada con la producción de endorfinas. Somos química, amigos; aunque, eso sí, una química cojonuda. Por cierto, ¿sabéis por qué todo enamoramiento tiene fecha de extinción? Porque nuestro organismo, como ocurre con el organismo de cualquier yonqui, va haciéndose resistente a las drogas que él mismo produce hasta que sus efectos desaparecen.

En cualquier caso, un año de felicidad parece una cantidad de tiempo que excede con mucho lo momentáneo. Eso es cierto, pero no del todo. Si recordáis los efectos de las endorfinas que he citado, uno de ellos es la estimulación de la actividad sexual. De hecho, todo se centra en eso: el enamoramiento nos conmina –más de lo que ya nos conminamos nosotros mismos- a follar. Es, de hecho, un darwiniano mecanismo orientado hacia la reproducción de la especie. Por tanto, la felicidad erótica tiene algo de mecanicista, una especie de determinismo que le resta “pureza”... Pero es felicidad de cualquier forma, objetaréis con razón. Lo que pasa –y aquí está mi segunda objeción-, es que durante el enamoramiento no todo es felicidad, no nos pasamos el día dando botes, no es un estado constante, sino sinusoidal. Crestas y valles, ya sabéis. De hecho, hay momentos de suma infelicidad durante el enamoramiento, como por ejemplo cuando nos separamos, aunque sólo sea temporalmente, de la persona amada. Y, es curioso, en esos momento resulta muy recomendable comer chocolate, porque el chocolate es rico en feniletilamina, una sustancia que, como la metadona, ayuda a paliar el mono de endorfinas.

En fin, resulta del todo encomiable que la naturaleza ponga tanto empeño en que follemos, pero hay que reconocer que su insistencia acaba resultando un tanto monotemática (y, en mi caso al menos, escasamente eficaz). Hablemos pues de la felicidad no erótica. A mi modo de ver, reviste dos formas: la “expansiva” y la “estática”. Voy a poner un par de ejemplos de mi propia cosecha para explicarme.

Cuando tenía quince años envié un relato corto a una revista. Una mañana de verano, cuatro o cinco meses después, cuando ya estaba convencido de que habían rechazado el cuento, fui al kiosco, hojeé la revista... y ahí estaba mi relato, el primero que me publicaban. Volví a casa dando (literalmente) saltos, tan feliz que me sentía a punto de echar a volar. Eso es felicidad expansiva, una emoción que brota de repente, como un géiser, tan intensa que tienes que sacarla fuera de ti para que no te abrase. Lo que pasa es que esta forma de felicidad está muy relacionada con la novedad y acaba agotándose en sí misma. El siguiente relato que me publicaron me hizo feliz, pero ya no di botes, y mi última novela editada... bueno, supongo que algo feliz me habrá hecho, pero una mierdecita en comparación con aquel primer relato.

Otro ejemplo. Cuanto tenía quince o dieciséis años, mi cama estaba situada frente a una ventana doble. Una noche de primavera me dormí habiendo olvidado echar las cortinas. Entonces, a eso de las cuatro de la madrugada, algo me despertó de repente; era una luz. Abrí los ojos y ahí estaba: una luna llena enorme brillaba en medio de la ventana, inundando mi dormitorio de una claridad intensamente lechosa. Me levanté de la cama y abrí la ventana; hacía fresco, pero era agradable. Olía a primavera. Por aquel entonces, mis padres no me dejaban fumar, pero, qué demonios, mis padres estaban dormidos, así que encendí un cigarrillo y fumé lentamente mientras contemplaba la luna. Y el tiempo que duró aquel pitillo fue uno de los más felices de mi existencia. Sin ningún motivo, no sé por qué sucedió, pero me sentía en sintonía con todo lo que me rodeaba, sentía que todo era correcto y que yo formaba parte de ese todo. No era una felicidad exultante, sino tranquila y mansa, la clase de felicidad que llamo “estática” o, quizá mejor, “contemplativa”. Acabé el pitillo, cerré la ventana, me acosté y, mientras volvía a dormirme, la sensación fue desvaneciéndose poco a poco. Posteriormente he vivido experiencias similares, estados de plenitud que se desencadenan por un paisaje, una persona, una luz, un olor, un sonido o, en ocasiones, incluso un libro. Supongo que todos hemos experimentado algo semejante.

En cualquier caso, sea cual sea la forma que adopte la felicidad, siempre es un estado pasajero y generalmente fugaz. No podemos prolongarlo, pues pertenece al líquido reino del presente, ni repetirlo, ya que su advenimiento no depende de nuestra voluntad, pero sí podemos almacenarlo en nuestra memoria como un tesoro. Supongo que a eso se refería Roy Batty en su famoso monólogo de Blade Runner: “He visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá del hombro de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad, cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia...”

Hace años, Rosa Montero escribió un artículo hablando sobre una luna que le hizo feliz a ella en su juventud, y aventuraba que todo el mundo tiene una luna atesorada en su memoria. En mi caso así es, ya os lo he contado: compartí un pitillo con la luna llena. Pero, ¿cuántas lunas se han desvanecido sin dejar rastro? ¿Cuántos momentos de felicidad se han perdido y se perderán en el tiempo, cómo lágrimas en la lluvia?

23 comentarios:

Anónimo dijo...

Curioso: es la segunda vez, en menos de cuatro días, que leo una cita extraída de Blade Runner: Ignacio del Valle, un joven escritor (El tiempo de los emperadores extraños) citó el mismo párrafo en una columna periodística. Eso sí, a continuación, enumeraba las cosas que él, ciudadano del siglo XXI, había vivido recientemente y eran menos "poéticas" que las del androide.
¡Ay, las lunas! Yo también recuerdo alguna luna especial, ligada a personas, a libros, a olores y sobre todo al mar.
La felicidad se compone, creo yo, de esa sucesión de momentos.
¿Será cierto que solo los tontos son eternamente felices? No sé qué pensar.

Anónimo dijo...

¡Yo también quiero de eso que fuma Cesar!

Yepetta dijo...

El amor será muy bonito -algún día podré contártelo- pero el no ser correspondido es lo peor...

En fin... Vaya diíta para hablar de esto U.U
jaja

^^

Mare, queá grande Rosa Montero, y qué entrada tan de puta madre -hablando en castellano-.

Anónimo dijo...

Estoy plenamente de acuerdo contigo. Es un asunto sobre el que no hemos filosofado nunca pero coincidimos al cien por cien. De hecho deberías leer un cuento que se llama "NVN" de un magnífico, simpático, atractivo, inteligente y simplemente genial escritor de cuentos. Recuerdame que te lo mande.

Kaplan dijo...

Pienso igual, César. Decía Henri Bergson: "El puro presente no es sino el fugitivo progreso del pasado royendo el futuro. A decir verdad, toda percepción ya es memoria."
Yo creo que la felicidad, al igual que el presente, no existe en sí misma, sólo su recuerdo o su anhelo.

Fernando Alcalá dijo...

Adoro cuando alguien pone en palabras pensamientos que no he sido capaz de poner yo.

Completamente de acuerdo en todo lo que dices acerca de la felicidad. A veces, cuando he estado muy feliz, ha sido cuando más miedo he tenido. Ahí, todo a la vez. La felicidad además es algo tan frágil que sabemos que cualquier brizna de aire puede rompérnosla. Gracias por compartir todo esto!!

http://community.livejournal.com/fertextos/

Anónimo dijo...

Pues si, totalmente de acuerdo. En el caso del enamoramiento, he conocido gente autenticamente enganchada. No es que ligaran (que también) más que el resto de los mortales, pero vivían ese período con inusitada energía y luego decaían y abandonaban a la pareja. También hay yonquis del amor. Supongo que eso es lo que intentan a través de la publicidad y tal, que sintamos esa felicidad artificial cuando adquirimos cosas (¿quién no ha tirado la casa por la ventana en algún mal momento y ha realizado compras para adquirir ese trozo de felicidad que nos venden?).
Pero eso si, en cualquier caso es inasible. Y eterea.
Por cierto Cesar, terminé ayer la caligrafía secreta - ya se que no te gusta hablar de tus libros en el blog, lo siento -. Me ha encantado. Bien urdida la trama y personajes. Y el tema con su punto fantástico. Más que recomendable. Muchas veces la literatura juvenil se confunde con cierta ñoñería o incluso baja calidad, pero así da gusto.
Me han hecho feliz esas 280 pgs.
Gracias.

Anónimo dijo...

Brillante, como han dicho por ahí, me encanta cuando alguien en palabras pensamientos que no sy capaz de plasmar.

Hace poco me comentaron que unos científicos habían afirmado que el amor estaba programado para durar cinco o siete años, lo justo para cuidar una prole. Todo se reduce a lo mismo: la supervivencia de la especie.

Y sí, una entrada de puta madre ;)

Anónimo dijo...

Aclaro que no estoy de acuerdo con esos científicos, que puede dar esa impresión ;)

(en verdad la ansia de todos los científics de encontrarle respuesta a todo me repatea)

Anónimo dijo...

Yo, cuanto más mayor me hago, más momentos de "felicidad contemplativa" tengo. (Normalmente en la naturaleza, oyendo a los árboles). Creo que he programado mi cerebro: Oír brisa en las hojas de los árboles = felicidad contemplativa. (No es coña, -aunque lo parezca-).

Hace un par de fines de semana leí en La Vanguardia que uno de los mayores dopajes para el cerebro (aparte del enamoramiento) es el trabajar para conseguir una meta que tengas una probabilidad del 50% de conseguir.

Si la meta está "tirada" y fácil de conseguir, no funciona. Si es casi imposible, tampoco...

Ergo: Pensad en qué os gustaría alcanzar, que sea posible (+/- en un 50%) y ¡a ponerse en ello!

NB: ¿No es "más allá del cinturón de Orión"? (no del hombro... ???).

Anónimo dijo...

Creo que la percepción de nosotros mismos es el único presente que nos es dado conocer. El "pienso, luego existo". Todo lo demás son fantasmagorías.
En cuanto a la felicidad... puede ser tantas cosas... Desde un enamoramiento hasta el gol de Zidane a la Juve. O, incluso, algo que pasó en un momento dado que solo mucho despues descubres que fué de felicidad absoluta.

Juan Arellano dijo...

Hola, te leo por Google reader y nunca comento, pero ya que me pasaron esto a su vez te lo paso a ti pues me agrada mucho este blog.

http://arellanos.blogspot.com/2007/09/thinking-blogger-award.html

Saludos.

Jorge dijo...

Según eso de proponerse una meta que tengas un 50% de probabilidad (o más bien de posibilidad) de conseguir, Zapatero y Rajoy deben de estar los dos la mar de felices. Lo bueno vendrá el día siguiente, y no sólo para ellos, sino para un 50% de la población...

César dijo...

Nora: La felicidad es una sucesión de momentos, en efecto. Cuanto más próximos estén esos momentos, más felices nos sentimos globalmente.

Con respecto a lo último que dices, pues sí, quizá haya una relación entre ciertas formas de estupidez y la felicidad. A fin de cuentas, la mayor parte de los estados de felicidad se acercan mucho al encefalograma plano.

Anónimo: Eres un cachondo :) Por desgracia, aquel pitillito sólo contenía tabaco.

Yepetta: El amor no correspondido es chungo. Si algún día te pasa, te recomiendo que te alejes lo más posible de la persona que amas y no te ama. Duele, pero lo contrario es más doloroso aún y dura más tiempo. Por cierto, ¿por qué era un mal día para hablar de felicidad?

Samael: tengo entendido que el autor de ese cuento es un merluzo, amén de pervertido sexual, carne de frenopático y casposo, pero en fin, mándamelo.

Kaplan: vaya, Bergson se me adelantó. Qué cabronazo... Eso último que dices puede muy bien ser cierto. Quizá no en todos los casos, pero sí en muchos. Probablemente en la mayoría.

Felocke: gracias a ti por visitar Babel :) ¿La felicidad frágil? ¡No hay nada más frágil en este universo!

Mazarbul: Yo también he conocido gente muy aficionada a enamorarse. Son adictos a las endorfinas, igual que hay adictos a la adrenalina. Las compras impulsivas son, en efecto, un intento (baldío) de luchar contra el estrés y la depresión.

Muchas gracias por tus comentarios sobre "La caligrafía secreta". Me alegro de que te haya gustado. Y no, no es que me moleste hablar de mis libros aquí... Lo que procuro es no hablar demasiado de mí. A eso se le llama luchar contra la vanidad.

Hermes: gracias por tus felicitaciones. En cuanto a esos científicos... no es lo mismo amor que enamoramiento. El enamoramiento dura poco, pero el amor... En fin, yo hace más de siete años que estoy perdidamente enamorado de Halle Berry. En serio: el amor se transforma, pero puede durar toda una vida, aunque reconozco que no es frecuente.

Anónima de las 9:59: Está bien eso de que el trabajo por alcanzar metas al 50 % genere tanta felicidad. ¿Qué porcentaje de posibilidades crees que tengo de ligarme a Halle Berry?

En cuanto al monólogo de Batty, literalmente dice en inglés: "I’ve seen things you people wouldn’t believe. Attack ships on fire off the shoulder of Orion. I watched C-beams glitter in the dark near the Tannhauser gate. All those moments will be lost in time, like tears in rain. Time to die".

Shoulder = hombro. Aunque puede que en la traducción española de la película dijeran "cinturón", no lo recuerdo.

BB: ni siquiera la percepción de nostros mismo es el presente, pues requiere de un proceso mental que consume tiempo. Sencillamente, el presente es imposible de percibir.

Con respecto a las grandes felicidades que sólo descubrimos al mirar hacia el pasado, tienes toda la razón. Somos tan estúpidos que a veces no no damos cuenta ni siquiera de que somos dichosos.

Juan Arellano: muy interesante tu blog. Lo recomiendo.

Anónimo dijo...

Es verdad lo de la Luna. Una noche de verano en la casita de campo de mi ex. Estaba anunciado un eclipse a las cuatro de la mañana, y me pude el despertador una hora antes para verlo (cuando una relación va mal de hace este tipo de cosas). Me levanté y caminé solo entre los arbolitos frutales. Todo estaba inundado de luz plateada, exactamente como en un cuento. Nunca he sentido como entonces la sensación de magia. Y sí, felicidad. Luego llegó el eclipse, que fue parcial y no fue tan emocionante.

Anónimo dijo...

Yo creo que los momentos de felicidad no se viven de manera consciente. Solo se recuerdan. La felicidad es como la lluvia del poema de Borges, solo sucede en el pasado.

Anónimo dijo...

Yo no seré tan poética, pero que hay de la felicidad o el placer que te producen algunos manjares en un marco incomparable. Me refiero a esos instantes de felicidad que te proporcionan algunos momentos durante un viaje, no sé las delicias turcas mientras paseaba por el Bazar Egipcio, en aquel Estambul lleno de gente, olores, sabores, y aquel dulce en mi boca, compré varias cajas, pero no era lo mismo degustarlas en el sofá del comedor viendo una película. Entonces llega la decepción. El sabor del limoncello también cambió de tomarlo en el Trastevere a hacerlo en el balcón de mi casa. Supongo que también influye esa tendencia a mitificarlo todo que tenemos algunas, y lo de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Solo he tratado de dar otro punto de vista sobre la felicidad.

Pilar

Arcadio dijo...

Yo creo que precisamente es su condición efímera lo que hace que valoremos tanto la felicidad,o, y perdonad el retrúecano, que la felicidad nos haga tan felice. Como todo aquello que nos complace,al fin y al cabo, como la gastronomía, como nuestra receta predilecta que dejaría de serlo si la degustásemos a diario . Si cada día nos despertáramos con la sensación definitiva de ser por completo felices, la propia felicidad, paradójicamente, sería la causa de volver a ser desdichados. Morir de felcidad, abocados al tedio a causa de la felicidad absoluta. No sé si me explico.
Un abrazo

sfer dijo...

Pues yo voy a discrepar, ea, que ya hay bastantes "totalmente de acuerdo" en esta entrada.

"¿Cuántos momentos de felicidad se han perdido y se perderán en el tiempo, cómo lágrimas en la lluvia?", pregunta César.

"Mientras los recuerdes y los compartas y los atesores en tu corazón - buf, qué cursi - no se habrán perdido", responde sfer.

Y para los que quieran más sobre la química de la felicidad, a por Eduardo Punset... que me parecía estar oyéndole a él al leer a César.

César dijo...

Roy: la Luna es mágica, amigo mío, no cabe duda.

Nile: pues sí, es muy posible que el ámbito de la felicidad sea el pasado. Salvo, quizá, en el caso de la felicidad expansiva, que parece muy relacionada con lo inmediato y se desgasta con el tiempo.

Pilar: tienes toda la razón; no hemos hablado de la felicidad que brota de las pequeñas cosas, cuando quizá sea la forma de dicha más accesible.

Arcadio: excelente apunte. Somos felices porque podemos ser infelices (y viceversa). Una felicidad eterna desembocaría en un tedio eterno.

Sfer: es muy cierto lo que dices, y además ya hemos convenido que la felicidad es, sobre todo, un asunto del pasado; es decir, de la memoria. Lo que pasa es que no incluí la última frase del monólogo de Batty. Dice así: "Es tiempo de morir". Ahí, con la muerte, es cuando todos esos momentos se perderán en el tiempo.

miwok dijo...

Uff, me quedo sin ordenador una semana y haces 3 pedazo de entradas para comentar...

La felicidad es el sentimiento que te invade cuando te parece que la realidad concuerda con tus sueños, pero luego nunca es verdad...

Anónimo dijo...

Hola me llamo Isabel

Yo mas bien diria que el pasado es liquido y el presente es solido, por lo menos para mi, ya que casi no tengo recuerdos de mi pasado y en cuanto a lo del presente pienso que es solido porque es lo unico que realmente existe ya que el pasado ya paso y el futuro aun no ha llegado

En cuanto a lo que hablas sobre el amor, tienes toda la razon, no dura una mierda, son todo hormonas, yo no creo en ningun amor, en ninguno, es una lastima pero es lo que hay.

Unknown dijo...

Interesante artículo, creo que es correcto comentar que recientes estudios en neurología afirman que aplicando en nuestra vida diaría e inculcando el valor de "fraternidad" aumentamos nuestra felicidad, es un valor que no se tiene demasiado en cuenta frente a otros a la hora de educar o de vivir en nuestro tan individual día a día.