jueves, noviembre 29

Bajo sospecha

Cuando a comienzos de los 90 volví a escribir, no me planteaba vivir de la literatura; prueba de ellos es que mis primeros trabajos se adentraban en el fantástico, un género al que uno, en España, sólo se dedica por amor o por confusión, pero jamás por rentabilidad. Más adelante, vi anunciado el Premio Edebé de literatura juvenil y me presenté. Y gané con El último trabajo del Sr. Luna, un título que se convirtió en un pequeño best seller. Publiqué otra juvenil que se vendió muy bien, gané otras dos veces el Edebé, luego gané el Premio Gran Angular y...

Y entonces me di cuenta de algo: podía vivir de la literatura juvenil. Las novelas forman parte de colecciones y, por tanto, se mantienen en catálogo –y en el punto de venta- durante mucho tiempo. Si los títulos funcionan, los derechos de autor se van acumulando anualmente, de forma que cada vez cobras más, y de forma constante, por este concepto. Por otro lado, cuanto más vendes más alto es tu caché y más puedes pedir como adelanto de derechos en la firma de nuevos contratos. Por último, la literatura juvenil es un sector en abierto crecimiento en el que las editoriales se están volcando cada vez más.

Por todo esto, he seguido escribiendo literatura juvenil durante una docena de años. ¿Por motivos económicos? Desde luego, pero no sólo por eso: me divierte la literatura juvenil, entre otras muchas cosas porque puedo escribir y publicar lo que me de la gana, algo que no puede decirse de otros sectores editoriales. Hay más razones, pero da igual, porque el tema de esta entrada es otro.

Al comenzar a adentrarme en el “género” juvenil, lo primero que hice fue intentar comprender en qué consistía dicho género, de modo que leí seis o siete novelas juveniles. No saqué nada en claro. Algunas eran condescendientes con sus lectores, otras eran blandas y bobas, otras ni fu ni fa, y al menos dos eran bastante buenas. Fuera como fuese, lo que no vi es nexo alguno entre ellas. Así que me puse a razonar y llegué a las siguientes conclusiones:

1. A partir de los, digamos, 14 años se puede leer prácticamente cualquier cosa.
2. Un adolescente no es un niño grande, sino una persona que aspira a ser considerada adulta.
3. Analizando el fondo editorial de la literatura juvenil, se comprueba que no existen constantes de ningún tipo en ese supuesto género.
4. Por tanto, el “género juvenil” es una ficción editorial.
5. En general, las novelas juveniles forman parte de otros géneros: thriller, fantasía, romántico, ciencia ficción, histórico, etc.
6. El único factor común de las novelas juveniles es que su público, en gran medida, está formado por lectores todavía inexpertos.
7. Así pues, las novelas juveniles deben ser lo más divertidas posible (teniendo en cuenta que “divertido” no es lo contrario de “serio”, sino de “aburrido”)
8. En cualquier caso, una novela juvenil, para ser considerada buena, debe ser en primer lugar una buena novela a secas y, por tanto, deberá poder gustarle a un adulto.

Todas mis novelas juveniles han sido escritas teniendo en cuenta estos puntos. Por lo general, elijo un protagonista, o pseudoprotagonista, adolescente, de entre dieciséis y dieciocho años, pero a partir de ahí escribo con total independencia de la edad de mis lectores. Da igual que tengan catorce o setenta años; intentaré respetar su inteligencia y me abstendré por completo de ser condescendiente. Es decir, dejando aparte la calidad de mis novelas (ese es otro tema), procuro escribir exactamente igual para jóvenes y para adultos. Y sinceramente, creo que lo consigo, pues es algo que mucha, mucha gente, incluyendo mis editores, me dice: mis novelas no son novelas orientadas hacia el público juvenil, sino novelas que también los jóvenes pueden leer.

De hecho, un buen día me propuse descubrir hasta dónde podía llegar con mis novelas juveniles. Hasta entonces, había escrito dos clases de títulos: novelas ligeras, de puro entretenimiento, como La Fraternidad de Eiwhaz, y otras un poco más ambiciosas, como La Catedral. Bueno, pues lo que decidí hacer es escribir alguna que otra novela más compleja, sobre todo desde el punto de vista ético, para ver qué pasaba. Mi primer intento fue La cruz de El Dorado, un relato protagonizado por un joven delincuente, un pícaro moderno casi totalmente inmoral. ¿Qué pasó? Nada; supongo que el tono humorístico del texto suavizaba su deshonestidad. La novela ganó el Premio Edebé y se vendió muy bien; de hecho, ha acabado por convertirse en una serie. Mi siguiente intento fue La Mansión Dax, una novela oscura y desesperanzada protagonizada por un ladrón joven, triste y absolutamente carente de sentido del humor. Este intento ya tuvo más éxito, pues la novela se convirtió en mi título menos vendido. Aún así, ha tendido tres o cuatro reediciones, de modo que di un paso adelante y escribí La compañía de las moscas, un texto muy duro –y muy tierno al mismo tiempo- que narra la génesis de una masacre tipo Columbine en un colegio de Madrid. Aunque creo que es uno de los mejores relatos que he escrito (quizá mi mejor novela), di de pleno en el clavo: a estas alturas no ha vendido ni dos mil ejemplares. Es lo que yo llamo un triunfal fracaso.

De modo que ya conocía los límites del “género” juvenil. Pero sabía algo más: esos límites no los marcaban los lectores adolescentes a quienes supuestamente iba dirigida la novela, sino sus padres y sus profesores. Eran estos los que se asustaban ante el texto, no los jóvenes; y se asustaban porque tenían prejuicios acerca de lo que podía o no podía leer un joven. Y es que un día, por pura casualidad, entré en un foro de Internet dedicado a la literatura juvenil donde un grupo bastante nutrido de adolescentes (la mayor parte chicas) debatía sobre La compañía de las moscas; todos consideraban que la novela era dura, muchos decían que en algunos momentos lo habían pasado mal leyéndola, pero a todos les había encantado la novela. De modo que yo tenía razón y al mismo tiempo no la tenía. El género juvenil, si es que eso existe, carece de límites en cuanto a los lectores, pero los prejuicios sociales sí que ponen límites y muchos.

Bueno, antes decía que prácticamente todo el mundo que conozco, tanto en el sector editorial como fuera de él, está de acuerdo en que mis novelas juveniles pueden ser perfectamente leídas por adultos. Todo el mundo salvo dos personas, ambos grandes amigos míos. Vamos a llamarles A y B. Mi amigo A siempre ha desdeñado amablemente mis novelas juveniles por considerarlas “infantiles”. Nunca me quedó muy claro a qué se refería, pues cuando le preguntaba al respecto, respondía con vaguedades o ponía ejemplos en los que él percibía infantilismo y yo no percibía nada. El caso es que escribí La Mansión Dax, la novela menos infantil que os podáis imaginar, y se la dediqué a mi amigo A, precisamente por eso, por ser un texto tan escasamente “juvenil”. Cuando le pregunté qué le había parecido, me respondió que, bueno, como todas, demasiado infantil para su gusto...

En fin, le mandé mentalmente a hacer gárgaras con tachuelas y decidí no volver a darle ninguna de mis novelas juveniles. Acepto las críticas, pero no los prejuicios. Desgraciadamente, hace poco cometí el error de darle mi última juvenil publicada, La caligrafía secreta...

La caligrafía secreta es un thriller con elementos fantásticos ambientado en el París inmediatamente anterior a la Revolución Francesa. Lázaro Aguirre, maestro calígrafo afincado en Madrid, recibe una carta de Michel Lafitte, un antiguo discípulo suyo, en la que le pide que viaje a París para ayudarle a copiar –y entender- el Códice Bensalem, un viejo manuscrito de naturaleza incierta. Lázaro Aguirre, acompañado por su cochero y guardaespaldas Tértulo Urriza, por su sobrina Mariana y por su discípulo Diego Atienza, viaja a París, donde descubre que Lafitte ha desaparecido y es buscado por la policía como responsable de varios asesinatos, y que el Códice Bensalem ha sido robado. El resto del relato narra las pesquisas de don Lázaro hasta descubrir el secreto de la trama.

La novela está narrada por Diego, que cuando sucede la acción tiene diecisiete años; pero la narra mucho tiempo después, cuando ya es un anciano. Por otro lado, Diego no es el protagonista de la historia, sino un testigo presencial, porque el verdadero protagonista es don Lázaro Aguirre, un adulto de cuarenta y tantos años. De hecho, don Lázaro es una suerte de Sherlock Holmes con una personalidad muy distinta, y Diego sería algo así como el Dr. Watson. O, por citar un ejemplo más acorde con las edades de los personajes, don Lázaro sería el equivalente del Guillermo de Baskerville de El nombre de la rosa, y Diego el equivalente de Adso. Lo importante, en cualquier caso, es que la novela está narrada por un adulto, el Diego anciano que aparece al principio y al final de la historia, y que el verdadero punto de vista del relato corresponde a don Lázaro, también un adulto. Teniendo en cuenta esto, no es de extrañar que varias personas me preguntaran por qué no había publicado La caligrafía secreta en una colección para adultos.

Bueno, pues cuando le pregunté a mi amigo A qué le había parecido la novela, ¿qué me contestó? Bingo; resumiendo, que era demasiado infantil para su gusto. Entonces se me llevaron los diablos. “¿Ah, sí”, mascullé; “¿y qué coño le ves tú de infantil?”. “Bueno”, respondió él, “está narrada por un adolescente...”. “Rechazo la mayor”, repliqué. “Está narrada por un anciano”. Al principio se resistió a reconocerlo, pero las pruebas eran contundentes; de hecho, el final de la historia –un buen final, si me permitís la falta de humildad- lo protagoniza precisamente un Diego anciano. “Insisto”, insistí: “¿qué le ves de infantil?”. Tras un titubeo, A respondió: “Pues, por ejemplo, la conversación entre don Lázaro y su sobrina Mariana que hay al principio de la novela”.

Pasmo total. Os juro que he leído y releído esa conversación y no encuentro en ella el menor ápice de infantilismo. De verdad, si sus supuestos lectores hubieran sido adultos, o centenarios, la hubiese escrito exactamente igual. Es más, invito a cualquiera a comprobarlo: es el texto que va desde la página 38 hasta la 42. Sinceramente, no encuentro nada de infantil en La caligrafía secreta; pero mi amigo A sí. Porque tiene muy presente que eso es una “novela juvenil” y está convencido de que va a encontrar infantilismo en ella. Por tanto, inevitablemente lo encuentra.

En cuanto a mi amigo B, es bastante más dúctil que A, pero a mi modo de ver también cae a veces en el prejuicio. Entre las múltiples labores de B se cuenta la de crítico literario, y ha criticado varias de mis novelas. Unas las ha puesto bien, otras las ha puesto menos bien, a veces estoy de acuerdo con él, a veces no, pero da igual, porque no pretendo criticar a la crítica. Sin embargo, en su última crítica –precisamente la crítica de La caligrafía secreta-, B ha dicho algo que considero incierto y motivado precisamente por el prejuicio. En dicha crítica –en general positiva-, B incluía en el “debe” de la novela un didactismo “muy característico del subgénero”.

¡Horror! Yo odio con todas mis fuerzas el didactismo, me provoca auténticos ataques de caspa; ¿cómo podía un texto mío caer en el profundo error del didactismo? Eso no me lo había dicho nunca nadie... Repasé la novela de cabo a rabo y llegué a las siguientes conclusiones: don Lázaro, como buen alter ego de Sherlock Holmes, va un paso por delante de Diego y del resto de los personajes, de modo que en repetidas ocasiones debe explicar a los demás qué está pasando. Pero tal cosa no es didactismo, sino una característica del género policial. Aparte de eso, sólo he encontrado dos momentos susceptibles de ser considerados didácticos. En el primero, don Lázaro –maestro calígrafo- instruye a Diego –su discípulo- sobre el arte de la caligrafía. Pero de nuevo eso no es didactismo, sino parte de la caracterización de los personajes. Porque supongo que nadie pensará que pretendo ser didáctico con los lectores ¡sobre caligrafía!

El otro momento sospechoso sobreviene cuando Diego le pregunta a don Lázaro qué está pasando en Francia (son vísperas de la Revolución Francesa, no lo olvidemos), y don Lázaro se lo explica. Esto se ve complementado por un paseo que Diego y Mariana dan por París, visitando los barrios altos y bajos, y por la posterior charla con el párroco de Sainte-Marie, una iglesia cercana a La Bastilla. ¿Es esto didactismo? No y mil veces no. Veréis, si planteo un escenario histórico, no puedo dar por hecho que todos los lectores conocen los pormenores de ese escenario; lo que debo hacer es explicarlo. Y eso lo haría tanto con lectores adolescentes como con lectores adultos. Lo que pasa es que mi amigo B jamás hubiese mencionado el didactismo si la novela estuviese publicada en una colección para adultos, pero como se trata de una editorial juvenil y B parte de la premisa de que el "género" juvenil es didáctico por naturaleza, B espera encontrar didactismo en La caligrafía secreta y, por tanto, la encuentra. Y resulta curioso este prejuicio, porque B es muy aficionado a un género que siempre ha sido víctima de los prejuicios.

En fin, parece ser que suelo escribir sobre un supuesto género que está permanentemente bajo sospecha. Pero tampoco creáis que me importa mucho, porque pensándolo bien, todo lo que he escrito, dirigido al público que sea, pertenece a géneros que están bajo sospecha. Así de burro soy.

31 comentarios:

Jorge dijo...

Los dichosos prejuicios... Ya se sabe que no es que la gente tenga ideas, sino que las ideas tienen a la gente. Yo aprendí esperanto con 14 años y ya tengo 41. En todo este tiempo no he dejado de encontrarme con gente que dice que si no tiene literatura, que si no hay tacos, que si esto o que si lo otro... sin haberse molestado en estudiar la cuestión ni siquiera un instante. Azeno bugru ilin (= que les dé por culo un burro). Y lo mismo pasa con la ciencia ficción (en libro o en película) y con tantísimas cosas. Ah, si los burros volaran...

Irisibula dijo...

La literatura infantil y juvenil en nuestro país está bajo el yugo de los prejuicios, bajo la sospecha de la mala calidad. De que literatura y juvenil son conceptos antónimos. Como bibliotecaria escolar me da pena, mucha pena, ver a padres que desdeñan novelas editadas en colecciones juveniles por ese simple hecho.

Anónimo dijo...

César amigo mio, no son todo prejuicios, que también reconozco que puede habérlos,tanto en literatura como en cine como en otras manifestaciones artísticas que llaman mi atención y excitan mi interés.En el caso de la caligrafia secreta, que me gustó mucho, y te dije que me gustó mucho, incluso te engrasé el ego a base de bien diciendo que la descripción que haces de la sílaba om es sencillamente brillante, lo que te comenté no era tanto sobre el personaje de la sobrina, como de su relación con su tío. Era, te dije, una relación... muy joven. Nunca dije infantil. Y me refería a que cuando la sobrina, una chica muy joven, regaña a su tio, un señor mayor, sólo se puede entender si eres de la parte del joven.
Por lo demás, insisto en que la Caligrafía Secreta, me parece una novela excelente, tanto si la queremos encasillar en juvenil, como si no la encasillamos en nada.
Los prejuicios también pueden ser positivos, y cuando caiga en mis manos cierta novela policiaca escrita por cierto autor hasta ahora vividor de sus éxitos en lo juvenil, la devoraré con entusiasmo a sabiendas, antes de empezar el primer capítulo, de que me voy a divertir de lo lindo con su lectura.

Anónimo dijo...

La paradoja de Epiménides, conocida como la paradoja del mentiroso (Epiménides, si recordais, era ese filósofo cretense que afirmó que todos los cretenses eran unos mentirosos), se ha estudiado en lógica moderna con el siguiente postulado “¿un conjunto puede contener como a uno de sus elementos a si mismo?” en otras palabras, si un conjunto tiene muchos elementos, no sólo uno, y entre ellos se encuentra él mismo, el lío al que nos lleva es fenomenal. Esto viene, porque a lo mejor el hecho de despreciar a los prejuicios es ya en si mismo un enorme prejuicio. No vende bien confesar que se tienen prejuicios, en cambio se queda fenomenal rechazándolos y declarándose completamente ajeno a ellos. ¿Prejuicios? Qué horror, yo desde luego no. Eso es de gente ignorante y sin ninguna inteligencia.
Puede ser, pero la cantidad de veces que los prejuicios nos salvan de grandes catástrofes es algo que sólo podemos apreciar los que no tenemos prejuicios con tener prejuicios.
Yo debo a mis prejuicios no haber visto en el cine El Capitán Ala Triste. Y sólo cito un ejemplo.

Anónimo dijo...

"B" es Julián?
Bueno, lo mismo pasa con la ciencia ficción. Para algunos es literatura de navecitas y batallas espaciales, y no se bajan del burro. Y si le señalas novelas como "Soy leyenda" o "Crónicas marcianas" te dicen: es que eso no es ciencia fición. No se puede luchar contra los prejuicios. Recuerdo que una vez emitieron un concurso de televisión que me pareció alucinante. Aparecía una palabra y tres posibles definiciones de ella, y lo que había que adivinar no era qué definición era más correcta, sino la que había elegido la mayor parte del público.

César dijo...

Jorge: el otro día estaba pensando que, si uno de los principales problemas para la unión política europea es la multiplicidad de idiomas, eso tendría una fácil solución a medio plazo: que todos los niños europeos estudiaran un segundo idioma común. Pero, ¿qué idioma? Que fuese el inglés, como actual lengua franca que es, sería favorecer a ciertos países (los anglófonos) frente a otros. Entonces, ¿por qué no una lengua articial -y por tanto neutra- como el esperanto?

No sé nada de esperanto e ignoro si tiene o no algun problema, pero así, visto desde fuera, me parece una idea cojonuda.

Littlegrasshopper: Así es, amiga mía; y esos prejuicios, en sus diferentes modalidades, se extienden por toda la literatura como una mancha de chapapote. Por cierto, me he dado una vuelta por tu blog y, joder, qué hambre me ha entrado. Tu blog hay que visitarlo después de comer, no antes.

A: No voy, amigo mío, a discutir en este blog lo que tantas veces hemos hablado en vano. Te diré, simplemente, que tu aclaración no es más que una muestra de... cierto prejuicio, sí. ¿La relación entre Mariana y su tío es muy "joven"? Vamos a verlo.

Mariana tiene 19 años. En el siglo XVIII, una tía de 19 tacos no era una chica ni una adolescente, sino una mujer joven y, en su caso, casi una solterona.

Pero fijémonos en el personaje en cuestión. Mariana es una mujer con mucho, mucho, mucho carácter, lo cual queda bastante claro a lo largo del texto. No sólo se enfrenta, si es necesario, a su tío, sino también a la malabestia de Tértulo y a cualquiera que se le ponga por delante. Por tanto, cuando discute con su tío (no le regaña, discuten) impone su punto de vista a base de puro carácter, dejándole claro que irá a París se ponga como se ponga; sola o con él, pero irá. Por otro lado, no olvides que don Lázaro tiene mala conciencia por todo lo que le oculta a su sobrina.

De modo que no es que adopte "la parte del joven", sino que son los personajes quienes, definidas sus personalidades, interactuan entre sí. Mariana se impone porque es una mujer inteligente y porque tiene un par de güevos que pa sí los quisiera el jamelgo de Esparteros. Además, en última instancia quien demuestra tener razón es don Lázaro, no ella.

Samael: aunque te considero, viejo jamelgo, muy capaz de alcanzar altísimas cotas de capullez, imagino que tu comentario sobre los prejuicios tiene más de boutade que de reflexión seria.

En primer lugar, yo no he dicho en ningún momento que no tenga prejuicios. Los tengo, como todo el mundo; pero no sé cuáles son, porque si lo supiese haría lo posible por eliminarlos.

Porque los prejuicios, pequeña zarigüeya, son una forma de autoengaño, y a mí no me gusta que nadie, ni siquiera yo mismo, me engañe. Además, cuando los prejuicios se aplican a la literatura o el cine, bueno, tampoco tiene tanta importancia. Pero cuando se aplican a la sociedad... oh, oh, qué chungo. Emigrantes = delincuentes, negros primitivos, mujeres inferiores, masones conspiradores, andaluces vagos... En el fondo, aceptar los prejuicios es negarse a pensar.

En cuanto a que los prejuicios te libraron de "Alatriste", pues vale, sí, pero ¿cuántas magníficas películas y libros te has perdido por culpa de los prejuicios? No lo sabes, porque te los has perdido.

Anónimo de las 12:38: B no es nadie; tan sólo un ejemplo. Pues sí, la cf ha sufrido, sufre y sufrirá todos los prejuicios del mundo. Y, en efecto, se llega a la perversión de considerar que todo buen libro de cf deja automáticaente de ser cf... porque es bueno. Ah, ese concurso que mencionas me parece, sencillamente, horrible.

Alberto T dijo...

Yo creo que en España se confunde con mucha frecuencia literatura juvenil con literatura infantil, de ahí tanto prejuicio, entendiendo está última por los libros para los niños que están aprendiendo a leer (o en sus primeros años de lecturas), hasta digamos los 8 años aproximadamente.

Ahora mismo el libro de moda, que se está vendiendo como churros, es el de "el niño con el pijama de rayas", que se enmarca dentro de la literatura juvenil (se narra desde el punto de vista de un niño) pero puede ser leido por todo tipo de lectores. A mí me ha gustado mucho la verdad.

Yepetta dijo...

:)
Ole esta entrada...Me las he gozado.
Ningún libro juvenil es solo para adolescentes.
He leído libros de niño, leo lit. juvenil, lo mío :) y alguna vez porbé con algo de adultos.
Lo mas divertido? juvenil
lO que más enseña de la vida? juvenil, puesto que para adultos narra partes de la vida a veces con enseñanza, otras ya se sabían y se ha adquirido experiencia.
Sin duda, es lo mejor, la lit. juvenil.
Puede que me equivoque.
Pero, me da igual.
si es así, rectificaré yo misma con el tiempo.

DJ dijo...

¿Y para cuando una segunda parte de El círculo de Jericó? Aunque los protagonistas de cada relato (excepto el perro) sean adolescentes, lo importante es la historia.

Jorge dijo...

No quiero extenderme aquí sobre el esperanto para no distraeros del tema principal, pero responderé a la pregunta de César. El esperanto me parece una buena idea, utópica (cómo no) pero sólo hasta cierto punto, porque a mí me ha servido de mucho durante todos estos años. Ahora bien, buena idea no para los europeos en particular; reconozco que la unión política europea que nos venden y, sobre todo, la "identidad europea", me producen urticaria. Por otra parte, lo de la artificialidad del esperanto o la naturalidad de las lenguas nacionales también es discutible. Por último, creo que no hace falta difundirlo: como en el caso de la ciencia ficción, debe de poseer un imán que acaba atrayendo a sus futuros partdarios, adeptos, aficionados o friquis. En árabe se diría "mektub": estaba escrito.

Cambiando de tema, ¿"yepetta" no será un seudónimo, heterónimo o alter ego de César?

miwok dijo...

Justo hace pocos días estaba releyendo "La caligrafía Secreta" y recuerdo la conversación de las páginas que comentas entre tío y sobrina...y a mí no me parece que pequen de infantilismo, yo solo veo a una joven con ideas muy claras y a un hombre mayor, que la quiere muchísimo.


Alguno de mis libros favoritos es juvenil...¿qué pasa que tienen menos mérito? Yo creo que es más difícil interesar por la lectura a una persona de 15 años, que a veces parece no estar interesado por nada en el mundo...que a un señor de 50 que ya sabe de los trucos de la vida...

En fin, que a mí me gustan mucho tus juveniles César, que los he leído todos, todos...

Fernando Alcalá dijo...

¿Y lo que yo disfruto leyendo tus entradas y los comentarios que suscitan? Yo soy un gran defensor de las causas perdidas, así que evidentemente tenía que seguir el gusanillo de la literatura infantil y juvenil (mi última novela es una infantil). Qué ganas me han dado de leerme La caligrafia secreta después de esto...

Anónimo dijo...

Cesar yo he leido algunos de tus libros y algunos si que me parecen didacticos (no todos), en lo de que son infantiles, lo infantili y lo adulto no estan separados por una raya, hay mucho libros de adultos que se podrian considerar para niños, poruqe no puede pasar al reves? bueno no se

Anónimo dijo...

Tienes razón, hay muchos prejuicios, es una pena, pero no podemos hacerles caso. La caligrafía secreta no me parece infantil para nada, es más, el personaje principal es Lázaro, algo lógico, puesto que un niño es más difícil que desentrañe el misterio :)

Anónimo dijo...

Inteligente análisis y muy acertadas -desde mi punto de vista-las conclusiones sobre literatura juvenil.En cuanto a los prejuicios de los adultos, ríndete.
Los prejuicios estan bien arraigados y, las neuronas - ya endurecidas- no deben dar más de si. Ya no se modifican los pensamientos por muchos razonamientos, ejemplos y argumentos que se utilicen.
En fin... a mi tus novelas me entretienen,evaden y disfruto mucho con ellas,tanto las juveniles (¿padeceré sindrome de Peter Pan?),como sf.Tambien aprendo - nunca habia oido hablar del lenguaje adánico y, coincido de pleno con A en que la descripción de OM es realmente brillante.

Anónimo dijo...

¿Cuánto tardas en escribir una novela, César?
¿Produces una al año o más?
Saludos.

Anónimo dijo...

Qué tema tan interesante, el de los prejuicios. Como ya habéis dicho, todo el mundo los tiene.

A mí me da la impresión de que tener prejuicios, o, mejor dicho, prejuzgar, es un mecanismo psicológico similar al miedo. Algo muy útil durante miles de años, en los que nuestra vida se hallaba constantemente amenazada. El saber juzgar si un camino era mejor que el otro, sin haberlos recorrido, sino por la impresión que tenían de ellos, muchas veces inconsciente, supongo que supuso la diferencia entre la vida y la muerte en las personas prehistóricas.

El "problema" es que hoy día estos mecanismos han perdido mucha razón de ser. ¿Por qué sertir miedo a la oscuridad en el interior de nuestro hogar, si actualmente no hay depredadores que puedan atacarnos? Es innecesario, pero lo seguimos teniendo, muchos siglos han de pasar para desterrar estos sentimientos.

Los prejuicios funcionan teniendo como base una suerte de cultura social, de supuestas experiencias que no hemos de haber tenido obligatoriamente nosotros. Supongo que, en aquellos antiguos años salvajes, el prejuzgar si un fruto era bueno para comer según lo que habías oído a tu tribu era bastante útil, porque experimentarlo directamente suponía, en el caso de que fuera venenoso, la muerte.

Todo eso ha cambiado, ya no estamos en constante peligro, pero los mecanismos siguen ahí, permeables a lo que la gente opina y manifiesta. Los ejemplos que has puesto tú mismo, César (sobre inmigrantes, negros, mujeres, etc.), nos llegan constantemente, y creo que nuestra mente sigue siendo receptiva a ellos, producto de esos miles de años a los que me he referido.

Buf, ya me estoy enrollando y siendo "didáctico" (menos mal que esto no es una novela). Lo que quiero decir es que tener prejuicios creo que es natural. Lo malo es que, igual que puede pasar con el miedo, controlen tu vida, tus gustos y tus aficiones. Hoy no estamos en peligro si leemos tal o cual libro, así que podemos hacerlo y juzgar después de haberlo hecho, y no antes. Y opinar así con conocimiento de causa, a través de nuestra propia experiencia.

Aunque después, en ese post-juicio entran en juego otros factores, como el intento de reafirmar nuestra autoestima negándonos a cambiar de opinión (muchas veces inconsciente, como tantas otras cosas), la tozudez, la desconfianza, etc. Pero esto ya es otra cuestión.

Siento, César, la chapa, pero es que cuando me pongo...

Akaki dijo...

Guau, hacia tiempo que no ponía algo y ya me estaba empezando a molestar.jeje.Están muy bien los consejos de escritor, y sobre los prejuicios, creo que ya está todo dicho.
Por cierto, no se si podrías decirme algunas revistas o periódicos literarios donde se pueda publicar un relato o historia( si lo hacen claro).
Saludos!!

Anónimo dijo...

En particular no he visto ningún didactismo en tus novelas, al menos no más que en otras sin la marca de juvenil. Me parecen bien e inteligentemente escritas, de artesano. Pero cada uno ve lo que quiere o preve. Qué le vamos a hacer.
Hablando de lit juvenil estoy leyendo ahora la Invencion de Hugo Vabrett. Muy buena. Mezcla dibujos (no tipo cómic) y literatura, como las peliculas de cine mudo (me recuerda a mi al menos, con imágenes y texto).
Y por cierto, lo de esa novela de serie negra, redios, ¿para cuando?.

César dijo...

Alberto: es verdad, esa confusión existe. Y, en el fondo, es lógico: la literatura infantil tiene unas constantes, es un género, mientras que la juvenil no. Es más fácil tener en mente lo que está definido que lo que no lo está.

Y, en efecto, "El niño con el pijama a rayas" es un libro dirigido a los adolescentes que se ha convertido en un best seller para adultos. Algo parecido ocurrió con "El curioso incidente del perro a medianoche".

Yepetta: dices: "Puede que me equivoque. Pero, me da igual.
si es así, rectificaré yo misma con el tiempo". Es una de las frases más sabias que he leído en mucho tiempo.

dj: precisamente el otro día estaba pensando en la posible publicación de un segundo círculo, pero no tengo material suficiente. Me faltan dos o tres cuentos largos o una novela corta. Pero no lo dudes: en cuanto tenga suficientes relatos habrá ótro circulo.

Jorge: mi hermano, Big Brother, sostiene la teoría de que Yepetta no existe, que es un adulto haciéndose pasar por niña. Pero no estoy de acuerdo; creo que Yepetta es una niña; brillante, pero una niña. En cualquier caso, Yepetta no soy yo (ella es mucho más inteligente que moi, dónde va a parar).

Miwok: gracias, guapa; tómate lo que quieras.

Ferlocke: pero la literatura juvenil no es una cauasa perdida, hombre. Se vende mucha lit. juv., más que nunca.

Isabel: ¿Y qué libros míos, en concreto, te parecen didácticos?

Natalia: gracias por tu comentario. Un beso: ¡muac! :)

La Patrona: es cierto, los prejuicios, con la edad, se fosilizan y ya no hay forma de anularlos. Gracias por tus amables y caritativos comentarios sobre mi obra.

Anónimo de las 2:07: Una novela juvenil de, digamos, doscientas y pico páginas me lleva unos tres o cuatro meses de escritura. Normalmente escribo dos novelas al año, más o menos, pero últimamente mi rendimiento ha bajado (este año, por ejemplo, no he escrito ninguna).

Ged: interesante análisis sobre los prejuicios. Puede que tengas razón. En cualquier caso, tú escribe tus comentarios todo lo largos que quieras, que aquí ni siquiera se gasta papel.

Akaki: pues si es un relato de literatura "mainstream", no tengo ni idea. En España se publican tan pocos cuentos... Si se trata de un relato de género, la cosas cambia. Dependiendo de cuál sea el género, claro...

Mazarbul: Mi novela negra, llamada "El juego de Caín", aparecerá a finales de enero o comienzo de febrero, en Espasa. Ya lo anunciaré en el blog en su debido momento.

Daniel Santos dijo...

Hola Cesar, es la primera vez que entro en tu blog. Quería felicitarte por el articulo, muy bueno.
Hace años leí La Catedral y me cautivó. Fue una de las novelas de "lectura obligatoria" :p que mas me ha gustado.
Un saludo

Anónimo dijo...

Hola César (y perdona la familiaridad).

Hace tiempo entré por tu blog, creo que precisamente cuando descubriste a Yepetta, le dedicaste una entrada y le recomendaste libros (de hecho, me los anoté y leí alguno).

Me llamaron la atención dos cosas, antes de saber más de ti. Lo primero, lo bien escritos que estaban tus posts (no sabes cuánto se agradece una redacción pulcra y amena) y lo segundo, que fueses un escritor de LIJ.

No he leido nada tuyo todavía, pero pienso subsanarlo. Ahora estoy siguiendo tu serie de comentarios acerca del modo en que escribes tus novelas y me está encantando. Este post de "Bajo sospecha" también me lo anoto: me parece una estupenda defensa de la LIJ.

¿Y cuál es mi interés en todo esto? Pues, además de lectora voraz, tengo el ferviente deseo de escribir precisamente novelas de LIJ. Ya he recibido premios por relatos, pero no tengo paciencia (o recursos) para las novelas.

¿Podría pedirte que me recomendaras las novelas de LIJ que más te han gustado? Yo, por ejemplo, tengo en la cabeza dos autores clasificados como LIJ que sigo releyendo a mis treinta años con el mismo placer que a los quince. Son Roald Dahl y Maria Gripe. Me encantará que me des títulos.

Te lo agradezco por adelantado y te sigo leyendo. Felicidades por este estupendo blog :-)

Alicia Liddell dijo...

¿Literatura juvenil? ¡Que viva la literatura juvenil! ¡Que vivan Julio Verne, Salgari, Dumas, Twain! ¡Que viva Lázaro de Tormes! ¡Que viva Walter Scott y R.L. Stevenson! ¡Que viva Conan Doyle!
¿Son literatura juvenil las Memorias de Santhi Andía o los Pilotos de Altura?

Anónimo dijo...

Pues Cesar me parece didactico la compañia de las moscas y el maestro oscuro por ejemplo

César dijo...

Daniel Santos: Gracias por tu comentario. Muchos chicos me han dicho lo mismo que tú sobre "La catedral"; se la mandaron en el colegio o el instituto y pensaron que una novela sobre constructores medievales tenía que ser un coñazo, pero cuando la leyeron les encantó. Le tengo mucho cariño a esa novela.

Gentiana: pudes ser todo lo familiar que quieras; ¿acaso no somos todos conciudadanos de Babel? Lamento no poder serte de utilidad respecto a lo que me pides, porque practicamente no leo, ni he leído, literatura juvenil. Y no lo he hecho por una razón muy sencilla: quiero escribir literatura juvenil a mi manera, no a la manera de los demás. En cualquier caso, los autores que citas, Dahl y Gripe, son excelentes, qué duda cabe. Entre los españoles podría citar José María Gisbert, Lalana, Care Santos, Elia Barceló... pero poco más (porque no conozco más). De todas formas, si quieres un consejo: cuando escribas literatura juvenil no escribas literatura juvenil. Sencillamente, procura que tus textos sean lo mas apasionantes y divertidos posible.

Alicia Lidell: tocas un tema que omití en mi entrada, por ser ya demasiado larga, pero que es muy interesante. Si analizamos los "clasicos juveniles" descubriremos con sorpresa que la mayor parte de ellos no fueron de ninguna manera escritos pensando en el público juvenil. Y tú citas un buen puñado de ejemplos.

Isabel: reconozco que me has sorprendido con los dos ejemplos que pones; pensaba que citarías otros. Ante todo, te diré que "El maestro oscuro" es, en mi opinión, la peor novela que he escrito. Pero no porque sea didáctica, sino por otros motivos que no vienen al caso. De hecho, cada vez que la reeditan se me llevan los demonios.
Ahora bien, ¿"La compañia de las moscas" es didáctica? Me dejas de piedra pómez.

Vamos a ver: he buscado una definición de literatura didáctica y he encontrado ésta que me parece clara y sencilla: "Género literario que tiene como objetivo último enseñar algo, es decir el aprendizaje por parte del lector".

¿Qué pretendo enseñar al lector en "La compañía de las moscas"? Nada, amiga mía, nada; de hecho, creo que has ido a elegir una de mis novelas más complejas y difíciles de catalogar. Y tampoco hay enseñanza alguna en "El maestro oscuro", por mala que sea.

Me da la sensación de que confundes las ideas que transmite una novela con el didactismo. Por ejemplo, "El último trabajo del sr. Luna" es un alegato contra el racismo, pero no es didáctica.

¿Y de qué habla "La compañía de las moscas"? ¿Del maltrato, de la soledad, del bien y el mal, de la locura, de la tristeza, de la pérdida, del dolor? Sí, habla de todo esto y de otras muchas cosas, pero el tema central de la novela es la muerte. De ahí su título: cuando mueres, al menos te queda la compañía de las moscas. Y, amiga mía, nada de eso es didactismo.

Anónimo dijo...

César:
Me gustan tus libros. Es más, durante mucho tiempo, El último trabajo del señor Luna (la novela favorita de mi hijo) y La Fraternidad de Eihwaz fueron mis regalos de cumpleaños a sobrinos, hijos de amigos y demás. Creo que compré yo sola una edición de cada uno de estos libros.
Si tuviera que explicar por qué me gustan tus novelas - a mí, una mujer terriblemente mayor- tendría que decir que son entretenidas, están bien escritas, no son ñoñas y, sobre todo, no pretenden aleccionar a los adolescentes (qué quieres, me acuerdo de cuando yo lo era y lo me jorobaban las novelas con moralina). Simplemente son eso: novelas para disfrutar plenamente leyéndolas.
Saludos,

Artemisa dijo...

No he leído todos tus libros, pero sí unos cuantos, y mis preferidos son "La catedral" y "La Mansión Dax". No me parecieron ni me parecen infantiles ni de género juvenil. Creo que lo de tu amigo A y B son sólo muestras de que hay mucho prejuicio por parte de lectores y editores en torno al "género" (qué poco me gusta hacer esas distinciones). A escritoras de la talla de Laura Gallego y J.K. Rowling les preguntan "¿Para cuándo una novela de adultos?". O___o Muy fuerte.

Anónimo dijo...

Rehola César:

Debí imaginar tu respuesta, y lo cierto es que no te falta razón. No caer en los tópicos de los que cultivan LIJ y seguir tu propio estilo. Y redactar textos divertidos y apasionantes. Me gusta, me lo anoto.

Muchas gracias y espero impaciente tus posts sobre tus novelas.

¡Un saludo!

Anónimo dijo...

QUIERO LA VERDAD

Ruby dijo...

Tu "triunfal fracaso" ha sido uno de los mejores libros que he leído hasta el día de hoy. El personaje de Daniel me dejó fascinada y cada vez que lo leo me pregunto si él fue mero fruto de tu imaginación o es resultado de alguien en quien te hayas inspirado.
La obra es siemplemente maravillosa.
Saludos.

César dijo...

Ruby: Muchas gracias por tu amable comentario; es muy alentador. Yo estoy muy satisfecho de Daniel; creo que es el personaje más complejo que he creado nunca. Y no, no está basado en nadie.