sábado, diciembre 24

El coleccionista de frases 4

En este condenado día tan cargado de buenos deseos, una frase ética:

"Para que el mal triunfe, basta con que las personas buenas no hagan nada".

Felices fiestas

6 comentarios:

B. Llamero dijo...

O: "Para que el bien triunfe, basta con que las personas malas no haga nada".
Me gusta la simetría.

César dijo...

Me temo que esta cuestión no es simétrica, porque las personas malas siempre hacen algo.

B. Llamero dijo...

Me temo que sí, así es.

Anónimo dijo...

Había un poema de Bertolt Brecht que encajaría aquí, pero no lo encuentro, aunque es bastante conocido y versa sobre el no hacer nada ante el avance del mal. Con mayúsculas.

Elena dijo...

Totalmente de acuerdo. Basta con estarse de brazos cruzados contemplando cómo los demás cometen tropelías para que nos sometamos a la inercia del mal por muy buenos que nos creamos.
Supongo que el poema a que se refiere Mazarbul es el de Martin Niemöller, erróneamente atribuido a Brecht, que comienza: "Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,/ guardé silencio..."
Por cierto, César he llegado a tu blog (estupendo el planteamiento -la lectura incluida la de los blogs son un lujo y, como tal, como las piedras preciosas, algo tan inútil como apreciado por una inmensa mayoría- y muy interesante ese coleccionismo de frases de que me declaro también adicta)tras leer Las lágrimas de Shiva y entrar en internet para comprobar si, como sospechaba, José Mallorquí era tu padre. Me ha encantado ese pequeño tributo de Javier reivindicando la cultura y la "novela popular". Me ha parecido un guiño sutil y familiar (me hizo pensar en El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince), al tiempo que intuí un cierto matiz crítico contra los sesudos intelectuales que desprecian como subproductos cualquier cosa que no venga avalada por una firma de prestigio (en Violeta perdonable por la edad). Me alegro de haber recalado por aquí.

César dijo...

Elena: Bienvenida. En efecto, soy hijo de José Mallorquí. "Las Lágrimas de Shiva" es, en cierto sentido, mi novela más autobiográfica. Podríamos decir que el prota soy yo cuando era un adolescente.