viernes, agosto 9

Felices vacaciones


 
            Cuando era pequeño, en mi casa se compraba el Selecciones del Reader’s Digest, la traducción española de una revista norteamericana de bolsillo que reunía artículos de todo tipo aparecidos en otras publicaciones, además de secciones fijas como Mi personaje inolvidable, Citas citables o Enriquezca su vocabulario. Durante varios años, en los 60, el primer número de verano de la revista incluía un reportaje publicitario de Nescafé, que consistía en varias páginas consecutivas de combinados de verano hechos con eso, con Nescafé, incluyendo la receta y un bodegón fotográfico de cada alternativa. En los diferentes bodegones se veían las bebidas en entornos veraniegos, algunos de ellos iluminados de la misma manera: como si encima hubiera un sombrajo de estera y el sol dibujase líneas de luz y de sombra.

            Por algún motivo, cuando era un niño me quedaba extasiado mirando esas fotografías. Para mí, eran la esencia del verano. Eran el verano. Y desde entonces, y aún ahora, cuando pienso en el verano evoco aquellas fotos. Siempre me ha sorprendido cómo los recuerdos de la infancia, por nimios que sean, no solo se nos quedan marcados a fuego, sino que además conforman el modo en que vemos la realidad. Supongo que cuando eres niño el mundo es nuevo para ti, y cada experiencia se inscribe con tinta indeleble en la memoria.

            Otro aspecto mágico de la infancia es la percepción del tiempo. De niño, los veranos eran eternos. Sin embargo, ahora tengo la sensación de que hace nada estaba en junio, celebrando mi maldito cumpleaños, y zas, ya estamos en agosto. Y casi ni me he enterado de lo que ha pasado entre medias. Joder, cuántas cosas perdemos al dejar atrás la infancia. La vida es una comida en la que el postre se sirve al principio.

            Y no es que mis vacaciones actuales sean desdeñables, ni mucho menos. Pepa y yo, y durante un tiempo nuestros dos okupas, hemos hecho viajes maravillosos a lugares extraordinarios. Pero, coño, qué poco duran ahora.

            En fin, queridos merodeadores, mañana sábado Pepa y yo nos vamos un par de semanas al sur de Francia y luego a Suances, en nuestra querida Cantabria. Os deseo que paséis un verano maravilloso.

            ¡Felices vacaciones!