viernes, octubre 22

¿Carmen (no) Mola?

            Vomitivo. Estafa. Maniobra del heteropatriarcado. Insulto a la literatura. Ataque al feminismo. Tomadura de pelo. Asqueante. Desfachatez. Juego de mal gusto. Montaje oportunista. Usurpación...

Estos son algunos de los muchos epítetos que se han vertido al saberse que la escritora Carmen Mola, ganadora del último premio Planeta, era en realidad tres hombres, tres guionistas llamados Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero. Vamos, que algunos se han mosqueado mucho.

            Aclararé de antemano que no he leído nada de Carmen Mola, porque lo que he oído sobre la trilogía de la novia gitana no es precisamente positivo, y tampoco leeré la obra que ha ganado el Planeta, porque no leo premios Planeta, así que no tengo, ni tendré, la menor idea de qué tal escriben Carmen Mola. Y, cómo lo que sí tengo es la sana costumbre de no opinar sobre lo que ignoro, dejaré de lado todo juicio literario.

            Básicamente, hay tres razones, entremezcladas, para las críticas: 1. Que es una maniobra de marketing ajena a la literatura. 2. Que sea una obra escrita por tres personas. 3. Que esas tres personas sean hombres “usurpando” un seudónimo femenino. Vale, voy a reflexionar un poco.

            Respecto al primer punto, el marketing... Por todos los dioses, ¿cómo puede alguien sospechar siquiera que el premio Planeta tiene algo que ver con el marketing? Sí, estoy siendo irónico. Todos sabemos que el Planeta es puro marketing, que el premio está dado de antemano y por encargo, que la calidad de la obra ganadora importa muy poco. ¿Nos va a sorprender eso ahora?

            Pero analicemos un poco en qué consiste ese marketing. Se trata del segundo premio literario mejor dotado económicamente del mundo (el primero es The Million’s Poet, otorgado en Abu Dhabi. No tenía ni idea, lo acabo de mirar). Para rentabilizar esa inversión, Planeta tiene que vender muuuuchos ejemplares de la obra ganadora. Así que lo primero que hace es pasar de las decisiones de un jurado que en este caso es meramente decorativo, y encargarle la novela que va a ganar a una figura mediática, o a un autor consagrado, o a un autor cuyas obras se vendan mucho. Este último caso es el de Carmen Mola, que entró como un cometa en el mundo de la novela negra y vende un porrón de ejemplares. Este ha sido el principal motivo para elegir a esa “autora” como ganadora del premio, no lo dudéis: que vende mucho.

            Pero en este caso había otro factor: Carmen Mola era un seudónimo y nadie sabía quién se ocultaba tras él. Así pues, darle el premio era  también desvelar un secreto, y eso tiene tela de morbo. Además, resultaba que Carmen Mola era en realidad tres hombres, y eso iba a generar mucha polémica. Es decir, mucha publicidad gratuita. Hay que reconocerlo: como maniobra de marketing es impecable.

            Pasemos al segundo punto: una obra escrita a seis manos. Vale, en principio no suena bien, y no me extraña que eligieran un seudónimo. Pero, vamos a ver, ¿escribir entre tres está mal, y sin embargo escribir con otro autor, a cuatro manos, está bien? Os recuerdo que en Italia existe un colectivo de cinco escritores que escriben conjuntamente bajo el seudónimo Luther Blissett (eso antes; ahora el seudónimo es Wu Ming). Además, hay que tener en cuenta que el trio de escritores que ha ganado el Planeta son guionistas, es decir: profesionales acostumbrados a trabajar en equipo. Me atrevo a aventurar que La Bestia (título de la obra ganadora) tendrá un prosa funcional y estará muy centrada en la trama y en los trucos narrativos. Será, seguro, muy cinematográfica.

            Por último, la usurpación de lo femenino. Muchas voces se han alzado, indignadas, proclamando que esos tres heteropatriarcas escogieron un seudónimo femenino para aprovecharse de que ahora las autoras venden más. Curiosamente, son las mismas voces que se lamentan de que muchas escritoras tengan que adoptar un seudónimo masculino para poder vender su obra. Pues mira, o lo uno, o lo otro, pero las dos cosas a la vez no.

            Otros se quejan de que esos tres señoros (hay que ser despectivo, no lo olvidemos) no se han limitado a usar un seudónimo de mujer, sino que además se han inventado a una autora ficticia, con su biografía y su propia voz. Un engaño, sin duda, pero ¿tiene importancia? A mí me parece más bien un juego, y también una forma de estar en los medios, sin revelar sus auténticas identidades, y avivar así la ventas. He oído a alguno decir que, al escribir esos hombres con sobrenombre de mujer, le quitaban el puesto a alguna escritora mujer de verdad. Claro, porque hay un cupo cerrado de mujeres escritoras; cuando una entra, otra sale. Es una gilipollez tan grande que no vale la pena ni comentarlo.

            Por otra parte, este no es el primer caso en el que un escritor no solo usa un seudónimo, sino que además lo dota de una personalidad ficticia. Es lo que hizo, por ejemplo, el escritor Juan Eslava Galán al escribir cinco novelas con el nom de plume de Nicholas Wilcox, “graduado en Historia por la Universidad de Oxford, reportero freelance por medio mundo y amante de la escritura. Tras enviudar se recogió en un viejo molino junto al río Wye en Gales, aunque pasa largas temporadas en la sierra de Cazorla, como buen admirador de España”. Todo inventado.

            Pero es que Carmen Mola hizo algo más: hizo entrevistas a través de mail. Y eso es lo que ha enfurecido a mucha gente, aunque no acabo de entender por qué. En todo caso, habría que analizar lo que esos tres hombres dijeron en las entrevistas. He buscado en Internet y he encontrado una que realizaron para Esquire tras el éxito de La novia gitana. La he leído y no he encontrado en ella nada inconveniente. De hecho, ante la pregunta directa de si es una mujer, Carmen Mola responde: “Me lo reservo. Así os dejo que me analicéis y lleguéis a una conclusión”. Es decir, dejaba abierta la posibilidad de ser un hombre (o tres). Después de conocer la auténtica identidad de la “escritora”, la propia entrevistadora –Rosa Martí- reconoce que en aquella entrevista no había ninguna mentira. He encontrado otra entrevista, realizada en mayo de 2020 para Mujer Hoy, y de nuevo no he visto nada reprochable. En fin, dejo de buscar entrevistas. Si alguien conoce alguna en la que el trío de autores haya dicho alguna barbaridad, agradeceré que me ilumine.

            Creo que, en realidad, este escándalo tiene más de emocional que de racional. Es como cuando en un grupo de resistentes contra Skynet descubren que uno de ellos es un Terminator, solo que en este caso son tres y no matan. O sea, descubrir que uno de los nuestros es en realidad el enemigo. Y a mí, esa muralla alzada entre “los nuestros” y “los otros”, qué queréis que os diga, me entristece.

            Además, tengamos en cuenta que cuando esos tres autores escogieron un seudónimo para su primera novela conjunta, no los conocía ni dios, ni tenían pajolera idea de si iban a tener éxito o no (esperanzas, sí; seguridad, ninguna), y mucho menos de que en el futuro iban a ganar el Planeta. Así que por su parte dudo mucho que hubiera alguna artera maniobra de marketing. Entonces, ¿por qué se travistieron de mujer?

            Yo no escribo con seudónimo, pero en ocasiones los uso: cuando me presento a premios literarios. Y la mayoría de las veces escojo nombres de mujer. La razón es sencilla; el seudónimo se usa para ocultar la auténtica identidad del autor. ¿Y qué mejor ocultación que fingir ser de otro sexo/género? La cosa funciona así: Cuando lees un manuscrito firmado por una mujer, racionalmente sabes que puede tratarse de un hombre; pero tu inconsciente se queda con ese nombre femenino y tiende a aceptar que el autor es, en efecto, mujer. Y si es una mujer, no puede ser César Mallorquí, ¿verdad?

            Además, ¿qué tiene de llamativo una mujer escribiendo novela negra? Muchas autoras lo hacen, supongo que no hace falta citar nombres. No es ninguna novedad, ni un argumento de venta; una mujer que se estrena escribiendo policíaco solo es una más entre muchas. Sinceramente, creo que esos tres guionistas eligieron el sobrenombre de Carmen Mola únicamente para intentar ocultar mejor sus identidades.

            Releo lo que he escrito y lamentaría que alguien lo interpretara como una defensa de Carmen Mola y los verdaderos autores. En absoluto; como ya he dicho, ni los conozco a ellos ni conozco su obra. En realidad, este post es un humilde alegato contra los ofendidos por Carmen Mola. Porque estoy harto de tanta ofensa vacía, de tanta piel fina, de tanta corrección política, de tanta censura, de tanto blanco y negro sin matices, de tanto dogma indiscutible, de tanta inquisición moral, de tantas, en definitiva, paparruchas (qué graciosa palabra; hacía mucho que no la usaba).

            Pero, bueno, ese es mi problema. Una paparrucha, sin duda.