martes, junio 23

Videoteléfonos


 
Como viejo fan que soy de la ciencia ficción, cuando era adolescente, allá por los lejanos 60/70, me preguntaba qué artefactos futuristas iba a conocer yo a lo largo de mi vida. Pensaba que la aparición de esos artefactos sería la señal de que ya vivía en el futuro (en un futuro de cf). Por ejemplo, esperaba llegar a ver estaciones orbitales, coches aéreos, robots androides, inteligencia artificial, holografía, aceras rodantes, vehículos sin conductor, antigravedad, bases lunares... Huelga decir que la mayor parte de esas esperanzas se han visto frustradas. Hay una estación orbital, pero es una cochambre comparada con lo que esperaba. Los hologramas son rudimentarios. No hay androides funcionales. Las IA’s son más bien tontas. Aceras rodantes sólo en los aeropuertos. La antigravedad ni olerla. Los vehículos autónomos están en proceso de prueba. ¿Coches voladores? Ya hay bastantes accidentes circulando en dos dimensiones, como para añadir una tercera. Y a la Luna ni siquiera hemos vuelto. En fin, que el futuro ya no es lo que era.

Pero había un artefacto en el que tenía puestas muchas esperanzas, porque era el que más viable se me antojaba: el videoteléfono. Y lo curioso es que no existe como tal, no hay ningún cacharro que se llame así. Lo que si hay son unos pequeños teléfonos portátiles que hacen muchas más cosas que un simple teléfono; entre ellas, videollamadas. Y resulta que, sin teléfono siquiera, mi ordenador también las puede hacer.

Pero yo no lo utilizaba. ¿Para qué demonios hace falta ver el careto de tu interlocutor? Así que, como no lo utilizaba, no era consciente de ello. Hasta que ha llegado el Covid-19, encerrándonos a todos en casa. Y entonces he empezado a hacer videollamadas como un loco. Para hablar con los amigos, para celebrar reuniones de trabajo, para celebrar partys virtuales o para tener charlas con mis lectores.

La semana pasada tuve un encuentro a través de Zoom con jóvenes de Perú que habían leído los dos primeros tomos de las Crónicas del parásito (foto de arriba). Paraos a pensarlo: me reuní con unas sesenta personas y charlé con ellas viéndonos las caras ¡a casi 10.000 kilómetros de distancia! Entonces me acordé del Dr. Floyd hablando con su hija por videoteléfono desde la estación orbital (en 2001: Una odisea del espacio), y pensé que era lo mismo. Bueno, faltaba la estación orbital y el cohete de la PanAm (de hecho, falta incluso la PanAm), pero aparte de esos pequeños detalles, era lo mismo.

Así que, sin darme cuenta, resulta que ya vivo en el futuro.

miércoles, junio 10