jueves, febrero 9

Male/Female: divagaciones.

Hay muchas diferencias entre hombres y mujeres; algunas me chiflan, otras me causan severos dolores de cabeza. Por ejemplo: los hombres lo guardamos todo; las mujeres, por el contrario, tiran cualquier cosa que consideren inútil. ¿Por qué ocurre esto? Yo creo, y es sólo una teoría, que los hombres (al menos, la mayor parte de nosotros) nunca acabamos de madurar y nos pasamos la vida añorando nuestra adolescencia y primera juventud. Por eso guardamos retales de nuestro pasado, reliquias de lo que fuimos que sirven para transportarnos, aunque sólo sea durante un segundo, a los tiempos en que podíamos ser unos críos sin tener que disimular. Las mujeres, por el contrario, maduran mucho más rápidamente que nosotros, les encanta ser adultas y haber dejado de ser niñas, son más sensatas y prácticas. Así pues, saben que ese montón de papeles arrugados y objetos viejos que conservamos como un tesoro, no es más que una fuente de polvo y desorden.
Otra posibilidad es que las mujeres no tengan corazón y sean incapaces de experimentar el amor que los hombres sentimos hacia las cosas inútiles. Y también es posible, claro, que desprecien –y en ocasiones tiren- nuestro preciosos recuerdos con el único objetivo de tocarnos las narices. Pero, en fin, creo que la primera explicación es la más probable (aunque no hay que perder de vista las otras dos, por supuesto).
Hace poco, hice obras en mi despacho y aún estoy clasificando papeles y ordenándolo todo. Ayer, de repente, apareció una de esas reliquias inútiles que llevo décadas atesorando: una carpeta con las últimas cosas que escribí antes de abandonar la literatura a comienzos de los 80. Dejé de escribir porque no sabía hacerlo; desconocía las técnicas narrativas que luego, con el tiempo, creo haber aprendido. Y eso se nota en esos viejos textos que ahora me parecen torpes, ingenuos y mediocres. Sin embargo, me reconozco en ellos; ahí está esa mezcla de drama y humor (a veces simultáneos) que utilizo con tanta frecuencia, y esos personajes perdidos e inseguros con los que aún me sigo identificando, y esa desconfianza hacia el adjetivo y la prosa barroca... En esos viejos papeles estoy yo sin pulir; son como un boceto de mí mismo. Me alegro de no haberlos tirado.
Además, he encontrado apuntes de varias ideas argumentales que ni siquiera recordaba haber olvidado; algunas no están nada mal. Y también he recuperado el último cuento que escribí; se llamaba Amor en mal estado. Diez años después, lo rescribí en profundidad, convirtiéndolo en El mensaje perdido, relato con el que gané el Premio Aznar (nada que ver con José María) y que marcó mi resurrección literaria (El regreso de la momia). Lo que nadie sabe es que ese relato está inspirado en la historia de amor entre Pepa, mi mujer, y yo. De forma muy oculta, pero ahí estamos los dos; ella una reina, yo un gitano.
Pues bien, mientras examinaba esos viejos papeles no he podido evitar hacerme una pregunta: ¿por qué cojones escribo? Es cierto que disfruto fantaseando, inventando historias, personajes y peripecias; pero también es verdad que escribir, aporrear el teclado, me parece puro trabajo. Por otro lado, desdeño la aureola artística del escritor, no me deleitan los halagos ni la admiración ajena. Me considero un artesano y ni siquiera estoy seguro de si lo que escribo es bueno, malo o entra en la terrible categoría de lo mediocre.
Entonces, ¿por qué escribo? ¿Porque mi padre era escritor? ¿Porque he leído mucho? ¿Porque nunca he crecido y prefiero inventarme la realidad antes que aceptarla? ¿O por todo a la vez? Sinceramente, no lo sé; me limito a escribir lo mejor que puedo.
Por el contrario, dos buenas amigas mías, ambas excelentes escritoras, Elia Barceló y Care Santos, saben perfectamente por qué escriben y están seguras de lo que hacen.
Y no es justo. Veréis, al igual que estoy convencido de que la agricultura la inventaron las mujeres, albergo la secreta certeza de que la literatura es un invento masculino. Porque la cosa empezó en plan oral, mucho antes de que la evolución nos trajera al homo editor, cuando la tribu se reunía en torno a la hoguera y se contaban historias. ¿Y quiénes contaban esas historias? ¿Las mujeres sobre cómo habían recolectado bayas o los hombres sobre cómo habían hostigado y dado muerte a un mamut? Seguro que las historias sobre recolección tenían mucho menos éxito que las historias de cacerías. Además, los hombres somos unos fantasmas, exageramos en todo; desde el tamaño de nuestro pajarito hasta la profundidad de nuestra mente, pasando por la épica de nuestro trabajo, sea éste cazar mamuts o vender seguros. Somos mentirosos compulsivos, y ahí reside, si te paras a pensarlo, la esencia de la literatura: decir verdades contando mentiras.
Por otro lado, hay algo profundamente masculino en la literatura: es inútil, no sirve para nada. Es un juego, y en eso, en jugar, los hombres somos expertos. Además, ¿acaso la materia prima de la literatura no son esas reliquias del pasado que los hombres veneramos y las mujeres tiran a la basura? Porque escribir, en cierto modo, es recordar. Y todo ello es de lo más masculino, coño.
Pero, ay amigo, la literatura también tiene un lado eminentemente femenino: es verbal, y en eso ellas nos dan mil vueltas.
Vistas las cosas de ese modo, cabría pensar que existe un modo de escribir masculino y un modo de escribir femenino. Dos aproximaciones distintas al mismo fenómeno. Pero no, de eso nada. Hay mujeres que escriben “como hombres” y hombres que escriben “como mujeres”. Vamos que, sorprendentemente, no hay diferencias.
Salvo que Care y Elia saben por qué escriben y yo no.
Pero qué capullo soy...

P. S.: Entre mis viejos papeles encontré un chiste que no me resisto a reproducir:
Se encuentran dos amigos después de no verse en mucho tiempo y uno le dice al otro:
-Oye, ¿sabes que corro los cien metros en seis segundos?
-Pero qué dices –responde su amigo-; si el record del mundo está en 9’7...
-Sí, pero es que he encontrado un atajo.
Ya sé que no viene al caso y que además es un chiste estúpido. Pero, qué quieres que te diga, no me extraña que lo apuntase en su momento, porque también es casi metafísico. Piénsalo: ¿existe algún atajo para correr los cien metros?

24 comentarios:

Anónimo dijo...

dos cositas: la primera, que leerte me encanta. me gusta mucho tu estilo al escribir. estoi leyendo el círculo, por cierto. la istoria del rebaño me la tienes k explicar un pokillo, la de ginebra i el hombre al k le llega el haz coherente me a parecido una prexioxidad, tb me ha gustado la de la máquina de los sueños i....por fin...me voi acercando al anhelado doctor pétalo. tb leí tu jardín prohibido (lo k más me gustó fue la atmósfera...relinda). segunda cosa: me tienes k pasar la istoria de la reina i el gitano!!!! (soi una cotilla, lo acepto. weno, mi madre lo "eufemismiza" diciendo, cuando ve salsa rosa, que a ella lo k pasa es k le interesan los sentimientos de la gente. puedes tomártelo así :P)talueguin! laurisen

sfer dijo...

Discrepo, y los archivadores llenos de recortes de periódico (columnas de millás, de gala, reseñas de libros que algún día quería leer, etc.) y mis apuntes de filosofía de COU son sólo dos ejemplos de ello. Quizá no defraudé tanto a mis padres al no salir niño como yo creía...

Anónimo dijo...

En realidad, el problema es el Mamut. Si os lo hubiéramos dejado contar sólo a los hombres, hasta una rata sería un mamut,vuestra vida estaría repleta de mamuts indomables. La tradición oral no sólo es genuinamente femenina, sino que también es útil: retener lo ocurrido, dejar constancia de ello, es necesario. Por último, claro que puedes pasarte el día labrando o sembrando y ser un portento de la imaginación. Las historias están dentro, no fuera.

B. Llamero dijo...

Ostras, César, de este golpe "bajo" de Care vamos tardar en recuperarnos: las historias están dentro, no fuera. No nos deja a los varones ni la salida mitológica. ¡Cagüen...!!
Respecto a lo que dices, no sé: en mi casa es mi mujer la que lo guarda todo. Yo también, pero menos y desordenado: así que nunca encuentro nada; ella, todo.
¡Ah! Y cómete el tarro todo lo que quieras, pero sigue escribiendo. Es lo que importa y..., pese a lo que parezca, es un privilegio de pocos.

Anónimo dijo...

El tema de lo masculino y femenino es complicado, y no creo que realmente podamos dilucidar nunca si la literatura es femenina o masculina. De hecho me revuelven esas etiquetas, me parecen comerciales, aunque reconozco que puede haber ciertos temas más "femeninos", como la introspección en los personajes, etc...Pero vamos, uno de mis libros preferidos es Bomarzo, de Mujica Lainez, y su personaje del duquesito es genial. Al tiempo me enteré que el autor era homosexual, y la verdad, jamás lo hubiera deducido de su libro. Vamos que no hay correspondencia entre el sexo o las tendencias sexuales d eun autor y su obra (a priori), salvo que por decisión del mismo quiera entrar en esas lides.

César dijo...

Laurisen, preciosa: la historia de la reina y el gitano es El Mensaje Perdido, ésa que comentas del haz coherente. La reina Ginebra y Gedeón Montoya. ¿No te acuerdas? En cuanto a El Rebaño. ¿qué quieres que te explique? Yo pensaba que era una historia tan triste como sencilla...
Bueno, me alegro de que te guste cómo escribe tu viejo, aunque todavía atractivo, tío. Oye, no dejes de comentarme el Dr. Pétalo cuando lo leas. Besazo.
Sfer, querida, tú eres la excepción de la regla: una mujer con corazón ;-)
Care, Care, Care... ¿son trinos eso que oigo o es el dulce canto de las corifeas feministas? En fin, vamos a ver: ¿por qué la ficción suele escribirse en pasado cuando lo lógico sería hacerlo siempre en presente, ya que la acción literaria se produce justo en el momento de la lectura? Pues porque en un principio, querida niña, las historias se contaban dando por supuesto que eran reales, que habían sucedido en el pasado. Oficialmente, no había ni inventiva ni imaginación, sino un bagaje de experiencias contables más o menos amplio. ¿Fue, según tú, la mujer quien primero narró sus experiencias frente a la fogata? La cosa me la imagino más o menos así: "De repente, vi un arbusto lleno de moras y, sin pensarlo, me abalancé sobre ellas. Había espinas, y abejas, pero luché con ferocidad contra el arbusto y finalmente logré llenar un canasto de moras". En fin, no digo que algo así no tenga su público, pero presumo que más bien minoritario.
Ahora imaginemos que es un hombre quien cuenta la historia: "Íbamos caminando por la sabana, cuando de pronto topamos con un rebaño de mamuts. El macho dominante, una bestia feroz y colosal, avanzó amenazador hacia nosotros. Mis compañeros retrocedieron, asustados, pero yo me mentuve firme, clavé la mirada en sus malignos ojos y le dije: escucha, Dumbo, el pleistoceno es demasiado pequeño para lo dos...". Huelga decir cuál de las dos historias mola más y, por tanto, queda demostrado que el invento de la literatura es masculino. No digo que las mujeres, mientras recogian bayas, no desarrollasen la imaginación. Por supuesto que sí; y luego, cuando inventaron la agricultura y ya nadie tenía nada interesante que contar, cogieron el testigo narrativo e inventaron la religión para dar un poco de salsa a sus historias. Pero el primer´literato, fue un machote cazador fanfarrón. Y es que, Care mía, puede que ahora las historias estén dentro y no fuera, pero en el paleolítico, la historia, no lo dudes, era el mamut.

sfer dijo...

No, si al final no solo no vamos a ser la primeras sino que vamos a ser las culpables de:

a) domesticar a los pobres machos sedientos de aventuras mamuteras y atarlos al huertecillo para cultivar coles.

b) todas las atroces salvajadas que se han cometido en nombre de la religión.

César... que te estás pasando :P

César dijo...

Sfer, no te enfades conmigo. Verás, un estudio demostró que en las sociedades de cazadores/recolectores, la principal fuente de alimentación, con diferencia, era la recolección, no la caza. Es decir, las mujeres alimentaban a la tribu. Los hombres se iban por ahí de mamuts con los amigotes, simulando que hacían algo importante, cuando a lo que en realidad se dedicaban era a golfear y fantasmear. Hartas de esa situación, las mujeres decidieron inventar la agricultura con el objetivo de que los hombres no tuvieran ningún pretexto para irse de juerga, dejándoles a ellas el trabajo más pesado y menos divertido.
En cuanto a lo de la religión, no lo digo yo, sino la insigne arqueóloga feminista Marija Gimbutas. Según ella, el primer dios fue una diosa, la Diosa Madre, y los primeros sacerdortes, sacerdotisas.
En cualquier caso, estoy convencido de que el ejército es una invención masculina, y eso sí que es una cagada.

César dijo...

Juanmi, tío, me has partido el corazón con tu historia de los leones. Es verdad, los hombres somos totalmente prescindibles, porque la supervivencia de la especie no depende de nuestro número, sino del número de mujeres. Si hubiera un holocausto y sólo quedaran una mujer y mil hombres, a tomar por culo la raza humana. Pero si quedaran mil mujeres y un solo hombre, ¿qué obtendríamos? Un hombre feliz y la especie tirando p'alante.
Somos del todo prescindibles; afortunadamente, la naturaleza nos ha hecho más fuertes y brutos, que si no, aviados estábamos.
Tienes mucha razón, amigo mío. Nuestro único fin en la vida es depositar el esperma; y la gran putada es que, la mayor parte de las veces, las mujeres ni siquiera nos dejan hacer eso. Por ejemplo, no me importaría nada depositar mi esperma en Halle Berry, pero no puedo. Y es injusto, porque, vamos a ver, ¿soy o no soy el macho alfa?

Anónimo dijo...

Sólo un detallito al respecto, aunque no me gusta mucho eso de qué fue primero si la gallina o el huevo.

La tradición oral no creo que fuera exclusiva de hombres. Claro que se sentaban alrededor del fuego y contaban sus historias de Mamuts. Pero no creo que fueran los hombres los que acostaran a sus niños, porque eso se supone que lo hacen las mamis. Y cuando los nenes dicen, "jo, mami, cuéntame un cuento", la madre le contaría que un día mientras recolectaba bayas, vio entre los arbustos una criatura maravillosa, diminuta, de alas casi transparentes y una sonrisa encantadora.

Por otro lado, sí que estoy convencida que la "literatura" fue inventada por los hombres. Teniendo en cuenta que a las mujeres no se las enseñaba a leer y escribir a menos que fueran monjas... A la literatura sólo tenían acceso los hombres.

Un saludete y perdón por la intromisión

Anónimo dijo...

Felicidad, estoy contigo...

Los hombres estaban cazando mamuts, llegaban agotados y se iban a dormir.

Las mujeres se quedaban cuidando a los niños (sobre todo las abuelas) y contándoles historias.

¿Quién desarrolló el lenguaje? ¿Quién lo necesitaba más?... El lenguaje hizo cerebros más complejos y evolucionados, ¿de quién es el cerebro de cazar mamuts y de quién el que cuenta cuentos?...

Bueno, seguro que todo no es tan simple. Pero algo de verdad hay.

César dijo...

Felicidad y anónimus: supongo que os habréis dado cuenta de que estaba bromeando. Es evidente que no podemos saber quién inventó la literatura, si es que la inventó alguien; a lo sumo, podemos hacer conjeturas. Hablando en serio, la hipótesis del cazador parece la más razonable. El único rastro que nos queda de la tradición oral de aquello primitivos humanos son las pinturas rupestres, que muchas veces muestran escenas casi narrativas. Y la inmensa mayor parte de esas escenas están relacionadas con la caza.
No obstante, insisto, esto es sólo una especulación. A fin de cuentas, también hay un considerable número de pinturas rupestres relacionadas con la fertilidad, y ese aspecto es muy femenino. Eso por no hablar de las Vénus paleolíticas.
Ahora bien, eso de las madres contándole cuentos a sus hijos... Mirad, estamos hablando de cromañones, o quizá de una especie más antigua, quién sabe, así que no parece muy lógico atribuirles la sensibilidad y costumbres de los homo sapiens del siglo XXI. No, no creo que vayan los tiros por ahí. Ah, y dudo mucho que haya taaaaaaantas diferencias como sugerís entre el cerebro masculino y el femenino.

César dijo...

Pues no sé, Cristian; las caderas anchas y las tetas gordas también están relacionadas con la fertilidad, la familia y todo eso. Además, si tienes razón, el culto al falo también es tela de antiguo. ¿Eran las mujeres quienes hacían los menhires? ¿O realmente el tamaño no importa?
Tu pregunta, amigo mío, tiene tela. Mi respuesta: por vanidad, por soledad y por ingenuidad.
De todas formas, es interesante. ¿Quieres que, en tu nombre, incluya la pregunta en la próxima entrada?

Anónimo dijo...

Interesante el artículo de Harris, pero me pregunto ¿son los yanomamos caníbales?. Porque no veo cómo guerreando se nutren de la proteína que les falta.
En cuanto a las historias,creo que tiene que ver más bien con el desarrollo de la inteligencia y el habla en los homínidos, más que con una cuestión de sexo. Al igual que la música y el arte.
Por cierto, una diferencia genética entre los hominidos y hominidas: los hombres tenemos porcentualmente más alto el indice que el anular, mientras que en las hembras de nuestra especie se tiende a igualar. Lo saqué del libro de Punset sobre la felicidad, que os recomiendo a todos por los temas que estamos trtatando.

César dijo...

Si, Juanmi, el viejo Marvin y tú tenéis mucha razón. Por cierto, parte del comportamiento de los yanomamo estriba en el hecho de que, además de todo lo que dices, están todo el día drogados como piojos.
Ah, y el infanticidio femenino como medio de control de la población se estuvo practicando en Europa hasta hace relativamente poco. Y en China siguen haciéndolo.
Una cosa más: el otro día me hablaste de From Hell y creo que no te contesté: sí, lo he leído y es magnífico. Quiza lo mejor de Moore.

Anónimo dijo...

Jelou!

A ver, no tengo internet en casa, sólo en el curro, así que... es fácil que no siempre conteste.

Vamos a ver, como ya dije eso de discutir sobre qué fue antes si la gallina o el huevo, siempre me ha parecido absurdo. Y que si los hombres tal o las mujeres esto otro, también.

Una mujer es más sensible, pero un hombre es más racional. Una mujer percibe más colores, un hombre tiene mejor concepción espacial... y eso no es que uno esté por encima del otro, porque siempre habrá algo de lo que carezca respecto al otro.

Yo también estaba bromeando con lo de mi comentario anterior. Es que me hizo gracia la "piacho" discusión que se había generado por tu post.

¿Quién inventó qué? ¿Quién hace mejor qué? El huevo, obviamente, organismo unicelular. Jijiji...

Besotes

César dijo...

Cristian: interesante disertación chinesca la tuya; te veo muy puesto en asuntos orientales. Con respecto al infanticidio femenino, la verdad es que no es una cuestión de machismo, sino el principal medio que las culturas precientíficas utilizaban -y utilizan- para controlar su población. Porque el crecimiento de la población no depende del número de hombres, sino, como es lógico, de mujeres. De modo que si quieres reducir o estabilizar tu población, tienes que disminuir la cantidad de mujeres fértiles. Y si quieres aumentarla, tienes que conseguir más mujeres. Marvin Harris ha disertado largo y tendido sobre eso.
Juanmi: tú lo has dicho; leer lo mejor de Moore es una experiencia holográfica donde la ficción se superpone a la realidad. Me pasó igual con Watchmen. Es fascinante ese detallismo obsesivo de Moore: te hipnotiza. Afortunadamente, yo no leí From Hell de una sentada; de haberlo hecho, creo que me hubiera puesto a destripar prostitutas alegremente.
Felicidad: ¿la mujer es más sensible y el hombre más racional? Mmmm... No sé yo si esa idea no es una puerta abierta al machismo. No, yo creo que si esa distinción es real, se debe a motivos culturales, que no biológicos. No obstante, lo cierto es los hombres somos más agresivos que las mujeres, y esa agresividad puede interpretarse como falta de sensibilidad. Pero no es lo mismo. Otra cosa: ¿así que lo primero de todo fue el huevo, eh? ¿Y no crees que los huevos tienen un no sé qué decididamente masculino? ;-)

Anónimo dijo...

Jijiji...

Bueno, los ovarios también tienen forma de huevo, no?

Por cierto. Científicamente está demostrado que las mujer tienen mayor actividad cerebral en el lado izquierdo del cerebro, mientras que los hombres la tienen en el derecho. De ahí decía yo lo de más sentimental (emocional) y más frío o racional. No por otra cosa.

Si alguien quiere ver eso como machismo o feminismo, allá ellos. Yo seguiré pensando que hombres y mujeres nos parecemos más de lo que nos empecinamos en no admitir. Y, al mismo tiempo ni todos son iguales, ni todas son iguales.

Por otro lado... ¿Qué es el machismo exactamente? ¿O qué se entiende como tal? Pero bueno, no creo que eso tenga mucho que ver con esta entrada, así que... no digo nada más, para no desviar el tema a otros derroteros.

Besotes

PD: Cierto que los hombres son más agresivos, pero las mujeres son retorcidas de la hostia. Un puñetazo te dolerá un rato. Una puñalada trapera te puede doler toda la vida.

César dijo...

Pero no se ven; ni la fábrica ni los huevecillos fabricados. Las mujeres, como siempre, tan discretas ellas.

Anónimo dijo...

El machismo es una forma de racismo, o quizás de temor a lo "desconocido" o a lo "otro". (Nada nuevo bajo el sol, por otra parte).

Anónimo dijo...

Ahondando en lo del "cableado cerebral" distinto entre hombres y mujeres que comentaba Felicidad (porque no es sólo cuestión de quién usa más qué hemisferio: al fin y al cabo los zurdos se supone que usamos preponderantemente el hemisferio contrario a los diestros, además de tener las funciones mucho menos localizadas, sino, parece ser de conexiones: hombres y mujeres no estamos "cableados" del mismo modo).

La terminolofía clínica, al menos eso me dijo mi mujer que es psicóloga, es que el hombre es "obsesivo" mientras que la mujer es "histérica". Los entrecomillo porque no tiene exactamente el mismo significado que en el habla coloquial.

Pero no cabe duda de que hay ciertas diferencias cerebrales que no son culturales. La capacidad para procesar en paralelo de las mujeres (frente a nosotros, que lo hacemos en serie), su peor orientación espacial, ese tipo de cosas, parece ser, son genéticas. Y sin duda esas características cerebrales tienen, por fuerza, que general formas de ser distintas.

Lo que no me cabe duda es que un amplísimo porcentaje de cosas que consideramos "naturalmente" femeninas o masculinas son, en realidad, culturales. Basta ver cómo en la naturaleza, muchos roles que consideramos en nuestra especie de uno u otro sexo, no siempre caen en los mismos.

Perdón por el rollo. Esta mañana me he levantado un poco hiperactivo, me temo.

César dijo...

Totalmente de acuerdo, Juanmi: un error de diseño como se han visto pocos. Y te lo dice alguien que cierta vez, cuando estaba en el colegio jugando al fútbol, recibió una vigorosa patada en los cataplines. Me caí redondo. Fíjate tú que la parte más protegida del cuerpo es el cerebro, todo él rodeado de duro hueso. Y sin embargo, tenemos los cojones ahí, protegidos tan sólo por un pellejillo ridículo. Y eso que los varones solemos utilizar mucho más las pelotitas que el cerebro para pensar.
No sé, quizá sea para mantener al equilibrio entre los sexos. Los hombres tenemos alrededor de un 15% más de masa muscular que la mujeres; es decir, somos más fuertes. En compensación, la naturaleza nos dejó las gónadas al aire, para que una mujer, si así lo desea, pueda dejarnos KO con sólo acertar en el centro de nuestro ser.

César dijo...

Pero Juanmi, el cerebro -cuando menos el de los varones- sólo lo utilizamos para ingeniarnos la manera de follar. En nuestro caso, cerebro y testículos persiguen un objetivo común. El ADN gana por goleada.

Anónimo dijo...

Si somos salidos es por nuestra naturaleza, los hombres muchas veces no podemos evitar "ponernos burros", a mi me pasa que me levanto empalmado todos los dias aunque el dia anterior haya follado sin parar o me haya hecho unas "pajas", esta en nuestra naturaleza será el ADN o no se lo que será pero las mujeres son muy incomprensibles con nosotros nada mas jajaja