jueves, noviembre 22

En la mente del escritor 8. La escritura (III)

Continuamos, amigos míos, con lo que hago mientras escribo. Lo estoy reseñando por partes (porque no hay otra forma de hacerlo), pero os recuerdo que el orden que planteo es arbitrario y que, a la hora de la verdad, todo esto se hace más o menos a la vez, en plan barullo. Adelante pues.

La voz

Toda narración literaria posee un “tono” determinado, una especie de “pátina” que cubre al relato confiriéndole un “sabor” de fondo. “Tono”, “pátina”, “sabor”... sólo son aproximaciones, pero es lo único que se me ocurre para definir eso que suele denominarse “la voz”. Pero la voz ¿de quién?... Pues del narrador, claro.

Como decía al final de la anterior entrada, la prosa debe ser dúctil para adaptarse a las necesidades del relato. Si quiero escribir una historia evocadora y melancólica, quizá deba darle un tono poético a mi prosa, si pretendo escribir un hard boiled, mi prosa será más seca y fría, y si mi historia tiene humor le daré un toque ligero e irónico. No quiere decir esto, por supuesto, que historia y voz tengan necesariamente que correr paralelos; a veces, utilizar un tono distinto, incluso contrario, a la textura de la historia consigue excelentes resultados. Por ejemplo, narrar un relato intrínsicamente triste mediante una voz muy distanciada genera mayor emotividad que si hubiéramos empleado paletadas de énfasis.

Antes decía que la “voz” pertenece al narrador, lo cual plantea dos alternativas: primera persona o tercera persona. Si se trata de un narrador en primera persona, la voz del relato será la suya; es decir, la de un personaje de la novela, y si a estas alturas de la novela no sé cuál es la voz de un personaje fundamental, es que no he hecho los deberes. Por tanto, un narrador en primera no debería suponer ningún problema a la hora de elegir la voz, pues basta con dejarle hablar.

Ahora bien, no ocurre lo mismo con la tercera persona; ahí tenemos que elegir, y no siempre es fácil, porque la voz no es algo que se pueda imponer al relato, sino algo que se encuentra, una tonalidad que surge de nuestro interior impregnando al texto. Pero, ¿y si no surge? ¿O surge, pero de forma equivocada? Entonces, hablando mal y pronto, la hemos cagado, amigos míos. Así, de memoria, recuerdo al menos un par de novelas mías frustradas precisamente por problemas con la voz. Además, corregir una voz errada, cambiar una tonalidad por otra, significa reescribir todo lo que has escrito hasta el momento. Lo dicho, un desastre.

Entonces, ¿cómo encontrar la voz adecuada? Mi buena amiga Elia Barceló me comentó hace tiempo el método que seguía ella: antes de comenzar una novela, Elia prueba distintas voces escribiendo, en cada caso, no más de un par de folios. Luego, elige. Yo lo he hecho alguna vez y suele dar buenos resultados. Pero, ¿cómo saber que se ha elegido bien? En el fondo es sencillo; la voz, para ser correcta, debe ser auténtica, debe brotar con facilidad, sin forzarla. Si al escribir tengo que estar pendiente de mantener el tono, si tengo que forzar la prosa, eso significa que me he equivocado.

La carne

La novela es una imitación de la vida, y en la vida, aparte de los asuntos básicos, hay constantes digresiones. ¿Recordáis que comparaba la novela con un árbol? El tronco es el argumento, pero de él brotan una serie de ramas que no tienen que ver con la trama, que no aportan nada a la historia central, pero que sirven para dar apariencia de vida a la ficción. Usando otro símil, el argumento estructurado que he diseñado sólo es un esqueleto, de modo que ahora, mientras escribo, tengo que recubrirlo de carne.

Una forma de hacerlo es desarrollar una o más subtramas; es decir, historias que no tienen que ver con el argumento, salvo por los personajes, y que se narran paralelamente a la trama principal. Otra manera es utilizar la digresión. Los personajes no pueden estar todo el tiempo centrados obsesivamente en el tema medular del argumento; a veces, deben irse por peteneras. Un personaje se enrolla con sus opiniones sobre determinados aspectos de la vida, o le sucede una anécdota, o cuenta una historia de su pasado, o se relaciona con otros personajes... puede ser cualquier cosa. Por otro lado, no olvidemos que los personajes son imitaciones de personas y, por tanto, deben hacer todo lo que hacen las personas: comer, defecar, dormir, hacer el amor, leer, ver la TV... Todo eso, esa cotidianidad, debe quedar reflejada de algún modo en el texto.

Mientras escribo suelen ocurrírseme muchas ideas para estas digresiones. Para ser sincero, ignoro cómo se me ocurren, porque no hago el menor esfuerzo en buscarlas; sencillamente, estoy escribiendo y la idea brota en mi cabeza como surgida de la nada. No todas las ideas son buenas, por supuesto; pero todas las que considero aceptables las escribo. Luego, durante la corrección del texto, si considero que me he pasado, sacaré las tijeras de podar. Todo esto, las subtramas, las digresiones, las anécdotas, las acciones paralelas, no sirve sólo para dotar de carne al texto, sino también para desarrollar los personajes

Las escenas de transición

Veréis, por lo general no tengo ningún problema en escribir una escena de acción, o una conversación, aunque sea a múltiples bandas, o una descripción profusa... sin embargo, lo que me plantea verdaderos quebraderos de cabeza son las puñeteras escenas de transición.

En toda novela hay una serie de escenas, la mayoría, que tienen particular importancia argumental; es decir, son significativas y necesarias para el desarrollo de la trama. Pero al mismo tiempo hay otras muchas escenas que, por razones de continuidad o de ritmo, deben incluirse, pero que en sí mismas carecen de relevancia y, sobre todo, de interés.

¿No os ha pasado estar leyendo una novela con atención y, de repente, llegar a una parte del texto que es un tostón? A mí sí y me parece deplorable por parte del autor; es como si éste, al llegar a las zonas coñazo de la narración, tirara la toalla y se limitara a cumplir el expediente. Mal hecho. En mi opinión, siempre hay que darle algo al lector; tienes que ingeniártelas para aportar algún elemento de interés a lo que en sí mismo no lo tiene. ¿Qué puede ser? Una divagación ingeniosa, una conversación brillante, una pequeña peripecia, un gag... lo que sea, cualquier elemento que capte la atención del lector lo suficiente como para hacerle olvidar que esa parte del texto es aburrida.

Porque el peor pecado de un escritor es aburrir.

El problema es que, normalmente, esas zonas de transición suelen ser como páramos, lugares donde no hay nada que me permita alegrar un poco el paisaje, así que tengo que partir de cero, y eso no siempre es fácil. Creo que esta clase de escenas son las que más tiempo me hacen perder mientras escribo; a veces puedo tirarme, literalmente, horas intentando aportarle algo a una escenita de mierda en la que, probablemente, nadie se va a fijar. Y es cierto, el lector no se fijará en esa escena en especial; pero sí percibirá el conjunto de todas esas escenas; quizá no sepa qué es en concreto lo que percibe, pero su impresión global no le engañará.

Volviendo al símil arquitectónico, esta parte de la escritura sería algo así como la decoración interior. Tenemos unas habitaciones con malas vistas, de modo que procuremos que queden bonitas y agradables.

Y esto es todo por hoy, estimados merodeadores. Arrivederci.

20 comentarios:

Anónimo dijo...

me he comprado varios libros tipo "Mientras escribo" de Sthephen King, pero te juro por Dios que ninguno es ni la décima parte de interesante que estos artículos.
Gracias César!

Anónimo dijo...

Por qué los escritores siempre escribis sobre escribir, es una paradoja muy frecuente, yo como no escribo, no se lo que es eso, pero a mi me resultan aburridas esas paradojas

Manuel dijo...

Hago mías las palabras del anómimo comunicador del m¡ primer comentario (con la diferencia de que yo no he comprado libros sobre escritura de S.K.): es una serie estupenda.

Quería preguntarte si tienes claro cuántos capítulos vas a dedicar a "La escritura" o si, por el contrario, a medida que encuentras temas añades un apéndice.

También me gustaría saber tu opinión sobre el siguiente planteamiento de "voces" para novela que me ronda la cabeza: ésta estaría articulada exclusivamente en torno a los diarios de dos personajes; éstos personajes al principio no se conocen pero coinciden a mitad de la novela (más al principio que al final) y a partir de ese momento llevan vidas más o menos paralelas. Otro dato es que, en el escenario de la ficción, las lenguas que hablan los personajes no coinciden y, por tanto, las lenguas en que están escritos los diarios tampoco (obviamente, al lector se le presentan en una misma lengua, básicamente la suya).

Supongo que tengo que hacer el esfuerzo de imaginarme en el 'rol' de mis personajes y adecuar el estilo (vocabulario, formas verbales, etc...) y el "tono" según hable uno u otro.

¿Tienes experiencia en este tipo de esquemas, con más de una voz? La verdad es que yo, como lector, no lo he encontrado a menudo. Se me ocurre la 2ª parte de "Los propios dioses", de Asimov, pero con la salvedad que los personajes que más o menos llevan la voz apenas interactúan. No sé si es algo condenado de base al fracaso...

Anónimo dijo...

Gracias por esta nueva entrada :) me está ayudando bastante con mi novela ^^

César dijo...

Anónimo de las 2:10: gracias a ti por tu comentario; es bueno saber que lo que uno escribe le interesa a alguien :)

Isabel: Una paradoja es, o bien una idea extraña u opuesta al criterio común, o, ya entrando en la retórica, una figura de pensamiento que consiste en emplear frases o expresiones que contengan una contradicción. Que un escritor escriba sobre su trabajo -escribir- no es una idea extraña ni contiene ninguna contradicción. No es, de hecho, una paradoja. En cuanto a lo de que los escritores siempre escribimos sobre escribir... bueno, sólo puedo hablar por mí, pero si revisas el blog verás que hay muy poquitas entradas sobre la escritura. De todas formas, y aunque no escribas, supongo que te gusta leer, y a un buen lector suelen interesarle los textos sobre escritura. Vamos, digo yo.

Manolo: Sí, tengo más o menos claro cuántos capítulos voy a dedicarle a la escritura. Calculo que faltan dos más... puede que tres, si me enrollo mucho con algún tema. En principio, tengo anotados todos los puntos que quiero tratar, aunque puede que incluya alguno más (hoy mismo he añadido uno que había olvidado). Luego dedicaré una entrada a la corrección, otra a la edición y quizá otra más con consejos generales, despedida y cierre.

En cuanto a ese planteamiento de novela que comentas... bueno, no tiene nada de extraño utilizar más de una voz. Si mal no recuerdo, Priest lo hace en "El prestigio", igual que Stoker en´"Drácula" o Cabrera Infante en "Tres tristes tigres". Lo que tienes que hacer es precisamente lo que dices: definir muy bien las personalidades de tus dos personajes y luego dejarles hablar.

Natalia: Me alegra mucho serte de utilidad. ¿Me darás el 10 % de los beneficios cuando ganes el Nobel? ;)

Yepetta dijo...

Cito: Yepetta: "La bestia estelar" te gustaría mucho, creo; pero es muy difícil de encontrar. Prueba, si te apetece, con "Puerta al verano". Es deliciosa.

Eso que has dicho de dificil de encontrar me ha picado ** ^_^

Sigo leyendo tus entradas, curiosas, inteligentes...

Yepetta dijo...

Por cierto, Jordi SIerra i Fabra escribió un libro con estas cosas que aquí dices (en mi mano le tengo...) :)

Anónimo dijo...

A lo largo de estos artículos has comparado varias veces la labor del escritor con la del arquitecto; la novela, en fin, con la arquitectura.
Creo que tienes razón y hasta creo saber en que consiste, en esencia, esa semejanza: tanto una como otra son "espacios habitables" y, como tal, los habrá más o menos bellos, más o menos complejos, más o menos deseables. Pero tanto la obra literaria como la arquitectónica han de ser, para existir como tales, "habitables".

Arcadio dijo...

Bueno, a mi pocas cosas me interesan más que los procesos de creación literaria que utilizan los escritores que admiro. De manera que, César, ya sabes, en lo que a mí respecta puedes continuar escribiendo sobre el tema indefinidamente.
Yo soy absolutamente consciente de que cada historia y cada personaje tienen una voz distinta, que se debe adaptar a las características de ambos para una mayor credibilidad. Al personaje de un ignaro berezotas no puedes hacerlo hablar como un intelectual sesudo y pretencioso y viceversa. Pero he de confesar que tengo un problema con eso que me resulta muy difícil de solventar, de eludir. Amo el lenguaje. Profundamente. Y siempre deseo que prevalezca por encima de cualquier cosa. Y para mí en una novela, en un cuento, en un ensayo es casi más importante la forma que el fondo. No puedo evitarlo. De verdad, no puedo. En consecuencia, las novelas en las que el autor, de manera, faltaría más, legítima y veraz y consecuente, adapta el lenguaje al perfil del personaje, me producen, en principio, rechazo, porque como dijo una vez alguien: "yo necesito del estilo, porque sólo en el lenguaje está el arte literario. Necesito del estilo, porque la propia estructura del lenguaje, la figura, me sirve de inspiración".
Yo suscribo esas palabras. De principio a fin. Sé que resulta inverosímil que determinados personajes se pronuncien de forma forma distinta a la que su deberían por su procedencia, pero si somos capaces, los lectores, de poner en suspenso nuestra incredulidad mientras dura la lectura de una obra de ficción para creernos aquello que nos cuenta el autor, ¿por qué no podemos hacer lo propio con el lenguaje?

César, ha habido un par de entradas en las que no he publicado comentario. El motivo ha sido el nacimiento de mi primera hija, Martina, que ha acaparado todo mi tiempo. Quisiera compartir con vosotros mi júbilo.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

cuánta razón tienes con lo de las escenas de transición. Cuánta razón. No sigo con mi comment pues no encuentro manera de salir de mi anterior escena.
cuánta razón, madre mía.

César dijo...

Yepetta: hola, hada oficial de Babel. Así que te he picado, ¿eh? Eso me gusta; tienes carácter de cazadora de libros. Bueno, pues te voy a echar una mano: puedes encontrar "La bestia estelar" en esta librería: Hijazo Libros
(Logroño). Y también en esta otra: Librería Javier Fernández
(Madrid). En general, te recomiendo este buscador de libros viejos: http://www.iberlibro.com/

Big Brother: cojonudamente dicho, sí señor; se nota que eres mi hermano y algo has acabado aprendiendo de mí.

Arcadio: ante todo, ¡muchas felicidades por esa recién llegada a tu familia! Espero que tanto la madre como la niña estén perfectamente; y, centrándome en Martina, sólo te deseo dos cosas: que coma bien y que duerma bien; con eso basta para que la vida de los neo-padres sea más grata. Y ya de paso te voy a dar un consejo. Durante más o menos el primer año de vida de un bebé, la única relación que se puede tener con él es física. El tacto y la presencia cercana son fundamentales. Muchos padres dejan que sean las madres quienes se ocupen de los bebés en este periodo y es un error, porque así lo único que consiguen es alejarse. De modo que mi recomendación es que atiendas a Martina tanto como tu mujer. Báñala, cambiale los pañales, ponle crema en el culito, cántale para que se duerma. Estarás cerca y, además, es bonito. Felicidades de nuevo.

Hablemos ahora de literatura... Vaya, hay varias cosas con las que no estoy del todo de acuerdo contigo. Vamos a ver, el hecho de que distintos personajes se expresen de distintas maneras no significa una degradación del lenguaje. Se puede escribir bien de muchas y muy diversas formas. Por el contrario, si todos los personajes hablasen igual, eso sí que sería un empobrecimiento de la lengua.

En tu comentario te centras en los diálogos. Pues bien, igual que la novela es una imitación de la vida, el diálogo ha de ser un simulacro del habla de la gente. Y digo bien cuando digo simulacro, porque todos los diálogos, todos sin excepción, son simulaciones muy poco fieles a la realidad. Y es que las personas, incluso las más cultas, hablamos fatal. Nuestras conversaciones están llenas de incorrecciones sintácticas, vacilaciones, repeticiones... en fin, si transcribiésemos directamente los diálogos reales al papel quedaría horrible. Por tanto, lo que hacemos es construir unos simulacros que han de sonar naturales, pero que no lo son.

Supongamos que tenemos que escribir el diálogo de un "ignaro berzotas". ¿Significa esto que debemos cargarnos el lenguaje, como haría un auténtico patán? No, ni mucho menos; lo que yo haría es utilizar un lenguaje más sencillo, con frases muy cortas y un vocabulario más limitado. Pero todo correctísimo.

En cuanto a lo que comentas sobre la forma y el fondo... bueno, es que no creo que haya tal cosa. No hay forma y fondo, sólo el relato en sí. Lo que un relato dice y cómo lo dice está tan íntimamente ligado que es imposible de separar. Una narración no es un concepto (o suma de conceptos), sino la expresión de ese concepto. La expresión, ¿comprendes?, algo que en sí mismo podría ser considerado todo forma. Pero, y esto es importante, cuando digo "forma" no me refiero sólo a la prosa, sino también a otros muchos factores.

Fijémonos en la frase que citas: "Yo necesito del estilo, porque sólo en el lenguaje está el arte literario. Necesito del estilo, porque la propia estructura del lenguaje, la figura, me sirve de inspiración".
Bien; en la frase se usa la palabra "estilo" como sinónimo de "prosa". No estoy de acuerdo; la prosa forma parte del estilo, pero el estilo es mucho más amplio.

El estilo literario, lo que define en gran medida la personalidad de un autor, se manifiesta en la prosa, por supuesto, pero también en la narrativa, en la construcción de los personajes, en la estructuración del argumento, en el manejo del ritmo, etc. El estilo es, en todos los sentidos, mucho más que la prosa.

Tampoco comparto la idea de que el eje de una novela, de un relato, sea la prosa. No, lo que manda es la narrativa y la prosa ha de estar al servicio de ella.

Con respecto a la suspensión de la incredulidad... Yo creo que no es algo que el lector haga voluntariamente, sino algo que el autor provoca en el lector. El escritor crea un simulacro de vida y, si es convincente, consigue que el lector se sumerja en ese simulacro como si fuera la realidad. Pero debe ser convincente. Y, para serte sincero, si yo leyese una novela donde todos los personajes hablan igual e incluso los más gañanes se expresan como académicos... bueno, no me parecería muy convincente y creo que dejaría de leerla.

César dijo...

Samael: Se sufre, ¿verdad? Deberían prohibir las malditas escenas de transición. Pío Baroja lo sabía muy bien y se las pasaba por el forro de los testes. Pero luego los críticos decían de él que tenía un estilo muy desmañado. Qué injusta es la vida...

Anónimo dijo...

Jajaja, me conformo con publicar (que no es poco) ;)

Por cierto, sobre lo de aburrir, creo que es muy subjetivo y que todos los libros pueden aburrir a distinta gente, dependiendo de si están acostumbrados o no a leer, sus gustos, etc, aunque sí es cierto que hay libros que tienen más posibilidades de aburrir a más gente. ^____^

Anónimo dijo...

interesante entrada. El tema de la voz es fundamental. Más aún si es primera persona. Creo que a algunos escritores les suele salir a veces la misma voz en sus novelas, lo que se confunde con la habitual frase de "el escritor escribe siempre la misma obra". Aq tb comprendo que con algunas voces se esté más cómodo que con otras. Y las escenas de transicion son así, un coñazo. Pero si no lo haces bien rechina el texto entero.

Una pregunta me planteaba: después de escribir un buen número de novelas, ¿has llegado a tener la sensación de que tu narrativa se pudiera convertir en más de lo mismo?. No lo pregunto como lector que haya visto esto en tus novelas, sino en tu sensación como escritor (tb es verdad que tus novelas últimas se encuadran en la categoria de juvenil, al menos las que conocemos publicadas, y esto no es una crítica, sino constatar que escribes en un digámoslo género con ciertos esquemas previos de concepto.). No se si me he explicado bien.

Anónimo dijo...

Siento repetir un comentario ya expresado de varias formas, pero también entro para felicitarle.
Dispongo de algunos libros de ayuda para el escritor (diccionarios, manuales de estilo, de gramática, etc.) y las entradas de su blog no desmerecen en absoluto al lado de los mejores de ellos.
Aunque aquí los tengo gratis, si algún día los edita en forma de libro, le aseguro que yo lo compraría.

Un saludo,
Daniel.

Fernando Alcalá dijo...

Madre mía, ¡cuánta sabiduría en estas entradas y en estos comentarios! Son un disfrute. Gracias a todos y enhorabuena, Arcadio, por el nacimiento de Martina (precioso nombre).

¿Qué voy a decir yo de estos posts, si adoro aprender sobre el proceso de la escritura (para algo me hice filólogo, aunque al final no resultase como esperaba). Normal que me tengan enganchado estas entradas, que son tan cercanas y tan verdaderas.

Precisamente ahora me estaba planteando el problema de la voz, porque en la novela que estoy trabajando ahora utilizo tres puntos de vista con tres voces diferentes y me estaba dando la sensación que dos de ellas eran demasiado parecidas. Luego comprendí que tenía que ser así, pero se me pusieron los pelos de punta cuando me planteé cambiar todo lo escrito por una de ellas... Así que gracias por estas entradas, son muy útiles. Y divertidas.

Por si a alguien le interesa, del estilo a estas entradas de César he leído un par de libros que son divertidísimos y muy cercanos. y también, sobre todo, muy útiles. Uno es The Idiot's Guide to writing a novel de Tom Monteleone y otro es How to Write a Damn Good Novel de James N. Frey. Ahí dejo la recomendación por si a alguien le interesa.

Espero con ganas tu próxima entrada, yo también quiero hacer mi escritura más "habitable" ;)

Fernando Alcalá dijo...

Ah! Y se me olvidaba, a que no sabes por qué hace un par de entradas que no comento? Por una escena de transición. Me dije a mí mismo que nada de cuartelillo hasta que no la terminara. No es que me aburran, es que me cuesta a veces mucho intentar que signifiquen algo, que realmente sirvan para pasar de un acontecimiento a otro... qué duro. Gracias por los consejos!

Anónimo dijo...

Tienes mucha razón con las escenas de transición. El problema es cuando el mismo principio es una escena de transición porque por mucho que te empeñes, no pude tener chicha. Por ese motivo llevo atascada con una historia, no consigo enlazar. Probé cambiando el principio pero en toda historia con un mundo nuevo e inventado, la información debe presentarse ante un personaje ajeno al mundo, un marciano, para el que todo es extraño y así ir mostrando el mundo en cuestión. Hay muchas sagas en las que los autores son tan jodidamente buenos que se bastan de la narración para hablar del mundo pero yo no lo he conseguido. Sigo buscando...

Me encantan estos post, en serio. Aparte de ser útiles, consiguen acercarnos más a tu trabajo. Cuando vuelva a leer "Las lágrimas de Shiva" probablemente me acordaré de estos post y de la faena que te llevaría escribirlo. Un beso,

Cristina

Abuelo Igor dijo...

La distinción entre fondo y forma, como la que se establece entre cuerpo y alma, siempre me ha parecido artificial. Nunca he visto obras literarias que sean sólo ideas y no vengan vehiculadas a través de lenguaje, ni me he cruzado con almas divorciadas de su cuerpo. Para mí, el fondo es la forma, y el cuerpo es el alma. No creo en dualismos de ningún tipo.

Anónimo dijo...

Gracias intiresnuyu iformatsiyu