martes, agosto 11

Hello

¿Hola?... Uno-dos, uno-dos, uno-dos... ¿Mesescucha?... ¿Hay alguien ahí?... Supongo que no, seguro que estáis todos fuera de vacaciones ahora que yo acabo de volver de las mías. Si es así, pasadlo de p. m., y si todavía estáis amarrados al duro banco, disfrutad de las ciudades vacías (siempre que no sean costeras), de la paz y del silencio.

Como decía en la entrada anterior, he pasado quince días viajando por el sur de Inglaterra junto con Pepa, mi mujer. Comenzamos en Canterbury, al sureste, y acabamos en Newquay, Cornualles, en el extremo suroeste. Una gozada. Pero tranquilos, no os voy a contar todo el viaje; me limitaré a una impresión general. Aunque, eso sí, en dos futuras entradas os hablaré del rey Arturo y de Stonehenge. Sólo por matar el tiempo en estos cálidos y perezosos días de agosto.

El caso es que había visitado Londres -una ciudad que me encanta- cuatro o cinco veces, pero no había salido de allí y tenía muchas ganas de conocer el resto del país, aunque la elevada cotización de la libra me había disuadido hasta ahora. ¿Qué esperaba de este viaje? Pues, la verdad, justo lo que he encontrado. Digamos que Inglaterra es muy, pero que muy inglesa. Imaginaos que vais a rodar una película sobre la isla y que metéis dentro todos los tópicos ingleses conocidos, desde las cabinas telefónicas rojas hasta los paisanos irónicos y algo excéntricos, pasando por los imperturbables bobbys de inverosímil casco, los campos delimitados por frondosos setos y las tabernas llamadas The Red Lyon. Pues bien, eso exactamente es Inglaterra a primera vista. Y a segunda, también. Por lo demás, se trata de un país bellísimo que respira historia y cultura por todas partes, y sus habitantes, al menos los que se han cruzado con nosotros, son educados y amables. No obstante, hay algunos aspectos que me gustaría comentar.

1. Clima. Quizá hayáis oído decir que en Inglaterra hace mal tiempo. Es mentira: hace un tiempo horrible. Pese a estar en la temporada más cálida, la temperatura nunca pasaba de 21 grados y las nubes se alternaban con los claros constantemente. De vez en cuando caía un chaparrón. Vamos, que tenías que llevar siempre una chaqueta a mano porque si no te pelabas de frío. No, no hemos pasado calor estas vacaciones...

2. Carreteras. Recuerdo que hace años los visitantes extranjeros comentaban lo malas que eran las carreteras españolas (es cierto, eran muy malas). Pues bien, ¿por qué nadie habla de lo malas que eran y son las carreteras inglesas? Entendedme: el firme suele estar en buen estado y las autopistas son buenas, como en todas partes, pero en cuanto sales de ellas te encuentras con una red viaria del siglo diecinueve. En primer lugar, las carreteras carecen de arcén. En segundo lugar, suelen estar emparedadas entre elevados setos y arboledas. En tercer lugar, son muy estrechas. En cuarto lugar, son mucho más estrechas de lo que os habéis imaginado al leer la frase anterior; haced un esfuerzo y evocad carreteras por las que en muchos tramos sólo cabe un coche y, a veces, ni eso. En quinto lugar, los ingleses (al menos los del sur) aparcan sus coches donde les sale de las narices; por ejemplo, en mitad de una curva de una carretera superestrecha. Si a eso le añadimos que los muy tunantes circulan por la izquierda, comprenderéis que deambular en coche por Inglaterra no es una labor especialmente grata (aunque, bien pensado, en gran parte de los caminos ingleses no se circula por la izquierda, por la sencilla razón de que no hay ni izquierda ni derecha, sino sólo un alarmante y reducido centro).

En mi opinión, esas carreteras se trazaron cuando en Inglaterra había pocos coches; si por el camino sólo circulaba el Bentley del marqués, ¿para qué ampliarlo? Luego, con el tiempo, las modernizaron, pero no demasiado. Donde antes había un camino de tierra se limitaron a echar asfalto por encima (y a poner rotondas, miles de rotondas), pero ni se les pasó por la cabeza ampliar el ancho y poner arcenes. Esas malditas carreteras son un buen ejemplo de la proverbial excentricidad inglesa.

3. Señalética. Con frecuencia se ha dicho también que las carreteras españolas cuentan con escasas señales informativas, pero os juro que comparándonos con los ingleses somos los campeones mundiales de la información vial. Y no es que no haya señales indicadoras de dirección en la isla, no señor; las hay, pero la máxima distancia que abarcan son unas veinte millas y los pueblos que señalan no siempre aparecen en los mapas. Si a eso le unimos que Inglaterra es un dédalo de carreteras estrechas comprenderéis lo necesario que es contar con un GPS para circular por allí. De no ser por el nuestro, Dios lo bendiga, Pepa y yo aún estaríamos perdidos en algún lugar no muy alejado de Canterbury.

4. Gastronomía. Hay quienes opinan que “gastronomía inglesa” es un oxímoron y, la verdad, no andan muy desencaminados. Sin embargo... Veréis, durante el viaje he encontrado restaurantes italianos, chinos, cubanos, indios, españoles, tex-mex, franceses, etc., pero ni uno de comida típica inglesa (salvo los omnipresentes fish & chips). Ni siquiera en las tabernas más típicamente británicas se podía encontrar pastel de riñones, tarta de anguila, cordero en salsa de menta o cualquiera de las porquerías que tanto abundan en la cocina británica. Eso no lo he visto en ninguna parte, así que sólo caben dos alternativas: o los ingleses ocultan su gastronomía a los extranjeros por vergüenza, o ni siquiera a los ingleses les gusta su cocina. En cualquier caso, y para ser fieles a la verdad, en Canterbury cenamos muy bien en un restaurante del chef Michael Caines (con “s” final, no es el actor) y en Bath encontramos un grill con una carne excelente, así como un restaurante de pescado que no estaba nada mal. Ah, en Cornwell encontré y me zampé un producto típico de la zona, el “tradicional pastel de carne cornuallés”, una especie de empanadillón relleno de estofado. La verdad es que estaba bueno.

Por lo demás, el viaje ha sido una experiencia maravillosa llena de momentos memorables, algunos de los cuales ya os comentaré en los próximos días. Si es que estáis ahí, claro.


19 comentarios:

Leodin DaCore dijo...

Si, hay algunos que aún seguimos aquí! :P

Siempre he querido visitar Londres, quizá por mi afición desde pequeña a los libros de Harry Potter... Es uno de mis sueños!

Espero que lo hayas pasado bien a pesar de las carreteras, el clima, etc, etc :P

Miroslav Panciutti dijo...

Me has hecho reir con la tan lógica demostración de que, en la mayoría de la red viaria inglesa, no se circula por la izquierda. En casi todo lo demás, plenamente de acuerdo contigo, aunque te han faltado comentarios elogiosos porque, como bien dices, pese a sus excentricidades, Inglaterra es un país maravilloso (en el fondo, ¿cuál no lo es?). Bienvenido de vuelta de uno de los que sigue aquí (qué remedio).

Álex Vidal dijo...

Pues mira, si hubieses subido al norte del río Clyde, hubieses comido como un señor. ¡Aún estoy digeriendo una hamburguesa de venado de al menos 1 kg que me zampé hace tres semanas!

Bienvenido de vuelta. Y si te acercas a la Costa Brava, recuerda: La Bella Lola :)

Severian dijo...

Viví un año en Inglaterra ¡bajé diez kilos! (y no, nunca tuve sobrepeso ni soy alto, diez kilos es un buen porcentaje de mi masa corporal). Y respecto del clima, agrego que durante el invierno llueve absolutamente todo el dia todos los días. Y ni siquiera llueve fuerte, sino con esa llovizna que cual tortura china agota la paciencia del caminante.

Lo bueno de Inglaterra son los ingleses. Esa formalidad infinita y esa cortesía obligatoria pueden parecer un poco forzadas al principio ¡pero es que facilitan tanto la vida! Jamas un malentendido provoca una discusión, nunca un empleado en una ventanilla cualquiera atiende con mala cara, siempre se cumplen los plazos prometidos. Tienen demasiadas reglas, pero como las cumplen todas, el extranjero termina adoptándolas.

RM dijo...

Las carreteras secundarias inglesas... Me llevó de excursión el señor de la casa donde me alojaba cuando fui profe acompañante, un señor de 73 años, ex-bombero, muy flamante y educado.... y que conducía el tío como Niki Lauda.

Recuerdo que, entre tanto bosque y con caminos tan estrechos, a tanta velocidad, pensé que estaba en las motojets de El Retorno del Jedi...

Artemisa V. dijo...

Se te echaba de menos, Fray César. Aquí está una que ha cateado dos anuales por disfrutar de la vida universitaria sin mesura ninguna. Playa la justa, a empollar.

Welcome home!

Jorge dijo...

A mí me sorprendió que todo estuviera escrito en inglés ;-)

Aquí se escriben en inglés los carteles y similares para turistas, papanatas, pijos y culturetas (incluidme al menos en alguna de esas categorías, please). Al ver t o d o escrito en inglés en Inglaterra me dio la impresión de que lo hubieran hecho sólo para facilitar la vida a los que llegábamos de fuera.

Welcome back, Caesar!

Anónimo dijo...

La cualidad de un país es ser eso, un país. Distinto, original y único. Creo que desgraciadamente cada vez más encontramos los mismos carteles, las mismas autopistas, los mismos anodinos edificios en las ciudades de distintos países. Yo también tuve la suerte de vivir una larga temporada en GB y debo decir que me sentía en un país especial por todo. Me encanta encontrar países países

La Vieja Piragua dijo...

Me habían hablado mucho y bien de este blog pero hasta hace unos días no había entrado. Desde entonces sólo he hecho dos cosas: leer todas las entradas anteriores que he podido y esperar tu regreso de las vacaciones. Estoy muy contento porque por fin he encontrado un blog con el que me siento identificado (tanto con las entradas como con los comentarios). Es verdad que ya había leído muchos libros tuyos antes y no podía esperar otra cosa.

A mí tembién me encanta Inglaterra y el Reino Unido en general. De hecho soy un bebedor compulsivo de té y disfruto con los días lluviosos (en España, pocos) y con esa especie de encantadora cutrez que define a los británicos en muchos aspectos.

Mi viaje favorito, del que tengo un recuerdo imborrable y ya un poco mágico debido al paso del tiempo, es un recorrido que hicimos mi mujer (entonces mi novia)y yo por Escocia y las Islas Orcadas. Una maravilla llena de verde, humedad, carreteras estrechas y, como tú dices, gente amable y educada. Me acabas de recordar que tengo que volver cuanto antes.

Artemisa V. dijo...

Hombre, Vieja Piragua (¡bienvenido a la Fraternidad!), es que los escoceses son mucho más majos y abiertos que los british, dónde va a parar... yo pasé una semanita en Edimburgo y lo mismo vuelvo de erasmus. Escocia tiene una gran cantidad de erasmus españoles, no sé por qué.

Yo siempre digo lo mismo de los ingleses: no tienen la culpa de nacer ingleses, hay que aceptarlos tal y como son, aunque haya algunos que se creen que sigue en pie el Imperio del siglo XVIII.

Scottish Pride! =)

La Vieja Piragua dijo...

Por cierto, uno de las entradas que he leído estos días, del mes de enero, la que se titula "Adiós, número seis", me ha traído también a la memoria el escenario donde se rodó la serie "El Prisionero". Lo visité hace unos años, antes incluso de saber que se había hecho la serie. Se trata de un pueblo bastante extraño y artificial creado por un millonario imitando el estilo de los pueblecitos italianos de la costa. Está en Gales y se llama Portmeirion. También hacen una porcelana algo cursi pero bonita que lleva el mismo nombre y que se vende muy bien en Estados Unidos.

Sim dijo...

Lo que realmente me parece más espectacular es la comida.
Hay dos teorías al respecto. Una, el dicho de Wilde, "el infierno es un sitio en el que el cocinero es inglés".
La otra me la contaron allí. En algún momento de la post-revolución industrial, al objeto de optimizar el tiempo, se prescindió de las comidas caseras (la antigua gastronomía inglesa de los pasteles, los rellenos, la caza...), asumiéndose el formato de un desayuno potente pero culinariamente casual (baicon con huevos), una ligera colación entre las 12 y la 13.30, y una merendola-cena sin demasiada sofisticación. La teoría dice que en algún punto de principios del XX renunciaron a la cocina casera por comodidad y por ajustarse al ritmo moderno.

No sé, como lo ve D. César?? ¿Cómo es que su comida es tan impersonal?

Suevo dijo...

Vamos a ver, don César:
Malas carreteras, clima pésimo, gente rara... ¿no se habrá venido usted de vacaciones a Galicia? Es que tengo paisanos con acento raro, igual le hablaban en gallego y usted creía que era inglés.

(Lo de conducir por la izquierda no es tan raro: hay mucho loco en las carreteras de Galicia. Esta tesis también explicaría porqué ha encontrado usted algún restaurante aceptable, porque como todo el mundo sabe NO HAY DE ESO en Inglaterra)

Saludos y bienllegado a esta su casa.

Alicia Liddell dijo...

Si es que no hay nada como viajar y conocer otras formas de vivir para a) apreciar lo nuestro; b) ser tolerantes; c) reconocer que nos quedan cosas por aprender.

Anraman dijo...

Bueno, visto lo visto, recomendaría a César que visitase Escocia, si es que no lo ha hecho. Por lo que cuenta, creo que le encantaría.

Ah, sobre la cocina inglesa. Debe ser la segunda de las opciones que dice Sim. No sé donde leí que en el siglo XIX los franceses (nada menos) envidiaban a los ingleses su habilidad para preparar carnes. Debe ser que, salvo excepciones, el inglés medio ha perdido su cultura culinaria.

Rodolfo Martínez dijo...

"hace un tiempo horrible. Pese a estar en la temporada más cálida, la temperatura nunca pasaba de 21 grados y las nubes se alternaban con los claros constantemente. De vez en cuando caía un chaparrón. "

Tengo que disentir: acabas de dar una descripción detallada de lo que es, sin la menor duda, un tiempo perfecto.

Rodolfo Martínez dijo...

La Vieja Piragua: "disfruto con los días lluviosos (en España, pocos) "

Depende de en qué parte de España. Te aseguro que, donde vivo, no tenemos ninguna escasez de ese tipo de días (que, sí, también me gustan).

Diva Chalada dijo...

Yo he estado tres semanas en Londres y bueno... La comida carísima y horrible (yo me cocinaba en la resi, pero sin tiempo, sin microondas y sin una salsa de tomate en condiciones yo no puedo vivir). En general todo carísimo. Y el clima, traicionero. Llovió pocos días, de hecho yo tuve hasta calor. Pero incluso eso jode: en Valencia te asas, hace calor, pero al menos el cielo azul raso y reluciente que da alegría verlo no te lo quita nadie. En Londres hacía calor y el cielo estaba completamente nublado, ¿cómo se come eso?

En fin... No vale la pena quejarse. Londres es estupenda pese a todo y me lo pasé muy bien, me alegro de que tú también te hayas divertido.

Por cierto, llevo días queriéndote comentar El Juego de Caín. Adoro a Carmen Hidalgo y a Óscar Mayoral, y el guiño que le haces a toda tu familia en el libro. La historia engancha y es buena, aunque me acabé oliendo el final antes de llegar pero bueno, con los años una tiene cierta facilidad para intuir esas cosas. Me ha gustado muchísimo, me duró un día, aunque no entiendo por qué este sí es para adultos y los otros no. A ver si puedo pillar otro antes de irme a Alemania. Un beso,

Cristina

Anónimo dijo...

Actuliza Fray Cesar, actualiza.
Que tanto tiempo sin leerle es un suplicio...