lunes, junio 28

El único y futuro rey

Este verano, Pepa y yo iremos de vacaciones a Escocia. Comenzaremos en Aberdeen, seguiremos por Inverness, luego iremos a la zona de Oban y por último recalaremos en Edimburgo. El año pasado realizamos un periplo por el sur de Inglaterra del que, por cierto, no os hablé, igual que no concluí mi comentario sobre Stonehenge. Pues bien, ha llegado el momento de subsanar esos olvidos. Comencemos por Inglaterra...

Tranquilos, no os voy a contar mis vacaciones. En realidad, voy a hablaros del rey Arturo, un tema que ya toqué en un post del 23 de julio de 2007 (que podéis visitar cliqueando AQUÍ). Hace mucho tiempo que me fascina la leyenda artúrica; me fascina porque es una historia hermosa y evocadora (y triste), pero también porque esa leyenda refleja en parte hechos auténticos pertenecientes a un pasado oscuro y remoto. Es más que probable que Arturo haya existido realmente, aunque nunca fuera rey.

Cuando pensáis en Arturo y sus caballeros de la mesa redonda, seguro que os vienen a la cabeza imágenes de guerreros con brillante armadura y damas galantes en un entorno de la baja Edad Media. Esto es así porque las versiones más conocidas de la leyenda pertenecen a Geoffrey de Monmouth, en el siglo XII, y a Thomas Mallory, en el siglo XV. Pero el origen de la historia es mucho más antiguo: finales del siglo V y comienzos del VI. Hay que tener en cuenta que la leyenda artúrica se formó a partir de una serie de tradiciones orales, no sólo de las Islas Británicas, sino también de la Bretaña francesa (lugar adonde emigraron muchos britanos huyendo de las invasiones sajonas). En esas tradiciones orales se mezclaron hechos auténticos con otros inventados, así como con actos y hazañas pertenecientes a otros personajes. No obstante, y esto es sorprendente, el núcleo básico de la leyenda se ha mantenido inalterable en la mayor parte de las versiones. Veamos entonces cuál es la esencia del relato: Tras la muerte de Uther Pendragón, Inglaterra se desmembra en una serie de pequeños reinos que luchan entre sí al tiempo que son constantemente atacados por invasores sajones, anglos, irlandeses y pictos, entre otros. Entonces, cuando todo parecía perdido, surge un personaje, Arturo, hijo bastardo de Uther, que unifica los distintos reinos, forma un ejército de caballeros (guerreros a caballo) y se enfrenta en repetidas ocasiones a los invasores sajones, hasta derrotarlos (casi) definitivamente en la batalla del monte Badon. A partir de ese momento hay en Britania un periodo de paz y prosperidad, hasta que Arturo muere en la batalla de Camlann a manos de su sobrino y/o hijo Mordred. Posteriormente el cadáver de Arturo es llevado a la isla de Avalon, donde el héroe descansa en una especie de animación suspendida hasta que Inglaterra vuelva a necesitarle.

Y ahora veamos qué ocurrió realmente. En el año 410 las legiones romanas abandonaron Inglaterra y la isla se dividió en una serie de pequeños reinos. Sus habitantes, los celtas britano-romanos, sufrían constantes ataques de Irlandeses y pictos, así que, como ya no estaban las legiones para defenderlos, uno de sus caudillos, un tal Vortigern, decidió a mediados del siglo V contratar a mercenarios sajones para que sirvieran como muro de contención frente a los invasores del norte. Y la cosa funcionó durante un tiempo, pero los sajones no tardaron en darse cuenta de que la fuerza estaba en sus manos y, hacia el 455, organizaron una revuelta en la que murieron miles de britanos. De modo que los celtas ingleses se encontraron con que, aparte de pictos e irlandeses, tenían un nuevo enemigo: los sajones.

Entonces entra en escena un personaje de gran importancia: Ambrosio Aureliano, un caudillo de origen romano que inició su reinado en el suroeste de la isla en el 458. Aureliano creó una red de defensas en torno a su territorio (de la que aún quedan rastros) que tuvo a raya a los sajones durante un tiempo. Y, lo más importante, mantuvo en su reino el estilo de vida romano. Pero los sajones no paraban de llegar a la isla y avanzaban desde el este apropiándose de los territorios britanos. Entonces sucedió algo, aunque los detalles no están demasiado claros. Al parecer, hacia el 470, los distintos reinos celtas, hasta entonces desunidos, decidieron nombrar un Dux Bellorum, un señor de la guerra, para que capitaneara las fuerzas celtas unificadas y se enfrentara a los sajones. Ese personaje era Arturo.

Según Nennius, Arturo y sus hombres lucharon contra los sajones en once batallas, saliendo triunfantes en todas ellas. En la duodécima, la del monte Badon (¿490?), el triunfo de Arturo fue tan decisivo que los sajones se mantuvieron alejados de los territorios britanos del oeste durante casi medio siglo. Al parecer, posteriormente hubo una guerra civil que enfrentó a Arturo con un tal Medrawt (Mordred) en la batalla de Camlann (¿511?), donde ambos perecieron.

Como veis, leyenda e historia coinciden en lo básico. No obstante, no existe ninguna prueba histórica de peso que demuestre la existencia de Arturo. Indicios sí, muchos; pero evidencias incuestionables ni una. En cualquier caso, y por los motivos que expongo en mi anterior post, yo estoy convencido de la existencia real de Arturo. ¿Quién era en realidad? Nadie lo sabe a ciencia cierta y hay opiniones para todos los gustos. Porque Arturo no era un nombre, sino un título que, o bien provenía del apellido latino Artorius, o bien de la palabra celta arth, que significa oso. Una teoría curiosa es que Arturo proviene de la mezcla de la palabra “oso” en celta y en latín. Arth+ursus=Arturo.

Volviendo al personaje histórico que se oculta tras Arturo, una de las opiniones más generalizadas es que se trataba de Ambrosio Aureliano. De hecho, Gildas afirma en su Excidio Britanniae (550) que el jefe de los britanos que vencieron a los sajones en el monte Badon era Ambrosio. Pero, como señalaba en mi anterior post, Arturo, de existir, tuvo que ser el comandante vencedor de Badon Hill, así que, si hacemos caso a Gildas, el asunto está resuelto: Ambrosio era Arturo. Pero no está tan claro, ni mucho menos, porque no es seguro que Ambrosio estuviese vivo cuando tuvo lugar la batalla y, si lo estaba, debía de ser demasiado anciano como para guerrear. Aun así, parece que había una estrecha relación entre Ambrosio y Arturo; de hecho, Geoffrey de Monmouth asegura que Arturo era sobrino de Ambrosio. Lo fuera o no, es evidente que existió una conexión entre ellos. Y aquí se abren tres alternativas: o bien Ambrosio fue el auténtico Arturo, o bien Ambrosio y Arturo defendían la misma causa, o bien en la leyenda se mezclaron los dos personajes. Porque la leyenda artúrica habla de un rey que logró crear y mantener un reino de paz y civilización (Camelot) en medio de una época de barbarie. ¿Y qué hizo Ambrosio en su reino de West Country? Mantener en su tierra el estilo de vida romano (ergo civilizado) durante el periodo caótico y bárbaro de las invasiones sajonas. Demasiadas coincidencias para ser fruto de la casualidad.

En fin, amigos míos, debéis disculparme por ponerme tan pesado con el tema artúrico, pero es que me fascina. Así que, cuando Pepa y yo decidimos el año pasado darnos un garbeo por Inglaterra, no es de extrañar que escogiéramos el sur de la isla, pues allí tuvieron lugar las hazañas de Arturo. La primera etapa de nuestro viaje fue Canterbury, la segunda Bath y la tercera Newquay, en Cornualles. Ahora bien, ¿recordáis que he dicho que no existe ninguna prueba histórica de la existencia de Arturo? Pues bien, tampoco se conoce la situación exacta de la mayor parte de los lugares que se citan en las leyendas; ni siquiera el monte Badon, ni, por supuesto, Camelot. Entonces, ¿qué demonios íbamos a visitar Pepa y yo relacionado con Arturo? Pues los lugares artúricos legendarios que sí se conocen: la catedral de Canterbury, Stonehenge, Glastonbury, Bath y Tintagel.

Según Thomas Mallory, Arturo y Ginebra se casaron en la catedral de Canterbury. Algo imposible, por supuesto, porque la primera iglesia cristiana de Canterbury se construyó ciento cincuenta años después del periodo artúrico. Aun así, la catedral es preciosa.

La relación de Stonehenge con Arturo es sólo tangencial. Según la leyenda, Merlín utilizó su magia para traer volando las piedras del megalito desde Gales. Con todo, y aunque en la época artúrica ya llevase cientos de años en desuso, Stonehenge debió de ser un lugar mítico en la región y, si Arturo existió, no me cabe duda de que lo visitó.

El caso de la abadía de Glastonbury merece una mención aparte. En 1191 los monjes de la abadía descubrieron una tumba donde yacían los restos de un hombre y una mujer, y junto a ellos la siguiente inscripción: “Hic iacet supultus inclytus rex Arturus cum Wenneveria uxore sua secunda in insula Avallonia” (Aquí yace sepultado el renombrado rey Arturo con Ginebra, su segunda esposa, en la isla de Avalon). Fue una falsificación, claro; un truco para atraer peregrinos a la abadía, como hicimos en España con el supuesto sepulcro de Santiago. En la foto que acompaña a estas líneas podéis ver a Pepa junto a la tumba de Arturo y Ginebra.

En fin, la tumba fue una ficción, pero no del todo absurda. Resulta que, en la época artúrica, esa era una zona pantanosa y Glastonbury Tor, la colina que está situada al lado de la abadía, era un isla. Llamada Avalon según viejas tradiciones. Y algo más: según otras tradiciones, en Glastonbury Tor se erigió el primer templo cristiano de Inglaterra (la Vetusta Ecclesia, o Iglesia de Santa María), por obra nada más y nada menos que de José de Arimatea, que escogió ese lugar para guardar... sí, premio, el Grial. Como veis, las distintas piezas de la leyenda van encajando. Añadiré que excavaciones arqueológicas en Glastonbury Tor demostraron que la colina había sido fortificada y ocupada por un caudillo local a finales del siglo V y comienzos del VI; es decir, en la época artúrica.

La mayor parte de los expertos sostiene que el monte Badon debe de encontrarse cerca de Bath. ¿Dónde exactamente? Ni idea. En cualquier caso, esta ciudad y sus famosos baños termales son una muestra del grado de sofisticación que alcanzó la sociedad britano-romana.

Geoffrey de Monmouth asegura en su Historia Regum Britanniæ que Arturo nació en Tintagel. En cualquier caso, no sería en el castillo cuyas ruinas se ven ahora, pues fue construido en el siglo XII por Ricardo I, Conde de Cornualles. No obstante, en el lugar que hoy ocupan los restos del castillo se alzó en el pasado una fortificación britano-romana. ¿Nació allí Arturo? Nadie puede asegurarlo, pero en 1998, durante unas excavaciones realizadas en Tintagel (concretamente en un desaguadero del siglo VI), se encontró una piedra con la siguiente inscripción: “Artognov”. Es decir, “Arturo” en latín. Eso no prueba nada, por supuesto, salvo que ese nombre ya existía en aquella época, pero no deja de ser un indicio más de la existencia real de Arturo.

Podría seguir mucho más rato, para desesperación de propios y extraños, porque esa zona, Cornualles y el sur de Gales, fue el territorio natural de Arturo, de modo que por todas partes hay lugares supuestamente asociados a él y sus mitos, pero voy a hablaros sólo de uno más. Fijaos en la foto que preside este post; no tiene nada de especial, ¿verdad? Es una colina llamada Cadbury Castle y está situada al lado de South Cadbury, un diminuto pueblo del interior de Cornualles situado a apenas veinte kilómetros de Glastonbury. En el siglo XVI, cuando el anticuario John Leland pasó por allí con el objetivo de reunir datos para su obra History and Antiquities of this Nation, los habitantes del pueblo le dijeron que su colina era “Camallate, famosa ciudad o castillo en otros tiempos, y que habían oído decir que Arturo residió allí”.

Bien, no es raro; hay tradiciones como esa por toda Inglaterra. Sin embargo, algunos factores hacen que nos tomemos algo más en serio las leyendas de esos pueblerinos. Veréis, sobre Cadbury Castle Hill se alzan las ruinas de un fuerte britano. Excavaciones realizadas en los años 60 demostraron que el lugar había estado ocupado a principios del siglo VI (en plena época artúrica), pero no por alguien cualquiera. Los arqueólogos encontraron numerosos fragmentos de ánforas del siglo VI que contuvieron aceite y vino importados del Mediterráneo, así como innumerables trozos de cerámica continental, todo lo cual, junto con otros datos, indicaba que el señor de aquel castillo era un caudillo muy importante de comienzos del siglo VI. Además, un análisis del terreno demostró que en aquella época las fortificaciones se extendían mucho más allá del castillo. Y también se encontraron las trazas de una extraña edificación de casi doscientos metros cuadrados, inusualmente grande para esos tiempos.

Por último, prestad atención a estos datos: South Cadbury se encuentra entre dos pueblos llamados Queen’s Camel y West Camel. Y cerca de allí fluye el río Cam, en uno de cuyo bancos se encontraron restos humanos del siglo VI enterrados apresuradamente a causa de una batalla. ¿Quizá fue la batalla de Camlann (que en celta significa “banco torcido”), donde murieron Arturo y Mordred?

Indicios, sólo indicios, ya lo sé. Pero joder, qué montón de casualidades se concentran en South Cadbury. Sea como fuere, creo que fue allí, en ese lugar tan común y corriente, donde más cerca sentí la presencia de Arturo. Quizá fue precisamente por eso, porque ese lugar no tiene nada de especial, al contrario que Tintagel, que se me antoja un entorno demasiado apropiado, legendario, impresionante y melodramático como para ser el verdadero origen de Arturo. Sin embargo, ahí, en esa colina como tantas otras, sí que me imagino al héroe britano. Aunque, todo sea dicho, Cadbury Castle no es un lugar tan corriente como puede parecer a primera vista. Si consultamos el mapa, comprobaremos que ese fuerte britano controlaba el paso de entrada a Cornualles por el centro. Recordemos que al norte estaba el fuerte de Glastonbury Tor y añadamos que en esa misma línea norte-sur había otros fuertes britanos, como los de Dinas Powys o Brent Knoll. Es decir que, a comienzos del siglo VI, Cornualles estaba protegido de las invasiones sajonas por un línea defensiva que iba desde el sur de Gales, pasando por Bristol, hasta Weymouth en la costa sur. Pues bien, ¿dónde residiría el comandante de las fuerzas britanas, teniendo en cuenta que en muchas ocasión él y sus guerreros a caballo deberían acudir en ayuda de los fuertes situados tanto al norte como al sur? Es evidente: el jefe de las fuerzas britanas debería asentar su fortaleza (¿Camelot?) en el centro de la línea defensiva. Justo donde se encuentra South Cadbury.

Vale, vale, sólo son hipótesis sin confirmar. En cualquier caso, mirad la fotografía y pensad que, posiblemente, en esa colina estuvo Camelot; si un escalofrío no os recorre la espalda es que no sois tan románticos (o tan idiotas) como yo.

Vaya, una vez más me he puesto a hablar sobre mi leyenda favorita y no he sabido parar. Disculpad el coñazo. Quizá penséis que, dado que este verano me voy a Escocia, ya no os daré más la tabarra con el rey Arturo de las narices. Pues os equivocáis, porque la historiadora Norma Goodrich asegura que el rey Arturo no gobernó en Inglaterra sino en Escocia. Según sus investigaciones, sería Stirling, al noroeste de Edimburgo, y no el castillo Cadbury, el lugar donde estuvo Camelot. ¿Y sabéis qué?: voy a pasar por allí, así que iros preparando.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Impresionante... qué erudición artúrica más apabullante. No lo digo de coña ni tampoco como sarcasmo, sino con total sinceridad. Me ha encantado esta entrada.

Una sugerencia: puesto que la vinculación leyenda-realidad cada uno la puede interpretar a su manera... ¿por qué no haces tu propia interpretación en forma de novela (pseŭdo)histórica? Ah, y usando los recursos de magia y fantasía que consideres oportunos, por supuesto ;-)

Una nota: aunque pueda parecer evidente, y por tanto no te haya merecido la pena hacer un comentario, quiero resaltar el parecido de "Camallate" con "Camelot".

Y para finalizar un par de impertinentes correcciones gramático-tipográficas: 1) creo que el verbo correcto es "desmembrar" (no "desmiembrar") 2) El ordinal de 12 es "duodécimo" no "doceavo".

¡Saludos!

texeda dijo...

Los celtas britanos no sólo emigraron a la Bretaña francesa. A mediados del siglo VI, un grupo de ellos, a cuyo frente se encontraba el obispo Maeloc (o Mailoc) se instaló en la península ibérica. Más concretamente en el noroeste de la provincia de Lugo y en el occidente de Asturias, donde llegaron a fundar la diócesis de Britonia, la actual Santa María de Bretoña, en el ayuntamiento lucense de A Pastoriza. En la segunda mitad del siglo IX dicha diócesis se traspaso primero a San Martín de Mondoñedo (ayuntamiento de Foz), y despues a Mondoñedo. Allí, se enfrentaron gallegos y descendientes de britones a los vikingos de Gunderedo. Pero eso es otra historia...

Velda Rae dijo...

Yo estaba pensando lo mismo que Manolo. Hay muchas reinterpretaciones de la leyenda, las han hecho, entre otros, Marion Zimmer Bradley, Stephen Lawhead, Mary Stewart y Bernard Cornwell, con mejor o peor fortuna. ¿Por qué no tú? Siempre hay algo nuevo que decir. Y vista la zombificación de los pobres Lizzy Benet y el Sr. Darcy, cualquier día vamos a encontrarnos a una Ginebra con colmillos. Snif.

César dijo...

Texeda: Gracias por tu aportación. En efecto, la historia de Maeloc y del asentamiento britano en el noroeste de la península es apasionante. Aunque, centrándonos en el tema del post, esos britano-lucenses no divulgaron, que yo sepa, ninguna tradición artúrica.

Manolo: Soy un friki del tema artúrico y tengo abundante bibliografía, así que es normal que sepa mucho. Es lo bueno de ciertas obsesiones: te hacen parecer más sabio :)

Tienes razón, me parecía evidente el parecido entre "Camallate" y "Camelot", así que no lo mencioné. Como tampoco he señalado la similitud entre los nombres de los dos pueblos cercanos con el "reino" de Arturo (Camel-Camelot), o entre el nombre del río (Cam), el de la batalla (Camlann) y, de nuevo, "Camelot".

Gracias por avisarme de los errores. Ya los he corregido (qué malo es escribir deprisa).

Velda Rae & Manolo: Ay, amigos míos, habéis metido el dedito en la llaga. Hace años que ando dándole vueltas a una posible novela de tema artúrico. Pero no quiero escribir lo mismo que ya han escrito otros; me gustaría darle un enfoque original, pero... por desgracia todavía no he encontrado ninguno que me convenza. El problema es que, como tú bien señalas, Velda, mucha gente ha escrito ya sobre Arturo. De hecho, hace 14 siglos que la gente habla o escribe sobre los mitos artúricos, así que lo tengo difícil. Pero no tiro la toalla.

samael dijo...

no dejes de visitar la capilla Rosslyn, empápate de la historia de los Sinclaire, busca el Santo Grial y luego llámame para presentarte a unos amigos que a lo mejor te interesa la historia que pueden contarte sobre templarios y otras conexiones...