sábado, diciembre 20

Fantasmas




            Ya estamos, como quien dice, en Navidad. Villancicos en los supermercados, luces en las calles, anuncios de la lotería, de Freixenet o de El Almendro. Como siempre, aunque este año hay una excepción: he terminado con siete días de antelación el clásico cuento navideño de Babel. Casi no me lo creo; pero ahí está, descansando en la memoria de mi ordenador a la espera de que, tras corregirlo, el veinticuatro lo cuelgue en el blog como mi particular regalo para todos los merodeadores. Me siento bueno.

            No, mentira, no es bondad lo que siento, sino vértigo.

            El otro día pensé que, conforme envejecemos, las personas nos vamos convirtiendo en oscuros caserones. De niños somos apartamentos, luego, durante la primera juventud, nos convertimos en pisos, después en dúplex, más tarde en chalés y finalmente, durante la edad madura, nos transformamos en vetustas mansiones que, como pasa con todas las mansiones, se van llenando de fantasmas. Y cuantos más años cumplimos, más fantasmas.

            Fantasmas de todo tipo, de los buenos, de los malos, de los que te arrancan una sonrisa, o te dan miedo, o te hacen llorar. Fantasmas de lo que fue y ya no volverá a ser. El poeta John Whittier dijo que, de todas las palabras tristes, escritas o habladas, las más tristes son “podría haber sido”. Quizá tuviera razón, pero, evocando a Poe, las segundas más tristes son, sin duda, “nunca más”.

            La Navidad es una época terrible, porque durante estas fechas los  fantasmas se alborotan y pugnan entre sí por aparecerse ante nosotros. Aunque es verdad que, al menos yo, a veces los busco. Veréis, desde 1954 –cuando llegué a Madrid- hasta 1996, viví en el barrio de Chamberí. Ahora vivo fuera de la zona urbana, al oeste, en Aravaca. Pues bien, en Navidad suelo regresar a Chamberí y pasear por las calles de mi niñez. Allí, en cada rincón, brotan los fantasmas de otros tiempos más sencillos y cálidos. Son los fantasmas de las cosas inanimadas, de esas pequeñas cosas que, según Serrat, hacen que lloremos cuando nadie nos ve. Sí, a veces me gusta revolcarme en la nostalgia.

            Pero hay otros fantasmas, más dolorosos y, también, más auténticos; fantasmas que no solo se te aparecen cuando los buscas, sino cuando menos te lo esperas, estrujándote el corazón y humedeciéndote los ojos. Son los fantasmas de las personas que quisiste y ya no están. Los fantasmas de los muertos.

            Ahora, en Navidad, los veo pasando a mi alrededor. Mi padre, mi madre, mis hermanos... Uno de los últimos fantasmas en habitar mi vetusta mansión es el de mi hermano José Carlos, que falleció hace tan solo cinco meses. Se me aparece constantemente. Muchas veces veo una película, o el episodio de una serie, y pienso, durante un segundo, que debo comentarlo con él, para al segundo siguiente sentir que el suelo se abre bajo mis pies, porque él ya no está. Hace poco, cuando terminé de escribir el cuento de Navidad de este año, me pregunté qué le parecería a José Carlos, y un instante después comprendí que ninguno de mis cuentos volvería a parecerle nada. Ahí estaba el cuervo de Poe, graznando “nunca más”.

            Pero no es solo mi familia, sino también todos los amigos que dijeron adiós, algunos, ay, tan prematuramente. José Mari, Pedro, Paloma, Tuto, Antonio, Luis, Tina, Leoncio, Mari Carmen, Tino... Todos ellos deambulan ahora por mi viejo caserón lleno de sombras, arañándome el alma cada vez que los veo. Y hay otros fantasmas de personas que no han muerto, pero que ya no son lo que eran. Por ejemplo, los fantasmas de mis hijos cuando eran niños. Ahora ellos tienen 27 y 24 años, están aquí, conmigo, y los adoro. Pero los niños que fueron ya no están, y los añoro tanto... Ahora viven en mi ruinosa mansión, jugando por los pasillos, y aún puedo escuchar sus risas, pero no puedo abrazarlos ni sentir que el mundo se ilumina con sus sonrisas.

            Aunque quizá el peor fantasma de todos sea mi propio fantasma; mejor dicho, los fantasmas de todas las personas que he sido. Está el espíritu del niño que fui, y que tanta ternura me inspira, y el fantasma del jovencito alocado, que me cabrea y simpatiza a partes iguales, y el ectoplasma del adulto gilipollas en que me convertí, que me irrita hasta la médula, y ahora el fantasma del viejo cabrón que soy, que sinceramente no sé lo que me parece.

            ¿Sabéis?, no tengo muy buena opinión de mí mismo, no me caigo demasiado bien. De hecho, creo que sería un hombre profundamente amargado si no fuese por dos aspectos de mi personalidad que, disculpad la inmodestia, me encantan: la imaginación y el sentido del humor. Ambos valores, curiosamente, pertenecen al fantasma del niño. Que en realidad no es, al menos no del todo, un fantasma, porque aún forma parte de lo que soy. Está en mi interior, pero aflora adoptando un papel: es el escritor. El César persona, no sé, no sé... pero el César escritor me cae bien. Es un buen tipo.

            Quién ahora os habla es el niño. Su fantasma se me aparece siempre por Navidad y a veces, como ahora, incluso me posee. Su fantasma está escribiendo estas letras. Él todavía cree que en la Navidad hay un poquito de magia, pero sabe que esa magia la tienes que poner tú. Tú y tus fantasmas.

            Entre mis cuentos navideños los hay más eso, navideños, y los hay menos. Algunos intentan evocar el espíritu de la Navidad (como Piel de carbón), y otros no tanto (como El regalo). El de este año no va a ser demasiado navideño que digamos. Así que este post es, en el fondo, el auténtico post de Navidad.

            Dicen que estas fechas son tiempo para estar con la familia, pero eso no es del todo cierto. En realidad, la Navidad es tiempo para estar con nuestros fantasmas, aunque sólo sea un ratito. También dicen que la Navidad es alegre, pero sólo lo es para los niños; para los adultos es melancolía pura. Pero eso está bien.

            Pensad en todo lo que amabais y habéis perdido. Evocad los rostros que ya jamás volveréis a contemplar, salvo atrapados en la plata de viejas fotografías. Recordad los momentos felices que se esfumaron como volutas de humo en un vendaval. Permitid que lágrimas dulces recorran vuestras mejillas. Inyectaros una dosis de nostalgia, porque eso es la Navidad.

            A veces, en Babel, hablo en voz baja, en tono íntimo. Como ahora. Imaginaos que estáis en un viejo café, o en el salón algo anticuado de una acogedora casa. Fuera es de noche y está nevando, pero el interior es cálido. Estáis sentados en una confortable butaca, iluminados por el cono de luz de una lámpara, mientras todo a vuestro alrededor permanece en penumbras. Hay un profundo silencio. Cerráis los ojos y viajáis con la mente al rincón más valioso de vuestro interior: al pasado. De pronto, poco a poco, comienza a sonar una vieja canción...

            ¿Creéis que me estoy poniendo baboso, que el viejo cabrón tonante se ha vuelto Blandi-Blub? Puede ser, pero eso no es nada; esperad a ver lo que viene ahora. ¿Qué canción suena? Se llama Oft in the stilly night. Fue compuesta en el siglo XIX; la letra es del poeta Thomas Moore y la música de sir John Stevenson. Puede que a algunos de vosotros os parezca sacarina, pero a mí, siempre que la oigo, me emociona. Prestad atención a la letra; es preciosa. Para quienes, como yo, no dominen el inglés, más abajo tenéis la traducción. El enlace con YouTube corresponde a la versión de John McDermott; no es la que más me gusta, pero sí la mejor que he encontrado.

            Ahora, evocad a vuestros fantasmas, recordad al cuervo de Poe graznando “Nunca más” y escuchad la canción.

            Pincha AQUÍ

            Oft in the stilly night
            A menudo en la callada noche,
antes de que me ate la cadena del sueño,
un agradable recuerdo me rodea
con la luz de otros tiempos.

Las sonrisas y lágrimas de los años de infancia,
las palabras de amor que pronunciamos,
los ojos que brillaban, ahora apagados y desaparecidos,
los corazones joviales, ahora rotos.

Así, en la callada noche,
antes de que me ate la cadena del sueño,
un triste recuerdo me rodea
con la luz de otros tiempos.

Cuando recuerdo a todos los amigos
tan unidos, que he visto
caer a mi alrededor
como hojas en la época invernal,

me siento como alguien que se hallara solo
en una sala de banquetes abandonada,
con las luces apagadas y las guirnaldas marchitas
cuando se han ido todos menos él.

Así, en la callada noche,
antes de que me ate la cadena del sueño,
un triste recuerdo me rodea
con la luz de otros tiempos.
 
            ¿Qué tal? En fin, puede que a lo que yo llamo fantasmas vosotros lo llaméis memoria. Pero, en serio, ¿qué diferencia hay?

14 comentarios:

Natalia dijo...

Preciosa entrada, César.
No conocía la canción. La estoy escuchando ahora y me parece muy emotiva. Y la letra es maravillosa. Gracias por ponerla :)
Un abrazo y felices fiestas.

Anónimo dijo...

Es verdad,muy bonita. Tantos fantasmas que tenemos dentro y salen cuando les da la gana a ellos...o cuando nosotros les llamamos. Gracias de nuevo por conseguir ese ambiente de intimidad. Yo fui a por una taza de café calentito antes de leer...y espero impaciente el cuento.
A mí nunca me gustaron demasiado las navidades,la verdad, y estoy de acuerdo en que son para los niños. ¡Ah! y para los grandes almacenes...hoy veía un anuncio de El Corte Inglés: "Nos gusta la Navidad" decía...Como para que no les guste,con la fiebre de compras que le entra a la gente...es una pasada ver las tiendas estos días ¿estamos un poco locos todos?
Por estas fechas suelo volver a leer,una vez más,el Cuento o Canción de Navidad de Dickens. Siempre empiezo a lo tonto,como echando un vistazo y acabo leyéndolo otra vez. Ahí sí que hay fantasmas...el de "podría haber sido" y el de "nunca más" pero también el de "todavía puedes si quieres" Ahí estamos ¿no?
Eso que te pasa con la ausencia de tu hermano me ocurrió a mí con una amiga muy querida que tras veinte años de amistad murió de forma muy repentina. Me sorprendía a mí misma pensado lo que tú dices; "tengo que llamarla para preguntar..." "cuando hable con ella..."..."seguro que esto le parece..." Cuesta darse cuenta de que eso ya no se puede hacer...En fin. Felices fantasmas.
Un abrazo de Aurora Boreal

Anónimo dijo...

¡Qué buen escritor eres, amigo! Has echado sobre mí paletadas de nostalgia. Ese texto, ciertamente, estruja el corazón y hasta humedece los ojos.
Y le has puesto una banda musical apropiada, triste y melancólica.
Si no fueras escritor no habrías podido crear ese ambiente tan "navideño".
Ni Poe ni Whitier. Joyce y aquella Navidad de Los muertos, incluidas las canciones de Moore y Stevenson.
Me sacudo la nostalgia y espero tu otra versión de la Navidad, la que dinamita los fantasmas que vuelven cada año .
¿Un cabrón tronante o un un buen tipo?. Se pueden ser las dos cosas al mismo tiempo. Y una más: un buen escritor.
Me ha gustado mucho.
No sé si desearte feliz Navidad. Lo que me apetece es desearte feliz vida.
Saludos

Samael dijo...

completamente de acuerdo

Sebastián dijo...

Me ha encantado. Y no seas tan duro contigo mismo: todos somos cabrones de vez en cuando, unos más que otros.
Feliz Navidad y Solsticio, y que no te lleve mucho la nostalgia.

Juan H. dijo...

Hola César, creo que la verdad es que en la Navidad, se muestra esa parte de nosotros marcada por el recuerdo, que en el fondo se manifiesta todo el año porque en momentos determinados, pequeños detalles que no vienen a cuento desencadenan esas situaciones entrañables a la vez que terriblemente dolorosas: un gesto, una persona que nos recuerda a otra, una nota, un libro, una carta,una pelicula, una palabra, una imagen, algo que pasa en la actualidad o de repente nuestro maltrecho cerebro sin saber a cuento nos lo trae a la memoria con la cadencia de un sueño o una pesadilla. En mi experiencia personal, y cada vez más tocado y hundido, creo que se aumenta esa vulnerabilidad en estas fechas, pero todo el año es igual. Eres un tipo genial, no sólo imaginación y sentido del humor, partes fundamentales de la inteligencia sino también de una siceridad y dignidad que ya quisieramos algunos. Un abrazo César y en el fondo me siento agusto entre los fantasmas buenos y malos, raro que es uno, o demasiado nostálgico o tal vez me he convertido en uno.Felices fiestas!! pero no "nunca más" sino "otra vez más".
Juan H.

Begoña Argallo dijo...

Comparto tu sentimiento con la Navidad, pero no comparto esta percepción: "¿Sabéis?, no tengo muy buena opinión de mí mismo, no me caigo demasiado bien".Creo que justo aquí está hablando algún fantasma del pasado, o alguna cicatriz. Yo aprendí a soportarme, porque mal que bien, debo vivir dentro de mí lo que me dure la vida. A la que odio es a esa procrastinadora que no me deja avanzar tanto como quiero, y que vive entre las nubes y pierde el tiempo :(
La Navidad deja de ser alegre cuando dejas de compartirla con todos aquellos que la convertían en especial, pero que a través de lo vivido siguen siendo.

Jarl-9000 dijo...

Hablas de fantasmas y, casualmente, hace poco leímos mi mujer y yo "Las Lágrimas de Shiva", que me regaló ella por mi cumpleaños, junto con "El Último Trabajo del Señor Luna" y "La Cruz de El Dorado". Debo decirte que nos ha gustado mucho (a mi mujer, en parte, porque es nacida en Santander y le trae recuerdos). De hecho, creo que hasta el momento ha sido el libro que más me ha gustado de entre los que te he leído, incluso por encima de "La Isla de Bowen". Tiene pasajes verdaderamente conmovedores y el equilibrio entre todos los temas que tocas (que son muchos)está muy conseguido. Altamente recomendable. Sobre todo por el final "asquerosamente feliz", que de asqueroso nada, al menos escrito de esa forma tan maravillosa. ;)

Bueno, dejo el peloteo. La canción que pones es muy emotiva. En mi caso, la que acude a mí en momentos así es "In My Life", de "The Beatles". Cierto es que es más optimista, pero también tiene un regusto melancólico.

Feliz Navidad, amigo mío. A ti y a todos los merodeadores.

César dijo...

Natalia: Gracias y felices fiestas. Un abrazo.

Aurora Boreal: En mi próximo libro, "Trece monos", hay un relato llamado "Cuento de verano" que es una versión en clave de humor del "Cuento de Navidad" de Dickens.

Anónimo de las 7:37: Eres extraordinariamente amable, amigo mío. Feliz vida para ti también.

Juan H: Es cierto; los fantasmas nos rondan todo el año. Pero, como digo en el texto, por Navidad se alborotan. Un abrazo.

Begoña Argallo: No, no hay ninguna gran cicatriz del pasado: hay muchas pequeñas cicatrices. ¿Sabes eso de "conócete a ti mismo"? Creo que la mayor parte de las personas, si son honestas, sentirían un punto de vergüenza si se vieran a sí mismas como realmente son. Hace muchos años me propuse averiguar cómo soy de verdad, con mis zonas luminosas y mis zonas oscuras, y... Bueno, fue una experiencia enriquecedora, pero también un tanto descorazonadora. Quizá algún día hable de eso en Babel.

Jarl-9000: Me alegro de que te haya gustado "Las lágrimas de Shiva"; es una novela muy especial para mí, porque contiene muchos elementos autobiográficos. Algunos la consideran mi novela más "juvenil", pero creo que pierden de vista toda la nostalgia que destila. Y la nostalgia es muy poco juvenil.

Felices fiestas para ti también.

alvaro lópez-linares derqui dijo...

A mí me caes muy muy bien Cesar. No estoy lejos de ti, en esa extraña habitación penumbrosa, bajo un foco de luz amarillenta y rodeado de fantasmas. Es bueno saber que no estamos tan solos. Muy muy feliz Navidad y gracias por tus palabras ( no me pareces ningún cabrón, sólo un hombre cansado)Un abrazo

Anónimo dijo...

Buff..
No sé cuántas veces lo he leído y sigo siendo incapaz de describir su impacto.
Te reconozco, me reconozco
GRACIAS

César dijo...

Álvaro: En realidad, eso de "cabrón" lo digo en tono cariñoso. No soy del todo mal tipo.

Anónimo de las 10:55: Gracias a ti, amigo mío.

Víctor Martínez dijo...

¡Feliz Navidad!

De fantasma a fantasma. ¿Pues no los somos todos en Internet?

Un abrazo.

Begoña Argallo dijo...

Me encantaría que nos enseñaras como llegar a conocernos a nosotros mismos en alguna entrada de Babel. Estaré muy atenta al prodigio.
Saludos