No
suelo odiar. No porque sea un santo, sino porque el odio es una emoción muy
intensa en la que hay que invertir muchísima energía. Demasiada para alguien
tan vago como yo. Así que soy una persona de pocos odios. El odio requiere
perseverancia, concentración, fuerza de voluntad, obstinación... un latazo,
vamos. Prefiero convertir ese odio en desprecio, asco o indiferencia, emociones
mucho menos exigentes en lo que a energía se refiere. Si alguien se porta mal
conmigo, no lo odio: lo tacho, deja de existir para mí. Y eso, la indiferencia,
requiere muy poco esfuerzo.
No obstante, a veces es inevitable
odiar. Por ejemplo, últimamente he detestado a dos políticos. Uno, José María
Aznar. Sólo con verle u oírle me ponía
–me pone- enfermo. No sólo me provoca odio, sino también desprecio y asco. Como
decía Gabilondo, saca lo peor de mí mismo. Pero bueno, Aznar está más o menos
fuera de la vida pública y ya sólo es un recuerdo desagradable.
El otro político sigue ahí (aunque
ojalá por no mucho tiempo), apestando el mundo con su hedor de mal bicho. Me
refiero a Esperanza Aguirre. Por supuesto, no comparto ni remotamente sus ideas
políticas, pero no la odio por su ideología. Es decir, no la odio por su
condición de político, sino como ser humano; porque la señora Aguirre (y que me
disculpen las auténticas señoras por llamarla así) es prepotente, altiva,
marrullera, despectiva, petulante, falsa, manipuladora, soberbia, corrupta y
una de las más descaradas mentirosas que me he echado a la cara, incluso según
los laxos estándares de la política.
El incidente en el carril bus de la
Gran Vía, con su posterior huida de los agentes de movilidad, debería haber
bastado para incapacitarla como política; pero si a eso añadimos que ella ha
sido la responsable (al menos in
vigilando) de la mayor trama de corrupción ocurrida en Madrid, la comunidad
que presidía, entonces convendremos que esa mujer, en cualquier país
democrático, habría sido expulsada con cajas destempladas de la vida pública.
Pero estamos en España, amigos míos, un país de escasa sensibilidad
democrática, así que un buen día nos encontramos con que la entrañable
Esperanza Aguirre era la candidata del PP a la alcaldía de la capital.
Se me cayeron, plonc-plonc, las
pelotas al suelo. Desde 1991, en Madrid hemos tenido los siguientes alcaldes:
el meapilas de Álvarez del Manzano, cuya principal contribución a la ciudad fue
potenciar las procesiones de Semana Santa; el faraónico Gallardón, cuyas
megalómanas obras nos tendrán endeudados hasta 2040; y la inútil Ana Botella,
que nos ha hecho comprender en su auténtica dimensión el significado de la
palabra “ridículo”. En total, 26 años de gobierno municipal de la derecha han
logrado convertir a Madrid en una ciudad antipática, inhóspita y caótica.
¿Y ahora la nauseabunda Esperanza Aguirre?
En ese momento tomé la decisión de votar a quienquiera que fuese que pudiera
arrebatarle el cargo a la condesa. Vamos, que antes votaría a Darth Vader o a
Hanibal Lecter que consentir que la Espe se convirtiese en alcaldesa. Al
principio pensé que su principal rival sería Antonio José Carmona; además, le
había escuchado en algún que otro coloquio y parecía un tipo razonable. Pero
llegó la precampaña y Carmona se puso a hacer y decir gilipolleces. Afortunadamente,
la por entonces no muy conocida Manuela Carmena comenzó a crecer en las
encuestas.
Me informé un poco sobre esa señora
(en el caso de Carmena, el apelativo “señora” es correcto) y descubrí que era
una persona honesta de trayectoria intachable. Además, no es miembro de ningún
partido. No es una política profesional. Mi voto, pues, para ella.
Llegó la campaña y Aguirre (¿la
cólera de dios?) entró en ella tan sobrada como siempre, convencida de que su
magnética personalidad y su pizpireto desparpajo le garantizaban un éxito
seguro. Y comenzó a hacer gilipolleces; que si ahora saco un sofá a la calle,
que si ahora explico mi programa en una barca del Retiro, que si ahora doy un
paseíto en bicicleta... ¿De verdad creía que estaba el horno para bollos con
tantas chorradas?
Cuando se dio cuenta de que Carmena
le pisaba los talones, cometió el error de convertirla en el foco de su
campaña, intentando destruir a cualquier coste su reputación. Eso no hizo más
que acrecentar la figura de la discreta Carmena. ¿Recordáis el debate entre
ambas? Era como la bruja mala intentando demostrar que el hada buena es en
realidad un demonio.
Finalmente llegaron las elecciones.
La más votada fue la bruja mala (lo cual es triste), pero por los pelos y no
con los escaños suficientes. Parece cantado que Carmena será la futura
alcaldesa. ¡Bravo! En fin, a estas alturas ya soy demasiado escéptico para
ilusionarme con cualquier político (de hecho, para ilusionarme con nadie), pero
confío en que Carmena no lo haga mal del todo. Su personalidad es agradable (me
recuerda de Tierno Galván) y puede que baste con eso para que el rostro de
Madrid se vuelva más amable. En cualquier caso, un trillón de veces mejor ella
que la repelente Aguirre (recordad que Darth Vader también habría sido una
opción más adecuada).
¿Por qué ha ocurrido esto; por qué,
por una vez, han ganado los buenos? ¿Por el irresistible tirón de Podemos? No.
Carmena no pertenece al partido de Pablo Iglesias, y se presentaba con Ahora
Madrid, una plataforma de unidad popular de la que, sí, forma parte Podemos.
Pero el éxito no se ha debido a ese partido. Y la prueba es esta: Ahora Madrid
ha obtenido (aprox.) 519.000 votos, mientras que Podemos en la comunidad sólo
ha conseguido 289.000. Lo cual significa que mucha gente que no pensaba votar a
Podemos ha votado sin embargo a Ahora Madrid. ¿Por qué? Sin duda, en parte por
la personalidad de Carmena. Pero también por otro motivo que el propio Errejón
(que no es tonto) apuntó: porque la rival de Carmena era Esperanza Aguirre, una
política que despierta adhesiones inquebrantables (de ahí los votos obtenidos),
pero también odios tan furibundos como el mío.
Una noche, poco antes de que
comenzara la campaña, estábamos unos amigos y yo cenando en el José Luis (uno
de los restaurantes más pijos de Madrid) de La Moraleja (la urbanización más
pija de Madrid). Cerca de nosotros había una mesa ocupada por seis o siete
personas muy pijas de mediana edad. Dos de ellas, un hombre y una mujer,
estaban discutiendo. Ella sostenía que Aguirre era la mejor política del
planeta, una persona valiente que siempre decía las verdades. Él replicaba:
¿Pero cómo voy a votar a la responsable de tantísima corrupción? Ese hombre era
el perfecto ejemplar de pijo, un votante natural de la derecha; pero
consideraba inmoral votar a Aguirre. Quizá votó a Ciudadanos, quizá se abstuvo,
pero le negó el voto al PP. A causa de la condesa.
Es decir, muchos votantes de la
derecha decidieron no votar a Aguirre. Otros muchos, como yo, habrían votado
hasta al pato Donald con tal de impedir el triunfo de la susodicha. Y la bruja
perdió. Y luego le entró la pataleta y se puso a hacer declaraciones y
propuestas surrealistas. Primero le ofreció la alcaldía a Carmona. Acto seguido
propuso un frente anti-Carmena. Sin solución de continuidad abogó por un
gobierno de concentración que incluiría a Carmena. Y finalmente volvió a
empeñarse en convencernos de que la jueza es una peligrosa bolchevique que
pretende instaurar soviets en la capital. Incluso se convocó una manifestación
contra Carmena en la plaza de Colón, a la que asistieron unos cuatrocientos
carcamales filo-fascistas. Ah, la vieja Aguirre... Nunca nos defrauda.
En un país democrático, con
políticos y ciudadanos democráticos de corazón, la carrera política de Aguirre
habría acabado aquí. Ya no ostenta ningún poder, tiene más enemigos en su
partido que fuera de él, está manchada hasta las cejas por la corrupción que
amparó y ha demostrado que ya no es una candidata ganadora. Pero estamos en España,
ya sabéis, y Aguirre es una especialista en resucitar. ¿O es que nos hemos olvidado
de Tamayo y Sáez? Pues eso.
En cualquier caso, qué placer fue
contemplar el rostro desencajado de la condesa tras conocerse los resultados de
las elecciones. Y es que, lo reconozco, me conformo con cualquier cosita.
11 comentarios:
Saludos:
César, coincido contigo. Esperanza Aguirre, la condesa que no llegaba a fin de mes con el sueldo de Presidenta de la Comunidad de Madrid, tampoco me cae bien. Y eso que no la tengo que sufrir directamente. Sólo a través de la TV.
Esta "señora" no ha sido capaz de gestionar su derrota (victoria pírrica más bien), y, convencida de que cualquier cosa le salía gratis como antaño, se ha lanzado a soltar disparate tras disparate, a insultar y despreciar a sus adversarios, y a demostrar que por mantener su poltrona es capaz de cualquier cosa. Aunque eso ya lo suponíamos.
No hay más que ver cómo le molestó que se publicara su Declaración de la Renta, cuando ella no ha hecho más que exigir transparencia a sus rivales, pero claro, sin practicarla ni de lejos. Cogió el autobús de la campaña -con sus antecedentes como conductora, supongo que los agentes de movilidad huirían despavoridos a su paso- y se presentó ante la Fiscalía General del Estado, con un par, para instar al Fiscal General a que investigara la filtración de su Declaración. ¿Cómo se ha atrevido nadie a publicar su declaración? ¿No saben con quién se juegan los cuartos? Cuando se publicaban datos de la de Monedero, no dijo esta boca es mía.
Aún así, creo que no hay que darla por muerta todavía. Cuando está acorralada es más peligrosa que nunca. Puede estar preparando una jugarreta. Recordemos cómo logró la Presidencia de la Comunidad: no hay elección perdida que un buen tamayazo a tiempo no solucione...
Da rabia recordar que empezó a sacar provecho de los medios, cuando los corresponsales de Caiga Quien Caiga la sacaban semana tras semana en su programa, suponiéndola boba y fácilmente manipulable. Esas apariciones regulares la hicieron conocida a nivel nacional, y ella aprovechó esa circunstancia para ir escalando poco a poco en su lucha por el Poder.
Yo no creo que ella esté ahí por el dinero que podría ganar. O no sólo por él, sino más bien por el deseo irrefrenable de poder, de manipular a las personas, de mandar y ser obedecida al instante y sin que se la cuestione en absoluto. Creo que es una yonqui del poder. Sin poder ejercerlo, su vida debe estar bastante vacía.
Juan Constantin
P.D.: ¿Alguien se ha percatado de que las iniciales del lema de campaña del PP son THC (Trabajar. Hacer. Creer)? Son también las iniciales del Tetrahidrocannabinol, principio activo del Cannabis. Si es por casualidad, es cojonudo. Pero si ha sido premeditado, menudo gol le han colado al PP. Y encima cobrando por ello.;)
Mira, César, has dado en un clavo que sobresale pero que casi nadie suele tener presente: Aguirre, en rigor, es culpable in vigilando y también culpable in eligendo, según se recoge en el artículo 1903 del Código Civil.
Pero esas dos formas de culpa no tienen consecuencias en el ámbito político, por lo que se va de rositas.
Tiene cojones que estén (según dicen) los de Podemos, los de Ciudadanos y hasta los de toda la vida "repensándose el sistema de arriba abajo" pero todavía nadie haya pedido que las culpas de un tercero las deba asumir al mismo nivel su superior inmediato. Eso ni se plantea. Nadie ha puesto ese asunto sobre la mesa ni se espera que así se haga en el futuro. Ahora mismo no está ni sujeto a discusión.
Esto es, que en el panorama que tenemos nadie está dispuesto a confiar en nadie ni a vigilar a nadie ni a responder por nadie... Así las cosas, yo lanzo una pregunta, ¿es así de simple y ya, o es que para hacer política hoy día es imprescindible poder cargar los marrones a los subordinados, poder sacrificar peones libremente y sin tener que abandonar la partida?
A veces pienso que está todo montado para que los cabezas de partido dispongan libremente de agentes suicidas, segundones que quemar y descartar, cortafuegos humanos.
Políticos desechables. Para poder y deshacer. Como esos guantes de usar y tirar que uso yo para las mierdas que suelta mi perro cuando es derrotado por un apretón en medio de la vía pública.
Pero que muy discutible tu post, César. Entiendo tu antipatía por Aguirre. La mía está sobre todo causada por la “libertad” de horarios que aprobó en la Comunidad de Madrid y que ha arruinado la vida familiar a miles de trabajadores de grandes superficies. No es mi caso, ojo, pero evito acudir un domingo al Corte Inglés porque lo veo una inmoralidad. En Alemania hace pocos años se planteó algo por el estilo y un obispo –sí, sí, un obispo- consiguió que no se aprobase alegando que el domingo es para la familia y que esas medidas a la larga dañan la sociedad. No entiendo cómo en España se sigue votando a ese neoliberalismo de pandereta, llámese PP o PSOE.
Lo del incidente en la Gran Vía no lo tengo tan claro. En cuanto salió la noticia, leí el atestado, que está en la web, y me pareció que lo que debía haber sido una multa como otra cualquiera, iba camino de convertirse en un escándalo público gracias a la chulería de unos cuantos guardias municipales que se iban acumulando en torno al coche –para “ordenar” el tráfico, como siempre-, y no tanto por los agentes de movilidad. Ya ves, me hubiera gustado que Aguirre desde el Ayuntamiento, en venganza, metiera mano a tanto impresentable con uniforme que nos hace la vida imposible a los madrileños.
Por cierto que casualmente estaba consultando yo El País cuando Aguirre hizo la rueda de prensa pidiendo una coalición en el Ayuntamiento. Es decir, que vi todo, y no los fragmentos que luego se editan y quedan para la “posteridad.” Será anecdótico, pero los periodistas, becarios o lo que fuesen que estaban en la sala, me dieron una impresión lamentable con sus preguntas tan vagas, y desaprovechando una ocasión de oro. Menuda prensa.
Tiene narices que Gallardón y Botella nos hayan hecho añorar a Álvarez del Manzano. Pero no guardo especial buen recuerdo de Tierno o de Barranco. Lo que pasa es que están más lejanos y tendemos a olvidar. De Tierno recuerdo una ciudad sucia (más que la de ahora, que ya es decir), conciertos en medio del Retiro con un vandalismo alucinante, y un incremento absurdo del precio de los pisos ya que a sus técnicos se les ocurrió que Madrid no crecería más, y se prohibió en general edificar nuevas viviendas. Exactamente ahí empezó la burbuja. Sigo sin ver los logros de la movida. Creo que el rey está desnudo.
En Madrid tenemos muy mala suerte con los alcaldes, al contrario que ocurre en Barcelona. Como decía un profesor mío, El que quedase segundo en las elecciones municipales de Barcelona, le debían poner de alcalde en Madrid. Salíamos ganando, seguro.
Coincido punto por punto en lo de Aguirre.
Rickard
Pues sí, qué más se puede decir de esta mentirosa, con pretensiones de "matarreyes", que en realidad es "madre de corruptos", por seguir con los personajes de Juego de Tronos. Pero creo, para nuestra tranquilidad, que ya está bajo un palmo de tierra, en el mundo de la política.
ja, ja, me parto con la frase final del artículo. Sí, la verdad que la espe es repulsiva a manos llenas. Levanta el estomaguito al más pintao. Pero es cierto lo que dices, en este país cualquier canalla resucita, y la realidad es que ha cosechado bastantes votos para como estaba el patio. No me extrañaría que se clonara más adelante y volviera a elecciones o a dar la tabarra de cualquier otra manera. Mal bicho nunca muere (ni figuradamente).
En cuanto a tu concepto de odio, me sorprende porque en mi caso sólo odio de una forma personal, a aquello/s que me han hecho daño a mi o a cualquiera persona que quiera. Tipos/as como espe, aznarín y otros repulsivos seres se granjean mi asco, repugnancia, desprecio y otros sentimientos menores negativos, pero no por pereza como en tu caso, sino porque realmente no me han hecho directamente nada que provoque mi odio (es decir, un sentimiento tan fuerte). Siempre pensé en el odio como más vis-a-vis, me cuesta odiar a alguien que no me haya dado un motivo fuerte para hacerlo y que no tenga nombre y cara.
Mazarbul
Personalmente, no puedo perder la Esperanza, ya que nunca la he tenido. Lo que no sé es si felicitarme por ello o no.
Juan M: ¿Es discutible lo que digo de Esperanza Aguirre? Quizá los adjetivos que empleo lo sean, pero no los hechos. Es indiscutible que la mayor red de corrupción política de la historia de Madrid floreció bajo su mandato. Es indiscutible que Aguirre es una mentirosa (basta con tirar de hemeroteca para comprobarlo). Y es indiscutible que la condesa huyo de los agentes de movilidad tras cometer una infracción, algo que a cualquier ciudadano de a pie le habría valido una severa sanción legal. Hay más cosas indiscutibles, pero basta con eso.
En cuanto a Tierno Galván, recuerdo perfectamente los tiempos de su alcaldía. Y, sobre todo, recuerdo cómo era la ciudad antes. Tierno hizo lo mejor que se puede esperar de un alcalde: darle personalidad a una ciudad que no la tenía. No inventó la movida, pero la potenció. Y la movida, guste o no, puso a Madrid en el mapa. De repente, la capital de España se convirtió en la ciudad europea donde pasaban cosas, y se puso de moda. ¿Qué luego la movida se disolvió y no condujo a ninguna parte? Cierto; entre otras cosas porque los siguientes alcaldes (incluyendo a Barranco) fueron desastrosos y destruyeron la imagen de Madrid (por eso ahora la ciudad española más atractiva en el exterior es Barcelona).
¿Madrid estaba más sucia en tiempos de Tierno? No lo recuerdo, pero es posible; entonces había menos pasta. ¿Había más vandalismo? No lo creo. ¿Más conciertos y más fiestas de barrio? Sin lugar a dudas; pero ¿eso es malo? En cuanto a lo de que la burbuja inmobiliaria comenzó con Tierno... ¿en serio? Vamos a ver: tras la democracia hubo dos burbujas (en toda España, no solo en Madrid). La primera, la más pequeña, tuvo lugar entre 1986 y 1992, aproximadamente. Y fue justo en 1986 cuando murió Tierno. La segunda, la gorda, la que estamos pagando ahora, comenzó en 1997, once años después de la muerte de Tierno. Y, repito, las burbujas inmobiliarias no sólo afectaron a Madrid, sino a todo el país.
A ver, César, cuando digo discutible quiero decir que las cosas no son sólo blanco o negro. Que parece que lo de ser anti Aguirre es como el antiamericanismo aquél de marcha anual a Torrejón. Por cierto que juraría haber visto carteles convocándola también este año aunque no me suena que queden allí yanquis.
Lo de la corrupción de Granados y compañía no tiene nombre, y no tiene escapatoria Aguirre, puesto que era su gente de confianza. ¿Mentirosa? supongo que más o menos como buena parte de nuestros políticos. Aunque eso no es ninguna excusa.
Lo de los agentes de movilidad es un asunto que se ha manejado por la prensa de una forma tan zafia que me sonroja. Me pasma el control tan férreo que hay de la información. Que no nos hayan llegado imágenes de un vídeo público o privado sobre un suceso a mediodía en plena Gran Vía es alucinante. Si nos ceñimos al atestado (¿quiénes de los que tanto opinan lo han leído?), es claramente tramposo ¿Cuántos agentes de movilidad y guardias municipales hubo? Había como mínimo (porque no queda claro) 4 funcionarios, otras fuentes hablan de 6, para poner una multa por aparcar en carril bus y además llamaban a un superior para que acudiese. Tú eres de Madrid y conoces la zona, lo digo porque alguna vez creo que vas a Metrópoli. ¿Crees que la calle de Silva, San Roque, o la del Pez tienen anchura y escasez de bolardos como para que una moto de policía pueda correr en paralelo con un coche y decirle que pare? De acuerdo. Uno no puede arrancar el coche hasta que se lo permitan, pero deduzco que la chulería debió empezar por los agentes del orden. No he seguido el asunto, pero supongo que se habrá llegado a algún acuerdo para echar tierra.
Como puse, tenía la esperanza de que si hubiera sido alcaldesa –sin mi voto, por supuesto-, este suceso iba a valer para dar un toque a tanta gente a la que pone un uniforme –o un chaleco reflectante- el ayuntamiento y nos hace la vida cada vez más triste a los madrileños. Coincido contigo en que los últimos ayuntamientos han conseguido una ciudad antipática.
No tengo estómago para votar al PP, ni a Aguirre. Tampoco a cualquier señor que haya sido ministro de Educación, por razones obvias para todos los que tenemos hijos en edad escolar. Ahora bien, Aguirre me pareció que tenía el programa más concreto, comparando con las vaguedades de los demás. ¿Cuántos de los que votan leen los programas? Unas elecciones municipales no dependen tanto de ideología, sino de un gestor que tenga iniciativas para la ciudad.
Al comienzo de un debate en Telemadrid, Carmena no descruzó sus brazos cuando Aguirre tendió educadamente su mano. Son detalles, quizá sin importancia y que apenas se han divulgado, pero que no me gustan un pelo.
Aguirre es ambiciosa, lo que de por sí no es bueno ni malo. Su “liberalismo” hace más daño que otra cosa, y entiendo que suscite antipatías con sus gracietas. Pero también es una mujer valiente en muchas ocasiones y si hay colegios públicos más o menos bilingües en la Comunidad de Madrid ha sido por su empeño. Sospecho que si se ahora se hiciera una segunda vuelta, Aguirre entonces saca la mayoría.
Lo de Tierno. ¿Había más vandalismo que ahora? No lo sé. Probablemente en esa etapa sí que comenzó a perderse el respeto al patrimonio de todos. No tengo nada claro que la movida diera a Madrid una personalidad interesante. Barcelona sí la obtuvo por otros medios, y ahora hay allí infinitamente menos pintadas que en la capital. Con todo, hubo iniciativas singulares del Ayuntamiento como el Madriz, donde surgió gente como Fernando Vicente, el del cartel de este año de la Feria del Libro, y muchos otros. Recuerdo vagamente el debate en televisión entre el anterior alcalde, y aspirante de UCD, José Luis Álvarez, y Enrique Tierno. Tenía yo unos 16 añitos, y más o menos el mismo nulo interés en política que ahora, pero me impactó cómo Tierno no daba una y después fuera alcalde. En realidad ganó Álvarez, pero al final sumaron sus votos comunistas y socialistas, cosa que me suena.
Perdona que siga, César, que me había pasado antes del número de caracteres. Y disculpa la extensión.
En cuanto al origen de la burbuja inmobiliaria, me refería en concreto a la labor de Eduardo Mangada (sí, sí, es su apellido), que fue concejal de urbanismo con Tierno. Su Plan General declaraba que Madrid no iba a crecer más y que no se podía urbanizar absolutamente nada entre Madrid y los demás municipios. Resulta que la ciudad sí quiso crecer y el precio del suelo se disparó. Era un fenómeno nuevo. La gente aprendió a ganar dinero especulando, el Estado descubrió cómo ingresar dinero sin ningún esfuerzo, y así poco a poco se fue contagiando la golfería en buena parte de España hasta que la cosa no dio para más.
"No suelo odiar. No porque sea un santo, sino porque el odio es una emoción muy intensa en la que hay que invertir muchísima energía. Demasiada para alguien tan vago como yo." Brillante !!
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