jueves, diciembre 24

El horrible y entrañable cuento de Navidad: "Una muñeca para Sofía"


 
            Feliz solsticio de invierno, amigos míos. Fue hace dos días, pero tradicionalmente las celebraciones del solsticio se prolongaban tres, así que estamos en tiempo. Además hoy es Nochebuena, precisamente durante el próximo amanecer será cuando el Sol renazca y todas esas zarandajas del Sol Invictus. Ah, claro, también se celebra el nacimiento de Josué, o Jeshua, o Jesús, ya sabéis, ese judío que predicaba todo aquello que sus seguidores jamás cumplen. Pero es que Jesús no pudo nacer ahora. Leed la Biblia; en ningún lugar se dice cuándo nació Jesús. Pero algo es seguro: nació en cualquier momento menos en Invierno (los pastores, según los Testamentos, dormían al raso, y eso jamás lo hacían en invierno). Si se eligió la fecha del 25 de diciembre fue, precisamente, para superponerla a las celebraciones paganas del solsticio.

            Bueno, ya sabéis de qué va esta entrada: del tradicional cuento de Navidad de Babel. Pero ignoráis una cosa: este año ha estado a punto de romperse la tradición. Veréis, últimamente he andado muy liado con cierto asunto. En marzo del año que viene se inaugurará en el Matadero una exposición sobre mi padre, y por ese motivo se editará un libro centrado en su figura. Y yo me comprometí a colaborar con un artículo.

            El artículo, llamado Cartas desde el pasado, va sobre las ideas que mi padre vertía en su correspondencia. Para escribirlo he tenido que leerme sus cartas (y hay cientos), seleccionar los párrafos adecuados, copiarlos y, finalmente, armarlo todo como si fuera un puzzle, que es lo que estoy acabando de hacer ahora. La putada es que la fecha límite de entrega es a finales de este mes.

            El caso es que me ha dado y me está dando un montón de trabajo y me ha robado mucho tiempo. Y hace unas semanas fui consciente de dos cosas: 1. No tenía ninguna idea prevista para el cuento de Navidad. 2. No iba a tener tiempo de escribirlo. Por lo general los cuentos que escribo para esta ocasión suelen ser bastante larguitos. Por ejemplo, el del año pasado tenía más de seis mil palabras. No podía escribir nada tan largo, sobre todo no teniendo en mente ninguna idea prevista. Así que a punto estuve de tirar la toalla.

            Pero, qué demonios, ¿iba a mandar a la mierda la única tradición de Babel y justo, además, en su décimo aniversario? No podía permitirlo; no, al menos, sin luchar. De acuerdo, me dije; ya sé que no sueles escribir relatos ultracortos, César, pero intenta imaginar uno. Un relato que puedas escribir en un par  de horas como mucho.

            Así que puse en marcha mi vieja y oxidada máquina de imaginar y, bingo, se me ocurrió una historia de la longitud adecuada. El cuento se llama Una muñeca para Sofía y no es un ultracorto, pero casi: tiene mil quinientas palabras. Pero hay un pequeño problema...

            Normalmente, los cuentos de Navidad de Babel son de humor, o son tiernos, o irónicos, o juguetones... Este año no. El cuento de este año no tiene nada de juguetón. Ni pizca. Es un cuento de mal rollo. Soy sincero; en otras circunstancia no habría escogido esta historia. Pero fue lo mejor que se le ocurrió a mi maltrecha y retorcida mente. Y más vale un cuento oscuro que ningún cuento. En cualquier caso, si lo que ahora os apetece es el optimismo, las sonrisas y las buenas intenciones... mejor que no leáis el cuento. Aunque, quién sabe, a lo mejor no es tan chungo como a mí me parece...

            Ah, por cierto, también podríamos celebrar otra cosa: esta es la entrada del blog número 600. Qué número tan redondito, ¿verdad? Pero no lo vamos a celebrar; lo dejaremos para mejor ocasión. Es decir, para la entrada 666.

            En fin, amigos, os deseo que paséis unas inconmensurablemente felices fiestas. Es un placer y un honor que sigáis merodeando por aquí. Feliz Solsticio.


            Una muñeca para Sofía
            By César Mallorquí

            El trineo, tirado por nueve renos mágicos, surcó el cielo nocturno, veloz como una centella, se detuvo en el aire y flotó sobre la pequeña aldea a unos mil metros de altura.

            --¡Ho, ho, ho! –exclamó el orondo ocupante del vehículo.

            Le encantaba decir “¡Ho, ho, ho!”, aunque nadie le oyese. Era su signo distintivo, su marca personal, incluso podría decirse que era su grito de guerra, de no ser porque “guerra”, en su caso, resultaba una palabra totalmente inadecuada; pero aquel “¡Ho, ho, ho!” también era una expresión de auténtico júbilo. Nada le gustaba más a Santa Claus que hacer regalos a los niños; aquella tarea le llenaba de optimismo y placer, así que para soltar presión en la caldera de su felicidad, siempre exclamaba “¡Ho, ho, ho!” al principio y al final de cada encargo... (Si quieres seguir leyendo, pincha AQUÍ)



 

14 comentarios:

Eduardo Norte dijo...

Una maravilla de cuento, como siempre. Personalmente me esperaba algo más horrible y siniestro.

Ánimo con el trabajo y felices fiestas!

Anónimo dijo...

Felicidades por el cuento, me ha gustado mucho, y felices fiestas César.

Nyna dijo...

Un cuento muy bueno que aunque me ha gustado, me ha dejado mal cuerpo. Pero quien avisa, no es traidor.

¡Feliz solsticio de invierno!

Juan Constantin dijo...

Saludos:

Un cuento que produce desasosiego y escalofríos por lo real que fue (y aún es).

Emulando a Poe: ¡Never more!

Juan Constantin

Natalia dijo...

Felices fiestas, César :-)Mucho ánimo con el artículo, seguro que todo el esfuerzo que le has dedicado merece la pena.

Jarl-9000 dijo...

Una historia terrible y conmovedora.

No te fustigues por poner un cuento de esta índole. Personalmente, por lo general prefiero que el tono de las historias sea cuanto más diverso, mejor. Así cada una de ellas destaca más por sí sola entre el conjunto completo y se paladea mejor. Con más motivo si hablamos de ciencia ficción y fantasía: si leo una serie de cuentos y todos me transmiten sabores parecidos, inevitablemente la sensación de maravilla tan esencial para mí en este género acaba diluyéndoseme.

Felices fiestas a todos.

Samael dijo...

O tannenbaum, wie treu sind deine blätter.

(estribillo de un villancico, que por motivos que no vienen a cuento, siempre canto en navidad en compañía de otros colegas, pero que a este cuento le viene que ni te cuento).

FELICES FIESTAS frohe weihnachten!

Anónimo dijo...

muchas gracias Cesar, un placer como siempre

Jose Luis G. dijo...

Gran cuento. Se me ha puesto la piel de gallina. Un cuento distinto. Gracias por sacar tiempo parano perder esta bella tradición de tu blog. Felices fiestas y buen trabajo.

Mazcota dijo...

Con este cuento has conseguido algo complicadísimo: que sienta placer leyendo una barbarie. Sencillamente magistral.

Juan M dijo...

Un gran cuento de nuevo, César. Gracias. No sé yo si no habrá habido alguna asociación de ideas rara con lo de la exposición en el MATADERO :)

César dijo...

Eduardo Norte: Me alegro de que el cuanto no sea tan chungo como pensaba. Gracias por decírmelo.

Nyna: Espero que el mal cuerpo no te haya durado mucho. Un beso.

Juan Constantin: Never more, exacto.

Natalia: Ya he terminado el artículo, a falta de unos pequeños detalles. Espero que tengas razón y el esfuerzo haya valido la pena.

Jarl-9000: Estoy de acuerdo contigo; mejor la variedad. Pero un cuento navideño tan oscuro... no sé, no sé...

Samael: No te veía yo a ti cantando villancicos...

José Luis G.: Gracias a ti por animarme con tus comentarios.

Mazcota: Vaya, gracias... (me sonrojo)

Juan M.: Vaya, pues ahora que lo dices puede que eso del "Matadero" me haya influido.

Iván RT dijo...

Soy nuevo lector... No conocía nada, he leído 13 monos y acto seguido quería leer tu cuento de Navidad 2015. Ya tienes otro seguidor. Felices fiestas!!!

César dijo...

Iván RT: Bienvenido a Babel, amigo mío. Y feliz año nuevo. Supongo que si has leído "Trece monos" y eso te ha llevado al blog, entonces es que la antología no te ha defraudado del todo. Me alegro.