Los
acontecimientos políticos de las últimas semanas requieren una sesuda y
profunda interpretación. A falta de alguien inteligente que la haga, aquí van
mis opiniones al respecto:
Partido Popular. Lo que más me jode de
los resultados obtenidos por el PP es que demuestran que Rajoy tenía razón. Su
táctica era la acertada, no hacer nada, dejar pudrir la situación, quedarse
ahí, paralizado, con cara de conejo deslumbrado por los faros de un coche. Al final
resulta que el listo era él y nosotros los tontos.
No importa la
corrupción que, ya está claro, era y es consustancial al partido, no importa el
progresivo desmantelamiento del estado del bienestar, no importan los recortes
en derechos sociales, no importa el uso partidista del aparato del estado, no
importan las mentiras, no importa el desmesurado aumento de la deuda pública,
no importa la destrucción de los derechos laborales, no importa el incremento
de la desigualdad... no, nada de eso importa. Votaremos al PP, ahora y siempre,
porque: A) Pertenecemos a una clase elevada con gran poder económico, y la
derecha defiende mejor nuestros intereses (vale, eso lo entiendo). B) Ehhh...
Vamos a ver, al PP le han votado 7.906.185 personas. Está claro que en España
no hay, ni remotamente, 7.906.185 ricos, así que la mayor parte de esos
votantes son de clase media y baja. ¿Por qué esa gente, claros damnificados por
las políticas del PP, le votan? Sólo se me ocurre una respuesta, pero no sería
diplomático decirla.
Podemos (Unidos Podemos). Es gracioso;
los sabios de Podemos ya han dictaminado la causa de que su victoriosa
coalición haya perdido más de un millón de votos: la campaña del miedo. Es
decir, que la culpa ha sido de los votantes, que son unos caguetas, pero no de
los líderes de la formación, que son listísimos.
No, no, no, los
bandazos ideológicos no tienen nada que ver. Ahora soy transversal, ni de
izquierdas ni de derechas; ahora soy bolivariano y chavista; no, espera, soy
comunista. ¿Y un poco peronista? Por qué no, si nadie sabe lo que es eso. Ojo,
que también soy nacionalista. Ah, un momento, he tenido una revelación: lo que
en realidad soy es, tachán, ¡socialdemócrata! Y para probarlo me alío con el PC
y rindo sentidos homenajes a prestigiosos socialdemócratas como Julio Anguita o
Arnaldo Otegi. ¿Quién en su sano juicio podría afirmar que esa ensalada
ideológica ha tenido algo que ver con el tropiezo electoral de Podemos?
Como
evidentemente nada tiene que ver con eso la personalidad de su líder, que si
quisiera aparcar el ego necesitaría un hangar de la NASA. Por amor del cielo,
¿para practicar el populismo es necesario ser tan cursi y tan melifluo? Unidos Podemos. La sonrisa de un país.
¿La sonrisa? ¿En serio?... No te jode, para sonrisitas estamos ahora.
Genial, Pablo,
genial. Impides un gobierno alternativo al del PP y fuerzas una repetición de
las elecciones, para dar un buen sorpasso, adelantar al PSOE y convertirte en
el partido dominante de la izquierda, y después forzar a los socialistas a que
te apoyen para ser presidente de gobierno, y luego, con lo que hayas obtenido
al vender la leche, comprarás una vaca, fabricarás quesos, y comprarás más
vacas...
Ciudadanos. Siempre he pensado que uno
de los problemas de nuestro país era que todo el espectro de la derecha estaba
concentrado en un solo partido. Por eso celebré la aparición de Ciudadanos, una
derecha civilizada y moderna que quizá pudiera sustituir a los dinosaurios del
PP. Desgraciadamente, el “voto útil” ha segado la hierba bajo los pies de
Rivera.
¿Qué tiene de
útil ese voto?, me pregunto. Votar al mal para cerrarle el paso a lo que
consideras otro mal, lo mires como lo mires, es pactar con el demonio.
PSOE. Hoy por hoy es un partido
desunido y sin ideas, una formación anquilosada que es incapaz de conectar con
las capas más jóvenes de la sociedad. Creo sinceramente que Pedro Sánchez no lo
ha hecho tan mal... aunque también creo que no es un político de fuste. Pero,
¿hay algún socialista de fuste? La mejor colocada internamente es Susana Díaz,
que es una populista de mierda. Si ella toma la riendas, el PSOE acabará
convirtiéndose en un partido regionalista andaluz. Igual que el resto de las
socialdemocracias europeas, la nuestra anda más perdida que un skinhead en unos
juegos florales.
Los votantes. Hay muchos tópicos acerca
de los votantes. Por ejemplo: “Los votantes quieren que haya pactos”. Mentira;
cada votante quiere que su opción gane por mayoría absoluta; lo de los pactos
es un accidente estadístico. Otro ejemplo: “Los votantes nunca se equivocan”.
No, claro; los alemanes no se equivocaron ni un pelo al votar en 1933 al
NSDAP...
Casi ocho
millones de personas han votado a un partido corrupto hasta la médula. Pero
quien vota a corruptos, a sabiendas de que lo son, ¿no se convierte en cómplice
de la corrupción? Si los demócratas no castigan a los que ejercen la política
como una forma de delincuencia, ¿son realmente demócratas? La democracia es, en
un 99 %, ética; si los votantes no son éticos, la democracia se convierte en
una burla. ¿Voto del miedo? No, voto de la vergüenza.
Algo más de cinco
millones de personas han votado a Unidos Podemos. Es el voto del hartazgo y del
cabreo. Los votantes de Podemos son, en gran parte, jóvenes urbanos con buena
formación académica. Es decir, aquellos a los que se les ha hurtado el futuro,
los más maltratados por la crisis. Quieren un cambio, pero no tienen un modelo
hacia el que cambiar. Su voto es un voto a la contra, un voto indignado. ¿Sirve
eso para construir algo? Y si es así, ¿qué? ¿Alguien lo sabe? Esos cinco
millones de votantes se merecen algo mejor.
Los ingleses. Siempre me gustaron los
ingleses, siempre me fascinó Inglaterra. Creo que eso se debe a que mi primer
gran mito literario, cuando era un crío, fueron las historias de Guillermo
Brown. Adoro a los narradores ingleses, a sus humoristas, me gusta la cultura
de ese país, su música, su cine, su mitología...
Pero algo se está
torciendo en mi interior últimamente. Hace tres años me invitaron a visitar
Eton, quizá el colegio más exclusivo del mundo. Fue fascinante y, al tiempo,
estremecedor. Aquello era una especie de sociedad secreta de privilegiados, un
criadero de amos del universo. El año pasado Pepa y yo recorrimos Irlanda, y
descubrimos sobre el terreno las muchas y terribles atrocidades que los
ingleses cometieron allí. Y así, poco a poco, mis sentimientos hacia los
ingleses han ido cambiando. Sigo amando a la Inglaterra literaria, pero la
Inglaterra real... en fin.
Y ahora los muy
capullos votan salir de la Unión Europea. Por miedo a los emigrantes y porque
les resulta imposible aceptar que ya no son un imperio. En su ensayo Las
leyes fundamentales de la estupidez humana (Allegro ma non troppo), Carlo M. Cipolla afirma que el grado
máximo de estupidez se alcanza cuando alguien hace algo que daña a los demás y
le daña a él mismo. En tal caso, David Cameron es uno de los gilipollas más
grandes de la historia. Y los que votaron el brexit también.