martes, marzo 8

Umbría II


Años 60. Imaginaos a un niño de nueve o diez años que jamás ha salido de Madrid. Ese verano, su familia va de vacaciones a Cantabria (entonces Santander), y el niño no sólo descubre el mar, sino también un mundo lleno de vegetación, de niebla y lluvia, de valles recónditos, vetustas iglesias y casas de piedra vestidas de hiedra. Algo tan distinto a la plana sequedad de Madrid que el niño cree encontrarse en un mundo prodigioso lleno de misterios. Dos o tres años después, el niño pasa un mes recorriendo con sus padres Galicia, y allí se encuentra con un territorio rural anclado en el pasado, una región llena de magia y leyendas. Desde entonces, en la mente del niño los prodigios y las aventuras están relacionados con el norte, con el mar, las montañas y las brumas.



Ese niño era yo


Aunque al final la construimos entre todos, creo que Umbría es un poquito (sólo un poquito) más mía que de Elia, Julián y Armando. Y no porque fuera el impulsor del proyecto, sino porque establecí desde el principio algunas premisas básicas. Nuestro territorio común debía estar en el norte, ser una zona rural y decimonónicamente decadente, y los sucesos fantásticos que ocurriesen en ella nunca debían ser demasiado “estridentes”. Umbría es una mezcla de Cantabria y Galicia, el territorio mágico de mi infancia. A partir de ese momento, Umbría fue fruto del trabajo del grupo, por supuesto, pero aquellas premisas hicieron que todo avanzara en el mismo sentido. Julián lo describió muy bien: “Umbría es un paraíso para descreídos”. También dicen que el paraíso de toda persona es su infancia.


Pues eso es Umbría en realidad: un retorno a la infancia. Pero no desde el punto de vista del niño, sino del adulto. Adultos que añoran su infancia y desean regresar a ella, porque la infancia es el único momento de nuestras vidas en que la magia existe realmente. Y eso también es Umbría por propia definición: magia. Viajar a Umbría es intentar recuperar lo numinoso. Pero ya eres demasiado adulto y lo que encuentras no es lo que buscabas; la magia se ha transformado en algo distinto, igual de poderoso, pero más oscuro. Lo que has perdido lo has perdido para siempre y a lo máximo que puedes aspirar es a recoger las cenizas, las ruinas y quizá los fantasmas, de un pasado muerto.


Ahora que lo pienso, todos los relatos que escribimos o planeamos para Umbría tratan, de un modo u otro, sobre la pérdida. Umbría es un estado de ánimo: melancolía.


Pero Umbría también es misterio. Un mundo enteramente normal tras cuya cotidianidad se ocultan extraños enigmas, pequeños sucesos extraordinarios, leyendas que se convierten en realidad, rayos de fantasía impactando contra el pétreo realismo. Las historias que imaginamos exploran algunos de los misterios de la región. Elia habló de los secretos interdimensionales de una vieja familia establecida en una de las islas de la costa, y de pliegues temporales en el pueblo de Villasanta. Armando narró un decimonónico pacto demoníaco en Oneira, la capital. Julián se internó en los hayedos del sur para imaginar una historia sobre el cine mudo y los componentes del alma. En cuanto a mí, no sé por qué, mis dos relatos transcurren en los valles del interior, entre las montañas. Y, también ignoro la razón, ambas historias se desarrollan casi en Navidad, aunque ninguna sea un relato navideño. El jardín prohibido es una historia de fantasmas ambientada en 1909, en Fuenteclara, un pueblo del este de Umbría. Leonís transcurre en 1998, en un valle –Lotar- situado al sur de la región, y trata sobre una maldición en forma de amor.


Transcurrido el tiempo, y pese a que el proyecto fracasó como tal, Umbría me parece un “artefacto literario” muy válido y eficaz. Una vez que entras en ese mundo ficticio y te dejas impulsar por su aura, tu imaginación y tu creatividad se orientan en direcciones que nunca antes habías explorado, como si fuera un viaje interior. No voy a ponerme yo como ejemplo (aún no soy tan asimoviano), así que recurriré a mi compañera umbrilitana Elia Barceló. Muchos estarán de acuerdo conmigo cuando afirmo que su obra maestra indiscutible es El secreto del orfebre, la primera historia que escribió para nuestro proyecto. Una delicada miniatura, un brillante trabajo de orfebrería que respira Umbría por todas partes. De hecho, la ficción de Elia cambió sutilmente a partir de entonces, como demuestra, por ejemplo, su siguiente trabajo umbrilitano, la larga novela El vuelo del hipogrifo, que, sin llegar a la altura de la anterior, contiene una gran fuerza evocadora y expresiva. Incluso la posterior Disfraces terribles, que nunca formó parte del proyecto, recuerda a esa tierra imaginaria. Tengo la sensación de que, al entrar en Umbría y explorarla, Elia descubrió algo en sí misma que andaba buscando desde hace mucho.


En cuanto a mí, ya sabía que ese lugar existía en algún rincón de mi interior. Creo que mi novela corta La casa del Dr. Pétalo, aunque muy diferente en tema y estilo, es un antecedente de Umbría; o, mejor dicho, de los sentimientos y emociones que Umbría pretende despertar. Hay lugares que permanecen anclados en el tiempo, como remansos en un río torrencial. Umbría es eso, y también un remolino que conduce al pasado, a nuestro pasado, a las mismas raíces de donde surgen los cuentos tradicionales. En nuestras historias de Umbría hay lobos y ogros, hay bellas durmientes, hay bestias de buen corazón, hay príncipes y princesas, cenicientas, hadas, brujas y magos. La única diferencia es que todos ellos se han vuelto adultos y adoptan diferentes aspectos, aunque el fondo sigan siendo lo mismo. En la raíz de las historias, ahí quiso situarse Umbría.

Nota: La imagen de arriba es otra de las ilustraciones que Miguel ha realizado para Leonís. Me encanta ese roble; me recuerda a las pinturas de Kanagawa.

4 comentarios:

Natalia dijo...

<< Pues eso es Umbría en realidad: un retorno a la infancia. Pero no desde el punto de vista del niño, sino del adulto. Adultos que añoran su infancia y desean regresar a ella, porque la infancia es el único momento de nuestras vidas en que la magia existe realmente. Y eso también es Umbría por propia definición: magia. Viajar a Umbría es intentar recuperar lo numinoso. Pero ya eres demasiado adulto y lo que encuentras no es lo que buscabas; la magia se ha transformado en algo distinto, igual de poderoso, pero más oscuro. Lo que has perdido lo has perdido para siempre y a lo máximo que puedes aspirar es a recoger las cenizas, las ruinas y quizá los fantasmas, de un pasado muerto. >>


Me ha encantado este párrafo. Es duro, pero creo que tienes razón. Estoy deseando leer la novela :) ¡Un abrazo!
(Esta ilustración también es muy bella)

César dijo...

Gracias, Natalia; eres un encanto :)

Anónimo dijo...

César: ¿piensas que Umbría pudo se el escenario de "El Laberinto del Fauno"?

Por lo que describes me parece estar viendo la película otra vez.

César dijo...

Manolo: Pues no lo había pensado, pero tienes razón. "El laberinto del fauno" podría ser perfectamente una historia umbrilitana. Qué cosas...