lunes, octubre 26

Discurso

 

             Como sabéis, el viernes pasado me entregaron el Premio Cervantes Chico, un galardón a toda mi obra de literatura juvenil. Bueno, pues aquí tenéis el texto del discurso que solté durante la ceremonia:

            Buenos días. Ante todo, quiero dar las gracias al Ayuntamiento de Alcalá de Henares por promover este hermoso premio, el Cervantes Chico. Y, por supuesto, agradecerle al jurado que haya tenido la generosidad de otorgármelo a mí este año. Espero que no se hayan equivocado demasiado. Y gracias también a todos los presentes por acompañarme en este día. Sois un encanto.

            Quiero también felicitar a Miguel y Ana Isabel por los galardones que han recibido. Sin duda, se los merecen más que yo.

            Cada vez que doy una charla a jóvenes lectores suelo hacerles la misma pregunta: ¿Para qué creéis que sirve la literatura? Y normalmente siempre obtengo las mismas respuestas. La literatura sirve para adquirir cultura, para mejorar la ortografía, para ampliar el vocabulario, para pensar mejor, para aumentar la velocidad lectora, para conocer nuevas ideas, para estimular la mente, para potenciar la imaginación...

            Todo eso es cierto. Además, son los argumentos que suelen emplear los adultos para convencer a los más jóvenes de lo buena que es la lectura. Pero, en fin, qué queréis que os diga... A mí eso me suena como cuando los padres le dicen a sus hijos: “Anda, cómete eso porque tiene muchas vitaminas, y hierro, y grasas insaturadas, y ácido oleico...”. Vale, puede que sea cierto; pero no abre mucho el apetito, ¿verdad? De hecho, es como si hablaran de una medicina, que sabe mal pero es buena para la salud. En realidad, todos sabemos que lo que más nos anima a comer... es que la comida está rica.

            Bueno, pues lo mismo sucede con la literatura. Por supuesto que la costumbre de leer nos proporciona todas las cosas buenas que he dicho antes; pero ninguna de ellas es la razón de ser de la literatura. El auténtico objetivo de la literatura, como ocurre con cualquier otro arte, es el placer del lector. Leemos porque leer es divertido. Teniendo en cuenta que “divertido” no es lo contrario de “serio”, sino lo contrario de aburrido.
 
 
            Algunos de los mejores momentos de mi vida los he pasado leyendo; sobre todo cuando era niño o adolescente. Por aquel lejano entonces, aprendí lo que es el sentido del humor gracias a Guillermo Brown, el catastrófico e imaginativo niño que creó la escritora inglesa Richmal Crompton. Viajé a las estrellas de la mano de Isaac Asimov, y estuve en Marte junto a Ray Bradbury. Recorrí 20.000 leguas bajo el mar y me adentré en el interior de la Tierra guiado por Julio Verne. Visité un mundo perdido lleno de dinosaurios acompañado por Arthur Conan Doyle. Y ese mismo escritor me permitió seguir en sus aventuras a un genial detective llamado Sherlock Holmes.

            Busqué un tesoro pirata en La Hispaniola, el barco de Robert Louis Stevenson. Viajé en el tiempo para contemplar los episodios más emocionantes de nuestra historia junto a Benito Pérez Galdós. Fui un justiciero enmascarado en la California del siglo XIX gracias a José Mallorquí; que, por cierto, era mi padre. Pesqué un enorme pez espada en la barca de Ernest Hemingway. Viví en la selva en compañía de Edgar Rice Burroughs y Rudyard Kipling. Luché contra un gigante de un solo ojo ayudado por un ciego llamado Homero.

            Aunque no se trate exactamente de literatura, sino de esa mezcla de dibujo y texto que llamamos comic, recorrí el mundo, y la Luna, corriendo aventuras junto a un reportero llamado Tintín y su amigo el capitán Haddock. Surqué los siete mares con un marino de nombre Corto Maltés. Volé en un avión de caza imaginario junto a un perro llamado Snoopy. Me senté en la mesa redonda del rey Arturo, al lado del Príncipe Valiente y de su padre, Hal Foster...

            He visitado todos los continentes de la Tierra, y todos los planetas del Sistema Solar, y estrellas más allá de nuestro Sol con planetas alucinantes. Y también he caminado por universos que sólo existen en el mundo de los sueños. He sido cientos de personas distintas, he vivido maravillosas historias de amor y amistad, y también de odio y venganza. He corrido miles de aventuras asombrosas. Y todo gracias a la literatura. Por eso decía antes que leer me ha hecho más feliz.

            Todo esto que acabo de contar lo he tenido siempre muy presente en mi trabajo como escritor. Cuando escribo para jóvenes, mi principal propósito es narrar las historias más divertidas y emocionantes que pueda concebir, con personajes atractivos y humanos, diálogos chispeantes y descripciones sugerentes. Porque, tal y como yo lo entiendo, mi labor como escritor de literatura juvenil consiste en demostrarle a los lectores jóvenes que la literatura puede ser una alternativa de ocio tan apasionante, o más, que cualquier otra.

            Por eso, y ahora me dirijo a los más jóvenes de esta sala, os recomiendo que le deis una oportunidad a la literatura, que adquiráis el hábito de leer. Porque si lo hacéis, seréis más cultos, mejoraréis la ortografía, ampliaréis el vocabulario, pensaréis mejor, aumentaréis la velocidad lectora, conoceréis nuevas ideas, estimularéis la mente y potenciaréis la imaginación. Pero sobre todo, por encima de cualquier otra consideración, seréis más felices.

            Y ahora mejor será que vaya acabando, porque los organizadores de este acto me han sugerido amablemente que sea breve y no sé si estoy poniendo a prueba su paciencia. Así que, para concluir, tres dedicatorias.

            Este premio, el Cervantes Chico, no me lo han concedido por una obra en concreto, sino por toda mi carrera como escritor. En fin, quiero pensar que en realidad me lo otorgan sólo por la primera parte de mi carrera; porque, y esto es una amenaza, pienso seguir escribiendo.

            El caso es que, como se trata de toda mi carrera hasta ahora, quiero dedicarle el premio a tres personas sin las cuales yo no estaría aquí. Es decir, a las tres personas que más importantes han sido en mi carrera como escritor.

            En primer lugar, mi padre, José Mallorquí. Supongo que a muchos ya no os sonará este nombre, pero José Mallorquí fue el escritor español de literatura popular más importante del siglo XX. Su obra más famosa, no solo en España, sino en Europa y América, es El Coyote, un justiciero enmascarado californiano llamado en realidad don César de Echagüe. Yo me llamo César en su honor.

            Mi padre falleció hace ahora cuarenta y tres años, cuando yo tenía diecinueve. Tan solo llegó a conocer mis primeros pasos en la escritura, los primeros artículos que escribí para la revista de humor La Codorniz a principios de los años 70. Luego, se fue para siempre, y no pudo alegrarse de mis éxitos, ni consolarme en mis fracasos. Sin embargo, de algo estoy absolutamente seguro: sin su ejemplo, yo jamás habría sido escritor.

            Así que, papá, muchas gracias por tu generosidad, por tu cariño y por tu ejemplo. El tabaleo de tu máquina de escribir fue la banda musical de mi infancia.

            La segunda persona a la que quiero dedicarle el premio es una mujer, tan bella, por dentro y por fuera, como gran profesional. Se trata de Reina Duarte, la Directora de Publicaciones Generales de la editorial EDEBÉ. Ella me descubrió para el mundo de la literatura juvenil, ella publicó mis primeras obras de ese género, y con ella he tenido once hijos. Pero que nadie se escandalice; son hijos de tinta y papel. Libros, para que me entendáis.

            Así que, Reina, muchas gracias por creer en mí, muchas gracias por apoyarme siempre, y muchas gracias, sobre todo, por soportarme. Tu amistad ha sido y es un regalo para mí.


            Por último, la persona más importante de todas. También es una mujer, y también es maravillosamente bonita por dentro, y esplendorosamente bella por fuera. Es mi esposa, mi compañera; María José Álvarez, mi querida Pepa. Sin ella a mi lado, mi carrera como escritor, sencillamente, no existiría. Todo lo que he hecho, todos los libros que he publicado, todos los premios que he obtenido, se lo debo a ella.

            Así que, Pepa, como ya te he dicho en otras ocasiones, este premio es para los dos. Gracias por tu apoyo incondicional, gracias por ser una roca firma cuando todo se tambalea, gracias por confiar en mí más que yo mismo, gracias por ser como eres, y perdóname por ser como soy. Te quiero.

            Muchas gracias a todos.
 
 

3 comentarios:

Edurne dijo...

Me ha encantado su discurso. Ojalá los jóvenes nos creyeran porque estoy totalmente de acuerdo: leer nos hace más felices. Yo si tengo un libro entre manos que me interese, lo tengo todo. Y siempre tengo dos, tres, cuatro... esperándome. Tuve incluso un momento en que pensé que no me iba a dar tiempo a leer todo lo que quería porque la vida es muy corta y eso me hacía infeliz. Peo ya pasó. Ahora disfruto con lo que leo, releo, resumo, copio para no olvidar, etc. y soy cada día más feliz.
Yo opino que gracias a esta afición a la lectura me rodeo de gente interesante. Tal vez de la más interesante. Es una gozada y un privilegio poder dialogar con las mentes más brillantes, lúcidas, sensibles, creativas... un verdadero placer. También contigo, con usted, he disfrutado. Es usted uno de los grandes en literatura juvenil: enhorabuena por su premio. Lo tiene bien merecido.

Anónimo dijo...

Hermoso discurso. Has sabido plasmar, muchísimo mejor de lo que yo hubiera sabido, todo lo que la literatura ha significado para mí en mi vida pues compruebo alborozado que nuestros referentes literarios (y de comic) son casi exactamente los mismos. Gracias por compartirlo con nosotros. Yo mismo voy a compartirlo con todas mis amistades.

No se me ocurre nadie que se merezca más ese premio. Enhorabuena.

Rickard

Marissa dijo...

Me he emocionado muchísimo leyendo su discurso, especialmente en su relación de lecturas de la juventud, por las que yo también he pasado y que me han hecho mejor persona, más feliz y que me abrieron las puertas de la mente. Ojalá los que hoy son jóvenes sepan ver más allá y abrir un mundo nuevo entre las páginas de uno de los libros que usted escribe.

Muchas gracias por sus palabras señor Mallorquí.