jueves, octubre 27

La ciencia ficción y yo (II)


Permitidme un breve repaso a la historia de la cf (los connoisseurs os lo podéis saltar). Aunque algunos se empeñan en buscar los antecedentes del género en la antigüedad, remontándose a Luciano de Samosata, a los vedas hindúes o incluso al poema de Gilgamesh, existe la convención general de que la primera novela de cf fue Frankenstein, el moderno Prometeo (1818), de Mary Shelley. En efecto, aunque esa obra es puro género gótico, por primera vez el elemento fantástico no procede de lo sobrenatural, sino de la ciencia (la ciencia de la época, claro; en concreto, las teorías de Luigi Galvani).


A partir de entonces se extiende un largo periodo donde se cuece lo que podríamos llamar la proto-cf, con autores como Edgar Alan Poe, Jack London, Bulwer Lytton, Bellamy, Stevenson y, sobre todo, el gran Julio Verne. A finales de siglo se publica La máquina del tiempo (1895), de H. G. Wells, el auténtico padre de la cf, pues fue él quien exploró y delimitó sus principales temáticas (el viaje por el espacio y el tiempo, los contactos con alienígenas, la investigación biológica, la guerra espacial...) En realidad, Wells inventó la cf como género independiente.


Pero la consolidación no se produjo en Europa, sino en Estados Unidos. Aquí conviene aclarar algo: la cf moderna, con todas las excepciones que queramos, es un género básicamente anglosajón y, sobre todo, norteamericano. Las obras de Verne y de Wells eran tremendamente populares en Estados Unidos, así que un emigrante luxemburgués, Hugo Gernsback, editó varias revistas pulp dedicadas a publicar relatos de esa temática. Entre ellas, Amazing Stories, donde en 1926 el género adquirió su actual nombre: ciencia ficción.


En realidad, la cf que publicaba Gernsback no tenía nada de nuevo; era el viejo “romance científico” del siglo anterior, historias que mezclaban aventuras clásicas y ciencia. Pero pronto le salieron imitadores, editores que lanzaron nuevas revistas pulp de cf, y, como no podían pasarse la vida reeditando a Verne y Wells, comenzaron a buscar escritores autóctonos. Escritores baratos, por supuesto.


En la década siguiente, los 30, la cf alcanzó una gran popularidad en USA, centrándose, sobre todo, en el subgénero de aventuras espaciales, el llamado space opera. Entre los autores principales destacan Ray Cummings, E. E. Smith, Jack Williamson o Edmond Hamilton. Se trata de novelas pulp, historias muy ingenuas llenas de peripecias y escritas sin la menor ambición literaria. Puro entretenimiento de escaso nivel (aunque a veces deliciosamente imaginativo y loco).


En 1938, el joven fan John W. Campbell fue nombrado director de la revista de cf Astounding Stories. Campbell tenía las ideas muy claras acerca de lo que debería ser la cf, así que reclutó una “cuadra” de escritores noveles que, con el tiempo, se convirtieron en las máximas estrellas del género. Entre ellos, Isaac Asimov, Robert Heinlein o Theodore Sturgeon. Campbell quería sacar a la cf del fangoso pozo del pulp, pero no en tanto a lo que a estilo literario se refiere, sino en cuanto a solidez argumental y narrativa. Lo cierto es que consiguió su meta en cierta medida; bajo su influencia, la cf se volvió más seria y rigurosa, y también más ambiciosa. Tanto es así que los americanos denominan al “reinado” de Campbell (la década de los 40, básicamente) La Edad de Oro de la cf. Chorradas, por supuesto. Campbell ayudó a evolucionar la cf, es verdad, pero también la encorsetó. Se centraba demasiado en la ciencia y la tecnología, se quedaba en la superficie sin llegar a profundizar. Obviaba los temas comprometidos, y si aparecía un alienígena en su revista tenía que ser más malo que la quina. (Nota: Campbell es el autor de Who Goes There?, el relato que dio origen a la(s) película(s) La Cosa -la versión de Nyby y la de Carpenter- y a la recién estrenada precuela del mismo título, de Matthijs van Heijningen; esa historia es el paradigma del ET cabrón). Además, qué demonios, Campbell era un pirado de las teorías extravagantes. Baste decir que fue el primer gran impulsor de la dianética, origen de la cienciología.


La década de los 50 estuvo marcada por la influencia de dos revistas de cf: Galaxy y The Magazine of Fantasy & Science Fiction. Sus respectivos editores, Horace Gold y Anthony Boucher, fueron los responsables de que el género abandonara definitivamente el pulp. Con ellos, la cf se volvió definitivamente adulta; además de prestarse más atención a la calidad literaria de los textos, el género se abrió a temáticas antes vedadas, como la política, el sexo o la religión, y amplió el término “ciencia”, comenzando a explorar otras disciplinas, las humanísticas, como la psicología, la antropología o la sociología. Los yanquis llaman a esta época La Edad de Plata, pero en realidad fue la verdadera edad de oro del género, con el definitivo encumbramiento de lo mejores autores de la década anterior y la aparición de nuevos talentos como Philip K. Dick, Ray Bradbury, Frederik Pohl o Robert Sheckley.


A mediados de la siguiente década se produjo una gran, y finalmente fallida, revolución en el género, la New Thing, pero de eso hablaremos más adelante. Ahora volvamos a mí.


Me aficioné a la cf a mediados de los 60, cuando era un niño. Supongo que los merodeadores más jóvenes no tienen muy claro cómo era esa época en España, porque en Occidente fue una década de cambio y revolución, de optimismo y psicodelia. Pero aquí no. No hacía mucho que habíamos salido de una larguísima posguerra (si es que habíamos salido) y la dictadura le había quitado el poder a la Falange para entregárselo a los tecnócratas del Opus, que iniciaron lo que se llamó el desarrollismo. Poco a poco, España comenzó a modernizarse y se mejoró el nivel de vida, lo que incrementó el número de la clase media, que hasta entonces era prácticamente inexistente. No obstante, el reparto de la riqueza era muy desigual y las libertades seguían bajo mínimos. El desarrollismo se notaba algo en las grandes ciudades, pero el resto del país seguía sumido en la miseria económica, moral y cultural. España, a mediados de los 60, era oscura, iletrada, catoliquísima, paleta, reprimida, atrasada; las infraestructuras eran nefastas, la censura estaba a la orden del día, carecíamos de libertades democráticas y todo el poder estaba en manos de un anciano y miserable dictador, el último vestigio de los fascismos europeos. España, en los 60, era deprimente.


Aunque, claro, yo era un niño y no me daba del todo cuenta. Sabía que Franco era un hijoputa porque se lo oía decir a mis hermanos mayores, y pensaba, porque me parecía evidente, que la democracia era más justa que la imposición por la fuerza. Pero había nacido en ese entorno y todo me resultaba normal. Salvo por algo: las películas americanas. El mundo y la sociedad que mostraban esas películas se me antojaba algo así como un universo paralelo luminoso y deseable. Todo era moderno en esas películas, mientras que en España todo parecía antiguo, rancio y polvoriento, como una sacristía. Yo quería vivir en las películas americanas, pero me había tocado habitar en el neorrealismo. Eso, incluso para un niño, resultaba patético.


Vale, el mundo que me rodeaba era cutre y mediocre, oscuro y asfixiante, pero yo tenía un secreto: en una vida paralela, viajaba por el espacio, me relacionaba con alienígenas, visitaba otros mundos, retrocedía al pasado o me aventuraba en el futuro, poseía poderes psí, algunos de mis mejores amigos eran mutantes, veía cosas que no creeríais: naves en llamas más allá de Orión, rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhauser... Resultaba liberador; vivía en un mundo pequeño, pero mi universo literario era descomunal; la galaxia entera y más allá. Si ahora dices que eres aficionado a la cf, es probable que te tomen por un friki. Pero ser aficionado a la cf en los 60 era, sencillamente, raro de cojones. Yo me sentía diferente. Y me gustaba serlo.


Durante la primera mitad del siglo XX, no se publicó en España prácticamente nada de cf. Las primeras publicaciones fueron la colección Futuro (1953-1954), creada, coordinada y en su mayor parte escrita por mi padre, y la revista argentina Más Allá (1953-1957), basada en la norteamericana Galaxy. Poco después apareció la colección Nebulae (1955-1967), de Edhasa, que a lo largo de sus 140 títulos publicó a los principales autores anglosajones de los 40 y 50. Después vinieron las colecciones Galaxia y Cenit, con terribles traducciones y pésimas ediciones. En cualquier caso, dada la virginidad española respecto al género, había unas tres décadas de material de cf por publicar, así que se publicaba de todo, sin mucho orden ni demasiado concierto.


Y yo, con doce, trece, catorce años, me lo zampaba todo sin pestañear. Lo bueno, lo malo y lo peor. No obstante, poco a poco, iba desarrollando mi propio juicio crítico. Los viejos space operas y los acartonados relatos pulp comenzaban a aburrirme, así que empecé a buscar otra clase de cf. Y la encontré. Durante mi niñez, tres eran mis autores de cf favoritos: Fredric Brown, Cliford D. Simak y Robert Heinlein.


Es curioso. Escribiendo esto me doy cuenta de lo mucho que han influido en mí, como escritor y como persona, esos tres autores. Así que hablaré un poco de ellos en la próxima entrada.

10 comentarios:

Eladio Lestrove dijo...

César: si no lo has leído, te puede interesar echarle un ojo a "Memorias" de Isaac Asimov. Un tanto enciclopédico/tostón por momentos, pero en otros interesantísimo para cualquier aficionado a la cf.

Heinlein es un autor interesantísimo y para analizar su posición ideológica viene bien leer las "Memorias" y entender el conservadurismo americano como algo distinto al europeo. (Eso evita la visión ridiculizadora que Verhoenven hizo en "Starship troopers". Tuve que dejarle el libro de Heinlein a un guionista amigo para que viese lo mal adaptada que estaba la obra -y estuvo de acuerdo, y ambos somos de izquierdas, aclaro-).

Espero anhelante la siguiente entrega de tu blog.

Por cierto: Si no lo tienes y te interesa el "Memorias" de Asimov, me comprometo a enviártelo de regalo (eso sí: será en edición rústica. Soy así de cutre.)

Elena Rius dijo...

Interesante tu repaso a la historia d la ciencia-ficción (conocía muchos de los datos, pero me ha ayudado a llenar algunas lagunas). También me ha gustado esa evocación de los 60, que recuerdo exactamente como tú los pintas, aunque era pequeña. Pero sí, España era un país gris y horrible, donde casi todo era pecado. Las series americanas me fascinaban no tanto por el conenido, sino por el mundo que pintaban, tan distinto del que había a mi alrededor. Y, cuando empecé a leer ciencia-ficción, aunque ya era durante los setenta, encontré ahí la misma vía de escape que mencionas tú.

Anónimo dijo...

Magnífico comentario, Cesar. Como siempre, te leo mordiéndome las uñas. También yo habito ese mundo paralelo de colores ... a mis más de cuarenta y a una década ya del mítico 2000,jajaja.

Te aplaudo esa sutil reivindicación de Heinlein ... relatos como " El Hombre que vendió la luna" y su poética continuación " Requiem" son deliciosos, y en cierto modo, describen al Gran Heroe Americano mejor que nadie ( aunque todos sabemos que no es más que un ideal ...). Además, sus llamadas " Obras juveniles" son pequeñas joyas de la imaginación, de la trama, de la capacidad de estimular la curiosidad por las ciencias en cualquiera que se acerque a ellas ... Ay, " ciudadano de la Galaxia", " Consigue un viaje espacial, viajarás" ¿ que son sino la continuación del viaje de Ulises a casa, a través de un hermoso mar negro de estrellas?... Un abrazo. victorderqui.

CorsarioHierro dijo...

Yo casi que me creía que las series eran reales y que se podían encontrar aquí. Supongo que los años setenta bajo Franco estaban más abiertos y desarrollados que los sesenta.

¿Y la "Saga de los Aznar" y toda la colección "Luchadores del espaio"?

CorsarioHierro dijo...

Luchadores del espacio quise decir.

Anónima de las 9:59 dijo...

Huy, hace poco leí por primera vez La Noche a través del espejo de Fredric Brown. ¡Qué bueno que era el desgraciado! ,!!!
Me quedé im- presionada.
;)

Rubén Soto dijo...

Muy interesante esta serie de entradas. La seguiré con interés (y con impaciencia a la espera de la siguiente).
A Fredric Brown lo descubrí tarde (salvo algún relato suelto) gracias a los 4 tomos que editó Gigamesh, y ... ¡vaya descubrimiento!
De sus policiacas solo he leído "La noche a través del espejo" y también me maravilló (como a la anónima anterior).
Si tuviera que elegir, de sus novelas me quedo con "UNIVERSO DE LOCOS" y de sus micro-relatos con el de "IMAGINA".
Saludos.

César dijo...

Eladio Lestrove: muchas gracias por tu ofrecimiento, amigo mío, pero ya tengo las memorias de Asimov.

No voy a entrar a discutir la ideología de Heinlein, y si lo hiciese no sería poniendo como referencia "Tropas del espacio", sino otra novela suya escasamente conocida, "Los dominios de Farnham", que es mucho más comprometida (y repelente, si vamos a eso). Pero da igual; Heinlein era un extraordinario narrador y muchas de sus obras merecen un profundo respeto. Aún me sigue gustando muchísimo "Puerta al verano". Y sus relatos cortos, por supuesto.

Elena Rius: Parece que compartimos los mismos recuerdos, amiga mía. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? No, ni siquiera con la actual crisis.

Victorderqui: Los relatos cortos de Heinlein, extraordinarios, sí. Y sus novelas juveniles son todo un ejemplo de lo que debe ser la buena literatura juvenil. No sabes cuánto me gustaban "Jones, el hombre estelar", o "Ciudadano de la galaxia", o la deliciosa "La bestia estelar". Hablaré un poco de eso en la próxima entrada.

CorsarioHierro: Pues sí, los 70 fueron algo menos asfixiantes que los 60, aunque tampoco fueron una fiesta.

En cuanto a la Saga de los Aznar, lo cierto es que en su momento, cuando era niño, sólo leí una de las novelas, y no me gustó. Así que no forma parte de mis recuerdos.

Anónima de las 9:59: "La noche a través del espejo" es, sencillamente, una obra maestra del género negro.

Rubén Soto: A mí con Fredric Brown me pasa como con el cerdo y con Halle Berry: me gusta todo.

ruben dijo...

Ruben (Argentina)

También descubrí a Fredric Brown ya bastante grande (alrededor de los 35), pero exclusivamente con sus cuentos (los supercortos y de los otros también) ahora tengo 53 y me sigue gustando exactamente igual, creo que puede ser tenido en cuenta entre los mejores y no sé si el mejor en los relatos "ultracortos": me ha picado nuevamente el bichito de releerlo y me doy cuenta que me faltó bucear en sus novelas, así que me voy a poner al día y les comento

César dijo...

Ruben: totalmente de acuerdo, amigo mío. Brown es uno de los grandes del relato corto, a la altura de un Cortázar o un Buzzati. De entre sus novelas te recomiendo "Marciano vete a casa" y "Universo de locos".