No es lo mismo escribir novela
juvenil que escribir novela infantil. No se parece en nada, creedme. De hecho,
escribir infantil es mucho más difícil. Haciéndolo bien, claro. Siempre he
pensado que escribir una mala novela infantil es sencillísimo; pero escribir
una buena es muy complicado.
Cuando empecé a escribir novelas
juveniles no tuve que hacer ningún cambio en mi forma de trabajar. Escribía (y
escribo) para jóvenes igual que para adultos. Esto lo digo muchas veces y nadie
me cree, probablemente porque no entienden lo que quiero decir. Si mi
protagonista tiene quince años, reflejaré el mundo y las vivencias de un
adolescente, y el resultado sería diferente si el prota tuviera cincuenta. Pero
la forma en que escribo, la técnica narrativa que empleo, es exactamente la
misma.
No sucede igual con la literatura
infantil. Hay que adaptarse a un lector menos formado, más ingenuo, más alejado
del mundo adulto. No puedo escribir para un niño de diez años igual que para un
adolescente de catorce o un adulto de cuarenta. Hace 21 años, cuando mi hijo
Pablo tenía nueve, me pidió que escribiera algo que él pudiera leer. Obedecí
como el padre baboso que soy y escribí El
hombre de arena, mi primera y durante mucho tiempo única novela infantil.
Me costó un montón, me resultó dificilísimo. Normalmente, una novela mía la
corrijo entre cuatro y seis veces. Esa tuve que corregirla catorce. No me quedó
mal; tuvo buenas críticas, pero poco éxito de ventas. El caso es que me costó
tanto trabajo que me dije: una y no más.
Hasta que hace dos años y medio,
charlando con el gran editor, y aún mejor amigo, Gabriel Brandariz, me hizo una
sugerencia que me dejó perplejo. Resumiéndolo mucho, escribir una novela
steampunk para niños. Me quedé pensativo: nunca se me había ocurrido nada
semejante. Entonces comprendí cuál había sido mi error: En mi primera novela
infantil había intentado ir yo al terreno de la literatura infantil, lo que me
resultaba muy difícil, porque mi sensibilidad no encaja con la versión estándar
del género. Lo que tenía que hacer era llevar la literatura infantil a mi
terreno. Dicho y hecho; me puse a escribir frenéticamente y así surgió Dan
Diésel.
Lo primero que hice fue renunciar al
steampunk. No es que tenga nada contra ese género, pero me cansa un poco el siglo
XIX. Decidí adscribirme al diéselpunk. ¿Y eso qué yes?, os preguntaréis. Ambos
géneros forman parte del retrofuturismo, que presenta el futuro (y la ciencia
ficción) tal y como se concebía en el pasado. El steampunk se enclava en la
segunda mitad del siglo XIX y maneja una tecnología futurista basada en el
motor de vapor.
El diéselpunk, por su parte, abarca
un ámbito temporal que va de la primera guerra mundial al final de la segunda,
y contempla una tecnología futurista basada en el motor diésel. Por otro lado,
el diéselpunk coincide en el tiempo con la época pulp, con sus historias
fantasiosas y coloristas, sus héroes imposibles y sus pérfidos villanos. En
algunas de sus temáticas –pero no en todas, ni mucho menos-, el diéselpunk es
indistinguible del neo-pulp.
A mí, del pulp me gusta todo, menos
leerlo. Voy a centrarme en dos personajes pulp: La Sombra y Doc Savage
(antecedentes directos de los actuales superhéroes). En abstracto, me parecen
muy atractivos. ¿Ingenuos? Sí. ¿Absurdos? Claro. ¿Irreales? Sin duda.
¿Infantiles? Por supuesto. Pero con el potencial de ofrecer, a poco que se
suspenda la incredulidad, toneladas de diversión e imaginación loca.
Por desgracia, todo se queda en
promesa. No es que esas historias estén torpemente escritas, que lo están; es
que son aburridísimas, repetitivas y muy escasamente imaginativas. Tenemos a un
misterioso vigilante enmascarado como La Sombra y, a la hora de la verdad, lo
único que hace es acabar con una banda de criminales tras otra, siempre lo
mismo. Doc Savage es algo más imaginativo, pero igualmente repetitivo; se
desaprovechan totalmente las posibilidades del personaje. Y no es de extrañar,
porque sus autores eran escritores mercenarios que escribían a pocos centavos
por palabra, sin tiempo para elaborar con más cuidado sus obras. Pero se puede
hacer mucho mejor. Indiana Jones es un personaje cien por cien pulp, pero sus
creadores le dieron forma a base de imaginación y sentido del humor, y rodaron
una de las películas más divertidas de la historia.
Volvamos a Dan Diésel. ¿Quién es?
Daniel Álvarez es un niño de doce años que, en 1932, vive con su padre viudo en
un pueblo de Huesca. Un día, su padre, Samuel, muere y Daniel queda bajo la
tutela de su desconocido tío Marc. Carmen Fortuna, la secretaria de su tío, va
a buscarle al pueblo y lo conduce a la residencia de Marc en Madrid. Allí
conoce a los colaboradores de su tío: la ya citada Carmen, el matrimonio formado
por Emma y Abraham Cruz, y la hija de ambos, Gabriela, de doce años.
Todo parece normal al principio,
pero pronto empiezan a suceder cosas extrañas. Hasta que un día sufren el
ataque de un robot gigante; ataque que concluye cuando Marc elimina al engendro
con un arma futurista. Daniel se queda conmocionado, no entiende nada. Entonces
su tío y Carmen le revelan la verdad: Ni él, ni su padre, ni su tío se
apellidan Álvarez, sino Diésel. Ninguno de ellos pertenece a este universo,
sino a un universo paralelo llamado Terra Prima. Su padre fue asesinado y a
Daniel quiere secuestrarlo un misterioso villano. Acto seguido, emplean un
Portal –una máquina para viajar entre universos- y se trasladan a Terra Prima.
¿Qué es Terra Prima? Una Tierra
paralela muy similar a la nuestra en 1932, pero con sensibles diferencias. Hay
robots, inmensos dirigibles, mochilas-cohete, vigilantes enmascarados, piratas
aéreos. En Terra Prima hay una isla poblada por dinosaurios, hay neandertales,
hay civilizaciones perdidas, hay gorilas gigantes, hay gente con poderes
sobrehumanos, hay una sociedad secreta –llamada Sentinel- dedicada a investigar
sucesos extraordinarios, y su tío Marc es un agente de Sentinel apodado Lizard...
Básicamente, Terra Prima es el mundo de la aventura pulp. O diéselpunk.
Se trata de una serie de novelas.
Están ilustradas por Pablo Broseta y cada una incluye ocho páginas de cómic. En
marzo aparecerá el primer título, “El misterio del Artefacto C”, y a comienzos
de verano el segundo: “En poder de Khan”. Ahora estoy escribiendo el tercero y
el cuarto, para 2022.
Son novelas para niños, por
supuesto; pero intento escribirlas de tal forma que un adulto pueda encontrar
algo de diversión en ellas. Y si el adulto es un poco friki, mejor que mejor.
Al menos, yo me estoy divirtiendo mucho escribiéndolas. Espero no ser el único.