Vomitivo.
Estafa. Maniobra del heteropatriarcado. Insulto a la literatura. Ataque al
feminismo. Tomadura de pelo. Asqueante. Desfachatez. Juego de mal gusto.
Montaje oportunista. Usurpación...
Estos
son algunos de los muchos epítetos que se han vertido al saberse que la
escritora Carmen Mola, ganadora del último premio Planeta, era en realidad tres
hombres, tres guionistas llamados Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio
Mercero. Vamos, que algunos se han mosqueado mucho.
Aclararé de antemano que no he leído
nada de Carmen Mola, porque lo que he oído sobre la trilogía de la novia gitana
no es precisamente positivo, y tampoco leeré la obra que ha ganado el Planeta,
porque no leo premios Planeta, así que no tengo, ni tendré, la menor idea de
qué tal escriben Carmen Mola. Y, cómo lo que sí tengo es la sana costumbre de
no opinar sobre lo que ignoro, dejaré de lado todo juicio literario.
Básicamente, hay tres razones,
entremezcladas, para las críticas: 1. Que es una maniobra de marketing ajena a
la literatura. 2. Que sea una obra escrita por tres personas. 3. Que esas tres
personas sean hombres “usurpando” un seudónimo femenino. Vale, voy a
reflexionar un poco.
Respecto al primer punto, el marketing...
Por todos los dioses, ¿cómo puede alguien sospechar siquiera que el premio
Planeta tiene algo que ver con el marketing? Sí, estoy siendo irónico. Todos
sabemos que el Planeta es puro marketing, que el premio está dado de antemano y
por encargo, que la calidad de la obra ganadora importa muy poco. ¿Nos va a
sorprender eso ahora?
Pero analicemos un poco en qué
consiste ese marketing. Se trata del segundo premio literario mejor dotado
económicamente del mundo (el primero es The
Million’s Poet, otorgado en Abu Dhabi. No tenía ni idea, lo acabo de mirar).
Para rentabilizar esa inversión, Planeta tiene que vender muuuuchos ejemplares
de la obra ganadora. Así que lo primero que hace es pasar de las decisiones de
un jurado que en este caso es meramente decorativo, y encargarle la novela que
va a ganar a una figura mediática, o a un autor consagrado, o a un autor cuyas
obras se vendan mucho. Este último caso es el de Carmen Mola, que entró como un
cometa en el mundo de la novela negra y vende un porrón de ejemplares. Este ha
sido el principal motivo para elegir a esa “autora” como ganadora del premio,
no lo dudéis: que vende mucho.
Pero en este caso había otro factor:
Carmen Mola era un seudónimo y nadie sabía quién se ocultaba tras él. Así pues,
darle el premio era también desvelar un
secreto, y eso tiene tela de morbo. Además, resultaba que Carmen Mola era en
realidad tres hombres, y eso iba a generar mucha polémica. Es decir, mucha
publicidad gratuita. Hay que reconocerlo: como maniobra de marketing es impecable.
Pasemos al segundo punto: una obra
escrita a seis manos. Vale, en principio no suena bien, y no me extraña que
eligieran un seudónimo. Pero, vamos a ver, ¿escribir entre tres está mal, y sin
embargo escribir con otro autor, a cuatro manos, está bien? Os recuerdo que en
Italia existe un colectivo de cinco escritores que escriben conjuntamente bajo
el seudónimo Luther Blissett (eso antes; ahora el seudónimo es Wu Ming).
Además, hay que tener en cuenta que el trio de escritores que ha ganado el Planeta
son guionistas, es decir: profesionales acostumbrados a trabajar en equipo. Me
atrevo a aventurar que La Bestia
(título de la obra ganadora) tendrá un prosa funcional y estará muy centrada en
la trama y en los trucos narrativos. Será, seguro, muy cinematográfica.
Por último, la usurpación de lo
femenino. Muchas voces se han alzado, indignadas, proclamando que esos tres
heteropatriarcas escogieron un seudónimo femenino para aprovecharse de que ahora
las autoras venden más. Curiosamente, son las mismas voces que se lamentan de
que muchas escritoras tengan que adoptar un seudónimo masculino para poder
vender su obra. Pues mira, o lo uno, o lo otro, pero las dos cosas a la vez no.
Otros se quejan de que esos tres señoros (hay que ser despectivo, no lo
olvidemos) no se han limitado a usar un seudónimo de mujer, sino que además se
han inventado a una autora ficticia, con su biografía y su propia voz. Un
engaño, sin duda, pero ¿tiene importancia? A mí me parece más bien un juego, y
también una forma de estar en los medios, sin revelar sus auténticas
identidades, y avivar así la ventas. He oído a alguno decir que, al escribir
esos hombres con sobrenombre de mujer, le quitaban el puesto a alguna escritora
mujer de verdad. Claro, porque hay un cupo cerrado de mujeres escritoras;
cuando una entra, otra sale. Es una gilipollez tan grande que no vale la pena
ni comentarlo.
Por otra parte, este no es el primer
caso en el que un escritor no solo usa un seudónimo, sino que además lo dota de
una personalidad ficticia. Es lo que hizo, por ejemplo, el escritor Juan Eslava
Galán al escribir cinco novelas con el nom
de plume de Nicholas Wilcox, “graduado
en Historia por la Universidad de Oxford, reportero freelance por medio mundo y
amante de la escritura. Tras enviudar se recogió en un viejo molino junto al
río Wye en Gales, aunque pasa largas temporadas en la sierra de Cazorla, como
buen admirador de España”. Todo inventado.
Pero es que Carmen Mola hizo algo
más: hizo entrevistas a través de mail. Y eso es lo que ha enfurecido a mucha
gente, aunque no acabo de entender por qué. En todo caso, habría que analizar
lo que esos tres hombres dijeron en las entrevistas. He buscado en Internet y
he encontrado una que realizaron para Esquire tras el éxito de La novia gitana. La he leído y no he
encontrado en ella nada inconveniente. De hecho, ante la pregunta directa de si
es una mujer, Carmen Mola responde: “Me
lo reservo. Así os dejo que me analicéis y lleguéis a una conclusión”. Es
decir, dejaba abierta la posibilidad de ser un hombre (o tres). Después de
conocer la auténtica identidad de la “escritora”, la propia entrevistadora –Rosa
Martí- reconoce que en aquella entrevista no había ninguna mentira. He
encontrado otra entrevista, realizada en mayo de 2020 para Mujer Hoy, y de
nuevo no he visto nada reprochable. En fin, dejo de buscar entrevistas. Si
alguien conoce alguna en la que el trío de autores haya dicho alguna
barbaridad, agradeceré que me ilumine.
Creo que, en realidad, este
escándalo tiene más de emocional que de racional. Es como cuando en un grupo de
resistentes contra Skynet descubren que uno de ellos es un Terminator, solo que
en este caso son tres y no matan. O sea, descubrir que uno de los nuestros es
en realidad el enemigo. Y a mí, esa muralla alzada entre “los nuestros” y “los
otros”, qué queréis que os diga, me entristece.
Además, tengamos en cuenta que
cuando esos tres autores escogieron un seudónimo para su primera novela
conjunta, no los conocía ni dios, ni tenían pajolera idea de si iban a tener
éxito o no (esperanzas, sí; seguridad, ninguna), y mucho menos de que en el
futuro iban a ganar el Planeta. Así que por su parte dudo mucho que hubiera
alguna artera maniobra de marketing. Entonces, ¿por qué se travistieron de
mujer?
Yo no escribo con seudónimo, pero en
ocasiones los uso: cuando me presento a premios literarios. Y la mayoría de las
veces escojo nombres de mujer. La razón es sencilla; el seudónimo se usa para
ocultar la auténtica identidad del autor. ¿Y qué mejor ocultación que fingir
ser de otro sexo/género? La cosa funciona así: Cuando lees un manuscrito
firmado por una mujer, racionalmente sabes que puede tratarse de un hombre;
pero tu inconsciente se queda con ese nombre femenino y tiende a aceptar que el
autor es, en efecto, mujer. Y si es una mujer, no puede ser César Mallorquí,
¿verdad?
Además, ¿qué tiene de llamativo una
mujer escribiendo novela negra? Muchas autoras lo hacen, supongo que no hace
falta citar nombres. No es ninguna novedad, ni un argumento de venta; una mujer
que se estrena escribiendo policíaco solo es una más entre muchas.
Sinceramente, creo que esos tres guionistas eligieron el sobrenombre de Carmen Mola
únicamente para intentar ocultar mejor sus identidades.
Releo lo que he escrito y lamentaría
que alguien lo interpretara como una defensa de Carmen Mola y los verdaderos
autores. En absoluto; como ya he dicho, ni los conozco a ellos ni conozco su
obra. En realidad, este post es un humilde alegato contra los ofendidos por
Carmen Mola. Porque estoy harto de tanta ofensa vacía, de tanta piel fina, de
tanta corrección política, de tanta censura, de tanto blanco y negro sin
matices, de tanto dogma indiscutible, de tanta inquisición moral, de tantas, en
definitiva, paparruchas (qué graciosa palabra; hacía mucho que no la usaba).
Pero, bueno, ese es mi problema. Una paparrucha, sin duda.