El viernes pasado presenté en el
Celsius mi novela Manual de instrucciones
para el fin del mundo. Cuando acabó la presentación, una chica me condujo a
la mesa de firmas. Nada más salir de la carpa, se acercó a mí un hombre
acompañado por una niña pequeña (o un niño, no recuerdo). Se presentó
diciéndome que era un merodeador de Babel llamado Juan y que tenía un regalo
para mí. Me entregó un paquete y lo desenvolví; contenía dos libros y un DVD.
Mejor dicho: dos libros muy especiales y un DVD aún más especial.
Le di las gracias, pero justo
entonces la chica de la organización me urgió para que fuera a la mesa de
firmas, porque ya había una cola de gente esperándome, así que me despedí
apresuradamente de Juan, agradeciéndole de nuevo el detalle que había tenido
conmigo.
Más tarde, cuando acabé de firmar
ejemplares de mis libros, tuve tiempo de examinar con detenimiento lo especial
que era el obsequio que había recibido. Entonces busqué a Juan para hablar con
él, pero no lo encontré.
En la foto podéis ver el regalo que
me hizo; permitidme ahora explicaros por qué es tan especial. Comencemos por el
libro Borges y la ciencia ficción.
Cualquiera que me conozca, o siga mi blog, conoce la admiración que siento por
Borges y sabe que soy un pirado de la ciencia ficción. Sin duda es un título
muy apropiado para mí.
Pasemos ahora al segundo libro: La estatua del terror, una novela
policiaca de Fredric Brown. Bueno, aquí ya hay que conocerme bastante bien para
saber que soy un entregado fan de Mr. Brown, como escritor de CF y como escritor
noir. Además, tengo todas las obras
de CF suyas, y muchas policiacas; pero esta en concreto no la tenía, ni en
edición española, ni en edición latinoamericana. Ni siquiera sabía que existía.
Pero ahora, gracias a Juan, ya es mía.
Ahora bien, lo que de verdad me ha
dejado turulato es la película en DVD, El
hombre de mimbre, de Robyn Hardy (1973). Se trata de un clásico del cine de
terror, vertiente “paganismo en la actualidad”. Hacía muchísimo tiempo que
quería verla, pero no la encontraba por ninguna parte. Cuatro o cinco años atrás,
haciendo zapping, di con ella por casualidad en no recuerdo que canal de TV.
Por desgracia, estaba empezada, así que nunca la he visto entera.
¿Cómo sabía eso Juan? Yo no
recordaba haberlo comentado en el blog… pero estaba equivocado. Nunca lo dije
en un post, pero sí en la respuesta a un comentario del propio Juan. El
comentario correspondía a una entrada en la que hablaba del Hombre Verde que
había visto en una iglesia prerrománica de Navarra. Reproduzco parcialmente su
comentario y mi respuesta:
Juan
H: (…) Por cierto, ¿tiene que ver algo lo del hombre verde con "el hombre
de mimbre"? Es una peli y un libro pero no los he visto ni leído.
César:
(…) Los "hombres de mimbre" y los Hombres Verdes sólo están
relacionados por su origen celta; por lo demás, no tienen nada que ver. Un
hombre de mimbre (Wicker Man) es un artefacto para hacer sacrificios humanos.
Se trata de una figura humana hecha de eso, de mimbre, en cuyo interior
encerraban a la víctima y luego le prendían fuego (qué simpáticos, ¿verdad?).
La película, llamada "The Wicker Man", es una producción inglesa de
1973, dirigida por Robin Hardy. Tanía muchas ganas de verla y la pillé por
casualidad en la tele hace bien poco, aunque ya empezada. Pero no hay ninguna
novela con ese nombre. En realidad, la película está "inspirada" en
una novela de David Pinner llamada "Ritual", que se editó hace
poquísimo en España. Ah, en 2006 se hizo un remake norteamericano de la peli
inglesa. Lo protagoniza Nicholas Cage y es una caca.
Estos comentarios pertenecen a un
post de octubre de 2015, hace casi cuatro años. Y Juan lo ha recordado, y se ha
tomado la molestia de comprar el DVD para mí y entregármelo en el Celsius. Es
impresionante. Permitidme ahora que le hable directamente a Juan:
Querido
Juan H:
Recordaba
tu nick, igual que recuerdo los nicks de los más asiduos merodeadores de Babel,
pero no te conocía en persona. En el Celsius nos vimos durante unos instantes y
de forma apresurada. Luego te busqué, pero no te encontré. Lo lamento, me
habría gustado agradecerte el detalle como se merecía. Otra vez será.
Como
es lógico, agradezco que me hagan un regalo, sea lo que sea. Pero es que tu
regalo no es un obsequio normal: es algo muy pensado, muy orientado a los
gustos de la persona que va a recibirlo; es decir, yo. Es un regalo de corazón.
No quiero ponerme cursi, Juan, pero no me queda más remedio que reconocer que
me has conmovido. Y debería enfadarme contigo, porque estás quebrando mi imagen
de viejo gruñón e insensible, y uno tiene una reputación que mantener.
Leeré
los libros que me has regalado, y este fin de semana introduciré el DVD en el
reproductor, me tumbaré en un sofá y veré tranquilamente, por primera vez de
forma íntegra, una película que llevo décadas queriendo ver. Gracias a ti. Eres
un tío cojonudo.
Un
abrazo, amigo mío. Y mil gracias otra vez.