Hoy es el Día Internacional del
Libro Infantil y Juvenil. Es curioso eso de los días internacionales, porque
hay tropecientos, más de 365, lo cual obliga a que haya días compartidos. Por
ejemplo, hoy también es el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo.
Algunos de esos días son extraños, como mañana, que se celebra el Día Mundial
del Arcoíris. ¿A qué se refiere exactamente? ¿Al movimiento LGTBI? Pero el
arcoíris es la bandera, no el nombre del movimiento. ¿Entonces? ¿Acaso el
arcoíris está en peligro y yo no me he enterado?
El diez de abril es el Día
Internacional de la Homeopatía. Un absoluto contrasentido, si nos paramos a
pensarlo. No debería ser un día, sino un segundo. El Segundo Internacional de
la Homeopatía. El 13 de abril es el Día Internacional del Beso. Supongo que
este año lo habrán sustituido por el Día Internacional del Codazo. El 14 de
abril es el Día Mundial de la Enfermedad de Chagas. Si estas celebraciones
tienen como objetivo que la gente recuerde determinados asuntos, ese día es un
absoluto fracaso, porque no tengo ni idea de qué es la enfermedad de Chagas.
El 20 de abril es el Día Mundial de
la Marihuana. Palabras mayores, amigos; ese día debería ser festivo y santo. El
25 de abril es el Día Mundial de los Pingüinos. Pues qué queréis que os diga, me
parece muy injusto que haya un día del Pingüino, pero ningún día de Batman. El
26 de abril es el Día Internacional del Pene. ¡Sí señor! Ese sí que es un día
necesario, porque el pene está en horas bajas. Al menos, el mío.
En fin, el caso es que hoy, 2 de
abril, es el día del libro infantil y juvenil, algo que me atañe directamente.
¿Qué puedo decir de la literatura juvenil? Pues que le guardo un profundo
agradecimiento, porque me ha hecho uno de los mejores regalos que he recibido:
poder ganarme la vida escribiendo. A cambio, procuro darle lo mejor de mí
mismo. A veces lo consigo, a veces no, pero siempre lo intento. Aparte de eso, la
literatura juvenil me ha dado muchas satisfacciones: premios, dinero,
homenajes, más buenas críticas que palos, cierto reconocimiento y, sobre todo,
lectores agradecidos, que son la sal de la tierra.
Siempre he procurado que mis novelas
juveniles puedan ser consumidas y apreciadas también por adultos. De hecho, ni
siquiera creo que el juvenil sea un género, pero eso es otra historia. Sin
embargo, lo que más me conmueve, lo que me hace creer que lo que hago vale la
pena, es cuando un adolescente me dice que no le gustaba leer, pero que mi
novela le ha encantado. Supongo que he contribuido a que algunos de mis
lectores adolescentes aprendan a amar la literatura, y eso me llena de orgullo.
En cuanto a la literatura infantil,
tras una única incursión en el género (El
hombre de arena), últimamente estoy volviendo a frecuentarlo; con la serie
de Dan Diésel y con una novela que se
publicará a final de año, La lectora de
mentes. Ya veremos qué tal se me da.
Por último, la LIJ me ha permitido
conocer a un montón de magníficos profesionales, tanto de la edición como de la
escritura. A ellos saludo desde aquí: Felicidades en nuestro día, amigos. Y un
gran abrazo.