Ayer, leyendo un debate en Prospectiva, encontré un comentario que me llamó la atención. El comentarista, al parecer un merodeador más o menos talludito, decía que él solía leer siete u ocho libros a la vez y que la inmensa mayor parte de ellos eran ensayos. Luego, se preguntaba si ese menor peso de la ficción en sus lecturas no tendría que ver con la edad. Pues bien, lo que me llamó la atención es que a mí me sucede exactamente lo mismo.
Acabo de revisar la pila de libros que se amontona sobre y a los pies de mi mesilla de noche y éste es el resultado: en estos momentos estoy leyendo cinco ensayos -o non-fiction, como dicen los anglosajones- y una novela (Déjame entrar, de John Ajvide Lindqvist). La verdad es que nunca he leído más de una novela a la vez; si intentaba compaginar dos, por ejemplo, siempre había una que me interesaba más y acababa monopolizando la lectura. Lo que sí he hecho es leer casi exclusivamente novelas (o antologías de relatos cortos), una tras otra, intercalando algún que otro ocasional ensayo. Sin embargo, con el paso del tiempo, el porcentaje de no ficción ha ido incrementándose hasta llegar a superar con creces el peso de la ficción. ¿Por qué?
Hace tiempo, escuché una historia –casi seguro apócrifa- con la que me sentí identificado. Un día, Alejandro Magno fue en busca de un gran filósofo (no recuerdo cuál) y, tras expresarle la admiración que le profesaba, dijo que le pidiese cualquier cosa, lo que quisiera, pues él se lo concedería. Tras meditar unos segundos, el filósofo respondió: “Asómbrame”.
¿Hay algo más maravilloso que el asombro? Es como si en tu mente se abrieran nuevos recintos, como si una parte de ti naciera otra vez y volvieras a ser niño, como si te hicieran un regalo magnífico e inesperado. Adoro asombrarme, es una de las sensaciones más totales y gratificantes que pueden experimentarse, casi una experiencia mística; en realidad, es lo que nos mantiene vivos, impidiéndonos caer en el coma de la monotonía. Cuando era un niño pequeño, el descubrimiento de la realidad me asombraba; ver el mar por primera vez, contemplar el infinito pasmo del firmamento, o simplemente perderte en el universo de polvo que flota en un rayo de luz. Luego, descubrí que la ficción también podía causar asombro y en grandes cantidades. Y me asombraban los tebeos de Superman, y más tarde descubrí el pirotécnico asombro de la ciencia ficción, y un buen día tropecé con Borges. ¿Recordáis lo asombroso que es leer a Borges por primera vez? Más o menos al mismo tiempo, García Márquez me demostró que, en literatura, el asombro no tenía por qué ser sólo intelectual, sino también estético. Y un nuevo mundo de ficción asombrosa se abrió ante mí.
Pasó el tiempo, se sucedieron muchísimas lecturas, miles de ficciones, y poco a poco fueron aumentando los ensayos. La divulgación científica siempre estuvo allí; mi amor a la ciencia ficción hizo que me interesara por la ciencia, así que siempre he consumido esa clase de no ficción. Luego me interesé por la historia, lo que me condujo a la antropología. Un artículo de Marvin Harris sobre el cristianismo me presentó la religión desde una perspectiva distinta, arrojándome de lleno a la arqueología bíblica. Y a la arqueología en general. Y llegó la filosofía. Y el arte. Y la psicología. Y la política... En fin, de todo un poco, como buen diletante que soy. El caso es que encontraba toneladas de asombro en esos ensayos; y sigo encontrándolas, como por ejemplo cuando leo algún libro de Michio Kaiku o de Richard Dawkins.
Sin embargo, cada vez me cuesta más asombrarme con la literatura, cada vez me resulta más difícil encontrar una novela que me muestre las cosas como nunca antes las había visto. No es que no ocurra nunca, por supuesto; sigue sucediendo, pero con mucha menor frecuencia que antes. Sigo leyendo novelas, sí, pero incluso cuando me gustan, no puedo evitar decirme: “está bien, pero... me suena conocido”. Es como, si por haber leído demasiado ficción, al final las cosas comenzaran a repetirse, como si ya me supiera los trucos, como si transitara por un camino muchas veces recorrido. No siempre, insisto; sólo la mayor parte de las veces.
Así pues, ¿las ficciones que se publican ahora han perdido la capacidad de asombrar? ¿Los clásicos se han deslucido con el paso de los años? ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? No, para nada; el que ha cambiado soy yo. Me he fosilizado. Soy un niño al que cada vez le cuesta más encontrar cuentos que le dejen con la boca abierta, de modo que vuelve la mirada hacia la realidad, porque la realidad es una fuente inagotable de motivos de asombro. Soy un adicto al pasmo que cada vez necesita dosis más altas para colocarse. Soy un trilobite.
Soy, reconozcámoslo, un pasajero al final de la línea, porque uno empieza a morir cuando comienza a perder la capacidad de asombro.
Cachis la...
viernes, junio 5
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15 comentarios:
Hombre, yo creo que lo tuyo es bastante normal. Es normal que a un escritor que encima ha leido y vivido mucho le cueste encontrar historias que le sorprendan, y también es normal que encuentres más interesantes los ensayos, me parece que es más fácil que esa conexión neuronal última que te hace ver de pronto una historia para contar se produzca gracias a los datos y las relaciones que puedes encontrar en un ensayo.
Pero vamos que tampoco creo que signifique que estás mayor. Yo hace ya tiempo que voy sorprendiéndome de mi ¿capacidad? para predecir lo que va a pasar en una película o un libro por detalles de los diálogos y esas pistas que el autor a veces deja, por no hablar de cómo te indica la banda sonora lo que va a pasar en una película. Y como no hay nada nuevo bajo el sol... la novela que lees, por ejemplo, creo que sin ser tampoco del todo nuevo es al menos una visión distinta del tema que trata.
A mí me pasa un poco lo mismo. De hecho, creo que para mi edad y sexo, leo demasiadas novelas todavía ;-)
Menciono lo del sexo porque, así como he manifestado mi acuerdo en que con la edad se tiende más a la literatura de no ficción, pienso que también este asunto tiene un sesgo sexual: los varones tendemos más a la no ficción que las mujeres.
Un amigo mio ha escrito recientemente en su blog un artículo titulado ¿De verdad que las mujeres leen más? en el que analiza el "meme" de que las mujeres leen más que los varones.
Te recomiendo su lectura; pero ya te adelanto la conclusión: lo que ocurre es que los varones leen mayoritariamente géneros de no ficción, mientras que las mujeres concentran mucho de su actividad lectora en la novela, que es mucho más "visible".
¿Diógenes?
Dice Aristóteles, el asombro es la causa de la ciencia.
No estás fosilizado, sigues el camino. El asombro tensó tu curiosidad y lo empezaste a estructurar hacia temáticas que te apasionan. No quieres palmarla sin comprender...
Dice Aristóteles. La finalidad del hombre es la satisfacción intelectual.
Y es triste perder la fruición con que se descubrieron los libros... Pero la literatura es grande... Hay muho por explorar, y pienso, especialmente en lo ya escrito.
Oh, vamos Cesar, si no llevara leyendote un buen tiempo te daría la razón.
Pero creo que no.
César, una recomendación respecto a "Déjame entrar": si puedes, ve primero la película. De lo contrario te va a saber a poco. Yo creo que éste es uno de esos casos en los que vale la pena abrir boca con la versión cinematográfica (deslumbrante) y luego sumergirse en la novela para descubrir todo lo que quedó fuera.
Yo diría que si no lees primero la novela no vas a entender la mitad de la pélícula, pero vamos, es mi opinión.
¿Qué artículo de M. Harris es el que mencionas?
Un saludo
pd: creo que lo de leer unas cosas u otras va por rachas.
José Antonio del Valle: Creo que mi yo lector está razonablemente separado de mi yo escritor. Es decir, salvo cuando me estoy documentando, leo por el placer que me produce, no pensando en la utilidad que esa lectura pueda tener en un futuro.
En cuanto a "Déjame entrar", es cierto: se trata de una visión original sobre un tema muy manido. Siempre hay excepciones, ya lo he dicho.
Manuel: He leído el artículo de tu amigo y es interesante, aunque no estoy seguro de que tenga razón. Así, a primera vista, me parece que sí, que los hombres suelen leer más no ficción que las mujeres (aunque no estoy estadísticamente seguro); pero tengo la impresión de que las mujeres sí que leen en general más que los hombres. ¿Sobre todo ficción? Puede ser, pero más en cualquier caso.
Sr. IA: Sí, me parece que el filósofo en cuestión era Diógenes, pero mi mala memoria me impide estar seguro.
Dices: "no quieres palmarla sin comprender". Pues mira, a lo mejor tienes razón, por lo menos en parte. A fin de cuentas, somos monos curiosos.
Boeder Escalier: gracias, amigo mío; siempre he luchado para que el niño que hay dentro de mí permanezca, pero a veces resulta difícil, si no imposible, no matarlo un poco.
A. Romero & José Antonio del Valle: agradezco vuestros consejos, pero ya es tarde;la película no está en cartel y ya voy por mitad de la novela, así que inevitablemente el orden será primero lectura y después cine. Ya os diré qué tal.
Juan: El capítulo dedicado al cristianismo en su libro "Vacas, cerdos y brujas". Curiosamente, mucho después de leerlo descubrí que estaba equivocado en algunos aspectos, pero aún así me iluminó.
Es cierto que la lectura va por rachas en cuanto a géneros y temas; pero, con todo, cada vez leo más ensayo y menos ficcion, y esa es una tendencia que no obedece a rachas.
Está claro que eso le ocurre a todo el mundo, pues la capacidad de sorprenderse va menguando a base de ir teniendo sorpresas. Llega un momento en que todo te parece un cliché, una estructura similar a la que has visto en muchas ocasiones anteriores y que por tanto no despierta el mismo interés que las 3.987 primeras veces. No sólo novelas, también paisajes, ciudades, lugares,... personas, tampoco las personas que te vas encontrando se escapan a su repetición. Vamos, que respondiendo a tu primer planteamiento, sí, efectivamente te estás haciendo viejo.
Imagínte yo, que hasta los ensayos han dejado de interesarme, todos los veo idénticos, ninguno me muestra algo desconocido. Este asunto ha llegado a preocuparme de tal manera, que he ido a una clínica en USA (claro, dónde si no), y me han hecho un reseteado parcial del cerebro, de modo que han eliminado archivos que ya los tenía completos y eliminado un montón de información del disco duro, con el resultado de que a partir de ahora puedo volver a disfrutar llenándolos de nuevo con historias sorprendentes.
Si quieres te paso la dirección.
Después de googlear a fondo he llegado a la conclusión de que la única relación, con frase de por medio, entre Alejandro y Diógenes fué cuando estando el segundo tomando el sol se le acercó Alejandro y le dijo que era el hombre más poderoso del mundo y que si podía hacer algo por él. "Si, apártate que me quitas el sol". Pelín borde el caballero. No resulta sorprendente que años después Diógenes fuera despeñado por sus propios conciudadanos de Sinope.
El Asombro es el hermano de la Curiosidad.
Y gracias a la Curiosidad el hombre ha llegado a donde ha llegado.
Lo que no sé es si a fin de cuentas vale para algo haber llegado hasta aquí...
:? (Dudo, me asombro y me pregunto; luego existo).
Con lo cual se daría un curioso giro, César asume una cita según la cual Diógenes le pide a Alejandro, dame sombra… “asómbrame”, cuando en realidad, como pone a Colación Big Brother lo que le dijo es que no diera sombra. Naturalmente, si el filósofo en cuestión es Diógenes, (que no tenemos constancia, claro). Seguiremos investigando este extraño viaje semántico.
Con lo cual se daría un curioso giro, César asume una cita según la cual Diógenes le pide a Alejandro, dame sombra… “asómbrame”, cuando en realidad, como pone a Colación Big Brother lo que le dijo es que no diera sombra. Naturalmente, si el filósofo en cuestión es Diógenes, (que no tenemos constancia, claro). Seguiremos investigando este extraño viaje semántico.
Lo de que las mujeres leen más no es un meme. Es una estadistica basada en estudios de mercado muy precisos. Lo comenta Vargas Llosa en sus consejos a los jovenes escrtiores en el sentido de que si escribes algo que no sea necesariamente para un publico femenino pero si que pueda interesar a este publico si no quieres ser un escritor minoritario.
Pues no sería Diógenes, y a lo mejor tampoco Alejandro Magno. Es terrible eso de recordar anécdotas, pero no los nombres de los protagonistas... De todas formas, como con casi entera seguridad es una historia apócrifa, ¿qué más da?
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