Esta semana pasada he regresado a un lugar donde nunca he estado, porque no existe, y que, sin embargo conozco muy bien. Me refiero a Umbría, esa región situada en el norte de España cuya capital es Oneira. ¿Os suena? Supongo que no, salvo que hayáis leído ciertos libros. Pero ya os lo decía antes: Umbría no existe. Al menos, no del todo. Me explicaré.
Cómo sabéis (y si no lo sabéis os lo digo), en la década de los 90 se produjo en España una sorprendente eclosión de escritores de cf. Creo recordar que esa generación (de la que yo formé parte; no por fecha de nacimiento, sino de escritura) incluso tiene un nombre, lamento no recordarlo. El caso es que por aquel entonces yo ya era muy crítico con la ciencia ficción del momento, un género cuya decadencia venía observando desde la década anterior. De hecho, la cf que escribí por aquel entonces estaba alejada de las modas y corrientes del momento; es más, ninguno de mis relatos se halla siquiera ambientado en el futuro. En fin, estoy seguro de que muchos de los que me conocieron entonces recordarán lo cenizo que era hablando del género. Pero el caso es que, de pronto, habían aparecido en España unos cuantos escritores de calidad más que notable enamorados del fantástico.
Hablando con algunos de ellos, en particular con Elia Barceló, les decía que era una pena que desperdiciaran su talento dedicándose a un género que no tenía futuro. En mi opinión, les iría mucho mejor dejando de lado la ciencia ficción y dedicándose a la fantasía; pero no a una fantasía estereotipada a lo Tolkien, sino a una fantasía más general, del tipo Borges, Cortázar, Machen o Bradbury. Entonces, durante mis conversaciones con Elia (la mayor parte de ellas a través de e-mail), se me ocurrió una idea: crear un territorio compartido con varios escritores. Debía ser una región de España ficticia, un lugar donde lo extraordinario sucediese con mayor frecuencia que en otras partes. Elia estuvo de acuerdo y comenzamos a buscar partners para la aventura. Nos pusimos en contacto con Julián Díez, que por aquel entonces acaba de publicar Los abominables sucesos de la casa Figueroa, un excelente relato largo muy en la línea de lo que nosotros pretendíamos, y aceptó incorporarse al proyecto. El cuarto miembro del grupo fue Armando Boix, un escritor que comenzaba a despuntar con exquisitos relatos de fantasía pura.
A partir de ese momento, y mediante un largo intercambio de correos electrónicos, comenzamos a darle forma a nuestra región ficticia: su geografía, su toponimia, su historia, sus tradiciones... Al cabo de unos meses, cuando reunimos suficiente material, nos pusimoa a la faena. Se trataba de que cada uno de nosotros escribiese dos relatos fantásticos; uno aparecería firmado con el nombre auténtico del autor y el otro con un seudónimo que correspondería a un supuesto escritor umbrilitano clásico. Luego, los ocho relatos aparecerían reunidos en una antología. Desgraciadamente, ahí empezaron los problemas.
Armando Boix escribió un buen relato (cuyo nombre desgraciadamente no recuerdo) y... desapareció del mapa. Por lo que sé, dejó de escribir y hasta hoy no he vuelto a tener noticias suyas.
Julián Díez nos comentó el argumento para uno de sus cuentos (un argumento excelente, por cierto) y, de repente, sin llegar a redactarlo, decidió dejar de escribir ficción.
Elia Barceló sí que se empleó a fondo; demasiado a fondo, por cierto. Su primer relato umbrilitano fue El secreto del Orfebre, un cuento largo que, hasta el día de hoy, es su obra maestra indiscutible. Pero su segundo relato se complicó, pues lo que pretendía ser un cuento más o menos corto acabó convirtiéndose en una larga novela, El vuelo del Hipogrifo.
En lo que a mí respecta, escribí un cuento llamado El jardín prohibido. Creo que es un buen relato, estoy muy satisfecho de él, pero hubo un problema. Poco después de escribirlo, se estrenó El sexto sentido, de Shyamalan, y no mucho más tarde Los otros, de Amenábar, películas éstas con las que mi historia tiene muchos puntos en común. Demasiados como para publicarla, así que... al cajón con ella. Entre tanto, me había puesto a escribir el segundo relato, que se llamó Leonís. Y ahí el culpable fui enteramente yo. La historia de Leonís daba para una novela, pero en ningún caso para un cuento. Aun así, me empeñe en meterlo en unas cien páginas... y la cagué. De entrada, no encontré el tono adecuado, así que lo imposté. Y, para terminar de cagarla, podé tanto la trama que el resultado final fue un esqueleto sin carne y con los personajes desvaídos. Intenté arreglarlo, pero era inútil, sobre todo si quería atenerme a la extensión prevista.
Fuera como fuese, para aquel entonces el “grupo de Umbría” se había disuelto. Elia fue la única en publicar sus historias umbrilitanas y yo me olvidé del asunto. Fue bonito mientras duró. Aunque no me olvidé del todo. Umbría me seguía atrayendo; es un lugar melancólico, un poco triste, una tierra cotidiana y legendaria a la vez, un “paraíso para descreídos”, como dijo una vez Julián. Al haber contribuido a crearla, al haber escrito sobre ella, la sentía viva, uno de esos lugares del pasado adonde uno siempre desea volver. Por otro lado, me seguía gustando la historia de Leonís; no el modo en que la había escrito, pero sí el argumento.
Pasaron los años y un día se me ocurrió la idea de presentarme al premio Minotauro. Entonces pensé: ¿por qué no retomar Leonís y darle la extensión que necesitaba desde un principio? Reescribí el relato casi por completo; amplié la trama, introduje nuevos personajes y dibujé mejor los caracteres. Finalmente, concluí una novela de unas 250 páginas con la que, esa vez sí, estaba razonablemente satisfecho. La presenté al premio y, ¡tachán!, no formó parte ni siquiera de las finalistas. Más tarde, hablando con Francisco García Lorenzana, a la sazón Director Editorial de Minotauro, me contó que uno de los temas de Leonís –el incesto-, había descartado automática la novela. Pues vale. Un par de años más tarde, Julián le comentó la existencia de mi novela inédita a un conocido editor de literatura fantástica. Dicho editor me mandó un e-mail interesándose por Leonís y yo le envié el texto por el mismo conducto. Hasta el presente no he vuelto a tener noticias suyas, lo cual, no sé por qué, me induce a pensar que no debió de gustarle mucho.
A esas alturas, lo reconozco, estaba hasta los cataplines de Leonís. Pero, más o menos un año más tarde, charlando con una de mis editoras, la adorable Reina Duarte, le hablé de la novela, ella se mostró interesada y se la envié. Tiempo después, me contestó: le había gustado y quería publicarla. Entonces tuvo lugar una especie de diálogo del absurdo en el que yo intentaba convencer a la editora de que no publicase mi libro y la editora a mí de que valía la pena publicarlo. Al final quedamos en que me lo pensaría. Pero no me lo pensé; de hecho, me olvidé del asunto. Pasaron los meses y Reina volvió a llamarme para preguntar qué había decidido. Entonces le propuse algo: lo publicaría si un dibujante, pintor y diseñador amigo mío, Miguel de Unamuno (sí, tataranieto del susodicho), se ocupaba de ilustrar y diseñar el libro. Reina (un encanto, ya lo he dicho) aceptó. Entonces se lo propuse a Miguel, le mandé el texto y, al cabo de una semana, mi amigo pintor me dijo que lo había leído y le había gustado mucho; de hecho, me confesó que le parecía lo mejor que había escrito. Y aceptó ilustrarlo.
Así que la semana pasada, después de cuatro o cinco años de ausencia, regresé a Umbría, releí Leonís... y no me pareció mal del todo. Incluso me gusto; aunque, claro, la opinión de un autor sobre su propia obra no vale ni para limpiarse el trasero. La historia de Leonís está ambientada en el presente, en el Valle de Lotar, una comarca montañosa del interior de Umbría. La trama, inspirada en la leyenda de Tristán e Iseo, trata de amores imposibles, de asesinatos misteriosos, de ritos ancestrales, de traiciones y mentiras, de viejas leyendas y de dioses olvidados. El título completo, con su subtítulo, explica más o menos de qué va la cosa: Leonís. Un relato de amor, magia, misterio y muerte.
Así que, en algún momento del año que viene, amigos míos, veréis en las librerías un libro llamado Leonís, firmado por César Mallorquí y Miguel de Unamuno, lo cual, a buen seguro, desconcertará a más de uno. Con independencia de su contenido textual, será, sin lugar a dudas, muy bonito.
Coño, qué larga me ha quedado esta entrada. Y qué poco interesante...
lunes, diciembre 14
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12 comentarios:
Yo he leído El vuelo del hipogrifo y El secreto del Orfebre ^^ y me gustaron mucho.
Ahora me llama mucho la atención la trama de Leonís, así que, cuando salga, lo leeré. Gracias por avisar y contar un poco la historia de este libro. Cuando me enteré hace tiempo de que Umbría era un territorio creado por varios autores pensé que compartir la creación de un sitio era algo bonito e interesante a la vez :)
¡Besos!
Schade, no podré tenerlo para Navidad. Pero bueno, me lo apunto para cualquiera de mis acontecimientos personales. Avísanos cuando salga, ¿eh? Un saludo,
Cristina
P.D.: Qué raro lo de Miguel de Unamuno tataranieto :). Esos padres sí que eligieron bien el nombre.
¡Qué fenomenal noticia! ¿Cuál es la editorial que la publicará?
¡Poco interesante! ¿¡¡Estás de broma!!? ¡¡Un libro firmado por César Mallorquí y Miguel de Unamuno ambientado en un lugar inexistente pero que ya conozco!!
:PPPP
Es el colemo del surrealismo. Y sí, oye, ¡qué ganas de leerlo!
Un besote, grandullón :P
Los caminos creativos son inescrutables.
Que Armando Boix dejara de escribir fue una auténtica lástima. Siempre se suele mencionar a las mismas personas de esa generación: Marín, Aguilera, Barceló, Mallorquí y Negrete, protagonistas de ese boom de calidad de los 90 en el fandom español. El gran olvidado es Armando Boix. Hay que reivindicarlo!!! Cada uno de sus cuentos son imprescindibles.
Julián Díez (que también apuntaba muy buenas maneras), al abandonar la escritura de ficción, se reconvirtió en ensayista, director de publicaciones, etc. Pero lo de Armando Boix fue una tragedia!! Una persona tan valiosa y llevamos casi una década sin saber de él. Mucha pena.
Natalia: En efecto, crear un territorio compartido es una experiencia muy curiosa. Porque, pese a ser una ficción que has contribuido a crear, crece sin tu ayuda, parece tener vida propia, lo cual provoca una intensa sensación de realidad.
Merak: Avisaré cuando salga, no te preocupes. En cuanto a Miguel de Unamuno, te parecería más raro aún si le conocieras :)
Nacho: Hombre, fenomenal, lo que se dice fenomenal, no sé si es... La novela se publicará en la colección de literatura general de Edebé.
Anónima de las 9:59: Pues sí, hija, sí que suena surrealista...
Alicia Liddell: Inescrutables, largos y retorcidos, para ser precisos. Un coñazo, vamos.
Manuel R: Tienes toda la razón; lo de Armando Boix fue una pena. E inexplicable; como si le hubiera abducido un ovni. Aparte de todos sus méritos, ganó el premio Gran Angular, tenía un futuro de lo más prometedor, y de repente va y desaparece. No lo puedo entender.
Sus relatos de ciencia ficción me parecían menos interesantes, pero los de fantasía eran para quitarse el sombrero. Ojalà algún día vuelva.
Interesantísimo ese nuevo libro.
Lo de Armando Boix es realmente una pena; muchos fans nos hemos preguntado qué pasó, pues tenía calidad más que sobrada.
No soy aficionado a la Ciencia Ficción como tal, sin embargo sí he podido disfrutar leyendo "El secreto del orfebre", "La piel fría", "Fin" (la estupenda novela de David Monteagudo) y otras novelas que quizás pueden entrar en alguna de las subcategorías de la Ciencia Ficción. En cualquier caso, me ha impresionado todo lo que has contado de Umbría y el proyecto literario que se intentó construir alrededor de ella. Es una pena que un proyecto así al final no se pudiese desarrollar.
Hace unos días acabé de leer "El viajero perdido" y disfrute especialmente de esa especie de "Triángulo de las Bermudas" en que se meten los protagonistas, la Comarca de Ea. Pensé que debía de tratarse de alguna zona concreta, pero ahora que leo esta entrada me pregunto si no se tratará de Umbría.
Por último, como ya dije, no soy aficionado a la Ciencia Ficción y no conozco a Armando Boix ni su potencial. Al que sí conozco es a Julián Díez y soy de los que piensa que es una lástima que no escriba ficción.
Armando Boix recopiló sus relatos en Sombras de todo tiempo (Mandrágora), y nunca más se supo. Manuel Díez Román, que sigue en contacto con él, me va contando cosas de su vida. Está tan tranquilo, dedicándose a su trabajo... y sin escribir. Una auténtica pérdida, porque tenía un potencial acojonante.
Julián Díez escribe ficción de vez en cuando. Su último relato, "Tren", apareció en el número 3 de Artifex Cuarta Época y, aparte del hecho de que es el primer autor que escribió sobre el 11-M (cosa que convendría recordar cuando todo el mundo hable del último premio Herralde, de Manuel Gutiérrez Aragón), el cuento es magnífico.
http://www.revistaartifex.com/artifex/Artifex_03.pdf
curioso lo de Armando Boix... me pregunto cómo puede frenar los pensamientos...le deben cosquillear los dedos cuando vea una página de word.
mazarbul
La Vieja Piragua: En la Odisea, Ea es la isla donde vive la maga Circe.
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