No sé si lo sabéis, pero como justo
castigo por ganar el Premio Nacional de Literatura Juvenil debo ser, durante
dos años, miembro del jurado que elige dicho galardón. De hecho, ya lo fui el
pasado 14 de octubre, cuando se convocó la reunión para elegir al premiado de
este año.
Permitidme explicaros cómo es el
asunto. El jurado está formado por 14 miembros: los premiados de las dos
últimas ediciones y representantes de distintas instituciones relacionadas con
la cultura. Cada jurado debe proponer como candidatas un máximo de tres obras.
La lista final nos llegó a a últimos de agosto, así que disponíamos de mes y
medio para comprar (luego nos abonarán los costes) y leer un porrón de títulos.
Acabé hasta las narices, reafirmado en mi convicción de no ser jurado de nada
(salvo, quizá, de desfiles de modelos de ropa interior femenina; pero,
desgraciadamente, nunca me lo han propuesto).
Bien, el primer problema fue elegir
mis novelas candidatas, porque no leo literatura juvenil. Así que me puse en
contacto con mi buena amiga Nerea Marco, una de las almas mater de la revista
electrónica El Templo de las Mil Puertas,
para que me recomendara algunos títulos. La amable Nerea así lo hizo,
manifestándome su preferencia por una novela en concreto, precisamente la que había ganado el premio que concede su
revista a la mejor obra juvenil española: La
canción secreta del mundo, de José Antonio Cotrina.
Vaya, pensé, yo conozco a Cotrina,
aunque muy poco. Le conocía, sobre todo, de nombre, porque Cotrina es un
escritor surgido, como yo, del fandom de la ciencia ficción. Pero, por algún
motivo, jamás había leído nada suyo, ni siquiera un cuentecito. De hecho,
pensaba que había comenzado a escribir con posterioridad a mí; pero no, en
realidad pertenece, igual que este vuestro seguro servidor, a la llamada Generación de los 90. En fin, qué
despistes los míos.
El caso es que compré su novela. Y,
tras un breve estremecimiento (tiene 666 páginas; un número muy apropiado, por
cierto), la leí. Y me quedé con la boca abierta, porque no me esperaba algo
así. Veréis, suelo sostener que una novela juvenil, para ser buena, tiene que
ser, ante todo, una buena novela a secas. Pues bien, La canción secreta del mundo es, en mi opinión, una excelente
novela que puede ser disfrutada por todo tipo de lectores, jóvenes o adultos,
con la única condición de que tengan el estómago preparado para obras de ese
género. ¿Y cuál es el género de la novela de Cotrina? El dark fantasy, la fantasía oscura. Pero que muy, muy, muy oscura. Oscurísima,
creedme.
Imaginaos que en nuestro mundo, el
mundo real, se oculta otro mundo, un universo regido por la magia que alberga
en su seno la más absoluta y tenebrosa perversidad. Ariadna es una joven
amnésica que vive, en nuestro mundo, con una familia de acogida sencillamente
perfecta. La chica tiene un novio, Marc, que es un encanto, y todo le va bien.
Hasta que un día se presenta en su vida Evan, un misterioso y atractivo joven
que fue su pareja en ese pasado que ella no recuerda.
¿Un triángulo de amor adolescente?
Pues sí. Y pues no, porque nada de lo que sucede a continuación se parece lo
más mínimo a las clásicas historias románticas. Ariadna descubre, por las
malas, que en realidad ella no pertenece a nuestro mundo, el de la luz, sino al
otro mundo, el de la oscuridad. Es una virago. ¿Y qué es eso? Bueno, ¿sabéis
esas historias en las que un joven normalucho descubre que tiene poderes
increíbles y es el elegido para salvar a la humanidad? Bueno, pues en el caso
que nos ocupa, exactamente todo lo contrario. Ariadna tiene las manos manchadas
de sangre. De mucha sangre. Y no voy a seguir contando el argumento, porque en
la historia hay varios giros de tuerca que no quiero espoilear (menuda
palabreja).
La novela tiene muchos méritos;
prosa elegante y fluida, personajes bien perfilados, buen ritmo, originalidad,
giros de trama... Pero lo más llamativo es la descripción de ese mundo lóbrego
y oscuro, sucio y cruel, un mundo literariamente trabajado con minuciosidad de
orfebre, un mundo imaginario del todo coherente. Un auténtico alarde de
imaginación e ingenio.
Aunque lo que más agradecí fue la
ausencia de concesiones. Conforme me iba acercando al final del texto, cruzaba
los dedos y rogaba que Cotrina no se sacase de la manga un final feliz. Y no lo
hizo. El final es amargo, como exigía el devenir de la historia. Nada de miel;
todo hiel.
Antes he dicho que se trata de una
fantasía muy oscura. ¿Hasta qué punto? Pues bien, la novela comienza con un
siniestro personaje deambulando por un paisaje dantesco y cargando a la espalda
con un saco lleno de... bebés muertos. Y eso sólo es el aperitivo de las muchas
atrocidades que vendrán después. Sin embargo, no se trata de horrores
gratuitos, ni de morbo barato. La canción
secreta del mundo desprende una poderosa aura poética; una poesía extraña y
perturbadora que provoca intensas emociones en el lector.
Aunque, lo reconozco, no una poesía
apta para todos los paladares. Dos escritoras amigas leyeron la novela por mi
recomendación y a ambas les gustó mucho, pero les pareció muy dura. Una de
ellas me confesó que tuvo que espaciar la lectura, porque el texto le provocaba
pesadillas. Pero eso está bien, ¿no? A fin de cuentas, la función del arte es inducir
sentimientos en quienes se exponen a él.
Bueno, ¿y qué pasó en la reunión del
jurado? Pues que las dos únicas personas que defendimos la novela fuimos Laura
Gallego y yo. Tras leer todas las obras candidatas, me reafirmé en que la
mejor, con diferencia, tanto en calidad literaria como en complejidad, era la
de Cotrina; pero cuando la defendía, el resto del jurado me miraba como si me
hubiera vuelto loco. En realidad, ya me lo imaginaba. Hay géneros –el dark fantasy, por ejemplo, o el terror-
que aún se consideran literariamente malditos, qué le vamos a hacer. Al final
me consolé, porque la novela ganadora fue mi segunda favorita: Prohibido leer a Lewis Carroll (Anaya,
2013), de Diego Arboleda con divertidísimas ilustraciones de Raúl Sagospe. Una
fantasía victoriana con mucho humor, un delicioso texto que, tengáis la edad
que tengáis, os recomiendo.
Pero, sobre todo, os recomiendo La canción secreta del mundo (Editorial
Hidra, 2013), de José Antonio Cotrina. Olvidaos de que es una novela juvenil,
porque no lo es, al menos en el sentido peyorativo del término. Si os gusta el
género fantástico, si os embriagan las ensoñaciones poética -por muy oscuras
que sean-, si disfrutáis con la buena narrativa, si no os dan miedo las
emociones fuertes, si os apetece pasear por un fascinante universo ficticio,
entonces La canción secreta del mundo
es vuestra novela. Salvo que tengáis el estómago delicado, en cuyo caso
manteneos alejados de ella.
Ah, quizá alguno piense que hablo
así de bien de esta novela porque soy amiguete del autor. Pues no; sólo he
visto a Cotrina dos veces en mi vida, y las dos este año. La primera en
febrero, cuando di una charla en Vitoria invitado por el ayuntamiento, y luego
a finales de septiembre en el Festival de Fantasía de Fuenlabrada. En fin, me
parece un tío muy majo, pero aún no somos amigos, sino tan solo conocidos. Por
tanto, mis comentarios son sinceros y mi recomendación también.
4 comentarios:
De Cotrina me sonaba el nombre y haber visto algunas de sus obras publicadas en Círculo de Lectores, en concreto, el "Ciclo de la Luna Roja", pero no me decidí a leerlo pues me dio la impresión de ser novela "para adolescentes" (en el peor sentido de la expresión, en plan "Crepúsculo" o así) y de tratar de engancharse al carro de las últimas novelas de moda de ese tipo.
Pero está claro, después de leer tus comentarios, que deberé darle un tiento...
Gracias por la recomendación.
Rickard
De Cotrina leí algo hace mucho tiempo, incluso algún premio UPC y algunos relatos. Me gustaron, la verdad, y hace unos años vi la que menciona Rickard, y decidí leerla cuando la terminara (la saga), y no hace mucho vi el último libro en las librerías. Habrá que darle una oportunidad.
Y referente a los premio he tenido la oportunidad de participar como jurado y organizador en uno de comic, y buff, menudas diatribas nos montábamos. Auténticas discusiones. Y lo que me disgustaba más es que al final un amigo me comentó una teoría: en los premios ganan los segundos. Según él porque en el primero hay siempre desacuerdos, pero en el segundo no (¿no pasó algo así con cotrina?. Me da la impresión que sí). También me di cuenta lo arbitrario que son los premios (me refiero a los de verdad, no los amañados), y cómo hay ocasiones en que se lo merecerían varios, y era una pena. Yo intentaba recomendarlos a alguna editorial y tal. Y lo tercero que me di cuenta es lo de gente profesional que hay en el mundo, haciendo cosas que ciertamente se merecen un premio.
Mazarbul
Cotrina está por descubrir, porque todo lo que escribe cuenta con una calidad similar a la de "La canción...".
Soy un seguidor de Cotri de siempre y me alegra ver que miguita a miguita quizá llegue algún día donde se merece.
Gracias, César.
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